miércoles, 6 de septiembre de 2023

De niña puta a abuela pervertida


Con este relato llego al número 100 de mi trayectoria, quizás unos mejores y otros peores, pero todos muy seguidos con una gran aceptación, y para celebrarlo con todos vosotros, que sois los que habéis hecho posible que haya llegado hasta aquí, es precisamente uno de los relatos escritos a petición de uno de vosotros, que como muchos otros, que se han puesto en contacto conmigo para compartir sus experiencias, pedirme consejo o para que cuente sus vidas plasmándolas en algún relato.

Este trata sobre la vida de una señora mayor, que me ha escrito para que os la cuente a todos vosotros, con muchas de sus vivencias, y que seguro os gustará conocer todos esos detalles, y aunque ella, en su momento, lo veía como algo normal, para muchos de vosotros será algo extraordinario, y desde luego morboso y excitante, y esta es su historia:

Yo nací en un pequeño pueblo del interior de Argentina, en donde en esos años, no había mucha distracciones ni muchas otras cosas que hacer, que estar en la calle todo el día, compartiendo andanzas y travesuras con otros niños de nuestra edad o más mayores.


Tenía un hermano 3 años mayor que yo, con el que compartía todo, porque nuestros padres no se ocupaban mucho de nosotros, y desde bien pequeños empezábamos a aprender todas las cosas de la vida, sin muchas más enseñanzas que nuestras propias observaciones y experiencias.

Nuestros padres no se preocupaban mucho de ocultarse de nosotros cuando tenían sexo, y aunque fuera en su habitación,  siendo bien pequeña, mi hermano siempre me llamaba para que les espiáramos y así fue como a esa corta edad empecé a tener las primeras sensaciones placenteras en mi vagina viendo como mi padre se montaba encima de mi madre y se movía metiendo su pene entre sus piernas, mientras los dos gritaban y  gemían de placer, viendo también en otras ocasiones, como mi padre se la metía en la boca de ella, que la chupaba como si fuera el caramelo más rico del mundo y así como todas esas posturas y variantes que los niños de ahora empiezan a ver también en el porno de internet.

Viendo todas esas escenas no aptas para unos niños como nosotros, a mi lado, mi hermano se sacaba su pequeño pene (si lo comparaba con el de mi padre), pero todo tieso, tocándoselo mientras mirábamos, por lo que yo empecé a imitarle, poniendo mi mano entre mis piernas, tocándome la rajita arriba y abajo con mis dedos, sintiendo como mi vagina se mojaba como si me estuviera meando y dándome cada vez más placer con mis dedos frotándola cada vez más fuerte.

En ocasiones posteriores, mi curiosidad me llevó a tocar yo también el pene de mi hermano mientras mirábamos y él mi vagina, masturbándonos mutuamente sin saber lo que era eso realmente, sino simplemente dejándonos guiar por nuestro instinto que en los momentos de máxima excitación hacía que intentáramos imitar en nuestras camas lo que veíamos hacer a nuestros padres, poniéndose mi hermano encima de mí, aunque nuestra  falta de práctica le impidiera penetrarme, pero esos roces eran muy ricos para nosotros y creíamos que estábamos sintiendo el mismo placer que sentían nuestros padres al hacerlo.

Igualmente, empecé a meterme el pene de mi hermano en la boca, chupándolo como veía hacer a mi madre, sintiendo un placer especial al lamerlo con mi boca, llevándome las ganas a morderlo con mis dientes, por lo que mi hermano se quejaba y me decía que no hiciera eso, lo que me servía para ir aprendiendo a hacerlo cada vez mejor, proporcionándole cada vez más placer, y aunque en esas primeras veces todavía no le saliera semen, si le salía un líquido transparente que acababa llenando toda mi boca y cuando le salía, él se quedaba como temblando en la cama, mareado sin poder levantarse en un rato.

Él también metía su cabeza entre mis piernas, lamiéndome la rajita con la lengua hasta hacerme sentir esos mismos temblores que yo veía en él saliéndome un líquido de mi vagina que le mojaba la cara, mientras yo deseaba que nunca se quitara de ahí, aunque me produjera casi el desmayo de tanto placer.

Estábamos sintiendo nuestros primeros orgasmos, sin ser conscientes de ello ni saber lo que era eso, aprendiendo todo sobre el sexo sin que nadie nos dijera lo que teníamos que hacer, haciendo simplemente lo que nos gustaba y sin que tuviéramos ningún remordimiento por ello, ya que nadie nos había dicho todavía que aquello estuviera mal y que no teníamos que hacerlo, y más siendo hermanos, pero de todas formas, sentíamos que debíamos ocultarnos de los demás.

El sexo se había convertido en algo natural para nosotros y esta sensación de que  no era algo malo, se acrecentaba cuando veíamos a nuestra madre hacer lo mismo que con nuestro padre, con otros hombres que llevaba a casa mientras mi padre trabajaba en el campo, sin importarle que nosotros pudiéramos verla o decir algo.

A veces, esos hombres se quedaban mirándome, pero como mi hermano estaba siempre conmigo cuidándome, con el tiempo me di cuenta de que él les imponía el respeto suficiente como para que estos hombres no se acercaran a mí e intentaran hacer algo conmigo, aunque eso no lo pudo evitar en una ocasión que mi padre llegó borracho a casa y quizás porque mi madre no le hizo caso en ese estado, se vino conmigo y me enseñó su pene todo duro para que se lo lamiera, lo que hice en parte por miedo pero también porque tenía la oportunidad de tener en la boca la polla que chupaba mi madre todas las noches y eso, en mi mentalidad de niña, me producía una sensación especial que me hizo sentirme muy especial porque mi padre me permitiera poder chupar su polla, a la que hasta ese momento no había tenido acceso.

Quizás la experiencia adquirida con mi hermano sirvió para que mi padre se excitara con mis lamidas, y no sé si sorprendido o no con mi destreza, pero acabé haciéndole eyacular en mi boca, y lo que salió de su pene no fue el líquido transparente de mi hermano, sino  un espeso líquido blanco pegajoso que se quedaba pegado a mi lengua y mis labios, produciéndome una nueva sensación que a partir de ese momento, me encantaría durante toda mi vida.

Después de esa primera vez, lógicamente, eso volvió a repetirse y él cada vez se excitaba más conmigo, viendo como lo disfrutaba yo, diciéndome:

—¿Cómo has salido tan puta, si todavía eres una nena?

Pero a él no creo que le importara la respuesta, sólo me usaba para su disfrute cuando mi madre no estaba dispuesta para él.

Mientras tanto, yo seguía teniendo relaciones con mi hermano y cada vez con más experiencia y práctica, y así, en una ocasión en que mi vagina estaba totalmente empapada, su pene acabó entrando en ella, y lejos de sentir el dolor que muchas mujeres dicen tener con esa primera penetración, yo sentí como mi coñito ardía por dentro y como el pene de mi hermano resbalaba deliciosamente en su interior, haciéndome gemir mucho más fuerte que cuando simplemente frotaba su pene entre mis piernas.

Él también sintió un placer especial y eso produjo que me echara ese líquido blanco que le salía a mi padre siempre que se la lamía, lo que no sé por qué, me hizo sentir muy bien porque había conseguido que a mi hermano le saliera lo mismo que a mi padre.

Por suerte, yo todavía no tenía la menstruación, aunque en ese momento ignoraba que ese líquido blanco podía hacer que yo tuviera un bebé, siendo apenas una niña.

Pero como os decía antes, en esa época todo se aprendía en la calle, como cuando tenía confidencias con otras niñas, contándonos las cosas que cada una hacía, una que era mayor me dijo que no me dejara echar el semen dentro de mí, porque eso me podía embarazar cuando me convirtiera en mujer, y yo sintiéndome muy curiosa, mostré mi interés en el asunto preguntándole que si mientras no me viniera la regla, podían echármelo dentro, a lo que ella contestó riéndose:

—Sí, jaja, pueden echarte todo lo que quieran.

Eso me tranquilizó un poco, porque no me hacía a la idea de dejar de hacer esas cosas que me causaban tanto placer, aunque no obstante, se lo dije a mi hermano que también se tranquilizó al saber que podía seguir follándome y corriéndose dentro de mí, lo que hacíamos prácticamente a diario, sin que nuestros padres se percataran de ello, o ni se interesaran siquiera por lo que hacíamos juntos metidos en la habitación.

Dentro de mi inocencia de esos años, empecé a comentar con mis amigas estos juegos con mi hermano, asustándose alguna mucho por lo que yo contaba, pero otras decían que ellas también lo hacían, si no con sus hermanos, si con primos o con alguno mayor que había empezado a follárselas también, como familiares suyos.

En ese tiempo, los chicos cuando empezaban a ser mayores solían ir a un río cercano al pueblo, donde tenían sus primeras experiencias con amigas o sus novias y allí empezó a llevarme mi hermano con sus amigos, más que nada llevados por la curiosidad de empezar a hacer lo que hacían los mayores y así fue como yo siendo la única chica entre ellos, empezaron a fijarse en mí, a pesar de ser bastante menor que ellos y que seguramente les gustarían las chavas más mayores, pero mi hermano algo debió de contarles, porque todos se mostraron muy interesados en mí, queriendo ver mi cuerpo desnudo, tocarme y hacer todo lo que pudieran conmigo, lo que no les resultó difícil, porque era costumbre bañarse desnudos en el río y ellos eran los primeros en desnudarse por lo que yo podía verlos a ellos, aunque yo siguiera vestida, hasta que finalmente me convencieron y yo también me metí desnuda en el agua, donde todos me abrazaban y me tocaban por todas partes jugando conmigo.

Al salir del agua, uno me preguntó que si ya follaba, diciéndole yo que sí, recriminando a mi hermano por no habérselo contado, pero la conversación fue calentándose, viendo yo como ellos se tocaban la polla, poniéndosela dura y diciéndome que querían metérmela.

Yo me asusté un poco porque todos esos chicos quisieran follarme, pero al final ellos convencieron a mi hermano para que me dejara y yo me tumbé en la hierba para que el primero se pusiera encima de mí y me metiera su polla, empezando a moverse hasta que se corrió dentro de mí. Luego se quitó y se puso otro para hacer lo mismo, y cuando alguno tardaba demasiado en salirse, los otros le decían:

—¡Venga, yaaa¡, que ahora me toca a mí.

Y así mientras me iban follando todos, otro también me la metía en la boca y los demás miraban y se reían muy excitados.

Esto mismo se repitió más veces, porque sus amigos le pedían a mi hermano que me llevara al río y allí me desnudaban y me follaban como si fuera un juego más entre amigos, pero que a mí también acabó excitándome especialmente, porque me sentía como una puta, una niña puta que los chicos usaban para su placer, aunque todavía no supiera muy bien el significado de esa palabra.

Durante esos encuentros mi experiencia sexual aumentó considerablemente, porque empezaron a hacerme anal también, y a penetrarme dos chicos a la vez por el coño y el culo, dándomela otro a veces para que se la chupara también, con pollas metidas por todo mi cuerpo, mi disfrute era máximo y no me importaba que igualmente echaran su semen sobre mí, compitiendo entre ellos a ver a quien le salía más.

Mi hermano, también participaba en todo eso con sus amigos hasta que al cumplir los 12 años me vino mi primera menstruación y me asusté mucho porque pensaba que a partir de ese momento no podría seguir haciendo eso, porque los preservativos era algo desconocido para nosotros en esos tiempos y para nuestros padres eran poco accesibles también, pero como nos suele pasar a todas las mujeres, los hombres al final siempre acaban convenciéndonos de una manera y otra, prometiéndome que se correrían fuera de mí, y así fue como seguimos haciéndolo más veces, aunque no siempre ellos cumplieran su palabra.

Para esa etapa, otras chicas se habían unido a nosotros o se formaban otros grupos que solían ir al río a divertirse de igual forma, por lo que no era extraño que alguna chica saliera embarazada por esas prácticas tan poco cuidadosas, lo que hacía tener miedo a las demás, hacernos madurar con la edad y preocuparnos más por tener un novio estable y no andar de puta para todos.

Alguno de los chicos mayores empezó a conseguir preservativos y eso les aseguraba poder seguir divirtiéndose con nosotras, ya que el sexo era nuestra vida, porque había empezado a serlo siendo prácticamente unas niñas.

A la vez que me pasaba todo eso, mi padre seguía buscándome en casa cuando venía más bebido de la cuenta, ya que normalmente, cuando estaba normal, no me tocaba tanto y era como si no se atreviese, pero yo empecé acostumbrarme a abrirme de piernas también para él, porque según me contaban mis amigas, a ellas les pasaba parecido con sus padres también y yo pensaba que eso era normal, el que un padre follara a su hija, porque era lo que veía a mi alrededor.

Cuando fui creciendo, el sexo seguía siendo muy importante para mí, con una vida sexual muy activa que compartía con mi entorno, quizás porque me eduqué así y a falta de otras diversiones, era una parte primordial de nuestro ocio, creciendo con esa mentalidad de que las mujeres teníamos que estar dispuestas a los requerimientos de los hombres de una forma sumisa.

Pero todo esto cambió cuando empecé a tener mis parejas estables, lo que me llevó finalmente al matrimonio con un hombre que fue él como podía haber sido con cualquier otro.

Llegaba una edad en la que todos esperaban que te casaras, tuvieras hijos y siguiera el ciclo de la vida. En mi caso, 5 hijos, 2 varones y 3 niñas, que supusieron que mi vida sexual se volviera rutinaria y aburrida durante esos años, aunque mi marido, siguiendo la tradición, buscara nuevos alicientes que le estimulaban más, así que no me resultaban desconocidos todos esos momentos en los que mi marido sobeteaba a la niñas mientras yo mostraba mi indiferencia, a pesar de que alguna se quejara en ocasiones:

—¡Papá!, déjame ya, siempre estás igual.

Pero ellas, al igual que yo, acababan comprendiendo que era inútil resistirse y que cuanto antes se corriera su padre, antes las dejaría tranquilas, y así él ni siquiera se preocupaba de disimular conmigo, cuando muchas noches se las pasaba en la habitación de las niñas, pero que le iba a decir yo, si él podía achacarme que yo había hecho lo mismo, y en ese pueblo, a pesar de los años transcurridos, todo seguía igual.

Lógicamente, mis hijos, al ver el comportamiento de su padre, lo imitaban y actuaban de igual forma con sus hermanas, aprovechando esos momentos en los que él no estaba con ellas.

Como decía, durante esos años de casada y madre de familia, el exceso de trabajo que todo ello conllevaba, me tenía agotada sin muchas ganas de sexo ni de desarrollar mis morbos y si mi marido o mis hijos se follaban a las niñas, yo me mantenía al margen sin que ni siquiera me fijara en mis hijos, como otras amigas me decían que hacían, excepto en el más pequeño, que estaba más apegado a mí, porque yo creo que prefería más acercarse a mí que a sus hermanas, por lo que aprovechando esos momentos en que se mostraba más cariñoso conmigo, llegué a hacerle alguna masturbación y alguna lamida a su pollita, hasta que creció y empezó a relacionarse con chicas de su edad, haciendo luego con ellas eso mismo, supongo.

Los años siguieron pasando, mis hijos se hicieron mayores y me hicieron abuela, mi marido murió y entonces, empecé a disfrutar de una libertad que hacía tiempo que no tenía y curiosamente esa sexualidad que tenía de niña volvió a despertarse en mí y lo que no había hecho con mis hijos, empecé a hacerlo con mis nietos, cuando me los traían para que los cuidara y fue cuando me di cuenta de eso que dicen que se disfruta más de los nietos que de los hijos, aunque no sé si todas las abuelas lo harían de la misma forma que yo, porque yo pasé de ser una niña puta a una abuela pervertida, que sería una buena frase para resumir la historia de mi vida.

Esa necesidad  de volver a disfrutar del sexo, provocó que tuviera ganas de conocer a otros hombres para que me hicieran volver a sentir lo que era tener a un hombre entre las piernas, pero todo eso no fue suficiente y era como si toda esa sexualidad que tuve dormida durante años, brotara otra vez en mí con una fuerza renovada, volviendo a ser otra vez la mujer morbosa que siempre fui, pero ahora más consciente de ello, fijándome en mis nietos para ayudarles a iniciarse en su vida sexual.

La perversión de uno de esos hombres que conocí, con el que disfrutaba especialmente, hizo que empezara a pajear a mis nietos cuando ellos apenas habían empezado a hacérselo ellos mismos y a chupársela compulsivamente llevándoles a un cielo, del que  ya no querrían salir. Me enseñó a utilizar internet para ver vídeos muy morbosos y me aficioné también a leer relatos que ni me imaginaba que existieran, que me hicieron ver la parte más morbosa del sexo y especialmente los de una la autora llamada Veronicca, me parecen excepcionales.

Este hombre con el que alcancé una especial complicidad, compartía conmigo sus fetiches y perversiones. Me confesaba su gusto por las nenas, como buscaba a esas niñas que venden flores por la calle y como las convencía para tener sexo con ellas, lo que muchas de ellas hacían con agrado porque les permitía conseguir más dinero para llevar a sus casas, sin que a sus madres o abuelas les interesara mucho de donde lo sacaban, haciendo de intermediarias en muchas ocasiones con los hombres que las solicitaban, una costumbre muy habitual en los barrios pobres de la ciudad donde vivía ahora.

En una ocasión que vino a mi casa, yo estaba cuidando a una de mis nietas, y él lógicamente, se fijó en ella, pero a mí no me molestó, sino al contrario, empecé a disfrutar de ese morbo que veía en su mirada, y él viendo mi actitud, muy excitado, me dijo:

—Qué niña morenita más rica. A esta no la conocía, había visto a la mayor, que está tremenda, pero esta me encanta así tan dulce como parece. ¿La desnudarías para mí?

A mí me sorprendió un poco eso, pero llevada por el morbo también, seguí con ese juego, llamando a mi nieta y diciéndole:

—Ven, quítate esa ropa, que te voy a poner el pijama ya.

Mi nieta, ajena a las miradas morbosas de ese hombre, no le importó mostrarse ante él, por lo que me puse a desnudarla delante de mi amigo, primero levantando su vestido para que viera sus braguitas; mientras se tocaba por encima del pantalón mirando pervertidamente como la iba dejando sin nada,  aunque mi nieta, ajena a todo eso, siguió  jugando un rato desnuda antes de ponerse el pijama, haciendo que él se fijara especialmente en su rajita, exclamando:

—¡Dios!, que hermosura.  ¿La has mostrado así a otros hombres?

—Sí, alguno se ha fijado en ella cuando la llevo al parque.

—No me extraña. A ti te dará mucho morbo también eso. ¿Me puedo masturbar delante de ella?

Yo le hice un gesto, asintiendo, sacando él la polla del pantalón, sin que la niña al principio se diera cuenta de ello, pero al empezar a masturbarse, llamó la atención de mi nieta que se quedó mirándole, lo que creo que le excito todavía más a él haciéndole correrse ante la mirada sorprendida de mi nieta, a la que llamé para que se acercara más, lo que aprovechó mi amigo para con los dedos llenos de su semen, pasárselos por la vagina a la niña, abriéndosela con la lubricación y pidiendo nuevamente mi permiso, me dijo:

—¿Puedo lamerla?

Yo también estaba muy excitada por la situación y accedía a todo lo que me pedía. Puso a mi nieta sobre la mesita del salón y abriéndola las piernas se puso a lamerla, mientras él  seguía masturbándose, no pudiendo evitar yo hacer lo mismo, mientras veía todo eso.

Mi amigo parecía como enloquecido lamiendo la rajita a mi nieta y y de tanto meterle la lengua, se le quedó bastante abierta y mojada, por lo que se incorporó y empezó a rozar su polla por ella hasta que hubo un momento que hizo un intento de metérsela un poquito y empezar a follársela, pero le detuve:

—¡No! Todavía es pequeña. Si se entera su madre, me mata. Si quieres te dejo con la mayor, que ya se la están metiendo.

—¿Cuándo me la traes?

—Ya te avisaré. Fóllame a mí para descargarte.

—Está bien, pero primero que me la chupe la nena.

Yo intenté convencer a mi nieta, aunque no sabía si alguien ya se la estaría metiendo en la boca y la dije:

—Mira, cariño, vamos a chuparlo entre las dos.

A mi nieta pareció que no le sorprendió mucho lo que le pedí, y se puso a chupar la polla de mi amigo, muy decidida.

—¡Mmmmm, que rico lo hace! A esta cría ya la han enseñado —dijo él, entusiasmado.

—Pues no lo sabía, pero puede ser cualquiera de sus hermanos o su padre, no sé.

—¡Uuufff!, que morbo me da tu nieta, no van a tardar en follársela ya.

Mi amigo se corrió abundantemente en la boca de la niña, dejándome a mí con las ganas de que me follara, pero no me importó mucho porque yo también me había corrido, masturbándome mientras les miraba.

Un día que estaba en casa su hermana mayor, avisé a mi amigo para que viniera y estuvimos hablando de como haríamos para que pudiera follarla, diciéndome él:

—Tú déjame a mí. Yo tengo experiencia con las crías de esta edad. Tenemos que calentarla primero para que la den las ganas.

Mi nieta no nos hacía mucho caso, pero estaba espléndida sentada en el sofá, con su pantalón cortito mostrando sus muslos, y con la mirada fija en su móvil, como siempre, a sus cosas, y sentados enfrente de ella, mi amigo empezó a tocarme y a besarme, quitándome la ropa y actuando como si ella no estuviera delante, lo que efectivamente, así parecía.

Después de estar un rato chupándome las tetas y sobándome el coño, mi nieta empezó a levantar la vista de su móvil para echarnos un ojo, poniendo caras como pensando lo viciosa que era su abuela.

Cuando me puse a chupar la polla de mi amigo, ya se había olvidado de su teléfono y  nos miraba más fijamente, por lo que le hice una seña por si quería chupar ella también y no debió de aguantarse las ganas, porque se acercó a nosotros y se puso a mi lado para lamer conmigo la polla de mi amigo, que veía como su plan empezaba a funcionar.

Yo iba dejando que ella, cada vez más excitada, se adueñara de esa polla, la masturbara y  chupara a su gusto, mientras yo le bajaba el mini short y el tanga que llevaba, para tocarla el coño que ya lo tenía empapado, y la coloqué de forma que mi amigo pudiera tocárselo también mientras ella le hacía la mamada.

Con tanto toqueteo y esa polla en la boca, mi nieta estaba deseando que la penetraran, sentándose encima de mi amigo, que creyó sentirse en el cielo cuando la tuvo metida en ese jugoso coño que palpitaba caliente y húmedo, por lo que al rato de estar cabalgándole mi nieta como auténtica experta y mientras masajeaba y chupaba sus duras tetitas, él no pudo aguantar más sin correrse, disfrutando como nunca por haberse follado nuevamente a una cría de estas edades.

Otro dé los días que estábamos juntos en casa, le permití a mi amigo que disfrutara viendo como yo me follaba a dos de mis nietos, uno más mayor, con una polla ya como para volver loca a cualquier mujer y otro más pequeño que recién estaba aprendiendo a follarme, pero con un vicio que sorprendió a mi amigo, diciéndome:

—Conozco a una señora, que también es abuela, que si llega a tener a un chaval como este en la cama, no se levanta en tres días, jaja.

Este hombre, desde luego, era un pervertido, como yo, y disfrutábamos de ese morbo juntos, llegándome a decir que había tenido también sexo con algún crío, chupándose las pollas y jodiéndoles el culo, preguntándome, muy excitado:

—¿Me permitirías joder a alguno de tus nietos?

Aunque me sorprendió su pregunta, recordé cuando siendo una niña, yo había visto eso entre algunos de los niños cuándo íbamos al río y estaría encantada en presenciarlo otra vez, ahora con los ojos de una anciana, por lo que le dije:

—Déjame pensar…. No sé muy bien con cuál de ellos podrías hacerlo, pero déjame tantearles para ver quien estaría dispuesto.

Al hablar con ellos, me dijeron que “El Chano”, sobre nombre con el que llamaban a uno de mis nietos, que al parecer, le habían enseñado a chupar pollas de pequeño y se había aficionado a ellas, así que no tendría inconveniente en hacerlo con mi amigo.

A mi nieto no le extraño cuando mi amigo se sacó la polla para que empezara a mamar, mientras era pajeado por mí, para aumentar su excitación de tener una polla adulta en la boca, aunque el vicio de ese hombre, le llevaba a querer comérsela él, por lo que se la cedí antes de que se corriera el chaval, que al sentir el contacto caliente de la lengua, explotó en una descarga de semen que le llenó la boca.

Luego, mi amigo le buscó el culo a mi nieto, que yo le preparé con un poco de crema para facilitar su penetración, permitiendo que su gorda polla empezara a joderle, como nunca antes lo había hecho nadie, ya que en otras ocasiones, era él el que entraba en esos anos que le ofrecían.

Creo que no había visto nunca a mi amigo tan excitado, ni siquiera cuando estaba con mis nietas, lo que todavía en mi edad madura, me dio una nueva dimensión del sexo

Ese tipo de escenas siguieron repitiéndose con estos y con mis otros nietos, a los que se les notaban sus genes, porque todos ellos disfrutaron de esos juegos y experiencias que les iniciaron en el sexo y les descubrieron un nuevo mundo, al igual que cuando yo comencé inocentemente a su edad mi vida sexual.

Por VERONICCA

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