jueves, 11 de mayo de 2023

Carolina y su familia: Segunda parte


Una vez más estábamos en tiempos de vacas flacas. No había dinero para cosas nuevas, solo para las más necesarias. Nuestros calzados estaban desgastados, nuestras prendas mas ajustadas y no porque hubiésemos engordado, sino porque tanto Alberto como yo, continuábamos a crecer y desarrollarnos.

Yo usaba sujetadores solo cuando iba al colegio, también mi ropa interior comenzó a quedarme estrecha, claro que la sensación de mis bragas metidas en mi culo y mi coño a veces me daban una agradable sensación. De ese modo en casa usaba solo los pantalones de pijama o mi camisón largo sin nada debajo, tampoco usaba sostén y mis senos que habían alcanzado una gran copa C, se hacían notar. Alberto miraba mis pechos descaradamente y ya me había acostumbrada a ello.


Alberto había comprendido que era tan caliente como él, esto se había convertido como nuestro tácito secreto, pero eso le inducía a desafiarme cada vez más. Por un lado, me abrazaba a menudo solo con el objeto de sentir mis duras tetas en su pecho, a veces empujaba su dura polla entre mis nalgas. A veces se masturbaba descaradamente frente a mí o en la ducha sin cerrar la puerta. Incluso mamá lo había sorprendido mientras lo hacía.

—¡Alberto, no está bien que hagas eso con la puerta abierta! …

—Mami … tú deberías tener más cuidado y no entrar cuando me estoy duchando …

—Esta bien, hijo … pero si me ves, por lo menos deja de hacerlo …

—Mami … viviendo con dos hermosas mujeres no puedo evitarlo …

—¡Hey! … esa no es una buena excusa …

Dijo mamá saliendo llena de risa del baño.

Ahora que era verano, Alberto giraba por casa a torso desnudo y con unos shorts demasiado pequeños para él, su pija perennemente tiesa, resaltaba bien definida bajo la delgada tela de sus pantaloncitos.   Debo decir que no me disgustaba, lo encontraba sexy y tentador. Una vez me lo encontré en el pasillo mientras salía del baño, miré su polla y le dije:

—¡Uhmmmm! … esos pantaloncitos están demasiado calientes, ¿eh? …

En otra oportunidad mientras mamá y yo estábamos mirando la Tv, él vino y se dejó caer en el sofá frente a nosotras con las piernas abiertas, tal como lo hacen todos los jóvenes, estaba sentado al borde del sillón y vi que la cabezota de su gruesa pija se asomaba por el borde del pantalón corto. No sé si mamá se percató de ello, pero yo si lo vi y no podía dejar de mirar esa especie de boa que me miraba como un ciclope, él finalmente se dio cuenta y estiró el bordecillo de sus shorts más abajo para cubrirse, luego en varias ocasiones casualmente rascó y acarició su polla delante de nosotras, eso me provocó extrañas cosquillas en mi húmedo coño, creo que eso se llama tener deseos de una pija.

Al momento de los comerciales, mami dijo que iba a prepararse algo de beber, inmediatamente Alberto la siguió detrás ofreciéndose a ayudarla, momentos después regresó con dos vasos, me ofreció uno y pude ver que su pene enorme amenazaba con romper la delgada tela de sus shorts, supuse que había estado abrazando a mamá, lo miré y respiraba algo agitado, sus mejillas estaban acaloradas y lucían un leve enrojecimiento. Quise preguntarle que había estado haciendo, pero como mamá regresó a ver la tele no dije nada, ya habría más tiempo de confrontarlo más tarde.

La tarde transcurrió sin mayores incidentes. Mamá bebió su bebida y dijo tener un pequeño malestar y se iría a acostar, entonces apenas mamá desapareció hacia su habitación le pregunté:

—¿Cómo que tu coso estaba duro cuando volviste de la cocina? …

Me miró con esa cara de niño bueno y sinvergüenza y me dijo:

—Digamos solo que a mamá no le importa recibir un estrecho abrazo de su querido hijo …

Tenía una gran sonrisa cuando me dijo eso.

—Sí … tú y tus famosos abrazos …

—También es delicioso abrazarte a ti, hermanita … sabes que te amo …

Dijo levantándose para subir al piso superior, pero al pasar frente a mí, acarició su notoria polla erecta, sin querer se me escapo un gemido y un suspiro, él se alejó sonriendo. Al rato decidí también de irme a la cama, encontré a Alberto en el baño, estaba orinando y para burlarme de él le empujé, así perdería la concentración de orinar:

—¡Hey! … ¿Qué haces? … ¿Estás loca? …

Lancé una risotada y proseguí al lavabo para cepillarme los dientes mientras él continuaba a orinar. Una vez que terminó, vino a pararse justo detrás de mí. Sentí su pija contra mi culo, luego acercó su rostro a mi oído y me dijo:

—¿Tal vez te gustaría mirarme otra vez esta noche? …

Al no obtener respuesta, envolvió su brazo alrededor de mi estrecha cintura y me tiró hacia su endurecida verga. Mi coño reaccionó humedeciéndose y los latidos de mi corazón aumentaron. El momento tenía algo de mágico. Me sentí muy excitada, pero no me atrevía a decir nada por miedo a que mi voz delatara la calentura que estaba sintiendo, continuando a cepillar mis dientes solo farfullé un:

—¡Uhmmmm! …

Y me incliné para escupir el enjuague, solo que, al hacerlo, su pija se deslizó entre mis glúteos alcanzando hasta el borde de mi coño. Me levanté de un respingo y Alberto exclamó:

—¡Guau! … eso me gustó … hazlo de nuevo, Carolina …

Dijo sonriendo, rápidamente solté sus manos de mi cintura y me volteé empujándolo hacia atrás:

—¡Tranquilo idiota! …

Sus ojos se deslizaron sobre mis pechos donde mis pezones estaba duros como el granito y con mi camiseta que me quedaba chica, se apretaba muy estrecha alrededor de mis redondeces.

—¡Dios, Carolina! … ¡Eres tan hermosa! …

Gimió y siseó al decirlo, pero imaginé que quería decir “Qué tetas tan maravillosas tienes”. Me calmé y le hubiera dado razón. Mis senos estaban plenos, redondos y firmes con los pezones que casi reventaban mi remera y mis oscuras areolas eran perfectamente visibles a través de la desgastada prenda de vestir.

Salí del baño casi restregándome contra su cuerpo, él se quedó a cepillarse los dientes. Yo me fui a mi habitación con una inquietante picazón en mi coño. Cerca de una media hora después volví al baño para orinar, Alberto estaba todavía allí, normalmente esperaba que saliera, pero esta vez me senté sin tanta ceremonia en el inodoro frente a él. Me miró descaradamente tratando de escudriñar entre mis piernas, pero no me amilané y deje salir el chorro de tibio de orina mientras él no despegaba sus ojos de mí. Fue una locura hacerlo frente a él, pero fingí que no estaba e hice mi orina abundante mirando hacia el infinito, como no tenía bragas solo me levanté para volver a mi pieza. Pasé junto a Alberto y le di un apretón en las nalgas y le dije con una sonrisa maliciosa:

—Tal vez vendré a verte más tarde …

Me dio una mirada de incredulidad y sorpresa. Triunfante me fui a mi habitación balanceando histriónicamente mis caderas. Apenas entré, cerré la puerta y me apoyé en ella reflexionando sobre lo que le había dicho y me pregunté si había sido prudente instigarlo de ese modo. Me acosté en mi cama y al rato escuché ruidos. Alberto toco a mi puerta suavemente y luego asomó su cabeza:

—¿Hablabas en serio? …

Preguntó dubitativamente, lo miré y le pregunté socarronamente:

—¿Acaso no quieres? …

Inmediatamente me dijo que sí, entonces acordamos que iría a su cuarto apenas mamá se durmiera, no podíamos arriesgar a que ella nos sorprendiera haciendo algo que no estaba bien que hiciésemos.   Mientras estaba sobre mi cama jugué un poco con mi cuquita y estaba bastante caliente ante la perspectiva de volver a ver a mi hermano masturbarse. El tiempo transcurría muy lento. Impaciente me levanté a verificar si mamá se había dormido ya. Fui a la puerta de su dormitorio y para mi sorpresa, escuche un familiar zumbido, inmediatamente supe lo que era, prestando un poco más de atención, escuché sus ardorosos gemidos. Con mucho cuidado me alejé hacia la pieza de Alberto, llamé a la puerta y él me respondió prontamente que entrara. Me deslicé y puse mi dedo en mis labios para indicarle que no hiciera ruido, luego a baja voz le dije:

—Mamá no está durmiendo todavía, la escuché … ¡ehm! … ocupada …

Alberto se levantó de golpe y me miró con los ojos muy abiertos e inmediatamente se dirigió al pasillo y movió hasta fuera del dormitorio de mamá. Escuchó con el oído pegado a la puerta. Tuve la intención de retirarme a mi cuarto, pero la curiosidad por saber que haría mi hermano pudo más y me quedé a mirar qué es lo que iba a hacer. Alberto acariciaba su polla por sobre sus shorts, parecía excitado.

No parecía prestarme atención. Pero igual me fascinaba ver a Alberto tan caliente por mamá. Se pegó a su puerto y comenzó a magrear su grueso pene, se masturbaba escuchando los gemidos de nuestra madre. Mi fascinación me arrastraba a sentir una potente excitación, mi coño se contraía y se mojaba mirándolo, me mordí mi labio para controlarme.  De repente nos llegaron en modo audible los gemidos de mamá al correrse:

—¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Hmmmm! …

Estaba detrás de Alberto, el cual estaba jadeando con su pija en la mano no despegaba su oreja de la puerta de mamá. Le di un golpecito en la espalda porque estaba demasiado absorto en darse placer.

—¡Hey! … ella irá ahora al baño … ten cuidado …

Le dije en voz baja y luego sigilosamente volví a mi habitación, miré a Alberto y lo vi ordenarse para luego partir a grandes zancadas a su propio cuarto. Ambos cerramos nuestras puertas y luego escuchamos la puerta de mamá abrirse. Me quedé atenta escuchando los ruidos que delataban los movimientos de mamá. Hubo un rato de silencio, después escuche el ruido cuando tiró la cadena de descarga del inodoro y también percibí cuando volvió a su dormitorio.

Unos quince minutos después, Alberto golpeó a mi puerta y me confirmó que mamá se había ido a dormir. Inmediatamente sentí que mi bajo vientre reaccionaba ante la idea de ir con él a su habitación. No dije nada, solo lo seguí a su dormitorio. Apenas entramos, Alberto cerró la puerta y se quitó sus boxers y su gran polla saltó enhiesta y dura, en un susurro me dijo:

—Caro … no te puedes imaginar lo caliente que estoy …

Su polla mantenía todo su atractivo, amablemente me dijo:

—Siéntate en esa silla, por favor …

Me acomodé en la pequeña butaca e inmediatamente me quité mi remera quedando con mis senos desnudos ante mi hermano, sonriendo le pregunté:

—¿Te gusto así? …

Se acostó en su cama sonriendo y con la pija en la mano me dijo:

—Sí, así … está bien así …

Jadeó y comenzó a masturbarse lentamente, luego me miró fijamente y dijo:

—He pensado mucho en ti Carolina … Cada vez que me masturbo pienso en ti …

No sabía que decir no que responder a eso, me quedé un instante en silencio y solo se me ocurrió decir:

—Y de seguro también piensas a mamá, ¿no? …

—¡Ehm! … bueno … sí … también pienso a ella … ¿Crees que eso es estúpido? …

Me encogí de hombros y dije:

—No sé … si piensas también en mí … ¿no es eso igual de malo? …

—No lo creo … no tienes idea de cuanto pienso en ti … todos los días me masturbo pensando en ti … eres muy sexy, hermanita …

Me sonrojé y balbuceante dije:

—Gracias …

Pero no me esperaba que él también me preguntara:

—¿Y tú? … ¿Alguna vez piensas en mí? …

Tragué saliva y en un hilo de voz dije:

—A veces …

Pero no se detuvo allí.

—¿Piensas en mi polla? …

—A veces …

—¿Y has pensado a tener sexo conmigo? …

—Sí … alguna vez …

—¡Guau! … me gusta eso …

Dijo jadeando y comenzó a jalar su pija más rápido. Sentí que mis mejillas se calentaban. Luego preguntó:

—Entonces … ¿Qué estás pensando ahora? …

Permanecí silente, pero como no volvió a decir nada más, respondí:

—A como se ve tu pija … es tan grande y gruesa … es linda … me gusta tu polla …

—¿Y qué más? …

—¡Uhm! … bueno … me gusta como te masturbas …

—¿Cómo? … ¿Así? …

Aferró su verga con sus dos manos e hizo como si follase sus manos, haciendo deslizar su verga arriba y abajo, moviendo su prepucio y estrujando su polla hasta hacer salir unas gotitas de semen en su ápice.  Se veía tan caliente lo que estaba haciendo, que dije:

—¡Ajá! … me gusta mirarte cuando haces eso …

Entonces con una voz muy suave me preguntó:

—¿Y alguna vez pensaste cómo se sentiría si lo sostuvieras tu misma en tus manos? …

Me sentí avergonzada y acorralada, no dije nada, me puse nerviosa. Pero él prosiguió con su dulce voz:

—¿Quieres sentirla ahora? … ¿Quieres sentir lo caliente que está? …

Miré su endurecida polla y sentí un gran deseo de tomarla en mi mano y masturbarlo hasta hacer que disparara sus chorros de lechita. Pero tenía un gran miedo. Terror de que Alberto luego quisiera mucho más que solo mi mano. Miedo de que mamá nos sorprendiera. Horror a lo desconocido.

—¡Vamos! … se que lo quieres … tus ojos te delatan … y yo también lo quiero …

Dijo con su voz melosa y suave. Como no respondí, se levantó de la cama. Hubiera querido en ese momento escapar, pero estaba en estado de shock, me faltaba el aire y me quedé pegada en la silla ¿Qué podía hacer? Él caminó y se paró frente a mí con esa magnificencia de pija que me apuntaba en forma directa. Alberto tomó delicadamente mi mano y la puso sobre su pene, yo estaba como en trance, era un momento mágico, sentí la dureza y el relieve de sus azulinas venas que inflaban su esplendida pija, la suavidad era increíble, parecía de felpa, también me gustó la temperatura, una delicada calidez, mis manos lucían muy pequeñas y era imposible envolverlo en una sola de ellas, el único modo era tomarlo con ambas manos y eso fue lo que hice.

De los ojos de Alberto salían llamas mirando como sobajeaba a su enorme arnés, tragué saliva y humedecí mis labios sintiendo el macizo pene de mi hermano, con una manita envolví esa especie de delicado capucho y lo hice retroceder sobre esa gruesa cabezota que tenía un minúsculo orificio en su ápice, era como el ojo de un ciclope gigante y había una gota nacarada que afloraba tímidamente mientras yo lo descubría más y más abajo, no pude resistirme y con uno de mis deditos toqué esa burbuja blanquecina y la esparcí sobre su hinchado glande. Se generó un lustre que lo hizo brillar y lanzar destellos a mis ávidos ojos. Comencé a masturbarlo como lo había visto hacer a él, con dos manos moví su pene apuntándolo inconscientemente sobre mis pechos. Alberto había cerrado sus ojos y me había dejado a manipular su miembro como si fuera un juguete, y yo jugué con él como si fuera mi nuevo juguete. Nunca había tenido la posibilidad de magrear un pene libremente y sin remilgos, no me importaba que fuese la pija de mi hermano, es más, lo consideré como una cosa de familia, una cosa totalmente mía.

Sentí ganas de restregarlo en mi cara y poner mis labios sobre esa torre de delicada y carnosa piel aterciopelada. Poco a poco más y más gotas salían de su oblicuo hoyito, ese agujero purpura emanaba un tibio liquido que con los masajes se iba transformando en una cosa espumosa, jabonosa y cremosa. Era como un invitante manjar, emanaba un aroma delicioso, mi lengua giraba enloquecida en mi boca queriendo lamer ese néctar que cubría su glande como la nieve cubre la cima de una montaña enorme. Sinceramente lucía apetecible, absorta en mi tarea de masturbar a mi hermano, no me había percatado que él me contemplaba y follaba mis manos con suaves movimientos de sus caderas. Cuando cruzamos nuestras miradas, me dijo:

—¡Oh, Carolina! … he soñado con esto durante mucho tiempo … ¡Hmmmm! …

Escucharlo y sentir su verga que latía entre mis dedos y manos, me hizo comprender que yo también había añorado sentir inconscientemente su enorme polla. La aferré con mayor decisión y la sacudí enérgicamente Alberto pareció estremecerse y gimió con extraños y lascivos gruñidos que me excitaron e hicieron empapar aún más mi estrecha panocha. Era muy loco estar magreando impetuosamente esa enorme polla, pero se sentía muy bien. Mientras con más empeño movía mis manos, más gemidos y gruñidos escapaban de la boca de Alberto, me sentí poderosa manipulando su pene y viéndolo como se contorcía y movía sus piernas y follaba con su pelvis mis manos agarrotadas alrededor de su verga palpitante. Pero me dio miedo cuando sentí que podía disparar sus descargas de lechita inesperadamente ¿¿Qué hago si lo hace??  Hasta me vino la idea de escapar y dejarlo ahí con su tiesa locura venosa y caliente, entonces le pregunté:

—¿Lo estoy haciendo bien? …

Se me había secado hasta la boca magreando ese grueso caramelo y mi lengua se movía humedeciendo mis encías y labios, repentinamente le dije:

—¡No me vayas a venir encima? …

Mi voz sonaba titubeante y nerviosa y mis ojos los miraban maliciosamente. Entre gemidos, Alberto asintió y tomó sus boxers sosteniéndolos en su mano, luego jadeó diciendo:

—Más rápido … hazlo más rápido …

Alberto se movía respirando afanosamente al ritmo de mi mano, aumenté el ritmo, él gimió y luego chilló y después gritó:

—¡Cuidado! … ¡ahora me voy a correr! …

Me aspaventó su brío y aterrorizada y en pánico le solté su pija, él rápidamente se apropió de su verga y deslizando sus boxers a lo largo de su miembro, tembló de pies a cabeza y comenzó a correrse en su prenda íntima gimiendo y jadeando se derrumbó sobre su cama.

—¡Oh, Jesús! … eso si que fue intenso … Carolina eres la mejor …

Me dijo en modo convincente. Me sonrojé. Pensé qué era suficiente y volví a ponerme el camisón y me levanté con la intención de irme. Solo me atreví a decirle:

—Gracias …

Justo cuando estaba en el umbral de su puerta, me lanzó un beso diciendo:

—¿Pensarás en mi más tarde? …

Asentí tímidamente y cerré la puerta sonrojada y excitada al máximo. Apuré el paso hacia mi habitación, me metí a la cama y rápidamente encontré mi punto dulce y procedí a masturbarme. Mi panochita rebosaba de densos fluidos. Unté mi clítoris con esa melcocha ardiente y de hecho mí único pensamiento era la inmensa, celestial y divina polla de mi hermano. Con toda su suavidad, su solidez, su envergadura, su temperatura, nada me había calentado tanto como el pene de mi hermanito menor. Por primera vez me metí un dedo en el culo e imaginé ese poste majestuoso abriendo la estrechez de mi culito virgen. Fue una sensación maravillosa, me corrí prontamente y no supe como me sumergí en un sueño profundo y reparador.

***

Días después, mi madre giraba por la casa con un lindo vestido muy ligero y delgado. Era notorio que lo hacía sin sujetador porque sus pechos bailoteaban sensualmente bajo el vestido. Sonreí, porque esa iba a ser un verdadero regalo para Alberto cuando regresara a casa. Pensaba cual sería su reacción. No es que mamá nunca caminara sin sostén, pero este vestido era tan delgado que se podía decir que revelaba un poco más de lo deseado.

Alberto llegó a casa del colegio y colgó su mochila en los ganchos del pasillo, luego gritó:

—¡Mamá! … ¡Estoy en casa! …

Mientras entraba en la sala de estar, ya se estaba quitando su camiseta y la arrojó sobre uno de los sillones, mientras pasaba a mi lado dijo:

—¡Hola, hermana! … ¿Me has echado de menos? …

Sin esperar respuesta entró a la cocina y bebió un largo trago de agua directamente del grifo, volvió sobre sus pasos y me preguntó:

—¿Dónde está mi mami? …

—Aquí estoy, querido hijo …

Dijo mamá descendiendo las escalas y entrando en la salita. Alberto se acercó a ella y la abrazó estrechándola como siempre hace, se quedo un momento así y mamá no dijo nada.Luego de un rato lo empujó y sonriendo le dijo:

—Sí … sí … está bien … yo también te amo …

Cuando se separaron vi los pezones de mamá que ahora amenazaban con romper su delgado vestido, mientras Alberto tenía algo parecido a una tienda militar en sus shorts. Ciertamente había sentido la esponjosidad de los senos de mamá. El muy bastardo, sabía exactamente lo que había hecho, me guiño un ojo y se alejó hacia el baño.

Fue un día de mucho calor. Mamá había preparado de comer temprano, Alberto todavía giraba por ahí descamisado. Estuve observándolos como interactuaban entre ellos de vez en cuando. Después de la comida, recogimos la mesa Alberto y yo, mamá se puso a lavar los platos y como siempre Alberto se fue a abrazarla por detrás. Era evidente que empujaba su polla contra el trasero de mi madre, ella solo reía y no tenía mayores reacciones visibles, pero cuando me acerqué con las últimas cosas que quedaban en la mesa, me fijé que sus pezones se habían despertado y luchaban por hacerse notar debajo de la fina tela de su vestido y sus mejillas lucían un claro tono rojizo. En tanto él más la atraía hacia su prodigiosa verga. ¿Se estaba dejando excitar por Alberto? Ella ni me miró, pero me gustó pensar que mamá se calentaba con la polla de mi hermano.

La noche estaba igual de calurosa, puertas y ventanas estaban abiertas de par en par. Había una ligera brisa y una humedad sofocante se esparcía por todo el ambiente. Alberto vestía sus pantaloncitos cortos y, a juzgar por el movimiento de su pija, probablemente no vestía boxers, mientras él se desplazaba por la salita, su pene se agitaba bajo sus shorts. Yo vestía una minifalda un tanto holgada y se me arremangaba por el muslo, además, había preferido no vestir calzones para sentirme más fresca, el aire cálido y húmedo se enfilaba entre mis piernas. Mamá aún llevaba su delgaducho vestido y trataba de refrescarse con un ventilador. Cerca de las diez, mamá se fue al baño a ducharse para irse a la cama, al día siguiente tenía que ir a trabajar temprano y necesitaba descansar.

Cómo hacía tanto calor, ni siquiera se preocupo de juntar un poco la puerta. Alberto que siempre andaba atento a los movimientos de ella se percató del hecho y se dirigió hacia el baño. Yo lo escuché y salí de mi habitación para curiosear sobre lo que estaba a punto de hacer. Comenzó diciendo:

—Mamá … voy a ducharme después de ti …

Metió su cabeza en el baño sin esperar respuesta, lo vi como metía su mano en sus pantalones y continuaba a mirar a mamá. Luego de unos minutos, mamá corta el agua de la ducha y Alberto en el umbral de la puerta del baño se quitó los pantalones quedando prácticamente desnudo. Me acerqué a mirar boquiabierta. Mi madre estaba de pie totalmente desnuda parada sobre la alfombra del baño con la toalla en su cabeza secándose el cabello, Alberto se acercó y la abrazó haciéndole sentir su gruesa verga entiesada. Mamá dio un respingo y riendo casi a carcajadas, le dijo:

—¡Oye! … ¿Qué te sucede? … ¡Más respeto! … ¡Soy tu madre! …

—¡Hmmmm! …

Fue lo único que susurró Alberto restregando su pene endurecido en la baja espalda de mamá. Sobresaltada ella lo empujó:

—¡Vete! … ¡Vete con esa cosa a otro lado! …

Pero Alberto no se daba por vencido así de fácil, además ella reía y se contorsionaba en modo coqueto, no demostraba enfado ni enojo, por lo que él volvió a agarrarla y su polla se metió entre sus nalgas.

—¿Qué haces? … ¡Basta! …

Dijo mamá riéndose del perverso juego en que Alberto la hostigaba, se apartó de él y abrió el grifo del agua, pero él volvió a alcanzarla, solo que esta vez ella se zafó fácilmente haciendo una finta. Rápidamente cogió una un vaso plástico, lo lleno de agua y se la arrojó a la pija de Alberto. Me hice a un lado cuando mamá salió corriendo del baño, sus tetas se balanceaban y saltaban en su pecho mientras corría a su dormitorio, Alberto corría detrás de ella diciéndole:

—¡Cómo te atreves a burlarte de tu pobre hijo de esa manera! …

En el dormitorio, él saltó sobre ella que se había dejado caer sobre la cama, la aferró por las muñecas y se montó sobre ella con su verga entre sus estrechos muslos. Aparentemente mamá encontraba muy divertido todo porque no dejaba de reír alegremente. Intentaba liberarse, pero Alberto era demasiado fuerte para ella, en un momento dejó de luchar y dijo:

—¡Chico! … te has vuelto demasiado fuerte para mamá …

—Entonces no tienes que tratarme tan mal, mami …

Diciendo eso, Alberto se plegó sobre ella y aplastó sus pechos con sus musculosos pectorales, me pareció que se quedaron en esa posición por una eternidad, entonces ella le espetó:

—¿Y bien? … ¿Puedes dejarme tranquila ahora? …

Alberto se inclinó a darle un beso en la mejilla y la dejo ir, diciéndole:

—¡Está bien! …

Luego se levantó con su polla durísima y en son de guerra, mamá fijó sus ojos alucinados en su pija y sonriendo le dijo:

—¡Y haz algo para calmar esa bestia! …

—Por cierto, que lo haré y con mucho gusto …

Dijo dándose vuelta, paso junto a mí con una amplia sonrisa, en tanto mamá exclamaba:

—¡Pffff! … ¡Chicos! …

Luego se puso en camisón y bragas, el alboroto había terminado. Me pidió que cerrara la puerta y la dejara dormir.

Alberto se había ido a la ducha. Lo seguí y después entrar en el baño, me senté en el inodoro, él se estaba metiendo bajo la ducha, se giró con su verga un poco blandengue y me dijo:

—Hermanita … ¿Qué te trae por aquí? …

—Tú … ¿Qué estas haciendo con esos tontos juegos con mamá? …

—¿Tontos … dices? … Le llamas tonto a esto …

Dijo agarrando su polla que se comenzaba a endurecer nuevamente y la sacudió ante mis ojos. Seguí los movimientos de su tótem casi hipnotizada, me quedé pegada al inodoro, luego agregó:

—Bueno … a mami le gusta … ¿O no te has dado cuenta? …

—¡Uhmmmm!, sí … eso parecía …

—¿Estás celosa? … Si quieres, también puedo jugar contigo …

Me dio un poco de rabia, me levanté y me dirigí a la puerta un tanto indignada diciéndole:

—Al parecer yo no te importo para eso …

Salí del baño dando un portazo para que se ahogue en el vapor del agua el muy bastardo.

De regreso en mi habitación, reflexioné y le di razón a Alberto, estaba celosa de que jugara solo con mamá y no conmigo. Cerré los ojos e imaginé a Alberto desnudo jugando conmigo. Varias imagines dieron vuelta por mi mente con él azotando su polla contra mi diminuto coño. Su cabezota hinchada, gruesa y caliente rozando los resbaladizos labios de mi cuquita. Una luz roja se encendió en mi cabeza y una voz me dijo ¡detente! Me di unas irrequietas vueltas en mi cama antes de caer dormida.

Durante la noche me desperté empapada en sudor. Soñé que Alberto me tenía prisionera por las muñecas y me follaba sin misericordia. Su pija se deslizaba fuera y dentro de mí colmando todos los espacios, me llenaba por completo. Chupó mis pezones mientras yo gemía incontrolablemente experimentado una seguidilla de orgasmos. Me quité el camisón y alejé el edredón de una patada. Miré mi celular. Eran las seis de la mañana. Sentí necesidad de ir al baño y camine desnuda por el pasillo. Mamá todavía dormía, su puerta estaba cerrada, pero la de Alberto estaba entreabierta.   No hice caso y fui a orinar. Justo cuando me salió el primer chorrito de orina, la puerta del baño se abrió y me sorprendí al ver a mamá. Vestía solo sus bragas blancas, me sonrió:

—Lo siento cariño … tengo que ir a trabajar … no sabía que estabas en el baño …

—No te preocupes, madre … ya casi termino …

Le dije y me levanté para ir de regreso a mi habitación. Me quedé despierta, escuché los ruidos de mamá al vestirse, ir a la cocina a por un café caliente. Media hora después la casa estaba en completo silencio. Sola en mi cama, mis pezones eran estimulados por las tiesas sábanas. Esto me hacía hervir la sangre y otra vez me sentí caliente pensando en mis sueños con mi hermano. De repente pensé en el consolador de mamá y no lo pensé dos veces. Me levanté en punta de pies y fui al dormitorio de mamá a buscar su juguetito.

De vuelta en mi habitación, me tiré sobre la cama muy excitada, acaricié mis pechos y jugueteé con mi vello púbico. Abrí mis piernas y pase mis dedos sobre mis humedecidos labios. Había colocado el vibrador encendido entre mis senos. Pronto volvieron las imágenes de mis sueños a alborotar mi mente. Sentí qué mí ritmo cardiaco se aceleraba cuando agarré el consolador. Lo deslicé sobre mis senos y mis mejillas imaginando fuese un verdadero pene, lo qué me hizo excitar al máximo.

Me lo llevé a la boca pensando a la pija de Alberto, deje que se deslizara entre mis labios. Lo lamí y me gustó el ronroneo y las vibraciones en mi lengua, le encontré un sabor y pensé fuesen los jugos de mamá. Ahora el momento de usarlo había llegado, deslicé la punta sobre mí clítoris y sobre los delicados labios de mí vagina y mi respiración se aceleró. La punta del arnés se deslizó cerca de mi canal vaginal y me estremeció. Lentamente lo moví arriba y abajo sobre el ojete de mi chocho, después me lo llevé a mi nariz y lo olí, me pareció oler el jardín del edén, me encontraba en el paraíso.    Lamí la punta y probé mis propios y ya conocidos jugos.

Aumenté la velocidad de vibración y me sobresaltó el ruido en el silencio de la mañana. Lo pasé por mis senos y pezones y me hizo tantas cosquillas que sonreí. Se sentía como una cosa loca. Lo dejé vibrar sobre mi vientre y luego lentamente lo fui haciendo descender hacia mi ingle. Sentí un exquisito hormigueo entre mis piernas. Puse la punta entre mis labios y lo hice vibrar a la entrada de mi coño.

—¡Ummmm! … ¡Se siente tan bueno esto! …

Murmuré contrayendo mis muslos alrededor del vibrador. Con mucho cuidado lo empujé un poco más adentro de mi coño. Las vibraciones se extendían divinamente hasta mi clítoris. Y volví a introducirlo más y más adentro de mi panocha que era demasiado estrecha dada la envergadura del juguete sexual, pero se sentía divino.

La cosa se deslizaba fácilmente dentro y fuera de mí, también lo introduje hasta casi hacerlo desaparecer dentro de mi famélico chochito, en un momento toqué un lugarcito que me provocó un estremecimiento, estaba tan caliente que me volteé boca abajo y folle ese artilugio celestial en modo demencial, estaba gruñendo y chillando como una loca, me jodí el coño hasta el fondo, entonces gire la perilla a su máxima velocidad y casi perdí el conocimiento cuando me corrí corcoveando como una yegua chúcara.  Las vibraciones continuaban maravillosamente en mi cuquita y mientras follaba mi coño tirándolo un poco hacia afuera, toqué mi sensible clítoris.   ¡¡Mi Dios!!   Eso fue demasiado bueno, jugué con la puntita sobre mi botoncito y casi me vuelvo a correr. Mi locura no terminaba allí. Lo deslicé una vez más dentro de mi conchita, me metí dos dedos bañados de mi fluidos en mi boca e imagine estar chupando la enorme pija de Alberto, eso me llevo otra vez a la cúspide y sorpresivamente me volví a correr, tuve que meter mi cabeza en la almohada para acallar los gritos y chillidos que emitía follando mi sexo vehementemente.  Me quedé inmóvil, el juguetito se deslizó suavemente fuera de mí y lo apagué. Me giré y cogí mi celular para ver la hora, diez para las siete. Afuera la claridad de los primeros rayos del sol iluminaba mi ventanal y ¡¡Dios!!    La puerta de mi dormitorio estaba ligeramente entreabierta. Estaba segura de haberla cerrado. ¿Habrá sido Alberto quien la abrió?  ¿Habrá visto cuando follaba mi coño?  ¿Estará dentro de mi habitación?    Alarmada me giré a mirar alrededor de mi cuarto. Afortunadamente no vi a nadie. Salté de la cama y abrí improvisamente toda la puerta, pero no Alberto no estaba allí. Miré hacia su dormitorio y vi su puerta entreabierta, no escuché ningún ruido provenir de allá. Aliviada volví a mi pieza y cerré la puerta.

Más tarde cuando desayuné junto a Alberto, él no dijo nada, así que pensé que después de todo había sido yo la descuidada y no había cerrado bien mi puerta.

***

El siguiente sábado por la mañana, me despertaron voces que provenían del pasillo. Oí correr la ducha y la voz de mi madre. Aparentemente estaba en el baño con Alberto. Abrí la puerta para escucharlos. Mi madre estaba frente al lavamanos, probablemente Alberto se duchaba, en eso le escuché preguntar a mamá:

—Mami … ¿Crees que tengo una pija grande? …

Mamá ni siquiera se volteó, pero escuche su risueña respuesta:

—¡Ay, hijo! … ¿Qué clase de pregunta es esa? … Soy tu madre …

Pero para Alberto eso no era una respuesta así que insistió:

—Bueno … es que no se si es grande o pequeño … ¿Qué piensas, mami? …

Me asomé un poco más y vi en el reflejo del espejo a Alberto con su pene semi erecto en su mano haciéndoselo ver a mamá, su erección no era completa, pero se veía monstruosamente grande.Mamá lo miró en el reflejo del espejo y le dijo:

—¡No te pases de listo! … Creo que tú sabes que lo tienes bastante grande …

El tono de mamá había dejado de ser jocoso y Alberto continuó hostigándola:

—¿Es tan grande como el de papá? …

Hubo un incomodo silencio, luego mamá respondió:

—Probablemente es un poco más grande que el de tu padre …

Orgullosamente, Alberto respondió espontaneo:

—¿En serio? …

—Sí … pero ya te dije que no te pases de listo … no tienes porque venir a jugar con esa cosa frente a mí …

Dijo mamá en tono ya de reproche y ofuscación, pero eso no iba a detener al descarado de Alberto.

—Lo siento, mami … pero se siente tan bien … ¿Alguna vez papá jaló su pito en la ducha? …

Mamá se quedo en silencio, pero finalmente respondió:

—No es asunto tuyo … prefiero no hablar de eso …

Pero Alberto no había agotado sus argumentos ni sus curiosidades:

—¿Y es normal que un chico sienta tantos deseos y esté siempre caliente? …

—Para un chico de tu edad es normal … es normal que sientas curiosidad y que descubras tu cuerpo … puedes mirar el comportamiento de tus amigos y veras que es similar …

Respondió mamá maternalmente, luego permaneció en silencio, Alberto aprovechó la oportunidad para escalar más la conversación.

—Mami … a mí me gusta mirarte …

—Lo sé, hijo … a diario tus ojos me desnudan …

Dijo mamá volviendo a sonreír. Eso fue como un aliciente para Alberto.

—Me gustaría volver a hacerlo ahora, mami …

Dijo Alberto descaradamente, mamá lo miró sonriendo:

—¿Sí? … Te gustaría eso, ¿no? …

—Si miras mi verga te podrás dar cuenta tú misma …

Mama bajo un hilo de su camisa y la pija de Alberto se movió de arriba abajo, mamá exclamo sorprendida:

—¡Oh, Dios! … ¡Puedes sentirlo! … ¡Funciona! …

—Sí, mami … me sobrepasa … es más fuerte que yo …

Entonces mamá se quitó el otro tirante y mantuvo su vestido con su brazo para no dejar ver sus pechos.

—¡Ooops! …

Mamá reía dichosa, aparentemente disfrutaba jugar este cachondo juego con su hijo.

—¡Vamos, mamá! … me falta poco … muéstramelos, aunque sea solo un segundo …

Entonces sucedió lo impensable. Mamá levanto sus manos en el aire dejando caer su vestido, sus exuberantes pechos saltaron libre hacia adelante quedando a la vista.

—¡Nooo! …

Gritó mamá casi sorprendida. Esto fue suficiente para Alberto que, magreando su pene a toda velocidad antes de que ella pudiera subirse la camisa, se corriera con gruesos hilos de semen que resbalaron por la pared de cristal que dividía la ducha. Observé la situación atónita y con la boca seca de excitación. Mamá rápidamente pasó sus brazos por los tirantes y se arregló el vestido, acomodando sus voluminosos pechos bajo la delgada tela, luego le dijo:

—Bueno … ¿Estás feliz ahora? …

—¡Te amo, mamá! …

Le dijo Alberto tomando la ducha portátil para enjuagar su pene goteante de esperma. Ya había visto suficiente, cerré suavemente mi puerta y me quedé pensando sobre lo que había visto.

***

Un día de semana cualquiera, mamá ya se había ido a trabajar y nos habíamos quedado solos Alberto y yo. Saliendo de mi habitación escuché a Alberto decir mi nombre. Curiosa, abrí su puerta y me asomé dentro. Alberto estaba bajo las mantas y le pregunté bromeando:

—¿Qué quieres, fresco? …

Me miró con su cara desfachatada y me preguntó:

—¿Ya te vas? …

—No … tengo las dos primeras horas libres … ¿Y tú? …

—¡Oh! … yo también … ¿Tienes ganas de jugar? …

Lo mire cautelosa porque sabía para donde iba la cosa, pero la curiosidad de acertarlo pudo más y dije:

—¿Jugar? …

—Sí … con esto …

Dijo y al mismo tiempo tiró las frazadas hacia atrás. Estaba completamente desnudo con una gigantesca erección. Sentí un cálido hormigueo en mi entrepierna y secretamente la idea de jugar con su pija me atraía, le recriminé:

—¡Pero chico! … ¡Nunca dejas de sentirte cachondo! …

—No mientras tú o mamá estén cerca … —Dijo riéndose.

Mi corazón comenzaba a agitarse y acelerarse. Estaba curiosa por lo que iba a sugerir y le pregunté.

—¿Qué quieres hacer? …

—Podrías mostrarme como son hechas las chicas jóvenes como tú …

La idea de excitarlo con mi cuerpo me excitaba también a mí, era lo que había hecho mamá. Sin saber que responder solo emití un gemido:

—¡Uhmmmm! …

Alberto comenzó a masturbarse lentamente, lo que hizo que mi panocha se inflamara y mi cuerpo se erizara eléctricamente. No sabía porque estaba tan caliente. Quizás porque no había jugado conmigo misma en varios días, ahora volvían a mí esas sensaciones y me gustaba, así que le dije:

—Está bien … sigue adelante …

Él se movió un poco hacia la cabecera, yo me quité los shorts que tenía puestos y me senté a los pies de la cama con las piernas ligeramente abiertas, todavía no me acostumbraba a mostrar mis intimidades. Luego, vacilante me subí el camisón. Los ojos de Alberto exploraron cada centímetro de piel, tratando de escudriñar el interno de mis muslos. Acaricié mi vello púbico y luego con mis dedos separé los labios de mi coño. Alberto aumentó la velocidad de su masturbación con los ojos fijos en mi panocha pequeña y rosada qué, además, estaba copiosamente bañada.   Sus ojos encendieron una llama viva en mi cuquita y me sentí cada vez más caliente. Cuando metí dos de mis dedos dentro de mí sexo, Alberto se masturbó aún más rápido y dijo:

—¡Reconchas! … ¡Estoy casi que me corro! …

Soltó su polla y yo me reí. Me deslicé un poco hacia abajo y metí mis dedos más en profundidad, comenzando a gemir deliberadamente fuerte. Él se alarmó y agitado me dijo:

—¡Cálmate! … ¡Cálmate, por favor! … ¡Espera! …

Alberto jadeaba y yo aumenté mis gemidos y chillidos metiéndome los dedos con fuerza en mi chocho.

—¿Acaso es demasiado para ti, hermanito? … ¡Oooohhhh! … ¡Se sienten tan bien mis dedos! …

Gemí y abrí mis piernas al máximo. La verga de Alberto latía en el aire y comenzó a disparar chorros de semen sin que él se tocara. Aferró su polla con fuerza y la sacudió violentamente para arrojar los últimos tiros de esperma sobre su vientre. Me miraba con los ojos desorbitados y cubierto de sudor, jadeante me dijo:

—¡Jesús! … ¡Eso nunca me había pasado antes! …

Me reí, su polla todavía estaba bastante dura. Continué a jugar con mi coño porque se sentía muy bien.Él me dijo:

—Puedo volver a correrme …

Lo miré sorprendida y no pude evitar de preguntarle:

—¿Estás seguro?  … ¿Tan pronto? …

—Hermanita … tú eres de fuego … me calientas mucho …

Luego tiro de su polla mientras continuaba a mirarme. Seguí jugando con mi coño y el quiso saber:

—¿Tú también te vas a correr? …

Me encogí de hombros y le respondí:

—No lo sé … se siente bien jugar con mi coño … no siempre me corro …

Entonces metí mis dedos profundamente en mi coño haciendo una serie de ruidos de chapoteo, mientras gemía audiblemente, Alberto dijo jadeando:

—¡Guau! … ¡Eso suena tan cachondo! …

Él estaba en lo correcto sonaba y se sentía una deliciosa sensación, a continuación me dijo:

—¿Puedes quitarte el camisón? …

Lo hice y apreté mis tetas con mis brazos para meterlas bien en muestra y pregunté:

—¿Te gustan? …

Alberto gimió y asintió, luego me dijo:

—¿Puedo tocarlos? …

La sola idea de sentir sus manos en mi, hizo que mi coño hormigueara. Me acerqué a él ofreciéndole mis pechos, él estiró la mano. Tocó suavemente mi seno izquierdo lo que hizo erizar todos los vellitos de mi piel. Su pene ahora estaba muy cerca de mí, entonces él dijo:

—Ven … acuéstate sobre mí …

Me sorprendió, me dio miedo y me retiré hacia atrás, el se agitó y rápidamente dijo:

—No … no, perdona … lo siento … no quise decir eso … me dejé llevar …

Volví a pensar en mi sueño y me percaté de que podía hacerse realidad ahora. Pero no me sentía lista. No hoy tal vez. Quizás nunca. Entonces en un tono muy suave, Alberto me dijo:

—¿Te gustaría ponerte aquí a mi lado? … podrías tocarme … si quieres …

Me gustó la idea, me hice hacia adelante y él se movió para hacerme un sitio. Fue muy excitante estar desnuda al lado de mi hermano desnudo. Me miró de soslayo y esperó ansioso a ver qué iba a hacer. Llevé mi mano lentamente hacia su pija y envolví mi mano alrededor de su gruesa polla. Como me incliné hacia adelante, uno de mis pechos chocó con su brazo. El contacto fue como un shock eléctrico fortuito e inesperado, pero mis pezones se endurecieron y el cosquilleo en mi entrepierna aumentó, Alberto volvió a preguntar:

—¿Puedo poner mi brazo alrededor de ti para que tus senos me toquen? …

Su tono era delicado y amigable, asentí un poco ruborizada, después apoyé mis pechos en su costado. Mi mano se movió a lo largo de su pene con movimientos cortos y rápidos, como lo había visto haciéndolo a él.

—¡Oh, Dios!, Carolina … lo haces tan bien …

Gimió a alta voz. No había nadie más en casa, así que no teníamos que cuidarnos de hacer ruidos. Me encantaba escucharlo gemir, algo se despertó en mí, mi coño estaba mojado y le pregunté en un gemido:

—¿Vas a correrte de nuevo, hermanito? … tus gemidos me ponen caliente … mi coño está en llamas …

Alberto jadeó y se estremeció un poco, así que jalé su pija con nuevos bríos, entonces se me ocurrió algo diferente. Solté su pija, deslicé mis dedos a través de mi panocha y dentro de mi cuevita tibia y empapada. Luego llevé mis dedos mojados a los labios de Alberto. Él lamió mis dedos y me miró lascivamente diciendo:

—¡Jesús! … me voy a correr …

Lo magreé más rápido hasta que comenzó a gruñir y a resoplar, entonces presione mis tetas contra su costado y hundí mis pezones en su piel, al parecer era el estimulo que le faltaba. Lanzo un chillido animal y comenzó a rociar semen por sobre sus pectorales, dos gruesas hebras de esperma templado cayeron sobre mis tetas, pero como ya se había corrido antes, no fueron muchos los chorros que salieron disparados de su polla. Varios de mis dedos estaban bañados en ese liquido espeso y cálido, tenía que probar su sabor y me llevé los dedos a mi boca, él me miró incrédulo mientras yo lamía su semen de mis dedos bañados. Me gustó su aroma y su gustillo agridulce. Me separé de él para dejarlo que se recuperara, con ojos vidriosos me dijo:

—¡Genial! … deberíamos hacer esto más a menudo cuando no está mamá …

Asentí con mi cabeza varias veces, estaba totalmente de acuerdo con él. Me levanté, recogí mis pantaloncitos y mi camisón, luego le avisé antes de salir de su habitación:

—Voy a tomar una ducha …

Salí en silencio. No me había corrido, mi coño necesitaba atención, pero no quería hacerlo frente a él. En la ducha preparé el chorro para dirigirlo directamente a mi panoche hirviente, el agua golpeo violentamente mi clítoris, me metí dos dedos y rápidamente logré llegar al orgasmo. Imaginé que podía estar mirándome, pero eso ya no tenía ninguna importancia para mí.

***

Un viernes por la tarde mi madre llego eufórica y feliz a casa, con inmensa dicha exclamó:

—¡Me pagaron un suplemento! …

Alberto corrió a abrazarla. Mamá nos dijo que se había detenido al supermercado a comprar algunas cosas ricas para celebrar.Pidió a Alberto que aparejara la mesa y a mí que pusiera las pizzas en el horno mientras ella tomaba una ducha y se cambiaba rápidamente. Alberto puso en la mesa algunos cubiertos a la rápida y subió las escaleras. Curiosa le seguí. Observé que entraba en el baño donde mamá se estaba duchando y cerraba la puerta, pero no del todo.

Sin duda quería ver a mamá desnuda, apenas me acerqué escuche a mamá decir:

—¿Qué sucede? … ¿Qué haces aquí? …

—Vine para ver si necesitabas algo, mami … una toalla limpia … el acondicionador … u otra cosa …

—Eres muy amable y esto es muy dulce de tu parte, pero no necesito nada …

Pero Alberto no dijo nada, sin inmutarse se sentó en el inodoro y hablo de su día en el colegio. Entonces mamá le dijo:

—Bueno … ya que estas aquí … podrías lavarme la espalda …

Alberto se levantó de un salto y recibió la toallita que mamá le estaba extendiendo. Podía ver muy bien la cara de lujuria y alegría de él, tomo con manos ávidas la toallita y comenzó a enjabonar la espalda de mamá. La enjabonó de los hombros hacia debajo de teniéndose como un canalla descarado en sus glúteos.A un cierto momento ella dijo que estaba bien y levantó sus brazos. Él lavo sus axilas y rozó sus senos, mamá no dijo nada. Luego estiró sus brazos y los enjabonó, otra vez volvió a sus costados y tocó sus pechos. Dejó la toalla a un lado y comenzó a lavarla con las manos desnudas, mamá no dijo nada. Se echó abundante jabón gel en sus manos y lavó su escote, mamá se lo permitió. Después con abundante espuma enjabonó sus exuberantes tetas, deteniéndose a hacer círculos en sus endurecidos pezones, mamá se estaba relajando y divirtiéndose con los ojos cerrados, cuando Alberto tiró de sus pezones, mamá abrió sus ojos diciendo:

—¡Hey! … no seas fresco … no te sobrepases con tu madre …

Pero no le detuvo, Alberto corrigió su rumbo, pero segundos después estaba otra vez con sus manos sobre sus pechos. Ella no dijo nada esta vez y él repitió lo que le había hecho anteriormente. Podía ver el bulto de Alberto en sus pantalones y podía imaginar su excitación de tocar a mamá, mamá reacciono lentamente esta vez, solo dijo lentamente como un gemido:

—Noo … no … ¡Hmmmm! … no …

Pero Alberto la hizo callar.

—¡Sssshhhhhh! …

Alberto estaba otra vez sobre sus oscuras areolas, pellizcando suavemente sus pezones. Al parecer hacía mucho tiempo que nadie había tocado a mamá así, débilmente susurró:

—¡Ooohhh! … ¡Detente! … ¡Hmmm! …

Pero Alberto no la escucho y siguió magreando sus fabulosas tetas, refregando sus duros pezones entre el pulgar y el índice, mamá juntó sus piernas e intento oponerse una vez más:

—¡Ummm! … ¡Nooo! … ¡Deja ya de hacer eso! …

—Espera … solo un momento más …  

Le dijo Alberto casi siseando y ella con un gemido le dejo hacer. Mamá estaba como hipnotizada en un trance del cual no podía escapar. Solo levantaba una pierna y luego la otra y apretaba sus muslos muy estrechamente sintiendo las dulces sensaciones que le provocaban las manos de su hijo.

—¡Ya! … ¡Basta! … ¡Es suficiente! …

Dijo mamá jadeando y alzando la voz, Alberto accedió y soltó los senos de mamá, diciéndole:

—Mami … me gustó mucho … gracias …

—Yo también lo disfrute, chico … pero no puedes hacerle eso a mamá … compórtate …

Sonó el reloj del horno, así que baje a ver las pizzas. Luego grité hacia arriba que las pizzas estaban listas, Alberto fue el primero en llegar con su notoria protuberancia en sus pantaloncitos, tenía una diabólica sonrisa de triunfo en su rostro. Más tarde mamá se reunió con nosotros, vestía su ajustado vestido, pero esta vez los tirantes estaba sueltos y sus senos sin sujetador se alborotaban con facilidad.    Nos comimos la pizza con refrescos y vino. Mamá nos contó sus buenas noticias, le habían aumentado el sueldo, estaba de muy buen humor y no parecía importarle que sus senos casi escapaban de su vestido. Me pregunté si se lo había puesto de propósito para tentar a Alberto.

Nos trasladamos todos al sofá a mirar la Tv, Alberto limpio la mesa mientras yo enjuagaba los servicios que habíamos ocupado y botaba los platos de cartón de las pizzas. Él se sentó junto a mamá y puso su mano despreocupadamente en su pierna, ella le sonrió y bebió un sorbo de vino. Mamá nos dio las gracias por limpiar y luego solo miramos una comedia en la televisión. Mamá había traído también unos bocadillos y Alberto muy servicial nos lo sirvió a mí y a mamá, preocupándose que el vaso de vino de mamá estuviese siempre lleno. Él se acurrucó contra el brazo de ella y mamá le acaricio los cabellos. Alberto se volteó un poco y puso su mano en los muslos de mamá, me pareció estar viendo un dejavu de la vez anterior, me preguntaba donde iba todo esto. Mamá cansada de adormiló y Alberto comenzó a mover su mano más arriba entre sus piernas, me sorprendió que mamá no se despertara y reaccionara. Después de unos minutos movió su brazo y lo puso sobre la espalda de Alberto que se había girado y se encontraba con su boca a centímetros de los pechos de mamá, solo la delgada tela de su vestido separaba los labios de Alberto de los pezones de ella. Exitosamente la mano de Alberto se movió más arriba entre la estrechez de sus muslos cuando mamá abrió ligeramente sus piernas. Descaradamente él le acarició su piel desnuda.Luego con movimientos cuidadosos y estudiados, levantó su mano y tironeo levemente el tirante del vestido de mamá que se deslizó suavemente de sus hombros, su pecho y su pezón derecho quedaron desnudos a la vista de él. Contuve la respiración incrédula de ver lo que estaba sucediendo ante mis ojos.

Alberto echo un poco la cabeza hacia atrás y la levantó, sus labios quedaron rozando el pezón oscuro de mamá, luego llevó su mano entre las piernas de ella y escuche el claro suspiro y gemido de mamá.   Me senté sin aliento, ya de hacía rato que nadie miraba la televisión, la mano se Alberto se perdió bajo el vestido de mamá y la dejo allí esperando su oportunidad. A continuación movió su cabeza, los dos centímetros que separaban sus labios del pezón de mamá se acortaron y con mucho cuidado sus labios se cerraron sobre el duro botón de su seno, suavemente Alberto movía sus labios succionando el pezón endurecido, daba un par de mamadas a la teta de mamá y se detenía, ella gimió, pero no se despertó. Atrevidamente él le levantó el vestido y vio que no tenía bragas ¡¡Sorpresa!! También se notaba que se había afeitado el coño y solo se había dejado unos pocos vellos en el vértice superior ¿¿Para quién hizo eso??   ¿¿No creo lo haya hecho para Alberto??

Alberto estaba imparable. Su mano estaba en lo alto del muslo de mamá y sus dedos acariciaban los lampiños bordes de su chocho. Mi corazón se aceleró y mi garganta se seco viendo a mi audaz hermano haciendo lo que estaba haciendo con mamá. ¿¿Intentaría algo más osado?? Al parecer sí.  Suavemente sus labios se cerraban alrededor del pezón de mamá y comenzó a chuparlo, ella gimió sin mayores reacciones. Ahora él movió su dedo del medio a los labios del hinchado coño de mamá y lo deslizó entre ellos hasta penetrarla delicadamente, vi brillar la humedad de su coño enrojecido, mamá evidentemente estaba caliente. Vi que la mano de ella se movió sobre la espalda de él. La escuché tragar saliva y su respiración se hizo más afanosa. Sospeché que no estaba del todo dormida y sabía muy bien lo que estaba pasando. Ese pensamiento de mamá conscientemente dejando que su hijo la masturbara, encendió mi propio coño, mi cabeza giraba alocada sin asimilar muy bien lo que estaba sucediendo ante mis ojos. De repente mamá gimió y se movió, Alberto rápidamente retiró la mano de su coño y fingió dormir, mamá miró su pecho expuesto y se cubrió. Yo fingí estar absorta a mirar la Tv mientras vigilaba todos sus movimientos.   Al parecer el espectáculo había terminado. Mamá despertó al supuesto adormecido Alberto y dijo que se iba a la cama, se levantó e inició a subir las escaleras. Alberto la siguió de cerca.Dos minutos después me reuní con ellos en el baño, mamá acababa de cepillarse los dientes y se fue a su dormitorio y cerró la puerta. Yo me giré y enfrenté al descarado de Alberto:

—¿Qué diablos fue eso? …

—¿Qué de qué? …

Me respondió sonriendo desfachatadamente.

—¡Haz manoseado a mamá! …

Hablábamos en voz baja para no hacer sentir a mamá. Sonriendo, Alberto me dijo:

—Es que no te das cuenta de que mamá está sola … ella necesita un hombre … yo solo quiero ayudarla …

Él quería ir a la habitación de mamá, pero le detuve. Me miró sorprendido y yo en una sensual voz le dije:

—¿Quieres que vaya a tu habitación en un par de minutos? …

Como lo vi vacilar, me acerqué a él y aferré su miembro por sobre sus shorts preguntándole sensualmente:

—¿O prefieres ir con mamá? …

No basto ningún oro convencimiento, se giró y me dijo:

—¡Apúrate! … te espero en mi cuarto …

(Continuará …)

Por Juan Alberto

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