jueves, 26 de agosto de 2021

En el Sex Shop con mi hermana


Mi nombre es Juan. Tengo 38 años y soy un hombre bastante normal. Lo que les voy a contar ocurrió a principios de diciembre del año pasado. Me encontraba en una gran ciudad española con mi hermana, Graciela, de 45 años, comprando regalos navideños para toda la familia. Tanto ella como yo estamos casados y con hijos y nuestras respectivas familias son de lo más convencional, incluso, me atrevería decir, que bastantes conservadoras. Pertenecemos a una clase media, acomodada económicamente, y ninguno de los dos sospechábamos que podría ocurrir lo que ocurrió.

Al salir de unos grandes almacenes pasamos casualmente por un Sex Shop y ambos nos quedamos mirando divertidos, pensando en lo mismo. Tenemos una prima que le gustan las bromas algo "verdes" y subidas de tono y pensamos que en esa tienda podríamos encontrar algo divertido para ella. Al entrar nos quedamos sorprendidos de la amplitud de la tienda y de los cientos de objetos que se vendían en ella, alguno de los cuales no nos habíamos imaginado que pudieran existir: toda clase de consoladores y vibradores de todos los tamaños y colores, sex machines, videos y revistas porno, vaginas de plástico, etc., etc.


Pero lo que nos llamó más la atención fueron unas cabinas de no más de un metro cuadrado cada una de ellas (había más de 20). No sabíamos muy bien para que servían, pero tras un breve vistazo, no sin cierta timidez y vergüenza, nos dimos cuenta que estaban dotadas de una gran pantalla de televisión y un rollo de papel higiénico. No hacía falta ser Sherlock Holmes para averiguar qué tipo de películas se proyectaban dentro. Por pura curiosidad y morbo, y dado que se podía pasar disimuladamente debido al gran número de personas que a esa hora se encontraban en la tienda, decidimos entrar en una de esas misteriosas cabinas y ver que se proyectaba en ellas.

Al principio nos sentimos algo cohibidos y nerviosos ya que nunca habíamos estado en una situación de este tipo y los acontecimientos se habían producido de una manera un tanto precipitada. Pero una vez dentro cerramos la puerta y, ya más tranquilos, seguros de que no nos había visto ninguna persona conocida, aunque sin ninguna idea preconcebida, y menos de tener ninguna relación allí dentro, pusimos en marcha la televisión por mera diversión y curiosidad, ya que ninguno de los dos había visto una película XXX entera, quizás por ese conservadurismo del que hablé anteriormente.

Comenzamos a ver la película, que, en realidad, eran varios documentales porno con escenas a cual más excitante. Para disimular la tensión empezamos a bromear sobre las imágenes que estábamos viendo, por eso de quitar hierro al asunto. Y, aunque los dos lo tomamos como un simple juego y no lo queríamos reconocer, lo cierto es que el calentón de ambos iba en aumento. En un momento dado, en una de las escenas, una rubia imponente chupaba el miembro descomunal de un negro. Mi hermana se llevó la mano a la boca con asombro, no se muy bien si por la escena en sí o por el tamaño del pene del actor. Me armé de paciencia y le pregunté por qué se asombraba tanto y me confesó, con mucha timidez, que nunca había visto una herramienta de esas dimensiones ni hecho una cosa así en su más de 20 años de matrimonio puesto que su marido la tenía "muy pequeña" (palabras textuales) y no le gustaba practicar sexo oral debido a que lo consideraba pecado (ambos son muy religiosos). Yo la dije que esas prácticas eran algo normal en todas las parejas y ellas contesto:

- Sí, sí… las prácticas serán normales pero el tamaño de esa herramienta no me dirás que es normal.

- Bueno, eso es verdad –le respondí yo- pero algunos también estamos bien dotados.

- Ja, ja, ja… comenzó a reír ella, estoy segura que tu no le llegas ni a la mitad.

Asombrado por una respuesta así, que nunca hubiera imaginado por parte de mi hermana, y armándome de valor, le respondí:

- Si quieres me la saco y lo comprobamos.

- Conociéndote tan bien como yo, sé que no serías capaz –trató de provocarme ella- y volvió a reírse con fuertes carcajadas.

Para seguir la broma eché mano a la bragueta bajando la cremallera del pantalón, pero sin seguir adelante, y ella se llevó nuevamente la mano a la boca abriendo los ojos desmesuradamente de forma fingida.

- Lo ves, sabía que no te atreverías a más, eres demasiado remilgado –manifestó ella-.

Yo, sin dejar de sonreír –le dije-:

- Si eres tan valiente, sírvete tu misma.

Para mi sorpresa (nunca lo habría imaginado) mi hermana se acercó y, sin pensárselo dos veces, y mirándome fijamente a los ojos de forma pícara, comenzó a sobarme lentamente el paquete por encima del pantalón. Lentamente fue metiendo la mano dentro del calzoncillo, mientras movía sus caderas de una forma sexy como nunca antes había visto, hasta que consiguió librar mi polla, que estaba en plena erección.

- Vaya, vaya, hermanito, tenías razón –dijo ella- aunque no llega a la del negro, pero la tienes mucho más grande y gorda que la de mi marido.

Con mi polla en su mano, y sin dejar de mirarla ni un solo momento, no se atrevía muy bien qué hacer con ella. Después de unos interminables segundos, comenzó a masturbarme lentamente, mirando ambos a la pantalla de tv para evitar nuestro nerviosismo, pero sintiéndome yo en plena gloria.

- Oye –le dije- te gustaría chuparla como en la película.

- Muchísimo –contestó-, pero ya te he dicho que nunca lo he hecho y no se que tal me saldrá.

- No te preocupes, yo te ayudaré.

Sin tener que repetirlo dos veces, se arrodilló frente a mí y se engulló toda mi polla. Al principio sus movimientos eran un poco torpes, pero rápidamente fue cogiendo el ritmo, ayudada por mis manos posadas en su cabeza.

Cuando estaba a punto de correrme se lo dije pero ella solo aumentó el ritmo. Estaba claro que quería que acabase en su boca. Y así ocurrió, en unos segundos solté un tremendo torrente de leche que inundó toda su boca, sacándosela por no poder tragarlo todo. Un segundo chorro llenó su cara y su frente, mientras ella se relamía felizmente. Y un tercero, su cuello, deslizándose lentamente un espeso y caliente reguero de semen hacia sus tetas sin que ella hiciera nada por detener su recorrido.

- Caray, hermanito, jamás pensé que un hombre pudiera tener almacenada tal cantidad de leche en sus testículos –comentó ella- sin dejar de relamerse voluptuosamente. ¡Mi marido suelta tres gotitas y a dormir!

Imaginando su calentura, le dije que ahora era su turno, pero ella se asustó, alegando que nunca había engañado a su marido, aunque en su cara se vislumbraba el deseo. Con una mano comencé a tocarla lentamente sus pechos y con la otra su entrepierna, por encima de la ropa. No tardó en empezar a gemir y sin decir nada comenzó a desvestirse rápidamente.

Cuando estuvo totalmente desnuda frente a mí quedé como hipnotizado. No había imaginado que una mujer de 45 años tuviera un cuerpo como ese, ya que siempre llevaba vestido anchos y clásicos que no dejaban entrever su hermosa silueta. Sus pechos redondos y firmes, de mediano tamaño, sus caderas anchas, piernas largas y sin asomo de celulitis y un monte de venus supervelludo, me dejaron atónito.

- Vamos, hombre, despierta, o ¿es que no habías visto nunca a una mujer desnuda?.

Sí, claro que sí, -balbucí- pero no tan buena como tu.

Sin mediar más palabras me agaché y comencé a chupar su chocho de forma frenética, metiendo mi lengua en su poblada raja. Estaba tremendamente húmedo y en unos segundos tuvo un orgasmo descomunal, mientras sus jugos vaginales caían deliciosamente por mi barbilla. Sujetando ella mi cabeza no me permitió que me retirara por lo que seguí chupando y lamiendo su clítoris hasta que explotó nuevamente en otro maravilloso orgasmo.

Ante esa situación mi tranca se había puesto otra vez en posición de ataque y sin pensarlo dos veces la hice que se pusiera de espaldas a mí y se agachara, y de una sola embestida se la metí hasta el fondo. Empecé a bombear muy excitado, pero, como acababa de correrme hacia muy poco, me demoré un poco en el mete-saca, disfrutando enormemente del choque de mis bolas contra sus nalgas, lo que dio lugar a que ella se corriera otras dos veces más. Cuando estaba a punto de acabar me pidió que no terminara dentro para evitar un posible embarazo y girándose metió mi polla entre sus tetas iniciando un delicioso cubano, pero muy breve, porque en pocos segundos volví a estallar en un aparatoso orgasmo que volvió a llenar sus tetas de leche, chupando ella hasta la última gota para evitar que se perdiera ni una sola y relamiendo mi tranca con delicioso frenesí hasta dejarla totalmente brillosa.

Después de acabar, ambos nos pusimos de pie y comenzamos a besarnos, no como hermanos, sino como apasionados amantes. Esto ocurrió hace poco más de un mes y no se ha vuelto a repetir una ocasión parecida por lo que no hemos repetido, ni hemos vuelto a hablar más del asunto. Veremos que nos depara el futuro.

Anónimo

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