jueves, 20 de abril de 2023

Antonia y Gina: La paja a papá


No sé como se fue dando la extraña situación entre mi hija y yo, Antonia tiene quince años y comenzaba a comportarse como una niña de su edad, pero en cosa de meses su aptitud fue mutando, no la veía con esa exuberancia de los jóvenes de hoy. Rehuía mis miradas, otras veces me la encontraba por todos lados, especialmente cuando mi esposa no estaba. Pareciera como si quisiera decirme algo, pensé que eran chifladuras de chica adolescente y mayor importancia no le di.

Al pasar de los días Antonia seguía con su comportamiento incoherente. Conversé con su madre sin decirle todo, pero mi esposa me confirmó que con ella se comportaba normal, entonces yo le recomendé de llevarla al ginecólogo y someterla a un tratamiento anticonceptivos, no sea que el día de mañana nos encontráramos con alguna sorpresa que nos complicaría a todos. Mi mujer estuvo de acuerdo y en la semana hizo la visita al profesional quien le receto el tratamiento apropiado. Con la juventud de hoy en día es mejor prevenir que tener que criar un crio inesperado.


Así y todo, ella no mejoró mucho su proceder, algo le estaba molestando y no la dejaba tranquila, yo me angustiaba verla de ese modo, sobre todo ahora que estaba de vacaciones y debía estar disfrutando junto a sus amigas.

No pude resistir y luego de unos días cuando estaba con ella en la sala de estar, antes de irme a dormir le pregunté si algo andaba mal. Si estaba tramando algo. Ella me sonrió un poco tímidamente mirándome con sus hermosos ojos que en algún modo la delataban que no estaba diciendo la verdad y, volvió a replicar.

—No, no … papá, no hay nada …

—Sabes, cariño … no sé porque, pero algo me dice que tienes una preocupación que no te deja tranquila … soy tu padre … quiero que sepas que cualquier cosa, siempre estaré a tu lado para ayudarte … tú madre también esta para escucharte, para guiarte en caso lo necesites …

—Lo sé, papá …

Dijo en un tono aburrido y ligeramente exasperado, después de eso dio media vuelta y subió a su habitación, lo único que me quedo, fue decir antes de que desapareciera.

—¡Pff! … ¡Adolescentes! … nunca se dejan ayudar …

Aparentemente, mi comentario cayó en terreno fértil, porque a la noche siguiente, cuando mi esposa estaba en el gimnasio, ella vino espontáneamente a verme.Se la notaba muy nerviosa y sus mejillas enrojecidas. Ahora era mi turno de mostrarme abierto y dispuesto a escucharla. Vino a sentarse a mí lado con cierta angustia, con algo de nervios dije.

—¿Qué quieres decirme, tesoro? … ¡Ábrete! … ¡Ten confianza! …

—Bueno … pero no es lo que piensas … ¡Ay!, papi … ¿cómo te lo digo? …

Comenzó a agitar sus manos, sacudió su cabeza y su cara estaba roja como un tomate.

—Esta bien … Papi, no debes reírte de mi porque esto es bien raro … pero prometí que lo haría … ¿me entiendes? …

La miré curioso, y porque no decirlo, un poco divertido pues no tenía la menor idea de que me estaba hablando.

—Papá … tiene que ver con el sexo …

—¡¡Te falló la píldora!! …

—¡Ay!, papi, no … no tiene nada que ver con eso …

Al parecer eso rompió el hielo y comenzó a reírse.

—¿¿Voy a ser abuelo o no voy a ser abuelo?? …

—¡Ay!, papi … ¡Déjate! … lo que te quiero contar es otra cosa … solo que es un poco loco …

—Dime … no hay nada que me pueda sorprender … si no estas embarazada, me puedes decir cualquier cosa …

—Pero es que es tan difícil, papi … prométeme que no te enojarás …

—Palabra de boyscout … prometo que no me enojaré …

Me miró con esos ojos verdes astutos y maliciosos, igual que cuando su madre me quiere tentar, dio un profundo suspiro y me dijo.

—Papi … yo y mis amigas hicimos una apuesta …

—¿Y tú perdiste? …

—¡Nooo! … déjame decirte …

—Interesante … continúa …

—Papi … la que perdiera la apuesta tenía que pajear a un hombre mayor y casado … ¿entiendes? …

Tengo que decir que estaba sorprendido y la mandíbula inferior casi me llegaba al suelo, rápidamente me repuse y le pregunté.

—¿Segura que no fuiste tú la que perdió? …

—¡No!, papi … déjame terminar … la que perdió fue Gina … pero no conocemos a nadie que nos de confianza para preguntarle si quiere participar … no debe hacer nada … Gina se encargará de hacer todo …

Gina es la amiga más atractiva que tiene mi hija y es ligeramente mayor. Una figura esbelta con senos bastante desarrollados para su joven edad. Un poco más alta que Antonia y más maciza, pero en ningún modo gorda, quizás se podría decir voluptuosa.

—Bueno … debo disentir contigo sobre este tipo de apuesta … pero lo comprendo dado el rango de edad en que están ustedes … lo que me gustaría saber … ¿es que tengo que ver yo en todo eso? …

—¡Oh!, papi … no lo has entendido todavía …

Justo en ese instante entendí todo, está vez me sorprendí, pero tuve el cuidado de controlar mi mandíbula inferior. Tanto porque enmudecí. No lo podía creer.   Vacilante y balbuceante, dije.

—Pe-pero … yoo-yoo … Gi-gina … ¡Emh! … ¡Qué maldita cosa me estas proponiendo? …

—Papi … dijiste que no te ibas a enojar …

—¿Pero han enloquecido? … tú … tú … tú y esas otras cuatro guarras …  

—¡Prometiste que no te ibas a enojar, papá! …

En realidad, lo había prometido, así que no podía dar marcha atrás, de otro modo ella jamás volvería a confiar en mí. Rápidamente cambié mi actitud.

—¡Enojado yo! … ¿Quién está enojado? … ¿Por qué se supone que debería estar enojado? … No me has dicho nada por lo que debería estar enojado … solo un poco fuera de tema … si hasta parece una broma … ja-ja-ja … quizás estoy demasiado viejo para entender …

Volvió a mirarme con un poco de suspicacia, aparentemente se dio cuenta de que la explicación había sido poco clara y algo incoherente, y de que era raro ¡¡Válgame Dios!!   Nunca había escuchado nada más raro.

—Bueno, papi … trataré de ser más explicita … la apuesta era que la que perdiera, tenía que hacerle una chaquetica a un hombre mayor y casado …  la única persona que nos da confianza eres tú, papi … Gina está de acuerdo si tú estás de acuerdo … Ese hombre eres tú, papi …

—¿Y como lo hacemos con tu madre? …

—¡Oh!, papi … ¡te quiero! … estas de acuerdo …

—¡Hey!, momento … no dije eso … pregunté por tú mamá …

—Pero ella no tiene porque saberlo, papi … será un secreto entre tú y yo … además, las chicas esperan mi respuesta desde hace días … ¿Lo vas a hacer, papá? …

—¿Y fuiste tú a proponerme a mí para tal apuesta? …

—Por supuesto que no, papi … fue la misma Gina a decir que tu le dabas la suficiente confianza como para hacerlo … ella te eligió a ti, papi …

Gina siempre ha sido un marimacho, revoltosa, rebelde, de carácter impetuoso, una diabla atrevida.   Tengo que decir que nunca nos ha faltado del respeto a nosotros y siempre ha sido la mejor amiga de mi hija y, como dije antes, la más guapa, la otra es mi hija. Se pusiera lo que se pusiera, siempre resultaba ser sexy y atrayente. No me extraña nada que hubiera perdido una apuesta, siempre fue desafiante y se arriesgaba a todo hasta cuando no era necesario. Era la mejor esquiadora, era una de las mejores en parapente, se había lanzado en paracaídas y, una lista interminable de actividades riesgosa. Ella siempre lo apostaba todo y sin duda era temeraria.

Así que Gina se había atrevido una vez más a aceptar un desafío. Antonia me contó que después de una noche de juerga, habían bebido y se encontraban en un círculo de amigas, cuando a alguien se le ocurrió proponer a Gina el gran desafío de acostarse con un hombre mayor. Todas chillaron alegremente y agregaron que el hombre debía estar casado. En principio Gina menospreció el desafío y las chicas comenzaron a gritarle.

—¡Ves! … ¡No te atreves! … ¡No eres más que una gallina! … Coo-co-co-co-co … ¡Gallina! …

Y cómo Gina es Gina, rápidamente se recuperó gritando.

—¡Cállense, grupo de idiotas! … ¡Ya verán que me atrevo a masturbarme con un hombre mayor! …

El montón de chicas gritaron eufóricas y antes de que Gina se arrepintiera aceptaron. No había nada a cambio, excepto el honor de Gina de lograr o cumplir exitosamente todos los retos. Inmediatamente las chicas quisieron saber quien iba a ser ese hombre y la urgieron a pronunciarse sobre el posible candidato, como yo estaba a su lado, me miró y sin siquiera consultarme, dijo.

—El papá de Antonia … o él o ninguno … yo estoy dispuesta … ahora está a ustedes convencer al padre de ella si quiere colaborar …

La mayor parte de las chicas, yo incluida, la miramos con asombro, mientras el resto se mataban de la risa, más que nada por los efectos del alcohol.

Mas tarde cuando quedamos solas ella y yo, le pregunté.

—¿Cómo diablos se te ocurrió inmiscuir a mi padre en esto? …

—Perdóname … pero no pude pensar a nadie más idóneo que él … le conozco … es un hombre serio en el que puedo confiar … además, tu padre es inmensamente atractivo … le he sorprendido más de una vez a mirar mis tetas y mi culo … eso significa que era el candidato ideal …

—¿Cómo que te mira las tetas y el culo? … ¿No es lo que hacen todos? …

—Precisamente … me encuentra bella … será más fácil hacerlo con él …

Al día siguiente Antonia se confrontó con las chicas y Gina, todas coincidieron en que un reto es un reto y tiene que cumplirse, por lo tanto, urgieron a mi hija para que me hiciera la propuesta, porque la intrépida Gina no daría marcha atrás. Después de escuchar a mi hija, no me quedó más que exclamar.

—¡Qué increíble! … ¡Pensé que había pasado por todo en mi vejez! … ¿Por qué no seguiste a jugar con tus muñecas y tus duendes mágicos por siempre, en vez de inmiscuirte en estos jueguitos de adolescentes locas? …

Realmente no sabía que decir, pero tenía una enorme hinchazón en mis pantalones, claro que sobre esto no dije nada. Mi hija me sacó de mis reflexiones diciendo.

—Si no lo haces, papá … lo entenderé … pero la pobre Gina se quedará con esta espina clavada para toda la vida … ¿Te imaginas eso? …

La melodramática frase de mi hija con ese “Para toda la vida”, me causo risa, pero me contuve de demostrar cualquier signo de jocosidad y seguí escuchándola con solemnidad. En estos momentos eran un poco más que niñas, mujeres inmaduras dedicadas a divertirse y sacar lo mejor de la vida inventando retos y desafíos dementes. ¿Quién era yo para interponerme en sus diabluras?   Esto era demasiado bueno para ser verdad, increíblemente hermoso, pero también riesgoso. Puse una cara de aflicción y dije.

—Bueno … sería una pena que Gina perdiera por mi culpa, ¿verdad? …

Antonia me miró avergonzada, puso su mano en mi brazo y dijo.

—Papá … lo sé que esto es muy bizarro … quizás hemos ido demasiado lejos …

—Entiendes que nadie más debería saber de esto, ¿verdad? …

—Sí, papi … solo nosotras lo sabremos …

—Bueno … en ese caso … dile a Gina que lo haré …

Dije guiñándole un ojo a mi hija, Antonia me abrazo y dando saltitos como una loca colegiala, me dijo.

—¡Oh!, papá … ¡Qué bueno! … ahora llamaré a Gina …

Luego con una mirada que primera vez notaba en mi hija, con una sonrisa y a baja voz agregó.

—Eres de los nuestros … nuestro chico malo …

A continuación, tomó su celular y llamo a su amiga, Gina.

—Gina, ¿Eres tú? … ¡Uhm! … Sí … sí … se lo dije y funcionó … ¿Ah? … sí … dijo que era una cosa muy loca … sí … yo también pensé lo mismo … ¡Ah! … bueno … si, genial … ¿Cuándo?, no sé, se lo preguntaré … bueno … nos veremos mañana … sí … tú también cuídate … chau … chau …

Antonia se volvió hacia mí cuando termino de hablar con Gina, me dio una mirada entre orgullosa y traviesa y me preguntó.

—¿Cuándo?, papi …

—Tendrá que ser el día en que tu madre se va al gimnasio con tu hermana chica … tendremos por lo menos un par de horas … el jueves próximo …

Antonia asintió con la cabeza y luego como que se recordara en ese momento, exclamó.

—¡Oh!, espera … tengo que darte una cosa …

Así diciendo, corrió escaleras arriba a su habitación. Volvió al cabo de unos minutos con un papel en la mano, la miré interrogativamente.

—¿Qué es eso? … —Pregunté.

—Las reglas … —Fue su escueta respuesta.

—¿Las reglas de qué? … —Pregunté ingenuamente.

—Del desafío, papi … las chicas hicieron un reglamento … léelo …

Me extendió el papel y leí.

1: El hombre no podrá tocar a Gina.

2: Gina no se desnuda completamente.

3: Gina lo masturba hasta que se corre.

4: Gina procede a masturbarse sin la ayuda del hombre.

5: Tomar fotografías para dar certeza de que se cumplió con el reto.

6: Se firma una declaración de confidencialidad, nada de esto se dará a conocer a terceros.

Hubiera querido reírme a carcajadas, pero solo sonreí escuetamente. Dije estar mas o menos de acuerdo con el “Reglamento”, excepto el numero cinco. Por ningún motivo me haré fotografiar, ninguna parte del cuerpo, Antonia dijo que estaba bien y que lo comentaría en la próxima reunión con las chicas.

Me fui a la cama, esa noche follé a mi mujer con una verga super dura imaginando a Gina que se masturbaba, luego dormí muy mal porque mi pene se negaba a reblandecerse, tuve una dolorosa erección que me duró hasta la mañana que le di otro polvo a mi ignara mujercita.

Al día siguiente, mientras estaba en el trabajo, recibí un mensaje de texto de mi hija:

“Han aceptado, pero exigen de que yo esté presente allí como juez de fe para comprobarlo …”

¡Diablos!   ¡Esto no puede ser cierto!  ¿¿Gina masturbándome y mi hija mirando??   Esto se estaba yendo de las manos, iba demasiado lejos. Saqué mi celular y le envié un mensaje de texto a mi hija.

“Esta bien, bien … Ok. …”

¡Mierda!, pero yo no quería mandar eso, pero ya lo había hecho, ¡Sigh!

Por la noche, después de la cena, Antonia esperó un minuto en que estuvimos solos y me dijo que se había reunido con las chicas y todas habrían leído mi respuesta en su teléfono. Los dados estaban echados y había que esperar los acontecimientos.

La semana se hizo demasiado lenta, tenía miedo de que las chicas se arrepintieran, pero nada de eso sucedió, por el contrario, Antonia todos los días me lo recordaba con frasecitas como “Tienes que lavártelo bien” – “Si tienes muchos vellos, aféitatelos” – “Ponte algún perfume”, eso y otros más.Las chicas ya habían decidido que los haríamos en el cuarto de Antonia y yo comenzaba a ponerme cada día más nervioso, como un adolescente a su primera cita.

Ya mi pija estaba afeitada como cuando nací. Me había espalmado cremita para rendir mi piel suave y tersa. Había aromatizado hasta mis boxers y también mi pene. Por último, o me masturbaba o follaba a mi esposa, por lo menos una o dos veces al día. Lo último que quería era correrme en treinta segundos el día en cuestión.

Gina y Antonia estuvieron toda la tarde con nosotros y cuando llegué a casa esa noche ya habían comido junto a mi esposa y mi otra hija. Mi mujer estaba a punto de salir al polideportivo, al igual que todos los jueves, las despedí con un gran beso.

Antes de irse mi señora me comentó que las chicas se estaban comportando en modo extraño, incluso habían molestado a mi hija pequeña y se habían encerrado en el cuarto de Antonia por gran parte de la tarde. “No me extrañaría si estuviesen tramando algo”, agregó cerrando la puerta y dejándome solo con las dos exuberantes adolescentes.

Luego de una rápida comida, subí a mi cuarto para darme una ducha fresca y grité que estaba listo. Desde la habitación de Antonia me llegó otro grito de las chicas. “—Papá … te avisaremos cuando puedas venir … —Seguido de risas entusiastas. Me puse una remera sin mangas de color celeste, unos lindos boxers azules, unos pantaloncitos cortos y unas chalas veraniegas. Bajé y esperé una señal mirando la televisión, en cinco minutos miré más de cien veces mi reloj. De repente sonó mi celular, un SMS en entrada, los jóvenes usan comunicarse por este medio y cuando leí la pantalla de mi móvil leí:

“Estamos listas … sube …”

Nunca había estado tan nervioso y me preguntaba cuan nerviosas estarían las chicas. Esa era la última oportunidad de detenerme, pero no lo hice, lentamente subí las escalas hasta la habitación de Antonia, con las rodillas tembleques llamé a la puerta. Antonia abrió la puerta, Gina estaba detrás de ella y me miraba tímidamente, ambas se veían esplendentes y hermosas. Antonia llevaba un vestidito azul cobalto, muy ajustado y se había recogido sus cabellos en un moño que la hacía parecer mayor y sofisticada. Gina vestía de negro, un vestido a tubo muy elegante y se había recogido sus cabellos en una cola de caballo. El ajustado traje delataba que no portaba ningún sostén y sus senos exuberantes estaban resaltados por puntiagudos pezones que presionaban la fina tela. Tenía unos zapatos de marca de color negros con inmensos tacos.

Me parecía de haber llegado al paraíso, salude a Gina.

—¡Hola, Gina! …

Con voz temblorosa, me respondió.

—¡Hola! …

Tratando de hacerlas entrar en confianza, continué con la conversación iniciada.

—… cuanto tiempo sin verte, Gina … ¿Cómo has estado? … ¿Tienes algún compromiso para esta noche? …

Eso al parecer dio resultado y las chicas comenzaron a reír, el hielo se había roto. Entonces decidí tomar la iniciativa.

—Quisiera saber ¿cómo vamos a hacerlo? … quiero decir … ¿cómo funciona algo así? …… asumo que ustedes han masturbado a algún chico antes, ¿verdad? …

Ambas muchachas se miraron y sonrieron, pero no respondieron a mi descarada pregunta, entonces agregué.

—¡Vamos, chicas! … nos aprontamos a hacer algo muy íntimo … ¿por qué no puedo hacerles una pregunta íntima? … ¿tienen vergüenza? …

Nuevamente Antonia y Gina intercambiaron rápidas miradas. Fue Gina quien respondió.

—Por supuesto que lo hemos hecho antes … porque eso no es sexo verdadero …

Me sentí sorprendido por la afirmación convencida de Gina.

—¡En serio! … en mis tiempos hasta un beso con lengua venía considerado como un comportamiento sexual …

Las chicas se rieron y no lo podían creer, entonces les volví a preguntar.

—¿Y las mamadas? …

Esta vez Gina respondió de inmediato.

—¡Ah!, pero eso tampoco es sexo verdadero …

Y luego muy suelta de cuerpo agregó.

—No es algo que yo haga frecuentemente … con las enfermedades de hoy en día, hay que tener mucho cuidado … por eso es más fácil una masturbada …

Me sorprendía ver a estas jóvenes mujeres justificando ciertas prácticas que de siempre se consideraban del orden de las relaciones sexuales, de repente me sentí viejo, pero obviamente no debía demostrarlo, así que solo comenté.

—¡Oh!, ya veo … he aprendido algo nuevo …

Pero mi curiosidad no había sido satisfecha del todo, miré a mi hija que asentía a todas las respuestas de Gina, ella también hacía este tipo de cosas, entonces volví a preguntar.

—¿Y donde normalmente masturban un chico? … imagino en los baños, ¿no? …

—Bueno … debe ser un lugar tranquilo … contra una pared … en el parque … en un baño de restaurant … o si tiene carro, en su propio carro …

Me sentía realmente asombrado la liviandad en que tomaban estas practicas sexuales y un montón de preguntas se agolparon en mi cerebro.

—¿Y una dedeada? … eso sí que es sexo, ¿no? …

Las chicas volvieron a mirarse y al unísono negaron con la cabeza mientras no cesaban de reírse. No quise continuar con esta educativa charla y finalmente les hice saber que yo estaba listo.

—Donde quieren que me siente o acueste? …

Antonia intervino prestamente diciendo.

—Papi … pensamos que sería mejor en mi cama … te sientas con los pies en el choapino …

La mire y volvió a sonrojarse al darse cuenta de que nos encontrábamos en una muy bizarra situación y las instrucciones que ella me acababa de dar eran aún más raras. Queriendo cerciorarme, les pregunté a las chicas si todavía querían seguir adelante con esto. Gina no perdió ni un segundo en responder.

—Pero por supuesto … no podemos detenernos ahora …

Entonces respondí jocosamente.

—¡Oh!, sí … total no es sexo, ¿verdad? …

¡Oh, Dios mío! Gina parecía estar derritiéndose de caliente. Como si fuera lo más normal del mundo, me senté en la cama de Antonia y mirando a Gina, le dije desafiante.

—Señorita, estoy listo … ¿Y tú? …

Gina seguía mirándome un poco intimidada, así que agregué.

—… me desabrocharé el cinturón y bajaré la cremallera … tú haces el resto, ¿de acuerdo? …

Después de haber hecho lo que había dicho, me senté en la cama, Gina caminó hacia mí, se arrodilló frente a mí y me bajo los pantalones, podía ver perfectamente la hendedura de sus hermosas tetas y mi pene semi fláccido comenzó a reaccionar. En ese mismo momento mi hija Antonia, se dirigió a la puerta y puso el seguro. Una gran protuberancia se estaba alzando en mis boxers, Gina me los bajo hasta mis tobillos y le dije.

—Espera que me resultan un poco incomodos …

Así que le permití sacármelos totalmente liberando mis piernas. Antonia había venido a sentarse prácticamente a mi lado y observaba atentamente todos los movimientos de Gina que miraba con entusiasmo verdadero mi pene erecto a mitad. Esplendorosos veintiún centímetros de pija se alzaban de entre mis piernas, con ojos abiertos de par en par, Gina exclamó.

—¡Mi Dios! … este es realmente grande … ¡Mira esto, Antonia! …

Giré mi cabeza a mirar a mi hija y se había llevado una mano a la boca estupefacta, sus ojos estaban tan abiertos como los de Gina y fijaba mi pene asombrada, bromeando le dije.

—¡Cierra esos ojos nenita! … no tienes permitido ver esto …

Lo dije lo más divertido posible, pero las chicas estaban tan impresionadas que probablemente ni siquiera me escucharon. Gina se animó y tomó la iniciativa aferrando mi pene firmemente, yo no lo podía creer, su manita blanca con uñas cuidadosamente pintadas, envolvía mi pene tratando de abarcar su grosor y lo miraba fascinada.

—¡Guau! … se siente diferente …

Dijo Gina, a lo que Antonia curiosa, preguntó.

—¿Qué quieres decir? …

—Bueno … ¡Ehm! … es caliente … más grueso … más largo también …

Tuve que contener mi risa ante la perplejidad con que ambas chicas admiraban mi pija enhiesta. Gina comenzó a apretar su mano arriba y debajo de mi pene, haciendo que mí prepucio se enrollara hacia atrás, mi gordo y brillante glande emergió a la vista de las chicas, entonces Gina dirigiéndose a mi hija volvió a exclamar.

—¡Mira, Antonia! … si parece que continúa a crecer …

Antonia no dijo nada, pero me miraba orgullosa con sus ojos brillosos. Animé a Gina:

—¡Uhmmmm!, cariño … que rico que me lo estás haciendo … lo has hecho antes, ¿sí? …

Gina me miró con ojos de fuego y comenzó a mover su mano más rápido, haciéndome exclamar:

—¡Demonios! … ¡Qué delicioso! …

 Sentía como mis bolas se movían en sintonía con la mano de Gina y mi escroto las apretaba con cada tirón. Estaba en el séptimo cielo, música agradable, la habitación estaba en completo silencio y todo lo que podía oír era mi respiración agitada, también la de Gina y mi hija respiraba cortito y con afano sin quitar los ojos de mi endurecida verga. Rompí el silencio preguntando a Gina:

—¿Se siente diferente a la de los chicos, Gina? …

No dijo anda, solo movió su cabeza afirmativamente y no cesaba de mover su mano enérgicamente en sentido vertical.

—¡Hmmmm! … sí … sí …

Dijo finalmente con una voz excitada y temblorosa, entonces yo agregué:

—En mis tiempos nunca fui el más grande, pero sí el más gordo …

Gina me miró y me sonrió, luego continuó magreando mi polla frenéticamente. Miré a mi hija y su cara se mantenía rojo encendido, una tímida sonrisa se dibujo en su rostro, entonces susurré:

—¡Por ningún motivo vayas a decírselo a tú madre, cariño! … Es extraño que veas a tu padre en estos menesteres lascivos, ¿no? …

Antonia me sonrió, frunció los labios y me dijo:

—¡Pffff!, ni te imaginas …

Pero lo dijo con una sonrisa de ingenuidad dibujada en su hermoso rostro. Me deje caer hacia atrás con el objeto de disfrutar la labor de Gina y sus manos en mi verga, pero lo estaba haciendo demasiado fuerte, claramente tratando de hacer de que me corra lo más rápido posible. Solo que el efecto era exactamente lo contrario, pero no se lo dije. Lo disfruté y lo estaba disfrutando y quería que perdurara el mayor tiempo posible, para animarla le dije:

—¡Ooohhh!, cariño … pero que rica paja que me estás haciendo …

Recostado y gozando en compañía de las dos chicas más sexys, mi polla se entumecía por las frenéticas y fanáticas jaladas de Gina, de repente Gina me preguntó:

—¿Ahora sí? … ¿Estás por correrte? …

Me reí por dentro, se había cansado después de cinco minutos de masturbación y le respondí:

—¡Mmmmm! … no, cariño … aún no … pero lo estás haciendo fantástico … sigue …

Gina miró Antonio escépticamente y solo exclamó:

—¡Guau! …

Solo para molestarla un poco le pregunté:

—Supongo que muchos chicos ya se hubieran corrido, ¿verdad? …

Gina asintió afirmativamente, entonces dije:

—Bueno … esa es la diferencia entre un hombre y un muchacho … los hombres duramos mucho más …

 Mientras movía mis caderas follando las manos de Gina, le dije:

—… una buena cogida larga es lo mejor que hay …

Siguiendo el tema y para crear más ambiente cachondo, le pregunté:

—Cuando masturbas a un chico … ¿eso te pone caliente? … ¿sientes cosquillitas entre tus piernas? …

Sin mirarme y con voz cargada de sensualidad, respondió:

—Sí … bastante …

Entonces hice algo que no debería hacer hecho, me giré a mirar a Antonia, mi hija.

—Qué hay de ti, Antonia … ¿también te calientan estas situaciones? …

Los duros pezones de mi hija presionaban la delgada tela de su vestido y sus ojos brillaban en la tenue iluminación, su respiración forzada y afanosa ya me había dado la respuesta, pero ella permaneció silente.

—¡Vamos!, querida … puedes decirlo … estamos solo nosotros tres …

Con voz vacilante y temblorosa, mi hija admitió:

—Sí, papi … estoy muy caliente …

Gina en tanto cambiaba mano una y otra vez jalando mí pija fervorosamente, un poco cansada un poco admirada exclamó:

—¡Oh!, Dios … todavía no te corres …

Moví mis caderas al ritmo de su mano y le dije:

—¿Te imaginas una polla así de dura follando tu coño por todo este tiempo? …

Gina lanzo un ahogado gemido y luego dijo:

—¡Jesús! … ya casi no siento mi mano …

Viéndola un poco exhausta la anime diciéndole:

—¡Vamos!, cariño … lo haces increíble … nunca nadie me había hecho una paja tan rica …

Pero repentinamente las cosas tomaron un vuelco, Gina se giró y le dijo a mi hija:

—Antonia, tengo que detenerme un rato … ven, toma tú el control …

Lo dijo como si mí polla fuera un simple mecanismo. Antonia la miró sorprendida. Yo pensé que esto se nos estaba yendo de las manos. Noté que mi hija no quería. Gina comenzó a burlarse de ella, pero encontré que eso no era justo y dije.

—Espera cariño … no tienes porque hacerlo … ese no era el trato …

En tanto Gina continuaba a insistir y a hacerle señas. De repente vi a mí Antonia levantarse y tomar el lugar de Gina, ¡¡¡Dios, no puede ser!!!    Me enderecé en mis codos cuando sentí las pequeñas y tibias manos de mi hija aferrando mi verga enrojecida e hinchada. Eso fue más de lo que podía aguantar.

Antonia comenzó con suaves y largos movimientos, para luego alternarlos con rápidos movimientos cortitos. Gina arrodillada a su lado la miraba divertida y le preguntó:

—¿Se siente diferente? …

Mí Antonia casi con orgullo, apretó suavemente mi pija y respondió:

—¡Oh!, sí … se siente bien …

Gina entonces, le cedió su lugar diciéndole.

—¡Hazlo tú! … ¡Qué cosa más loca! … ¡Qué pervertida! … ¡Pajeando a tu propio padre! …

La mano de mi hija me estaba volviendo loco, tuve que hacer todo lo posible para no correrme en ese momento. Empecé a gemir y exclamé en éxtasis:

—¡Ooohhh! … ¡esto se siente tan jodidamente bien, hija! … ¡Ah! … ¡Ah! … ¡Ah! … sí … sigue así, tesoro …

Apoyado en mis codos continué a mirar los ojos de mi hija que me masturbaba con su mirada fija en la mía.

—¡Ooohhh!, sí … lento-lento y luego rápido-rápido … qué bien me lo haces, Antonia …

Comencé a follar su mano con mis caderas y a gemir, entonces le dije:

—¡Ooohhh! sí, hija … tienes los pezones duros, hijita … ¿acaso estás caliente? …

—Sí, papi … sí … estoy caliente … nunca he estado tan caliente, papi …

—¡Dilo!, Antonia … ¡Dilo fuerte! …

—¡Papi, estoy caliente! … ¡Estoy toda mojada, papi! … ¡Córrete para mí, papito! … ¡Córrete! …

Las primeras gotas de semen comenzaron a emerger en mi glande, el cosquilleo en mis bolas y todo mí cuerpo era demencial, mi hija continuó a masturbarme enérgicamente con su cara a centímetros de mi verga que hervía. En ese momento su manita envolvió mis bolas y ya no pude contenerme más, después de casi quince minutos de masturbación, mi pene explotó. Via a Gina que quiso hacerse cargo, pero mi hija no la dejó, sorprendida dijo:

—¡Guau! … ¡Mira cuanta cantidad y todavía sigue saliendo! …

Más de diez chorros volaron de mi pene a los cabellos de Antonia, su vestido, su brazo y mucho de eso sobre mi propio cuerpo. Gina movía sus manos en el aire como queriendo atrapar algo, pero todo fue a parar sobre mí y sobre mi hija. Cuando Antonia finalmente soltó mi polla, mis piernas temblaban y mi vientre estaba hundido debido a mi afanosa respiración.  Antonia se estaba recuperando claramente y levantó sus manos pegajosas. Gina no dijo nada y se sentó muy quieta junto a Antonia. Una vez que recuperé mi respiración, les dije a ambas:

—¡Chicas! … nunca me había corrido tan intensamente …

Antonia se levantó y dijo que iba a buscar una toalla, cuando se levantó, vi que tenía una extensa mancha húmeda en la parte inferior de su vestido.

Cuando volvió con la toalla, ya se había limpiado las manos, me entregó una toalla, pero no la tomé, solo le dije:

—¡No, señorita! … ¡Usted causo este desastre … usted limpia! …

Antonia vaciló un instante, luego con una sonrisa divertida, volvió a arrodillarse entre mis piernas, con infinita ternura comenzó a limpiar el semen de mi estómago, muslos y pene. Gina dijo que tenía que ir al baño y desapareció hacia allí.

Antonia estaba tan cerca de mí que podía oler el aroma de sus cabellos, emocionado le dije:

—¡Nadie debe saber nada de esto, cariño! …

—Lo sé, papi …

Mi hija comenzó a sollozar suavemente.

—¡Oh!, cariño … ¿Qué sucede? … No deberíamos haber hecho esto, ¿verdad? … ¿Te arrepientes? … No he sido un buen padre, ¿verdad? …

—No, papi … no es eso …

—Entonces, cariño … ¿Qué te sucede? …

—Papi … nunca me he sentido tan caliente como ahora … cuando tú te corriste … yo también me corrí, papi … y no podía soltar tú polla … ¿acaso no te diste cuenta? …

—Sí que me di cuenta, amor …¿ por qué crees que no paraba de eyacular? … sentir tus manos en mi pene me hizo acabar así …

—No te había visto desnudo antes, papi … no sabía que lo tenías así tan grande …

Me incliné y ella cerró sus ojos permitiéndome besarla en sus delicados labios, mi lengua se unió a su lengua, mi polla comenzó a sacudirse con nuevos bríos, entonces abruptamente rompí el beso.

—¡Oh!, hija … ¡Esto es una locura! … ¡Es como un sueño! …

—Sí, papá … es un sueño … y tenemos que seguir soñando … mira tu polla … se ha puesto dura … a ella yo le gusto …

Por Juan Alberto

No hay comentarios:

Publicar un comentario