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lunes, 25 de octubre de 2021

Problema resuelto


Muchos traumas tienen su comienzo en la adolescencia. Es la época en cuando la opinión que los demás tienen de ti empieza a ser importante.

Alberto era un chaval de 14 años, delgadito y desgarbado, como casi todos los de esa edad. Como dicen algunos, ya le salía ese bigotillo primaveral. Le encantaba el fútbol. No jugaba mal. Por eso su madre lo animó a que se apuntara al equipo de fútbol del instituto. Lo aceptaron en periodo de pruebas.

El primer día de entrenamiento, fue con el resto de sus compañeros al vestuario, a cambiarse. Como hacían los demás, pero con cierta vergüenza aún, se desnudó.

Las burlas, las risas de los chicos. Jamás las iba a olvidar. Recogió su ropa y no volvió.

A su madre le dijo que no lo habían aceptado. Ella lo consoló y le dijo que había otros equipos. Pero Alberto ya no quiso intentarlo.

No se podía quitar de la cabeza lo que le dijeron ese día.

Siguió creciendo. Se hizo más retraído. Su madre pensó que serían cosas de la adolescencia, que ya cambiaría.


Salía muy poco con sus escasos amigos. Éstos se fueron echando novias, pero Alberto no. Las chicas lo atraían mucho, pero no se atrevía a tratar de intimar con ninguna. Y cuando alguna se interesaba por él, ya que no era un chico mal parecido, no ponía de su parte. Las chicas al final desistían.

Su madre, la persona que más lo quería en el mundo se dio cuenta de que su hijo no era feliz. Notaba que había algo que lo atormentaba, que lo afligía. Muchas veces trató de hablar con él. Trató de que él le contara que le pasaba. Pero Alberto siempre le decía que no era nada.

Empezó la universidad. Nuevas perspectivas. Nuevos amigos. Pero fuera lo que fuese lo que le pasaba, seguía ahí. Clavado en lo más profundo de su alma.

Muchas noches, acostado en su cama, en la oscuridad, Alberto se masturbaba. Deseaba tanto estar con una mujer. Pero con 24 años y sin ninguna experiencia con el sexo opuesto, lo veía difícil. No podría soportar que una mujer se riera de él. Desde los 14 años, desde que salió corriendo de aquel maldito vestuario, su cuerpo le daba vergüenza.

Un día pensó que una profesional, una prostituta, quizás fuese la solución. Suponía que ellas habrían visto de todo, que estarían acostumbradas a todo. Así que buscó en el periódico y concertó una cita con una.

Se armó de valor y fue a la dirección indicada. Le abrió la puerta una guapa chica. Sobre los 30 años. Buen cuerpo. Lo hizo pasar al un saloncito y lo invitó a una copa. Alberto sólo se tomó un refresco.

La chica se sentó a su lado y le puso la mano en la rodilla, sonriendo. Fue subiendo la mano lentamente hasta llegar a la entrepierna. Acarició la zona. La polla de Alberto por primera vez se ponía dura gracias a las caricias de una mujer.

-Ummm, veo que algo se alegara. ¿Te gusto?

-Sí…

-¿Me quieres follar?

-Sí.

-Son 100 euros. Por adelantado.

Alberto le dio el dinero y la chica se lo guardó en un bolsillo. Luego lo cogió de la mano y lo llevó a un dormitorio. Se quitó la blusa. No llevaba sujetador. Tenía dos lindas tetas. Alberto las miraba con deseo. Su polla le dolía, encerrado en sus pantalones.

-Desnúdate, guapo. A ver que tienes para mí.

Las manos le temblaban cuando se desabrochó los pantalones. Las faldas de su camisa le quedaban por delante, tapando su paquete. Se bajó los calzoncillos. De entre sus piernas cayó su polla, apareciendo de repente ante la chica.

Nunca olvidaría la cara que puso ella al verle la polla.

-Joder…Pero…¿Qué es eso? Ni loco me vas a meter esa monstruosidad en el coño. Ni loco.

De repente Alberto se vio otra vez en aquel vestuario. Vio a los chicos señalándolo, riéndose. Y le pareció oír las palabras que le gritaban "Trípode!!! Elefante".

Se subió los pantalones y salió corriendo mientras se abrochaba. Las lagrimas caían por sus mejillas.

Ni siquiera oyó como la chica le decía que esperase, que le devolvería el dinero. Siguió corriendo hasta que el cansancio lo obligó a parar.

Jamás estaría con una mujer. Era un monstruo.

Volvió a su casa. Pasó por delante de su madre sin apenas decirle nada y se encerró en su cuarto. Ella se dio cuenta de algo no iba bien. Se acercó al cuarto de su hijo. Lo oyó llorar detrás de la puerta.

-Alberto, mi vida..¿Estás bien?

Entre sollozos le dijo que sí. Que lo dejara.

Ella siempre había sabido que a su hijo le pasaba algo. Algo que nunca le había contado. Muchas veces había intentado hablar con él, pero siempre le decía que no le pasaba nada. Que estaban bien.

Esta vez la cosa parecía seria. Estaba de verdad preocupada.

-Déjame entrar.

-No!, por favor. Vete. Déjame en paz.

-Alberto Figueroa. Ábreme la puerta ahora mismo.

Aún tenía autoridad sobre él. Oyó como se acercaba a la puerta y como quitaba la llave. Ella abrió la puerta y entró. Alberto había vuelto a la cama. Estaba sentado, cabizbajo. Se sentó a su lado.

-¿Qué te pasa, tesoro?

-Nada mamá. No es nada.

-¿Es por una mujer?

La miró. Su madre vio sus llorosos ojos.

-No, mamá. No es por ninguna mujer.

Maria, la madre, sintió un escalofrío. Quizás era por…

-¿Es por un….hombre?

-Joder, mama. No

-Si eres gay no me importa, Alberto. Siempre serás mi hijo.

-No soy gay.

-¿Entonces qué es?

-NADA! – le gritó.

Ella se sobresaltó, pero no se rindió.

-Soy tu madre. Te conozco. Sé que hay algo que te aflige desde hace mucho tiempo. Algo que no has querido contarme nunca. Ya es hora Alberto. Déjame ayudarte, mi vida.

Alberto ya no pudo más. Se derrumbó sobre su madre, abrazándola con fuerza.

-Mamá! Soy..soy un monstruo!

María se asustó. Temió que su niño hubiese hecho alguna locura.

-No..no eres ningún monstruo..cariño…eres muy bueno.

-Nunca haré el amor con una mujer, mamá. Soy..soy deforme.

Ella no entendía nada.

-Por el amor de dios, Alberto. Explícate de una vez.

Él cogió aire. Casi no podía hablar.

-Mi..mi…pene…es…deforme

Al fin ella lo comprendía todo. Ahora comprendía lo que su hijo debía de estar pasando. Para un hombre esa parte de su cuerpo era muy importante.

-Iremos al médico. Ya verás como tiene arreglo…

-¿Es que no lo entiendes? No tiene arreglo..es…es…es muy grande.

María se quedó muda, asombrada. La tensión que tenía, de repente estalló y no pudo evitar reírse. Alberto la miró. Su madre también se reía de él. Rompió de nuevo a llorar.

-¿También tú? ¿También te ríes tú?

-Oh, mi vida, perdona, perdona. No era mi intención reírme de ti. Pero es que generalmente los hombres se quejan de que sus penes son pequeños, no grandes. Al decirme que era deforme pensé otra cosa. Lo siento. No me reí de ti.

Alberto se calmó un poco. El abrazo de su madre lo reconfortaba.

-¿Es eso lo que te ha tenido triste todos estos años?

-Sí.. desde que lo chicos se rieron de mi ..¿Recuerdas?

A María se le encendió una luz.

-El equipo de fútbol. Por eso lo dejaste.

-Sí. Se rieron de mi en el vestuario. Me sentí tan mal.. No pude volver.

-Mi niño.. cuanto habrás sufrido.

Lo besó con ternura en la frente.

-Pero no será para tanto…Ya verás como si encontrarás a alguna mujer. A muchas seguro que le gustan…ya sabes…grandes.

Trataba de calmarlo.

-No..sé que no. Hoy he ido…con una prostituta.

-Oh..Alberto.. ¿Por qué?

-Pensé que con una…profesional podría. Que dejaría de ser virgen. Pero…

-¿Que pasó?

-Cuando me vio…Me dijo que…que no le iba a meter esa..monstruosidad.

-Joder…Alberto..lo siento…Seguro que…

-No..Mamá…No…siempre seré virgen. Nunca estaré con una mujer. Nunca.

Lo abrazó con fuerza. Tenía que ayudarlo. Su hijo sufría demasiado. Y….la curiosidad empezó a picarle.

-¿Tan grande es?

-Sí.

-Seguro que habrá muchas mujeres a las que no les importe, Alberto. Seguro.

-No..no..

-¿Confías en mi?

-Sí.

-Pues..déjame ver tu pene. Ya verás como no es para tanto.

La miró con la boca abierta. Es verdad que confiaba en ella. Pero enseñarle su cosa…

-Me da vergüenza, mamá.

-Lo sé. No creas que a mi no me da cosa pedírtelo. Pero así verás que no pasa nada. Que eres un chico normal.

María notó la lucha interna que se libraba en su hijo.

-No pasa nada, Alberto. No tengas vergüenza de mi.

-Está bien..pero…por favor…no…no te rías de mi.

-Pero. tesoro. Jamás me reiría de ti. Y menos por esto que tan preocupado te tiene.

Alberto se moría de vergüenza, pero confiaba en su madre, en su opinión. Así que se levantó y se desabrochó el pantalón, dejándolo caer a sus pies. Se sentó otra vez en la cama. La blusa quedó sobre sus muslos.

-Bien…los calzoncillos también.

Se los bajó, levantando un poco el culo de la cama. María lo miraba con ternura. Sabía que aquello debía ser muy difícil para él.

Alberto apartó las faldas de la camisa y sacó de entre sus piernas su pene. Estaba fláccido.

Si a María la pinchan en ese momento, no sangra. Ante ella había un enorme pene en reposo. Así ya era más grande que el de su marido. Su corazón le empezó a latir. Lo miraba asombrada.

-Bueno…sí…no es pequeño, no….

-¿Ves? Jamás ninguna mujer querrá acostarse conmigo.

-No digas eso. Seguro que sí.

Tenía que verla dura. Necesitaba ver aquello en todo su esplendor.

-¿Funciona?

-¿Qué? – no la había entendido.

-Quiero decir que si…ya sabes…se pone..erecta.

-Ah… sí..sí.- contestó, poniéndose rojo.

-Pues para estar seguros tendría que verla.

-Joder, mami.

-Alberto…los..penes cambian mucho al ponerse erectos. Los hay que en reposo son chiquitos y luego crecen mucho. Y los hay que en reposo con…grandes y luego apenas crecen. Hay que saber si este es tu caso o no.

María le soltó una sarta de mentiras. Lo que ella deseaba era ver aquella polla dura.

-No sé si podré.

-Inténtalo. Haz como si yo no estuviera.

Sin mirarla, Alberto llevó una mano a su polla y empezó a tocarla, a apretarla. Pero nada. No se le ponía dura. Estaba muy cortado.

-No funciona, mami.

Alberto vio como la mano de su madre se acercaba y se posó sobre la suya.

Se miraron a los ojos.

-Deja a mami….

Alberto quitó su mano. Sintió la cálida mano de su madre sobre su polla. La acarició a lo largo con las yemas de los dedos…Tenía las uñas pintadas de rojo.

La sangre empezó a fluir, a llenar la polla, a endurecerla. Se empezó a levantar. Crecía, crecía. María casi no podía respirar. Ante ella tenía la polla más grande que había visto en su vida, incluyendo las películas porno. Era enorme, gruesa, venosa. La intentó abarcar con su mano, pero no pudo.

La polla que agarraba en su mano medía por lo menos 30 centímetros, si no más. Estaba caliente. La sentía palpitar. Sin darse cuenta, empezó a mover la mano. Lentamente, arriba y abajo. Arriba..abajo. Sin apartar la vista del pollón de su hijo.

Alberto miraba la mano de su madre, agarrando su polla, moviéndose arriba y abajo. Su madre le estaba haciendo una paja. Una lenta y sensual paja. No pudo evitar gemir.

Cuando oyó a Alberto gemir, María se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Le estaba haciendo una paja a su hijo. Se quedó congelada, pero no soltó la polla. Aquello no estaba bien.

Lo miró a los ojos. Él tenía una expresión anhelante. Su niño lo necesitaba. Necesitaba que una mujer le diera placer. Tenía que saber que no era un monstruo. Y ella estaba allí para cuidarlo. Era su madre. Lo quería.

-¿Quieres que…siga?

-Sí..por favor..sigue…

María volvió a mover su mano. Ahora plenamente consciente de lo que hacía. Apretando, frotando. Fue consciente de su propio estado. Los pezones le dolían de lo duro que los tenía. Y su coño era un lago de flujos.

-Agggg

-¿Te gusta?

-Sí…mucho mami…

Esa enorme polla le llenaría el coño, la partiría en dos. La quería dentro de ella.

Alberto no aguantó mucho más. La excitación era demasiada. Empezó a gemir con más intensidad y a tener pequeños espasmos. La polla palpitó con más fuerza y estalló.

Un primer y espeso chorro salió disparado y cayó sobre su camisa. El resto salía con menos fuerza y caían sobre su polla, sobre la mano de su madre, y bajaban a lo largo del enorme instrumento, hasta su pubis, hasta sus huevos.

Cuando acabó su intenso orgasmo, María apretó la polla desde la base hasta la punta y obtuvo más semen que cayó sobre su mano.

-Espera un segundo.

Se levantó y fue al baño. Se lavó las manos y volvió con una toalla para limpiar a su hijo.

-Alberto…esto..que te he hecho ha sido…para que pierdas el miedo a las mujeres. Ya ves que no todas se ríen.

-Gracias mamá…ha sido…maravilloso.

El coño le latía. Aunque estaba un poco floja, la polla de Alberto seguía siendo enorme.

-Bueno, ahora tienes que buscarte a una que quiera estar contigo.

-¿De verdad crees que habrá mujeres que querrán acostarse conmigo?

-Claro que sí. A muchas mujeres les gustan las pollas grandes. Muchas estarán encantadas de que te acuestes con ellas.

Alberto se dio cuenta de que había utilizado la palabra polla.

-¿Tú lo harías?¿Te acostarías conmigo?

"Claro que me acostaría contigo. Tengo el coño en carne viva. Quiero me claves esa enorme polla y me partas en dos"

-Soy tu madre..Eso no estaría bien

-Pero…¿Y si no fueras mi madre? ¿Lo harías?

-Sí.

-¿No tendrías miedo de que te hiciera daño?

-Eres un chico muy dulce. Confiaría en que lo harías con cuidado.

-Mami…yo – no la miraba. Miraba al suelo – necesito saber que..que puedo…ya sabes…estar dentro de una mujer.

-Lo sé, tesoro. Lo sé. Ya verás como encuentras a la mujer adecuada.

-Si no estoy seguro no creo que puede buscarla, mami..Tengo que estar seguro. ¿Me..me dejas probar contigo?

Su coño tuvo un espasmo y expulsó más flujos.

-Pero cariño…no podemos hacer el amor. Soy tu madre.

-Lo sé…Sólo para ver si puedo. Lo dejamos enseguida. Sólo para…para estar seguro.

-No sé….

"Claro que lo sabes. Lo deseas. Deseas esa polla ya".

-Por favor mami, por favor…

-Está bien. Pero sólo me penetras y luego sales. Para que compruebes que puedes.

La cara de Alberto se iluminó. La abrazó y la besó en las mejillas.

-Gracias mami, gracias… ¿Y…cómo lo hacemos?

-Me acostaré en la cama y te pones encima de mí.

María vestía un traje de andar por casa, que le llegaba a las rodillas. Se metió las manos por debajo y se quitó las empapadas bragas. Después se acostó boca arriba en el centro de la cama. El vestido lo tenía a medio muslo.

-Colócate entre mis piernas… Bien…así.

Alberto se apoyó en sus manos, poniéndose encima de su madre, pero sin tocarla. Ella llevó una mano a su polla, ya dura del todo nuevamente, y con la otra se subió el vestido.

-Acércate un poco más.

La punta de la polla rozó sus labios vaginales. Casi se corre. Estaba muy cachonda, pero no quería que él lo notase. Puso la enorme polla en la entrada de su vagina.

-Ahora empuja con cuidado. Tu polla es muy grande y tienes que tratar a la mujer con mucho cuidado.

Se le empezó a meter. María notaba claramente como entraba. Como la enorme polla separaba las paredes de su vagina, distendiéndola como nunca, excepto cuando lo tuvo a él. El placer que sentía era enorme. Tenía ganas de gritar, pero no lo hizo.

-Así…despacito, con cuidado…¿Ves? Estás dentro de una mujer…mi niño.

Alberto también sentía un enorme placer. La vagina era caliente, suave, y apretada. Sentía como abrazaba a su polla. Siguió metiéndosela lentamente hasta que hizo tope. No le cabía más. Fuera quedaron 3 centímetros.

Sintió que la vagina de su madre se movía. Fueron como varios espasmos, varias pulsaciones. Si hubiese tenido experiencia, habría sabido que su madre se estaba corriendo.

Cuando María notó que la enorme polla de su hijo hacía tope con el fondo de su coño, estalló en un fuerte orgasmo que trató de disimular. Aguantó la respiración, se mordió el labio inferior…miró a un lado. Fueron largos segundos de intenso placer. Después dejó escapar el aire lentamente.

Cuando miró a Alberto, éste lloraba.

-¿Qué te pasa mi amor?

-Mami… estoy dentro de ti…Dentro de una mujer…Puedo..puedo hacerlo

-Claro que puedes…ya te lo dije.

-¿Te duele?

-No…no me duele. Has sido muy delicado. Pero ahora…salte…lo..prometiste.

"No me la quites, por favor…déjala dentro…fóllame…fóllame.."

-Sólo un poco más, mami..sólo un poco más…por favor..sólo un poco más.

-Sólo un poco..sólo un poco.

Alberto se dejó caer sobre su madre. Su cabeza sobre su hombro.

-Tu..vagina es tan cálida…Siento mucho placer.

Lentamente, se empezó a mover…Sacó un poco la polla y la volvió a meter..

"Me está follando…mi niño me está follando con su enorme polla"

-Para..Alberto…esto no puede ser..para….ummmmm

-Un poco..más.

Se movió más rápido, sacándole más la polla, metiéndosela más a fondo, hasta el tope. Y oyó gemir a su madre. Gemía mientras él…él se la follaba.

-Mami….aggggg

-Oh..mi niño…..me vas…a…agggggggg

María ya no pudo más. Nunca había sentido un placer así. Lo rodeó con sus brazos.

-Alberto..fóllame….más….fóllame…párteme en dos con esa enorme polla tuya…follaméeeee

Arreció con las embestidas. Su madre le pedía que se la follara, y é lo hizo. Se miraron a los ojos. Los de su madre tenían un brillo especial. La miró como a una mujer. La mujer con la que por primera vez follaba. Con la que por primera vez hacía el amor.

Acercó su boca a la de ella y la besó. Su primer beso. Sintió escalofríos cuando su madre abrió la boca y sus lenguas se encontraron.

María se corrió otra vez, pero esta vez no lo disimuló. Esta vez se convulsionó sobre la cama, separando la espalda del colchón. Esta vez gritó su placer.

-Aggggggggg mi amor..me corrroooooooo fóllame asíiiiiii.

Los fuertes espasmos del inmenso orgasmo llevaron también a Alberto a la cima del placer. Sintió como llegaba, apareciendo desde lo más profundo de su alma, subiendo, subiendo, hasta estallar en su polla, que lanzó en el fondo del coño materno su caliente carga. El calor del semen de su hijo hizo que María tuviese un tercer orgasmo cuando el anterior aún no había acabado.

Los dos cuerpos quedan tensos de placer hasta que quedaron desmadejados sobre la cama. Alberto sobre su madre. Ella acariciando su cabello.

Cuando él se levantó con cuidado y le sacó poco a poco la aún dura polla, María sintió como si le arrancaran algo suyo.

Quedaron un rato abrazados.

-Gracias mami.

-De nada, tesoro…pero..esto no puede volver a pasar.

-¿Por qué no?

-Por que no está bien.

Alberto no dijo nada. Sólo la besó en la mejilla.

María lo intentó. Puso todo su empeño, pero no se podía quitar de la cabeza la sensación de aquella enorme polla taladrando su coño. La deseaba. La necesitaba.

Alberto tampoco podía dejar de pensar en su madre. En el placer que le había dado. Deseaba volver a hacerle el amor. Pero ella tenía razón. Era su madre. Eso era incesto. Lo que había pasado fue maravilloso, pero sólo sería una vez.

Ese día trataron de seguir como si nada hubiese pasado, pero de vez en cuando sus miradas se cruzaban. A sus mentes volvía todo. Por la noche, casa uno en su cama, no conseguía conciliar el sueño.

Cuando su marido empezó a roncar, María estuvo a punto de levantarse e ir a buscar a su hijo. Pero fue fuerte. Aguantó la tentación. Estaba muy muy cachonda, pero aguantó.

El día siguiente fue horrible para los dos. Tenían que actuar como si nada hubiese pasado. Ambos deseaban que volviera a suceder, pero la idea del tabú los frenaba. La noche fue igual de horrible. María se masturbó una y otra vez mientras su esposo roncaba a su lado. Se masturbó recordando como su hijo la follaba con aquella hermosa y enorme polla.

Por la mañana, Alberto se despertó, como siempre, empalmado. Pero esta vez era distinta. Esta vez sabía que no lejos de allí estaba su madre, una mujer. Deseaba estar con ella. Al diablo el tabú.

Sabía que su padre ya se habría ido. Que estaban ellos solos.

María se había despertado. A pesar de haberse masturbado esa noche varias veces, seguía muy excitada. Se tocó el coño y chorreaba. Se pasó un dedo por la rajita y suspiró.

En ese momento se abrió la puerta de su cuarto. En el umbral de la puerta estaba su hijo. Desnudo. Su inmensa polla penduleaba entre sus piernas. Su peso hacía imposible que permaneciera perpendicular al suelo.

-Mami..no puedo más.

-Mi yo…ni yo..Alberto…

Se quitó la sábana que la cubría. Sólo vestía un camisón, sin bragas. Abrió sus piernas. Los ojos de Alberto se clavaron en su peludo y negro coño. Era la primera vez que lo veía.

-Ven…fóllame. Fóllame…Méteme otra vez ese pollón…No he dejado de pensar en ti desde el otro día.

Se acercó a la cama de su madre, se subió, se puso como el otro día. Como la otra vez, ella guió la polla hasta la entrada.

-Ahora..Fóllame

Se la clavó y los dos se corrieron en el acto, gimiendo de placer, convulsionándose el uno sobre el otro. Los ojos cerrados, apretados. Y el placer estallando en su cuerpos como miles de explosiones.

-Agggggggggg Alberto….agggggggggg

-Mami… te quiero..ummmmmmm

Cuando la polla dejó de expulsar su cálido néctar contra el fondo de la vagina de su madre, Alberto empezó a moverse, iniciando un lenta follada.

-Mi niño…me vas..a..matar de ..placer…dios…mío….agggggggg

Metió una mando debajo del camisón y la llevo a las tetas de su madre, acariciándolas por primera vez. Las apretó, las sobó. Y la besó, en los labios, en la boca. Sin dejar de follarla, de taladrarla con su polla.

María no dejaba de gemir. Sentía su coño lleno de polla, rebosando semen. Empezó a tener pequeños orgasmos, un detrás de otro. Nunca había gozado tanto en su vida. Y era su hijo quien le daba ese placer. Su hijo y su enorme polla.

El segundo orgasmo de Alberto volvió a llenar la vagina materna de caliente y abundante semen, que se mezcló con el anterior y los jugos de su madre.

Estuvieron luego abrazados durante mucho tiempo, acariciándose con ternura.

-Esto es un locura, Alberto.

-¿Te arrepientes?

-No…jamás.

Se hicieron amantes. Todos los días se amaban, varias veces. Alberto tenía muchos años que recuperar y María estaba encantada de ayudarlo. Siempre estaba dispuesta para él, para su polla.

Muchas veces estaba al la cocina, fregando los platos o preparando la comida, cuando Alberto se ponía detrás de ella y la acariciaba. Cogía sus tetas, pellizcaba sus pezones mientras besaba su cuello. En su culo sentía la dureza de la polla que la tenía enamorada.

Alberto le subía el vestido, le bajaba las bragas y la follaba, agarrando sus caderas, matándola de gozo. Los dos terminaban en un maravilloso orgasmo que dejaba el coño de María rebosante de cálido semen. Luego él le subía las bragas, le bajaba el vestido y ella seguía con lo que estuviera haciendo.

Una tarde estaban en el sofá del salón, ambos desnudos. Se besaban y acariciaban. Una mano de su madre tenía cogida su polla con fuerza, y le hacía una lenta paja. Una mano de él hacía lo propio en el coño de su madre.

La hizo correr con sus dedos, que se llenaron de los jugos de ella. Se miró. Estaban brillantes. Sintió curiosidad y se olió los dedos. Ella lo vio.

-Cochino.

-Ummm hueles muy bien.

Se llevó los dedos a la boca

-Y sabes mejor

-Quita, quita, cochino.

Ella estaba asombrada de lo que él había hecho. Nunca nadie le había dicho que su coño sabía bien. A ella su olor no le gustaba mucho. A su marido, desde luego tampoco. Pero su hijo decía que sabía bien.

-Mami…

-¿Qué mi vida?

-Te voy a comer el coño.

-Oh no, mi amor…eso es…

-¿Es qué?

-Es..sucio.

-Nada tuyo es sucio. Deseo hacerlo.

Se apoyó sobre ella, haciéndola acostar en el sofá. Lentamente fue bajando por su cuerpo, lamiendo y besando, hasta llegar al lugar del que había salido al mundo.

-No mi vida..no tienes que..Aggggggggggggggg

María sintió el lametón que él le dio. Sintió el placer recorrer su espina dorsal. Y luego, la lengua lamiendo sus labios, su clítoris.

-Aggggggg que…rico….aggggggggggg

Con delicadez y dulzura Alberto lamió y chupó el coñito de su madre. María llevó sus manos a la cabeza de él y la apretó contra ella, como para impedir que escapara. Pero Alberto no tenía intención de escapar. Siguió lamiendo, chupando, oyendo gemir a su madre.

El placer que María sentía gracias a esa lengua era muy distinto al placer que le daba la polla, pero igual de maravilloso. Empezó a mecer las caderas. Notó que un arrollador orgasmo se aproximaba. No quería mojar a su niño.

-Me ..voy a correr….qui..quítate..aggggg quítate….aggggggggggg

Alberto no se quitó. Chupó con más ganas y atrapó el inflamado clítoris de su madre entre sus labios y la sintió estallar en su boca. Su cara se llenó del flujo materno. Se bebió todo lo que le entró en la boca con placer, mientras el cuerpo de su madre brincaba sobre el sofá.

Cuando ella dejó de correrse, se subió sobre ella y le clavó la polla en el coño, iniciando una profunda follada, que terminó con un nuevo orgasmo de su madre cuando le llenó el coño de hirviente semen.

-¿Te ha gustado, mami?

-Tesoro….casi me matas de placer…eres…maravilloso.

-Tu coño está riquísimo.

-¿De veras?

-Ummm, sí.

A la mañana siguiente, María se despertó temprano. Su marido aún dormía. Recordó el placer que Alberto le había dado con su boca. Tenía que corresponderlo. Le iba a hacer su primera mamada. Primera mamada para él, y para ella.

Esperó a que su marido se fuera a trabajar y se fue al cuarto de Alberto. Aún dormía. Se acercó a su cama y le quitó con cuidado la sábana. Estaba desnudo. Su polla reposaba entre sus piernas, floja, pero enorme. La empezó a acariciar, comprobando con alegría que se despertaba, creciendo, creciendo.

En poco tiempo estaba dura, enorme. Él se despertó.

-Hola mami…

-Hola mi amor. Me gustó mucho que me comieras el coño.

-Y a mí.

-Ahora te voy a chupar la polla.

Sintió que la polla se ponía aún más dura.

-Siéntate la borde de la cama.

Ella se arrodilló entre las piernas. La polla estaba vertical gracias a que la tenía agarrado con las manos. Se acercó y se acarició la cara con ella. La sensación le encantó. Era suave y cálida.

Alberto miraba como su madre se pasaba su polla por la cara, y como luego le pasaba la lengua por todo el tronco, desde los huevos al capullo. Lo lamió y lo chupó.

Era imposible que aquella polla le entrase en la boca. Sólo consiguió meterse la punta y un poco más. Tenía que abrir mucho la boca para que pudiese entrar.

Usaba la lengua para lamer y con las dos manos, más abajo, la pajeaba. Miraba a Alberto a los ojos, que con cara de placer vio como parte de su polla entraba y salía de la caliente boca de su madre.

-Ummmmm mami…que..rico…sigue.

-¿Lo hago bien? ¿Mami te come bien la polla?

-Agggg..muy bien…no pares…no pares.

No paró. Lo empezó a hacer más deprisa. Sabía lo que deseaba. Deseba que le llenase la boca de su semen. Se lo tragaría como él se había tragado sus flujos.

-¿Te correrás en la boca de mami? ¿Le darás a mami toda tu lechita?

Aquello fue la gota que colmó el vaso. La polla empezó a temblar. María se la metió en la boca justo cuando el primer chorro golpeaba su paladar. Cerró los ojos para sentir como su boca se llenaba de aquel viscoso líquido. Caliente. Salado y algo amargo.

Empezó a tragarlo, pero no lo hacía con suficiente rapidez y parte salía de sus labios y bajaba por la polla. Fueron como diez disparos, diez latigazos de placer que atravesaron el cuerpo de Alberto.

Con la polla en la boca, María abrió los ojos. Él la miraba con cara de felicidad. Tragó lo que tenía en la boca.

-¿Te ha gustado que mami te chupara la polla?

-Ha sido…uf…que placer.

Se acercó a ella y la besó en la boca. Notó un sabor extraño. Su propio sabor. No le importó.

A María también le había gustado. Y la había calentado.

-¿Le comes el coño a mami?

Las mamadas y las comidas de coño fueron añadidas a su repertorio sexual. Por las mañanas ella iba a su cuarto y se arrodillaba en el suelo, delante de su cama. El se sentaba y admiraba como su madre le comía la polla.

Le encantaba cuando ella no usaba las manos. Las ponía en sus muslos y sólo usaba la boca y la lengua. Subía y bajaba la cabeza hasta donde podía, mirándole a los ojos. Generalmente no se podía tragar toda la corrida, y parte escurría a lo largo de la polla. Luego la limpiaba con la lengua. A veces si que conseguía que no se escapase ni una gota. Después siempre le decía que era el mejor desayuno.

Alberto se hizo más abierto. Empezó a salir más, a hacer nuevos amigos.

El día que su madre esperaba y temía, llegó. Alberto parecía exultante. Lleno de alegría le dijo que se había acostado con otra mujer.

María estaba muy feliz, aunque en el fondo sentía un poco de celos. Le dijo que se alegraba mucho por él. Los dos, abrazados, lloraron de alegría.

-Todo es por ti, mama. Todo es por ti.

Después de esa mujer, vinieron muchas más. Se corrió la voz de lo bien dotado y lo buen amante que era Alberto. Las mujeres lo buscaban. Y él se dejaba encontrar.

Pero nunca abandonó a su madre. Seguían haciendo el amor. Menos que antes, pero con igual intensidad. Su niño ya era un hombre feliz. María era feliz.

Una tarde, Alberto llegó de la calle. Traía algo en la mano.

-Mami, ven. Quiero enseñarte una cosa.

La llevó al salón. Encendió la tele y el reproductor de DVD. Lo que tenía en la mano era un disco. Un DVD que puso en el aparato.

-¿Qué es? ¿Una película?

-Sí.

Se sentaron juntos. La película empezó. El título la sorprendió "El trípode".

-¿Es una peli porno?

-Sí.

Empezaron los títulos de crédito. Por las imágenes no parecía una película barata, sin cuidada.

María se quedó petrificada cuando en la pantalla apareció Alberto, besándose con una espectacular rubia.

-Es mi primera película, mamá. Tengo un suculento contrato para 5 más.

Ella no podía decir nada. Tenía los ojos fijos en la pantalla, en donde la chica se había arrodillado y le estaba chupando la polla a su hijo. Y vaya manera de mamar. Se metía más de media polla en la boca.

-Joder..¿Cómo le cabe?

-Jajaja. Tienen mucha experiencia.

Después de la espectacular mamada vista de todos los ángulos posible, Alberto se follaba a la chica en varias posturas. Primeros planos del coño de la chica abierto y la polla entrando y saliendo.

Alberto se había sacado la polla y su madre la acariciaba mientras miraba la película.

-¿Estás cachonda?

-Compruébalo.

El coño de María era un lago. Lejos de sentir celos por ver a su hijo follándose a otra mujer, sentía morbo, placer.

La chica estaba a 4 patas en el suelo mientras Alberto martilleaba su coño con fuerza.

-Mira ahora, mami

En la pantalla, Alberto sacaba la polla del coño y la acercaba al culito de la chica.

-NO! – gritó María

-Sí!

Con los ojos abiertos como platos miró como la superpolla de Alberto se colaba centímetro a centímetro en el culo de la rubia. Se la clavó toda y empezó una furiosa enculada.

-¿No…no le dolía?

-La actriz me dijo luego que los orgasmos no los fingió. Que se corrió varias veces.

En la pantalla Alberto le follaba el culo a la chica en varias posturas, con primeros planos de la acción.

-Y ahora el gran final. Mira.

Alberto sacaba su pollón del culito de la rubia, se levantaba y ella se arrodillaba delante de él, cogía la polla y la pajeaba hasta que recibía en la cara la abundante corrida de él, sin dejar de sonreír. Después se pasaba la polla por la cara y la dejaba bien limpia.

-Wow! Mi niño…la dejaste bien guapa.

Durante toda la escena no había dejado de masturbarlo. Lo había llevado al borde del orgasmo.

-Mami..me voy a ummm..correr…

-Hazlo como con ella. Córrete en mi cara.

María rápidamente se arrodilló y Alberto se levantó, poniendo la polla delante de su cara. La movió con la mano un par de veces y se corrió, llenando la carita de su madre con su cálida semilla. María, con los ojos cerrados y una sonrisa en los labios sentía el calor que caía a chorros sobre ella.

Como en la escena, se pasó la polla por la cara. En la tele, Alberto le comía el coño a una preciosa morena.

Siguieron viendo la película. Fueron seis tórridas escenas, en las que su niño se follaba a seis mujeres. A todas las follaba. A todas les daba por el culito, y al final, se corría en sus caras.

-¿Qué te ha parecido?

-Uf…tengo el coño licuado….Fóllame ya!

No dejó de besarla, de acariciarla mientras la penetraba. María se corría una y otra vez. Quería a su hijo. Lo amaba. Y estaba enamorada de su polla. De esa enorme polla que golpeaba contra el fondo de su coño.

Por tila_ra9

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