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martes, 5 de mayo de 2020

Soy hijo de mi abuelo y padre de mi nieto


"Soy hijo de mi abuelo y padre de mi nieto", así se lo dijo Pedro a mi sobrina Chelo, una muchacha morena, de pelo negro y largo, pecosa, delgada, con tetas pequeñas y con un culito pequeño y respingón que se marcaba en sus pantalones vaqueros.

Esto que os voy a contar ocurrió hace muchos años y me lo contó mi sobrina unos días después de darle un beso a nivel que casi le caen las bragas a plomo y de que nos viera Pedro, el Venado, que pasaba por el camino haciendo eses. Estábamos los dos solos en la sala de mi casa y me lo contó así:

-Poco después de ver Pedro cómo nos besábamos fui a hablar con él a su casa para decirle que nos guardara el secreto. Lo encontré sentado en el escalón que había delante de la puerta de su casa con un palillo en la boca y con un pedo encima de los que hacen historia. Nada más llegar a su lado, me dijo:



-"No hacía falta que vinieras, Chelo, no le voy a decir a nadie lo que vi."

-Estaba borracho, pero la intuición la tenía intacta. Lo vi decaído, y le pregunté: ¿Te pasó algo?

-"Se me fue mi amor. ¿Cómo quieres que esté?"

-Los hijos se van de casa para formar una familia propia, es ley de vida.

-"¡Es que la quería tanto!"

-Normal.

-"Es que se llevó con ella a mi hijo."

-Dirás que se llevó a tu nieto.

-Se dio cuenta de que había patinado y rectificó.

-"Si, eso, a mi nieto."

-Lo de su nieto lo dijo de un modo que me dio que pensar. Ni corta ni perezosa, le dije: "Lo del hijo no fue un lapsus. ¿Verdad?

-"Estas cosas es mejor hablarlas donde nadie pueda poner la oreja, vamos para dentro."

-Se ve que Pedro tenía muchas ganas de hablar y muy pocas de trabajar, ya que tenía las vacas en las cuadras cuando debían estar apastando, los cacharros en el fregadero sin lavar, el suelo sin barrer... Su casa estaba hecha un desastre, eso en el piso de abajo, en el de arriba debía tener también todo manga por hombro.

-Es de suponer -le dije.

-Encima de la mesa tenía la mitad de un queso, una bolla de pan y media jarra de vino tinto, nos sentamos a la mesa. Partió un trozo de pan y un trozo de queso y me lo puso delante, él partió su pan con la mano y el queso con la navaja, echó dos vasos de vino, y me dijo:

-"¿Sabes guardar un secreto, Chelo?"

-No sabía, pero le dije: Por supuesto.

-"Mi nieto es también mi hijo, me pasó con mi hija lo mismo que lo pasó a mi madre con mi abuelo. Soy hijo de mi abuelo y padre de mi nieto"

-Se me pusieron los ojos grandes cómo platos. A esa familia, cómo ya sabes, los apodaban los Venados por que vinieron de la montaña y son muy brutos, pero si llegan a saber lo que yo acababa de oír les llamarían los Pervertidos.

-Es para llamárselo, sí.

-Le dije: ¡¿Eres hijo de tu abuelo y padre de tu nieto?!

-"Si, soy hijo y padre del pecado, pero también del amor."

-Hombre, amor, amor...

-"Amor del más puro es el que siento yo por mi hija y el que sentía mi madre por mi abuelo hasta que se enamoró de mi."

-El vino le tiraba de la lengua, pero aquello me sobrepasaba. Le dije: ¡Anda carallo! ¡¿También te follaste a tu madre?!

-Nos queríamos. ¿Qué tiene eso de malo?

-Aquella familia estaba barrenada, desde el abuelo a la hija de Pedro, pero quise saber más, y le pregunte: ¿Te contó tu madre cómo empezó esa historia de amor?

-"Contó. Empezó una tarde que mi madre salió de una cuba en la que había pisado uvas. Salió con las piernas y las bragas manchadas de mosto de vino tinto. Mi abuelo había llenado una tina de agua para que se lavara, pero cuando salió con sus blancas piernas tintadas, las bragas metidas en la raja y enseñando los negros pelos de su coño, no se pudo aguantar, y le dijo: "¡Que rica estás, Carolina!" Mi madre, coqueta ella, se echó a reír, y le dijo: "¿Me comerías, papá?" "Todita, hija, todita." "No lo creeré hasta que lo vea, papá." Mi abuelo se agachó delante de ella y le limpio las piernas de mosto con su lengua, y claro, cómo las bragas la tenía manchadas, se las quitó y le lamió el coño, y claro, poco después, como a mi madre nunca le habían hecho eso, le dijo: "No sigas que me corro, papá." Mi padre siguió, y claro, se corrió en su boca. Así nació la historia de amor entre mi madre y mi abuelo."

-Claro, una historia de amor, y tu naciste de ese amor.

-"Sí, fue en una noche de truenos cuando me hicieron. Parece ser que mi madre le tenía miedo a los truenos y se metió en la cama de mi abuelo, y claro, cómo a mi madre le gustara que le lamiera el coño, le dijo: "¿Me comes el coño otra vez, papa?" Mi abuelo se lo volvió a lamer, y claro, se volvió a correr, y cómo mi abuelo se empalmó, mi madre, le dijo: "Hazme tuya, papá. "Y claro, cómo mi abuela lo había dejado por otro y llevaba mucho tiempo sin meter, se la metió, y claro, cómo mi madre era virgen le rompió el coño, eso sí, con mucho amor."

-Claro, claro, con mucho amor, con mucho amor se corrió dentro y la dejó preñada.

-"Así fue. Me dijo mi madre que cuando se volvió acorrer y sintió la leche de mi abuelo dentro de su coño ya supo que quedara preñada, y claro, cómo ya estaba preñada, subió encima de él y lo jodió hasta que a mi abuelo le quedó la polla cómo una miñoca (lombriz). Cosas del amor."

-Soy mujer, y por lo tanto curiosa, así que le seguí tirado de la lengua.

-¿No te estabas calentando con la historia, Chelo? -le pregunté.

-Sí. ¿Te estoy calentando a ti?

-¿Eso buscas?

Chelo, que estaba sentada enfrente de mí, abrió las piernas, pero llevaba puestos unos pantalones y se insinuó sin enseñar nada. Me respondió:



-Puede.

-Continúa contando.

-¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Le dije: Claro, claro, cosas del amor. ¿Y cómo empezó la historia de amor con tu madre?

-"Fue una noche de invierno. Yo fuera a darle de comer a los animales. Al regresar vi mi madre de espaldas, estaba desnuda en la cocina lavando el coño y las tetas dentro de una tina. Cerré la puerta para que no se fuera el calor que daba la lareira (cocina de piedra). Mi madre, al sentir mis pasos se tapó las tetas y el coño con las manos, y me dijo: "Vuelves demasiado pronto, Pedro." Mirando para ella, abobado, le dije: Echarle de comer a los animales no lleva más de diez minutos, ya debía saberlo, madre. No podía quitarle los ojos de encima. Estaba enamorada de ella y al verla así la polla se me pudo dura. Mi madre giró la cabeza, me miró para el bulto, sonrió y me preguntó: "¿Ya viste alguna teta?" No, madre. "¿Quieres ver una?" Sí, madre. Se dio la vuelta, quitó una mano de una teta y me la enseñó. Era grande, tenía una areola marrón pequeña y un pezón grande. Me preguntó:"¿Te gusta?" Sí, madre. "¿Quieres ver la otra?" Estaba entre la puerta y la tina, que estaba al lado de la cocina y no me movía, no fuese que aquella visión, que me parecía un milagro, desapareciera. Le respondí: Sí, madre. Mi madre me enseñó las dos tetas y mi polla comenzó a latir y a echar aguadilla... ¡Casi me corro! Luego, me preguntó: "¿Ya viste algún coño, Pedro?" No, madre. "¿Quieres ver uno?" Sí, madre. Quitó la mano del coño y vi su gran monte de pelo negro. Aquello era cómo estar en el cielo, no, mejor, pues cielo no se si habrá, pero lo que estaba viendo era real. La cosa no quedó ahí, mi madre me dijo: "Enjabóname las tetas." Nervioso, muy nervioso, fui a su lado, me agaché para coger el jabón en la tina y mi nariz quedo a la altura de su coño. Sin aún saber que los coños se comían, me entraron ganas de conocer su sabor. Enjaboné las manos y con ellas temblorosa enjaboné sus tetas. Aquella sensación tan placentera hacía que mi polla latiese cómo el corazón de un toro en celo y no parase de echar aguadilla, aguadilla que ya había traspasado mis calzoncillos y mi pantalón de pana gris. La cosa fue a peor cuando me dijo: "Apriétalas." Al apretarlas mi madre comenzó a gemir. Yo ya estaba negro, y más que me puse cuando me dijo:"Enjabóname el coño."Volví a enjabonar las manos con jabón del río y cuando le pasé los dedos por el coño me corrí cómo un perro. Mi madre al ver mi cara al correrme, me cogió la manó enjabonada, frotó el coño con ella y se corrió en mi mano y me la llenó de babas. Al acabar de correrse, le dije: Te quiero, mama. Ella me dijo que también me quería. Había mucho amor entre nosotros. Tanto que esa noche me corrí cinco veces, en sus tetas, en su cara, en su culo..."

-Lo interrumpí para preguntar; ¿También le diste por el culo a tu madre?

-"Sí, le gustaba tanto o más que por el coño."

-¡¿Y se corría así?!

-"Claro."

-Yo ya tenía las bragas mojadas...

-¿Te lo follaste?-le pregunté.

-Deja que acabe la historia y lo sabrás.

-Vale, ya no te interrumpo más. Continúa,

-Sabía que me estaba metiendo en un jardín peligroso, pero en vez de alejarme de él seguí preguntando: ¿Y lo de tu hija cómo fue?

-"Con mucho amor".

-Eso no lo dudo, ¿pero cómo empezó?

-Verás, dados los antecedentes familiares, a mi hija, desde que murió su madre, la crié con mano de hierro, pero no había manera. Saliera atravesada y por más que le daba no hacía bueno de ella. El colmo fue cuando me robó cinco duros. Después de hacer el mal llegó a casa cómo siempre, con sus aires de marquesa, y me preguntó: "¿Cómo le fue en el huerto, padre?" Fui hasta la puerta, le puse la tranca, cerré con llave y quité el cinto. La muy cabrona, se quitó el vestido, las bragas y el sostén, y me dijo: "Venga, márqueme bien el cuerpo, padre." No podía mallar en aquel cuerpo divino. Sería un pecado. Mi hija tenía todo perfecto, sus tetas eran redondas, su cintura estrecha, sus caderas anchas, sus piernas largas. Su cabello le llegaba al culo... ¿Quieres creer que me enamoré de ella al verla?"

-Le seguí la corriente. Le dije: Te creo, Pedro, te creo.

-"Pero sin castigo no se iba a quedar.Tiré el cinto al suelo y cuando la quise coger echó a correr por la cocina. Se reía porque no la pillaba, y cada vez que ella estaba a un lado de la mesa y yo al otro apoyaba las manos en ella, y me decía: "Vas viejo, Pedro... O eres más lento que una tortuga... O no pesan los kilos, pesan los años..." Miraba para su bonita cara, su cara de traviesa, para sus tetas y su coño peludo y cada vez me estaba poniendo más cachondo. Le decía una y otra vez: ¡Cuando te pille te vas a acordar! Y ella venga a reír y venga a correr. Yo viendo sus duras cachas yendo de un lado para el otro y sus tetas saltando, enfermaba cada vez más. Otra vez con las manos apoyadas en la mesa, y estando yo del otro lado, me miró para la entrepierna, y me dijo."Estás empalmado, Pedro." La mesa salió volando por el aire, la agarré, me senté en una silla y le di en el culo con la palma de mi manopla derecha un golpe seco en su nalga izquierda. "¡Plas!" ¿Quién va viejo? Se puso chuita, y me respondió: "Tú." Le di en la otra nalga. "¡Plas!" ¿Quién es más lento que una tortuga? "Tú." Le di en las dos nalgas. "¡Plas, plas! ¿Por qué me cogiste los cinco duros?" Por qué me salio de coño"A mi hija le estaban gustando los azotes. Le di en el pliegue que hay entre las nalgas y las piernas. "¡Plas! ¡Plas! Plas!" Metió una mano debajo de su cuerpo, agarró mi polla empalmada y me dijo: "¡Azótame, papá, azótame!" Le azoté el culo varias veces más, se lo azoté hasta que dejó mis rodillas... Se puso en pie, me puso el coño en la boca, y me dijo: "Cómemelo, papa." Y claro, yo empalmado, su coño que me olía a bacalao y que estaba rebozadito de babas. ¿Qué iba a hacer?"

-Le respondí: Comérselo.

-"Exacto, Chelo. ¿Quieres que te de detalles?"

-Pedro no era tonto, no. Le pregunté: ¿Me ha estado calentando para esto?

-"No, te has estado calentando tú para esto. ¿O es que me vas a negar que no tienes ganas de que te la coma?"

-No lo voy a negar.

-"¿Y de que te joda?"

-También, pero...

-¿Y de correrte dándote por el culo?

-También, pero es que quiero saber lo que le hizo a su hija.

-·"Pues quítate las bragas y sabrás exactamente lo que le hice."

-Tenía ganas de correrme y nunca me habían comido el coño ni dado por el culo. Así que sin saber nadar me lancé de cabeza al mar. Me levanté, fui a su lado, bajé los vaqueros, saqué las bragas, giró la silla y le puse el coño en la boca. Me olió el coño profundamente, y después me dijo:

-"Huele que alimenta."

-Su lengua se deslizó por mi coño de abajo a arriba. Saboreó mis babitas, y después dijo:

-"Delicioso. Quita la blusa y el sujetador."

-Me quité todo. Pantalones, sandalias, blusa y sujetador. Mis tetas ya tenían los pezones de punta. Pedro, me dijo:

-"Átame las manos a la silla con los cordones de mis zapatos."

-Hice lo que dijo, y después, siguió pidiendo que hiciera cosas.

-"Dame las tetas a mamar."

-Me incliné y le puse mi pequeña teta izquierda en los labios, la metió toda en la boca y después la fue sacando mientras la chupaba. Al quedar el pezón entre los labios, jugaba con él a los tumbos con la punta de su lengua... La volvía a meter y acababa haciendo lo mismo con el pezón. Lo hizo varias veces, y cuando paró, sin decirme nada le puse la otra teta en los labios y me la chupó igual que me había chupado la otra. Cuando dejó de mamar ya tenía otra vez el coño encharcado. Me moría por que me lo comiera, pero me dijo:

-"Date la vuelta y pon tu culo en mi cara."

-Se lo puse, lo olió tan profundamente cómo el coño. ¡Me encantaba que lo hiciera!, luego exclamó:

-"¡Qué aroma!"

-Su legua comenzó a lamer mi culo, y a meterse en mi ojete. Al rato me sorprendí a mi misma abriendo las cachas con las manos y empujando el culo hacia atrás para que su lengua entrara y saliera de él. Ahora si que tenía el coño empapado, lo tenía chorreando y las babas ya me bajaban por los muslos abajo. Me iba a correr sin remedio mientras me comía el culo, y se lo hice saber:

-Me voy a correr, Pedro.

-"Date la vuelta."

-Me di la vuelta, lamió mi coño, y dijo:

-"¡Joder cómo estás!"

-Lamió aprisa y me vine cómo una cascada. Le agarré los pelos de la cabeza y casi lo dejo calvo. Fue tanto el gusto que sentí que creí que me moría. La corrida fue inmensa, tan grande fue que con la que no se tragó le dejé el pantalón perdido de babas. Al acabar de correrme, me dijo:

-"Saca mi polla y mámala."

-Aún con el coño y el culo abriéndose y cerrándose, me puse en cuclillas, le desabotoné la bragueta y saqué su polla. Era delgada y no muy larga. Yo ya había follado dos veces, pero las pollas estaban duras y aquella estaba blanda cómo un flan. La comencé a mamar y a menear... A medida que se iba poniendo dura me fui calentando. Aún no estaba dura cuando me dijo.

-"Siéntate encima de mi y fóllame".

-Me sente, froté la cabeza en mi coño, lo puse en la entrada de la vagina. empujé con el culo y no entraba, se doblaba. Seguí frotando y jugando con ella en mi coño y en mi ojete... Cuando ya estaba a punto de correrme y gemía cómo loca se le puso dura. La estaba frotando en la entrada del ojete, empujó y me clavó la cabeza en el culo. Se me cortó. Se me había ido cuando estaba en lo mejor. Aquella cosa se fue metiendo en mi culo cómo un cuerpo extraño que no deseaba, pero pasados unos diez minutos ya mi culo lo adoraba, y yo gozaba cómo una loca. Estaba tan cachonda que besé a Pedro. Su boca sabía a vino y a tabaco. Me importó una mierda, le comí la lengua y lo follé subiendo el culo despacio y bajándolo a mil por hora. Mi idea era romperle la polla, pero la que me rompí fui yo al comenzar a correrme. Con la polla clavada hasta el fondo de mi culo, abrazándolo con fuerza y temblando, le acabé de poner el pantalón perdido de babas. No fui capaz a hacer que se corriera más de una vez, y al final, cuando ya yo me corriera tres veces follando su polla con mi coño.

Yo ya estaba empalmado, le dije:

-Tu tía no viene hasta las cinco.

-Lo sé, por eso vine antes de las dos. Quiero que me des uno de esos masajes que le das a ella. ¿Vamos para vuestra habitación?

-¿Por que allí?

-Por que allí se los das a la tía y quiero saber cómo acaban.

¡Fiesta!

Por Quique

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