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miércoles, 24 de junio de 2020

Soy la amante de mi papá



Pienso en mi padre y no puedo evitar tocarme. Sus besos, sus roces, sus caricias, ¡todo! Me tiene como loca. Aún recuerdo como inició esto, hace muchos años, sin pensar que llegaría hasta este punto con él. Especialmente, luego de nuestros problemas familiares.

Tenía diecinueve años, en aquel entonces era una jovencita muy cerrada con mis padres pero muy independiente. Soy de tez clara, de una melena castaña ondulada, delgada y muy alta como muchas en mi familia (y seguía creciendo).

Mi físico me lo han elogiado varias veces, y tal vez es porque hago mucho deporte, que me ha moldeado unas buenas piernas con las que sostengo mis redondas nalgas. Dicen que soy nalgona, y me gusta que me lo repitan, aunque también prefiero que elogien mis senos. No serán enormes pero son muy hermosos (especialmente cuando no uso brasier). Soy de personalidad versátil, aunque mi parte sensible y amorosa siempre sale a flote.


Estaba en casa con mis padres, era tarde y ellos estaban en su dormitorio viendo la TV. Yo estaba en el mío, viendo algunos videos en mi laptop mientras me masturbaba en silencio. En eso, me provocó bajar a beber algo.

Así que salí descalza y, mientras me acomodaba el cachetero, escuchaba a lo lejos la TV de mis padres quienes seguro veían alguna película. Avancé toda tranquila hacia las escaleras cuando comencé a escuchar unos murmullos que venían del baño. Así que me acerqué toda curiosa y me asomé discretamente al marco de la puerta, quedando sorprendida con lo que tenía ante mis ojos.

¡Era mi padre masturbándose!

Ahí lo tenía, sentado en el inodoro con el pantalón por los tobillos, agitándosela a ojos cerrados. Pude ver como apretaba aquella verga tan larga que no pude evitar tocarme, ya estaba muy caliente y ver esa escena me puso aún más. Me sentía una sucia pensando en su verga pero era inevitable no ponerme así viendo como la tenía.

Metí mi mano entre mi calzón y sentía la humedad de mi concha, cerré los ojos por unos segundos mientras me metía los dedos. Imaginando que mis dedos eran los suyos, me los metía bien adentro y reprimía mis gemidos para no ser descubierta. Sentía lo muy mojada que estaba viéndolo tocarse hasta que sonó el timbre, me escondí rápidamente tras la pared de mi cuarto y escuché a mi papa salir. No pude quitarme esa imagen de mi mente, en el y su verga, tan dura y deliciosa que lucía.

Poniendo seguro a la puerta, me metí a internet a buscar videos de hijas con sus padres, los resultados me encantaban, y abrí uno que me llamó la atención. Era la misma situación solo que en ella la hija era descubierta y su padre se la cogía. No dejé de tocarme con cada escena, me imaginaba ser yo con mi padre metiéndomela en la boca y disfrutando de ella, me corrí a chorros como nunca y mi deseo por el aumentó mucho más.

Mi padre es una persona correcta, respetuosa y muy educada. Algunas de mis amigas han coqueteado con él por su forma caballerosa de ser, señalando que está muy bueno pero en ese momento no le presté interés.

Pero ahora, lo veo con otros ojos. Y es que no me había dado cuenta pero mi padre esta buenote. No le pinto flores pero, para sus 45 años, sí que tiene lo suyo. Es más alto que yo, de ojos oscuros, con una barba bien marcada mantiene un cuerpo fornido, la forma de su cuerpo resalta sus brazos y su pecho con los que no sé por qué pero ahora deliro con verlo desnudo. Su trabajo como gerente hace que se vista muy bien y logre prender mis más sucias fantasías.

Durante las siguientes semanas no dejé de pensar en aquel día, buscaba como estar más cerca de él y le ponía más atención al punto de querer salir a donde el fuera. Desde chica he sido para mis padres muy ejemplar (aunque les guardaba secretos), pero mi rebeldía fue aumentando. Producto de ello a los dieciséis comencé a andar en ropa interior por la casa. Animada por mis amigas, en los pocos días que pasaba con mis padres, desobedecía sus órdenes y andaba en tanga.

A veces, solo por darle la contra a mi madre, caminaba con un pequeño hilo frente a mi familia, como si fuera lo más natural, frente a las miradas de mis tíos y primos, así como algunos amigos de mis padres que a veces estaban de visita.

Sus miradas perversas en mi pompis solo me animaban a buscar la más provocativa lencería para lucírsela frente a él. Me acercaba a su despacho para ayudarlo en lo que podía; trayéndole un refresco o lo que fuera, con tal de no apartarme de él. Me sentaba sobre sus piernas, queriendo aprender de su trabajo, y sentía un duro abultamiento debajo de mí.

Disimulaba no darme cuenta y me estiraba revisando sus reportes, dándole perfecta vista de mis nalgas cubiertas tras mi diminuta tanga. Sentía como temerosamente mecía su pelvis contra mí, yo fingía no darme cuenta y solo me acomodaba más provocativa. Levantándome un momento para tomar algo y luego sentarme de nuevo en su paquete, estaba durísimo, mi conchita palpitaba de solo sentir su roce entre mis nalgas que fantaseaba con mamársela ahí nomás.

Con el paso de los días se volvió más tierno conmigo, me hacía cosquillas, caricias y pellizcos tiernos en mi cuerpo que más me excitaban. Me aferraba fuertemente a él con un abrazo, reposando mi cabeza en su pecho, sintiendo sus rápidos latidos al tenerme. En ese momento, sentí algo nuevo, algo muy diferente a mi deseo por coger. Me sentía completamente enamorada de él, su afecto llenaba aquel vacío que desde los diez había dejado en mí.

Me sentía confundida, y a la vez, ilusionada. Por querer saber hasta dónde llegaría eso, no me iba a rendir.

Un día me animé y fui a su despacho vestida con un top sin brasier. Me senté abierta de piernas en su muslo y le pedí que me ayudara a colocarme un collar. El, todo ruborizado, aceptó, así que me puse más cerca de él, alzando mi cabello y dejando una vista de mis senos libres para él. Mientras me ponía el collar, sentía como sus manos temblaban, decidí no verle a los ojos, así no tendría miedo en verme los senos.

Quería que me viera bien mis senos, que ya no era una niña pequeña y también me podía ver como mujer. Su cara media embobada que intentaba camuflar con seriedad me derretía. Al terminar lo apachurré y lo llené de besos muy afectuosa, posando su rostro en medio de mis senos mientras le daba un besito en su cabeza. Su rostro enrojecido me gustó, le sonreí con picardía y al voltearme no me esperé su reacción.

¡Plasssh! – sonó fuertemente y mi cuerpo se petrificó.

Mi cuerpo quedó inerte al sentir y escuchar eso. Mi padre me había propinado una nalgada, y sentí algo extraño en mí, un calor del bueno, me había gustado y se me antojaba que me diera una más. Volteé a verlo y su rostro estaba lleno de morbo y fascinación combinados con miedo, me mordí el labio y corrí rápido a mi dormitorio. “¿Por qué corrí?” “¿Qué estará pensando luego de mi reacción?”, fueron las preguntas que me hice mientras subía por las escaleras.

Llegué a mi cuarto y miré en el espejo la enorme huella que había dejado en mi pompa ¡su mano me cubría completamente! Mi padre nunca me había dado una nalgada con tal fuerza. El tan educado y cortés, algo que siempre adoro de él, me consciente con gestos y detalles que a cualquiera enamoraba pero, que se atreviera a nalguearme de esa forma solo hizo que mi amor y deseo por el aumentasen mucho más.

¡Mi padre tenía su lado rudo! y eso me excitaba.

Un domingo por la tarde mi madre había salido a hacer las compras de la semana al supermercado y mi papá salió temprano a reunirse con sus amistades. Yo estaba sola en mi habitación, escuchando música y haciendo mis cosas. De repente, escuché un fuerte sonido, bajé a la sala y vi a mi papá sentado en el sofá bien dormido.

Al acercarme percibí un fuerte aroma a alcohol, abrí las ventanas, esperando que el aroma se disperse y fui por un vaso de limonada. Me acerqué a acomodarlo bien en el sofá, ya que estaba reclinado a un lado. Fue ahí cuando noté un notorio abultamiento entre sus piernas, sentí algo de curiosidad y con la yema de mis dedos lo rozaba, notando que estaba como una piedra.

- ¿Papi…papi? – murmuré sin respuesta alguna, estaba bien dormido.

Con miedo bajé su cierre y desabroché su pantalón, poco a poco fui metiendo mi mano entre su ropa interior y pude tocar su miembro, con cuidado lo retiré y al sacarlo me quede admirada viéndolo, toda agitada, solo con verla, su olor me atrajo incontrolablemente.

Era muy grande con un glande muy grueso, sentía un inmenso calor en mi vagina y todo mi cuerpo. Con suavidad comencé a agitarlo lentamente, poco a poco, mirando como este palpitaba y mi padre suspiraba de momentos. Frotaba un dedo en la punta y probaba el sabor del líquido que salía de su pene, sabía bien, me encantaba su sabor.

Comencé a darla lamiditas recorriendo todo su tronco, era muy cálido y me sentía como si fuera mi primera vez. El la tenía demasiado dura y en parte, me intimidaba, pero me animé a hacer algo más y darle más cariño. Me arrodillé frente a él y pasé mi lengua rápidamente sobre su verga, estaba babosa y deliciosa, abrí lo más que pude mi boca y me metí la punta entre mis labios. Estaba emocionada, no podía creer que lo estaba haciendo y me animé a metérmela un poco más, lo chupaba con miedo y fascinación.

En eso, con una voz muy débil, escucho a mi padre balbucear:

- Ahh…si, así…sigue

- Si, Thais…

“¿Thais? – me dije.” Mi padre estaba pensando que yo era mi madre. Me dio un enorme ataque de celos hacia ella, ¿Qué tenía ella que no tuviese yo?, yo era más joven con una piel más suave, tengo un mejor culo que el de mi madre, tal vez únicamente serian mis senos contra sus enormes senos que tiene ella. Estaba furiosa pero, en vez de hacerme bilis, vi la excusa perfecta para poder seguir chupándosela.

Tomé un poco más de valentía y me la metí más a fondo en mi boca, se la embarraba de mi saliva y temblaba de placer.

Me metía lo más que podía su miembro en mi boca, lo retiraba y me lo volvía a meter, aumentando la velocidad poco a poco. Yo disfrutaba muchísimo eso, era mejor que chupar un dildo, mi sueño se estaba haciendo realidad. Sentía lo mojado que estaba mi coño, tenía las bragas empapadas y en eso sentí una mano posarse en mi cabeza que me presionaba un poco.

¡Me congelé totalmente!

Sentía las caricias de sus dedos remecer mis cabellos mientras me hacía atorar con su verga muy metida en mi boca.

- ¡Si…ohhj…sii! – suspiraba agitadamente.

- Thais!!

Me dio una cólera oír su nombre, sentía en ese momento un repudio a mi madre por ser nombrada mientras yo era quien se la chupaba.

Solo me quedó reprimir mis celos, me comenzaba a presionar un poco más, eso me calentaba muchísimo. Me la metía con total devoción hacia él. Me comencé a masturbar mientras se lo mamaba, me metía un dedito, moviéndolo con fascinación. Mi cuerpo se estremecía, tenía los pezones hechos piedras, ese placer era indescriptible.

Con delicadeza tomé su mano haciéndola a un lado, me levanté y me quité el vestido y, con cuidado, apoyé mis nalgas sobre su pelvis. Sentía su verga rozármelas y con miedo, hice rozar su mano en mi nalga, sintiendo como me la acariciaba. Me estremecía sentir el roce de nuestras pieles. Luego hice a un lado mi calzón y comencé a frotar su pene en mi vagina, estaba empapadita. Era mi martirio tener que contenerme todos mis gemidos para no despertarlo.

Mojaba un poco su verga con la humedad de mi concha, disfrutaba mucho masturbarme de esa forma, rozando su glande contra mi clítoris, tiritaba de placer, me hacía experimentar un placer incomparable ¡y los gemidos ya no los podía contener!

Pero aun no me quedaba satisfecha, había hecho de todo menos metérmela. Me aparté un poco y me deshice de mi calzón y me comencé a meter tres dedos, preparándome para sentirlo en mi interior. Tomé delicadamente su pene y tomé posición sentada sobre él, sintiendo como poco a poco abría mis labios, adentrándose en mí.

Mordí mi labio conteniéndome el gemido y, sujetándome del respaldar del sofá, me recosté sobre él, meciéndome gustosa dándole tiernos besitos en su hombro con miedo, quedándome ahí recostada, sintiendo el fuerte aroma de su perfume a roble que me excitaba un montón. Me movía en círculos, sintiendo como mi estrecha vagina apretaba su verga haciéndome morder la tela de su camisa, estaba cachondísima sin control.

Sentí otra vez una caricia suya en mi piel, esta vez sobre mi espalda, me estremecía, arqueaba la colita para que me la acariciara esta vez. Me preparaba a reprimir mis celos por si nombraba a mi madre otra vez, cuando lo escuche susurrar…

- ¡Estás tan cálida Valeria! – dijo, acariciándome en silencio.

Me quedé ahí, petrificada, con la cabeza recostada en su hombro mientras él tomaba el ritmo y comenzaba a penetrarme. No lo podía creer, él estaba despierto.

Mi corazón me comenzó a palpitar mucho más, sentía una mezcla de amor y culpa inexplicables de solo oírlo. Su voz hizo que mi rostro se llenara de lágrimas pero era todo lo que yo quería en ese momento, tener su verga bien metida en mi sexo. Sus movimientos me alborotaban y continué meciéndome, sintiendo su rápida respuesta apretándome las nalgas, moviéndome de adelante hacia atrás.

- Mírame a los ojos hija

- No puedo papá, no puedo – respondía avergonzada.

- Cielo, no temas, solo hazlo…mírame a los ojos. – repitió, acariciándome el cabello.

Tardé un poco en decidirme, mis sentimientos estaban revueltos con mis deseos. Sabía que si lo veía sería vulnerable, él se había vuelto mi debilidad. Me acarició la nalga y me dio una erizante palmada llamándome por mi nombre, pidiéndome que lo viera.

Me enderecé y al verlo a sus ojos me sentí perdida, lo contemplaba con una mirada de ternura, malicia y deseo. Tocaba mi cuerpo desde mi mejilla hasta mis pezones acariciándome el vientre, frotó su dedo contra mi clítoris que me hizo desmoronar. Me tomó de la cintura y me recostó en el sofá, posándose encima de mí.

Sus ojos me acechaban como si fuera su cena, y sentía la punta de su pene rozando mi entrada. Sujetó mi mano y me susurró al oído “Ahora me toca complacerte hijita” Eso me mojó muchísimo y me rendí ante él, era todo lo que quería escuchar de sus labios. Saber que mi padre sería el hombre que necesitaba en ese momento. Entrelazamos nuestros cuerpos y seguido sentí su miembro penetrar mi ser.

- ¡Mhhahhhhh! – pegué un fuerte gemido, con gran satisfacción, al fin podía sentirlo.

- Mmm, me encanta tu piel… ahh tan suave, tan dulce ¡me fascina tu cuerpo mi amor!

- Mmfff…ahhghh! Sii, si, solo tuya papá! – contesté - ¡Bésame! ¡papá bésame! – pedía toda agitada.

Él se levantó un poco, rozando su cuerpo contra el mío, sintiendo un rico roce en mis pezones y, mirándonos por unos segundos, me besó como si fuera el primer beso de nuestras vidas; inocente, puro, con miedo pero mucho amor. La intensidad subió y el beso se volvió de amantes, penetrándome con frenesí. Sujetaba mis brazos y comenzaba a recorrerme a besos, lo sentía dentro de mí y quería sentir mucho más, quería sentir ese trato rudo pero me complacía con su ternura.

Me comenzó a decir suciedades al oído mientras fuertemente me la metía y no tarde mucho para correrme como una loca. Lo apretaba más a mí, cerrándole cruzando mis piernas. Aferrándome a que me penetrara con más fuerza ¡no lo quería soltar! Quería sentirlo lo más que pudiera, y en eso pasó esa idea dentro de mi ¡que se corriera dentro!

Mi papá estrujaba mis senos mientras como un enfermo me chupaba los senos y me miraba fijamente, me comía el cuello como un hambriento y sabía que estaba por venirse.

- ¡Córrete en mi papi!

- Pero Valeria…

- ¡Quiero que te corras dentro de mí!... dame tu lechita, ¡demuéstrame que me amas! – insistí, mirándole con cariño, reflejándole seguridad esperando a recibir lo que tanto quería.

Sentí sus manos apretarme duro y su pelvis que arremetía contra mi, comenzó a darme con fuertes embestidas, chancándome el coño, sentía sus huevos golpearme toda mientras me besaba el cuello. Fue cuando sentí una embestida más fuerte y una torrente golpear mi interior, era sumamente cálida, y seguía penetrándome respirando con gran fuerza en mi hombro dándome varios besos en mi piel.

Sentía sus embestidas, pausadas, secas, y nuevamente sentí un chorro dentro de mí.

- ¡Córrete todo dentro de mí!... mmffff, papi… - jadeaba.

Lo abrazaba con mucho amor y el me apretaba con total deseo, y nos quedamos así por unos segundos, diciéndonos cositas al oído, cosas que hicieron florecer nuestros sentimientos ocultos.

Nos acomodamos desnudos en el sofá y me senté sobre su muslo, lo miré enrojecida a los ojos, ahora el me veía con vergüenza pero yo lo besé nuevamente, ahora sin miedo. Y sentí como sus manos bajaban hacia mis nalgas, manoseándolas y rozando un dedo cerca de mi coño que me hizo brincar. ¡Me sentía su mujer! No me lo sabía explicar, solamente quería tenerlo a mi lado. Sus manos me recorrían completamente y yo me sentía en el paraíso.

A los pocos minutos escuchamos el claxon de mi mamá y rápido nos levantamos, él me mandó a mi cuarto no sin antes darme un largo y profundo beso mientras me manoseaba muy apasionadamente. Corrí hacia el baño de arriba, ese baño donde todo había iniciado y me encerré. Me miré al espejo con una cara de alegría y entusiasmo, aun sin creerme que lo habíamos hecho.

En eso sentía como escurría su semen de mi concha y me pase los dedos, sintiéndolos viscosos, chupé uno de ellos y era lo más exquisito que había sentido en mi vida, el sabor de mis jugos con el de su semen.

Me tomé la ducha de lo más rico, cerrando mis ojos, tocándome mientras repasaba en mi mente toda la cogida que mi padre me había dado.

Lo que les acabo de contar es algo muy personal, sucedió tan rápido que no me di cuenta de como voló el tiempo. Esta es mi historia de cómo me volví en la amante de mi papá, con quien secretamente tuve una relación de noviazgo por más de un año y, hasta la actualidad, mantengo relaciones.

(No sabia si ponerla en confesiones o en amor filial, pero por el contenido lo puse aqui, cualquier comentario es bienvenido)

Por Valeria Valerie (valee.oh6@gmail.com)

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