jueves, 13 de enero de 2022

¡Mi preciosa madre, mi adorada amante!


Nunca imaginé que aquella mañana de enero mi vida tendría tal vuelco, que hasta el momento no he podido asimilar todo lo que me ha pasado estos años. Mi relato quizás busque una catarsis que puede amilanar un poco lo que mi consciencia a veces me recuerda. Provengo de una familia de clase media; mi padre un ingeniero de petróleos y mi madre una arquitecta de cierta notabilidad en mi ciudad. Tengo una hermana mayor que se casó hace 3 años y se fue a vivir con su marido. Aunque sé que el matrimonio de mis padres siempre estuvo signado por la rutina o el desgano de mi madre, y las continuas aventuras de mi padre, a quien no justifico, no pensé que la separación fuera tan inminente. Vivimos en una ciudad muy calurosa durante todo el año, puesto que el trabajo de mi padre queda a dos horas.


Un mes antes, al regresar de la facultad donde estudio ingeniería civil, me sorprendió encontrar a mi madre en casa, bastante descompuesta, con una vaso de licor en las manos, algo inusual puesto que eran apenas las cinco de la tarde. La saludé como acostumbraba con un beso en la frente, y me dirigí a mi cuarto para tomar una ducha, vestir algo cómodo, comer y pegarme de mi laptop a hacer mis deberes. Al bajar a la cocina, ella, un poco turbada por el licor, estalló en un llanto que me angustió. La abracé y le pedí que me contara que pasaba. Me comentó que mi padre había tomado la determinación de irse de la casa y aunque la verdad que él permanecía casi toda la semana por fuera, pues ahora había decidido iniciar los trámites del divorcio. Para ser sinceros esta noticia no me afectó, puesto que era preferible que todo acabara en buenos términos y no tener que vivir el infierno de dos seres que apenas si se dirigían la palabra en casa. Para rematar mi madre me dijo que debíamos mudarnos de apartamento puesto que mi padre había decidido venderlo, y ante la oferta que era buena, eso le facilitaba que ella pudiera tomar su parte en los bienes que le correspondían. Conclusión; a comenzar a empacar y prepararme para la mudanza, lo cual ocurrió un mes después.

Mi madre había comprado un apartamento en las afueras de la ciudad, en un proyecto inmobiliario para el que trabajaba. Ante la premura debimos ocuparlo sin los acabados necesarios, es decir sin puertas interiores y otras cosas, ya que ella que es en extremo cuidadosa, prefería importar todos los interiores para hacer de éste sitio algo muy lindo. A mi, la verdad me importaba un carajo todo. El apartamento era realmente pequeño, con dos cuartos, un estudio y un área de servicio. Sin embargo la vista era preciosa puesto que ocupábamos el piso 12. El cuarto de mi madre tenía su baño privado y yo decidí que como nadie nos visitaba, el baño social sería mío. Nos instalamos pues en nuestro nuevo hogar, y ese evento de la mudanza despertó entre nosotros algo desconocido; un afecto increíble que nos hizo demasiado bien a los dos. Bromeaba permanentemente con ella, le daba abrazos fuertes para levantarle la moral y le preparaba un trago en la tarde cuando regresaba de su oficina.

Convivir en esas circunstancias dio origen a lo que se convirtió no en una relación filial, sino en una decidida relación de macho y hembra, y ese es el motivo que me lleva a relatarles esto. Esa mañana de enero de la que hablaba, nuestras vidas cambiaron para siempre. Resulta que ella había olvidado su toalla de baño y me pidió que por favor la alcanzara una. Entré desprevenido a su cuarto y como la ducha no tenía puerta, sin querer la observé como Dios la trajo al mundo. Desde muy niño la había visto en paños menores pero nunca reparé en ella como hasta ese día. Ella sin darle importancia a mi presencia, tomó la toalla y comenzó a secarse. Salí del cuarto con la impronta de su desnudez martirizándome; quemándome las entrañas y para qué negarlo, con una inquietud que terminó en una maldita erección como pocas veces tuve en la vida. Haberla visto así, en la plenitud de su piel blanca y sus cabellos húmedos surcándole los hombros, su pubis ligeramente rasurado, enmarcando ese triángulo en medio de sus muslos, era algo para lo que no estaba preparado. Decidí entonces regresar a contemplar ese precioso espectáculo, y cuidando de que no se percatara, pude verla de espaldas a través del espejo de su tocador. Era preciosa. Me impactó el tamaño de sus nalgas redondas y provocativas, así como sus piernas gruesas. Mientras esparcía la crema por su cuerpo, mi pene comenzó a crecer exigiéndome ese monumental pajazo que me hice inmediatamente en la ducha. Ese día no pude apartar su imagen de mi cabeza, y lo único que deseaba era regresar a casa para poder verla de nuevo, al salir de la ducha. Sabía que era mi madre, y era consciente de que estaba ad portas del incesto, pero nada me importaba como no fuera disfrutar su belleza.

Los días siguientes fueron un tormento cada vez mayor. Comencé a madrugar para poder espiarla a las 5 y 30 am, y me encantaba mirar como se jabonaba en un ritual mas de complacencia que de higiene. Tomaba la afeitadora y procedía a rasurar su vello púbico, hasta la entrada de sus labios. Queriendo no perder un solo detalle, cambié el sitio de su cama y su tocador, para que pudiera verla tranquilamente por el espejo, que además reflejaba la ducha también. De todas maneras aunque nada podía compensar la magnitud de su desnudez, comencé a experimentar unos estados de ánimo que no conocía, y que oscilaban entre la euforia y la depresión luego de haberme masturbado pensando en ella. No sé si ella notó estos cambios pero de un momento para otro comenzó a hacerme ciertas preguntas acerca de mi sexualidad, que no eran frecuentes. Le comenté acerca de un par de nenas, hijas de amigos de la familia, con quienes tuve sexo pero la verdad que todo fue muy insulso. Ella sonreía con mis comentarios, y en un momento me dijo que cuál era el tipo de belleza que me hacía perder la cabeza. Por poco le respondo que precisamente era ella, pero de todas maneras si le dije que quizás por ser su hijo, me hubiera encantado una mujer así de su porte, su figura y su color de piel. Se rió demasiado y queriendo bromear conmigo me dijo que podríamos ser novios pero platónicos, ya que ella era mi madre. Yo me reí mucho también y le dije que aceptaba encantado, pero que si podría invitarla a salir al cine, y porqué no acompañarla a tomarse sus tragos.

Queriendo sellar nuestro pacto de esa conversación aparentemente inocente, la abracé con fuerza y le di un sonoro beso en su mejilla, pero al tratar de zafarse de mis brazos, su boca rozó la mía y fue inevitable que nuestros labios tuvieran ese contacto. Nos miramos a los ojos sorprendidos pero queriendo evitar reacciones de su parte le dije que me disculpara pero que ella se había movido y por estar jugando conmigo pues le había besado su boca, que además era muy hermosa… Me miró extrañada, pero no demostró disgusto para nada, y creo que ella esperaba que por las circunstancias algo pasara entre nosotros a pesar de la maldita prohibición que la sociedad nos imponía por ser madre e hijo. Seguimos conversando banalidades, y ante la inminencia de un fin de semana decidí irme a mi cuarto a terminar una investigación pendiente para el día siguiente viernes.

Sé que muchas cosas pudieron pasar por nuestras cabezas a partir de ese día. Y estoy seguro que muchas veces que ella se detuvo en mi ducha para comentarme algo, era inevitable que observara mis genitales. Tengo 1.78 de estatura, soy delgado, pero atlético y sin presumir creo que mi miembro es normal para mi tamaño, aunque mis huevos si son bastante grandes. Sofía, mi madre, tiene 1.68 de estatura, unas caderas que miden 115 centímetros, 36 de sostén, y unas piernas bastante gruesas, las cuales se enmarcan de manera deliciosa cuando usa ciertas prendas ajustadas, como faldas o trusas. Sé que esos kilos de mas que tiene, se encuentran justamente en el tamaño de sus nalgas inmensas, deliciosas. A pesar de haber parido dos hijos su vientre es perfectamente alineado aunque de hecho, por ser una mujer blanca si tiene estrías, pero no son desagradables. Es mas, creo que ella es el prototipo de la mujer que sin ser gorda si es exuberante y con formas que llaman la atención, menos al cabrón de mi padre cuya afición por las putas hizo que mi madre terminara cogiéndole fastidio. Y era apenas natural que así ocurriera puesto que mi madre al único hombre que tuvo en su vida fue a mi papá, alguien que no se distinguía precisamente por su fidelidad . Por eso hoy en día entiendo que la frigidez de mamá se debió al maltrato e incomprensión de un hombre como mi padre acostumbrado a manejarse entre prostitutas, y cuyas actitudes debieron afectar demasiado a una mujer inexperta como Sofía.

A partir de esas conversaciones tuve dificultades para conciliar el sueño. Elucubraba mil fantasías, pensando en ella, a su lado, besándola, acariciándola y olvidando por completo lo que nos unía. Sofía se convirtió en mi obsesión, en el único motivo para ser feliz, para sentirme absolutamente enamorado de ella, de sus ojos cafés, de sus cabellos rubios, de sus manos delicadas y de la locura de su cuerpo hecho deseo para mi. Creo que cambié demasiado a partir de entonces pues ella lo notó y me lo hizo saber. Era extraño que quisiera estar ayudándole en las labores de la casa y ofreciéndome para hacer lo que fuera con tal de estar a su lado. Para acabar de dañarme la mente, ella permanecía en casa con unos pequeños shorts de tela muy liviana que se partían en medio de su vulva y entraban ligeramente en medio de su precioso culo. Usaba unos tops que me dejaban observar su vientre hermoso con ese ombligo profundo que no tardaría en chupar hasta enloquecerme. Calzaba unas sandalias que le iban perfectas a la belleza de sus pies largos, delgados y con unos dedos divinamente arreglados y sus uñas pintadas de un color nácar. Sofía era todo lo que necesitaba para ser feliz…!

De un momento para otro Sofía comenzó a comprar ciertas prendas para dormir que dejaban muy poco para mi imaginación. Vestía unas pijamas muy transparentes de color negro y rojo cuyo tejido me permitía apreciar totalmente la dimensión de sus senos y sus pezones grandes, así como también el tamaño de sus pequeños interiores que entrando en medio de sus nalgas daban toda la libertad para que estas armónicamente se mecieran cuando ella caminaba. Yo sin poder evitarlo comencé a buscar un contacto cada vez mas cercano a ella, abrazándola por el menor motivo y queriendo apartar cualquier prevención de su parte, comencé a jugar con sus cabellos, a cargarla a pesar de sus 65 kilos de carne deliciosa, y a llevarle el jugo a su cama en las mañanas de los fines de semana. Quería convertirme en el macho que nunca tuvo, en ese hombre tierno, atento, que la consintiera y la hiciera sentirse la nena que nunca pudo ser. La cercanía de nuestros cuerpos era cada vez mas peligrosa, y yo en casa dejé de usar pantaloncillos y me colocaba únicamente un short que le permitía a ella dimensionar y sentir en su piel el tamaño de mi pene. Cuando la abrazaba al comienzo evitaba que mis piernas entraran en contacto con su cuerpo, pero decidí que era preciso que tomara la iniciativa y empecé a juntarme mas al suyo, abrazándola con fuerza, pasando mis manos por su talle y acercando mis labios a su cuello, cuya cercanía le producía una sensación inocultable que se expresaba a través de lo erizado de los preciosos vellos de sus brazos. Solo faltaba un pretexto para terminar amándonos como hasta ahora lo hacemos.

No había pasado un mes cuando llegaron las puertas interiores y ella pretextando cualquier cosa, las dejó de lado diciéndole al maestro de la obra que las instalaría cuando todo llegara y no por partes. Eso me confirmó que ambos deseábamos estar espiándonos mutuamente y que ella sabía que yo vivía pendiente de sus entradas a la ducha para darme el espectáculo de su piel de marfil, acariciándose con el jabón y reprimiendo el deseo insoportable que sentíamos y que estaba a punto de enloquecernos. Un viernes en la noche tuve que ir a un compromiso de la facultad. Cuando regresé estaba muy cambiada y de un pésimo humor. Había vestido una trusa negra que la cubría totalmente, y al mirarme, el disgusto en su mirada era evidente. Me preguntó si quería comer algo, pues debía estar muy hambriento después de haber estado con todas las puticas de la facultad , y que en eso era igualito a mi padre. No podía creer lo que ella me estaba diciendo. Sofía estaba celosa, enloquecida de pensar que otra mujer y no ella se hubiera acostado conmigo. Me quedé mudo, y mirándola fijo a los ojos me fui acercando a ella. La tomé de las manos y le expliqué que si me había demorado se debía a que precisamente ese día, era la despedida de la facultad y que a pesar de que todos se citaron en una discoteca de moda , yo preferí regresar a casa puesto que nada compensaba la alegría de estar con ella.

La abracé con fuerza, quería fundirla a mi cuerpo, mientras Sofía abandonándose por completo comenzó a sollozar pidiéndome perdón por ser tan celosa cuando yo no era su macho sino su hijo. Tomé su carita entre mis manos y sin que pudiera evitarlo posé mis labios suavemente en los de ella. Nos miramos intensamente sin que ninguno de los dos evitara ese contacto, hasta que enloquecido abrí mi boca y con mi lengua fui abriendo lentamente sus labios, mordisqueándolos sin que ofreciera resistencia. No sé cuanto tiempo pudimos estar besándonos con esa fragilidad en la que era preciso estar sincronizados, sin hablar, para que ese hechizo no fuera cortado. En un momento ella reaccionó y apartándose de mi, me miro aterrada. “¡Por Dios, que estamos haciendo? ¡”, fue lo único que alcanzó a decir puesto que abrazándola de nuevo, callé su boca con la mía, y cargándola la llevé hasta su cuarto. Sin darle tiempo a decir nada, la acosté en la cama y tiré el pantalón de su trusa, lo cual quiso evitar pero dada mi fuerza no pudo impedirlo. Continué besándola y recostándome encima de ella, abrí sus piernas para que su sexo experimentara la dureza del mío. Los gemidos de mi princesa eran mas y mas intensos cada vez, y del supuesto rechazo que tuvo al comienzo sus brazos rodearon mi espalda con furia, clavándome sus uñas y obligándome a confirmarle que no me había acostado con ninguna perra de la facultad, pues una de esas zorras había dejado un mensaje en el contestador de mi casa, ofreciéndose para la fiesta y anunciándome que estaba loca por hacer el amor conmigo. Mi hermosa mujercita sentía celos y no precisamente de madre: sentía celos de su macho, rabia de pensar que otra pudiera estar conmigo, cuando ella desde hacía mucho había dejado volar su imaginación al igual que yo, soñando con ese momento. Me reí mucho de sus ocurrencias y sabiendo que ese momento era irrepetible le confesé que estaba perdidamente enamorado de ella desde que estábamos viviendo juntos. Que hacía mucho tiempo había dejado de mirarla como mi madre y que todo el tiempo la sentía como mujer. Sofía me confesó entonces que ella desde que llegamos a ese apartamento había comenzado a sentir lo mismo, y que vivía loca de celos cada que cualquiera de mis compañeras llamaba, y que muchas veces optó por no darme los recados, en particular en dos ocasiones en que había un fiesta bastante interesante, y ella sin que yo me diera cuenta desconectó el teléfono para evitar que llamaran a casa y entrando en mi cuarto apagó mi celular. No sabía que decir y simplemente solté una sonora carcajada.

Continué besándola y tiré su blusa y su pequeña tanga dejándola como la observaba en el baño diario. Chupe sus pezones con furia, sintiendo como estos crecían en mi boca, y bajando por su vientre pasé mi lengua por todo el contorno de su talle de locura, y colocándola de lado mordí delicadamente sus nalgas después de pasar mi lengua por su cintura. Sofía estaba enloquecida; gemía como una poseída, al tiempo que no pudiendo resistir mas la coloqué frente a mi abriendo sus piernas de par en par, y como un náufrago me adentré a beber todo el néctar de su adorable sexo, chupándola despacio y descendiendo hasta la entrada de su ano deleitándome en todo lo que de ella bajaba, cuyos fluidos eran lo único que necesitaba para vivir desde entonces. Tuve que apartar sus nalgas grandes para que mi lengua entrara por el pequeño orificio de su culito divino, y chupándolo con fuerza adentré mi lengua hasta donde fue posible. Dispuesto a que ella sintiera todo aquello a lo que tenía derecho, seguí lamiendo su sexo y su clítoris hasta hacerla sentir no sé cuantos orgasmos. Mi madre era multiorgásmica y no me explico como el imbécil de mi padre no se percató de semejante mujerón en su vida. Al tiempo que la chupaba por en medio de sus piernas, fui poniendo mi pene cerca de sus labios, hasta que me di cuenta como su lengua comenzaba a lamerle la cabeza, y en uno de sus arranques de locura optó por meterlo todo en su boquita mamándolo con una delicadeza que no pude resistir vaciando todo el semen que no pude contener y que para mi sorpresa ella bebió encantada, queriendo extraer hasta la última gota. Sin embargo esa eyaculación no hizo mella en mi, y dispuesto a concluir nuestro atrevimiento subí sus piernas a la altura de mis rostro relamiendo sus bellos pies, mientras le colocaba todo aquello que tanto deseaba sentir en sus entrañas. La penetré con fuerza, mientras ella daba un grito de placer y sus gemidos aumentaban así como el vaivén de sus caderas… me apretaba con fuerza, y como cosa extraña comenzó a musitar palabras de grueso calibre, lo que aumentó mi excitación y queriendo que mi verga entrara hasta su corazón le di las estocadas mas fuertes que pude, hasta que comenzó a gemir mas y mas, estallando en el orgasmo mas prolongado que pude experimentar en mujer alguna, mientras yo inundaba sus entrañas con el semen que hasta ese momento pude haber reprimido y guardado en su honor, .

A partir de entonces y sin detenernos a pensar o a cuestionar nada, nos hemos convertido en marido y mujer. Siento que la amo cada vez mas; que la deseo las 24 horas del día, y que a pesar de dormir juntos y hacer el amor en las noches, las madrugadas, las mañanas y cuando tenemos la oportunidad de estar solos, todo nos conduce a un estado de placer del cual ninguno de los dos quiere descender. Adoro su cuerpo y su piel blanca está cada vez mas expuesta a mis miradas. Tan pronto llega a casa se desnuda a mi espera, o simplemente se coloca esas pijamas que nada cubren realmente. No veo la hora para regresar a casa después de las clases y terminar mis obligaciones, para esperar que se abra esa puerta y poderla abrazar con todo el amor y estamparle el beso mas delicioso en su boca de fuego. La adoro, y adoro todo lo suyo; y me complace saber que ella es feliz a mi lado, cuando en las tardes nos recostamos a ver televisión o el fin de semana desconectamos nuestros celulares y nos tendemos desnudos en nuestra cama a amarnos y tratar de ver televisión. Somos absolutamente felices y solo el maldito hecho de ser madre e hijo empaña a veces nuestra dicha total. Cada día está mas preciosa, y si bien ha engordado un poco, esos kilos inexplicablemente se depositan en su adorado culo y sus piernas. Sentimos los dos que nada ni nadie podrá separarnos y no tengo mas ojos que para ella, y sé que a pesar de celarme por todo, muy en el fondo sabe que no fijaría mis ojos en nadie que no fuera ella. La amo con locura y sé que ella moriría de pensar en que un día tuviéramos que dejarnos. Para evitar inconvenientes decidimos que se operara el año pasado, pues no hay día que no hagamos el amor sin tener en cuenta ni siquiera su período menstrual, púes ella me ha confesado que es en los días que mas excitada está.

Adoro todo lo suyo, y sé que muchos podrán pensar de que se trata de cualquier fantasía este relato, o simplemente es el producto de una mente enferma. Total lo que cuenta es nuestra felicidad, y saber que Sofía es la mujer de mi vida, pues ella misma me dio esa vida, me hace pensar en que solo la muerte podría acabar con todo este universo de lujuria, pasión, amor, deseo e incontinencia. Ella a su vez ha demostrado que puede ser la mas depravada de las putas con tal de hacerme feliz, y que mi padre jamás supo llegar a su corazón y menos a su sexualidad. Que hemos descubierto los dos miles de cosas y que tal vez lo mas loco que pensamos hacer es estar con otra nena para verla haciéndole el amor. Ya tenemos todo planeado para nuestras próximas vacaciones y Sofía está dispuesta a hacer el amor con otra mujer y de paso permitirme que también la penetre pero estando con ella. Esa es mi mujer, la preciosa Sofía, a la que cada día parecen crecerle mas sus nalgas y empinarse desafiantes a la espera de mi verga. Esa es mi mujer, mi adorada amante; aquella que me espera cada noche con sus piernas abiertas de par en par, para sentir la verga de su hijo, su macho, su amante y el hombre que compensó con creces toda la felicidad que sacrificó los años que estuvo con el imbécil de mi padre. Ahora yo estoy dispuesto a darle todo lo que esté a mi alcance para dedicarme en cuerpo y alma a la adoración de toda su belleza, y a perderme en el universo de sus caricias y sus mimos. La amo como nunca pensé que un hombre pudiera amar a una mujer; a mi mujer, a la preciosa Sofía, el motivo mas grande que tengo para vivir.

Anónimo

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