martes, 10 de agosto de 2021

Confesiones a mi esposa


Capitulo 1

Ya sabes la frontera de lo que habíamos tocado mi madre y yo. En la práctica ella ensayaba conmigo sus perversos y eróticos coqueteos. Ya te conté como había rozado con mis labios su excitante coñito para mí, y seguro que para ella también. Ya te he contado sus rutilantes paseos en enagua, sin nada debajo, delante de mí para ponerme en grado sumo de excitación. Ya sabes como toqué sus vigorosas piernas la vez que le ayude a subir unas cajas, mientras ella con su sexualidad a cuesta me mostraba su hermoso coño subido en un taburete… y si no llegué a más fue porque alguién llegó en ese momento en que ya estábamos dispuesto a todo…

Ahora te contaré el primer y gran salto que mi madre dió conmigo, y que en definitiva me mostró el camino en que yo iba a hacer el amor por los siglos de los siglos…

Uno de esos días generosos en que quedamos solos, creo que fue durante tres días, en que mi padre estaba en viaje de trabajo, y mis hermanos en el internado, y yo había llegado llegado de vacaciones de invierno al pueblito de Paipote, ella me dice que la acompañe a dar una vuelta en el auto, un pequeño fiat 600.


La razón del paseo era que se sentía aburrida y quería dar una vuelta por los alrededores del pueblito, cerca de unos bosquecillos. Yo iba conduciendo, y ella me hablaba conduciendo el tema de manera astuta e insinuante. El caso en que llegó a la conclusión de asegurarme que la masturbación no era mala, y que era absolutamente necesaria para nosotros, los jovenes. Como comprenderás ya estaba adivinando para el camino que me quería llevar… Y por supuesto que le ayudé a llevar carga tan erótica y excitante… Le dije: "pero mamá no puede ser bueno… te imaginas que yo me masturbe en tu presencia, tú seguro que te molestarías…"

Obviamente la respuesta que me dió fue para detener el coche en un sitio seguro, solitario y adecuado. "Claro que no me enojaría", me dijo. Me pidió que si tenía ganas de hacerlo me pasara al asiento de atrás, me satisfaciera, y ella simplemente me esperaría fumando y escuchando la radio… Entre mis fingidos "que dirás, que estoy loco mamá, que no lo puedo hacer", ella me anima y yo obviamente no esperé una segunda insistencia de mi madre que seguro estaba tan caliente como yo…

Me pasé al asiento de atras, y empecé a masturbarme sin dominio de la situación, pues llegué o llegamos a tal punto que efectivamente estabamos haciendo lo que ella dijo: yo me masturbaba en el asiento trasero, y ella fumando un cigarrillo escuchaba en volumen muy bajo la radio… Tan bajo que mis quejidos y suspiros y grititos contenidos estaban sobre la música que seguramente ya no escuchaba.

Esperando una reacción suya que no venía, y excitandome con su presencia que me daba su espalda, el humo de la exhalación de su cigarro, doy un grito de placer al eyacular, gritando: "mamá, mamá, me voy, me voy". Ella no se da vuelta y me dice: "Sigue, sigue hijo, debes tirar toda tu esperma, sigue". No querras saber el placer que me dio esa primera masturbación muy cerca de mi madre, fue gloriosa. Aún la recuerdo y me excita tanto como lo que vino más adelante… que fue al día siguiente. Estaba extenuado, apenas sin limpiar mi pene regrese al asiento del conductor, esperando alguna reacción física suya, esperando el ansiado beso de sus labios que lo deseaba tanto… Simplemente me dijo: "Ves, que ha sido natural y nada ha pasado, no me he enojado". Antes que viniera mi decepción, me dice con voz que significaba un libro para mí: "¿Te gustaría venir mañana de nuevo?".

Maldita madre puta, me estaba dando los placeres infinitos. Yo era su muñeco-hijo de la perversión más placentera que iba recibir, y gustosamente lo aceptaba… "Sí mamá, mañana debemos volver". Y agregué: "Me tienes que enseñar muchas cosas".

Esposa amada mía, espera con impaciencia lo que aconteció al otro día… De solo volver a recordarlo me masturbo, incluso a veces cuando hago el amor contigo, trato de repetir lo que hicimos al otro día… Espera con impaciencia y deseo lo que me falta por contarte…

Un beso y que duermas bien.

Capitulo 2

El día siguiente fue ansioso para ambos. Tanto es así que ni siquiera se paseó desnuda bajo su enagua blanca. Solamente me dió el aviso excitante al salir del baño, a mediodía, pidiéndome consejos sobre tal o cual falda a usar, mientras distraídamente abrochaba su blusa mostrando sus piernas engalanadas con sus medias con costuras asidas al masturbador portaligas negro cuyos tirantes hacían resaltar la carne lujuriosa de sus muslos que serían míos tempranamente por la voluntad perversa de ella…

Como no me miraba y seguía hablando de qué falda usar, no vio mi deseo natural de abalanzarme sobre ella y violarla, penetrarla como me imaginaba en mis noches de masturbación pensando en ella… En ese coño que me ofreció una vez en un viaje de apertura a una sexualidad que creo no lo ha tenido ningún hombre sobre la tierra… Ah, madre puta, mientra abrochaba los botones de su blusa y giraba distraídamente su cuerpo para mostrarme su hermoso culo resaltado por las terrorificas eróticas medias con sus tirantes del portaligas que jamás se me borra de la memoria, deseé cogerla por atras, bajar sus calzones y penetrarla hasta que gritara como la mujer más deseada por hijo alguno…

Quise abofetearla del placer inmenso que me entregaba, mi pene estaba ansioso y lleno de ella… Ah, madre puta y amada hasta el coito infinito y eterno que quería de ella, como me hubiese gustado violarla allí mismo… Pero respetaba las lecciones que me estaba dando con el tiempo, y no quise adelantar mis pasiones esperando con intuición que me iba a entregar un placer superior al que me imaginaba con mis deseos de penetrarla allí, en nuestra casa. Le indiqué la falda que más me masturbaba entre todas las que tenía. Se la puso en su habitación asegurándose que no me perdiera detalle. Vi desaparecer sus perturbadores portaligas bajo la falda. Se acerca a mi, me da un beso en la frente y me dice que la espera, que va a comprar al supermercado y que ya regresaría muy pronto…

Llegó la ansiada tarde con su crepusculo vespertino de sexo para la madre y el hijo. Y sin hablar pero con el acuerdo del torrente prometido de complicidad de amantes más que prohibidos que corría por nuestro cuerpo y mente, salimos hacía el auto que cobijaría quizá qué nuevas historias y lecciones de placer.

En el viaje al mismo lugar anterior, y tal vez con un mejor destino que el anterior, fuimos conversando de trivialidades. Temblando mis manos y mi mente, y por pura intuición que le otorgaba a la maestra-madre no le insinué para nada de una nueva masturbación compartida. Simplemente contestaba a sus trivialidades sin dejar de estar atento a sus manos y sus piernas que, ya astutamente, se doblaban y hacían movimientos para la excitación de cualquier mortal que estuviese cerca de ella.

Llegamos al mismo lugar casi al mismo tiempo que la noche, el auto y la noche hacían lo mejor para la madre y el hijo. Le pedi permiso si podía fumar con ella.

Y continuamos hablando de cosas mundanas, y cuando llegó el momento en que mis monosílabos de respuesta eran más frecuentes, ella tira su colilla por la ventana y me dijo que la esperará, que iba a orinar. Le contesté inmediatamente, en mi lucidez de hijo verdadero y no del amante incestuoso, que no se alejara mucho. Y viene su primera lección de la noche: "Estás loco que me alejaré, haré pis al lado de la puerta para que tu me vigiles". Dicho esto levanta su falda, diciéndome :"no me mires". Escucho el ruido de sus calzones bajar, y veo por el rabillo de mi ojo ávido de saber más de ella como se agacha, y empieza su hilillo diáfano y susurrante de la suave vertiente que salía de su dulce concha… Ah, madre puta, que tus inventos se lo pasas a tu mejor alumno-amante para que lo repita por los siglos que me quedan… Que delicia verte orinar a la orilla de quien más te desea…Al lado de quien más quiere juntar el cuerpo con el cuerpo de la madre-puta-amante, mientras la amante-madre le recita la mejor canción de sexo a la cuna-sexo de su hijo…

Con esa imagen ya me bastaba para morir de placer, y esa imagen me llama siempre al arrepentimiento.. Sí, al arrepentimiento de no haber puesto mi mano, bajo cualquier excusa como me lo diría ella semanas más tarde, bajo su chorro de la excitante y sexual orina que ofrecía la madre Afrodita-incestuosa a su pequeño hijo-Zeus… Le dije, cuando me reveló su verdadera intención, que también lo pensé, que tuve la intención de poner su mano sobre el chorrillo caliente de orina amorosa, orina única para mí, pero solo lo pensé para mis tesoros de masturbación que la ofrendaría en mis noches solitarias… Nada hice. Dejó de llover desde su sexo a la tierra y a mi alma de placer. Sin notar su decepción al no saber aceptar su primer invite, ella se subió su falda cuidando que quedara muy arriba de sus piernas, mostrando el eterno perturbador portaligas que siempre me acompaña en mi sexualidad y volvió a sentarse a mi lado en el auto.

Me otorgó el silencio, y esperó del hijo-amante que adornara el ambiente lleno de sexualidad con cuadros y serpertinas para la inciación. Estúpidamente le pregunté si era feliz haciendo el amor con mi padre. Ella rió, y me dijo: "Hijo, ¿es que no tienes ganas de masturbarte?". Respondí con atrevimiento respetuoso: "Sí, mamá, pero ahora tienes que acompañarle tú". Ella volvió a reir, y me volvió a insistir con seducción que la masturbación era algo muy personal, y que ella estaba encantada de ayudarme pero que nada más se podía hacer pues de lo contrario se llegaba a un acto incestuoso… Ah, madre puta-amante. Me dijo, mientras se arreglaba sus medias, con dulzura: "Pasemos para atrás, y veremos como lo haces, pero no puedes tocarme". Ah, madre-puta, cómo dirigías para siempre mi vida en el sexo…

Temblaba…sentía mi pene duro mientras nos acomodabamos en el estrecho asiento trasero del cómplice auto. Sin hablar, saqué mi pene y empecé a moverlo con mi mano izquierda… Ella, mi querida madre-amante, me mira mientras meneo mi pene (ahora, cuando me masturbo nuevamente)… sigo meneando mi pene… pero más atento al placer de su cuerpo que mi propia verga. Era su cuerpo y no mi mano agitándose que me daba el placer en ese lugar eternamente lujurioso… Era ella mi único motivo en mi masturbación… sus piernas, sus tetas en ese momento extremadamente ocultas para mi aún cuando sentía claramente su agitación en un respirar que ya me volvía loco… Mientras me meneaba mi pene alejado de todo placer por culpa del cuerpo de mi madre-amiga, pongo mi mano derecha alrededor de su cuello con la natural intención de tocar sus pechos. Ella, amorosamente pero muy firme en su coquetería sin romper el encanto de la masturbación madre-hijo, me dice nuevamente que no se puede hacer eso… como el regaño de la madre al hijo que quiere hacer una maldad ingenua, y que es que el hijo que quiere tocar los pechos de su madre mientras se masturba ayudado por su propia madre…

Ah, en que en esos momentos maravillosos ambos éramos una paradoja viviente en el placer… Me dice que para ayudarme en mi eyaculación me mostrará sus pechos, que solo me mostrará sus tetas pero que no debo tocarla… Ah madre-agraciada que calienta a su amante hijo hasta la locura, puta mil veces puta querida-madre. Veo como abre su blusa y bajarse el sostén para mostrar sus inmensas tetas, y junto a ellas sus negros pezones. Creí volver a morir, intento tocarlos pero ella con la dulce firmeza de sus manos que una vez rozó mi pene, me dice que no…Acepté el sacrificio y el mandato agitando con más furia mi pene. Me permitió acariciar su cuello, mientras ella miraba como meneaba plácidamente mi pene erecto a punto de estallar en la leche que quiere devolver el hijo a su madre… Acariciaba su cuello, mientras llegaba al climax de mi masturbación ayudado por la mirada de la madre que mostraba sus esplendorosas e incestuosas tetas eternas en mis masturbaciones nocturnas desde ese día… Pero en ese trajinar que pienso es definitivo es cuando siento que ella se estremece para un umbral que es la locura mas deseada por los propios insanos llenos de sexo… siento cujir su interior, sus huesos, su lujuria la abandonaba, siento como su temblor avisa que definitivamente la madre se iba y dejaba a merced de su hijo la mujer ávida del hombre que creía formar…

Y el hombre, al temblar ella, resurgía para dominarla como el chulo a su puta… Y en ese instante el hijo tiene la inteligencia y frialdad en un acto irracional sobre el placar absoluto, y apuntar su pene al cuerpo de su madre-puta-amada-perversa-querida-amante, y realiza el acto sublime que ella lo agradecerá siempre, y que así lo confesaría años después cuando hacen el amor por última vez, cuando la madre ya tenía 51 años y el hijo 30 años, y le dice: "Hijo, ¿cómo se te ocurrió hacerme eso?".

En el punto de la eyaculación, en ese lugar de hermosura cuando por primera vez en el universo una madre vuelve loco a su hijo en el placer incestuoso, el amante-hijo dirige su esperma a la amante-mujer que lo parió, e inunda sus tetas con sus grandes pezones, y gritando el hijo el triunfo, la madre grita su derrota, pero que son gritos de placer grandioso en un empate que los hará amarse sobre todas las viscicitudes.

En los gritos fundidos de las madre-hijo e hijo-madre nadie ve en el universo, (ni nadie se lo puede imaginar), como corre el semen del hijo por el cuello y las tetas de la madre…

Querida esposa.. permíteme hacer un paréntesis… se dice en la vulgaridad que cuando el hombre y la mujer llegan al climax viene la placidez y después el descanso, tu y yo (y también mi madre) sabemos que no es cierto… Ahora deja continuar…

Cuando el hijo ve inundado de semen el pecho de su madre, es cuando sus huevos persisten en la creación de más semen para la madre amada…

Más me excito (en rigor, el hijo se excita más aún), y antes que callen los gritos de placer de mi madre empiezo a sobar las tetas de mi madre, mientras sus gritos van en aumento, y sigo acariciando sus inmensas tetas con sus inmensos pezones negros, mientras ella me grita a mi y al mundo: "sigue hijo, sigue". Tanto acaricié en esa eternidad real que se forma una espuma de mi semen vigoros sobre sus tetas… Ah, espuma de los poetas jamás descubierta…

Es un espectáculo que nadie lo podrá hacer… ese es el comienzo o mejor dicho la confirmación de mi gusto por el placer prohíbido, que es un placer trágico… Durante mucho tiempo, unos diez minutos es una eternidad para el pobre universo, el hijo acaricia las tetas de la madre creando la espuma de semen que unirá para siempre el sexo a la madre y el hijo… Es un acto de vida que creo nadie lo ha tenido en el mundo, y si me equivoco bienvenida sea la equivocación… pero jamás he sido tan eternamente feliz, en el estricto sentido del placer, como en esos momentos que te cuento esposa mía…

Lo que viene después es rutinario y banal… ya mi madre a partir de ese momento es la primera mujer que he tenido libremente en hacer el sexo… Lo que te cuente después de esa espuma incestuosa es cosa trivial, que mil veces la he hecho contigo y en menos medida con mis amantes… Y que a fuerza de que estos escritos alguna vez vayan a la luz lo diré para la posteridad… Presta mucha o poca atención, que de igual forma es trivial (ya mi madre ha caido en mi embrujo como cualquier amante que he tenido):

… Después de nuestras eyaculaciones, después de haber creado el batido de semen sobre su pecho, mi mano mojada (en su cuerpo y alma) pide calma, y cuando deja de agitarse el pecho de mi madre y trato de decirle algo, y el sentido de mi vista contempla a la madre-sumisa, que está recostada en el asiento trasero incestuoso, y la observo amorosamente como el hijo a su madre simplemente después de hacer el amor…es que decido penetrarla.

Está ella abandonada en su éxtasis con sus piernas eróticamente abandonadas y abiertas, mostrando todo el esplendor de sus portaligas que catalizaron el sexo que tuvimos, con su blusa completamemte abierta mostrando sus tetas turgentes con sus pezones mirándome lujuriosamente después de la lujuria (casi como tú pones la cara después de hacer el amor)… estaba ella abiertamente al sacrifico sacrificada por quien iba a ser sacrificado… Estaba hermosamente acabada en el sexo… Era de mi voluntad.. Ya nada me iba a poder entregar exceptos las cosas banales que el mundo (entre ellos tú la primera) me debía entregar… Bajé sus calzones sin resistencia alguna para hacerla definitivamente mía, y mientras ubico mi pene en su concha tan deseada por mí, y en un acto de soberbia busco su boca para besarla, ella quietamente reacciona y hurga con su lengua mi boca, y ella, en su inútil afan de intentar dominarme a sabiendas que ya el hijo-aprendiz era el hijo-dominante sobre la madre-maestra que pasaba a la madre-dominada, se escabulle bajo mis muslos (escapando su sexo de mi sexo, pobre de mí, no me doy cuenta que se me escapa) y con exquisita derrota-hidalga empieza a limpiarme mi pene con su boca amorosa los restos de un acto sublime entre la madre y el hijo… Y ella aparece esplendorosa y con el milagro de mi resistencia, ayudada por su incestuoso cuerpo, me hace correrme en esa noche en su boca… con gritos que te volverían loca mi amada esposa…

La noche siguió en placeres, pero será en otra oportunidad que te lo cuente esposa mía…

Que te guste lo que te he contado… que la historia aún continua tanto como mis masturbaciones en honor a quien me enseño las lides del amor placentero y extremadamente sexual: mi madre.

Que duerma bien, como yo siempre duermo bien cuando estoy solo… Un beso.


Capitulo 3

Quedamos agotados. Ella me había succionado todo lo que tenía, no sólo mi semen, sino que también mi voluntad… yacía su cara sobre mi pene cansado y podía ver su figura doblada mostrando sus piernas semidesnudas, y más desnudas con sus medias ya escapadas de su portaligas… sus tetas hermosísimas brillaban con mi esperma ya madura que había vaciado sobre ella… Era un cuadro que en mi mente quedaría fijada para siempre… Ya era inhumanamente imposible penetrarla… yo estaba agotado y ella se había quedado somnolienta en el regazo de mi miembro que ya le pertenecía… por mucho tiempo… Acerqué mi cara a la de ella, la besé en sus labios y le dije susurrando: "mamá, ya debemos irnos".

Me esperaban dos días largos, hermosos y eróticos en ese bendito fin de semana con ella… Deseaba llegar a casa para desnudarla, como siempre había soñado, con mis propias manos y acariciarla toda la noche y poseerla hasta que me gritara basta.

Mientras conducía el auto, ella en silencio se ubicaba sus medias en el portaligas y volvía a depositar su sostén en sus tetas lujuriosas de mis sueños hechos realidad, y de vez en cuando me acariciaba mi pierna, a veces me tocaba mi oreja, y me decía cosas hermosas. "¿Te gustó?"… "No podemos hacer estas cosas, pero me gusta hacerlo contigo, hijo mío"…

Llegamos a la casa, vacía del mundo y con la multitud que la llenaría con nuestro amor incestuoso, solo para nosotros… Ella se adelantó mientras guardaba el auto. Cuando llegué a su habitación estaba sentada en el borde de la cama bebiendo un vaso de agua, y me recrimino dulcemente: "hijo, cuanto semen tenías", y rió dulcemente.

Me acerque donde estaba y me arrodille frenté a ella, introduje mis manos al costado de sus muslos, acariciándoles… mientras levantaba su falda y trataba de llegar con mis besos hacía su concha, último lugar de ella que todavía no visitaba, y sobre su calzón olí su excitante sexo. Ella detuvo el recorrido de mis manos poniendo sus manos sobre las mías, y me dice: "hijo, lo dejamos para mañana, estoy cansada". No le contesté.

Empujé con mis manos sus hombros y ella quedó recostada sobre la cama, mientras sus pies tocaban el suelo, muy despacio empecé a bajar su falda lentamente, luego fuí desabrochando los botones de su camisa y se la retiré con cuidado, todo depacio para que el embrujo entre la madre y el hijo no se transformara en amantes hastiados… Me aparté para ver el espectaculo a la luz de la lámpara de su habitación.

Recostada con sus medias eróticas por el portaligas, su sostén que cubría sus inmensas tetas, y su rostro con los ojos cerrados.. pero su corazón, que duda me cabe, esperando mis próxima acción. Baje su sostén sin desabrocharlo, de tal forma que sus tetas se hincharan más con la presión del sostén bajo el nacimiento de sus montes turgentes. Ella movió su cara hacía un lado y puso uno de sus brazos sobre su cara. Desligué sus medias y las bajé con suavidad, luego su calzón perfumado a pasión, dejé su embrujado portaligas en su cuerpo y en mi memoria para siempre, y allí estaba su hermosa y grande concha… ella intentó poner una mano sobre su sexo, se la retiré y le di un beso sobre su pubis… Ella gemió por un instante, y abandonó sus brazos en cruz… Se ofrecía sin ninguna resistencia a su hijo amado-amante.

Me desnudé rapidamente, mientras mi pene ya sacaba el lubricante del primer semen que la buscaría muy dentro de ella, tieso y ávido de ella…

Por fín iba a poseer a mi madre… ya era del pasado todo el rito de inicio que los amantes vulgares hacen despues de poseer a una mujer.. habíamos empezado perversamente por el final, y ahora llegábamos a lo que debió ser el principio… Tomo los tobillos con mis manos y levanto sus piernas apuntando hacía arriba, formando una V excitante, mientras ella sigue con los brazos en cruz y me mira suplicante, con una cara que me excita más todavía, con sus ojos entrecerrados esperando el golpe final del incesto amoroso…

Mantengo sus piernas abiertas con mis manos, también casi en una cruz perfecta, y mi pene busca su hermosa concha, hurga la soñadora concha de la madre perversa y caliente de su hijo… busca mi falo su concha… ella empieza a gemir, gime con una terrible calentura… empiezan a rodar pequeñas lagrimas por su mejilla… mi pene sigue hurgando, quiero un momento eterno.. encuentro su conchita preciosa… y la penetro con firmeza y violencia…el hijo caliente mete su falo en la concha de su madre también caliente… la madre lanza un grito de infinito placer… grita, grita de placer… sigue gritando…

Empieza la noche más hermosas para dos cuerpos que abandonan el título de madre e hijo…

Esposa mía, no puedo seguir… solo te diré que lo que hicimos fue grandioso…

¿Quieres que te lo cuente?

Capitulo 4

y que tú le daras un buen uso ya sea en una eventual excitación tuya, o simplemente te sirva de asombro en conocer una fascinante historia incestuosa y hermosa… Sea lo que sea ambas cosas me excitan… el recuerdo de mi madre mostrando y enrostrándome su cara de gozo mientras la penetraba decenas de veces, es algo… sublime, y perdona si la palabra está mal utilizada, simplemente debería decir excitante, lujurioso, perverso, erótico, lógico, majestuoso, o milagroso en el sexo prohibido… Deja retahilar mis útimos recuerdos que te conté…

… Cuando la penetré, mientras tenía cogido sus tobillos apuntando, por voluntad mía, sus piernas al cielo, ella dió un gemido de placer tan escalofriante como erótico… Volver a escuchar ese quejido de puro sexo, ha sido la causa de muchas corridas mías mientras follo con alguna esporádica o frecuente amante… Tengo más placer trabajando mi mente en coordinar el movimiento del coito con mis amantes con el recuerdo de la cara exquisitamente erótica y caliente de mi madre junto a sus quejidos, y en la mayoría de las veces mi eyaculación corre a cuenta de mi madre más que el cuerpo que permite la entrada de mi falo, junto a la expulsión del semen que recuerda a la madre folladora, y que es, a causa de ella y por ella, que mi semen explota con violencia y facilidad.

Decía que cuando empezó a gemir temí correrme inmediatamente, sin embargo, controlándome y obviamente ayudado por el hecho de que hacía poco menos de media hora que me había corrido en su boca en el bendito auto me ayudó a contenerme, físicamente hablando, y seguir fuertes y espaciados empujones sobre su concha maravillosa. Su concha, que era por primera vez mía (aunque compartida con mi padre y su par de amantes, como podrás saberlo más adelante si cumples ciertas condiciones), era extremadamente húmeda, sus labios gruesos, que implicaba que mi pene fuera fantasticamente lubricante y gracias, además, a sus jugos vaginales… Tras cada reculada mía, mi pene salía con fuerza del lugar materno pero a la vez penetraba volviendo, en una versión del hijo prodigo lo que la madre prodigaba, con una lubricuidad espantosamente excitante cuando devolvía lo que a mi madre le pertenecía, y ella gritaba de deseo, con fuertes movimientos pélvicos que intentaba prodigarme (en la parábola del hijo que nunca se fue del lado de ella) …

Eramos, en ese entonces, la pareja ideal, como si siempre tal vez en vidas pasadas, hubiesemos hecho el amor. Ella, después de los quejidos, y sintiendo tres o cuatro o infinitas embestidas mías, empezó a gritar palabras terriblemente excitantes y lujuriosas: "más hijo mío, más, ah, ah". Y repetía: "¿te gusta hacerlo conmigo?, ¿te gusta hacerlo conmigo?, ¿te gusta hacerlo conmigo?".

Esposa mía, quiero que te imagines todo el esfuerzo mental que tuve que hacer para no eyacular ante sus gritos de Sirena incestuosa, cual Ulises-Edipo montado en la barca-concha mojada de mi madre soportando sus gritos eyaculantes y de infinita barbarie sexual. Me amarré estoicamente a los mástiles de sus piernas de lujuria que aún miraban el cielo, resistí no caer en su cuerpo rubeniano, resistí no depositar mi pecho en sus tetas cimbreantes y cuyos pezones oscuros me llamaban a beber, esta vez con infinita pasión, su pecho, que tenía una incestuosidad que estoy seguro ningún mortal ha gozado. Aguanté, a sabiendas que esta felicidad placentera y robusta debía ser lo más larga posible, una tercera eyaculación dentro de mi madre. Si me corría sería egoista para el placer que me daba ya no mi madre sino la mujer que intentó tener juegos eróticos conmigo, y ahora se movía loca de excitación, con sus hermosas piernas abiertas, aceptando las enculadas de su hijo que empezaba a transformarla en la mejor de las madres y en la mejor de las putas…

Debía cambiar de estrategia amorosa en el arte del amar a la madre, no quería por nada del mundo acabar allí… paré mis enculadas que sacaban y metían mi falo en su concha mojada. Ella solo ansiaba correrse para terminar la hermosa pesadilla que la volvía loca… Seguía gritando: "más, más hijo mío, ¿te gusta?, ¿te gusta?".

Mientras dejé mi pene en su concha, concentrado, solté sus tobillos permitiendo que sus piernas bajaran, pero con traición de hijo que engaña a la madre caliente, pasé mis brazos bajo sus muslos impidiendo que sus piernas llegaran a la cama y evitar el dominio al hombre que la penetraba, y con mis manos asi sus dos brazos a la altura de sus biceps calientes y amorosos que besé calidamente más tarde… Ella quedó con sus piernas dobladas, posando solo sus pies en la cama, y mis manos, bajo sus muslos, la inmovilizaron al coger sus brazos… había conseguido que no pudiera moverse, y sin violencia, pero intentando llegar al fondo de su concha, empujé mi pene… ella se estremeció, avisándome de la misma forma que sentí cuando se corrió en el auto que ya estaba a punto de la cúspide de la Sagrada Familia.

Seguí con la maniobra, suavemente retrocedí con mi falo, y volví a profundizar hasta el fondo de su concha, y ella sin poder moverse porque seguía aprisionada con sus piernas y sus brazos a los propios brazos del hijo dominador e incestuoso… En una segunda suave embestida, ella se volvió loca de gusto, me pidió por favor, me rogó, que la dejara libre.. siguió con sus estremecimientos, me di cuenta que estaba a punto de correrse y ser la mujer más feliz de la casa que habitabamos, follando como una condenada al sexo con el verdugo de su hijo que no le iba a perdonar las vidas que le quedaban en esa noche… Baje mi cuerpo hacia su pecho, besé su cuello, y bajé a sus tetas como el hijo busca el alimento prohibido, succionando y mordiendo alternadamente sus pezones en un afan de hijo primitivo… No lo pudo resistir, abrió su boca, empezó a gemir con peligrosidad a oidos ajenos al barrio de la casa incestuosa, y luego comenzó a gritar, brotaron lagrimas que corrían por los costados de su cara, y realizó movimientos de vaivén infinitamente sexual que le permití al aflojar sus brazos… Gritó: "me voy, me voy, me voy".

Grita muy fuerte, llora, son gritos escalofriantes por lo erótico, empieza a correrse. Y yo me siento infinitamente orgulloso al sentir y ver y oir que se corre, y me acoplo a su pasión fingiendo gritos de eyaculación mientras la crucifico en el sexo para siempre… ya sé que tengo el poder sobre ella… La dejo que se corra escandalosamente, ya nada me importa, nada ni nadie hay en la casa incestuosa de madre e hijo que hacen el amor sin saber el designio ni la causa… sus gritos van decantando, cada vez se hacen más débiles y a la vez más insinuantes en el recuerdo del mejor sexo… Ella es feliz.

Ya en la placidez de la madre que regresa del climax, me besa en la boca, en el cuello, en mis pezones, y realiza cortos espasmos, al hijo que la domina, en su afan de terminar, definitivamente, la biología del sexo… Mi madre se ha corrido por primera vez con el pene de su hijo dentro… Y ella ha sido muy feliz en su primer coito de esa noche interminable de sexo entre la madre y su último amante (así me lo dirá una vez en tiempos de ahora en la placidez de la madurez al hacer una recapitulación, al intentar explicar, ambos, la locura que asumimos y que siempre recordamos con ternura en la mirada complice sobre las cabezas y caras de las figuras familiares).

La dejo que descanse, la doy vuelta, ella sigue agitada pero con la calma y la tranquilidad cumplida en su cuerpo morboso de inocencia honrada, le beso su espalda, la acaricio, acaricio su hermoso y grande culito… toco su concha, está mojada, arrastro la humedad de su sexo a su culo que me promete la continuidad del sexo y el placer… Me asoman más ideas para esa noche que haré eterna, y que hice eterna hasta estos días en que te cuento el principio, de lo que formamos con mi madre en esa noche de leyendas griegas…

Por ahora ¡basta!, mi esposa querida… Ya nada más te diré… excepto solo si me lo imploras… solo mil ruegos te harán partícipe de la sucesivas embestidas que le hice a la mujer en esa noche en que el hijo y la madre fueron uno solo…

Que duermas bien. Un beso de tu amante que te ha follado, varias veces, sin olvidar las lecciones maternales.

Anónimo

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