martes, 17 de marzo de 2020

Los oscuros secretos del tío Antonio (Relato largo)


CAPÍTULO 1 Año 1990, en un pequeño pueblecito del Pirineo Aragonés

Se celebra la boda de Isabel y Pedro. Ella, hija del panadero del pueblo, se ha quedado embarazada con apenas 18 años, aquello fue una conmoción en la familia. Sus padres muy tradicionales y también condicionados por el entorno social del pequeño pueblo decidieron que lo mejor era casarla.  Hablaron con Pedro, el novio de la chica y padre de la criatura que aceptó su responsabilidad, la boda se concertó para el mes siguiente.

         Isabel era hija única y no tenía más familia que sus padres. Su novio Pedro de 25 años era el menor de dos hermanos,  Antonio el mayor ya tenía 37, casado desde hacía más de diez años con Solé tenían un hijo, Jorge. Ahora por fin su mujer  estaba embarazada por segunda vez de una hija.  Los dos hermanos iban a ser padres casi al mismo tiempo a pesar de llevarse más de 12 años. 

Huérfanos de padres y sin más familia que la mujer del hermano mayor,  vivían en el caserón heredado de sus padres  a 20 kilómetros del pueblo de Isabel. Allí, en una gran propiedad en plenas montañas vivían de su explotación ganadera, grandes rebaños de ovejas y unas treinta vacas. Durante generaciones su familia había dado trabajo como pastores a muchos hombres de la zona, en aquellos momentos tan solo seis pastores trabajaban para los dos hermanos. La gente había emigrado de los pueblos a la capital y se estaban quedando desiertos.



Antonio, el hermano mayor no veía bien la relación de su hermano pequeño con la hija de los panaderos del pueblo –esa putita se ha dejado preñar por tu dinero, no te conviene –le decía Antonio a su hermano intentando que no se celebrase la boda.

-Estoy enamorado Antonio, la quiero y voy a casarme con ella. Pienso irme con ella a vivir a Madrid nada más que se celebre la boda, estoy harto del pueblo.-respondió Pedro a su hermano que se quedó sorprendido por aquella noticia.

-Nuestra familia ha trabajado estas tierras durante generaciones. ¿Vas a tirarlo todo por la borda? ¿Por un coño? A saber quién es el padre de la criatura, ¡no seas idiota hermano! ¿Qué piensas hacer en la capital? Has pasado tu vida entre vacas y ovejas, aquello no es para ti –decía Antonio intentando que cambiase de opinión.

-¡Quédate tú con las malditas ovejas!, no quiero nada de las tierras, te las regalo. Tan solo me llevaré algo de dinero para montar un pequeño negocio de alimentación en la capital, Isabel siempre ha trabajado de cara al público. No necesito más, te regalo las tierras, las ovejas, las vacas y todo lo demás –Pedro estaba convencido de lo que quería y no estaba dispuesto a ceder.

-¡Esta bien como quieras! Cuando esa putita te deje por otro en la capital y no tengas nada no pienses que vas a volver aquí, si abandonas las tierras de la familia quiero que renuncies a todo para siempre –dijo Antonio a su hermano en tono amenazante.

-No te preocupes, esta semana iremos al Notario y pondremos todo a tu nombre, solo quiero una pequeña parte en dinero para poder comenzar mi propia vida.-respondió Pedro convencido de lo que quería.

         Aquella misma semana los dos hermanos fueron al Notario del pueblo y  firmaron los documentos del acuerdo.  Unos días después se celebró la boda en un hotel del pueblo, los padres de Isabel, el hermano de Pedro y su mujer, unos pocos amigos del pueblo y la media docena de pastores que trabajaban para los dos hermanos. Las disputas de los dos hermanos parecían zanjadas desde que habían firmado el acuerdo y Antonio se quedaba con la finca, la granja… con todo.

         Pedro e Isabel habían planeado pasar la noche de bodas en la finca de los hermanos donde el recién casado tenía sus cosas  y al día siguiente emprender su viaje a Madrid donde disfrutarían la luna de miel, los dos ansiaban comenzar una nueva vida fuera de allí.  Las cosas de Isabel ya las dejaron cargadas en el coche de Pedro el mismo día de la boda.

         Isabel estaba preciosa aquel día con su vestido blanco  de novia, había escogido un modelo corto más cómodo para no tener que cambiarse de ropa con gran disgusto de su madre que quería un modelo más tradicional. Después del  banquete pensaban ir a bailar un poco a la discoteca del pueblo y luego  coger su todo terreno para ir a la finca a pasar su noche de bodas  En los pueblos es muy habitual que todo el mundo quiere pagar una ronda y por no hacer el feo siempre se acaba bebiendo mucho mas de la cuenta.

Los padres de Isabel se fueron pronto a casa y se quedaron los novios con los amigos del pueblo. La mujer de Antonio estaba cansada y se fue delante con  tres de los pastores de la finca, los otros tres se quedaron con Antonio, los novios y los amigos. Como era de esperar terminaron cerrando la discoteca borrachos como cubas, especialmente el novio obligado a brindar una y otra vez con todos.

Isabel era una chica morena,  muy delgada, 1.70 de estatura,  una 90 de pecho, firme y turgente a su edad que resaltaba en aquella figura tan delgada. El vestido blanco de novia era entallado, resaltando su figura, un escote tipo barco que se ahuecaba con facilidad cuando se inclinaba hacia adelante y tenía que poner su mano para evitar que se viese más de la cuenta. Mangas largas, terminadas en puños de fina blonda al igual que los bajos del vestido que le alcanzaba un poco más arriba de las rodillas. Cremallera a la espalda que llegaba desde su cuello hasta la cintura, medias y zapatos blancos. Como todas las novias estaba preciosa.

Cuando por fin lograron echarles de la Discoteca para cerrar, eran los últimos que quedaban. Los amigos del pueblo se fueron a sus casas, dos de los pastores llevaban en volandas al novio que era incapaz de sostenerse de pie. Isabel iba borracha pero conseguía caminar apoyada en su cuñado Antonio y en otro de los pastores, entre los dos la llevaban sujetándola por la cintura.

El solar detrás de la discoteca del pueblo que hacía de parking estaba completamente vacío a excepción de los  dos grandes todoterrenos de los hermanos.  Durante aquel pequeño recorrido la mano de Antonio en la espalda de su cuñada había deslizado la cremallera del vestido hasta media espalda sin que ella se diese cuenta de nada. Con la cremallera bajada el vestido se ahuecaba bastante por delante dejando a la vista con facilidad el sujetador blanco de encaje semitransparente que llevaba la novia.

-¿Tiene buenas tetas la novia, verdad? –pregunto Antonio al pastor que iba al otro lado de su cuñada viendo que se le iban los ojos mirando el escote de Isabel y que esta con los ojos medio cerrados, borracha,  caminaba mas arrastras que por su propio pie.

-Uff no vea jefe, me tiene empalmado toda la noche, cada vez que se inclinaba un poco y se ponía la mano en el escote para que no se las viéramos se me iban los ojos.  ¡Nos pasamos la vida en el monte con las ovejas, sin ver una mujer, usted me comprende! –decía el pastor que hacía meses no estaba con una mujer. Al igual que sus compañeros de trabajo que iban todos mas salidos que los monos.

-¿Te quedan porros? ¿Por qué no te lías uno y nos lo fumamos tranquilamente antes de ir a la finca? –sugirió Antonio al pastor

        

Los que iban delante con el novio habían llegado a los coches, Antonio les gritó que subieran al novio al asiento de atrás de uno de los todoterrenos mientras el apoyaba la espalda de Isabel en el lateral opuesto del otro vehículo. Si el novio se despertaba no podía ver lo que ocurría al otro lado del segundo coche.

-¿Nos fumamos unos porritos chicos antes de ir a la finca? –preguntó Antonio viendo que el pastor encargado de liarlos ya terminaba el primero y se lo estaba ofreciendo.

         Antonio lo encendió y dio un par de caladas, estaba de pie frente a su cuñada que apoyada su espalda en el coche mantenía la vertical pero se la veía muy perjudicada. Los tres pastores colocados a ambos lados de su jefe formaban un semicírculo delante de Isabel.

-¡Dale unas caladas cuñada!, ¡Te sentará bien! –dijo Antonio colocando el porro en los labios de Isabel. Esta tosió varias veces al dar la primera calada pero Antonio volvió a ponerlo en su boca. –Aspira con fuerza cuñada, está un poco fuerte pero veras que rico te sabe –Isabel entre toses le daba caladas, estaba borracha y jamás había probado un porro, era la primera vez en su vida. Mientras tanto el pastor que llevaba los porros seguía haciendo y todos comenzaron a fumar en aquel corrillo improvisado.

-¿Sabéis que nos ha faltado?, sortear las ligas de la novia, en esta tierra es tradicional –dijo uno de los pastores. Era cierto, en aquella zona al menos, era muy habitual que “la liga”, aquella prenda que se ponían las novias en la parte alta del muslo se subastaba al mejor postor entre los asistentes a las bodas. Era una forma de recolectar dinero para la nueva pareja.

-¿Te has puesto ligas Isabel? Tenemos que subastarlas, es la tradición –preguntó Antonio a su cuñada que había recibido la puntilla con aquel porro, estaba completamente mareada.  A pesar del colocón entendió la pregunta y asintió con la cabeza –si que llevo –balbuceó

         Las manos de Antonio cogieron a Isabel de las caderas y comenzaron a recoger el vestido en sus manos haciendo que poco a poco subiera hasta que lo tuvo enrollado en su cintura. Quedó expuesta por completo de cintura para abajo, aquellas medias blancas altas hasta la parte alta del muslo, unas ligas blancas con una cinta azul en la parte superior de las medias las sujetaban y una braguita blanca de encaje con una mancha evidente de humedad en el centro. ¿Se había meado un poco? ¿O estaba excitada?  Se preguntaron todos sin decir nada. Antonio bajo una de ligas primero sacándola por el pie y luego la otra -¿Quién las quiere? –preguntó Antonio, dos de los pastores se las quitaron de las manos.



-¡Estas mojada cochina! ¿Tienes ganas de mear? –preguntó Antonio viendo como Isabel asentía con la cabeza sin ser consciente de donde estaba ni con quien.

         Antonio busco los elásticos laterales de las bragas y tiró hacia abajo, al momento las había quitado y las ofrecía al que se había quedado sin liga que rápidamente se las guardó en el bolsillo.

-Vosotros dos, sujetadla de los sobacos para que no se caiga y la ponemos en cuclillas para que mee –ordenó Antonio y al instante los dos pastores la mantenían agachada en cuclillas mientras Antonio le separaba bien las piernas.

-¡Abre bien las piernas Isabel, te vas a mojar toda! –decía Antonio viendo como su cuñada intentaba hacer lo que le decía pero el chorro de orín salía ya con fuerza de entre sus piernas. Totalmente expuesta, abierta de piernas, meaba, tenía ganas de hacerlo pero no era consciente que estaba mostrando su sexo a aquellos cuatro hombres que se relamían los labios viendo aquel coñito joven pero generosamente poblado de vello negro igual que el de su abundante melena rizada.

-¡Menudo chocho! ¡Qué rico! –dijo uno de los pastores que no se pudo contener. -¡Vaya conejo! ¡Conejo con pelo para joderlo! –añadió otro

-Chicos yo creo que a esta zorrita le esta apeteciendo echar un buen polvo, a fin de cuentas es su noche de bodas. Tal como va no creo que se dé cuenta si se le mete su maridito o nosotros. Yo por lo menos me la voy a tirar, vosotros hacer lo que queráis pero aquí no ha pasado nada ¿entendido? –decía Antonio que le sacaba el vestido por la cabeza mientras los otros  dos la  sostenían.

Antonio abrió la puerta del todoterreno y echó dentro el vestido de novia, las bragas y el sostén que le quitó también. Isabel sostenida por dos de los pastores tan solo llevaba puestas las medias blancas y los zapatos. Le dio la vuelta, la hizo apoyar sus manos en el coche y tiró de ella hacia atrás separándole las piernas. Dos de los pastores a sus costados la sostenían de sus brazos aprovechando ahora para manosear sus pechos desnudos.

Antonio colocado a su espalda entre sus piernas le follo el coño primero y luego el culo hasta que se corrió en él.

-Ahh Ahh Pedro por detrás no, me duele, me duele –decía Isabel con los ojos cerrados pensando que era su marido quien la estaba follando

-Esta putita se lo hace muy bien o se cree de verdad que se la esta follando su marido. Bueno yo ya le he dado mi ración de rabo ¿si alguien más quiere? –dijo Antonio enfundando su verga dentro del pantalón.

        

         Uno tras otro los tres restantes se la pasaron por la piedra, por delante y por detrás, El coño y el cuño de Isabel chorreaban semen cuando terminaron los cuatro pero aquellos pastores ansiosos de una mujer no se daban por satisfechos, la pusieron de nuevo en cuclillas y le follaron la boca uno tras otro hasta que de nuevo se corrieron todos en su boca y en sus tetas.

Mientras los tres pastores repetían Antonio aprovechó para coger la cámara de fotos que llevaba en el coche para hacer varias fotos en la que se la veía a ella perfectamente mamando verga en medio del corrillo de los pastores.  En aquellos años apenas había móviles, Antonio quería tener un recuerdo de la noche de bodas de su cuñada.

Los pastores la limpiaron de malas maneras con un par de pañuelos de tela y luego la vistieron para subirla como un fardo al todo terreno.  Antonio con ayuda de los tres pastores dejaron a los novios, completamente borrachos, desnudos sobre la cama del cuarto del novio.  Antonio estaba seguro que ninguno de los dos recordaría nada de lo ocurrido la noche de bodas, solo él tenía las pruebas con aquellas fotos por si a su hermano se le ocurría volver de la capital y reclamaba de nuevo su herencia.

Al día siguiente, bien avanzada la mañana despertaron los novios y con una terrible resaca después de comer partieron hacia la capital. Ninguno de los dos comentó nada de cómo habían terminado la noche, la verdad es que no recordaban nada.  Aquel día sería el último que se verían los dos hermanos pero eso en aquel momento ninguno de los dos lo sabía.

CAPÍTULO 2: El dormitorio de Teresa y sus hermanos

Las desgracias nunca vienen solas y sino que se lo pregunten a Isabel.  En año 2008 en plena crisis económica su marido fue atropellado por un individuo que se dio a la fuga. Con 36 años se quedo viuda con tres hijos, José y Juan los gemelos de 19 años, apenas le llevaban un año a su hermana pequeña Teresa de 18.  Estaba muy orgullosa de sus hijos, los dos gemelos eran unos mozalbetes altos, guapos, habían salido a su padre. Costaba distinguirlos para quien no los conocía bien, Juan siempre tan bromista, José mucho más callado pero los dos juntos un terremoto. Los tres eran uña y carne, siempre unidos a todas partes. 

Teresa mucho más bajita que sus hermanos, apenas alcanzaba el 1.60 de estatura. Era una monada de chica, muy guapa de cara, morena de pelo cortó para parecerse más a sus hermanos, delgadita pero que para su juventud había desarrollando unas curvas pronunciadas. Cintura estrecha, culito respingón, pechitos firmes, puntiagudos, dos conos desafiantes que se insinuaban en su ropa.

La familia vivía en un pequeño apartamento en el sur de Madrid, de alquiler. Tan solo disponía de dos dormitorios, espaciosos, pero dos. Los tres hermanos se habían criado desde niños en la misma habitación,  sus padres habían instalado una litera para los dos chicos y una camita al otro lado para Teresa. Acostumbrados a verse cambiar de ropa a diario su madre a medida que se hicieron mayores le insistía a Teresa que se cambiase de ropa al acostarse y al levantarse en el baño.

A Teresa nunca le había importado lo más mínimo que sus hermanos la viesen desvestirse, estaba acostumbrada a convivir con ellos. Los tres habían compartido la etapa del desarrollo, de descubrir su propio cuerpo, aquellas sensaciones, los picores en la cama que te impulsan para acariciar el cuerpo. Teresa desde su cama escuchaba sin inmutarse las masturbaciones de sus hermanos que no se reprimían en hacerlo a diario una vez acostados. Ella tardó en imitarles pero cuando comenzó descubrió que aquella sensación le gustaba, le encantaba sentir aquel placer que las caricias de sus dedos provocaban en su cuerpo acariciando su sexo apenas sin vello y sus pechos incipientes. Fue pasando el tiempo y aquello se convirtió en algo natural para los tres.

Seis meses después de fallecer el esposo de Isabel ella  se quedó sin trabajo. El pequeño negocio que habían montado con su marido Pedro al venir del pueblo con la crisis habían tenido que cerrarlo.  Autónoma, sin derecho a desempleo y con los pocos ahorros que le quedaban apenas alcanzaba para pagar el alquiler del pequeño apartamento...  Aguantó como pudo durante medio año hasta que sus hijos terminaron el curso escolar en el instituto y a ella se le terminaban los ahorros. Llevaba un mes sin pagar el alquiler, la situación era insostenible. Limpiaba casas, cuidaba niños, abuelos, pero incluso aquellas tareas cada día estaba peor encontrarlas. Cuanta más gente se quedaba en paro más personas se ofrecían para los peores trabajos que antes solo hacían los inmigrantes. Cuando no la veían sus hijos se pasaba el día llorando por la impotencia. 

Con 36 años era una mujer atractiva, rondando el 1.70 de estatura, delgada, una melena rizada morena que llegaba a sus hombros. Ojos grandes, negros, de mirada penetrante. Talla 90 de pecho, no excesivo pero que en su figura delgada destacaba al mantenerlo firme, elevado, desafiante. Cintura estrecha, nalgas poderosas, un culazo de los que te giras al verlos pasar. Sus penurias económicas hacían que no pudiese lucir aquel tipazo, un par de vestidos desgastados, pantalones vaqueros raídos por el uso, camisetas de mercadillo o de compradas en tiendas de ropa de segunda mano. 

El propietario de una de aquellas tiendas de segunda mano a las que Isabel solía entrar para curiosear se fijó en ella.  La había visto entrar varias veces y no comprar nada, le ofreció una hora de trabajo al día limpiando aquel pequeño negocio. Por supuesto sin contrato, sin seguros, cobrando en B, pero para Isabel en la situación que se encontraba aquellos 50 euros a la semana le garantizaban la comida para sus hijos y aceptó encantada. 

Al día siguiente Isabel comenzó a limpiar en aquella tienda, a primera hora antes de abrirla al público. Antes de marcharse se le ocurrió pedirle al propietario si podía adelantarle los 50 euros de la semana para hacer la compra. El hombre la miró de arriba abajo sacó su billetera y puso dos billetes de 50 sobre el mostrador de la tienda -¡Claro que si guapa!, te doy 100 y a cambio me limpias las cañerías a mi también-, Isabel tragó saliva y sin pensarlo cogió aquellos dos billetes. Tuvo que hacerle una felación allí mismo y después apoyada de pie en el mostrador se la folló. 

Cuando Isabel volvió a limpiar a la tienda pensaba que con aquel polvo del día anterior ya había saldado la cuenta. -¡Que te piensas puta! Te adelanté 50 pavos para que limpies toda la semana y otros 50 por los extras de la semana. ¡Ya estas poniendo el culo! o les cuento a todos del barrio incluidos tus hijos lo puta que es su madre-. Volvió a tragar saliva y asustada se volvió a dejar hacer, la folló todos los días de la semana por aquellos miserables 50 euros,  la humilló y usó como quiso. Isabel no volvió a entrar nunca más en la tienda Ella sabía perfectamente que si la situación económica no mejoraba su única salida sería la prostitución. 

Estaba desesperada, cansada de patear todos los días  empresas entregando su curriculum, en aquellos meses en lo más duro de la crisis las empresas estaban ´más interesadas en despedir que en contratar personal. En aquellos momentos en España muchas familias en circunstancias parecidas sobrevivían gracias a la ayuda del núcleo familiar cercano, padres, abuelos, acogían en sus casas a muchas parejas jóvenes en muchos casos con hijos.  Con su modesta pensión y la vivienda pagada resistían todos juntos las inclemencias de la Crisis Económica.

Isabel no tenía a quién recurrir, sus padres y los de su difunto marido habían fallecido.  No tenía hermanos, tuvo que llegar el día del funeral para reencontrarse al único hermano de su difunto esposo,  Antonio su cuñado, que seguía viviendo en el pequeño pueblecito de los pirineos dedicado a sus vacas. Sentada en el sofá recordaba la conversación que mantuvieron el día del funeral con su cuñado. Durante todos aquellos años que había vivido en Madrid, su marido Pedro jamás quiso volver a tener relación con su hermano. Para Pedro la etapa de su vida en la finca familiar había quedado zanjada al cederle todos los derechos a su hermano.

-Siento volver a verte  en estas circunstancias Isabel. Han pasado muchos años, yo también tengo hijos,  Jorge el mayor que conociste de chaval ahora casi es de tu edad, tiene ya 34 años y Rosa la pequeña apenas 18 recién cumplidos, creo que un poco mayor que la tuya. Recuerdo que las dos estabais embarazadas cuando celebramos tu boda. Me preocupa mucho Jorge, es muy introvertido, nunca ha tenido pareja, a este paso me quedo sin descendencia. Le afectó mucho el abandono de su madre cuando su hermana pequeña apenas tenía dos años -comentó Antonio, obviando decir  que su hijo desde  las circunstancias del abandono de su madre se comportaba de forma violenta con  todas a las mujeres a las que tachaba  de putas.  No se cansaba de recriminarle a su padre que según el había sido demasiado blando –si la hubiese tratado con mano dura, bien amarrada en casa, no se habría marchado –le decía Jorge repetidamente.

-¡No te preocupes cuñado, todavía es joven!, seguro que estas a tiempo de tener nietos -respondió amable Isabel

-No te creas cuñada, es una zona muy poco poblada, el hace pocos esfuerzos por salir del pueblo para conocer alguna mujer y cuando ha tenido alguna … las chicas prefieren vivir en la ciudad en lugar del campo. -decía Antonio apesadumbrado

-¡Me hubiese encantado conocer a tus hijos, cuñado! -dijo sincera Isabel

-Desgraciadamente se han tenido que quedar a cuidar a los animales, las vacas y las ovejas tienen la mala costumbre de comer todos los días Jajaja -rió Antonio de forma un poco grotesca.

-¿Y tu mujer?, ¿Qué fue de Sole? -preguntó Isabel

-Tuve mala suerte, me salió un poco puta y nos abandonó a la primera ocasión que tuvo. Rosa era muy pequeña cuando nos abandonó su madre. Decía que el campo no era para ella, me lo repetía mucho después que vosotros vinisteis a la capital.-explicó triste Antonio

-”Dios da pan a quien no tiene dientes”, para mí vivir en el campo habría sido una dicha, ¡me encanta la naturaleza! Me crié en el pueblo como bien sabes, vinimos aquí por Pedro, era su ilusión -dijo Isabel, en sus palabras se notaba que lo decía de corazón

Antonio se la quedó mirando de arriba abajo, no comentó nada pero en su cabeza nacía una idea ¿Habría encontrado la mujer ideal para su hijo? Antonio tenía claro que si por su hijo fuera se iba a quedar sin descendencia, su mal carácter y su odio visceral a las mujeres a las que consideraba unas putas por comparación con su madre hacían que fuese difícil de emparejar. Isabel era una mujer atractiva, con experiencia y  lo suficiente joven como para poder tener más hijos, necesitada de rehacer su vida y parecía que la vida en el campo le gustaba.  La angustia económica de Isabel y la necesidad de darles un futuro a sus hijos hacían que fuese más fácil de convencer. Era una candidata perfecta, el hecho de que fuesen tía y sobrino no debería ser un obstáculo insalvable... 

-Pues cuando quieras puedes venirte con los chicos a pasar unos días o el tiempo que quieras. Aquello ya sabes que es muy tranquilo pero muy sano, a los chicos seguro que les encanta y con sus primos harán buenas migas. Voy a darte mi número de móvil personal así no tienes que llamar al pueblo para dejarme recado como ahora para el funeral. Donde tenemos la granja  hay mala cobertura, pero tu deja  recado y yo te llamo cuando lo escuche -dijo Antonio muy amable

-Yo siempre lo llevo encima, en la capital no podemos vivir sin el móvil.  Eres mi único pariente Antonio, no tengo a nadie más, solo tu familia y mis hijos. -respondió Isabel que jamás recordó lo que había ocurrido su noche de bodas.

A Isabel su cuñado con los años  le pareció el típico hombre rudo de pueblo, grandote, aparentemente bonachón.  Rondaría los cincuenta y muchos y sobrepasaría el 1.80, complexión fuerte, una barriga prominente estilo camionero, poco pelo, la verdad era que podía ser buena persona pero desde luego atractivo no.  Su hija Teresa cuando tuvo ocasión le confesó que aquel hombre le daba un poco de miedo, decía que le faltaban dientes el boca, le olía mal el aliento y la aquella nariz tan grandote le hacía parecerse a un ogro. 

-Es tu tío cariño, las personas que viven en el campo se cuidan menos que los de la ciudad. El trabajo es muy duro por eso aparenta mas años de los que tienen. Pero es nuestra única familia, hermano de tu padre y se ha ofrecido para que les visitemos cuando queramos. Se quedará un par de días con nosotros en casa -explicó Isabel a su hija.

         Antonio estuvo un par de días en casa de Isabel y sus sobrinos durmiendo en el sofá, la casa no daba para más. Al segundo día estuvo solo durante varias horas en el pequeño apartamento, Isabel tenía que limpiar en un par de casas y sus sobrinos habían salido. Necesitaba hacer unas gestiones con un ordenador relacionadas con una venta de terneros y buscó en el cuarto de sus sobrinos si tenían un PC. 

Eran una familia humilde pero como en la mayoría de las casas allí estaba, lo encendió y comprobó que no estaba protegido por contraseña, en unos minutos realizó la gestión que tenía que hacer y se quedó un rato cotilleando en el ordenador de sus sobrinos. Llevaba un rato curioseando cuando encontró una carpeta de fotos y videos disimulada con un nombre que ponía “tareas de clase” -¡menudas tareas!- pensó al ver el contenido. La  mayoría eran fotos de su sobrina sola, probándose ropa en aquel cuarto, algunas acariciándose, otras en posturas obscenas incluso algunas en las que su sobrina masturbaba a uno u otro hermano. ¡Vaya con la cría! Dijo al ver que también había mamadas de Teresa a sus hermanos. ¡Puta la madre puta la hija! Pensó al ver aquello.

Dentro de la carpeta general había una subcarpeta que ponía “fotos de papa”, estaba claro que los chicos le habían copiado a su padre fotos íntimas que había hecho a su mujer ajeno a que sus hijos las pudieran descubrir. Típicas fotos íntimas de pareja, posando en ropa provocativa, lencería y algunos desnudos en poses obscenas ¡sigues teniendo un buen polvo cuñado y eres tan guarra como siempre con ese coño peludo sin afeitar! Se decía Antonio para sí viendo aquellas fotos y con la verga dura como un palo que se acariciaba por encima del pantalón.

Por último Antonio vio que había unas fotos de las últimas vacaciones que había pasado su familia el año anterior en Ibiza. El matrimonio y sus tres hijos posaban por la ciudad, en un barco, excursiones a Formentera, playas nudistas, incluso algunas que los chicos habían hecho a sus padres a escondidas mientras sus progenitores tenían un calentón en una cala.

Antonio sacó el pendrive del bolsillo donde llevaba la documentación de los contratos de terneros que había enviado minutos antes y copió aquellas carpetas de fotos y videos íntimos de su cuñada y sus sobrinos. Había material para unas buenas pajas tranquilamente. Dejó todo como lo había encontrado y regresó al salón. Al día siguiente regresó al pueblo.

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Isabel estaba en casa recordando las  conversaciones mantenidas con su cuñado cuando fue para el funeral de Pedro, Sentada en aquel viejo sofá de casa, desconchado.  Sin encontrar una salida para poder sacar a sus hijos adelante comenzó a llorar, la angustia y la impotencia de no poder hacer nada la superaban. El sonido de su móvil la hizo reaccionar  ¿Quién será?, se preguntó, ilusionándose con que quizás fuese una de las muchas empresas a las que había entregado el curriculum descolgó el móvil. 

En aquel momento se dio cuenta que la llamada era de su cuñado, Antonio, no habían hablado desde el funeral. 

-¿Que tal cuñada?, ¿como va todo? -sonó el vozarrón de Antonio.

-Aguantando, las cosas no son fáciles en la capital -respondió la voz triste de Isabel que a duras penas contenía el llanto. 

-Yo te llamo porque me gustaría que vinieras con los chicos a pasar unos días, bueno más que unos días el verano con nosotros. Imagino que los chicos tendrás vacaciones ya en el instituto y como me dijiste que te encanta la naturaleza pensé que os podría apetecer. ¿Qué opinas?



         Isabel recordó que le había comentado a su cuñado  que los dos gemelos eran muy malos estudiantes y habían tenido que repetir curso. Ahora estaban en la misma clase que su hermana Teresa. La pequeña sí que era muy buena estudiante pero en aquellos momentos Isabel no se podía permitir que su hija fuese a la universidad. Lo cierto era que para sus hijos aquel era un momento muy complicado, sin poder seguir estudiando, sin opciones de un trabajo, el futuro se presentaba muy negro para los tres en la capital.

-No te puedes imaginar en qué momento más oportuno llamas, la verdad es que a los chicos y a mí nos vendría bien un cambio durante un tiempo. Sigo sin encontrar trabajo, está fatal encontrar algo con esta maldita crisis. Y la situación de mis hijos ahora que han terminado el instituto es igual de complicada. No nos podemos permitir que vayan a la Universidad y trabajo ahora mismo aquí es misión imposible.-explicaba Isabel a su cuñado.

-Pues nada mujer, veniros al pueblo, aquí nunca faltará un techo y un plato de comida caliente. Lo que si necesitamos son manos que nos ayuden, cada vez estamos menos gente en los pueblos. –respondió Antonio

-El trabajo no me asusta, llevó meses buscando algo sin cesar y no sale nada -decía Isabel compungida y esta vez no pudo contener el llanto.

La voz amable de Antonio al otro lado de la línea intentó consolarla -¡Tranquila cuñada!, para eso estamos la familia. No llores, ahora mismo te envío un giro con algo de dinero para que compres los billetes y lo que necesites. Dame tu número de cuenta o de tarjeta y te lo ingreso -la voz de Antonio sonó sincera. Escuchar el llanto de su cuñada le hizo darse cuenta al instante que lo debían estar pasando muy mal y su ofrecimiento fue espontáneo.

         Antonio desde que la conoció en el funeral tenía claro que su cuñada lo estaba pasando muy mal en la capital pero aquel llanto le dejó claro hasta qué punto estaba desesperada. Mantenía la intención de emparejarla con su hijo y aquella desesperación de su cuñada facilitaba que ella se viese obligada a aceptar la propuesta. Tendría que esperar el momento oportuno para ello pero las cosas iban según tenía planeado. 

-¡Gracias Antonio!, no sabes cuánto me ayuda lo que dices, prometo que te devolveré lo que me envíes pero la verdad es que ahora me vendría muy bien ese dinero para ir al pueblo. Lo cierto es que tengo que dejar el piso donde estamos, es de alquiler,  ya no lo podemos pagar a fecha de hoy debo una mensualidad. Tengo que empacar las pocas cosas que tenemos-respondió Isabel agradecida al tiempo que le daba su número de tarjeta crédito de prepago, cualquier ingreso le sería de gran ayuda para poder salir de la capital con sus hijos.

-¡Claro mujer ahora mismo te envío dinero! ¿Con mil euros te apañas? si necesitas más dímelo eh quiero que vengas al pueblo tranquila. Empaca todo lo que tengáis vuestro en casa y lo mandas con una compañía de mudanzas, ahora te envío la dirección al móvil. Yo pago el transporte cuando llegue -añadió generoso el cuñado

-¡Mas que suficiente Antonio!, Muchas gracias, me haces un gran favor. No sé cómo podría agradecértelo -respondió Isabel

-Yo sí, ¡ayudándome con las vacas cuando vengas! Jajaja

-Será un placer Antonio, me encantan los animales. No te preocupes, te devolveré tu hospitalidad con mi trabajo muy gustosamente. Y no te preocupes por mis hijos, tampoco serán una carga, les encanta la naturaleza, son trabajadores y muy maduros para su edad. Seguro que podrás contar con ellos también -dijo Isabel agradecida y feliz. Realmente deseaba con ganas lo que ella imaginaba como la vida tranquila del campo.

-¿Sabes?, me gustaría tener alguna foto reciente de mi hermano, no tengo ninguna de los últimos veinte años. Me gustaría alguna reciente  que estéis los cinco. Eso para mí vale más que el dinero, te cambio alguna foto reciente vuestra con mi hermano por los mil euros Jajaja -sonó la risa de Antonio

Isabel se quedó pensativa, su difunto marido no era muy aficionado a las fotos, tenía muy pocas desde la boda. Pero a su mente vino la imagen de las últimas vacaciones los cinco juntos. Se acordó que el verano pasado habían disfrutado unos días los cinco en Ibiza. Su marido les había regalado un móvil nuevo a los chicos por aquellos días  y no dejaron de hacer fotos los dos todas las vacaciones. Isabel recordó que luego sus hijos habían creado un álbum de fotos online y le enviaron el enlace al móvil. Había muchas fotos de los cinco paseando por el casco viejo de Ibiza, las terrazas, los paseos en barco, la visita a Formentera...etc. Busco el enlace de aquel álbum y se reenvió a su cuñado.  

Ya se lo había reenviado a su cuñado cuando vio una anotación en el álbum de su hijo Juan -mamá he agrupado en un solo álbum todas las fotos de las vacaciones, las de la playa estaban en otro y creo que no las has visto ¡No te enfades al verlas eh!-. Los ojos de Isabel se abrieron como platos, al ver que junto a las fotos típicas de vacaciones en aquellas otras  estaban los cinco disfrutando de la playa pero había un pequeño detalle, era una playa nudista, en una de ellas su hija y ella sentadas una a cada lado de su difunto marido estaban en una pose un poco obscena, con las piernas abiertas, enseñándolo todo. Y no eran las únicas,  sus dos hijos se lo habían pasado en grande aquel día haciéndoles fotos a su madre y su hermana en la playa. Su hija posaba en otras para sus hermanos en unas rocas cercanas al mar en posturas más propias de una revista porno que de un álbum familiar.  

Incluso habían tomado fotos de Isabel y su marido “acaramelados” sobre la toalla en una cala desierta pensando que sus hijos  que estaban haciendo snorkel seguían en el agua. ¿Acaramelados?, estaba claro que no era la palabra adecuada, Isabel recordaba aquel día de calor, sola con su marido desnudos, tumbados en la toalla tomando el sol, en una cala pequeña,  paradisíaca, desierta, mientras sus hijos llevaban una hora sin salir del agua ni parecían tener intención de hacerlo. Su marido había tenido una erección que ella lejos de apagar se encargó de estimular acariciando su verga, primero con las manos y luego con su boca. Había terminado montada sobre su marido y teniendo sexo ajena por completo de que eran observados por sus hijos que agazapados disfrutaban como adolescentes curiosos viendo la pasión de sus padres. Bueno, ¡no solo viéndolo!, disparando fotos sin cuento con los móviles. 

Aquello había sido una especie de broma del momento, una “travesura” de hijos adolescentes. No ocurriría nada de haberlo visto sola, incluso se reiría con sus hijos. Pero ahora ¡Maldita sea!, había enviado aquel álbum de fotos  que incluía todas esas imágenes íntimas a Antonio, No parecían las fotos más adecuadas para enviar a un cuñado. Isabel se moría de vergüenza, no sabía que decirle a su cuñado que se estaba portando tan amable al ofrecerles su casa y enviarle dinero para el traslado.

-Perdona Antonio, te he enviado el enlace a un álbum de fotos digitales que crearon mis hijos de las vacaciones. Ahora al verlo me doy cuenta que mis hijos han incluido en ese álbum fotos digamos mas bien “indiscretas”. Estoy avergonzada, la verdad es que no se qué decir, me siento incómoda por no haber visto antes lo que te enviaba.

-Jajaja ¿por?, ¿estáis en bolas en una playa nudista? Jajaja -sonó la risa burlona de Antonio que parecía estar pasándoselo en grande.

-No te burles, tu hermano les había regalado un móvil nuevo a los chicos y estos se dedicaron a hacer fotos sin cuento. Yo solo había visto las de las de las excursiones.  Si se entera mi hija Teresa que la has visto desnuda me mata también. -se excuso Isabel.

-¡No te preocupes cuñada!, no hay que darle tanta importancia a las cosas. Aquí tenemos un lago precioso cerca de casa, mis hijos y yo nos bañamos desnudos siempre, cuando vengáis podemos ir todos juntos, te encantará. Así estaremos empates Jajaja. Nunca les diré a tus hijos que he visto esas fotos, seleccionaré alguna que estéis los cinco en plan decente que se puedan imprimir y listo. Solo quiero algún recuerdo de mi hermano, no me interesan las demás ¡Tranquila, olvídalo! -el tono chistoso de Antonio le gustó a Isabel que intentó olvidarlo y no darle  más importancia. Aunque por muy abierta de mente que fuese no podía dejar de sentirse terriblemente avergonzada.

La conversación continuó durante un buen rato hablando de banalidades. Isabel y su cuñado acordaron en un par de días empacarían  todo y el fin de semana cogerían el autobús para ir al pueblo. Antonio iría con su furgoneta a recogerlos a la estación más próxima a unos diez kilómetros de la granja.  Isabel cambió el rostro, cesaron su lagrimas, era feliz, si podían pasar con su cuñado el verano le suponía un gran alivio. Antonio le había insinuado que si a sus hijos les gustaba podrían quedarse todo el tiempo que quisieran, a cambio ella  y sus hijos ayudarían en la granja... ¡Ojalá les guste!, se dijo para sí, necesitaba un cambio en su vida y dejar de pasar penurias en la capital.

La mayoría de las veces las cosas no son buenas o malas en sí mismas, todo depende de los ojos con que se miren. Siempre había educado a sus hijos sin tabúes,  un cuerpo desnudo o el sexo le parecían lo más natural del mundo. Isabel siempre estaba abierta a responder cualquier inquietud que tuvieran sus hijos sobre estos temas. En su casa no había puertas cerradas, no ocurría nada si uno de sus hijos o ella entraba al baño y en la ducha había alguien. Todo eso estaba muy bien, pero ver aquellas fotos tomadas a escondidas mientras ella y su marido practicaban sexo en aquella cala escondida no le había gustado lo más mínimo. Y mucho menos la actitud de su hija pequeña en las fotos que posaba para sus hermanos en las rocas, sabía que aquello no había sido más que un juego de tres jovencitos.  En cualquier caso no eran fotos inocentes en una playa nudista, eras poses insinuando actitudes sexuales, claramente obscenas, provocativas, donde Teresa posaba completamente expuesta para sus hermanos, acariciándose, abriendo su sexo o sus nalgas ¡Que locura! ¿Que va a pensar mi cuñado?, se imaginará que somos una familia de degenerados, ¡pobre Antonio!, pensaba Isabel. En cualquier caso nada más que llegasen sus hijos a casa iba a hablar seriamente con ellos.

Isabel meditaba sobre aquello sentada en el viejo sofá del salón. ¿Les había educado con una mentalidad demasiado abierta? no dejaba de hacerse aquella pregunta. La actitud de su hija en aquellas fotos era lo que más le preocupaba.  Recordó en aquel instante un día que Teresa, mostraba orgullosa a sus hermanos el desarrollo de sus senos en el salón cuando su madre llegó a casa. -Hija por favor no andes por casa con las tetas al aire, podría venir cualquiera- recriminó Isabel en tono cariñoso. La respuesta de la jovencita fue decir -Mamá no seas carca, son mis hermanos. ¿Sabes? he aumentado una talla, pronto tendré un buen par de peras como las tuyas-. Isabel la miró y se sonrió diciéndole -te falta mucho para eso hija mía, pero algún día las tendrás te lo aseguro-. Teresa siguió con la camiseta levantada y sus dos manos aferradas a sus senos, feliz por su crecimiento. Sus hermanos se reían felices burlándose de la pequeña y diciendo que era una cría y seguía teniéndolas pequeñas. Uno de los dos se atrevió a decir -¡Enséñaselas mamá!, que vea que le falta mucho para eso-, Isabel sabía que justo aquella mañana el chico se las había visto en la ducha y lo tomó como una broma más -No es momento de organizar una competición de tetas ahora. Venga, a poner la mesa mientras yo preparo la cena- les dijo con una gran sonrisa. Aquella era la actitud y el ambiente que se vivía en casa de Isabel con sus hijos, total naturalidad. ¡Demasiada! por lo visto en aquellas fotos, debería haber cortado aquellas actitudes de sus hijos a medida que se iban haciendo mayores, ya no eran unos niños

Aquella tarde cuando sus tres hijos estuvieron en casa recibieron una buena reprimenda. No tanto por las fotos que habían hecho a ella y su marido practicando sexo de las que ella se sentía responsable de  no estar vigilante y haberse sabido contener aquel día en la playa. Isabel se sentía molesta por la actitud de su hija en las otras, consideraba responsables a sus hijos por alentarla y haberlas hecho. El responso que les soltó fue de campeonato. 

Luego más tranquila les comento las novedades relacionadas con pasar el verano en el pueblo de la montaña con su tío, inicialmente no les hizo ninguna gracia a ninguno de los tres.  Sin embargo los tres hijos eran conscientes de la delicada situación económica de su madre, había sido franca con ellos y todos  aceptaron aquel verano en la montaña como un mal menor. 

Una vez que los tres estuvieron en el dormitorio, a solas, preparados para acostarse y ya  con la puerta cerrada José y Teresa recriminaron a Juan la tontería de haber subido aquellas fotos al álbum de las vacaciones.

-¡Joder lo siento!, no pensé que fuese para tanto -decía Juan agobiado por sus hermanos.

-¡idiota! me dejé hacer aquellas fotos para vosotros, no para que las viera mama. ¡Se acabaron los juegos! A partir de ahora os hacéis las pajas pensando en Caperucita, conmigo no contéis -dijo Teresa enfadada

-¡Oye Tere a mi no me metas en esto!, ha sido una cagada de Juan. Y tienes que saber que me la ha puesto palote recordar aquel día de las fotos. ¡Estabas perrísima tía!  ¡Ven a mi cama anda!, las vemos juntos y te haces un dedo mientras me pajeas que me gusta mucho ¡porfa! -decía José con voz mimosa intentando convencer a su hermana.

-¡Háztela con el calcetín capullo!, ¡Se acabó esto de las pajas!, ¿No has oído a mamá? Le ha faltado poco para llamarme puta, imagínate si se entera del cachondeo que nos llevamos por las noches. ¡Estáis más salidos que los monos! -dijo Teresa cabreada

-¡Mira quien fue a hablar!, ¡La Santa!, Pero si te chorrea el chichi cada vez que nos la cascas, ¡te gusta más que a nosotros!, ¡No seas hipócrita!, ¡Te mueres de ganas por que te la metan de una puta vez! -replicó Juan desde la litera superior.

-¡Cállate, ya la has cagado bastante!, Tengo ganas de hacerme un dedo tranquila, sin escuchar idioteces -dijo Teresa zanjando la cuestión y concentrándose en sus dedos que ya habían comenzado a toquetear su sexo y acariciaban su clítoris con ganas.

José en la litera de abajo no se daba por vencido, miraba a su derecha para ver a su hermana en la cama. La fina tela de la sábana que la cubría marcaba su silueta, se notaba el movimiento de la mano acariciando la entrepierna. No pudo aguantarse más, salió de la cama, desnudo completamente como estaba y se acercó a la cama de su hermana. 

-¡Venga Tere, hazme un hueco, no te enfades! ¡Una rapidita, que estoy a punto! ¡Va! -insistía José arrodillado junto a la cama de su hermana.

Tere echó la sábana hacia atrás, no tuvo que insistirle mucho. A ella también le daba mucho gusto pajear a sus hermanos, no le costaba alcanzar el orgasmo mientras lo hacía y se acariciaba ella también con la otra mano. Aquello se había convertido en un vicio diario difícil de controlar, cuando lo intentaba sola le costaba muchísimo más tiempo alcanzar el placer. 

José se metió en la cama y se tumbó en un lado boca arriba, Tere a su derecha se puso de costado y comenzó a pajearle mientras se tocaba el sexo con la otra mano. 

-¡Que mal acostumbrados os tengo!, ¡Tengo ganas que tengáis novia y se encarguen ellas de esto! -mintió Tere. Aquella idea hacía tiempo que le rondaba por la cabeza ¿que ocurriría si cualquier día sus hermanos se echaban novia?, ¿aquel placer diario que disfrutaban los tres se acabaría?, no quería pensar en aquello se concentró en pajear con ganas a su hermano y en darse placer a ella misma. 

-¡Estoy a punto Tere, estoy a punto! -dijo José sintiendo que estaba a punto de correrse

-¿Llevas el calcetín? ¡No vayas a pringar la sábana que ya solo me faltaba eso con mamá!, ¡ten cuidado cuando la sueltes! -advirtió Tere a su hermano

-¡No te preocupes tata!, Llevo el calcetín de las pajas en la mano -respondió José ´quitando la mano a su hermana y enfundando la verga en el calcetín para correrse dentro de él.

-¡A ver si lo lavas de una vez! ¡Sois unos guarros! -respondió Tere al ver como si hermano se corría un día más en aquel calcetín

José salió de la cama una vez terminada aquella tarea diaria, imposible dormir con los deberes sin hacer. Tere se concentró de nuevo en ella misma, olfateó la mano con la acababa de masturbar a su hermano y se sintió más excitada, aquel aroma fresco, vital, podría reconocer a sus hermanos perfectamente por el olor. Toda una vida creciendo juntos, notando aquel roce, aquella complicidad difícil de explicar a nadie.

Concentrada como estaba en ella, con los ojos cerrados, sintiendo su propio placer, sus caricias, sus dedos recorriendo su sexo y sus pechos. Ni se dio cuenta que Juan había bajado de la litera superior y estaba agazapado junto a su cama. 

-¡No te enfades Tere! Venga hazme un sitio, ¡me toca! -decía meloso su otro hermano desnudo por completo y con una erección de caballo que Tere no podía ver acurrucado como estaba fuera de la cama.

Tere suspiro resignada, estaba muy cerca de llegar al orgasmo, en aquel momento más que pajear a su hermano le apetecía disfrutar de su propio orgasmo. -¡No seas pesado!, ¡Ahora me apetece mi dedo! Ya te he dicho antes que estás castigado. ¡No pienso pajearte Juan!- le dijo

-¡Pues date la vuelta y levanta el culo!, ¡Te la restriego por la raja! ¿Eso te encanta no? Así terminas tu dedo -dijo Juan intentando complacer a su hermana

A José solo le gustaba que le pajeara su hermana de modo tradicional pero Juan había probado varias veces a frotar su verga en el sexo de su hermana y aquello a Tere le encantaba. Al  escuchar la propuesta de su hermano instintivamente se mordisqueó los labios humedeciendo aquella piel carnosa que tenía

-¡Esta bien!, espera que me coloco. ¡Pero no la metas eh! Solo frotar de arriba abajo, desde el culo hasta el final de la raja -dijo Tere echando la sábana hacia atrás. 

Llevaba puesto un camisoncito corto, las bragas se las había quitado y  estaban en el suelo junto a la cama. Se dio la vuelta, se apoyó en las rodillas y levantó el culo al tiempo que separaba las piernas. Juan se colocó a su espalda y alargó su mano para acariciar la entrepierna de su hermana. En el último año el vello púbico de Teresa había crecido bastante. De aquellas fotos en la playa tan polémicas donde su hermana lucía un sexo con vello pero bastante despejado en aquel año la selva se había poblado de pelo. 

-¡Vaya potorro peludo se te ha puesto!, ¿Por qué no te lo afeitas hermana? Cada día me cuesta más encontrar la raja -protestó Juan que no le gustaba nada aquella incomodidad.

-¡Cállate! ¿Te digo yo que te rasures la polla? ¡Frota pero no la metas! -repitió de nuevo Teresa que boca abajo en la cama ofrecía el culo en pompa a su hermano mientras ella se concentraba en acariciarse el clítoris.

Juan sabía muy bien lo que le gustaba a su hermana, miró hacia la litera y vio que José se había quedado completamente dormido. Se cogió la verga con la mano y comenzó a frotarla desde el ano pasando por la raja hasta que chocó con la mano de su hermana. Retrocedió de nuevo despacio hasta volver al punto de partida. Cada vez que lo hacía notaba como el sexo de su hermana se humedecía poco a poco, instintivamente los labios vaginales de Teresa se abrían al notar la presión de la verga de su hermano deslizándose por ellos.  Ella aumentaba las caricias sobre el clítoris cada vez más fuertes, ahora en círculos, se estaba poniendo a cien. Notó el glande de su hermano entrando en su vagina, Juan no estaba presionando, sabía que estaba tan mojada que solo con deslizarlo encima entraba solo. A nada que Juan presionara un poco se la podría calzar con seguridad hasta la empuñadura. 

-¡No la metas Juan! Sabes que no tomo nada -recordó Teresa. 

-¡Esta bien!, ¡Ahora aguanta un poco!, ¡No hagas ruido!, Voy a probar de nuevo por detrás, el otro día casi entra  Hoy lo haré primero con los dedos -dijo Juan aproximando la punta de la verga al ojete de su hermana. Inclinó el cuerpo hacia adelante y escupió primero en la entrada del culo un par de veces. Metió un dedo y luego dos, penetrándola con ellos en círculos.

-¡Mmm con los dedos me gusta! -respondió Tere que agradecía la novedad de aquellas caricias en su culito.

Juan esta vez tuvo paciencia, escupiendo varias veces y repitiendo aquellas penetraciones con sus dedos en el ojete de Teresa. Ella seguía acariciando su clítoris con la mano al mismo tiempo y no tardó en correrse, aflojó las rodillas y su cuerpo cayó sobre la cama dejando fuera los dedos de su hermano. Aquel día Juan no estaba por la labor de rendirse tan pronto, sus dos manos cogieron de la cintura a su hermana y volvieron a colocarla en la postura anterior cuando se recuperó un poco del primer orgasmo. 

-¿Seguimos? -preguntó pero fue una afirmación porque sus dedos ya habían entrado de nuevo en el culo de su hermana. Ella metió de nuevo la mano entre sus piernas y reinicio las caricias en su sexo.

-si, no pares -respondió Teresa

Ahora Juan escupió de nuevo pero esta vez en su mano para lubricar con ella su verga. -¡Aguanta ahora! voy a probar con la polla- dijo presionando el glande en el ojete de su hermana. Estaba ya con la boca seca pero intento sacar algo más de saliva y depositarla en la punta del glande. La erección era muy consistente, dura como un palo y la verga hermosa pero no excesiva, empujó con fuerza y el glande se deslizó dentro. Espero un poco y empujo de nuevo, sin prisa pero sin pausa, insistente, viendo que su hermana aguantaba sin protestar, poco a poco la fue encajando dentro del recto hasta tenerla toda metida y comenzar a empujar dentro y fuera, dentro y fuera, era la primera vez para los dos  que consumaban una penetración. 

Tere se mordía los labios, le estaba doliendo pero no quería quejarse. Tenía muchas ganas de dar el paso y pasar de fase, se estaba cansando de masturbarse a diario, ella necesitaba algo más. El nivel de las pajas se lo sabía de memoria,  tenía unas ganas terribles de follar, de sentir algo más que caricias con los dedos en su coño.

-¿Te duele Tere?, ¿Quieres que pare? -preguntó Juan viendo que su hermana estaba molesta.

-¡Si, por favor, sácala!, Tengo la sensación que se me va a romper el culo, ¡me duele! y también es una sensación muy rara como si me fuese a cagar encima, off -dijo Tere aliviada al notar como su hermana desmontaba y sacaba la verga de su culo.

-¡Tranquila, no te preocupes! Hoy ya hemos follado un poco, te la he metido toda ¿Esto puntúa ya como polvo o no? -pregunto inocente Juan

-Jajaja, yo creo que si Juan. Tú qué piensas ¿compramos unos condones mañana?, tenemos poco tiempo hasta que nos vayamos con mamá a ese pueblo en la montaña. Me gustaría hacerlo bien antes de irnos, no sé cómo será aquello.-preguntó Teresa ansiosa por saber lo que pensaba su hermano.

-¡Yo lo tengo claro!, ¡hay que comprarlos! José se conforma con las pajas pero me parece que por lo menos tú y yo necesitamos probar algo más. ¿Sabes una cosa hermanita?, he tenido ocasión de hacerlo alguna vez con otras chicas pero solo me apetece hacerlo contigo.-dijo Juan sincero

Aquella confesión de Juan era algo que compartían los tres sin decirlo, ninguno había tenido sexo completo a su edad. Los fugaces escarceos de alguno de los tres con gente de su edad siempre terminaban de mala manera. En el fondo los tres sabían que realmente lo que les apetecía era disfrutar juntos del sexo. Condicionados por la sociedad, por lo que siempre les habían dicho sus padres y lo que escuchaban en cualquier sitio habían intentado reprimir sus deseos durante demasiado tiempo. Ahora, mayores de edad y conscientes de que realmente deseaban no estaban dispuestos a que nadie les condicionara sus deseos...

-A mí me pasa parecido pero con vosotros dos. Yo creo que si José nos ve hacerlo querrá probar también. Pero que conste que sigo enfadada contigo, fuiste un idiota al subir esas fotos al álbum de las vacaciones. ¿Te imaginas que algún día mama se entera de lo que hacemos?, yo creo que me moriría de vergüenza.  -respondió Teresa

-Tienes razón, a veces me entran unas ganas terribles de decírselo a mamá. ¡Ya sé que ni mama lo entendería, no necesitas decírmelo más veces!, pero ha sido siempre tan buena con nosotros, siempre nos lo contamos todo ¡menos esto, claro! Y después de lo de papá, Uff -decía Juan que se había puesto un poco triste hablando de aquellas cosas con su hermana. 

Tere bajo la vista a la entrepierna de su hermano, aquella verga ahora flácida no tenía nada que ver con el palo duro de hacía unos minutos. 

-No me gusta verte triste Juan, ¡túmbate en la cama! Tengo ganas de chupártela hasta que te corras en mi boca y hoy quiero probar otra cosa, nunca hemos hecho un 69, ¿o prefieres que te lo haga con las tetas eh?, ¡Mira, se me están poniendo gordas, toca! -la mano de Teresa cogió la de su hermano y la llevó a sus pechos. A Juan siempre se le ponía dura cuando le tocaba las tetas, aquella noche no fue una excepción, el palo recuperó su consistencia de nuevo.

-Mmm ¡Que mala eres hermana!, como sabes lo que me gusta, me encantan tus tetas pero no presumas delante de mamá, ella sí que las tiene gordas, ¡Menudas peras! -dijo Juan pensando en las tetas de su madre que veía casi a diario en la ducha. Ya se encargaba él de estar pendiente para no perderse aquel momento.

-¿Ahh si? ¿Te ponen cachondo las tetas de mama? ¿Te gustaría cambiarme por ella? -preguntó Teresa maliciosa al tiempo que agarraba con fuerza la verga de su hermano y comenzaba a  pajearla.

-¡No digas tonterías! Ella es mi madre -respondió Juan un poco contrariado por la respuesta.

-¡Y yo tu hermana! Jajaja, ¡No te preocupes hermanito, no soy celosa! ¡Cierra los ojos! déjame que te haga una paja, imagina que mi mano es la mano de mama. Imagina que estas en la ducha con ella, antes de encantaba ducharte con ella ¿te acuerdas? Imagina que te enjabona con la esponja y se te pone dura como ahora, toda tiesa y suelta la esponja para pajearte como yo ahora Mmm ¿Te gusta Juan? ¡Dímelo, dime que te gusta imaginarlo! -insistía Teresa pajeando cada vez con más fuerza a su hermano. Notaba como Juan estaba terriblemente excitado pero al mismo tiempo que se estaba poniendo nervioso, incómodo. 

Juan no respondía, había cerrado los ojos pero Teresa notaba como aquella fantasía le hacía estar incómodo, su silencio era la mejor prueba y decidió cambiar de fantasía.

-Ahora  te cuento lo que me imagino yo cuando me toco algunas veces. Te imagino con a ti  y  a José con vuestro grupo de amigos del instituto, hablando de mi, les escuchas decir lo buena que está tu hermana cuando se pone esa camiseta ajustada que te gusta tanto, sin sostén, marcando tetas….

-Mmm te aseguro que me lo dicen más de una vez  -ahora si respondió su hermano

-¡Ya me lo imagino!, también te imagino presumiendo de que tú has visto a tu hermana en pelotas en la playa, de que le has hecho fotos en bolas y que se las enseñas para que vean lo buena que esta. Me imagino  lo que dicen al ver mis fotos algo así como “¡Joder que buena esta tu hermana, menuda puta!” y tú qué quieres seguir presumiendo de mi les dices algo así como “¡No os podéis imaginar lo bien que hace las pajas Teresa!”... ¿Sigo con la historia? ¿Te gusta?

-¡Joder me tienes a reventar Tere, sigue, sigue...! -pidió Juan

-Jajaja, ¿Te gusta que haga el papel de zorrita eh? Está bien sigo, imagina ahora que te los traes a casa un día que no está mama  Imagina que van pasando uno tras otro por este cuarto, sentados como tu ahora, dejando que les haga una paja a cada uno, en bolas como ahora. Imagina que me soban las tetas igual que tu y cuando salen del cuarto cada uno te dice lo buena que está  tu hermana, y ¡que bien hace las pajas la puta de ella! -relataba Teresa  sin dejar de pajear a su hermano.

-Ahh ahh ¡Me corro, me corro! -decía Juan que no pudo evitar levantar la voz

-¡Baja la voz Juan! ¡Los vas a despertar! ¡Mira cómo has puesto todo! -reprocha Teresa

-¡Perdona, lo siento hermana, me has puesto muy burro con tu historia! -respondió Juan intentando limpiar aquel desastre con el paquete de clínex que tenía Tere sobre la mesilla. 

-¡Ya veo ya! ¿Te pone cachondo que me traten en plan putita, eh?

-No es eso, es que yo…

-¡Tranquilo, no te preocupes!, me cuesta pero empiezo a entender cómo os funciona la cabeza a los tíos Jajaja. ¡Venga a tu cama! Ya está bien por hoy ¿no te parece? -pidió Teresa

Al día siguiente Juan compró una caja de condones, aquella noche fue la primera que tuvieron sexo completo los dos gemelos con su hermana. Fue como agitar una botella de cava y soltar el corcho, si hasta entonces los tres llevaban tiempo disfrutando de masturbaciones compartidas descubrir la penetración abrió el tarro de las esencias. El fin de semana llegó demasiado rápido para ellos. Comenzaba una nueva etapa de su vida en casa del tío Antonio. 

CAPÍTULO 3: El tío Antonio y su hija Rosa

Antonio conducía su todoterreno en dirección a su casa. Había terminado de hablar con su cuñada Isabel que aceptó su ofrecimiento de venirse a la montaña una temporada con sus hijos. En la capital las cosas se estaban poniendo complicadas para ellos por la crisis de aquel maldito 2008. 

Aquellos veinte kilómetros que separan el pueblo más cercano de sus tierras eran un camino pedregoso de montaña sin asfaltar. Difícil de transitar de no poseer un vehículo todoterreno como el suyo. Los paisajes del Pirineo aragonés  eran preciosos todo el año, los pequeños pueblos más turísticos eran visitados por miles de personas tanto en invierno como en verana. Afortunadamente para el carácter de Antonio, poco sociable, su casa quedaba muy lejos del foco de las masas, odiaba a todos aquellos pijos de la capital que destrozaban su querido entorno. Para Antonio la naturaleza era sagrada, intentaba vivir en armonía con ella y estaba en contra de todo lo que suponía la sociedad actual y su desaforado espíritu consumista.

Heredó sus tierras de su padre que a su vez lo hizo de su abuelo y así en una rueda que no alcanzaba su memoria. Periódicamente restauraba el gran caserón de piedra donde había vivido siempre su familia y lo mantenía en perfecto estado. Una planta baja donde estaban las zonas comunes, un gran salón presidido por una chimenea de hierro colado  que se convertía en su rincón favorito del invierno, una gran cocina y un baño. En la primera planta dos grandes dormitorios separados por un gran baño compartido con puertas de acceso a ambos lados. Uno de los dormitorios lo ocupaba el y el otro era el de su hija pequeña Rosa. La planta alta la habían convertido en un ático precioso, forrado de madera paredes y techo, completamente diáfano y con su propio  baño. Acondicionado para unas visitas que nunca tenían estaba prácticamente todo por estrenar. Tres grandes colchones colocados sobre una misma tarima gigante de madera facilitaban poder unirlos y crear una inmensa cama perfectamente válida para 6 u 8 personas.

Jorge, el hijo mayor de Antonio, 34 años, era una persona taciturna, introvertida y muy poco sociable. Su madre les abandonó cuando acababa de cumplir la mayoría de edad y su hermana tan solo contaba con dos años. Aquel hecho había condicionado su vida, responsabilizaba a su padre de aquel abandono. Cada vez que salía el tema en conversaciones con su padre su planteamiento era el mismo -No te puedes fiar de las mujeres padre, son infieles por naturaleza. Fuiste blando con nuestra madre, le consentiste demasiado. Las hembras como las yeguas necesitan mano dura y una buena doma o si no a la primera de cambio van por libre. Son todas unas putas, mira lo que te ha pasado a ti por no saber tenerla bien amarrada -decía Jorge a su padre.  

Las pocas experiencias que Jorge había tenido con mujeres resultaron desastrosas.  Su padre intentó emparejarlo con la hija del carnicero del pueblo cuando tenía unos veinte años y a la tercera cita con la chica se la llevó a la finca y la encerró en un cuarto porque decía que en el pueblo no dejaba de coquetear con todos. El padre de la chica tuvo que ir a la finca a rescatarla y Jorge no volvió a pisar el pueblo durante años. En otra ocasión su padre lo llevó de putas a un club de carretera que había  a 50 kilómetros y aquello terminó en un alboroto después de que Jorge golpeara a la chica porque no se dejaba dar por el culo. Acostumbrado a sus ovejas estaba convencido que por pagar a una mujer podía hacer lo que quisiera con ella. Su carácter irascible, posesivo y violento con el sexo opuesto hacía que el mismo fuese consciente de que no estaba preparado para compartir la vida con nadie. Aquella rabia acumulada por el abandono de su madre le hacía odiar a todas las mujeres.  Jorge era feliz estando solo, con sus ovejas en el monte, 

Convenció a su padre para acondicionar y ampliar un gran cobertizo de la casa en su propia vivienda, obsesionado con tener su espacio. Después de bastante tiempo y esfuerzo su sueño se hizo realidad y lo que era un viejo cobertizo se convirtió en algo así como un pequeño apartamento que ya  querrían los que viven en grandes ciudades, Su padre le ayudó a cumplir su sueño con una condición, que tuviera un par de dormitorios para que cuando formara su propia familia ya estuviera previsto el cuarto de los niños. La tozudez de Antonio como buen maño se impuso y su hijo cedió para poder conseguir su propio espacio, le incomodaba el contacto con la gente. Incluso con su padre y hermana hablaba lo justo.

Antonio llegó por fin a su casa y dejó el todoterreno en el cobertizo nuevo que habían construido al otro lado de la nueva vivienda de su hijo Jorge.  A cien metros del caserón familiar estaban las dependencias de los animales, tenían un corral para el ganado donde disponían de un importante rebaño de ovejas, que eran la pasión y el trabajo diario de su hijo Jorge. También había un establo con una veintena de vacas de cuya alimentación y cuidados se encargaba su hija Rosa con su ayuda. Un pequeño invernadero donde cultivaban hortalizas y verduras todo el año. Para completar aquello unas  cuantas gallinas y un par de cerdos garantizaban alimentos frescos durante todo el año.  De los seis pastores que tenía trabajando para él cuando se fue su hermano a la capital ahora tan solo quedaban tres que vivían en la finca en una pequeña vivienda junto a la granja. Eran los tres con los que más confianza tenía, los mismos con los que había violado a su cuñada el día de su boda.

El calor había comenzado pronto aquel verano, sofocante, a ratos asfixiante y eso que tan solo estaban a finales de Junio. Apenas eran las once de la mañana cuando llegaba de regreso a casa, cargado con una caja de cosas que había comprado en el pueblo. 

Su cuñada Isabel le había mandado un álbum de fotos de las vacaciones pasadas el año anterior en Ibiza cuando todavía estaba vivo su hermano. Por error le había dicho que sus hijos habían incluido fotos de los días pasados en las preciosas calas nudistas de la isla.  Su cuñada desconocía que Antonio ya había visto aquellas fotos cuando estuvo en su casa para el funeral de su marido.  Recordar lo nerviosa se había puesto ahora Isabel al darse cuenta que le había enviado algunas por error hacía que Antonio tuviese ganas de verlas de nuevo. En aquellos meses se había pajeado varias veces viendo las fotos robadas del ordenador de sus sobrinos  pero ahora después de hablar con su cuñada  tenía ganas de verlas  de nuevo en la pantalla del ordenador que tenía en su cuarto.

Dejó la caja con las cosas compradas en el pueblo y subió a su dormitorio, encendió el portátil y conectó el cable del móvil para volcar las fotos descargadas al ordenador. 

Estaba pensando en la visita de su cuñada y sus hijos, su intención era colocar a Isabel en la casita anexa de su hijo Jorge. No se quitaba de la cabeza la idea de emparejarlos,   eran tía y sobrino pero aquel hecho no debería de suponer un problema, conocía algún caso similar casados por la Iglesia con dispensa del Obispo. Isabel era una viuda joven de 36 años y Jorge, el hijo de Antonio, tenía 34. 

Cuando reformaron aquel caserón y adecuaron la última planta para poder acoger visitas, Antonio había publicitado  el espacio como alojamiento turístico rural. Apenas media docena de parejas buscando la tranquilidad de la montaña habían ocupado aquel espacio abuhardillado de madera que quedó precioso con la reforma.  Aquello se convirtió en un refugio escondido ocasional para parejas que buscaban naturaleza y mucha tranquilidad muy de cuando en cuando. Desde luego no había resultado ser una fuente de visitas con las que su hijo se pudiera relacionar.

Para lo que si había servido aquella experiencia frustrada de Alojamiento Turístico fue para que Antonio instalase un par de cámaras ocultas con las que observar desde su portátil aquellos polvos ocasionales de las pocas parejas que les visitaron. Se consolaba al pensar que con aquellas visitas había pagado su portátil y las cámaras, poco más. Cuando se acordó de aquello comprobó que el sistema seguía funcionando bien  y se alegró de que así fuese. Al menos aquello le serviría para entretenerse algún rato espiando a su sobrina especialmente ahora que sabía la “relación especial” que tenían sus sobrinos. Siempre le habían excitado aquellos juegos voyeur.

Antonio escuchó pasos subiendo las escaleras, imaginó que sería su hija Rosa que vendría de atender a los animales y se iría a lavar antes de ponerse a preparar la comida. 

-¿Eres tu Rosa? -preguntó el vozarrón de Antonio

-Si padre, soy yo ¿Necesita algo? -respondió Rosa desde la puerta del dormitorio de su padre. 

Antonio giró la cabeza hacia la puerta para ver a su hija. Rosa vestida con un mono azul de trabajo sonreía, era una chica muy alegre. Acababa de cumplir los 18 añitos, su madre les abandonó cuando ella apenas tenía dos. Su padre se encargó de criarla y que no le faltase de nada, desde muy niña la educó para que fuese la mujer de la casa. Algo que Antonio se tomó en el sentido literal de la palabra desde que comenzó su desarrollo. Amaestrada como un perrito, Antonio la había convertido en una chica dócil, manejable y complaciente. Ella que no había conocido otra cosa que aquello lo aceptó como si fuese lo más normal del mundo.  Al igual que su hermano habían salido físicamente a su padre, grandota, 1.70, más bien rolliza, de grandes mofletes siempre sonrosados por las muchas horas al sol. Grandes senos acampanados algo caídos para su edad, gran culo, nalgas poderosas, muslazos. A diferencia de su hermano que era de cabello muy moreno ella era pelirroja, cabello corto rizado y piel muy blanca, pecosa. 

-Si hija, es pronto, hoy terminaste antes tus tareas. Date una ducha fresquita, ponte cómoda y ven un ratito conmigo. Tenemos mucho tiempo, tu hermano no vendrá hasta avanzada la tarde -dijo Antonio con voz de amoroso padre.

-¡Claro padre! ¡Ahora mismo estoy con usted! Me ducho y vengo para lo que usted necesite -respondió Rosa dócil y complaciente como siempre con una gran sonrisa en la boca, se le notaba feliz de aquella propuesta. 

Lo cierto era que padre e hija se satisfacían mutuamente de forma voluntaria y deseada por los dos en el terreno sexual. Antonio había inculcado a su hija una forma peculiar de interpretar sus obligaciones como mujer de la casa que ella aceptó gustosamente desde el primer momento.  Por supuesto había sido decisivo para ello que prácticamente no conocía a ningún otro hombre, salvo su hermano, las puntuales visitas de alguna pareja de turistas y escasas visitas al pueblo siempre en compañía de su padre. A los 14 años Antonio la sacó del colegio al que iba en el pueblo con la excusa que la necesitaba en casa y no se podía permitir el lujo de enviarla a un instituto mucho más lejano.  Desde aquel momento comenzó una reclusión en la finca familiar que si no fue forzada si fue inducida por su padre. 

Antonio a diferencia de la obsesión que tenía por casar a su hijo y que tuviera descendencia con Rosa se comportaba de forma diametralmente opuesto. . Con ella su padre era egoísta e interesado, la procuraba  apartar de cualquier posibilidad de contacto con el exterior. Veía a su hija como alguien destinado a estar con él, cuidarle, complacerle, hacerle compañía, no estaba dispuesto a desprenderse de ella de ninguna manera. 

Aquel calor sofocante y olor de los animales hicieron que Rosa prolongase un buen rato aquella ducha refrescante que agradecía su cuerpo. Sus manos enjabonaban y acariciaban su cuerpo al mismo tiempo, deslizándose por su pubis donde sus dedos se enroscaban en aquel vello rizado y rojizo que poblaba su sexo.  Era una mujer ardiente, siempre dispuesta para dar y recibir placer de su padre. Le encantaba sentirse deseada por él, recibir sus caricias en cualquier momento. Sus habitaciones separadas por aquel baño grande compartido facilitaban el paso de una a otra. Prácticamente todas las noches dormían juntos abrazados después de una buena ración de sexo.  Afortunadamente para ella su padre estaba muy bien dotado para el sexo, no solo por el tamaño, grosor y aguante de su verga. Sino también por su capacidad de recuperación y su gran vitalidad que le hacía desear copular prácticamente a diario y algunos días varias veces. 

Salió de la ducha, se secó y entreabrió la puerta del baño que comunicaba con el dormitorio de su padre completamente desnuda -¿Le apetece que me ponga algo padre? -preguntó antes de entrar. 

-¡No hija, no hace falta!, Ven aquí conmigo, quiero que veas algo en el ordenador. ¡Siéntate sobre mis piernas! -dijo Antonio que sentado en su silloncito frente a un escritorio del dormitorio,  allí estaba abierto el portátil, Antonio miraba unas fotos en la pantalla. 

Se había quitado el pantalón y los calzoncillos, una camiseta alto cutre cubría su corpachón donde destacaba su enorme barriga. Estaba empalmado, con las piernas juntas y se acariciaba despacio la verga con su mano derecha. Una verga grande, gruesa, venosa, en consonancia con su corpachón de orangután. Rosa se sentó de espaldas a él mirando la pantalla, sus piernas abiertas dejaron las de su padre dentro de las suyas. Con su mano buscó la verga de su padre antes de sentarse para no aplastarla y la dejó a la vista entre sus muslos. 

-Este fin de semana viene tu tía Isabel y tus primos. La intención es que se queden  una temporada con nosotros. Ya te he hablado muchas veces de ellos pero nunca los habías visto quiero que los conozcas. Tu tía me mandó unas fotos esta mañana. Estos de la pantalla son tus primos Juan y José. ¿Qué te parecen? ¿Te gustan?, son prácticamente de tu edad,  altos y a mí me parecen guapos -dijo Antonio  mirando la pantalla. En aquella foto aparecían los dos chicos en la playa nudista los dos solos en unas rocas, uno junto al otro, completamente desnudos. 

-Padre, ¿la gente de la capital envía fotos desnudos a cualquiera? fotos como estas me refiero. -preguntó Rosa curiosa sorprendida por conocer a sus primos de buenas a primeras completamente desnudos. 

-Jajaja no hija, no. Estas las hicieron los hijos de Isabel el año pasado en una playa nudista  y ella me las envió por error. Me interesa tu opinión, dime que te parecen. -insistió de nuevo Antonio. Sus manos pasaron bajo los brazos de Rosa, abrazándola y agarrando sus pechos mientras lo preguntaba. 

-¡Tienen pinta de críos! ¿Quiere que me aparee con ellos,  padre? -respondió inocente Rosa

-¡Jajaja aparearse  se dice cuando es entre animales hija! y con un sentido de quedarse preñada la hembra. En la capital dicen joder, follar, chingar,  se utilizan otras palabras.

-A mí me gusta cuando usted me dice que me quiere “montar”, eso me gusta mucho. Esos chicos no creo que sepan hacerlo como un hombre de verdad. ¿A usted le gustaría ver cómo me montan, padre? Yo creo que tienen cuerpo de aguantar poco, los veo muy delgaditos Jajaja. -dijo Rosa entre risas

Antonio la estaba tanteando, quería saber si tener a dos mozalbetes por casa podría ser una tentación para su hija. No estaba dispuesto a perder a Rosa por querer emparejar a su hijo con la madre de los chicos.

-No hija, no quiero verte con otros machos, ni jóvenes ni viejos. Me gusta que seas mi hembra, la mujer de la casa. 

Aquel comentario de Antonio era de los que le encantaba escuchar a Rosa.  Sentirse deseada, especial, saber que su padre estaba deseando darle placer y recibirlo de ella, aquello la ponía cachonda de verdad. Instintivamente se levantó un poco de las piernas de su padre, dejando hueco para su verga y al mismo tiempo ofreciendo con descaro sus agujeros para que escogiera donde meterla. Necesitaba sentirla dentro de ella. 

-¿Tienes ganas Rosa? -preguntó Antonio cogiendo su verga con la mano y deslizándola por las nalgas de su hija como queriendo hacerse de rogar al no apuntar a una de las entradas que le ofrecía su hija tan generosamente.

-Siempre las tengo para usted padre. Me gusta sentirla dentro Mmm -dijo Rosa reclamando la penetración de su padre que por fin se decidió y colocó su verga en la entrada de la vagina de su hija. Ella al notarla descendió despacio su cuerpo y la fue metiendo hasta tenerla completamente clavada en su coño. Comenzó a subir y bajar su cuerpo, estaba cabalgando a su padre,  ensartada por él, disfrutando los dos por igual. 

-¡Mmm que bien lo haces hija!,  ¡cada día que pasa jodes mejor! -decía Antonio disfrutando de aquella cogida al ver a su hija con tantas ganas.

-¡Usted me enseña padre!, Me mojo cada día esperando tener su verga dentro de mí Mmm -decía Rosa a punto de correrse. Cada día que pasaba deseaba mas los momentos de sexo con su padre,  

El mundo de Rosa se reducía al trabajo en la finca, el cuidado de los animales y su padre que era quien le daba el placer que cada día deseaba con más ganas, aquello se estaba convirtiendo en una obsesión para ella. Cuando el foco de las relaciones personales es tan corto, tan reducido como en este caso  prácticamente limitado a tres personas, los sentimientos se potencian de forma exacerbada, para bien o para mal.  

En el caso de Rosa tenía dos referentes, su padre y su hermano. Su hermano arisco, poco sociable, nunca tenía una buena palabra con ella, al contrario, gestos de desprecio.  Cuando estaba a solas con Jorge más de una vez la llamaba puta conocedor de la relación que tenía con su padre. -vete con padre para que te monte, pareces una perra salida -le dijo una vez su hermano que ella intentó acercarse a él para darle un abrazo.  Rosa veía a su hermano amargado con el mundo, nunca se había repuesto del abandono de su madre y lo pagaba con el primero que se acercaba.  Aquello hacía que poco a poco se fueran distanciando los dos hermanos. Para equilibrar su balanza emocional Rosa se acercaba más a su padre cada día que pasaba, era su apoyo, su fuente de cariño y de disfrute. 

Jorge por su parte era observador, no había que ser un lince para darse cuenta de la complicidad de su padre con su hermana. Por mucho que intentaban disimularlo cuando él estaba presente era inevitable darse cuenta de multitud de detalles, miradas, roces, caricias, la forma de tratarla. Para Jorge no había ninguna duda que padre e hija mantenían una relación pero jamás dijo nada al respecto a su padre. Era como si estuviese esperando que llegase el día que su hermana conociese a otro hombre y les abandonase igual que había hecho su madre. Cuando llegase aquel día que no tenía ninguna duda que llegaría Jorge si le diría a su padre -¿Se da cuenta?, ¡ya se lo dije!, todas las mujeres son unas putas que te terminan dejando - 

Pero Rosa en aquellos momentos no tenía la menor intención de abandonar a su padre, muy al contrario, cada día más unida a él. En aquellos momentos en el sentido literal de la palabra, unida por aquella verga que clavada en su coño cabalgaba ansiosa a punto de correrse. 

-¡Me voy a correr padre!, ¡Me corro!, ¡Me corro! Ahh -gritaba Rosa subiendo y bajando su cuerpo con más fuerza ansiosa por culminar el orgasmo. 

-¡Si hija, córrete, córrete, dámelo todo! -gritaba Antonio notando el chorro de flujo que mojaba sus piernas manando del coño de su hija. 

-¿No me da su leche padre? ¿Por qué nunca se corre dentro de mi coño? -preguntó Rosa que no tomaba pastillas anticonceptivas ni usaban ningún medio anticonceptivo.

-No quiero dejarte preñada hija, prefiero vaciarme en tu boca o tu culo -respondió Antonio.

-¿Sabe una cosa padre?, Me gustaría ser madre, tener un hijo, creo que me llenaría como mujer. ¿Por qué no me preña usted? -preguntó Rosa, era la primera vez que hablaban de aquello.

-Eres muy joven hija, hay tiempo para eso. ¡Arrodíllate entre mis piernas hija!, ¡Chúpamela!, ¡Hoy quiero dártela en tu boca! -dijo Antonio que no le apetecía hablar del asunto planteado por su hija.

Rosa obedeció a su padre, se levantó, se dio la vuelta, se arrodilló acomodándose  entre las piernas de su padre, cogió la verga con su mano y comenzó a chupar con ganas aquella verga grande, gruesa, venosa, dura como un palo en aquel momento. 

Antonio apoyó su mano izquierda en la cabeza de su hija y con la derecha cogió el ratón del ordenador seleccionando el modo de reproducción automático a pantalla completa del álbum de fotos. Buscó las primeras fotos donde aparecían su cuñada Isabel con su hermano y sus sobrinos en la playa y le dio a comenzar. 

No tuvo que esperar mucho para tener que darle al botón de pausa del reproductor, en la pantalla una foto en la que estaba su hermano en una duna flanqueado por su mujer y su hija a los lados. Los tres desnudos por completo, ellas en pose descuidada con las piernas bastante abiertas, la mirada un poco perdida, se notaba que habían hecho la foto sin avisar, antes de estar preparadas. Su cuñada y su sobrina las dos con la piel muy blanca, enrojecida por el sol,  mostraban su sexo abierto por completo. Antonio pulsó el zoom y amplió la zona del coño de su cuñada, poblado de abundante vello negro que contrastaba con el blanco de su piel. -Mmm menudo chocho tienes cuñada- se dijo para sí Antonio relamiéndose los labios con la lengua.  Pinchó de nuevo en la foto y movió el cursor buscando ahora los pechos de su cuñada  -Mmm no estás mal de tetas tampoco, buenas ubres para amamantar mis nietos- se dijo de nuevo para sí notando como la verga aumentaba su rigidez. 

-¡Chupa hija, chupa!, ¡Lo estás haciendo muy bien, sigue mamando, así, así, Mmm! -decía Antonio a Rosa que arrodillada entre sus piernas era ajena a lo que estaba viendo su padre y se esforzaba por tragarse la verga de su padre hasta la base. 

Ahora la mano de Antonio deslizó el zoom por aquella foto y fue a buscar la imagen de  su sobrina. -¡Que monada de criatura!, se dijo Antonio al ver a Teresa  que en pleno desarrollo mostraba unas tetitas pequeñas pero firmes y puntiagudas, Aquel coñito de labios pequeños muy definidos que enmarcaban la entrada a la vagina levemente abierta expuesta sin pudor, sin apenas vello que la ocultase.- ¡vaya chochito más rico para comerlo sin prisas que tienes Teresa!- se dijo para sí. Antonio acostumbrado a la relación con su hija le excitaba mucho mas ver a su sobrina que a su cuñada. Ver a su sobrina desnuda de nuevo en aquellas fotos despertó un deseo que no había tenido nunca por ninguna otra mujer que no fuese su hija.

Antonio bajó la mirada hacia abajo, viendo como su hija golosa tragaba sin cesar su verga, metiéndola y sacándola de su boca. Rosa podía estar horas mamando sin cansarse, era una de las muchas virtudes de su hija. Recordaba las primeras veces con ella antes de haberla penetrado por vez primera, tumbada en la cama boca arriba  o sobre la mesa de la cocina, abierta de piernas, expuesta para él que la lamía como si aquel sexo joven rezumase miel. Largas sesiones de comerle el coñito hasta que se corría por vez primera y luego enlazaba orgasmos hasta dejarla exhausta. Supo tener la paciencia suficiente para que Rosa disfrutara tanto con aquellas sesiones que ella misma pidió ansiosa sentir la verga de su padre dentro de su cuerpo.

-¿Le gusta padre?, ¿Lo estoy haciendo bien? -preguntó Rosa sacando la verga de su padre de la boca por un momento. 

Le encantaba escuchar su aprobación, saber que lo hacía como él le había enseñado tantas veces. Había fortalecido mucho los músculos de la boca, aprendido a digerir aquella verga en su totalidad que la penetraba hasta alcanzar su garganta conteniendo las ganas de vomitar y aprendiendo a respirar por la nariz. Rosa se había convertido en una excelente comedora de la verga de su padre.

-¡Excelente hija!, ¡cada día mejor!, ¡Sigue, sigue, no dejes de mamar! ¡Me gusta mucho como lo haces! -decía Antonio, cogiendo con sus dos manos la cabeza de Rosa y haciendo que la tragase de nuevo por completo. 

Antonio pulso de nuevo el play para continuar viendo las fotos, le apetecía seguir viendo especialmente a su sobrina Teresa. Aquellas fotos en la playa eran una delicia, desinhibida, alegre riéndose, jugando con sus hermanos, con sus padres en el agua. Y de repente aquellas fotos en las rocas, ella sola, posando para sus hermanos, aquello no eran ya fotos de jovencitos disfrutando en la playa. Las fotos en las rocas de Teresa parecían un reportaje de revista para adultos. Eras fotos obscenas, provocativas, totalmente expuesta, acariciándose, abriendo su sexo, sus nalgas, chupándose los dedos. Aquello era pura pornografía. Puro vicio que estaba poniendo la verga de Antonio a reventar. 

-¡Menuda zorrita estas hecha! ¡Eres una guarra! ¡Te voy a reventar ese coño y ese culo a polvos, cacho puta! ¡Te alimentarás de mi rabo pedazo de golfa!-dijo Antonio en voz alta pensando en su sobrina Teresa.  Le salió del corazón, de la cabeza, no pudo contener sus pensamientos y  los verbalizó.

Rosa pensaba que su padre le decía aquellas cosas a ella. Estaba sorprendida, extrañada del vocabulario de su padre. Rara vez le decía cosas así, con ella solía utilizar palabras cariñosas, amables, puntualmente cosas más subidas de tono pero no usaba con ella un vocabulario humillante ni degradante, al contrario. La sensación de escuchar aquellas palabras con aquel tono de voz la excitó, la puso más cachonda de lo que ya estaba después del orgasmo  disfrutado, necesitaba más, mucho más. 

-¡Siga padre, siga!, ¡Me pone cachonda escucharle hablar así! ¡No se imagina como ha puesto oírle decir marranadas! off -dijo Rosa sacando de nuevo la verga de su padre de la boca para volverla a tragar de forma ansiosa.

-¡Mama puta, no pares! ¡Me abrirás bien tu culo para que te lo reviente a pollazos! -añadió Antonio, pero aquellas palabras las decía pensando en su sobrina, no en su hija.  Rosa ajena a los pensamientos de su padre asentía con cabeza, deseando tener de nuevo aquella vega que devoraba con su boca en su culo como le estaba anunciando su padre. 

De nuevo Antonio le dio al play para continuar viendo aquellas fotos con las que se había pajeado muchas veces pero nunca teniendo a su hija Rosa chupando su verga como ahora. Después de las fotos en las rocas de su sobrina aparecía de nuevo en escena su cuñada Isabel, ahora retozando sobre las toallas en una cala desierta. Sus sobrinos les habían pillado en pleno ritual amoroso, besos, caricias, su cuñada pajeando a su hermano,  imágenes de una felación donde Isabel estaba arrodillada con el culo en pompa mamando la verga de su marido que seguía tumbado boca arriba sobre la toalla en la arena. Aquella imagen del culo de su cuñada en primer plano mostrando su coño peludo desde atrás era magnífica. 

-¡Chupa puta, chupa! ¿Te gusta comer rabos eh puta? ¡Voy a hacer que le comas así el rabo a mi hijo, que se la pongas bien dura, que luego te folle y te preñe! ¡Haré de ti una buena perra, te lo aseguro! -decía Antonio ahora pensando en su cuñada

Pero Rosa ajena a los pensamientos de su padre seguía creyendo que la destinataria de las palabras era ella. Estaba sorprendida, jamás le había insinuado nada su padre de tener sexo con su hermano y mucho menos que le dijese que aquel hijo que deseaba tuviese en mente a su hermano como progenitor.

-¡Seré su perra padre, seré su perra!, ‘¡Haga conmigo lo que quiera pero por favor préñeme usted, no quiero que lo haga mi hermano! ¡Soy su puta padre, solo suya! -decía Rosa casi suplicándole a su padre, liberando su boca de la verga de Antonio para comenzar a masturbarse compulsivamente arrodillada como estaba entre las piernas de su padre. No tardó en alcanzar su segundo orgasmo encharcando el suelo entre sus piernas. 

En aquel momento Antonio fue verdaderamente consciente del efecto que habían causado sus palabras en su hija. Nunca la había tratado así, lo que acaba de decir lo había hecho pensando en su sobrina y su cuñada, no en su hija. 

-¿De verdad te excita que te trate así? ¿Como una perra? ¿Como una puta?, ¡Dime la verdad Rosa!, no quiero que lo digas pensando que me complaces. Es importante para mí saber cómo te sientes, saber lo que te excita, siempre te lo he dicho -insistió Antonio.

-Mucho padre, mucho, ¿No ha visto el resultado?, nunca me había hablado de ese modo, me puso terriblemente cachonda escuchar esas palabras de sus labios -respondió sincera Rosa

-Si te soy sincero a mí también me ha excitado mucho decir esas cosas. Ha sido una sensación extraña, reconozco que son cosas que a veces piensas pero decirlas y escucharlas uno mismo es algo distinto. -reconoció Antonio.

-¿Ha dicho en serio eso de que quiere que me preñe mi hermano? -preguntó Rosa

-¿Lo harías si te lo pidiera? .preguntó Antonio

-Me gustaría tener un hijo suyo, padre, me encantaría ser madre. Si usted decide que sea el yo lo aceptaré. Soy su perra, haré siempre lo que usted me diga padre -respondió Rosa ante la mirada sorprendida de su padre. 

Hasta aquel momento Rosa había sido dócil, complaciente, obediente pero no sumisa en el sentido literal del término. Habían disfrutado de una relación de placer mutuo compartido en un plano de relativa igualdad. Antonio jamás la había presionado para hacer nada, mucho menos humillarla ni obligarla a realizar algo en contra de su voluntad.  Ni uno ni otro habían obtenido nunca placer en el hecho de mandar u obedecer, respectivamente. 

Antonio recordaba las palabras de su hijo, su opinión  de que había sido blando con la madre que les abandonó, No compartía del todo aquella opinión pero le estaba haciendo reflexionar sobre el modo de conseguir que su cuñada Isabel aceptase ser la mujer de su hijo.

-¡Levántate Rosa, seguiremos luego! -dijo Antonio

-¿No quiere correrse padre? -preguntó Rosa extrañada de que su padre parecía tener la cabeza en otras cosas, no se equivocaba.

Antonio no respondió, la miró fijamente sin decir nada, una mirada de esas que borran las preguntas. Rosa entendió en el acto que aquello significaba lo mismo que decir “me correré cuando quiera”. La chica se levantó y fue a buscar la fregona para limpiar el suelo, lo había dejado encharcado. Después fue a su cuarto, se enfundó unos vaqueros y una camiseta blanca, muy holgada, abierta por los laterales que dejaba ver sus grandes  pechos libres de sujetador al caminar. Cuando pasó de nuevo por la puerta del dormitorio de su padre se asomó para decirle -voy a preparar la comida, padre-

-Esa camiseta es larga, no necesitas llevar pantalón para estar por casa -dijo Antonio girando la mirada hacia la puerta

-Claro padre, ahora mismo me lo quito, no me di cuenta, perdón. ¡Por cierto, se me olvidaba!, Esta mañana vinieron los obreros de la contrata que está colocando las tuberías para canalizar el agua del pantano. Dijeron que pasarían por la tarde para hablar con usted, parece ser que necesitan pasar una parte de la canalización por nuestra finca. -explicó Rosa que desconocía que su padre ya estaba al corriente de aquella obra y que el Gobierno de Aragón había pagado una indemnización para compensar a su padre por aquello.

Aquella camiseta tan amplia y con aquellas aberturas laterales tan indiscretas era la prenda preferida de Antonio,  Le encantaba ver a Rosa con ella puesta, sin nada debajo, totalmente accesible a sus caricias por abajo o por sus costados. Era excitante ver como se bamboleaban los pechos grandes de Rosa a cualquier movimiento, la facilidad con la que podía acceder a tocarlos. Mucho más provocativa que ir completamente desnuda. Estaba deseando terminar de comer para acurrucarse juntos en el sofá, la hora de la siesta era uno de sus momentos preferidos para montarla en aquel amplio y cómodo sofá.

-Bien, ves preparando la comida yo bajaré ahora -respondió Antonio a su hija.

Antonio quería volver a ver las fotos de su sobrina Teresa, se había excitado como no recordaba viéndolas de nuevo y pensando en tenerla en su casa. Ahora, sin Rosa, le apetecía pajearse tranquilamente a su aire viéndolas despacio. -estas dos zorras harán todo lo que yo quiera aunque tenga que encerrarlas sin comida ni agua hasta que cedan- se dijo Antonio para sí. En la pantalla del ordenador abrió dos fotos al mismo tiempo, aquella del culo de su cuñada en primer plano mostrando el coño por completo mientras le mamaba la verga a su marido y una de su sobrina en las rocas que estaba de espaldas abriendo bien las nalgas con las manos. 

Se la meneaba compulsivamente viendo aquellas dos fotos, madre e hija, -¡Puta la madre, puta la hija!, ¡Vais a pedir que os folle esos culos y esos coños de zorras! ¡Qué ganas tengo de que estas perras vengan a casa! ¡Suplicareis rabo por las buenas o por las malas!-decía Antonio

         Antonio aguantó sin correrse, bajó al comedor al escuchar los gritos de Rosa que le advertía que la comida estaba preparada.

-¡Que buena estas hija! ¡Me encanta verte ligerita de ropa meneando las tetas! Mmm esta camiseta es perfecta, la que más me gusta con diferencia. –decía Antonio metiendo sus manos por las prolongadas aberturas laterales que prácticamente dejaban a la vista los pechos de Rosa si se ponía un poco de lado.

-Después de comer tendré que cambiarme padre, si van a venir esos trabajadores de la obra del pantano. ¿O prefiere que me quede arriba en mi cuarto? ¡Con esta camiseta lo enseño todo! –dijo Rosa

-¿Cuándo hablaste con ellos esta mañana les dijiste que eras mi hija? –preguntó Antonio

-No, que yo recuerde no. Vinieron preguntando por el dueño de la finca y les dije que estaba en el pueblo. Que vendría a la hora de comer ¿Por qué lo dice padre? -respondió Rosa

-Nunca he tenido ocasión de presumir de mi hembra delante de nadie. ¿Imagina que no les digo que eres mi hija?, que les digo por ejemplo que te tengo contratada y te ven así, solo con esta camiseta, medio desnuda. ¿Te imaginas como te mirarían? Unos desconocidos a los que les pones el rabo duro mirándote. Unos tíos a los que mi hembra les pone cachondos. ¿Te imaginas si les digo que eres una puta?, seguro que preguntarían que cuánto cuesta joder contigo. ¡Imagínate la de marranadas que podrían decir! Acuérdate como te puso antes escuchar cochinadas de mi boca ¿te excitaría? –decía Antonio metiendo sus manos bajo la camiseta de Rosa que apenas alcanzaba para cubrir sus poderosas nalgas. Comenzó a masturbarla así como estaba, de pie, separando las piernas, dejándose hacer.

-Me tiene chorreando el coño de nuevo, padre. ¿No le vale como respuesta? –respondió Rosa a la gallega

-Jajaja, está bien, me vale. ¡No te cambies de ropa! Veamos hasta que punto te pone cachonda que te trate así. ¡Vamos a comer! –dijo Antonio dejando de manosear a su hija y sentándose a la mesa.

Por mariaruizred

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