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jueves, 28 de abril de 2022

Scandalous Gilda (1985)


Tras espiar la evolución erótica de su marido con su amante, una mujer huye y decide vengarse ofreciéndose al primer hombre que encuentra.

Italiano


Dvdrip | 2.19GB | 88:37mins | 704×400 | avi

La Gallina Ciega, Comix




Con mis dos hermanos


Capítulo 1

Esto pasó hace un tiempo, cuando tenía 12 años y acababa de entrar a la secundaria, nunca fui de las niñas bonitas, era simplona y gordita, no demasiado, pero para esa edad, en compensación tenía pechos grandes, usaba brasier de talla 34 B y eso a esa edad era objeto de miradas indiscretas en la calle y la escuela.

En una semana mi papá tendría que trabajar hasta tarde estaba de inventario y mi mamá fue a visitar a su hermana que acababa de dar a luz, era de noche, un miércoles como a eso de las 10:30 pm, mi hermanito Raúl de sexto de primaria ya se había dormido y solo Leonardo de un año más que yo estaba viendo la tele, sentado en la mesa del comedor con unos shorts puestos y una playera, oía el ruido de la televisión mientras me lavaba los dientes y quise darle una sorpresa, llegar detrás de él, taparle los ojos y asustarlo.


Él era un chico muy divertido y nada enojón, por eso tenía muchos amigos en la escuela, cada día lo veía jugar fútbol a la hora del receso mientras yo caminaba con mi mejor amiga.

Fui detrás, lento y en silencio, justo tras de si silla, tanto que no vi lo que estaba en la tele, en uno de los canales de cable había una película erótica, se veía a un hombre semidesnudo acariciando a una mujer en los pechos, besándole el cuello y moviéndose sensualmente, después sabría que ese canal tenía programas eróticos hasta cierta hora, no había desnudos totales, pero si eran muy excitantes, yo desde los 9 años había descubierto mi interés en la autoexploración, es decir sabía que si me tocaba de cierta forma sentía muy rico y lo hacía de vez en cuando.

Dejé de ver la tele y me hinqué para seguir con mi travesura, iba a brincarle cuando veo sus piernas abiertas y sobre su muslo izquierdo tenía algo subido el short, podía ver piel sobre la piel de su muslo, miré con atención y supe que era su pene, se salía de la ropa y se movía como si tuviera vida, daba de brinquitos por las escenas de sexo, las manos de Leo estaban sobre la mesa y sus ojos fijos en la pantalla, me asusté, me aparté y me fui en silencio, él no notó mi presencia en esa escena.

La imagen de su pene duro y palpitante me excitó, no porque fuera mi hermano, sino porque no había visto un pene antes, a excepción de los borrachos que orinan en la calle y se sacan un pedazo de piel flácido sin forma. Éste estaba paradito, era el pene de un chico de trece años, no supe que hacer, oí que él se fue a su cuarto tras apagar la tele y frente a su puerta cerrada espié por la cerradura, y lo vi desnudarse muy rápido, su verguita de once o doce centímetros estaba apuntando al techo y un par de testículos casi sin pelo se movían como pelotitas de carne.

Se metió los dedos a la boca, eso me hizo mojar las pantaletas y los sacó ensalivados, con la mano derecha se jalaba el pene arriba y abajo, él se retorcía y cerraba los ojos, quería tocarme también en mi cuarto, quería ver su verga de cerca, incluso deseaba probarla, pensamientos cada vez más sucios me invadían y él seguía tocándose hasta que lo vi hacer gestos más claros y de la cabeza del pito dejó salir algo, semen, vi a mi hermano eyacular, despacio se siguió masturbando hasta que se estiró, suspirando, vio sus manos con restos de semen y buscó su ropa, lo que fuera para limpiarse, lo vi vestirse lentamente y se metió en las cobijas.

Me encerré también, culpable por lo que había visto y pensado, era mi hermano mayor, pero me volvió loca, me acosté, chupé mis dedos y me froté el clítoris un rato, me tocaba muy rápido como me gustaba y tenía pequeños orgasmos en menos de tres minutos, mi vagina escurría de lo mojada que ya estaba y me toqué las tetas, me gustaba llamármelas así, mojé mis pezones ya duros y me sentí plena, pero empecé a desear que mi hermano y yo compartiéramos eso tan intimo juntos, no como pareja ni nada, sólo como adolescentes calientes.

En la escuela vigilé a Leo, le gustaba una niña de su salón, aunque no lo había aceptado públicamente yo lo sabía porque hablaba en casa mucho de ella y la miré, no tenía pechos como los míos, y era bonita pero muy niña aún, vi a mi hermano observarle los nacientes senos, y tratando de ver hasta donde llegaba su falda, pensé que él deseaba algo más de lo que tendría un chico normal en segundo de secundaria, algo que yo le podría enseñar.

En la noche me bañé y no me sequé el pelo, traía puesta una camisetita sin brasiere, se veían mis pezones y con el pelo húmero más se marcaban en mi cuerpo, papá vino a darnos de cenar y al término se fue tras despedirse, vi a mi hermano Leonardo decaído, ese mismo día saliendo de la escuela lo vi hablando con esa niña que le gustaba, los espié y a juzgar por sus gestos supe que él se estaba declarando y ella lo rechazó, entendía su cara de afligido, pensé en algo, en planear una cosa malévola, me fui a mi cuarto en lo que él se bañaba, aún tenía la imagen de su pene duro pidiendo atención, quise mirarlo en el baño pero era imposible a menos que abriera la puerta.

La emoción me llenó, tomé mi flauta dulce y con ella me froté sobre las pantaletas, después haciéndolas a un lado rocé mi clítoris, normalmente sólo con eso me bastaba, traté de hacerlo más fuerte, y cuando tuve mi orgasmo me toqué toda esa babita que me salí, me gustaba su aroma, aunque me lavara las manos de inmediato el olor se quedaba un rato más.

Justo cuando supe que ya estaba él en su cuarto de nuevo, lo seguí y pedí permiso para entrar.
-¿Qué quieres? -dijo él.
-Platicar un rato -el escote de mi blusa era muy generoso y mis pezones querían salirse, endurecidos fueron vistos por mi hermano, quien evitó observarme más- te ves tristón, ¿qué te pasó?
-Nada… no seas chismosa -me senté a su lado en la cama, después me recorría atrás recargándome en la pared, traía una faldita que me ponía normalmente sólo con mallones abajo, pero esta vez apenas cubría mi ropita interior, separé las piernas como si no me diera cuenta que él podía verme, el aroma de mi vagina estaba presente, suave pero notable- ya vete a tu cuarto.
-No puedo, estoy asustada.
-¿Por qué?
-Me duele el estómago, desde aquí… -y señalé mi ombligo- hasta acá -me estrujé un pecho, era verdad que había estado muy sensible últimamente- déjame a costarme u poquito -me di la vuelta y sentí que se me levantó la falda, la bajé de inmediato fingiendo vergüenza, si era llenita, pero tampoco tanto como para verme mal, ya tenía caderas y mis muslos eran suavecitos.
-¿Ya te tomaste algo?
-No -me metí en las cobijas y olían a él, me gustó mucho esa sensación.
-Salte ya, tengo sueño.
-¡No! -se acomodó sobre mí molesto, parecía que me iba a sacar a la fuerza, entonces empecé a llorar, como si en serio me doliera mucho.
-¿Qué te pasa?
-Quisiera hablar con mami, pero tardará en regresar, la extraño mucho.
-Ya tranquila… -me abrazó y me moví de tal forma que descansó su cabeza en mis pechos, se quitó al sentirlos y me quejé.
-¡Ay!
-¿Y ahora qué te pasó?
-Me lastimaste -me bajé un poco la camiseta, enseñando más piel, él me miró asombrado, sabía que ninguna de sus compañeras tenía pechos como los míos-¿estará rojo?, si sí te acusaré.
-Fue un accidente… -le di la espalda y me bajé por completo la blusa con una teta al aire, me hice un rasguño chiquito sin que se diera cuenta y me quejé más.
-Mira, me arañaste -vio mi pezón de un color suave; un café claro en piel blanca.
-Perdón… -y siguió mirándolo embobado, bajé la vista y noté su short apretado, estaba erecto el pene de nuevo, era mi momento para tenerlo de cerca, me sentía mal, loca, pero también quería estar ahí con él.
-¿Me revisas?
-No puedo, eres mi hermana, no debo verte.
-Ayúdame ¿sí?, me duele y no puedo verme acá abajo -dudoso puso su mano bajo mi seno derecho y levantó la piel, tragó saliva, yo miraba su erección latiendo, él para acomodarse mejor tomó una almohada y la puso sobre su verga como para que no me diera cuenta.
-No tienes nada -lentamente soltó la suave carne de mi pecho, los pezones los llamaban, eran como los de las mujeres en aquellas películas que solía ver.
-Pues a dormir -le quité la almohada rápidamente y vi su cabecita rosada salida del short, brillante y erguida tratando de dar respingos. Él se trató de tapar con la playera, jalándola y quiso gritarme pero recordó que Raúl ya estaba dormido.
-¿Ya te vas loca?
-¿Qué ocultas?
-Nada, vete -lo empujé de broma, como cuando antes entre los tres jugábamos a las luchitas, ahora yo estaba arriba, mis senos colgando y sus ojos hipnotizados, el short se le subió y vi su erección por completo.
-Tonto, no sé por qué te enojas conmigo -como si fuera accidental toqué la punta de su pene y tenía unas gotitas de agua, él se contuvo un gemidito-. ¿Tú también te mojas?, a mí me sale bastante líquido mira, tengo mojados los calzones -llevé su mano a mi sexo, el calor se sentía aún sin tocarlo, pero él me rozó con los dedos.
-¿Tan húmeda estás?
-Sí, ya me acostumbré -nos seguimos mirando, sus dedos entre mis pantaletas tocaron los labios de mi vagina y lo pocos vellitos que tenía, di un respingo, igual que su verguita palpitante.
-¿Por qué se te mueve tanto?, ¿qué le pasa?, está muy duro y largo.
-Nada más…
-Me siento extraña, como ansiosa, como emocionada.
-¿Excitada?
-Sí…
-¿Y qué haces cuando estás así?
-Juego.
-¿Con qué?
-Algún objeto, o me… me toco… ¿y tú?, cuando está así de duro y… paradito…
-También me toco.
-¿Y por qué no lo haces?
-Es que… -me adelanté, lo agarré y él cerró los ojos- no, esta mal esto, no sigas.
-Sólo quiero aprender y ayudarte, y tú puedes hacer lo mismo hermanito.
-Las tienes grandes -dijo al fin lo que no había dejado de pensar.
-Ya sé, y me molestan mucho por eso.
-Qué idiotas, si se ven deliciosas, quien no querría tocarlas y… chuparlas.
-Si quieres hazlo, pero yo también te quiero tocar.
-Sí, como quieras… -me quité la blusa y vio mis tetas, las acarició y se las llevó a la boca, una por una, me encantó la sensación, me quité la falda y los calzones y él de un tirón el short y lo demás, su pene fue lo que más me importó, lo encerré en mis manos, brincaba como un pez recién atrapado, lo lamí, mi hermano gimió y apretó los puños, lo saqué de mi boca y lo recorrí con los dedos, me acerqué al rostro de mi hermano, no iba a besarlo pues no era lo que sentía, creo que él pensó lo mismo, deseaba su cuerpo por ser un hombre y él me tocaba por ser mujer, pero no porque estuviéramos enamorados, nos acariciamos, mis glúteos, los suyos, sus bolas de hombre, duras, velludas, los jugos de mi vagina caliente mojaban su pierna, su pene brillante, con una cabecita ahora más oscura y apetitosa, lo agarré con fuerza jalándola como vi que él lo hacía a escondidas.

-Ya casi bonita, ya casi me… -gemía desesperadamente.
-¿Qué tanto hacen ustedes? -Raúl abrió la puerta de golpe, tallándose los ojos, lo habíamos despertado y nos vio desnudos en la cama de Leonardo, yo agarrándole el pene erecto y él tomándome las tetas, nos miró asustado y se fue corriendo, nosotros… nos miramos, dejamos de tocarnos y nos quedamos en silencio.
-Habrá que hablar con él -le dije.
-Pues sí…

Capítulo 2

Después de que mi hermano mayor y yo estábamos tocándonos desnudos, demasiado excitados y llevando nuestras lenguas a lugares jamás antes explorados tenía que habernos interrumpido Raúl, nuestro hermanito, Leo y yo dejamos de explorarnos, nos separamos como cayendo en cuenta de lo que habíamos hecho, pero yo no deseaba que perdiera lo que estábamos empezando a descubrir, así que iría tras él a explicarle por qué de la escena que vio.

-Déjame ir con él, veré que cosa decirle -le dije a Leonardo.
-Va a estar asustado, o asqueado, o enojado, mejor lo dejamos así.
-¿Cómo crees?, si le dice a nuestros papás nos irá muy mal, además… ¿te divertiste?, yo sí, me gusto mucho haberte tocado Leo, dime que no te enojarás conmigo, somos hermanos y por eso confío en ti, no harías nada que me lastime y yo no te traicionaría.
-Ya sé… y sí fue divertido.
-Hablaré con Raúl, y después, cuando se preste la oportunidad le seguimos ¿si?, que sea nuestro…
-Será nuestro secreto hermanita -me miraba desnudo, aproveché para contemplar ese deliciosos cuerpo de niño y hombre, y tras vestirme fui a ver a mi hermanito.

Toqué, pero no me dijo nada y entré a su cuarto.
-Raulito, quiero decirte algo.
-No, es que… ¡yo no vi nada, nada y no diré nada! -estaba asustado en su cama, sin querer verme a la cara, aunque la vergüenza y culpa me mataran hablaría con él.
-Mira, nosotros sólo estábamos aprendiendo de… Leo me contaba de cómo es su cuerpo de hombre y yo le enseñé el mío, nada más que eso, teníamos dudas porque estábamos platicando y sólo fue eso.
-No es cierto.
-¿Por qué lo dices?
-Ustedes estaban en la cama, como mis papás, una vez fui al baño muy tarde y escuché ruidos en su cuarto, me asomé por la cerradura y los vi desnudos, ya sé qué es eso… pero ¿por qué ustedes lo hacían?
-No es eso… Raulito ya te dije, sólo es curiosidad, ¿tú no tienes dudas de tu cuerpo?
-Sí, pero…

-¿Y no se las quieres preguntar a papá? -y él negaba con la cabeza- ¿y si se las preguntas a Leo?, él ya pasó por esos cambios que tú estás teniendo, como yo le puedo contar todo, también puedes hacerlo, y no está mal, sólo es para aprender y ya no volverá a pasar -le dije esto último cruzando los dedos- pero lo guardaremos como un secreto de hermanos, porque si se enteran nuestros papás se enojarían mucho, ¿verdad que no dirás nada?
-No sé…

-Anda y nosotros te compramos lo que quieras, tú pide, pero prométenos que te quedarás calladito.
-¿En serio estaban aprendiendo?
-Sí chiquito, Leo me contaba que a veces su… pajarito se le levanta y se le pone duro… eso le pasa a los hombres cuando crecen.
-Es que… a mí también me ha pasado.
-¿Quieres que lo platiquemos?
-Sí -dijo ya emocionado.
-Será mañana, porque ya te debes dormir.
-¿Pero segura que será secreto?
-Te lo juro hermanito…

Le conté a Leo en la escuela de lo que había pasado, pero él estaba en desacuerdo.

-¿Cómo crees?, es sólo un niñito.
-Por poquito, no te sientas tan grandote.
-¿Pero… vamos a hablar todos o qué?
-En secreto, en tu cuarto, eso o podría decirlo todo a mis papás.
-No sé… no me da nada de gusto.
-Leo… es la forma para seguir con lo que estábamos aprendiendo… -me pasé muy discretamente los dedos por los botones del uniforme enseñando un poquito del pecho, él miró lo que le ofrecí y volteo a otro lado para disimular.

En casa tras comer, no nos veíamos a la cara, hice mi tarea sin saber cómo saldrían las cosas, Raúl vino por mí vestido con playera y shorts, dudosa con camiseta de tirantes y falda entramos al cuarto de Leo,
-¿Y ahora sí me pueden decir por qué se tocaban tanto ayer? -preguntó Raúl.
-Porque sabemos rico ¿no Leonardo? -le dije, pero mi hermano mayor no estaba interesado, la presencia de Raúl no incomodaba así que opté por empezar, me quieté la blusa y Leonardo se opuso.

-¿Estás loca? -pero al verme las tetas se quedó calladito, las apreté con mis manos, ofreciéndole los pezones.
-Mira Raúl, así empezamos ayer, mis tetas se sienten muy suaves, ¿quieres tocarlas?
-Pues… -con algo de miedo las acarició, con la punta del índice me tocó un pezón y éste se endurecía lentamente- qué chistoso, se puso durito y el otro no.
-Tócalo también, para que estén iguales -Leo se veía ansioso- ahora tú Leo, ¿les das un besito? -volteó a ver a nuestro hermanito, pero la calentura lo llamó más, los encerró en sus manos y los besó como un bebé mamando, extendía la lengua a veces y en otras en círculos me los ensalivaba, me quité la ropa que me quedaba y le dije a mi hermano mayor -vas tú, no seas malo.

Leonardo se desnudó y su verguita ya estaba parada, moría por verle la cabecita, le toqué los huevos que se pusieron tensos, entonces lo empecé a masturbar muy lento para que no se viniera aún.
-¿Quieres compararlo? -le dije a Raúl, quien tímido al principio, se desnudó también, su pene era chiquito, pero también ya estaba durito, y entonces noté algo en especial, que Raulito sólo miraba el pito de Leonardo hipnotizado por los brinquitos que pegaba en mis dedos, entonces se empezó a tocar el suyo más pequeño y con la cabecita cubierta por piel.
-¿Yo lo podré tener así? -preguntó asombrado, el pene de Leo se veía un poco más grande que la noche anterior, quizá por la excitación de hacer algo indebido con un espectador de más.
-Muy pronto -le respondió mi hermano mayor, quien me dejó de chupar las tetas un momento para incluir a Raúl a la práctica, mi hermanito no le prestaba la menor atención a verme los pechos y menos aún mi vagina, sólo contemplaba los testículos de Leo queriendo tocarlos -entonces hermanita, vas tú, chúpamelo como ayer -me agaché a besarle la verga, en la puntita, los testículos, y con mis dedos le acariciaba debajo de ellos como buscando su ano

-¿Puedo hacerlo yo?… -dijo Raúl.
-¡No! -gritó Leonardo.
-Déjalo experimentar.
-No quiero que un… hombre me lo chupe.
-¿Y si te frota con las manos primero? -le propuse, primero no quiso, pero para distraerlo en frente de él me abrí las piernas de par en par y me vio la vagina rosada y anhelante, quiso tocarme de inmediato, así que Raúl aprovechó para masturbarlo, pese a ser pequeño, le frotaba el pene como si fuera yo, o mejor aún, seguro que tenía más experiencia tocándose el suyo. Leonardo con dos dedos me daba de golpecitos en el clítoris.
-¿Te gusta? -me decía.
-Sí, mójatelos Leo y toca todo lo que quieras -él cerraba los ojos, Raúl lo masturbaba bien, a veces un poco más lento y también se chupó los dedos de su manita para que al primogénito le gustara más. Me metió primero el índice y al sacarlo estaba tan blanco de lo que a mí me solía salir, ese flujo que me impregnaba los calzones y me hacía sentir tan mujer -Leo lámeme, anda.
-Sí…- me pasó la lengua por toda la vagina y gemí de placer, pero él me hizo coro, Raúl se había metido a la boca sin avisar el pene de Leonardo, ver a mis hermanos dando sexo oral al mismo tiempo me volvió loca, era sucio, indebido, prohibido y muy excitante, los labios de Leo me chupaban el escaso pelo del pubis, los labios vaginales, el clítoris, era lo mejor, pero se detuvo y empezó a gemir como loco, hasta que quitó la boca de Raúl y se vino sobre las sábanas, mi hermanito con una cara de confusión y orgullo lo miró, esa verga brillante, ensalivada y erguida que perdía su tamaño poco a poco.

-Raulito, ¿te puedo tocar? -le dije.
-Pues a ver… -su penecito en mi mano, me encanta la sensación se una verga entre los dedos, el pellejito que sube y baja, los testículos rositas y pequeños con uno que otro pelo rizado, él cerraba los ojos y apretaba los labios -siento muy rico… muy rico…- lo oímos suspirar, pero aún no había líquido como el de Leo.
-¿Todavía no te sale? -pregunté.
-Aún no saca leche, seguro que muy pronto lo hará, depende de cada quien -dijo Leo evitando mirar a Raúl.
-¿Y ustedes par de egoístas me van a dejar así nada más? -le dije con falso enojo.
-¿Qué quieres? -preguntó Leo.
-Tóquenme, o… me puedes dar de besos otra vez, o méteme los dedos, me cabrán dos.
-Con que… ¿ya has jugado mucho con esto hermanita?
-Sí, lo primero que me metí después de un dedo fue un crayón, un lápiz, un plumón… y he tratado con la flauta, pero está muy grande…
-Qué sucia eres… -Leo me tocaba muy rico en la vagina.
-Frótame, pero rápido, muy rápido… -le dije en un suspiro, abrí los ojos y miré a Raúl sentado agarrándose las rodillas, viéndole las nalgas a Leo, el hoyito apretado que ofrecía con pequeños pelitos rodeándolo, esos ricos testículos colgantes, el vello sobre el pene, el aroma del semen en las sábanas me embriagaba igual que mis propios jugos y la saliva de todos, Raúl y yo habíamos mamado el pene de Leo, como si ambos compartiéramos un beso, ahora estando recostada sentí como mi hermano mayor se me subía y volvía a morderme las tetas, gemía sin contenerme, no como en mi cuarto donde me masturbaba en silencio, apreté la verga de Leo y con mis dedos me froté el clítoris, hasta que tuve mi orgasmo, me empecé a reír de la pena, de lo nuevo y desconocido…

-Oigan… ¿y eso ya es todo? -decía Raúl sentado esta vez con las piernas abiertas y vi su penecito dormido escondido por la piel que le cubría su cabecita.
-No, pues… se pueden hacer más cosas… -dijo Leo agarrando un cojín para taparse la verga y su pelo esponjado que seguía empapado y que era más espeso que el de nosotros dos -pero… eso es otra cosa -me miró, yo sabía a qué se refería, y pensé que Raúl también, pero tampoco deseaba llenarlo de datos en esa primera vez de lujuria carnal.
-Hay otras cosas, pero para eso… se debe ser más grande.
-¿Cómo mis papás?
-Más o menos Raúlito -le dije. Leo dijo que quería ir al baño y que nosotros debíamos bañarnos para cuando llegaran de vuelta nuestros papás. Lo vimos ponerse los calzones y guardé ese recuerdo de sus genitales cada vez más maduros y suculentos, así que Raúl y yo nos fuimos.

-Hermanito… ¿te puedo preguntar algo? -le dije en el pasillo.
-Sí.
-¿Por qué sólo querías tocar a Leonardo?, ¿no te interesó nada mi cuerpo?, pensé que nunca habías mismo a una mujer desnuda -y él no respondió nada- ¿o qué, no te gustan las mujeres?
-No sé…
-No me hagas caso, aún eres muy chico para responderme, creo que tienes mucho tiempo para descubrirlo.
-¿Y si nos bañamos juntos? -me dijo.
-Creo que Leonardo nos corrió para estar a solas… pero te puedes bañar conmigo si quieres.
-Como eres tú no me molestaría, pero la verdad no me dan tantas ganas nada más los dos.
-Qué malo eres, te voy a dejar de insistir mejor, pero dime, ¿te gustó?
-Sí, ojalá lo pudiéramos repetir, sentí muy rico, y me gustaría que también me lo chupen, ¿se siente bien la boca de otro?
-Delicioso Raulito, yo también quisiera repetirlo, pero tengamos calma seguro habrán más oportunidades…

Por Mariita



miércoles, 27 de abril de 2022

Signora (2004)


Roma, 1933. Sarah (Sonia Aquino), una aristócrata estadounidense casada con un rico hombre de negocios, se enamora de Guido (Paolo Seganti), un joven ingeniero. Los dos comienzan una relación abrumadora, tanto que ella se declara dispuesta a dejar a su marido.

Italiano

También conocida como: Madame


Dvdrip | 1.09GB | 101:05mins | 704×382 | mkv

La Flor Enamorada, Comix




La madre que se follaba a sus dos hijos


Antes de relatarles mi historia, debo decir que nunca me cruzo por la cabeza la idea del incesto. A mis 28 años desconocía siquiera que existiera la palabra. Por eso dicen que la ignorancia da felicidad. Pero como cambian las cosas… Comencemos.

Todo ocurrió cuando conseguí nuevo trabajo. Ya habían pasado mas de 8 años desde que me había mudado definitivamente de un pueblito, a la ciudad, con mi padre. Visitaba en año nuevo a mi madre y mi hermano Daniel, pero eso era todo. Y así fue todo hasta que al fin entré a trabajar a una institución de gobierno y decidí dar una fiesta.


Como mi padre se divorció en malos términos con mi madre, no la invitó a su casa y ya que mi departamento era de soltero, esa fue la razón para hacerla en casa de mi padre. Sin embargo tenía que hacerselo saber a mi madre, darle la sorpresa.

Así fue como esperé el sábado y me fui el finde a mi viejo hogar. Me gustó el sitio, había olvidado la informalidad y me recree la pupila con las chicas en pantalones ajustados y buenos escotes. Algo totalmente contrastante con las ejecutivas, doctoras, etc eran sexys por su actitud y linda cara pero es raro ver que "pierdan el estilo -que dejen a la vista sus atributos-".

Llegue a las 6 de la tarde a casa de mi madre.
Me bajé del vehículo y me senté en el lateral y en eso me encontré a un antiguo vecino.

-Hola Don Ignacio, que gusto verle
-Alfredito? El gusto es mío Alfredito, que andas haciendo por aquí muchacho jaja, hace mucho que no te veía. Que bueno que estés bien joven -me dijo mientras me tomaba de las manos.

-Pues vine a mi casa pero parece que no hay nadie
-Si, hay están joven, metase que es su casa jaja. Espero que haya encontrado una buena vida fuera del pueblo muchacho. Pero en fin ya me voy que el doctor dice que debo correr media hora, cuídese. Y que bueno volver a verlooo -se alejó hacia otra cuadra-

Me dirigí confiado a mi casa. La puerta estaba sin seguro y entré y vi a mi hermano en bolas en plena erección y con una gran sonrisa, justo al abrir la puerta. Rápidamente su cara cambió.

-Alfredo!! Que haces aquí!?

Mi hermano tenía fama de Don Juan, al menos eso me contaba mi madre cuando platicaba por teléfono con ella. Así que lo primero que me imaginé no fue que se estaría follando a mi madre (nadie lo hubiera imaginado) sino a alguna amiguita suya.

-Jaja, tranquilo hermano, no le voy a decir a nuestra madre que ocupas su casa como hotel jajaja -no me imaginaba que mi madre estaba en bolas y con la pepa cubierta de crema justo en la cocina, eso lo descubriría después-

Su cara pasó de estar tensa a estar aliviada y me siguió la corriente

-Ah, si, jaja… Jajajaja!!. Dame unos minutos quieres? Igual ya se iba mi chica -asentí y salí de la casa-

Sacó a alguien cubierta en una sabana y se fue en su coche, me dijo que ya regresaba. Solo pude ver las sandalias rojas adornadas con una flor de aquella desconocida. Tenía unos dedos lindos. Así pues mi hermano regresó a los pocos minutos mientras yo me había dirigido a la terraza.

-Hola Alfredo, como estas.
-Alfredo? Y donde esta el hermano? Si quieres te digo señor Daniel

-Disculpa hermano, no te esperaba
-Vine a ver a nuestra madre, tengo una buena noticia donde está?

Ya debe venir en camino -me dijo- y empezamos a platicar mientras esperábamos.

Al cabo de unos 10 minutos llegó mi madre. Y me saludó efusivamente.

-Hola papi, como estas, hace mucho que llegaste? (desde pequeños a mi hermano y a mi nos decía "papi")

No ma, recién acabo de llegar. Pero que bueno que ya estas aquí. Así les doy la noticia.

-Que noticia bebé?
-Pues que ya estoy trabajando en una institución de planta!!
-Hay mi amooor!!! felicidades! -me dijo mientras me abrazaba.

-Felicidades hermano, piensas celebrarlo?
-Ah pues… ya lo hice. Fue el mismo día que me enteré, pero como fue en casa de nuestro padre no pensé que fuera buena idea ponerlos en el mismo sitio. Ojalá no les moleste.

-Para nada corazón -dijo mi madre. A ese tipo no lo quiero ver ni en pintura. Pero eso no quiere decir que no te haga una comidita no??

-Pues claro mamá, me encantaría que me hagas una comida. Ya hace mucho que no la pruebo. Daniel no sabe la suerte que es tenerte a su lado ma. -les dije con una gran sonrisa.

Daniel y mi madre se miraron mutuamente. Yo miré a ambos y percibí… deseo?
No se pero en ese momento dejé ese pensamiento a un lado y me descalifiqué a mi mismo mientras ellos se quejaban en broma uno del otro. -Mi madre y mi hermano deseandose?? Jajaja que tonterías pienso…-

Mientras los veía reírse, yo negaba en mi mente, miré al piso y las vi. Aquellas sandalias rojas con la flor. Iguales a las de la mujer que mi hermano sacó cubierta. Imposible, deben de ser muy comunes en el pueblo. Si eso debe ser -pensé-. Pero y esos dedos tan finos y hermosos?

Parecía que un velo quería caer ante mis ojos. Pero mi razón lo impedía. No podía hacer acusaciones y menos de ese calibre sin pruebas, y de pronto mamá me interrumpió.

-Entonces??
Entonces qué? -dije-.

-Que si ya bajaste tus cosas, mi nene no va a dormir en un hotel, además el más cercano está a media hora.
Ayuda a tu hermano con sus cosas, por favor danielito. -dijo mientras le acariciaba el hombro-. Yo voy a ver si tengo los ingredientes para una rica comida.

En ese momento mi mamá se dio la vuelta sonriendo como siempre. Miré a Daniel para decirle "vamos" pero él mantenía la sonrisa y su vista se encontraba baja, sobre las posaderas de nuestra madre. Inconscientemente también miré ese delicioso contoneo. La naturaleza la había dotado con amplias caderas y unas nalgonas capaces de llamar la atención de cualquier macho además esas calzas rosas tan ajustadas que usaba no hacían mas que aumentar el deseo de querer poseerla, de empinarla…

Bajamos mis cosas, esperamos a que la cena estuviera lista y nos pusimos al día mientras cenábamos. Todo transcurrió con normalidad. Al terminar les dije que estaba muy cansado, que me daría una ducha y dormiría.

Pero en lugar de dormir, al terminar de ducharme me puse simplemente a descansar pensando en la situación de mi madre. Ella era una mujer de 1.71, con una figura delgada. Como hijo puedo decir que era hermosa tanto por sus facciones físicas como por su carácter. Sin embargo jamás había pensado en ella como algo más, como mujer. Jamás le había calificado sus tetas, sus gordas tetas. Y sus grandes nalgas mmmm, luchando por romper esas calzas que usaba, sus redondeces exigían ser acariciadas, sobadas y amasadas.
En aquél momento no pude ver ropa interior, andará desnuda? No pero que estoy pensando!! -me dije.

Es decir, mi madre era prohibida para mi, como lo es para cualquier hijo. Uno no puede mirar a su madre como mujer, o si?

Mientras yo mismo me decía esto, el malestar de la idea me hizo cambiar de posición hasta quedar dormido solo en bóxer y entrar a un profundo sueño…

-Te gusta como me veo hijo? -dijo coquetamente.
-Claro mamá, esas calzas te paran la cola. Te ves muy linda.

-Hay hijo, no me digas eso o me lo voy a creer.
-De verdad ma, te ves divina. Si no fueras mi madre uffff, no sabes lo que tu y yo estaríamos haciendo en este momento.

-Pero que cosas dices mi amor, me sonrojas bebé. Pero que bueno que no haces comentarios sobre mis senos, son mi orgullo y eso si te lo creería.
-Ma, cuando veo tus tetas desearía nunca haber crecido para seguir mamando esas esferas gordas y redondas tan perfectas que llamas senos -le dije mientras me sobaba la verga.

-No me faltes el respeto Alfredo que soy tu madre!! -gritó. Además ya fue suficiente, que no soy de piedra hijo. Vete a hacer tus cosas antes de que digamos algo de lo que nos arrepintamos.

Era ahora o nunca, mientras mi madre ya se había dado la vuelta para alejarse, yo la alcancé y la abracé por detrás. La rodee por la cintura y le pegué todo mi bulto sobre sus nalgas, se lo estaba restregando una y otra vez, la sensación de puntearla era gloriosa y más porque mamá paraba las nalgas.

-Hijo suéltame!! Que crees que estas haciendo??!!
-No te hagas ma, si lo estas disfrutando no? Si no es así porque me echas las nalgas?

-Yo… yo hijo, no, no es verdad. Suéltame!!
-Mamá, ya te había soltado, pero lo que no entiendo es porque aún sigues restregandote sobre mi verga.

Mi madre seguía danzando sus nalgas alrededor de mi polla por voluntad propia. Así que cuando al fin ella se dio la vuelta para mirarme de frente, yo me bajé mi pantalón y bóxer dejando liberada mi polla que como un resorte salió. Los ojos de mi madre la traicionaron al fijarse sobre mi polla y se lengua al relamerse sus labios como sabiendo lo que venia.

-Sabes que lo deseas ma, quieres sentir una barra hirviendo perforando tus entrañas mientras no puedes contener el placer y te contoneas como una culebra alrededor de mi polla.

-Soy… soy ru madre, no puedes…

Tomé su mano y la posé sobre mi polla, después tomé la otra e hice lo mismo. Mi madre no opuso resistencia, ya era mía y prueba de ello era como lentamente ya había comenzado un rico sube y baja.

Me acerqué lo suficiente para besarla. Me comía sus labios carnosos, primero eran ese tipo de besos, después solo abríamos la boca para que nuestras lenguas jugaran sin apenas contacto de los labios.

-Fóllame -dijo mi madre.

Sonreí morbosamente y le ordené que se empinara. Se dirigió a la mesa de la cocina y puso su culo en pompa.

Le bajé las calzas y con sorpresa descubrí que no usaba ropa interior.

-Estas hecha toda una putita ma.

Acomodé mi pene en la entrada de su chocho, la tomé por las caderas y empujé con furia. Un grito y puños cerrados fue la reacción de mi madre.

-Ah! Ah! Alfredo mi amor. Dale papi, dale!! Así, huuuy!! que rico. Mmmm.

Mi madre ya solo decía monosílabos que acompañaban al característico sonido del pelvis chocando con las nalgas de una buena hembra -plaf, plaf, plaf, plaf.

Al cabo de unos minutos los dos seguíamos cogiendo pero ella ya estaba de pie yo aun ensartándola por detrás.

-Mamá!! Me voy a correr, me voy a correr!!
-Deja que te ordeñe bebé

Yo iba a separarme para dejar que me la mamara, pero echó sus brazos hacia atrás y me lo impidió. Entonces lo sentí, la sensación mas agradable que se puede sentir en el sexo. La vagina de mi madre empezó a contraerse. Solo atiné a echar mi cabeza hacia atrás, tensar mi cuerpo y echarle los mocos dentro. Dos apretones de concha fueron suficientes para hacerme correr.

Nos despegamos y nos fuimos al sofá, nos estuvimos acariciando hasta que mi verga cobró vida de nuevo y un ruido extraño y muy molesto comenzó a escucharse.

-RRRRRR!!!, RRRRRRR!!!

Oh mierda, la estúpida alarma en vibrador.

Sí, aún seguía en mi cama. Justo como anoche en bóxer y sin haberme follado a mi madre. Eso sí, tenía un manchón de semen en mi bóxer que confirmaba mi sueño erótico.

Vaya mierda. Son las 4 a.m. se me había olvidado quitar la alarma, pues generalmente a esa hora me levanto para prepararme e irme a trabajar, bueno, antes de mi ascenso. Mejor la desactivo antes de que se me olvide y mañana pase lo mismo -me dije.

Cuando salí de aturdimiento, y volví a colocar la cabeza sobre la almohada, ruidos extraños se acentuaron.

La televisión? -pensé. Me dirigía al comedor y tan pronto salí al pasillo para bajar caí en cuenta de que no era la televisión, eran gemidos, bufidos. Me excité de sobremanera. Y me dispuse a dirigirme al cuarto de mi madre a investigar.

Por Sherezada

martes, 26 de abril de 2022

Seduzidas Pelo Demonio (1978)


Roberto, un joven estudiante de medicina, está siendo juzgado en la corte por el asesinato de su madre. A partir del testimonio de los testigos, su vida anterior se está reconstituyendo. Adoptado como un bebé por el doctor Fabio y su esposa, quienes lo salvaron de un sacrificio de una secta de adoradores del diablo, el niño llevó una vida normal hasta la inexplicable muerte de tres jóvenes, practicados por él, en una fiesta en la casa de su tío. Juzgado como víctima de posesión demoníaca, Roberto es hospitalizado en una institución mental para recibir tratamiento, pero logra escapar.

Portugués


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La Dama y El Vampiro, Comix




Mis hijos con mi hija


Capítulo 1

Vi a mi esposa a los ojos y le juré que no la engañaba con nadie. Mis razones para pedirle el divorcio era que ya no aguantaba su actitud tan manipuladora, nada más. La muy desgraciada se enfureció y se fue de la casa, no sin antes amenazar con quitarme todo mi dinero, la casa y el auto. Cuando se escuchó el portazo de su salida, mi hija por fin salió de su habitación.

Dieciséis años, cabello castaño lacio y ojos grandes y adorables. Su piel era clara y sus labios grandes y carnosos. Salió desnuda, dejando caer su bata de baño para gozar de sus tetitas, sus hermosas piernas torneadas y su culo redondo. Era perfecta, o lo era de no ver su vientre ligeramente abultado por su incipiente embarazo. Con una blusa suelta no se notaba, pero ante mí no se podía esconder.


-Por fin se fue nena. – dije.

-Entonces celebremos.

Hace cuatro meses habíamos prometido no hacerlo de nuevo. Ella estaba triste porque su novio la dejó por una chica mayor y yo estaba frustrado por varios meses sin sexo. Ella me preguntó si era linda y yo le dije que era la mayor de las bellezas. Se desnudó y me preguntó si cualquier hombre tendría interés en ella y yo, con la leche acumulada nublando mi cordura, llevé mi boca a sus pezones. Mis dedos se abrieron paso entre su juvenal y apretada rajita y ella gimió con deseo, desesperación y lujuria. Nos besamos un poco más y luego me pidió ya no meterle los dedos. Al disculparme por haberlo hecho, ella me corrigió. Ya no quería que le metiera los dedos, pero sí quería ser penetrada. Con manos dulces abrió mi pantalón y sacó la enorme verga que guardaba y la condujo a su coñito dulce y apretado.

Desde entonces aprovechaba cada momento a solas para follarla, siempre con la promesa de no volver a hacerlo y continuar nuestra vida como sólo padre e hija. Me venía dentro de ella sin piedad. Ella así lo quería aunque me dijera que no lo hiciera. Mientras decía no, no, no, me apretaba contra ella con las piernas y se venía al mismo tiempo que yo. Al sacarle la verga, ella se metía los dedos para sacar mi leche y llevársela a la boca. Incluso, en algunas ocasiones me pedía ponérsela en la boca para limpiársela. En la escuela aprendió que la saliva era un buen antiseptico.

Mi hija acudía a una escuela católica muy estricta. Así que cuando supieron de su embarazo la echaron a la calle. La llevé a una escuela publica, donde nadie hizo ningún escandalo por una chica embarazada. Su mamá aun no se enteraba.

-No te preocupes hija. – le dije – haré todo para que no nos separen.

No era millonario, pero sí tenía una buena cantidad de dinero en el banco. Usé una cuantiosa cantidad de dinero para asegurar la custodia de mi niña, aunque al final todo se redujo a un acuerdo en el que mi niña le dijo a su madre que prefería quedarse conmigo. Su argumento fue: “Es un desastre sin una mujer cerca”. Esa misma noche la llevé a la cama y me la cogí como nadie lo había hecho antes. Mientras la tenía en cuatro, metí un dedo en su agujerito y aunque se asustó, no me detuve. Dilaté su ano y cuando por fin entraba y salía mi dedo sin problemas, saqué mi verga de su coñito dulce y lo puse en su ano.

-Por fin eres mi mujer. – le dije. – Eres toda mía.

La taladré con fuerza, pero con mucho cariño. Se la metía y se la sacaba al ritmo de sus gemidos y chillidos, pero sabía que estaba feliz. Me pedía más y que no me detuviera. En una revista leí que los orgasmos eran buenos para los bebés, y el que tenía en su interior debía estar feliz porque mi pequeña casi se convulsionó de lo fuerte que se vino.

-Te amo papá. No te detengas.

No lo hice. Al contrario, aumenté la velocidad hasta que inundé su intestino con leche. Pero mi verga no perdía rigidez. Se la saqué y la introduje en su coñito. Ella gimió con fuerza cuando lo hice y para callar sus quejas le di un par de nalgadas fuertes. La tomé del culo y comencé a ganar velocidad. La montaba como la puta que era, una de esas chiquillas que separan parejas. Cogérmela era lo mejor de mi vida y para seguirlo haciendo estaba dispuesto a gastar mi dinero, divorciarme e incluso a cambiarme de ciudad si era necesario. Ese pequeño y apretado coño era una bendición y yo quería seguirlo utilizando hasta el fin de mis días.

Ella se vino otra vez.

-AHHHH Papi me vengo. AHHHH más fuerte. – gritaba.

La embestí con todas mis fuerzas mientras venía los chorros saliendo de su vaginita. Lo que más me gustaba de esa vista era su culo rojo y abierto con mi leche chorreándole hasta el coño. Salpicaba conforme la golpeaba contra mi cadera con más y más fuerza. Me iba a correr dentro de ella de nuevo. No podía evitarlo, ni dios podía.

Una buena carga de mi semen quedó en su interior. Si fuese posible, la habría embarazado de nuevo. Mi perrita hermosa. Cargaba a mi bebé con orgullo y calma. No le importaba qué dijeran de ella, estaba feliz por tener un bebé de su propio padre. Sólo me preocupaba su boca. Si la persona equivocada la escuchaba, yo iría a la cárcel.

-Te amo hija.

-Y yo te amo a ti papi.

Saqué mi verga de su interior y me acosté a su lado. Ella trataba de respirar, pero la adrenalina no se lo permitía. Igual la veía feliz. Me sonreía con su rostro sudoroso.

-Te ves deliciosa hija. Cuando des a luz, te haré otro bebé para que sigas igual de hermosa.

-Sí papi. Sólo espero que mamá no se enoje.

-Sólo di que fue un chico de la escuela o un vecino. O no le digas nada.

-¿Por qué no debo decirle? Estoy feliz de ser la madre de tus hijos. Quisiera decírselo a todo el mundo. Estoy enamorada de ti y te daré muchos bebés.

Le acaricié la cara con ternura. Debí ser más estricto, pero esa carita de ángel me impedía reprenderla. Sonaba tan inocente, que no preví los problemas que llegarían más adelante.

Llegó diciembre y mi pequeña Angela dio a luz a Angelica. Nos pareció adecuada la secuencia de nombres. Las fechas nos permitieron pasar navidad juntos los tres por primera vez. Sin ir a la escuela, mi hija podía cuidar a la bebé todo el tiempo que quisiera. Éramos una familia feliz, al menos hasta que acabasen la vacaciones.

Seguimos follando sin descanso. Mi pequeña no pasaba día sin que le llenara el coñito con mi leche. Después de su primera menstruación posparto, la monté frente a la cuna de nuestra niña. Fue su primera lección de sexo. Los días posteriores lo hacíamos junto a ella. En ocasiones, mientras la amamantaba, yo le ponía la verga en la boca a Angela. Mis dos hijas tomaban leche al mismo tiempo. Uno de los mejores placeres de la vida.

Fue entonces que mi niña volvió a la escuela. Una vecina cuidaba a nuestra bebé, así que podía ir a la escuela con tranquilidad y yo a trabajar. Esa mañana me llamaron al trabajo. Acudí y me enteré de que mi hija se había desmayado. Un paramédico me reveló que todo se debía a que estaba embarazada.

La noticia me puso feliz, aunque debí disimular. Mi hija, al despertar, también se enteró. Y frente al paramédico dijo

-Serás papá otra vez.

Y así fue como todo se arruinó. La escuela se enteró. Llamaron a su madre y luego la policía fue por mí. No tuve forma de defenderme. Consensuado o no, era un delito. Mi hija me pidió perdón, pero nunca negó nada. Ante todo, estaba orgullosa de ser la madre de mis hijos.

Pasaron catorce años para que saliera de la cárcel. Mi hermano, también divorciado me dejó quedarme en su departamento. Podía quedarme en el sillón o en la habitación que usaban sus hijas cuando se quedaban con él, lo cual era cada vez menos frecuente porque eran adolescentes y porque no le agradaba a mi ex cuñada. No la culpo, fue mucho tiempo y nadie quiere a un exconvicto cerca de sus hijas. Para no incomodar, yo salía todo el fin de semana en el que ellas se quedaban.

Mi abogado fue quien más me ayudó. No sólo porque aseguraba que se había hecho rico con el dinero que yo le pagué en su momento sino porque decía que le caía bien. Él y su sobrina tuvieron una relación por varios años hasta que la terminaron porque ella se iría a estudiar a otro lugar y luego se casó. Dijo que, si hubiese tenido más valor, habría huido con ella y se habrían casado en otro lugar. Por desgracia no lo hicieron y ahora vivía lamentándose por ese amor perdido. Me contrató como ayudante y chofer de su despacho. No podía ser guardaespaldas porque eso significaría usar armas y yo no podía hacer eso por mis antecedentes penales. Aunque sí golpeé a un par de clientes inconformes. Eso y el dinero me alegraban un poco la vida.

Pasaron un par de años. Mi sobrina Rosaura me pidió que la llevara a una tienda en mi día libre. Su papá no podía por el trabajo y su madre tenía que llevar a su hermana a clases de piano. Yo fui la única opción.

-¿Por qué te metieron a la cárcel? – dijo de la nada.

-No puedo decirte.

-Mamá dijo que abusaste de tu hija.

-Eso no es cierto.

-Ya lo sé.

Llegamos al centro comercial y la chiquilla se bajó. Yo la esperaría en el auto hasta que llegara como si fuera su guardaespaldas. Tenía diecisiete y creía que no me di cuenta de que no se metió a la tienda, sino que siguió caminando. Lo extraño era que no había nada de interés adelante más que un motel a unos cincuenta metros. Estaba por encender el auto para seguirla cuando alguien llamó la atención en mi ventanilla. Dando unos golpecitos con los nudillos, una mujer delgada, embarazada y de cabello castaño me sonreía desde el otro lado.

-Dios mío. – Grité.

-Hola papá.

Abrí la puerta para salir y la abracé. Tuve que hacerlo con cuidado porque de otra forma habría aplastado su panza gestante. Igual lloré al tenerla frente a mí. Era uno de los mayores tesoros de mi vida y ahora tenía la increíble fortuna de encontrármela en una plaza comercial.

-Angela, mi vida. ¿Cómo estás? ¿Qué haces aquí? Dios te bendiga.

Ella también lloraba de felicidad.

-Necesitaba verte y tu abogado me dijo que te quedabas con mi tío. – dijo limpiándose los ojos con la mano. – Hicimos este plan para verte y funcionó muy bien.

-¿Plan? ¿Cuál plan?

Miré hacia el rubo que había tomado mi sobrina Rosaura. Había un par de chicos caminando hacia allá. Mi hija los señaló para decirme sus nombres.

-Esa es Angelica y ese de allá es Ángel.

-Son enormes – dije.

-Te sorprendería.

Fijé mi mirada en su vientre abultado. Tenía treinta y dos años y lucía perfecta. Sus pequeñas tetas se habían convertido en dos perfectas ubres dadoras de leche y de nuevo servirían para amamantar.

-No me lo tomes a mal hija, y aunque ha pasado mucho tiempo, tengo celos de quien te hizo esto. ¿Estás casada? ¿Qué has hecho con tu vida? – le puse la mano sobre el embarazo.

Fuimos a la plaza comercial y en una de las cafeterías del interior nos sentamos a tomar café y pastel. Ella, por supuesto, prefirió un té.

-Dicen que este es mi primer bebé de adulta. Eso me parece graciosa porque cuando cogíamos yo ya me consideraba mujer.

-¿No vas a responderme?

Dejó su pastel sobre la mesa y me miró.

-No te enfades papi. Sé que no la pasaste bien en la cárcel, pero yo tampoco estuve bien. Mamá me gritaba todo el tiempo y quería que abortara a nuestro segundo bebé. Yo estaba feliz por ser tu mujer y ella me golpeaba cada vez que lo decía. Terminé mis estudios, comencé a trabajar y todo criando con orgullo a mis hijos… nuestros hijos. Pero esos pequeños no iban a ser pequeños por siempre. – se calló cuando pasó una pareja cerca de nosotros. Se inclinó hacia mí, cuidando su panza y habló más bajo – Un día los encontré follando. No estaban experimentando, no estaban jugando y explorándose. Ellos sabían lo que hacían y cómo les gustaba. Angelica estaba de perrito frente a Ángel y la cogía mientras le decía ¿te gusta puta? Y le daba nalgadas. Por lo menos tuvo la decencia de no venirse dentro.

-¿Qué hiciste? – dije. Mi verga inevitablemente se comenzó a poner dura.

-¿Qué podía hacer? Se la cogía en toda regla y llevaban años haciéndolo. Logré revisar sus chats con sus amigas y Angelica le contaba a sus amigas de la prepa que follaba con alguien desde hace tiempo pero que no podía decir quien era. No podía evitarlo.

-Pero… ¿ellos saben que yo soy su padre?

-Sabían que su padre estaba en la cárcel y que no era posible visitarlo. Un día, hace como dos años, después de encontrar una prueba de embarazo negativa escondida entre las cosas de la escuela de Angelica, decidí hablar con ellos. Les dije toda la verdad. Les dije que su padre también es el mío y que estaba en la cárcel porque no me pude quedar callada. Les dije que sabía que entre ellos follaban y también lo de la prueba entre sus cosas. Así que compré varias cajas de condones y lo tenemos en la casa para siempre que los necesiten.

-Pero eso no explica lo de ese bebé en tu estómago. – dije.

-Cierto, lo olvidaba. Tanto sexo y hormonas en la casa me tenía totalmente cachonda. Traté de ser fiel a ti papi, pero mi hambre era más fuerte. Un día que Angelica iría al cine con unas amigas y con su prima, recibí a Ángel como lo hacía contigo, con una bata de baño y sin nada debajo. Él al principio se negó, pero ya sabes que no es posible negarse a estas – se levantó aquellas tetas llenas de leche. – Le bajé los pantalones y le di la mamada de su vida. No sé si su hermana sabe lo mucho que le gustó, pero casi se vino en mi boca. Luego hice que se sentara en el sillón y me subí sobre él, metiendo su verga dentro de mí. Se nota que es tu hijo porque, no me lo vas a creer, la tiene enorme y sabe moverlo muy bien. Cogimos por varias horas hasta que llegó Angelica, pero ya era tarde. Ya le había sacado toda su leche y yo estaba en mis días de fertilidad.

-Te preñó tu hijo.

-Y tú preñaste a tu hija.

Mi verga estaba totalmente dura y esperaba que nadie lo notara. Quería que se arrodillara ahí mismo y me hiciera venirme dentro de su boca. Alimentaría a mi nieto con mi leche.

-Demasiado incesto. – dije

-Pero no es el suficiente. ¿Sabes por qué Laura se divorció de mi tío? Porque encontró cuentos de su hija Rosaura donde ella se cogía a su papá. No lo quiso cerca para que eso se hiciera realidad, así que se separaron. Los únicos que lo saben son Angelica y Ángel y para calmar el calor en el coño de la pequeña Rosaura se reúnen para follar en nuestra casa. Sólo no me les he unido porque no quiero asustarlos.

-Qué barbaridad.

-Tuve que llevar a abortar en secreto a la pequeña Rosaura. – continuó mi hija. – Les dije a sus padres que salimos de campamento, pero la realidad era que Ángel puso un bebé como el mío en ella. Pienso en eso cada vez que lo monto. Mi pequeño semental…

Se quedó callada de repente. Miraba su tasa de té pensativa.

-¿Estamos haciendo algo malo papá? – preguntó después de unos segundos.

-Pues sí hija, pero el amor es el amor. Sólo tengan cuidado y no se quejen si hay algún problema en los bebés. Sé que no es tan grave como lo hacen sonar, pero hay que tener cuidado.

Volvió a quedarse en silenció. Habló después de unos segundos.

-¿Estás enojado porque no te fui fiel?

-La verdad es que creí que habías cambiado y recapacitado. Pensé que si te volvería a ver me dirías que fue un error haber follado conmigo. Yo sé que no fue lo mejor, pero atesoro nuestro tiempo juntos. Me habría gustado criar a tus hijos contigo. Era lo único en lo que pensaba en la cárcel.

-¿Te molesta que Ángel me haya embarazado?

-Ángel y Angela, dos hijos míos cogiendo entre ellos y teniendo hijos. No me molesta, pero me hace querer follarte por el culo mientras él lo hace por el coño. Hablando de eso, ¿tú coñito sigue siendo tan dulce?

Se puso roja.

-Siempre seré tuya papá, pero mi vientre ahora le pertenece a mi hijo. Te mereces un coñito más joven y siempre he deseado que preñes a Angelica.

-Tu hijo puede preñar a esa prima suya. Tú y mi hija salieron de esta verga y me pertenecen. Ahora vayamos al estacionamiento a que me mames la verga. A ese bebé no le molestará recibir mi leche.

-Será una niña papá y toma leche a diario.

Terminamos nuestras bebidas y salimos corriendo al auto. Yo quería darme placer con su boca, pero ella dijo que condujera. Su casa no estaba lejos y me mostraría donde había concebido al bebé de su hijo.

-Te amo hija.

-Te amo papá.

Capítulo 2

Angela vivía en un segundo piso, justo encima de una tienda de abarrotes y debajo de otros inquilinos. Era un lugar transitado y nadie se fijó en nosotros cuando subimos. Con solo entrar a su pequeño departamento comenzó a desnudarse. Yo sólo me saqué la verga y me la empecé a jalar frente a ella.

-Papi la tienes enorme. – dijo con muchos ánimos, mi hermosa hija preñada.

Me deleité con su bellísimo cuerpo. Lucía más madura, pero sin duda era la misma chiquilla que dieciséis años atrás vi desnuda cuando mi esposa me dejó. Su enorme embarazo la delataba. Cargaba al bebé de la misma forma y sus tetas parecían pesadas y listas para ser ordeñadas.

Ella era mi hija, la misma de la que me enamoré y que preñé en su adolescencia. Supimos que tendríamos un segundo bebé y por ello su madre, las autoridades de la escuela y policiacas, nos descubrieron. Pasé años lejos de ella, en la cárcel y hospedándome con mi hermano cuando por fin salí. Estuve esperando volver a verla sólo para volverla a follar. Casi perdía la esperanza cuando mi sobrina me pidió llevarla al centro comercial, pero en realidad era un plan de mi hija para poder follarla de nuevo.

Sólo no esperaba encontrarla preñada por alguien más. Nuestro segundo hijo, Ángel no sólo se follaba a su hermana Angelica, sino también a su madre y a su prima. Soltaba su leche en el interior de esas mujeres. No podía culparlo. Era un hombre y esas chicas eran hermosas. Pero tenía un problema, su madre y su hermana no eran suyas. Eran mis mujeres y debía recordárselo a mi hija.

Tomé a Angela por el cabello y la llevé al suelo. Quedó de rodillas, con el rostro un poco desorientado y algo adolorido. Luego conduje su cara hacia mi verga, a la cual dejó entrar a su boca como si de un instinto se tratara.

-Eso es hija, mama la verga que te hizo. – le decía mientras su boca se movía de arriba hacia abajo mi enorme falo. Por lo que veía, se había olvidado del tamaño que yo manejaba. – Soy tu papi y tú eres mi mujer, ¿entiendes?

Se sacó la verga de la boca sólo para decir:

-Claro papi, lo que tú digas. – y por su propia cuenta volvió a mamar.

Parecía saborear. Se deleitaba con el salado sabor de mi hombría. Ponía los ojos en blanco como si estuviese saboreando un manjar. Sólo se cubría la panza con las manos. Con cada movimiento de adelante a hacia atrás, su vientre pegaba con mis piernas. Eso era aun más excitante, mucho más conmovedor y al mismo tiempo me hacía desear llenarle la boca de semen.

Pero debía resistir. Debía reclamar su coñito, recuperarlo para mí. Me enojaba pensar que había sido usado por alguien más, pero me calentaba saber que fue mi hijo quien le puso ese bebé. Mi hija era una puta incestuosa al servicio de la familia. Mi hijo Ángel era su hermano e hijo al mismo tiempo. La niña que en ese momento cargaba, ¿qué sería de él? ¿su hija-sobrina? ¿Y de Ángela sería su hija-nieta-sobrina?

-Levántate puta. – le ayudé a ponerse de pie y la llevé a sala.

Hice que subiera las rodillas a uno de los sillones y me diera la espalda. Sus brazos se sostenían en el respaldo, por lo que su culo daba hacia mí, justo a la altura para tener un acceso bastante cómodo a su vagina. Pasé mis dedos por su rajita para sentir su humedad. Se los metí un poco sólo para escucharla gemir y pujar y luego deslicé mi verga por entre sus labios vaginales, pero sin penetrarla. Quería escucharla, pero, sobre todo, quería que suplicara que por fin se la metiera, justo como hacíamos cuando era pequeña.

-Por favor papi, cógeme. – gimió, pero la ignoré. Sentía cómo se mojaba más y más. – ¡Papi!

-En cuanto nazca esta niña, voy a cogerte de nuevo hasta preñarte. No eres de Ángel, eres mía. Y Angelica… esa chiquilla también aprenderá a amarme. Tú y ella me darán hijos hasta yo muera. ¿oíste?

-Sí papi, pero por favor, ¡Ya cógeme!

Y de golpe introduje mi verga en la concha de mi hija.

-Ahhhhhh – gritó.

Yo no me detuve. La tomé de la cadera con una mano y del cabello con la otra. No me detuve, ni siquiera porque ella se sostenía sólo con una mano y protegía su vientre con la otra. Cada golpe lanzaba a su bebé hacia adelante. Rogaba a Dios para que no le pasara nada a pesar del infinito placer que me daba cogerme a mi hija de esa manera. Ella gritaba y chillaba. Creo que incluso tenía lágrimas en los ojos. Era una brutalidad placentera. Le gustaba ser poseída por su padre, el hombre que la crió. Cuando era niña decía que era el único hombre al que amaría y cuando creció y pude preñarla, creí que eso sería cierto. No pensé verla con una panza hecha por su hijo. Él también tenía derecho de poseerla, porque, de una forma o de otra, esa era la vagina por la que salió.

Mi hija, una vagina con patas. Siempre al servicio de una verga de la familia. Me gustaba eso. Me importaba una mierda lo que se dijera sobre el incesto y la endogamia. Mi hija, mi coño. La tomé por las tetas y se las comencé a presionar. Seguramente nos veíamos como un caballo montando a una yegua, por como dejaba caer mi peso sobre su espalda. Le presioné los pezones para sacarle la leche, la misma que salía para alimentar a la pequeña Angelica cuando tenía menos de un año. Hice que se le derramara y cayera sobre el respaldo del sillón. Sus gritos de dolor, placer y emoción sólo me llenaban de más adrenalina y me hacían sentir como si estuviera bautizando a aquella pequeña que llevaba en el vientre con la tradición familiar. Era la mejor forma de decirle “tu mami es una puta y espero que tú también lo seas en el futuro”. Yo era su abuelo y su bisabuelo al mismo tiempo y me sentía orgulloso.

-¡TOMA PUTA! – grité al tiempo que solté toda mi leche dentro de ese coñito, apretado y hermoso como lo recordaba. Pareciera que el uso y los partos no lo hubiesen cambiado en nada.

-¡Sí PAPI! ¡DAME TU LECHE! ¡DAMELA TODAAAAA! – gritó enloquecida al tiempo que su cuerpo se contraría por el placer. Con la espalda curveada, los ojos en blanco y sin poder respirar, mi hija soltó un chorro transparente desde su coño.

Fue como si cada mililitro de liquido absorbiera un poco de su fuerza vital, porque después de venirse, la muy puta perdió fuerza en los brazos y se dejó caer. Sólo protegió el vientre, pero sólo por instinto. El resto de su cuerpo carecía de control y apenas podía hacer más que sólo respirar agitadamente.

Cuando saqué mi verga. Aquella sustancia blanquecina se desbordó de su coño. Me pareció una imagen cautivadora, magnifica. Su hubiese tenido una cámara o un teléfono como los de la actualidad, la habría retratado y la habría usado para presumir de mi fechoría con ella. Ese coño lleno de leche era un sueño por fin cumplido. Era lo único en lo que pensaba en la prisión y lo único que me hacía querer salir lo antes posible. Había otros hombres que se dedicaban a aliviar los deseos sexuales de los internos, pero yo sólo quería la vagina de mi hermosa hija.

Ahora estaba frente a mí, inundada, rojiza y con un aroma intoxicante. El rostro de mi niña hermosa estaba rojo, igual que sus ojos por las lagrimas que salieron entre tanto placer. Sus tetas estaban enrojecidas e hinchadas; sus pezones ennegrecidos por el embarazo goteaban leche como si de sudor se trataba. Esa imagen de mi niña, ahora una mujer con su propio departamento para ella y sus hijos, toda una maestra del sexo para ellos, me parecía de lo más maravilloso. Estaba orgulloso de ella.

-Te amo hija.

-Te… amo… papi.

Me subí los pantalones sin darle mucha atención y salí del departamento. No me importó dejarla ahí en el suelo sin poder respirar o llena de leche. Si por mí fuera, me la cogería frente a nuestros hijos sólo para recordarles que ella es mía y que cualquier coño salido de ella también lo era.

Sin embargo, también me agradaba que mi hijo se la cogiera. Me causaba celos y lo veía como un reto a mi hombría, pero él se merecía el placer de follar a una mujer tan maravillosa. Quince años y ya era padre. Siempre que Ángela me cumpliera como mujer, él podría acceder a ella cuando quisiera.

Conduje de regreso al centro comercial. Justo en la entrada vi a la hermosa jovencita que era mi sobrina Rosaura. Me había negado a verla como hermosa por respeto a mi hermana, pero ahora con la adrenalina de haberme cogido a mi hija, no pude negarme a mirarle sus bellas piernas y ese buen culo que tenía detrás. No tenía grandes tetas, pero la chica junto a ella sí las tenía. Rosaura tenía el cabello rubio oscuro, casi castaño, mientras que la chiquilla a su lado lo tenía justo como mi hija. Ambas, acompañadas por un chico muy similar a mí en mis fotos de mi adolescencia, reían. Éste último, de cabello un poco largo, parecía muy despeinado a pesar de habérselo acomodado.

Se despidieron cuando me acerqué a la acera y pude ver como los otros chicos me miraban con una sonrisa entre tramposa y malévola. Era un nivel de picardía muy interesante. Lo mejor era que la chica, casi idéntica a su madre, se mordía el labio al verme. Me habría gustado decirles que me acababa de coger a su madre. Sólo me despedí de ellos con la mano, sabiendo que Ángel y Angelica sabían quién era yo.

Conduje con Rosaura detrás en silencio por un buen rato. Estábamos a pocos minutos de llegar al edificio donde vivía con su padre cuando por fin habló.

-¿Cómo te fue?

-Maravilloso. – respondí sabiendo que ella había sido parte del plan de reunirme con mi hija.

-¿De qué hablaron? – preguntó, disimulando su interés.

-De cómo casi quedaste embarazada de tu primo, mi hijo. – respondí ahora con una sonrisa.

-Error. No fue casi, me embarazó y tuvimos que ir a una de esas clínicas.

-Debiste tener al bebé.

-Si voy a tener un bebé incestuoso, y a esta edad, no quiero que sea de Ángel, sin ofender. Me interesa alguien más.

Recordé lo que me había dicho Ángela sobre que el divorcio de mi hermano se debió a las confesiones de Rosaura acerca del amor y lujuria que sentía por su padre.

Llegamos al edificio de mi hermano y subimos a nuestro departamento. Él mismo llegaría en cualquier momento y se llevaría a su hija con su madre, pero por el momento, yo estaría solo con ella. Eso me preocupaba bastante porque, aun sin perder la emoción del sexo con mi hija, comenzaba a ver a esa hermosa chica como sexualmente apetitosa.

Al llegar, me senté en el sillón y ella hizo lo mismo, pero frente a mí.

-¿Te gusta mi culo? – preguntó de repente. – No has dejado de verme por detrás. ¿Acaso tienes interés de cogerme como lo hace tu hijo?

-¿Desde hace cuanto que lo hacen?

Se llevó un dedo a los labios, haciendo un gesto pensativo coqueto.

-No lo sé, tal vez dos años. Yo tenía quince y él trece. Su hermana y él ya lo hacían desde hacía tiempo.

-Pasaron la pubertad juntos. – deduje.

-Por lo menos él con ella. Creo que fue Angelica quien dio el primer paso. No sé cómo lo hizo, pero el chico quedó cautivado. Fue hace poco que mi prima Ángela se nos unió, aunque ella me pide que la llame tía por ser tu esposa.

-Esa puta loca – murmuré – y dime, ¿Ángel y Angelica se aman?

De nuevo apareció ese gesto pensativo coqueto.

-Yo creo que no, pero a ella le gusta coger y a Ángel le gusta tener un coño al cual follar. Puede ser mío, el de Angelica, el de Ángela o el de alguna vecina. Cuando su hermana le enseñó a follar, un mundo nuevo se abrió ante él y quedó maravillado.

-Interesante. ¿Y qué hay de ti? Ángela me dijo por qué tus padres se separaron.

Rosaura de pronto pareció incomoda, pero lo disimulo casi al instante.

-No puedes juzgarme. Te cogías a tu hija cuando tenía dieciséis y la preñaste dos veces. ¿Por qué es diferente lo que yo siento por mi padre?

-No te juzgo. Entiendo lo que es el amor no comprendido por los demás. Y, como sabes, estuve dispuesto a ir a la cárcel por ello.

Esto era en parte mentira, pues en un caso judicial como este, es casi imposible tener una defensa sólida. Menor y familiar eran igual a cárcel. El abogado sólo podía pedir condenas más amables debido a que fue consensuado.

-Amo a mi papá y quiero ser su mujer. – dijo después de meditarlo por un momento – Pero sé que nunca acepará nada. Lo amo más que a cualquier cosa en el mundo, pero como ni siquiera él lo entendería, tengo que conformarme con alguien que vagamente se le parece.

Ángel se parecía a mí y por consiguiente a mi hermano.

-¿Follaste con él hoy, cierto? – dije.

-Y tú a tu hija.

-Pero estoy seguro de que aun así estás mojada por sólo mencionar a tu padre y a lo que sientes por él. ¿Qué harías con él? ¿Cómo lo seducirías?

Se puso de pie y caminó hacia mí. Sus caderas se balanceaban de lado a lado y sus brazos se pusieron sobre mis hombros. Su rostro era deseo puro.

-Millones de veces he pensado en lo que le diría para seducirlo, pero sé que siempre se me olvidaría. – dijo. – Pero eres casi igual a él.

-¿Entonces qué esperas?

Apenas terminé la frase me besó como nunca. Metió la lengua dentro de mí como si quisiera atraparme y no dejarme ir. Mi verga, de por sí semi erecta, se endureció al instante. Ella la sintió con la mano y de inmediato se separó sólo para sonreírme con picardía.

-Es enorme. – La sacó de mi pantalón. – La quiero dentro de mí.

Se arrodilló para besármela, lamerla y acariciarla con su cara. Resoplaba de emoción y la besaba como si la adorara. La metía en su boca por unos segundos y la volvía a sacar sólo para asegurarse de que aun la tenía frente a ella. No lo podía creer.

Entonces se dio vuelta, se bajó la falda y las bragas justo frente a mi cara y tomó mi verga para guiarla hacia su pequeño y húmedo coño. Bajó con lentitud, apreciando cada segundo. Sus labios se abrieron ante el paso de algo tan masivo y toda su humedad fue necesaria para permitirle la entrada.

-¡La tienes muy grande papi! – exclamó. Llegó hasta abajo y ahí comenzó a hiperventilar. Mi querida sobrina volvió a subir. La tomé del culo para ayudarla. – ¡Me encanta papi! – dijo todavía más fuerte. Los movimientos se volvieron cada vez más rápidos y frenéticos. Ahora no sólo gritaba, sino que sollozaba y pedía más. – ¿Por qué no me amas papi?… Quiero ser tu mujer… Te daré muchos hijos… Te cogeré siempre… ahhh… ¡Fóllame papi!… ¡TE AMO PAPI! – gritó conforme sus sentones aumentaban de velocidad.

Fue entonces que se abrió la puerta del departamento. La delgada chica de diecisiete años penetrada por mí se levantó en el acto y con un rostro totalmente aterrorizado y avergonzado, miró a su padre, quien acababa de llegar con unas bolsas de comida y una total palidez.

-¡QUÉ PUTAS ESTÁ PASANDO AQUÍ! – exclamó.

Yo sólo supe que una lluvia de golpes estaba por caer sobre mí y los tenía bien merecidos. Sólo tomé aire y vi como mi sobrina Rosaura se acercaba a su padre para calmarlo. Lo único que lamenté fue no haberme venido dentro de ella.

Anónimo