lunes, 12 de febrero de 2024

Compartiendo a su hija


Después de bastantes años de casados, no habíamos tenido hijos y aunque el sexo ya no fuera lo mismo, no había secretos entre nosotros, llegando a confesarme mi marido en una ocasión, que su mayor fantasía sería tener sexo con una chica adolescente o que estuviera empezando esa edad mágica de la adolescencia, como una de esas de las que veíamos por la calle vestidas tan sexys y provocativas que las hacía tan apetecibles a sus ojos, persiguiéndolas con la mirada.

Como decía, con el tiempo se había creado una complicidad entre nosotros y por el amor que le tenía, le seguía el juego cuando las veíamos en algún lugar, sobre todo los fines de semana cuando se ponen especialmente llamativas para reunirse con sus amigos, siendo yo misma la que a veces se las enseñaba para que se deleitara con ellas, porque en parte, a mí también me había contagiado de su morbo y acabé encontrando una cierta excitación en sus soñados deseos prohibidos, por lo que era frecuente entre nosotros tener estas conversaciones:


—¡Qué barbaridad!, como están estas crías, van prácticamente enseñándolo todo. ¿Qué dirán sus padres al verlas salir así de casa? —me decía mi marido.

—No sé si llegarán a enterarse de cómo van. Me dijo una amiga que se reúnen en casas de amigas para cambiarse de ropa, y allí se maquillan, se suben la falda y desabrochan botones, jaja, y ya ves como salen.

—Supongo que pasará eso, porque si yo tengo una hija y la veo salir así de casa, me da algo, jeje.

—Esto les pasa a estas edades en las que empiezan a verse mujeres, porque ya ves que no tienen frío ni nada, con tal de enseñar y de que las miren, se aguantan todo.

—Es que es una delicia verlas. Y pensar en cómo sus amigos, que son unos críos también, se las estarán follando me pone malo.

—¿Tú crees que ya lo harán a estas edades?

—Con lo calientes que van, serán ellas mismas las que se montarán encima. Mira aquél como mete mano a aquella cría y ella se deja hacer de todo. Y con esas faldas tan cortas, casi les dejan el coño en bandeja.

—Jaja, que exagerado eres, pero no te falta razón.

La verdad es que no muchas mujeres aceptarían estas palabras de sus maridos, pero yo no tenía nada que reprocharle, porque después de tantos años, siempre me había sido fiel y alguna vez, cuando nos poníamos cachondos follando, le decía que si en alguna ocasión conseguía estar con una cría de esa edad, no me importaría y que se lo perdonaría con la condición de que me lo contara cuando sucediera, lo que nos hacía a los dos reír porque sabíamos que sería algo que nunca sucedería, en parte por su carácter serio y retraído, y porque con su edad, pasados los cincuenta, yo no me lo imaginaba seduciendo a ninguna jovencita y ni mucho menos intentando abusar de alguna contra su voluntad.

Pero hubo un momento el que debido a su trabajo como Técnico de Montes, le enviaron durante una semana a otro lugar donde tenía que supervisar unas operaciones que se estaban haciendo allí, por lo que tendría que quedarse a dormir durante unos días.

Resultó que la zona donde tenía que trabajar estaba bastante alejada de cualquier ciudad donde hubiera hoteles para quedarse, y debido a la escasez de lugares para poder dormir, me contó que al llegar, uno de sus compañeros de trabajo le dijo que podría dormir con él en una habitación que tenía alquilada, ya que se había separado hace unos meses y se había tenido que ir de casa, y aquí es donde empieza esta historia que demuestra que ningún sueño es imposible, si la suerte o el destino se cruza en tu camino y tal como me la contó mi marido la expreso con sus propias palabras:

“El compañero de trabajo que me había permitido dormir en la habitación que tenía alquilada, me aclaró que durante esa semana le había tocado quedarse con su hija, y que si no me importaba, él dormiría en una cama con ella y yo en la otra cama, y aunque supusiera una pérdida de intimidad para todos, si a ellos no les importaba, no iba a poner yo pegas ahora, después del favor que me hacía, así que le dije que no tenía inconveniente y que bastante hacía con dejarme dormir allí.

Por otra parte, yo no sabía qué edad tendría su hija, pero supuse que sería pequeña y me pareció normal que ellos compartieran la misma cama, ya que eran padre e hija, y tampoco se me pasaba por la cabeza que se dieran situaciones raras, a pesar de comprobar luego que la cría ya había empezado su desarrollo.

Ya por la noche, después del trabajo, nos fuimos a tomar unas cervezas en el bar de abajo, mientras esperábamos que llegara su hija, que lo hizo al poco rato, dándole dos besos a su padre al llegar, que después me la presentó, quedándome sorprendido porque no era tan pequeña como yo pensaba, sino más bien, una preciosa nena morena y delgadita, con una larga melena que casi cubría su cara, destacando unos preciosos ojos:

—Esta es mi hija, se llama Elena.

—Encantado, Elena, eres muy bonita. Espero no ser una molestia para vosotros —le dije mientras le daba dos besos yo también.

—No pasa nada, si mi papá lo decidió así…., serán unos días solo —me contestó sonriente, muy resuelta

Cuando subimos a la habitación, yo me sentí un poco incómodo, porque era una habitación bastante pequeña con dos camas y no sabía si cambiarme de ropa allí delante de esa cría, de lo que se dio cuenta mi compañero, que me dijo:

—Tú no te preocupes por nosotros. Ella está acostumbrada a verme a mí desnudo y no se asusta ya.

Así que de espaldas a ellos, me quité la ropa y me puse el pijama. Luego me metí en la cama, desde no pude evitar fijarme en como la hija de mi compañero se desnudaba y se ponía su pijama, un pantalón cortito ajustado y una camiseta bastante fina en la que se le marcaban los pezones al no llevar sujetador, algo que resultó turbador para mí, pero intenté disimular, ya que no quería que su padre se molestara con mis miradas.

No sé si por la situación tan extraña que se estaba dando o por ser mi primera noche allí, me estaba costando un poco de trabajo dormirme, por lo que pasada casi una hora y cuando ellos debían de suponer que yo estaría durmiendo, pude escuchar claramente la siguiente conversación:

—No hija, hoy no podemos, que está mi compañero en la otra cama y puede vernos.

—Sólo un poco, papá, que él está dormido ya y no se va a enterar.

—Está bien, pero despacito, ¡eh¡, no se vaya a despertar.

A mí me sorprendió bastante esa conversación, ya que no podía creerme que se estuvieran refiriendo a lo que mi mente calenturienta ya se estaba imaginando, así que seguí haciéndome el dormido, escuchando como se movían en su cama, percibiendo unos gemidos que intentaban acallar, hasta que pude ver en medio de la oscuridad, como la hija de mi compañero se ponía encima de su padre y empezaba a moverse, pudiendo verlos con más claridad en los momentos en que algún coche pasaba por la calle e iluminaba brevemente la habitación.

Enseguida la niña empezó a gemir más fuerte, lo que su padre intentaba acallar poniéndole la mano en la boca para que yo no pudiera oírla, pero su ritmo se hacía cada vez más rápido y el propio gusto que debía sentir él, hacía que acompañara a su hija en esos gemidos, hasta que al final escuche un grito más fuerte de Elena y las palabras de su padre diciéndole que se iba a correr ya, que se saliera y se sacara la polla del coño.

Ver a esa cría encima de su padre, jodiendo con él, apenas a dos metros de mí, era lo más fuerte que había visto en mi vida, y aunque no podía ver muy bien como la polla del padre estaba metida en el coño de su hija, cuando se la sacó Elena, si pude ver su polla todavía en erección, que ella sujetaba con una mano mientras él se corría, en una escena que me tenía completamente empalmado y a punto de la masturbación.

Después de eso, se calmaron un poco, pero continuaron hablando entre ellos unas palabras en voz baja que no pude entender muy bien, hasta que se quedaron en silencio, dormidos los dos, lo que yo aproveché para masturbarme porque con la excitación que tenía, no podría dormirme en toda la noche y al día siguiente teníamos que madrugar para ir a trabajar.

Cuando sonó el despertador, nos levantamos para ir al trabajo y por supuesto que no le comenté nada a mi compañero y actué de un modo normal, por lo que él creo que no sospechaba nada, pero no podía quitarme de la cabeza lo que había visto la noche anterior, aunque la situación empezaba a ser un poco incómoda para mí, porque no sabía muy bien cómo debía actuar, ya que no tenía la suficiente confianza con mi compañero como para hablar de lo sucedido.

Al llegar la noche y volver a la habitación, estábamos bastante cansados y enseguida nos metimos en la cama, con mi compañero y su hija nuevamente en la cama de al lado, volviendo a escucharles al poco rato sus conversaciones, de las pude entender esto:

—Ya estás con mi polla, hija….

—Es que me gusta mucho y ya la tienes dura, jaja.

—Claro, teniéndote aquí conmigo, siempre se me pone así.

—¿Me dejas chupártela un poco?

—¡Ssshhhii! Bueno, pero en silencio, métete debajo de las sábanas.

En medio de la oscuridad de la habitación, veía el bulto de Elena moviéndose debajo de las sábanas, imaginándome como le estaría chupando la polla a su padre, y aunque él intentaba taparla, al final se quedó al descubierto totalmente a mi vista como ella se metía prácticamente todo el pene en la boca, mientras su padre le decía que le encantaba como lo hacía, olvidando todas las precauciones debido a su entusiasmo, por lo que se mostraban cada vez más confiados pensando en que yo estaba dormido sin enterarme de nada.

De pronto, mi compañero volteó a su hija y se puso a lamerle la vagina oyéndose los gemidos de la niña provocados por el placer que estaba sintiendo, por lo que yo intuí que con sus lamidas la estaba haciendo llegar al orgasmo, pero ella volvió enseguida a ponerse encima de su padre, como la noche anterior, empezando a cabalgar sobre él cada vez más rápido, sin poder contener sus gritos ya totalmente desenfrenados mientras yo, con una excitación como hacía tiempo que no tenía, me masturbaba en mi cama viéndolos y al correrme no pude evitar un pequeño grito que ellos oyeron y se detuvieron inmediatamente, tapándose con la manta y quedándose quietos esperando y deseando que yo no los hubiera visto.

Al día siguiente, de camino al trabajo, no volví a comentarle nada de lo que había visto, pero mi compañero parecía más callado que de costumbre, supongo que receloso de que los hubiera visto, por lo que le pregunté que le pasaba, contestando él con otra pregunta:

—Tú nos viste esta noche, ¿no?

—Sí, algo vi, la verdad, pero son cosas en las que yo no me meto, así que puedes estar tranquilo —le dije la verdad, para aclararle que no quería tener ningún problema con eso y que me daba igual, para que se tranquilizara.

—Gracias por tu discreción. Ya sabes lo que pasaría si la gente se enterara de esto, pero es que yo me pasaba muchas noches solo con la niña y aunque ella dormía en la cama que tienes tú, me decía que quería dormir conmigo, así que al final acabábamos los dos juntos con mucha calentura y ya ves como terminó la cosa.

—No te preocupes, ya te dije que no es cosa mía. La verdad es que te envidio y me dio mucho morbo veros.

—¿Sí? ¿No me digas? Así que eres bien morboso tú también…. ¿No tienes hijas?

—No, por desgracia, pero me hubiera encantado tener una como la tuya para disfrutarla como tú lo haces.

—¡Mmmmm! Te entiendo perfectamente, es algo insuperable. Y tampoco has montado nunca a una cría de estas, claro….

—Pues no, solo lo sueño, jaja.

—Pues aquí es bastante habitual, aunque no te lo creas. Ya ves lo montañoso que es esto, la gente vive muy aislada y no abundan los coños donde meterla…..

—Ya supongo. Nadie se va a enterar si follas a tus hijas, y las madres callarán.

—Así es. Aquí tenemos nuestras propias normas.

—¿Pero su madre sabe que te la estás tirando?

—No creo, porque si no, no me la dejaría, y como la niña tampoco le dirá nada, pues es mejor así.

—¡Ah!, ya, como decías que aquí las mujeres lo consienten eso.

—Bueno, hombre, tampoco es eso, que ellas te metan a la cría en la cama, pero sí que hay casos en que consienten.

—Claro, te entiendo, pero no te lo vas a creer. Mi mujer ahora se ha vuelto muy liberal y ya me dijo que no le importaría que me follara a una cría como tu hija, aunque no sé lo que diría si nosotros hubiéramos tenido una.

—Qué suerte, amigo… La pena es que no tengas ocasión…, jaja.

Así continuamos el viaje entretenidos hablando de esto, pero yo no estaba acostumbrado a ese tipo de conversaciones con personas que no conocía mucho y aunque pareciera que se nos estaba pasando la vergüenza para hablar de ello, dimos el tema por terminado, sin que lo volviéramos a comentar en todo el día.

De todas formas, yo tenía la impresión de que con todo lo que había pasado las noches anteriores, la situación se estaba volviendo más tensa de lo que yo desearía, porque sentía que yo había ido allí a invadir su intimidad y a mí también me estaban poniendo en un compromiso al tener que callar lo que había visto.

Esa noche volvimos a la habitación, donde ya nos esperaba su hija Elena, sin volver a hablar de lo que había pasado, así que apagamos la luz para dormirnos rápidamente, pero yo no sabía si ellos iban a volver a repetirlo, o se sentirían cohibidos y ya no lo harían más al verse descubiertos.

El caso es que esta vez ni siquiera les escuché hablar entre ellos, pero una media hora después sentí que la hija de mi compañero se metía en la cama conmigo, sin saber yo muy bien cómo reaccionar, aunque acabe suponiendo que mi compañero todavía tenía miedo de que yo pudiera decírselo a alguien y para asegurarse de mi silencio, había mandado a Elena a mi cama para hacerme cómplice a mí también de lo que estaba haciendo él con ella.

Todo esto que estaba pasando me parecía muy extraño, casi surrealista, pero poco después, ya repuesto de la sorpresa que me había bloqueado por un momento, empecé a excitarme por tener a esa niña en mi cama abrazándome, pero luego se puso de espaldas, pegando su cuerpo al mío, para sentir en su culo mi erección y mis manos empezaron a acariciarla, primero tímidamente por sus piernas y luego de forma más descarada deteniéndome en su culito, que estuve masajeándolo durante un rato, a la vez que ella movía sus nalgas para frotarse contra mi polla.

Aquello me tenía el corazón latiendo a mil por hora, por lo que luego metí mi mano entre sus piernas para abrírselas y meterla bajo el tanga que llevaba esa noche, tocando con mis dedos su tierna vagina que ya estaba totalmente humedecida, preguntándome si esta cría, aparte de su padre, habría estado ya con más hombres por la desenvoltura que mostraba en la cama conmigo, ya que su mano había agarrado mi pene y lo acariciaba muy suavemente poniéndomelo más duro todavía, produciéndome una sensación única.

Debido a la oscuridad de la habitación, yo no sabía si su padre nos estaría viendo desde la otra cama, haciéndose el dormido, como yo hacía, porque tampoco decía nada, pero llegado ese momento, ya no me importaba y solo pensaba en disfrutar de aquella criatura que se había metido en mi cama.

Así que la desnudé completamente y con sus piernas abiertas, me puse a chuparle esa vagina adolescente, con lo que tantas veces había soñado, y que por fin podía degustar, sintiendo como brotaban sus jugos que en ese momento me parecieron lo más delicioso del mundo.

Y al verla tan abierta, con esa vagina sonrosada, después de pasar tantas veces la lengua por ella, puse mi polla en su raja para penetrar ese estrecho coño que tanto deseaba y que tanta excitación me producía poder follármelo, por lo que tenía miedo de no aguantar mi eyaculación y no disfrutar de ese momento como yo desearía, alargándolo eternamente.

Al penetrarla puede notar como mi pene entraba sin apenas resistencia en su coño, pero a la vez, sus músculos vaginales, abrazaban mi polla sintiendo un contacto pleno dentro de ella, produciéndome una placentera sensación como nunca había sentido.

A la vez que la follaba, le chupaba sus pequeños pechos, metiéndome sus puntiagudos pezones en la boca, notando como ella gozaba conmigo hasta prácticamente el delirio, lo que todavía me excitaba mucho más.

El ver como una cría de su edad podía ser tan puta y hacer gozar de esa forma a un hombre maduro como yo, hizo que no tardara en correrme, pero por precaución preferí echárselo fuera, sobre su barriga y los pocos pelos que le estaban saliendo en su pubis, pudiendo ver ahora claramente como su padre estaba observando toda la escena, siendo él en esta ocasión el que se masturbaba mirándonos.

Una vez satisfechos los dos, la niña volvió a su cama, pero esta vez fue su propio padre el que volvió a follarla, supongo que por la excitación que le había producido el verla conmigo, ya sin preocuparse ni ocultarse de mi absorta mirada ante todo lo que estaba pasando en aquella habitación, lo que fue todavía más impactante para mí, porque ese hombre estaba totalmente excitado, follando duramente a su hija hasta que se corrió y ella sin dejar de tener un orgasmo tras otro, lo que la dejó, sin fuerzas, tendida sobre la cama, llena del semen de su padre, junto a los restos del mío.

A la mañana siguiente, su padre se mostraba mucho más contento y confiado conmigo, porque sabía que ya se había asegurado mi silencio, al haber compartido esa experiencia conmigo:

—¿Te gustó anoche follarte a mi hija?

Esta vez no tuve tantos reparos en seguir su conversación, contestándole:

—¡Buuufff! Fue increíble. Tienes una hija maravillosa. Eres un padre afortunado. ¿Te creerías que lo que pasó anoche era uno de mis sueños que creía que nunca cumpliría?

—Claro que te creo. Ya sé que eres uno de esos viejos viciosos a los que les gustan las chiquillas….. Ya me fijé en como la mirabas cuando se desnudaba el primer día y me dio mucho morbo exhibirla ante tí.

—¿No me digas…? Perdona, no quería incomodaros, pero bueno, es verdad que llevo un tiempo en el que empezaron a atraerme las crías. Es que las ves por la calle y parecen todas unas putas.

—La verdad es que ahora, las crías como mi hija y sus amigas ya se follan todo lo que se mueve, jaja. Mejor que lo empiecen a disfrutar, ¿no crees?

—Sí, desde luego. ¿Pero la tuya desde cuando lo hace? Es muy jovencita todavía.

—Empecé a tocarla desde niña, estando casado todavía con su madre y como ella se derretía con mis dedos, cada vez fuimos haciendo más cosas hasta que empecé a follarla.

—¿Y tu mujer no se enteraba?  ¿O por eso os separasteis?

—Mi mujer no sabe nada, o eso creo, pero nos separamos porque me puso los cuernos. Supongo que se vería desatendida por mí y empezó a joder con otro. No se lo puedo reprochar tampoco.

—Ya entiendo, pero bueno, ahora tienes a tu hija para satisfacerte. Me parece un morbo tremendo lo que hacéis.

—Ya veo que me envidias, jaja, pero me has demostrado que eres una buena persona y los días que estés aquí, tienes a mi hija cuando quieras.

Ese ofrecimiento de mi compañero volvió a provocar mi erección y no supe que decirle, así que simplemente:

—Muchas gracias. Siempre te estaré agradecido.

Aunque él no me había especificado la forma de volver a tener a su hija, la noche siguiente me invitó a compartirla entre los dos a la vez y realmente, eso fue ya la locura, porque estando los tres juntos, su hija Elena pudo mostrar la puta que llevaba dentro, ya que prácticamente nos dejó agotados a los dos.

La fuimos poniendo en todas las posturas que pueden imaginarse, chupando la polla de uno mientras el otro la follaba, acariciándola, besándola, lamiéndola toda, llegando al culmen final cuando su padre me propuso hacerle una doble penetración anal-vaginal, lo que me sorprendió bastante, ya que no suponía que también estuviera acostumbrada a que se la metieran por el culo, por lo que me aclaró su padre:

—No pasa nada, fue el primer sitio por donde empecé a penetrarla para no hacerla daño, porque a estas edades se dilatan más por el culo y a ella le encanta que se lo haga por ahí.

Le pedí permiso para ser yo el que la penetrara por el culo mientras él se la metía en su coño y una vez ensartada por las dos pollas, nuestro vaivén hizo a la niña gritar como nunca encadenando un orgasmo tras otro, mientras nosotros nos corríamos en sus agujeros, siendo protagonista de algo que hasta ese momento solo había visto en el porno, y así estuvimos con ella, intercambiándonos hasta que yo ya no pude más.

Al terminar, le pregunté a mi compañero:

—¿Habéis hecho tríos con otros hombres?

—No, eres tú el primero. Nunca la compartí con nadie.

—Es que me vuelve loco imaginarme a estas crías follando con hombres como nosotros, teniendo la oportunidad de hacerlo de una forma que yo hasta ahora solo soñaba.

—Es verdad. Cuando lo puedes disfrutar quizás no le das la importancia que tiene, pero es algo maravilloso que cualquiera envidiaría.

Supongo que en esa ocasión, yo tuve la fortuna de que se dieran esas circunstancias, y que él se había visto obligado a ceder a su hija para que yo la follara, para asegurarse mi complicidad con lo que ellos hacían, pero para mí fue lo mejor que podía haber pasado.

Las siguientes noches hasta mi marcha, fueron una continua orgía. Elena pasaba de una cama a la otra para follar con los dos, notándose como realmente ella lo estaba disfrutando, porque a aquella cría le encantaba el sexo y el poder hacerlo con dos hombres como nosotros multiplicaban sus orgasmos, colmando su autoestima como mujer, siendo apenas una adolescente.

Yo no sé cómo aguanté todas esas noches seguidas de sexo tan intenso, supongo que por la motivación especial de poder disfrutar de algo que difícilmente tendría la oportunidad de volver a tener en el futuro y desde luego, ya no me importaba morirme tranquilo después de lo disfrutado durante esa semana.

Cuando volví a casa, como había prometido a mi mujer contarle todo esto, si llegaba a suceder, tuve que hacerlo, pero había pasado de una manera que no sabía si me creería, aunque por mi parte, había cambiado la percepción que tenía de todas esas chiquillas que veía por la calle, que si antes las veía como unas cándidas e inocentes niñas iniciando el difícil camino de ser mujer, ahora veía claramente lo putas que podía ser y como se andarían follando a todos esos críos que revoloteaban alrededor de ellas, a las puertas de esos bares donde se reunían los fines de semana.

Mi falta de contacto con ese mundo, por no haber tenido hijos, distorsionaba un poco mi imagen sobre ellas, preguntándome que habría pasado si yo hubiera tenido una hija como la de mi compañero de trabajo.”

Y esta es la historia que me contó mi marido, que la verdad, me costó creer, imaginándome al principio que sería simplemente una fantasía suya, pero él había cumplido el pacto que habíamos hecho en una lejana noche de confidencias, tras la cual yo también acabé excitadísima y en el sexo que tuvimos después entre los dos, tuve los mayores orgasmos que recordaba en mucho tiempo….., fantaseando que teníamos a esa cría entre nosotros, disfrutando los tres juntos, algo que con solo mentárselo a mi marido, ya se corría copiosamente.

Por VERONICCA

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