miércoles, 5 de abril de 2023

Julieta


Poco antes de la navidad, me había quedado a terminar unos planos de mi último cliente. Ya me había cambiado a pijama y estaba en el escritorio trabajando a la computadora. Pensé que me merecía una rica cerveza helada y partí a la cocina a buscar una de la heladera. Mi hija Julieta estaba allí, le habíamos celebrado sus quince años el mes pasado. Estaba de pie junto a la encimera de espaldas a mí, la miré y reconocí que vestía una vieja y gastada remera mía, sus longilíneas piernas desnudas lucían esplendidas. Sorprendido le pregunté.

—¿Qué haces aquí todavía? … son pasada la medianoche …


Estaba sorprendido porque hacía una hora y media atrás se había despedido de mi dándome un beso de las buenas noches en el salón. Se volvió hacia mi y por un instante imaginé que estaba sin ropa interior y lo único que cubría su cuerpo pubescente era mi descolorida remera. Al final resulto que vestía unos leggins color piel, cuya tela se enterraba en su ingle dibujando el relieve de sus labios vaginales, pero mi pene había reaccionado en anticipación y se formo una protuberancia en mis shorts. La miré y vi que había estado llorando.

—¿Qué te sucede? … ¿Por qué lloras? …

Con el nerviosismo su celular resbaló de sus manos y cayó al piso, diciendo.

—Andrés …

Andrés es su novio, su madre me había dicho qué de hace días tenían problemas, pero yo no me quise inmiscuir, cosas de adolescentes, pensé.

—¿Qué te pasó con Andrés?

Dije ignorando el bulto de mis pantalones de pijama.

—Qué ese bastardo me acaba de enviar un mensaje de texto diciéndome que no me quiere ver más … ¿te puedes imaginar? …

Se echó a llorar desconsoladamente.

—Sabía que esto iba a pasar … fui una estúpida … pero se acabó …

Me acerqué para cobijarla paternalmente y consolarla.      Ciertamente no podía estrecharla demasiado para no hacerle sentir mi generosa polla que todavía se mantenía dura.      Se metió entre mis brazos y sollozo muy fuerte.      Mientras acariciaba su hombro en modo afectuoso le dije.

—¡Shhhh! … ¡Cálmate! … Ven … vamos a la salita …

Me giré y agarré mi cerveza, después me dirigí a la sala de estar.      Sentados en el sofá pareció que se recuperaba, pero repentinamente estalló en ruidosos sollozos otra vez, volviendo a refugiarse en mis brazos.      Escuché sonidos de puertas en el piso superior, Julieta levantó su cabeza y me preguntó.

—¿Mamá baja a esta hora? …

—No lo sé …

Agudicé el oído y seguí escuchando para captar los sonidos de arriba.

—Espero qué no … no me sirve mamá en este momento

Escuchamos de nuevo las puertas del segundo piso y luego la puerta de nuestro dormitorio al cerrarse, entonces le dije.

—No … ella no va a bajar … pero deberías estar más callada … de otro modo ella escuchará tu voz chillona …

Pasé mi mano compasiva por su espalda y no sentí su sujetador.      Imaginé sus tetas sueltas debajo de mi remera y mi polla otra vez comenzó a ponerse dura.      Me sentí mal al no sintonizar con su pena, poco empático con su dolor y cachondo como macho sintiendo su hermoso cuerpo.      Julieta comenzó a sollozar suavemente y se recostó acomodándose en mi regazo, pero dio un respingo repentino, con su codo había tocado mi pija endurecida.      Inmediatamente cesó su llanto, arregló sus cabellos y secó sus lágrimas.      Todo en un instante su pesar pareció desaparecer, solo dijo.

—¡A la mierda con Andrés! …

Luego sentí como su mano se deslizaba dentro de mis pantalones.      En un principio me sorprendió y me sentí abrumado, pero la dejé hacer.      Su cálida mano pronto alcanzó mi pija ya que estaba sin ropa interior y la tiró fuera.      La vi inclinarse sobre mi miembro y sin remilgos lo tomó en su boca.   Por un momento pensé que mi cerebro estaba jugándome una broma, pero cuando sentí su tibia y húmeda lengua envolviendo mi glande, solo eché mi cabeza hacia atrás y cerré mis ojos, escuche que suaves gemidos escapaban de su boca.

—¡Hmmmm! … ¡Umpf! … ¡Ummmm! … ¡Hmmm! …

A veces mi polla tocaba violentamente su garganta, no era suave y moderada como su madre, era una bestia feroz que mamaba y devoraba mi verga.      Otra vez deslicé mi mano por su espalda, pero esta vez bajo la remera.      Julieta arqueó su espalda y me dejo suficiente espacio para que una de mis manos agarrase su duro pezón, lo apreté y ella lanzó un gruñido, dejo de chupar y se tumbó boca arriba sobre el sofá cercana a mi regazo.      Estaba feliz con eso porque no hubiera durado mucho más con sus enérgicas chupadas, ahora podía relajarme un poco.

Hizo subir su remera por sobre sus firmes tetas para permitirme jugar un poco con ellas, al mismo tiempo llevó mi pija a su rostro y acarició su mejilla con mi glande.      Mis manos se movían sobre sus pechos, luego poco a poco fui descendiendo a su estómago, luego más abajo y cuando me acerqué a sus bragas la escuché jadear y hundir su vientre.      Una oscura mancha se formaba justo al medio de su coño y se notaba qué crecía cada vez más, entonces comprendí lo mojada que estaba mi niña.      Incapaz de contenerme, deslicé mi mano sobre su abdomen y dentro de sus bragas.      Julieta gimió de placer audiblemente al sentir que mi dedo barría el surco de su apretada hendedura empapada.      Profundicé en la humedad de su rajita, estaba muy apretada y ella comenzó a sacudirse bisbiseando.

—¡Ssiii! … ¡Asiii! … ¡Bien, papi! …

Gimió y lanzo vagidos de nenita, casi un llorisqueo, esto me insto a acelerar un poco el ritmo.      Su mano mantenía firmemente aferrada mi pija, pero en su propia excitación se olvidó de hacer algo más con ella, pero igual se sentía maravilloso.      Mi dedo en su ajustado coño, la estaba llevando inexorablemente al orgasmo.      De ahí a poco la sentí estremecerse.

—¡Oooohhhh! … ¡Papá! … ¡Ummmm! … ¡Hmmm! …

Sus gemidos eran largos y ahogados, tenía sus muslos muy apretados y la parte superior de su torso continuaba a estremecerse.      Repentinamente se percató que mi pija estaba todavía en su mano y la miró con cierto asombro.      Se inclinó sobre la mesita de centro y me dijo.

—¡Espera! …

Agarró su celular y abrió el compartimiento de la batería, me sorprendí cuando recuperó un condón nuevo desde ese pequeño cubículo, se fijo en mi asombrada mirada y sonriendo me dijo.

—Sabor de fresas …

No pude reprimir maravillado una sonrisa, qué inmediatamente se desvaneció cuando ella con sus finísimos dedos comenzó a rodar la goma por sobre mi glande.      Se quitó prestamente sus bragas y se recostó otra vez sobre el sofá con las rodillas plegadas y abrió sus piernas dándome una clara vista de su hendedura fresca y juvenil, maravillosamente afeitada, abierta y empapada.      Me agarró por el cuello de mi pijama y me dejé tirar sobre ella.      Nuestros cálidos genitales se tocaron y sus dedos tomaron mi pija guiándola dentro de su panocha, movió la parte inferior de su cuerpo para hacerla entrar.     Su apretado coño se sentía maravilloso.      Por un momento temeroso de hacerle daño no hice nada, ella percibió mi tribulación y dijo.

—¡Dale! … ¡Adelante! … ¡Ya no soy virgen! …

Gimiendo de placer, afondé mi pija en el coño de mi hija hasta el fondo lentamente, aparentemente ella no apreció mis cuidados por su coño y enterró su talones en mi glúteos comenzando a empujarme con rapidez dentro de si misma.     Su coño apretaba maravillosamente mi pija y la escuche gemir de placer.      Realmente hubiera querido quedarme por siempre dentro de ella, pero ella levantó y abrió más sus piernas, comencé a embestirla con fuerza y ella se apretó a mi gimiendo guturalmente, flexionó sus piernas y aproveché de darle algunas poderosas embestidas y gimió comenzando a sacudirse de pies a cabeza.

Levanté su remera para descubrir su joven y gorda teta y me contorsioné para chupársela, mi hija lanzó un chillido y volvió a apretarse estrechamente a mi mientras se corría con poderosas contracciones de su coño.      No pude retener mi propio orgasmo y descargué una abundante cantidad de semen en el condón.      Julieta puso una mano en mi boca para apagar mis gruñidos y gemidos, cuando abrí mis ojos la encontré sonriente.      Aún cuando se sentía divino estar en su apretado chocho, me deslicé fuera de ella.      Me quité el preservativo en silencio e hice un nudo para tirarlo más tarde.

Me quedé cabizbajo, acababa de follarme a mi propia hija, Julieta se dio cuenta de mi desesperada aflicción y la escuché decirme.

—Lo siento, papi … necesitaba desahogarme … es por ese bastardo de Andrés … si supieras las cosas que he hecho por él …

Después de lo que acababa de suceder no quería ni siquiera imaginar las cosas que era capaz de hacer mi hija, prosiguió.

—… ese tipo es capaz de pensar solo a si mismo y a su gruesa polla … por lo menos hoy he conocido a un tipo verdadero, que me cuida y que me ama …

—Julieta … sigo siendo tu padre, hija …

Se levantó, recogió sus bragas mojadas del suelo y con su maravilloso culo al aire se dirigió hacia las escaleras, pero dio solo un par de pasos, se volvió y me dijo.

—Papi, no te atormentes … podría haber sucedido con cualquier otro hombre … que seas mi padre no importa … es irrelevante, como el color de un consolador …

Ya en la puerta, Julieta volvió a mirarme, quizás para ver mi reacción a su comentario.   De cierto estaba confundido.      Tenía la sensación de haber abusado de mi pequeña hija, pero ahora entendí sus palabras y me di cuenta de que ella me había utilizado a mí.      Si así había sido, hubiera querido siempre ser utilizado de ese modo.      De todas maneras, miles de cosas pasaban en mi cabeza.      ¡Maldita sea!   Cosas cómo sexo, lujuria. Abuso, una puta por hija.     En cambio para ella había sido simple con una visión del sexo totalmente revolucionaria, todavía no lo podía creer.

Mi pequeña Julieta aparentemente me vio conflictuado conmigo mismo y dio marcha atrás.     Su exquisito coño calvo y todavía desnudo, se mostraba esplendentemente justo al borde inferior de la remera, lo que me quitó gran parte de mi confusión.      No es que dijo mucho, se inclinó a darme un beso y luego dijo.

—Papi … no hemos hecho nada de malo … todo está bien … no lo conviertas en un problema … te lo suplico …

Aún así estaba fascinado con su apretado coño y ella se dio cuenta, me había atrapado con mis ojos fijos en su panocha.      Se subió un poco más la camiseta y echó sus caderas hacia adelante con un brillo malévolo y travieso en sus ojos, agregó.

—… si quieres más … ven a mi cuarto más tarde …

Entonces ante mis atónitos ojos, metió uno de sus dedos en su ajustada conchita y luego puso ese fino dedo entre mis labios.

—… escucharas que mi coño ronronea, papi …

Rápidamente me dio un beso y salió de carrerita de la habitación.      ¡Maldita sea!, ahora tenía otra vez una enorme erección.

Me preguntaba de donde demonios venía esta bestia sexual.      De quien eran esos genes lascivos.    No pude evitar de pensar en el estúpido de Andrés, ¿cómo había dejado ir este tesoro?      Llegué a la conclusión de que quizás no había podido con ella.

Me dio flojera subir a acostarme arriba junto a mi señora, saqué una manta del armario y me acomodé en el sofá.      Me bebí la cerveza y sin querer me quedé dormido abrigado por la manta, la televisión a bajo volumen seguía encendida.

No sé que me despertó, no sabía ni menos que hora era.      Todavía estaba oscuro, así que no debía haber dormido mucho.      Tomé el control remoto para ver la hora en el televisor y vi que eran las 03:02.       Demasiado temprano para una erección matutina, pero mi pene estaba duro, si voy a orinar se calmará, pensé.      Me fui al baño al costado del cuarto de Julieta, sentí que su televisión estaba encendida.      Después de orinar abrí con cuidado la puerta del dormitorio de mi hija, esto era una acción rutinaria, todas las noches me despedía de ella antes de irme a acostar, pero después de lo de anoche todo había cambiado.      Mi nenita había crecido, demasiado incluso para mí.      Vi su figura sobre la cama, estaba cubierta por el edredón.      Había una tenue luz encendida, ella siempre había tenido pavor de dormir a oscuras.      Caminé hasta la Tv y la apagué, pero había un zumbido persistente.      Pensé era su computadora portátil, internamente la maldije porque se lo había dicho una y mil veces de no quedarse dormida con el computador encendido.      Pero en un rincón de su escritorio el portátil estaba apagado.      El misterioso sonido aún estaba presente y me recordé que muchas noches ya lo había escuchado ese sonido.      Además, ella siempre me había jurado que apagaba su computador antes de irse a la cama, ¿pero de dónde venía este zumbido?

Comencé a rastrearlo cerca de su cama, venía de debajo las sábanas.      Con mucho cuidado levanté el edredón y vi una luz azul que destellaba y el rumor aumentó.      Comprendí que su celular se había resbalado bajo las sábanas, sí, solo eso podía ser y me pregunte qué idiota la llama a esta hora.      Lentamente fui levantando cada vez más las sábanas y me encontré con su maravilloso trasero todavía desnudo, la vieja remera se le había arremangado hacia arriba y podía ver perfectamente la curva de su cadera y sus blancas nalgas redondeadas, su coño estaba expuesto.      Quedé boquiabierto, por fin descubrí de donde provenía el zumbido.     ¡¡En su húmedo y apretado coño, un consolador azul vibraba suavemente y emitía una luz del mismo color!!      Aparentemente se había cansado tanto mientras se masturbaba que se quedó dormida con esa cosa dentro.      De repente muchas cosas se agolparon en mi cabeza.      Me pregunté ¿Dónde habrá conseguido esa cosa? ¿Por qué la maldita cosa emitía luz?       También me di cuenta de que ella no me había mentido con respecto a la computadora.      Pero este sonido en particular yo lo había escuchado antes, siempre provenía de su cama.      Súbitamente supe porqué siempre estaba cargando baterías.      Mi nenita cachonda, se dormía todas las noches con ese vibrador en su coño.

Tal vez ni siquiera podía dormir sin él.      Suavemente alejé el edredón de ella, estaba acostada de costado con una pierna plegada y la otra estirada.      Su culo levemente hacia atrás, su diminuta rajita llena de ese artilugio gozador vibrante.      Se veía terriblemente cachonda mi nenita adormecida con su novio vibrador.      El orinar había reducido mi erección, pero ahora esta había vuelto con renovadas energías y mi pantalón de pijama mostraba un amplio bulto.      Sentí una irrefrenable necesidad de reemplazar esa polla falsa con mi propia pija, era como una invitación tacita.      Me recordé de sus palabras antes de salir de la habitación y era cierto ¡¡Su coñito ronroneaba!!      Me convencí de que ella también me deseaba.      Delicadamente jalé el extremo del consolador y lo hice deslizar fuera de su coño, unos suaves gemidos escaparon de la boca de Julieta, repentinamente la luz del consolador se apagó y dejó de vibrar.    ¡Oh, no! ¡No puede ser!      Observé el objeto inerte, estaba mojado con los fluidos de ella.      Me senté al borde de la cama y deslicé el vibrador azul entre los labios rosados y húmedos de su coño.      Tal como pensé, esa cosa reaccionaba a su cálido y húmedo chocho, sentí que mi pija estaba a punto de explotar.      Ni siquiera pensé que era una idea loca.

Metí mi mano en mis pantaloncitos y comencé a tocarme, mientras tanto jugaba con el vibrador de mi hija haciéndolo deslizarse hacia dentro y luego hacia afuera, a veces hasta apagarse.      Julieta gemía de vez en cuando, pero no se despertaba, me pareció de lo más normal, claramente a ella le gustaba y estaba acostumbrada a que su amigo vibrara en su coñito cachondo toda la noche.      Probablemente si se lo quito se despertaría.

Giré esa especie de tapa al extremo del dildo y me lleno de asombro descubrir que esa cosa vibraba más intensamente cuando se giraba en el sentido de las manecillas del reloj y más suave cuando se giraba en sentido contrario, me turné para aumentar y disminuir el ritmo vibratorio mientras lo deslizaba dentro y fuera de su coñito hermoso.      Julieta comenzó a gemir más fuerte y cada vez empujaba más sus posaderas hacia atrás, se había echo un hilillo de fluidos que se deslizaban sobre su muslo y colaban a humedecer las sábanas, su coño estaba más caliente con sus labios separados.

Me pregunté si podría correrse mientras dormía, con mucho cuidado bajé la cabeza entre sus muslos, empuje el vibrador completamente dentro de su panocha y comencé a buscar su clítoris con mi lengua, probé el exquisito néctar que rezumaba de su vagina, lamí y lamí con mi barbilla entre sus glúteos, sintiendo en mi lengua las vibraciones del consolador.

Julieta comenzó a estremecerse, pero consideré que aún dormía.      Con mi mano me masturbé mientras lamía su coño.      Repentinamente comenzó a sacudirse y a chillar con fuertes gemidos, así que dejé de lamerla, movía violetamente sus caderas y apretaba sus nalgas.      Estaba completamente mojada y su coño enrojecido.      Solo ahora noté que no se había despertado, quizás había tomado alguna pastilla para dormir de mi esposa, estaba con los ojos cerrados y su rostro relajado.      No podía jurar si se había corrido, pero al parecer sí.

Me sentí más pervertido que antes, abusar de mi hija con su consentimiento era una cosa, pero si ella es ignara de lo que le estoy haciendo es algo totalmente distinto, me sentí un puerco degenerado.

Lentamente le saqué el vibrador y lo coloqué sobre el mueble del televisor.      El culo de mi hija estaba descubierto y lo vi menearse, para mi fue como una señal para irme y cubrirlo nuevamente con el edredón, cosa que hice prontamente y volví a levantarme para irme.      Entonces escuché como un reclamo.

—¡Hmmmmm! …

Parece que no estaba de acuerdo con que me fuera, no sé si estaba alucinando o no, pero su culo me quitaba toda concentración.      De todas maneras, comencé a alejarme, pero ahora volví a escucharla.

—¡Hmmmmm! …

Sonaba insistente y contundente y su trasero volvió a moverse en forma tentadora quedando otra vez completamente desnudo a mi vista, entonces entendí “Quiere que me acueste con ella” y no necesité ningún aliento más.      Me quite pantalón y camisa para cobijarme bajo el edredón junto a ella.      Me acurruqué detrás de su espalda y ella empujo su trasero contra mi regazo, pareció volver a dormirse tranquilamente.

Mi pija endurecida se había posicionada en medio a sus posaderas tibias y húmedas por el abundante fluido caliente que había rezumado de su coño.      Hice mis caderas un poco hacia atrás y, sin darme cuenta, mi verga terminó justo frente a su ano.      También estaba húmedo y resbaladizo, si empujara solo un poco podría encular a mi nenita, pero no quería causarle algún daño.      Julieta empujó contra mi verga y la punta de mi pene entró en su culo solo un poco, me hubiera encantado metérsela toda y follarla por el culo, pero no me atreví para no lastimarla.      Suavemente metí mi mano debajo de su muslo y alejé mi glande de su estrecho orificio.      Mi pene se deslizó entre sus glúteos y ahora palpitaba entre los húmedos labios de su panocha, como se sentía tan bien me quede quieto en esa posición.

Julieta volvió a empujarme con su trasero, lo que provocó que mi pija se posicionara en el surco empapado de su vagina y casi en su ojete vaginal, en algún modo maravilloso ella alzó un poco sus caderas y relajó la parte inferior de su cuerpo, engullendo profundamente mi verga en su estrecho coño.      Solo Dios sabe donde aprendió a hacer eso.      Ambos gemimos sintiendo la unión apegada de nuestros sexos.      Inmediatamente comencé a disfrutar de la cálida estrechez de su coño, sus músculos vaginales apretaban fuertemente mi pene, casi a estrangularlo, acomodó su trasero hasta sentir que estaba todo dentro de ella.      Dejé toda inhibición y cuidado de lado y me puse a follar a mi hija por segunda vez en la noche con todas mis energías y ganas.      La sentí gemir de vez en cuando, pero no se despertó y no pasó mucho tiempo antes de que me corriera dentro de ella en modo bestial y rocié una decena de chorros de esperma en la profundidad de su panocha.      Me quedé quieto a recuperar mi afanosa respiración, mi erección cedió y mi pija fláccida resbaló fuera de su coño, la experiencia me pareció genial, me había follado a mi propia hija dos veces.      Me levanté silente y quería salir en punta de pie de su habitación, cuando de repente la escuché.

—¿Papá? …

Estaba en estado de shock, pero me recuperé al instante.

—¿Sí, querida? …

Seguía acostada de espaldas a mí y ni siquiera se molesto en girar su cabeza, su voz sonaba un poco somnolienta y amortiguada por la almohada, pero sorprendentemente nítida.

—Papi … me gusta mucho que me vengas a visitar … ¿pero te importaría usar condón la próxima vez? … Puede que esté tomando la píldora … pero después de esta noche … no sé donde tú metes esa pija tuya …

Luego se dio vuelta bien despierta y bajó el edredón estirándose a su mesita de noche.

—¿Ves? … siempre aquí hay preservativos … también hay lubricante para cuando te atrevas a hacerme el culo …

Desconcertado, lo único que pude responder, fue un balbuceante:

—Sí … está bien …

Había una invitación implícita para una próxima vez, me volví para salir y ella me interpeló.

—Papi … ¿puedes devolvérmelo? …

Inmediatamente entendí que se refería a su vibrador azul, me dirigí a la mesita del televisor y tomé el consolador, luego me acerqué a su cama, tocando su hombro con el juguete apagado.

—Toma, hija … aquí lo tienes …

Ni siquiera se movió, pero dijo.

—¡Déjalo donde lo encontraste, si no te molesta …

Con mi mano temblorosa levanté el edredón para descubrir sus blancas nalgas, me incliné y volví a tener la vista de su conchita apretada y mojada.      Comencé a empujar la pija falsa en su coño, pero no vibraba, entonces me recordé que se regulaba desde la parte superior, gire en sentido de las manecillas del reloj y esa cosa se encendió iluminando la sábana de color azul, suavemente lo empujé completamente dentro del coño de mi hija, una gran sonrisa se dibujo en mi rostro, tarea cumplida, pensé, la escuche gemir.

—¡Ummmm!, ssiii … Buenas noches, papá …

Le di un beso en su glúteo izquierdo y le respondí.

—Buenas noches, hija … dulces sueños …

 

Me resultaba claro que Julieta había desarrollado un apetito sexual inconmensurable.      Me permitió visitarla todas las noches que quise.      Ocasionalmente se me insinuaba tentadoramente, tenía ganas a toda hora, sobre todo cuando mi esposa no estaba cerca, pero me dejaba a mí decidir cuando tener sexo, ella estaba siempre dispuesta.      Tenía novio, a veces varios al mismo tiempo, solo que ninguno de ellos duraba mucho.      Sus amigas tampoco se salvaban, mas de una vez vi a chicas salir de su habitación con el rostro enrojecido y sudadas.

Julieta tenía una exuberante necesidad sexual que necesitaba satisfacer, no había niño o niña que pudiese con ella.      Yo era solo un complemento más.      Ella me dijo que cuando no tenía a nadie, le bastaban sus “socios” como ella solía llamar a sus juguetes, vibraran o no, porque después me enteré de que tenía una decena de juguetes entre vibradores y dildos de diferentes dimensiones.      Mi nenita tenía talento para el sexo y eso era mi pesadilla, pero también mi vida.

Era el día de mi cumpleaños, lo celebrábamos solo en nuestro núcleo familiar.      Todos sabían que ese día no nos debían visitar porque no encontrarían a nadie en casa.      Todos los años programábamos una actividad diferente, podía ser un museo, zoológico o un parque de diversiones, toda la familia esperaba eso, pero este año note por primera vez de que Julieta no estaba tan entusiasmada.

Algo lógico para una adolescente caprichosa, ella quería quedarse sola en casa, la obligué a venir con nosotros al zoológico metropolitano.      Pero en realidad lo hice más por celos, quería evitar que se encerrara en su habitación a follar todo el santo día con sus novios.

Hacía buen tiempo, a las ocho de la mañana la temperatura era agradable y todos estábamos listo para partir.      El atuendo de Julieta era un vestido de verano maravillosamente sexy, con flores y tacones altos.       Se notaba claramente que no llevaba sostén, ya que sus pezones formaban protuberancias en la tela de su vestido.      Mi esposa apenas la vio, puso el grito en el cielo.

—Tu no vas a ir así … entra a casa y quítate esos tacones …

Julieta le dio una descarada mirada de odio, a lo que mi esposa agregó.

—… no querrás parecer una ramera, ¿no? …

Mi esposa no sabía nada de las escapadas de su hija y mucho menos de que yo era parte de ellas.      Siempre discutíamos todo juntos sobre el avenir de los niños y yo la apoyaba en todo siempre, porque era muy sabia en todas las ocasiones.

Julieta obedeció sin chistar y se puso un par de zapatillas blancas, pero mantuvo sus tetas sueltas.    Cuando volvió, mi esposa le dijo.

—Ahora sí … ¿no te parecen más cómodas? …

—¿Estamos todos listos? …

Pregunté en forma retorica y mi hijo menor me dijo.

—Papá … el coche está cerrado …

Presioné el botón del control remoto.      Las luces del auto destellaron y detrás de mi oí un chillido.

—¡Hey! … ¿Qué pasa? …

Mi esposa detrás de mi estaba sosteniendo a Julieta por su antebrazo, ayudándola a mantenerse en pie, las miré y pregunté.

—¿Qué pasó? …

Julieta me sonrió y me dijo.

—Nada, papá … estoy bien … ¡vámonos! …

Luego caminó hacia el auto.      Miré a mi esposa interrogativamente, pero solo se encogió de hombros diciendo.

—Al parecer tropezó …

Miré el pavimento y no se veía nada en que tropezar.      Condujimos alegremente hacia nuestro destino.      Estábamos todos contentos, parecía que iba a ser un agradable día.      Al llegar bajamos nuestras cosas y caminé junto a Julieta detrás de los demás.      No sabía si había cerrado o no el carro, sin darme vuelta presioné el botón del control remoto.      Inexplicablemente Julieta dio un chillido y se afirmó de mi brazo.      La miré inquisitivamente y me dijo rápidamente.

—No es nada … estoy bien … vamos …

Comenzamos la visita al Zoo, íbamos de un refugio de animal al otro, después de un par de horas, decidimos descansar un rato en una de las terrazas, para sí beber algún jugo o café.      Buscando mi billetera, saqué las llaves del auto de mi bolsillo y las deposité sobre la mesita, mi hija menor las tomó y se puso a jugar apretando los botones del control remoto.      Le dije que no lo hiciera porque podría abrir involuntariamente nuestro auto.      Enojada me devolvió las llaves y solo para asegurarme presioné el botón de cerrado una vez.      Otra vez Julieta nos sorprendió a todos con uno de esos chillidos locos.      La miré, tenía una extraña mueca en su carita cachonda y estaba con los ojos cerrados, la tuve que llamar dos veces.

—Julieta … Julieta …

En realidad, tenía la cara un poco deformada por el placer, que me causó extrañeza.

—¡Oh!, sí … yo también quiero café, papi …

Me dijo sonriendo y mordiéndose su labio inferior.      Me fui al mesón a comprar las bebidas para todos, algo me decía que a Julieta le estaba sucediendo alguna cosa que solo ella sabía, ¿pero que cosa?     Cada vez estaba más intrigado.      Volví a la mesa con una bandeja con bebidas y me senté, Julieta vino a sentarse a mi lado entre mi esposa y yo.      Se puso de pie un par de veces irrequieta, tanto que mi mujer le llamo la atención.

—¡Julieta! … ¡Quédate quieta un rato! …

Se sentó muy apegada a mí, se inclinó un poco hacia adelante y luego golpeo mi muslo con su puño, la miré y me hizo entender que quería darme algo, miré a mi esposa que bebía y degustaba un panecillo de dulce, baje mi mano y me entrego un trozo de tela arrugado y húmedo, inmediatamente lo miré de soslayo, ¡¡¡Eran sus calzones!!! De prisa los escondí en mi bolsillo.      ¿Que pretendía esta chica caliente?   Solo sé que mi pija se puso dura como palo.      Mi esposa me miró a mí y luego a Julieta y le dijo.

—¡Oh!, hijita … que lindo brazalete que tienes … parece moderno …

—Sí, mami … es lo que se lleva en estos días …

No le di mayor importancia al diálogo entre ellas y traté de concentrarme en otras cosas que no fuera el coño mojado y desnudo de mi hija bajo su vestido, quizás así mi polla se relajaría un poco.

Como jefe patriarca y protector de la familia, cada vez que andamos en grupo, yo me quedo un poco atrás para controlarlos a todos, ahora iba justamente caminando casi atrás de Julieta y mirando a mis otros hijos más pequeños.      Miraba su hermoso culo y como bamboleaba en forma caliente sus caderas, me preguntaba que le estaba pasando, vi de repente que sacudía la parte inferior de su esbelto cuerpecito de niña adolescente.     Hizo una pausa y continuó a caminar, mientras mordía uno de sus dedos entre sus blancos dientes, se volteó y me regalo una seductora sonrisa, ella sabía que yo la miraba sexualmente.      Lo que sea que le esté pasando no debe ser algo grave, pensé.      También, estaba más que convencido de que ella sabía mejor que nadie lo que le estaba aconteciendo.

Cómo un flashazo vino a mi mente una película porno que Julieta tenía entre sus cosas.      Vino a mi mente una de esas imágenes.      Se trataba de una chica que se había implantado en su coño un huevo vibrador que podía ser activado a distancia mientras caminaba por la ciudad.      El comportamiento de esa actriz era idéntico al que ahora estaba demostrando mi nenita de quince años, ¡¡Maldita sea, Julieta!!    Pensé para mis adentros, pero también me reí al darme cuenta de su ingenio.      Julieta había encontrado la forma perfecta de disfrutar a su manera el paseo familiar.      También ahora entendí el porque sus bragas estaban tan mojadas.      Metí mi mano al bolsillo y acaricié sus húmedos calzoncitos.      Lo que me intrigaba era saber como lograba controlar esa cosa en su coño, sentía como poco a poco mi pija comenzó a crecer hasta abultarse bajo mis pantalones.

No me costo mucho concluir en que era esa especie de brazalete nuevo.      No podía quitarle los ojos de encima, ansiaba verla a que se diera otro orgasmo con el artilugio ese.

Me parecía todo obvio, pero luego de un rato, me pregunté, si ella tiene todo eso bajo su control, ¿porqué es que a veces la sorprendía como si un tercero estuviera manipulándolo?     Después de todo ella tenía esa cosa en lo profundo de su conchita, el brazalete estaba en su brazo y probablemente también el control remoto que lo hacía vibrar.      De algún modo ella no podía controlar siempre el asunto y por eso venía sorprendida al improviso por vibraciones de placer.      Algo debía estar accionando el huevo sin que ella estuviera preparada para ello.   ¡¡¡Maldita sea!!!  ¡¡Las llaves del auto!!   ¡Eso tenía que ser!      Decidí ponerlo a la prueba inmediatamente y metí la mano a mi bolsillo, sin sacar las llaves presioné el botón del cierre centralizado.      Julieta dio un chillido y un respingo, mi esposa inmediatamente la acudió.

—¿Qué te sucede, niña? …

—Nada, mami … creo que volví a tropezar …

—Si hubieras traído esos tacones, hubiera sido peor …

Dijo mi mujer un poco irritada, en tanto Julieta me miraba provocativamente y su madre le dijo.

—Déjame tranquila … ve a molestar a tu padre ahora …

Julieta se detuvo a esperarme plantando sus brazos en sus caderas en modo desafiante.   Presioné el botón de las llaves otra vez, tembló y cerró sus ojos, pero se controló, volví a presionarlo y el resultado fue el mismo.      Ahora estaba consciente de ello, entonces lo presione dos o tres veces más, ella se sacudió tan violento que casi se cae al suelo, me dijo rechinando sus dientes.

—Mierddd … no … espera … lo descubriste, ¿no? …

—Eres una pequeña putita …

Le dije a sabiendas que lo tomaría como un cumplido.      La erección en mis pantalones amenazaba con descontrolarse.     Me dijo.

—¡Ah!, sí … de seguro te encanta …

La miré y era una imagen muy erótica mi hija caliente, caminando a mi lado con su vestido floreado y un huevo vibrador en lo profundo de su panocha lampiña y desnuda.      Se detuvo al improviso que casi choco con ella, de seguro lo hizo de propósito porque su mano aferró mi verga endurecida por sobre mis pantalones, sonriendo ampliamente exclamó.

—¡Ves! … ¡Te gusta que yo sea una putita! …

Miré espantado a las decenas de personas que caminaban a mi alrededor, pero parecía que nadie había visto nada.      La miré ofuscado, no quería participar a sus juegos sexuales en público, pero ella no me daba paz.      Como para calmarme se vino caminando a mi lado otra vez y a baja voz me dijo.

—Papi, tenía que hacer algo … me toco nueve y más veces durante día … ¿Cómo se suponía que iba a pasar todo este día? …

—Julieta déjame tranquilo … no quiero participar … por lo menos no aquí delante de todas estas personas …

Le dije mientras seguíamos caminando, de vez en cuando noté que ella hacía vibrar su coño.      A veces era tan intenso que la gente se daba vuelta a mirarla.      Ella me sonreía y se acercaba a mí, yo no había vuelto a presionar el botón.      Mientras nos trasladábamos de un recinto al otro, pasábamos bajo unos sombríos túneles formados por los árboles, ella venía a mi para cerciorarse en las penumbras si mi pija estaba todavía dura y luego feliz caminaba delante de mí.

Esos breves masajes, efectivamente mantenían mi pene duro como un garrote, pero mi semen rezumaba de mi glande y se estaba haciendo una mancha, suavemente metí mi mano bajo mis pantalones y me acomodé la pija para darle más espacio.      Mi esperma ya se derramaba abundantemente y había mojado mis boxers, Julieta me vio y susurro a mis oídos.

—¿Estás bien, papi? …

Cuando pasábamos por el sector de los servicios, dije que nos detuviéramos para ir al baño, Julieta escapó de las primeras diciendo que ella iba al baño, sin embargo, al cabo de unos instantes volvió compungida y asustada.

—¡Papi … papi! … tienes que ayudarme … esa mierda en mi coño no para de vibrar … me está volviendo loca … parece que hay interferencias en la frecuencia … estaba a punto de sacarlo, pero la pestaña se quebró … ayúdame tú, papi …

Mientras lo decía se volvió a estremecer violentamente.       Miré que mi esposa estaba volviendo con mi hija menor, mis hijos aún no volvían.      Le di un codazo a Julieta y le dije a mi esposa.

—Entonces ahora voy yo al baño …

—Yo iré contigo, papi …

Dijo de inmediato Julieta, mi esposa la miró y le dijo.

—¿Pero no es que acabas de ir? …

—Mami … había una fila enorme … iré al de los caballeros …

Por suerte mi esposa le creyó, porque siempre en el baño de damas se formaba una gran fila.     En los baños tropezamos con mis hijos que acababan de salir, Julieta me tomó de la mano y me empujó al baño para discapacitados, me la quedé mirando mientras cerraba la puerta con pestillo.

—Tenemos más espacio, papi …

Se paró al costado del inodoro, levantó una pierna y la apoyo sobre el excusado, vi como su angosto nicho rosado brillaba húmedo, calvo y cálido.

—¡Vamos!, papi … tienes que hacerlo … sácamelo …

No vi nada sobresaliendo de su coño y le pregunté qué tenia que hacer, me dijo.

—Solo mira si hay un lazo violeta y lo jalas …

—Pero no veo nada cariño …

—Tienes que palparlo, papi … siéntelo con tus dedos …

Separé los húmedos y apretados labios de su pequeñísimo chocho y deslice como pude dos de mis dedos, hurgueteando aquí y allá en busca de algún lazo perdido.      Julieta echó su pelvis hacia adelante y gimió.

—¡Oooohhhh! … ¡Ssssiiii!, papito …

Increíblemente comenzó a follar mis dedos.      De pronto me sentí ridículo, pero no tuve tiempo para pensar, ella me azuzó.

—¡Vamos!, papi … tienes que encontrar ese lazo … búscalo … búscalo …

Empujé mis dedos en lo más profundo y aunque no era la idea, mi pene reaccionó involuntariamente y se empezó a poner duro como roca otra vez.

—No siento nada, hija …

—Pero yo sí, papi …

Y empujó mi cabeza hacia su coño empapado.      En un reflejo eché la cabeza hacia atrás, aunque hubiera preferido enterrar mi lengua en su famélico chocho todo el día.      Me puse de pie y dije desesperado.

—¡Por favor!, Julieta … ¡Compórtate! … ¡No aquí … Cálmate! …

Vi que en su mano derecha pendía un huevo con un lazo violeta y su rostro cachondo me sonreía de oreja a oreja.

—Ya lo saqué, papi … pero te quiero a ti dentro de mí …

Metió el huevo en el bolsillo de mi camisa, luego con una habilidad insospechada, me soltó el cinturón de los pantalones y tiro de ellos junto a mi boxers hasta los tobillos.      Con un ágil salto se abrazó a mi cuello y bajo suavemente su coño hasta empalarse en mi pija entiesada.      Hasta el día de hoy no comprendo como lo hizo.      Quise resistirme, pero ella me mostró un condón y me dijo.

—Si no eres tú … cualquiera puede hacérmelo …

Sabía que estaba hablando en serio, no sé como se aferró con un solo brazo de mi cuello y soltó los broches de su vestido, luego lo hizo descender dejando sus maravillosas tetas sueltas en libertad.

—¡Vamos!, papi … no te hagas el difícil …

Apoyé su espalda contra los azulejos, la tome de sus muslos y empuje mi polla todo lo que pude dentro de su apretado agujero, Julieta suspiro y gimió apretándose a mí.

—¡Ooooohhhhh! … ¡Sssiiiii! … papito …

Empujé hasta que no pude ir más lejos dentro de ella.      Decidí disfrutarlo, ella lo había reservado para mí, unas cuantas veces se lo saqué y se lo enterré con ferocidad mientras ella daba chillidos y vagidos de bebita.      Con mi mano libre masajeé sus tetas maravillosamente firmes, mientras ella continuaba a gemir audiblemente y a estremecerse.   Me detuve un instante, empujé su cuerpo levemente hacia atrás y la embestí violentamente.     Julieta gritó y amarró mi cuello con sus brazos, parece que la golpeé en algo dentro de su coño.      Movió desesperadamente su pelvis y comenzó a corcovear enloquecida.

—¡Ooohhh! … ¡Ssiii! … ¡Ooohhh! … ¡Ssiii! … ¡Ooohhh! … ¡Ssiii! … ¡Vamos!, papi …no te vayas a detener, por favor … ¡Ummmm! … ¡Hmmmm! … ¡Umpf! … ¡Aaaaaahhhhhhhhh!  …

Con un prolongado gemido se liberó de toda la tensión generada por el huevo y se corrió con violentas sacudidas.      Sentía las contracciones de su coño caliente y sus fluidos bañar mi vientre y mis bolas, continuo suavemente a masturbar mi pene con su apretado coño, luego susurró a mi oído.

—Dame tus mocos, papi … déjame llenita … quiero que me llenes con tus mocos … por favor …

Su concha empapada apretó mi polla a estrangularla, su cachonda voz en mi oído fue suficiente para destapar mi estanque de semen y comencé a disparar innumerables chorros de ardiente esperma dentro de ella.      Julieta lo sintió y se aferró a mi cuello.

—Eso, papi … ¡dale! … ¡qué bueno! … ¡eso es lo que quiero! … ¡qué rico!, papito …

Me hubiera gustado seguir hasta la eternidad descargando mi semilla en su coño, pero fue ella quien primero entro en razón.

—Papi, tenemos que irnos …

Sabía que tenía razón, así que dejé deslizar mi pija fuera de su panocha.      Rápidamente se sentó en el inodoro y me tiro hacia ella diciendo.

—Papi … solo un pis rápidito …

Luego de eso, engulló mi verga y me lamió hasta dejarme limpiecito, mientras su orina caía sonoramente en el wáter.     Ella se arregló en un santiamén, yo también.      De seguro más de alguien nos había escuchado, puse una mano a cubrir mi perfil y salí casi corriendo del baño.      Esperé afuera entre la gente y escuché unos silbidos y aplausos cuando salía mi hija, tenía una gran sonrisa en su rostro, le pregunté.

—¿Qué fue eso? …

—¡Oh!, solo unos tipos mirando … y me levanté el vestido …

—Pe-pero … yo tengo en mis bolsillos tus …

—¡Ay!, papi … solo un bonito recuerdo para ellos …

Nunca dejaba de sorprenderme con su visión del sexo tan simple, sencillo y libre, sin siquiera pestañear me dijo.

—¿Vas a venir esta noche a buscar tu regalo? …

La miré, la abracé y preferí guardar silencio.      Habíamos estado en el baño menos de diez minutos y ahí estaba todo el resto de nuestra familia a esperarnos pacientemente.      Mi esposa se había ubicado en una mesa y había pedido helados para todos.      Cómo si nada hubiera pasado, Julieta se sentó al lado de mi mujer y dijo.

—¿Vamos ahora donde los tigres? …

Mientras caminábamos hacia el recinto de los felinos, sentí las vibraciones del huevo en el bolsillo de mi camisa, recordé qué Julieta lo había puesto ahí y no había vuelto a pedírmelo.      En un momento que no había nadie mirando, lo saqué rápidamente y lo tiré en medio a unos arbustos.      Con eso dimos por concluida la jornada y regresamos a casa.

Cuando llegamos, mi mujer preparó la torta con una velita en el centro de una gran mesa para cantar la conocida canción de cumpleaños.      También había tazones con papas fritas, marshmallow, ramitas y algunos dulces para los niños.      Por un momento yo y mi mujer nos sentamos en la cocina a beber una cerveza fresca y a relajarnos.      Julieta entro de la mano con mi hija menor que traía algo en su manito.

—Papi … queremos saber … ¿qué es esto? …

Inmediatamente reconocí el huevo de Julieta, la miré y ella me sonreía divertida y perversa, quería presenciar como saldría de esta.

—¡Ehm! … muéstrame … ¿de donde lo sacaste? …

—Alguien lo extravió en el Zoo …

Dijo Julieta sonriendo maliciosamente con sus brillantes y calientes ojos sobre mí.      Mi hija lo depositó en mi mano, pero distraído como estaba, rodó y cayo al suelo, me agaché por debajo de la mesa y miré la silla donde estaba sentada Julieta con las piernas totalmente abiertas y todavía sin bragas, me detuve un segundo a maravillarme con la belleza de su delicioso coño calvo

Entendí su desafío y provocación, sin pestañear dejé que el huevo rodara en mi mano, luego se lo pasé a mi esposa diciéndole.

—No tengo la menor idea de que sea esto …

—Parece un llavero o algo así …

Dijo mi esposa sosteniéndolo entre sus dedos.

—Eso es lo que yo pensé … un llavero con GPS, quizás … lo pondré con las llaves del auto …

La cara de Julieta lucía totalmente decepcionada, probablemente pensó que me estaba saliendo con la mía con demasiada facilidad.

Hicimos todo lo que solíamos hacer en el festejo de mi cumpleaños, incluso cantar la cancioncita esa.      Finalmente, todos se fueron a la cama.      Yo me quedé en mi oficina y tomé una cerveza más, luego me fui a la habitación de Julieta, entré sigilosamente y ella me recibió.

—¡Hey! … pensé qué nunca vendrías …

Dijo a modo de saludo con alegría.      Estaba sentada en su cama tapada con el edredón, porque todavía era primavera y las tardes estaban muy frescas.

—Tenemos que hablar, Julieta …

—Lo sé, papá … no me comporté bien … no quiero avergonzarte y no quiero que nadie se entere … no lo volveré a hacer … te lo prometo …

No dije nada mientras miraba al vacío, tratando de encontrar palabras convincentes para que se detuviera, pero fue ella a hablar.

—¡Oh-oh! … veo que te estás mortificando otra vez … papá, te lo explicaré una vez más … ¿quieres? …

No dije nada y ella continuó.      Mírame, ahora yo soy Julieta, tu hija, y eso te convierte automáticamente en mi padre.      Estoy orgullosísima de que seas mi padre, te quiero y te amo mucho, al estilo típico de ella, continuó con su perorata.      Se levantó, se quitó el edredón, también su camiseta de dormir, sus pantaloncitos y sus bragas.      Se paró ante mí y giró en su lugar con los brazos abiertos y sus esplendidas tetas bamboleándose.

—Ahora ya no soy yo, la Julieta … soy simplemente una chica desnuda, muy caliente y con un coño que está completamente empapado …

Se arrodilló a mi lado y me tironeó la camisa, la dejé que la sacara por sobre mi cabeza, luego me puso de pie, desabrochó mi cinturón y mis pantalones descendieron junto a mis boxers hasta el piso.  Ahora estaba desnudo junto a ella en la cama, nuevamente con una erección gigantesca.

—¿Ves? … ya no eres mi papá … solo un tipo desnuda con una enorme pija, larga y gruesa …

Con sus dos manos acarició mi pene y yo me perdí en esas deliciosas sensaciones, pero continuó.

—¿Quieres ver como estoy de mojada? …

Mantuvo una mano sobre mi polla y con la otra aferró mi muñeca y guió mi mano entre sus piernas.   Me maldije por mi debilidad.      Delicadamente deslicé mis dedos entre los apretados y húmedos labios rosados de su coño.

—¿Ves? … ahora no importa quien eres tú ni quien soy yo … estas caliente y yo cachonda … nos vamos a satisfacer mutuamente …

Cruzó su pierna sobre mi y se sentó en mi regazo.      Por sus endurecidos pezones me di cuenta de que hacía frio y ella nos envolvió con el edredón a modo de capa.      Se deslizó hábilmente hacía adelante y luego hizo girar sus caderas de un lado al otro, de modo que mi pija se presentó en su canal vaginal, entre sus maravillosamente tibios y bañados labios.

—Te gusta eso, ¿no es verdad? … tu colosal pija entre mi labia caliente, ¿eh? …

Toda la sangre de mi cerebro se había desviado hacia mi pene y solo podía pensar en el hermoso y joven cuerpo de mi hija.      No había modo de resistirse a algo tan bello, solo balbuceé.

—Sí, cariño … me gusta mucho …

—Entonces, disfrútala …

Dijo apenas en un susurro y moviéndose en vaivén, dejo que mi polla recorriera el surco carnoso de su panocha húmeda.     Planté ambas manos en sus duras tetas y jugué con sus pezones que comenzaron a crecer y a ponerse más duros entre mis dedos, volvió a susurrar en mi oído.

—¡Qué hermoso como me amas! …

Mi pija estaba siendo bañada gota a gota con los fluidos de su coño, a ratos tiraba su culito hacia atrás y restregaba su clítoris en mi glande mojado y tiritaba.      Volvió a arrullar mis oídos con su suave y nítida voz.

—¿Quieres sin? …

La miré un poco aturdido.

—¿Uhm? …

—Podemos hacerlo sin condón si tu quieres … yo tomo la píldora … y nunca lo hago con otros sin preservativo … y hasta donde yo sé … tú lo has estado haciendo solo conmigo … así que nada puede pasar …

Tenía razón una vez más.   Hacía como tres semanas que no follaba con mi esposa.      Sonaba muy dulce y relajada, toda la provocación anterior había desaparecido.      Asentí diciendo.

—Cómo tu quieras cariño …

Levantó su cuerpo, deslizó su mano entre sus piernas, aferró mi pija enteramente bañada con sus fluidos para guiarla dentro de su joven y apretado coño.      Cerró los ojos en agonía cuando mi grueso glande se atascó en su estrecho anillo vaginal y lanzo un sonoro suspiro cuando fue invadida por mi fornido pene, con gemidos y leves chillidos fue empalándose y tragándose toda mi polla por entero.      Parecieron minutos antes de que mi verga completa estuviera dentro de su grácil cuerpo adolescente, gimiendo me dijo.

—Papi … puedo sentir todos los latidos de tu pija dentro de mí … es maravilloso … te siento tan mío, papi …

Comenzó a subir y a bajar con su ingle repetidas veces.      De repente se inclinó y su concha estranguló mi pija con un fuerte apriete, se sacudió tan violentamente que me sobresalté.      Luego volvió a tomar un acompasado ritmo hundiendo mi polla enteramente en su chocho.      Me adelanté para tomar uno de sus pezones en mis labios y lamerlo, pero ella tomó mi cabeza entre sus manos y me miró directamente a los ojos diciéndome.

—Papá … vas a correrte en mí … te lo prometo …

Luego prosiguió.

—… sé que la sociedad condena que me metas tu polla … pero ten en claro que nunca me obligaste a nada … nunca me hiciste nada que yo no quisiera … no me he arrepentida ni un solo momento … follo mejor contigo que con cualquiera … porque sé que te importo … nunca te corres antes que yo … créeme … eso te hace único …

Su voz era muy calma y clara, agregó.

—… es muy importante para mí que me dejes salirme con la mía ahora … necesito amplia libertad … no tienes que hace nada ni en favor ni en contra .     

Me estaba convirtiendo en su subordinado y no podía hacer nada más que obedecerla y disfrutarla.      Se aferró a mi cuello y volvió a hacer subir y bajar su panocha en mi verga entiesada, movía sus caderas como para acomodarse.      Claramente buscaba la posición correcta.      Una que sabía solo ella y cuando la encontró, inclinó la parte inferior de su cuerpo nuevamente, en forma tentativa.

—¡Aaarrrggghhh! … ¡Ummmmmm! … ¡Oooooooohhhhhh! …

Gimió apretándome con fuerza y todo su cuerpo empezó a temblar, estaba todavía experimentando, pero yo no podía contenerme más.      Ella se dio cuenta de eso y gritó despavorida.

—¡Nooooo! … no te vayas a correr … no todavía … cálmate, papá …

—Estoy tan bien contigo, cariño … creo que no duraré mucho … te suplico …

—¡Puedes! … ¡Prométemelo! … esa vez en el zoológico aprendí de ti una cosa nueva … quiero volver a sentirla … ten paciencia …

Me dio un largo y apasionado beso en los labios y dijo.

—… ahora sé exactamente como hacerlo … estoy segura que me correré tan pronto tu polla golpeé mi lugarcito otra vez …

La idea de ella usándome y practicando con mi polla me excitó intensamente, tanto que jadeé y le dije.

—Date prisa, cariño … no creo poder resistir más …

—Te dejaré correrte en cuanto llegue el momento … aguanta …

Sabía de antemano lo que iba a pasar, volvió a levantar levemente su ingle. Saltó arriba y abajo a un ritmo corto.      La vi estremecerse y poner sus ojos en blanco, tuve que mantenerla en mis brazos para que no cayera, abrió su boca y gritó.

—¡Ssiii! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii! … ¡Mierddd! … ¡Ssiii! … ¡Oooooooohhhhhh! …

Las contracciones salvajes de su coño hicieron que me corriera prácticamente junto a ella, un sinnúmero de potentes chorros salió a través de mi polla y se versaron profundamente en el chocho de Julieta.      Los temblorcillos de su cuerpo continuaron por un buen rato, pero lentamente se volvieron menos intensos.

—¡Jesús!, papá … eso fue genial … a eso creo que le llaman “Squirting” …

Sonaba eufórica, nunca me di cuenta de ello, todavía dije.

—Me alegro de que hayas aprendido algo conmigo, cariño …

Solo se abrazó a mi y puso sus generosas tetas en mi rostro.

—Eres exquisitamente dulce, papá …

Sacó mi polla de su coño y retorció su hermoso cuerpo sobre la cama, solo entonces me di cuenta de que estaba todo mojado.

—¡Válgame, Dios! … ¡Qué desastre! … la próxima vez trae algunas toallas primero …

Esa próxima vez nunca llegó.      Julieta entendió que no podíamos seguir y nunca más me forzó a nada.      Mis andadas con Julieta revitalizaron mi vida sexual y la de mi esposa.      Gracias a Julieta también encontré el punto G de mi mujer y hubieron días en que follamos tres veces yo y mi esposa.   El huevo vibrador todavía cuelga en el llavero como recuerdo del explosivo tiempo con ella.   A veces desaparece por unos días, pero luego vuelve al llavero.      Una se lo mencioné a Julieta, se rio y me dijo.

—Papá … te lo juro … nunca he vuelto a tocar esa cosa otra vez … también perdí mi brazalete … si yo fuera tú … vigilaría un poco más a mami … o a esa pergenia …

Apuntó con su barbilla a mi hija de doce años, Mónica, la cual estaba afirmada a la base de las escaleras estremeciéndose ………

Por Juan Alberto

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