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lunes, 22 de noviembre de 2021

Mi hijo


Esa noche desperté y mi hijo estaba dormido abrazado a mi como era usual, pero había algo muy duro pegado a mi pierna así que lo busqué con la mano para apartarlo, cuando logré tocar ese objeto desconocido descubrí que era el miembro de mi hijo debajo de su bóxer con una erección tan sólida como nunca antes había tocado.

Asombrada retiré la mano y me quedé muy quieta, Henry seguía durmiendo profundamente sin darse cuenta de mi descubrimiento y su pene seguía muy duro pegado a mi pierna, yo comencé a moverla para tener una idea de las dimensiones de la herramienta de mi hijo, era sorprendentemente larga y gruesa. Un sentimiento de orgullo me invadió al darme cuenta que mi retoño ya estaba convirtiéndose en hombre en todos los sentidos.

Con cuidado me alejé de él y me acomodé de nuevo para dormir, una sensación extraña y contradictoria me invadía al recordar el momento en que mi mano tomó por encima del bóxer esa verga de hombre que ahora tenía mi hijo.


Henry nació en 2007, la relación con su padre fue un fracaso y yo tuve que regresar a la casa de mi madre que me aceptó con la condición de que yo tomara toda la responsabilidad en la crianza de mi bebé. Desde entonces vivo en la casa de mi madre y he tenido que trabajar duro todos estos años por que prácticamente no tengo el apoyo de nadie.

Ya que la casa de mi madre es bastante pequeña, desde el principio Henry durmió conmigo, hasta finales del año 2020, cuando se dieron los sucesos que ahora relato.

Soy una mujer de baja estatura, apenas alcanzo los 1.60 mts, trigueña, siempre he sido muy delgada, mi cabello es de color negro, largo y lizo. A esta edad mi rostro y mi cuerpo aún conservan muchos de los rasgos de aquella colegiala que se convirtió en madre adolescente y tuvo que madurar a toda prisa. Mis pechos sobresalen mucho por lo delgada de mi figura y esto les resulta muy atractivo a los hombres.

Después del padre de Henry he tenido dos relaciones que no resultaron bien y a esa fecha tenía mas de un año sin interesarme en nadie y ser muy desconfiada, ya que cometí un error del que un ex novio de mi madre tomó ventaja para abusar de mí. Fue un sábado cuando ella fue a visitar a mis tías como era costumbre y Henry iba a pasar la noche en la casa de su abuela paterna. Improvisamos una pequeña fiesta que al principio solamente incluía ver películas, comer y tener una plática muy amena, hasta que bebimos demasiado.

La excitación y el alcohol me dominaron. De repente estaba en el sofá besándome con el novio de mi madre, apenas recuerdo en que momento me llevó a la cama y me quitó la ropa. Cuando me dí cuenta estábamos en la cama desnudos teniendo relaciones, pero lo que fue placentero en un principio se volvió doloroso al poco tiempo. Me obligó a tener sexo anal durante el resto de la noche, su lujuria era tan fuerte que se detenía solamente por unos minutos después de cada orgasmo, luego de recobrar las fuerzas volvía a penetrar y seguía el salvaje embate hasta acabar dentro de mí. Desde entonces no había querido establecer ninguna relación amorosa.

Otra noche desperté a las dos de la madrugada con ganas de orinar como a veces me pasa, Henry dormía abrazado a mi cuerpo como era costumbre, me levanté para ir al baño y al regresar al cuarto noté que Henry se había volteado y acostado sobre la espalda. Mis ojos que ya se habían adaptado a la oscuridad pudieron apreciar su miembro debajo de su ropa, estaba grande y duro apuntando hacía arriba.

Desde donde estaba, comencé a ver con detenimiento el cuerpo de mi hijo, ya no era un niño, era hermoso y mucho más alto que yo, medía casi 1.75. Pensaba: «Cómo fue que creció tan rápido?, por culpa del trabajo no me doy cuenta de nada… Cómo fue que mi bebé se convirtió en este hombre tan guapo?».

Una vez más una sensación extraña me inundaba y ahora mezclaba orgullo, admiración y malicia. Me acosté al lado de Henry e intenté que recostará su cabeza en mi brazo, le di un beso en la frente y le dije susurrando: «Mi hombrecito ya te hiciste bien grande.» Me quedé viendo su paquete que continuaba apuntando hacía el techo. Sentí deseos de tocarlo pero un escalofrió me detuvo, cuando más lo miraba más fascinante me resultaba pero trataba de reprimir el deseo.

Nerviosa lo alcancé con la mano y lo apreté suavemente para comprobar su dureza, en efecto muy duro y grueso. Mi mano exploraba esa verga y por reflejo comencé a frotarla. Me detuve, me sentí como una tonta y con la cara muy caliente. Henry seguía dormido y yo observaba su rostro pendiente de algún cambio.

Sigilosamente me moví hasta quedar de rodillas y con el paquete de mi hijo frente a mí, deseaba examinar más de cerca lo bien dotado que estaba y con mucho cuidado retiré el bóxer lo suficiente para poder sacarlo. Quedé completamente maravillada con esa verga tan joven y hermosa, comencé a examinarla con ambas manos apretando, frotándola y tocando sus huevos que apenas tenian vello. Se me hizo difícil contener el deseo de llevármela a la boca, de repente mi hijo se movió y despertó a medias, yo con un rápido movimiento le subí el bóxer y me acosté a su lado. Exaltada lo abracé y le susurre: «shshshhh duérmete.»

Se quedó dormido abrazado a mi, yo lo besaba en la frente y me abrazaba más a él y así me quedé dormida. Los siguientes días me costó mucho trabajo concentrarme en lo que hacía, en mi mente no hubo otra cosa y entonces empecé a maquinar planes olvidando por momentos que ese hombre del que yo deseaba obtener placer era mi hijo.

A la hora de la cena le di un refresco mezclado con dos pastillas para dormir molidas. Como siempre cuando entré a la habitación Henry ya estaba dormido, pero con la diferencia de que esa noche yo quería que se le hiciera más difícil despertarse. Me puse una blusita y una tanga holgada como de costumbre y me acosté a esperar que mi madre se durmiera. La anticipación disipó mi sueño y los minutos parecían horas.

Más tarde esa noche me acerque aún más a Henry y empecé a besar su frente, mi mano se movió a su entrepierna para tocar su verga que aún no estaba dura. Le susurré: «quiero verle bien dura esta cosa rica mi amor». Me levanté para quitarle su bóxer y descubrir el objeto de mi fascinación. La froté para ponerla dura sin éxito, entonces volví a acostarme junto a él con mis pechos a la altura de su cara, continué frotando su verga que ya comenzaba a crecer y ponerse dura. Henry se movió asustado sin abrir los ojos pero yo no titubeé, pasé mi brazo detrás de su nuca y apreté mis pechos a sus labios. Estaba apenas despierto, entonces le dije: «Mi bebé precioso, quiere que le dé chichita?»

Dejé de frotar su verga, me saque un seno de la blusita y topé el pezón a su boca. «Vaya mi amor, chupe su chichita, es suya mi bebé, chúpala», instintivamente Henry empezó a mamar mi pezón y en pocos segundos eso provocó que me excitara aún más. Yo suspiraba y lo besaba en la frente al mismo tiempo que apretaba su verga.

«chupe más duro mi bebé, no le quiere salir lechita?, le voy a dar la otra» Saqué el otro pezón y se lo ofrecí, «chupe hasta que le salga la lechita mi amor, chupe» y le topaba más mis pechos a su cara. «Le gusta mi amor? mmm que rico mama mi bebé» Me levanté poniéndome de rodillas, me quité completamente la blusita y me puse encima de Henry con mis pechos en su boca que los pedía con avidez. «Comete sus chichitas mi amor, son solo suyas de nadie más, chúpalas bien duro mi amor»

Le daba un pezón para que lo chupara y luego el otro, me abrí y mi entrepierna quedó encima de su verga que estaba muy dura y grande, comencé a mover la pelvis para frotar ese palo tan sabroso con mi entrepierna por encima de la tanga mientras mis pechos se turnaban para disfrutar de la boca golosa de mi hijo. Le dije: «Te deseo… me tienes bien excitada mi amor».

No podía controlarme más, quería llegar hasta las últimas consecuencias. Me puse de rodillas y aparté a un lado la tanga para descubrir la entrada a mi vagina , tomé la verga de Henry y la dirigí a mi interior.

Por el largo tiempo sin haber tenido sexo y por lo grueso de ese palo delicioso la penetración fue difícil al principio. Fué entrando poco a poco a mi interior húmedo y lubricado, dejé caer el peso de mi cuerpo y así llegó más profundo. Yo gemía de placer y acariciaba el pecho de Henry, en ese momento no me importaba otra cosa que montarlo y hacerle el amor. Apoyé mis manos en sus hombros y empecé a mover mi pelvis, cada movimiento me causaba un enorme placer.

Mi hijo continuaba sedado. Yo levantaba la pelvis y sacaba su verga hasta dejar solamente su cabeza dentro y de inmediato mi vagina volvía a tragársela casi por completo al dejarme caer, recorría ese tronco disfrutando cada centímetro sin detenerme. Le decía: «Te quiero mi amor, te quiero» y daba pujidos de placer, yo no quería que eso terminara y Henry no daba señales de poder eyacular, su verga seguía dura, con las venas bien marcadas, pulsando y extremadamente caliente.

Tuve el mejor orgasmo de mi vida y apenas pude contener un grito de puro placer, pero yo quería aún más y ese tronco continuaba sólido como deseando todavía más, así que me quité la tanga en un instante para regresar a la misma posición. Seguía devorando el miembro incansable de mi prisionero cuando él empezó a pujar y a moverse, «Quiere acabar mi amor? hazlo, acaba adentro, te voy a sacar toda tu leche mi amor», pero no eyaculaba.

En total fueron casi dos horas que pasé montando a Henry. Por momentos la cama parecía demasiado inestable, pero no hacía ruido a pesar del impacto de cada fuerte galopada que yo daba, bombeando placer del tronco carnoso y caliente.

Solamente un destello de luz conseguía entrar por la ventana e iluminar apenas esa escena erótica. Volví la cara para mirar el espejo, se lograban reflejar nuestras figuras; la de Henry, hermosa y masculina; y la mía en comparación muy delgada y flexionándose.

Esa imagen y los suaves gemidos de él me excitaron todavía más. Ver el movimiento rítmico de mis pechos, mi espalda que se alzaba orgullosa, mi cintura y brazos delgados y la forma como ese largo y grueso palo aparecía y luego se hundía en mi interior casi por completo.

Tuve un segundo orgasmo, más intenso que él primero, y fue el último por que ya estaba completamente agotada y sudando como nunca. Caí sobre Henry y apenas alcancé a decir: «te amo, te amo mi hombre», tomé su rostro y comencé a besarle en los labios, hombros y pecho bien formados. Mientras las réplicas del estallido de placer todavía estremecían todo mi interior. Ya no tenía más fuerza en mis piernas.

Cuando pude recuperar el aliento noté que su verga continuaba erecta. Con una sonrisa le susurré: «mmm mi amor… Tiene ganas de más?». Todo ese tiempo Henry había permanecido casi inconsciente sin eyacular ni una vez, por la manera que palpitaba su verga me daba la impresión de estar a punto de lanzar un gran chorro de semen a presión.

La alcancé para apretarla y le dije cariñosamente: «quiero que me dé su lechita mi amor», me dí vuelta y quedé de rodillas con el trasero alzado enfrente de su cara, tomé el jugoso palo y lo metí en mi boca para comenzar la mejor mamada que he dado en mi vida.

Mamaba ansiosamente su rico pedazo de carne como si pudiera saciar la sed que sentía en ese momento bebiendo el liquido que saldría de él. Después de unos minutos Henry comenzó a pujar advirtiendo el inminente orgasmo, no pasó mucho tiempo para que yo recibiera una gran descarga de leche en mi boca, que tragué de inmediato para luego quedarme succionando hasta la última deliciosa gota que salió de su miembro palpitante, que después de eso fue perdiendo poco a poco su tamaño y rigidez.

Bastante cansada me levanté para secarme el sudor y ponerme ropa limpia, salí a beber agua y cuando regresé limpié y vestí también a Henry. Me acosté a dormir plácidamente sin imaginar que el día siguiente una mezcla de satisfacción y culpa me torturaría.

Anónimo

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