jueves, 18 de mayo de 2023

Carolina y su familia: Séptima Parte y última


No teníamos tanto contacto con nuestro abuelo, pero un miércoles por la noche sonó el teléfono y era él, llamaba para preguntar si queríamos navegar con él el fin de semana, un amigo suyo le había facilitado una embarcación y él como tenía registro como capitán, estaba habilitado a operar una embarcación de ese tipo. Mamá se entusiasmó inmediatamente, sus ojitos brillaron y se puso muy cachonda, Alberto y yo nos miramos expectantes, él la abrazó y le dijo que le encantaría visitar al abuelo con su barca, yo simplemente asentí con la cabeza, pensando en mi abuelo y sus habilidades no precisamente como marinero.


Ese sábado temprano el abuelo nos recogió, lo primero que hizo fue mirarnos y decir que habíamos crecido, su comentario no me extrañó para nada, pero cuando se bajó un poco sus lentes para mirar mis bubis y mis piernas me sentí desnuda, no pude evitar de dirigir mis ojos a su entrepierna. Tal vez no debí haberme puesto ese top de jersey sin sujetador, ni tampoco mis leggins sin bragas donde se dibujaban los labios de mi cuquita, pero ya no podía volver a casa a cambiarme.

El barco del abuelo fue maravilloso. Yo estaba en cubierta con Alberto en traje de baño y mamá charlaba con el abuelo. Mamá se había puesto una blusa blanca amarrada a su ombligo, obviamente sin sujetador y el abuelo miraba regularmente sus pechos y a mamá no parecía importarle. Me preguntaba quizás cuantas cosas habrán hecho esos dos antes. Alberto bostezó histriónicamente y me preguntó con esa cara de niño travieso:

—¿Cómo reaccionarían mamá y el abuelo si nos quitamos los trajes de baño? …

Me excitó la idea de estar desnuda en medio al océano y sugerí de hacerlo y ver que sucedía. Alberto sin perdida de tiempo se recostó en su espalda e hizo salir su bañador por sus piernas, inmediatamente acomodó su monstruosa pija sobre su vientre. Luego fue mi turno, me quité el top del bikini y luego el calzoncito, los ojos de Alberto se fueron directamente a la casi invisible hendedura de mi chocho depilado. El abuelo y mamá no se habían dado cuenta de nada. Alberto tomó mi mano y la apretó. Debe haberse regocijado con la idea de que nos descubrirían en cualquier momento. Pero eso tomó bastante tiempo; sucedió cuando paso una lancha cercana y los tipos en ella comenzaron a silbar y agitar manos y jockeys. Mamá se acercó y se echó a reír:

—¡Que locos! …

Nos miró, pero no dijo nada. Se fue de regreso donde el abuelo y al rato él vino a echar un vistazo. Sus ojos recorrieron mi torso y luego observó la enorme polla de Alberto, después regresó al timón. Alberto me sugirió de espalmarme protector sobre mis senos y le di en el gusto. Al cabo de un rato mis tetas brillaban bajo el sol y la pija de Alberto se había enderezado y ondeaba al viento como el mástil del barco.    Pensé que era divertido. Un poco más tarde le unté la espalda y nalgas y me fue imposible retenerme de jugar con sus bolas en medio a sus piernas. Luego nos quedamos distendidos a tomar el sol.

En cierto momento, Alberto se cansó de holgazanear y decidió ir desnudo donde mamá y el abuelo, pero no estuve sola demasiado tiempo porque mamá vino y se sentó a mi lado.

—¿Se siente bien esa brisa sobre tu cuerpo desnudo? …

Ella preguntó y yo asentí:

—¿Sabías que también solíamos hacer esto? … Me recuerdo de una vez en que el abuelo y la abuela se habían ido bajo cubierta y yo me quedé desnuda aquí con tu tía …  el abuelo era experto en encontrar ensenadas solitarias y aisladas donde podíamos desnudarnos todos …

Me dijo con una velada sonrisa en sus labios:

—¡Ay, mami! … de seguro no me cuentas toda la historia …

—No es cierto, cariño … además, no es necesario que te diga todos los pormenores, ¿verdad? …

No estaba tan de acuerdo con ella, pero no dije nada. Mamá se quitó la ropa y se recostó a mi lado, no me pareció nada de extraño. La rada era muy tranquila, creo que el abuelo nos había llevado a uno de esos lugares seguros y privados. Y a propósito del abuelo; vino de repente ¡¡Sin ropa!!  Mis ojos se fueron directo a su polla y los suyos directos a mis pechos y mi pequeñita hendidura en la parte inferior de mi cuerpo. Muy contento se sentó a mi lado y dijo que Alberto estaba de guardia en la cabina de mando. Mi madre le dijo:

—Le estaba diciendo a Carolina … que solíamos venir a estos lugares a tomar el sol desnudos …

—Estoy muy contento de que los propios niños hayan decidido de estar desnudos … yo tenía la intención de sugerirlo … tengo bastantes buenos recuerdos de los viajes que solíamos hacer, ¿verdad hija? …

—Sí … era encantador estar a tomar el sol en cubierta …

Dijo mamá, luego el abuelo se recostó al lado de mamá diciendo:

—Bueno … yo también me voy a broncear un poco …

Nos quedamos en silencio recostados a tomar el sol, yo estaba con los ojos cerrados. De repente una gaviota chilló muy cerca. Me enderecé y vi que el pájaro se alejaba volando. Pero también vi que la mano de abuelo había desaparecido debajo de la barriga de mamá ¡¡Que carajo!!  Volví a recostarme de espalda y escuche los suaves gemidos de mamá. El viento sofocante sopló sobre mi cuerpo. El abuelo estaba tocando a mi madre. Me levanté y dije:

—Voy a ver que está haciendo Alberto …

Pero en vez de irme a la cabina, me escondí detrás de un bote inflable de salvataje, quedé fuera de la vista de ellos. Bueno, tan pronto como me fui, mamá se dio vuelta a mirar a su alrededor y no me vio. El abuelo se incorporó y mamá deslizó su mano en su regazo. Estaban mano en la mano, pero cuando me aventuré a mirar más de cerca pude ver que se movían rítmicamente al unísono.

Corrí al baño porque la necesidades era impelente y no solo una excusa. Hice lo que tenía que hacer y me fui donde Alberto el cual estuvo gratamente sorprendido con mi llegada. De hecho, tenía algunos planes conmigo, pero tuvieron que esperar ya que quise contarle mi descubrimiento primero.

—¿Sabes que hacen mamá y el abuelo? …

Le pregunté y me miró interrogativamente y dijo sucintamente:

—¡No! …

Me acerqué a tomar el timón y le dije:

—Pues anda a dar una mirada … yo me quedo aquí …

Alberto desapareció hacia la proa de la embarcación y volvió a los minutos jalando su pija y bromeando:

—Mamá tiene el remo del abuelo en su mano …

Me reí de su vocabulario, decidí quedarme con él por un rato. Siguió jugando con su gran miembro mientras yo me encargaba del timón. Lo vi muy intranquilo y le pregunté:

—¿Qué te pasa? … ¿Necesitas algo? …

El miro irrequieto a su alrededor, luego dijo:

—Sí … debería haberme masturbado en casa … pero no hubo tiempo … el baño de este bote es demasiado pequeño para divertirse …

Lo miré desenfadada y le dije:

—¿Porque no rocías en el agua en vez de en la barca? …

Los ojitos se le encendieron:

—¡Brillante, Carolina! … ¡Eres genial! …

Se acercó a la borda con su hermosa y gruesa pija en la mano y diligentemente comenzó a jalarla por unos minutos. Lo vi echar su ingle hacia adelante con la espalda arqueada y gruesas hebras nacaradas de semen volaron sobre la borda al mar. Terminó jadeando.

—Buena idea de tu parte …

—¡Ni lo digas! …

Le hice lugar al timón y le dije:

—¡Ocúpate! … volveré a cubierta a tomar sol …

Me fui hacia la proa, pensaba que ya habían hecho de todo y no vería nada, pero estaba totalmente equivocada. El abuelo estaba recostado boca arriba y mamá estaba sentada en su regazo, sobre su pija y se movía de un lado al otro, atrás y adelante. Las manos del abuelo estaban en sus nalgas y al parecer estaban muy ocupados el uno del otro. Mamá me sintió llegar:

—¡Oh, Carolina! … ¡Hola! …

Dijo ella alegremente e intentó quedarse quieta. Recordé el vocabulario de Alberto y dije bromeando:

—¡Uy! … parece que el abuelo encontró una rada donde dar fondo a su ancla …

El abuelo se echó a reír y mamá dijo:

—¡Ay, cariño! … queríamos solo dejar en claro que ustedes pueden divertirse juntos mientras no haya nadie observando fuera del núcleo familiar … Además, mami no ha tenido relaciones sexuales durante mucho tiempo y cuando papá llamó, supe que no lo dejaría escapar …

—Bueno … parece que al abuelo también le hacías falta …

Mamá comenzó a rebotar en la polla del abuelo y él agarró sus pechos y disfrutó visiblemente del sexo con su hija.

—No necesito ver sexo de ancianos …

Dije resignada y volví donde Alberto. Éste se extraño de verme regresar tan pronto y dijo:

—¿Qué? …

—El abuelo y mamá lo están haciendo …

Los ojos de Alberto se agrandaron e insistió en ir a echar un vistazo. Se fue por más de diez minutos y apenas volvió lo interrogué.

—¿Dónde te quedaste tanto tiempo? …

—Bueno … el abuelo no es tan rápido, ¿sabes? … y yo necesito aprender de los mejores …

Dijo riendo socarronamente. Al rato el abuelo volvió y se hizo cargo del timón. Yo me senté desnuda a su lado y él me miró diciendo:

—Eres igualita a tu madre a tu edad, hermosa niña …

Luego me hizo un guiño y oteó el horizonte. Mamá preparó unos tentempié y bebimos jugos de fruta. El viaje de regreso al puerto estuvo sin sobresaltos. Cuando nos acercamos al sitio de atraque de las embarcaciones, el abuelo sugirió que nos vistiéramos para no llamar la atención de las otras personas en torno al malecón.

Mamá se dio de besos con el abuelo y nos despedimos, el abuelo prometió llamarnos pronto para salir a navegar en el golfo.

***

Una semana después, mamá nos tenía una sorpresa. Iríamos a acampar por el fin de semana y como nos encantaba andar desnudos, ella había reservado en un campamento nudista. Alberto estaba visiblemente excitado y mamá se reía de su perennemente dura pija.

El abuelo nos había acompañado y facilitado una tienda de campaña de su propiedad. Él y Alberto armaron la carpa. Luego Alberto y yo nos largamos a dar un paseo por el camping; vi a muchos muchachos y Alberto llamó la atención de varias chicas con su enorme pija entiesada, hubo risas y también algún reproche, pero luego de un rato había varias señoras y chicas que le iban detrás. Charlamos con algunas de ellas, muchas quisieron saber cual era la real envergadura del pene de Alberto, yo dije ignorarlo y Alberto dijo que no le interesaba saber, pero hubo una señora de la edad de mamá que sacó de su morralito una huincha de modista y Alberto le permitió medirlo, todas quedamos impresionadas cuando la señora dijo que eran veintitrés coma siete centímetros. Agarré de la mano a Alberto y le dije:

—¡Vamos! … Volvamos, tengo que decírselo a mamá …

Él, exhibicionista como es no estuvo muy de acuerdo, pero cuando le dije que mamá estaba sola con el abuelo, inmediatamente tomó mi mano y volvimos a la carpa a grandes zancadas, solo que cuando llegamos no había nadie en vista.La tienda de campaña se veía perfecta y en su lugar, entramos y encontramos a mamá de espalda sobre una colchoneta y el abuelo encima, mamá respirando con dificultad nos dijo:

—Chicos … esperen afuera … le estoy dando las gracias al abuelo …

Volví a tirar de la mano a Alberto y nos sentamos afuera de la tienda a esperar. Al cabo de unos diez minutos escuchamos los gruñidos del abuelo cuando se corría y en unos instantes salió de la carpa con el rostro enrojecido, nos miró y guiño un ojo denotando sorpresa nos dijo:

—¡Hey! … ya regresaron …

Su polla todavía estaba semi erecta y estaba húmeda mostrando resto de semen en la punta, le dije:

—Sí … miramos un poco por los alrededores … pero luego pensamos en venir a ayudar a mamá, pero al parecer tu la estabas ayudando ya …

El abuelo sonrió y se volteó con la intención de dirigirse a su camioneta, dijo:

—Bueno, sí … tu mami quería agradecerme … ahora me tengo que ir …

Le dio la mano a Alberto y a mí me dio un abrazo, yo traté de mantenerme a cierta distancia de su vetusto y engurruñado pene goteante, mamá también salió de la carpa y nos despedimos los tres del abuelo.

Nos dividimos las tareas, mamá dijo que tenía que ordenar el interior de la carpa y nos dio una lista para ir a la tienda del camping a comprar algunas cosas. Una hora después estábamos de regreso con varias bolsas de alimentos. Mamá preparó de cenar, tuvimos una buena comida en platos y servicios desechables, mamá echó todo en una bolsa de basura ecológica y mando a Alberto a depositarla en el recolector de basuras del camping. Nos pusimos a jugar en los juegos del campamento. Alberto y yo jugamos un rato a tenis de mesa, luego con mamá jugamos bádminton para deleite de Alberto que miraba como nuestros senos saltaban de aquí para allá rebotando en nuestros pechos. Terminamos jugando bolos y nos fuimos riéndonos a nuestra carpa. Mamá había ordenado todo en modo que nos recostábamos el uno al lado del otro. Alberto se adueño del lugar en medio a nosotras, mamá y yo nos miramos y le hicimos el espacio suficiente a él y su enorme pija, no pudo evitar de comentar:

—Parezco un rey … acostado en medio a dos hermosas princesas …

Pero mamá le dijo que no debería decir eso tan fuerte, podrían eventualmente mal entenderlo. Lo cierto es que el abuelo había ubicado la carpa en un sector donde no había nadie y teníamos una cierta privacidad.

El interior de la tienda era iluminado por una tenue lampara eléctrica y se veía claramente el bulto que formaba la entiesada pija de Alberto bajo el edredón, mamá y yo nos miramos sonriendo, viendo el montículo ese, agarré su polla y la empujé contra su vientre y el bulto desapareció. Mamá asintió sonriendo y Alberto atrapó mi mano cerrada alrededor de su pija, comencé a jugar con su pene y sus bolas, él no dijo nada, de pronto preguntó a mamá:

—Mami … ¿Tu y el abuelo salían a acampar a menudo? … 

—A-há … a él le gustaba mucho salir a acampar … pero la abuela por lo general me acostaba al lado de ella … lejos del abuelo …

Espontáneamente se me escapó la pregunta:

—¿Siempre? …

—Sí … pero a veces el abuelo me tiraba de su lado y me permitía jugar con su polla …

—¿Y la abuela sabía eso? …

—¡Hmm! … nunca se dijo nada sobre eso … pero creo que lo sabía a cabalidad … pero no le molestaba mucho … entendía que el abuelo no hacía nada en contra de mi voluntad …

Alberto se había mantenido silente, pero intervino diciendo:

—¡Oh! … el abuelo es un grande … me gusta el abuelo …

—A mí también me gusta el abuelo …

Dije y mamá se rio abrazándonos. Lentamente tiré de la pija de Alberto que estaba caliente y dura, seguramente pensaba a las calientes aventuras del abuelo y mamá. Mamá se giró hacia Alberto y apoyó sus abultadas tetas en su brazo, sentí el respingo de la polla de Alberto en mi mano, le calentaban los senos de mamá, entonces yo cambié de mano y me giré para apoyar mis senos en su otro brazo. Mamá dijo:

—¡Vamos! … ¡Vamos a dormir! … ¡Mañana les tengo una sorpresa! …

Me gustaba demasiado sentir la dureza del pene de Alberto en mi mano, así que seguí jalándolo para mi deleite. Cómo no logré hacer que se corriera en mis muslos, supuse que se había masturbado en alguna parte esta tarde; mi brazo se cansó y después de una quincena de minutos me rendí y me adormecí con su pija en mi mano.

Mis sueños eróticos volvieron a mí esta vez con mi abuelo. Lo veía follando con mamá y yo les espiaba a escondidas. Me di cuenta de que se corría en el coño de mamá, justo en ese momento se giró a mirarme. Pero mi sueño no termino ahí. Me vi sentada en la cama con Alberto en medio a mis muslos comiendo ávidamente mi panocha. Me desperté sobresaltada y con mi coño muy mojado y me quedé quietecita.

Alberto cuchicheaba con mamá, no lograba entender lo que se decían, pero él estaba sobre sus senos a lamerlos y besarlos, tenía una pierna sobre ella. Sentí los ojos de mamá sobre mí, instantáneamente cerré mis parpados, pero volví a entreabrirlos unos segundos después. La vi mirando intensamente a Alberto y asentir con la cabeza, él se subió sobre ella mientras acariciaba sus pechos y besaba su cuello, mamá lo atrajo a sí y acarició sus cabellos. Escuche muy clarito la voz suave de mamá diciéndole:

—Tu pene esta pegado a mi vientre …

Alberto no dijo nada, pero continuo a masajearla y besarla, luego preguntó:

—¿Puedo frotarme contra ti? …

Los ojos de mamá se volvieron a mí que fingía dormir y luego asintió levemente a Alberto. Sentí las piernas de mamá junto a las mías cuando las abrió para dejar espacio a Alberto. Ahora él estaba entre sus piernas y comenzó a moverse frotando su pene en el estómago de ella, mamá jadeó ligeramente y dijo:

—¡Oh! … eso se siente muy bien …

De repente vi a mamá que habría su boca para expresar un grito que nunca salió de su garganta, movió sus piernas un poco agitada y luego abrazó a Alberto estrechamente, todo este movimiento me estaba poniendo muy cachonda y moví mi mano a mí coñito. Luego vinieron los gemidos de Alberto:

—¡Ooohhh! … ¡Nooo! … ¡Mamáaaa! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Aaaahhhh! …  

Sus movimientos se ampliaron y aceleraron, podía adivinar lo que había sucedido, mamá gemía ahogadamente mientras el trasero de Alberto subía y bajaba bajo el edredón. Me tenían totalmente encendida, me acaricie entre las piernas desvergonzadamente ¡¡¡Mi hermano y mi madre estaban follando a mi lado!!! Casi no lo podía creer. Los gemidos de Alberto se hicieron más intensos y supe lo que estaba por suceder, sus gruñidos eran inconfundibles.

—¡Oooohhhh! … ¡Mami! … ¡Me corro! …

Sus embestidas se hicieron más elocuentes, como así también sus gemidos. Salvajemente él embistió su coño, mamá gimió y se aferró a sus espaldas, Alberto se refugió en sus tetas para acallar sus gruñidos, cuando mamá se dio cuenta que había terminado, lo empujó al costado y agarró unos boxers de él para meterse entre las piernas. Mis dedos se deslizaron suavemente sobre mi clítoris y sobajeé hasta disfrutar de una caliente sensación, pero mamá se movió y no pude seguir.

Alberto levantó el edredón y salió de la tienda, probablemente se fue al baño. Mamá me habló:

—Carolina … sé que estás despierta … voy al baño … termina lo que empezaste ahora que estarás sola y tranquila …

Raudamente tomó una toalla y se fue al baño. Abrí mis piernas y follé mi panochita con dos dedos y rápidamente me corrí. Estaba plegada estirando mi cuerpo placenteramente cuando escuché:

—Buen trabajo, hermanita …

Dijo Alberto con una amplia sonrisa en su rostro de niño travieso. Sin saber cómo responder, solo dije:

—Tú también te la pasabas muy bien hace poco …

—¡Oh! … ¿estabas despierta? …

—Sí … lo vi y escuché todo …

—Bueno … te habrás dado cuenta de que lo disfrutamos …

Dijo riéndose entre dientes y yo no podía argumentar nada en contra de eso. Al poco rato mamá volvió de la ducha y fue mi turno de ir a ducharme. Cuando volví mamá ya había preparado desayuno para todos, comimos y luego mamá dijo que íbamos a andar en canoa. Eso nos gustó y una hora después estábamos navegando en tres canoas por las tranquilas aguas costeras. Anduvimos la mayor parte del día en canoa

Esa noche, Alberto y yo preparamos la cena y mamá dijo que ella limpiaría los deshechos. Después, mamá se fue a leer, Alberto y yo fuimos a jugar tenis de mesa con otros adolescente del campamento. Más tarde en la noche estábamos rendidos y, a pesar de nuestros cuerpos desnudos y nuestra calentura genética, caímos fácilmente dormidos.

Esa noche y el día siguiente no sucedió nada de importante, Alberto se quejó que no podía dormir y salió a dar una vuelta. Me giré en mi lugar y me quedé dormida. Ruidos y movimientos me despertaron durante la noche. Mamá y Alberto hablaban a baja voz, lo extraño es que la cabeza de mamá estaba bajo el edredón y a la altura de la polla de Alberto, justo ahí se producía el movimiento vertical que levantaba el edredón. No necesitaba ser una adivina para decir lo que estaban haciendo, era obvio, además, la cara de placer lujurioso de Alberto lo decía todo. Hacía ya mucho calor, mamá tiró el edredón hacia los pies y pude ver que tenía la pija de él entre sus labios y le besaba y lamía. A ratos la dejaba salir de su boca y le masturbaba. Alberto comenzó a agitarse y muy pronto todo su cuerpo se puso rígido, convulsionó y se corrió. El semen voló por los aires y roció los pechos de mamá, ella se apresuró y después del tercer chorro, lo volvió a envolver con sus labios y sus mejillas se ahuecaron cuando lo engulló para chupar todo su néctar de adolescente, pasó repetidas veces su lengua alrededor de su glande y luego se estiró para besarlo en su boca. Alberto respiraba afanosamente y mamá se acomodó a su lado manteniéndolo abrazado y con una pierna sobre los muslos de él. Cayó un silencio absoluto y volví a adormecerme.

El día siguiente resultó en un hermoso día soleado, después de tomar desayuno y ordenar la carpa y sus alrededores, Alberto y yo nos fuimos a la piscina a compartir con algunos chicos. Nos invitaron a un partido de voleibol en el agua para la tarde y decidimos asistir. Cuando regresamos a la carpa, mamá estaba con un matrimonio de jóvenes que asistían por primera vez a un campo nudista, ella se fijó inmediatamente en la mecedura de la gigantesca pija de Alberto y él no despegaba los ojos de los pechos de mamá y los míos.

Margarita era el nombre de ella y José el de él. Ella después de mirar a mí y a mamá quiso saber porque estábamos ambas depiladas y lucíamos nuestros coños sin vello alguno, mamá le dijo algo sobre la higiene y preferencias personales nuestras. El coño de ella lucía una hirsuta masa de vellos que Alberto no cesaba de mirar. Por ahí inició nuestra conversación con esta curiosa pareja. Alberto informó a mamá de nuestros planes para ir a jugar voleibol y ella sin objeciones nos dejó ir. Los vecinos se quedaron con mamá, habían traído una botella de vino y mamá sacó unos quesos guardados en nuestra nevera portátil.

Jugar a voleibol resultaba ser divertido. Los equipos eran mixtos hombres y mujeres, jóvenes y maduros. Los dos equipos que jugábamos en este momento, estábamos con el agua hasta el pecho, la red estaba bastante alta, así que cada vez que saltabas, las tetas de las chicas bamboleaban libremente y muchos hombres estaban allí a mirar como una manada de lobos famélicos, muchos de ellos mostraban sus incipientes erecciones. Esto me gustó y participé plenamente en el juego. Muchas veces para alcanzar la pelota debía zambullirme, esto ocurría con regularidad.   En una de esas zambullidas un hombre maduro de unos cincuenta años se zambulló detrás de mí y su polla se deslizó por sobre mis piernas y nalgas. No hizo nada de extraño, pero esa sensación me fascinó, pensé que algo lindo pasaría más tarde por su mente cuando se encontrara con su esposa y se recordara de su pija paseando sobre mis glúteos de adolescente.

Alberto estaba coqueteando con una chica como de nuestra edad y ambos saltaban casi contemporáneamente, ella tenía esplendidos senos y él hacía que su pija emergiera abruptamente como el periscopio de un submarino chorreando agua por todos lados. Me miró y me sonrió feliz, yo muy contenta por él ya que tenía a alguien más interesada en su polla. Después del voleibol, dijo que acompañaría a la chica a su lugar de acampada, así que volví sola a nuestra tienda.

Las sillas frente a nuestra tienda estaban vacías, cuando me acerqué, escuché voces provenientes del interior. Curiosa, entré a mirar. Mamá estaba limpiándose los labios arrodillada frente a la pija chorreante de José y Margarita tenía dos de sus dedos en su peludo coño. Mamá me sonrió y se alzó del piso. Se acercó a mí con pasos un poco vacilante y puso su brazo alrededor de mí. Pensé que estaba un poco alegre y supuse que se habían bebido toda la botella de vino. El rostro de Margarita lucía un claro color enrojecido, también se levantó un poco tambaleante y dijo:

—Yo … ¡Ehm! … bueno … creo que nos iremos …

José no estuvo de acuerdo. Entonces mamá se dirigió a ella y como presentándome como una segunda vez, le dijo:

—Esta es mi hija … Carolina … es una chica muy madura para su edad … ¿No es así Carolina? …

Así diciendo me dio un beso en la cabeza. No supe que decir y me quedé silente. José quiso saber donde dormíamos, yo dije que, en la tienda, mamá me guiño un ojo. No quise preguntarle porqué José tenía la pija tiesa. Pero ella mirando a su alrededor, me preguntó:

—¿Dónde está tú hermano? …

—Conoció una chica en la piscina y la acompañó a su tienda …

Le dije, entonces mamá puso su brazo alrededor de José y Margarita y le dijo:

—¡Oh!, que bien … Chicos, ¿Por qué no vamos y me muestran su carpa? …

Los tres salieron abrazados de nuestra carpa, apenas se volvió a decirme.

—Carolina … ¿te importaría cuidar de nuestra tienda por un rato? …

Me volvió a guiñar un ojo, pero yo ya había entendido todo, asentí y los vi alejarse sonriendo.

Cerca de una hora después, Alberto regresó y lo primero que preguntó:

—¿Dónde está mamá? …

—¡Oh! … fue a acompañar a nuestros vecinos … debe estar por regresar …

No le dije nada más, por qué conociéndolo, se habría apresurado a echar un vistazo y preferí dejarle espacio a mamá. Esa noche mamá fue la primera en quedarse dormida. Probablemente el vino y la visita a nuestros vecinos la habían agotado.  Yo también estaba bastante cansada después de la intensa partida de voleibol. Alberto también estaba exhausto y pronto se quedó dormido. Pero los sueños volvieron a mí. Esta vez soñé a mamá con los vecinos, ella chupando la polla de José y Margarita jugando consigo misma. Luego todo cambió y en mí sueño apareció el hombre maduro que me había hecho sentir su pija en mis nalgas, la sentí tan real que me desperté. Pero esa sensación de una polla empujando en mi ingle no había desaparecido. Entonces me di cuenta de que la polla de Alberto se había encajado entre mis piernas. No me moví, escuche el tranquilo respirar de Alberto. En su sueño se había girado y estaba acostado con su polla apoyada en mis glúteos. Él no se movía, continuaba a dormir plácidamente, mi corazón latía con fuerza, era demasiado excitante para mí.  Me moví suavemente y su polla se acomodó más al interno de mis muslos. En los próximos minutos me moví hasta sentir su polla apoyada en los hinchados y mojados labios de mi cuquita, forzaba ligeramente mi labia empapada y se apoyó finalmente en el ojete de mi hendidura rosada. Me quedé en esa posición disfrutando de la maravillosa sensación de esa enorme pija a la entrada de mi diminuto coño.   Me moví suavemente y me puse super caliente por su polla. Al improviso sentí su polla forzar mi canal vaginal, el brazo de Alberto me aprisionó por mi torso y su pija penetró mi chocho resbaladizo y se adentró suavemente en mí. Sentí su cálida respiración en mi lóbulo y suavemente su voz susurró:

—¡Que regalo más hermoso, hermanita! … ¡Justo hoy el día de mi cumpleaños! …

Gemí sintiendo la inmensa pija ensanchando las delicadas paredes de mi conchita, su toque era placentero, sus embestidas eran lentas y suaves, me moví sintiendo una ola de excitación y gemí un poco más fuerte a lo que él me estrechó y dijo.

—¡Cálmate! … no vayas a despertar a mamá …

Alberto me folló lentamente con cortas embestidas, su pija continuaba avanzando más y más adentro de mi panochita. Se sentía divino y era la primera follada de mi vida. El garrote carnoso de mi hermano entraba y salía de mi cuevita movediza. Cuando apretó mi teta casi me corro, deslicé mi dedo medio sobre mi botoncito y eso hizo que la magia sucediera, me corrí sorpresivamente para el gran placer de Alberto, él siguió follándome y eso también se sintió genial. Él comenzó a respirar afanosamente y me dio unos golpes más fuertes, entonces sentí su cálida semilla entrar en mi matriz y me asombró la sensación nueva y exquisita.

No sé si mamá nos escuchó o nos sintió, pero ella no dijo nada al respecto. La pija de Alberto estaba todavía enterrada profundamente en mí, su pene permanecía rígido, mi coño se sentía maravillosamente pleno. Después de un rato, se hizo hacia atrás e interpuso sus boxers entre su pija y yo para no causar un lio. Más tarde lo encontré en la ducha y todavía estaba rezumando semen.

Finalmente llegó el último día de la acampada. Le pregunté a Alberto sobre la chica del voleibol, dijo haberla besado y tenido muy estrecha entre sus brazos, incluso fueron a la ducha juntos, pero cuando vio la tremenda erección de él, se sobresaltó y no quiso continuar, luego se alejó de él. Mamá se despidió de los vecinos con abrazos y besos, se intercambiaron números de teléfono para reunirse otro día en la ciudad. Más tarde empacamos y el abuelo vino a buscarnos. Nos llevó a un McDonald’s a comer un tentempié y después nos fuimos a casa.

Estábamos en nuestra última semana de vacaciones antes de regresar a la escuela. Mamá tenía unos días más que nosotros de descanso, así que debíamos aprovecharlos. Al día siguiente ayudamos a mamá a ordenar todas las cosas de la casa, lavamos toallas, cambiamos la ropa de cama y la dejamos para lavarla. También lavamos nuestros vestidos. Por la noche mamá dijo que quería relajarse y nos sentamos a ver la Tv.

El lunes por la mañana, Alberto llamó suavemente a mi puerta a eso de las diez. Estaba despierta, pero demasiado perezosa para levantarme, le dije que entrara, él estaba desnudo. Su pija orgullosamente apuntaba hacia el cielo. Empujé mi edredón hacia un lado y le hice lugar a mi lado, yo estaba como de costumbre con mi camisón, pero sin bragas. Me miró y me preguntó:

—¿Vamos a disfrutar nuestra libertad esta semana? …

No sabía a que se refería precisamente, pero respondí:

—Sí … creo que sí … ¿Qué vamos a hacer? …

—Bueno … nada … andar desnudos y tal vez tener un poco de sexo aquí y allá …

Lo dijo como una cosa intrascendental y sin importancia, deveras me causó risa.

—Desnudos … está bien … pero ¿qué quieres decir con eso de sexo aquí y allá? …

—¡Oh, vamos! … Tú sabes a lo que me refiero … ¿Necesito explicártelo? …

—Sí … como buen hermano que eres … por favor explícamelo …

Se puso serio y comenzó:

—Bueno … paso uno …

Me abrazó, me dio un beso en la mejilla y tomó mi mano con la suya, unas pocas caricias y su mano se fue a mi pecho. Me dio mucha risa, me apetecía estar con él íntimamente y de verdad teníamos mucho tiempo.Pero lo que él no sabía era que yo había estado jugando con mi cosita. Estaba fantaseando con el sexo, imaginé la tiesa polla de José, la peluda conchita de Margarita. Estaba realmente excitada y se me ocurrió algo:

—¡Espera! … tengo una idea … ¿Por qué no vamos a afeitarnos todo el vello púbico? …

Los ojos de Alberto se iluminaron y brillaron:

—¡Guau! … ¿Por qué no se me ocurrió eso a mí? … Pero podríamos hacerlo más tarde …

Dijo él poniendo su pierna sobre mi muslo y volviendo a atrapar mi seno en su mano. Alejé su mano de mí y lo empujé fuera de la cama:

—No … no … vamos ahora … después veremos …

—¿Me lo prometes? …

—Nada …no te prometo nada … veremos si te sabes comportar …

Un poco refunfuñando se levantó y se encaminó hacia el baño. Alberto preparó todo el material de afeitado. Nos metimos bajo la ducha y afeité cuidadosamente su polla, estirando el escroto por aquí y por allá para afeitar su rugosos cojones. Lo dejé límpido como cuando vino al mundo, su polla se sentía completamente suave y cachonda. Alberto me trató muy bien cuando le llegó su turno de rasurar mi panocha, solo que su pene parecía crecer a vista de ojo. Aproveché el momento y afeité bajo mis axilas, se sentía maravillosamente suave por todas partes.

A continuación, nos duchamos y levamos todos los restos de jabón. Se me ocurrió otro juego. Este consistía en estar sin tocarnos por las próximas cinco horas. Iba a ser difícil para él mantener sus manos lejos de mí. Parecía un poco malhumorado al principio, pero le prometí una sorpresa si lograba vencer el reto y aceptó. Como el tiempo era bueno, nos quedamos desnudos a caminar por la casa. Cómo veía que él no se acercaba a mí, tomé dos toallas, el protector solar y dije:

—¡Vamos! … vamos al jardín …

Alberto tomó el bloqueador y ostentosamente lubrificó su pija y bolas. Yo luego eché una copiosa cantidad de protector sobre mis senos y los froté eróticamente. La polla de él creció inusitadamente.    Tironeando de mis pezones lo desafié, pero él no se movió, sus ojos le traicionaban porque su mirada era ansiosa. Entonces me levanté y pasé mi pie sobre él y aferrando mi labia lampiña, comencé a bajar mi torso hacia su enorme verga, como queriendo sentarme sobre ella, moví mis caderas como si estuviera follándolo.Al último momento me levanté y fui a coger mi toalla, él respiraba con afano cuando me dijo:

—¿Sabes? … Realmente estás haciendo trampa …

Comenzó a magrear su pene con ambas manos.Puse la toalla a pocos metros de él, dándole la espalda me arrodillé y le mostré mi diminuto culo, eché protector sobre mis nalgas y comencé a frotarlas, mi dedo pasaba peligrosamente alrededor del orificio de mi ano.

—¡Oh!, hermanito mío … ¿por qué no vienes a frotarme? … no alcanzo a follar mi culito … ¿Podrías ayudarme? …

Separé mi nalgas para mostrarle mi cuquita abierta y mi culo lubrificado, pero él no hizo ningún movimiento, solo dijo:

—Carolina … va a llegar el momento en que no podré controlarme …

—Entonces, ¿porque no lo haces, hermanito? …

Gemí y acaricie mi coño con dos dedos y abrí mis labios para que pudiera ver lo mejor posible, dejé solo mi dedo medio.   Alberto se masturbó frenéticamente, tuve la sensación de que estaba a punto de ceder, así que me detuve. Quería volverlo loco, le escuche decir:

—¡Pffff! … tan cerca …

Suspiro profundamente y dejó su pija tranquila.

—Si me quieres … ya sabes dónde encontrarme, ¿no? …

Lo miré y le guiñe un ojo, luego le di la espalda y me fui moviendo mi culo sicalípticamente con un cimbreante movimiento de caderas. En realidad, cuando me arrodillé a mostrarle mis ojetes mi coño estaba en llamas, no sé si yo iba a resistir tanto tiempo más. Volví donde él con bebidas y unos bizcochos. Ahora estaba sentado en el sofá; me dio las gracias, me senté junto a él que mantenía una mano en su pene, mire fascinada ese tótem majestuoso y lustroso todavía brillante de protector solar. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al sentir en mis fosas nasales el aroma que emanaba su pene y esa especie de aura que le daban los reflejos de luz que se proyectaban de su afelpada piel, sin más le pregunté:

—¿Estas bien? …

Mirando su pija con exacerbada admiración me dijo:

—Creo que tu idea de afeitarnos aquí abajo ha sido genial … se siente mucho mejor …

Luego froto un poco más de loción bronceadora sobre su arrugado escroto que se puso brillante al igual que su polla. Estiró la engurruñada piel y ahuecó su mano para hacer balancear sus bolas, luego movió su miembro en modo ostentoso de lado a lado. Parecía completamente absorto en ello. Sus eróticos movimientos me tenían hipnotizada, casi inconscientemente puse mi mano en su rodilla.

—¡Guau!, hermanito … eso se ve muy atractivo …

Se recostó en el sofá y siguió acariciando su polla, moviendo su ingle arriba y abajo. Mis manos me cosquilleaban por tocarlo.

—¡Vamos, hermanita! … te invito a tocarme …

Dijo haciendo rebotar su pene en su vientre. Junté mis mano y las acerqué a su ingle, al mismo tiempo que inclinaba mi cabeza con mi boca entreabierta.

—¡Uy! … eres un demonio tentador …

Alberto puso una mano en mi hombro intentando acompañar mi boca a su pija, pero se detuvo a centímetro de ella moviendo su caderas en modo en modo giratorio haciendo rotar a su polla muy cerca de mi rostro, estaba jugando conmigo. Me alejé y le mostré mis nalgas inclinándome ligeramente en modo de hacerle ver mis finos y cerrados labios vaginales, lo desafié a que me tocara, pero se contuvo masturbando su polla. Me fui hacia su cuarto y él me siguió con su duro pene moviéndose de un lado a otro. Me acosté con las piernas abiertas y las rodillas dobladas en modo invitante a que me follara, pero él no hizo nada aparte de contemplarme con su polla en la mano. Exasperada y caliente le dije:

—Alberto … ¿Qué te parece si declaramos un empate y pasamos al paso dos? …

Estaba tan caliente que lo único que deseaba era su dura pija en mi coño empapado, pero el muy idiota me dijo riéndose entre dientes:

—Creo que perdiste, querida hermanita …

Me dio una rabia bestial, me senté en la cama con la intención de irme y le dije:

—¡Ah!… ¡Entonces no! … sí la pones así continuaremos por un largo tiempo …

Inmediatamente cambió su actitud y me dijo zalameramente:

—¡Oh no, no, no! … está bien … estamos en igualdad de puntuación … empate … ¿ya? …

Sonreí feliz y extendí la mano para sellar el empate, estrechó mi mano y una vez caído el límite, me dejé caer de espaldas y él saltó en medio a mis piernas. No le tomó dos segundos a penetrarme profundamente con su polla de acero y taladrar mi coño enérgicamente, lamentablemente se corrió en dos minutos, se disculpó, pero su polla no se reblandeció, seguía igual de tiesa y siguió follándome debidamente. Esa tarde la dedicamos exclusivamente a nosotros y follamos en todos los modos posibles. Se corrió varias veces en mí y yo aullé y chille varias veces aferrada a sus hombros y envolviendo sus caderas con mis piernas temblorosas. Exhaustos y saciados no fuimos a la ducha antes del regreso de mamá.

Pasaron un par de días y Alberto andaba detrás de mi con unas ganas locas de follar, pero yo no estaba en vena. No todos los días son festivos. El sábado por la mañana vio su oportunidad y se infiltró en el cuarto de mamá, pero no le fue bien porque mamá estaba con su periodo. Curiosa por saber como reaccionaría, me fui al cuarto de mamá.

—¡Hola! … buenos días …

Dije bostezando somnolienta y como Alberto, me metí a la cama con mamá.

—¡Buenos días, mis amores! …

Dijo mamá. Pero Alberto parecía irritado. Obviamente no consiguió lo que él quería el fin de semana pasado, también nuestras vacaciones estaban terminando. Mamá lo miró y tratando de complacerlo dijo:

—¿Qué es lo que quieren hacer? …

Inmediatamente yo intervine diciendo:

—¡Comer panqueques! …

En tanto un poco bruscamente, Alberto dijo:

—¡Qué se yo! …

Mamá lo miró un tanto apesadumbrada:

—Pero, hijo … ¿Qué pasa contigo? …

—No sé … tal vez el fin de las vacaciones …

Dijo caprichosamente. Pero yo sabía bien lo que le pasaba. Estaba volviendo a ser el mocoso malcriado que siempre ha sido. Había tenido demasiado sexo a su manera y ahora que no lo tenía se enojaba con el mundo entero. Tal vez era tiempo de que se hiciera de una novia. Mamá lo miraba preocupada y extendiendo sus brazos, le dijo:

—Venga para acá, mi niño … quizás yo pueda animarte un poco …

Le dio unas palmaditas en el edredón sobre su pene. Un poco exasperada, llevé mis ojos al cielo y le dije:

—¡Oh, mamá! … vas a mimar a este crío odioso …

Alberto me ignoró por completo y miró a mamá esperanzadamente diciéndole:

—¡Mami! … tengo una sorpresa para ti …

Luchó bajo las sabanas con sus boxers y se los quitó, luego pateó el edredón hacia los pies. Su polla se agitó semi tiesa y toda la parte inferior de su cuerpo recién afeitado, quedó visible. Mamá lo miró con una sonrisa:

—¡Guau! … ¡Te has atrevido! … quisiera saber ¿Cómo vas a explicarlo en el gimnasio y en el estadio de futbol? …

Luego estiró su mano y palpó sus cojones y su polla, Alberto se reanimó como por encanto sintiendo la mano de mi madre en su instrumento y le dijo:

—No me importa mucho lo que digan … pero ahora esto se siente mucho mejor …

Con una voz sensual y un poco ronca, le pregunté:

—¿Quieres decir que te gusta cuando mami te toca así? …

—Por supuesto … se siente genial …

Respondió Alberto echando su pelvis un poco para adelante. Mamá que continuaba a acariciarlo, dijo:

—Se siente agradable y suave …

Luego mamá curiosa me preguntó:

—¿Qué opinas tú Carolina? … ¿Te gusta? …

—¡A-há! …

Dije sin extender mi brazo. Entonces ella me animó:

—Pero siéntelo …

—De acuerdo …

Dije y extendí mi mano hasta tocar sus cálidos y lisos cojones, mientras mamá le acariciaba la pija, estiré su escroto y puse en evidencia una de sus bolas y se lo mostré a mamá, ella solo me sonrió, pero Alberto un poco irritado, dijo:

—¿Te estás divirtiendo, hermanita? …

Me incliné sobre su pene y miré su escroto de cerca y le dije:

—¡Hmm! … solo aprendiendo a conocerte …se ve bien limpio y afeitado …

—¿Puedes verlo bien? …

—Sí … ahora sí …

Dije y mamá que nos observaba con interés, dijo:

—¡Bien Alberto! …

—¿Alguien puede hacer esto? …

Dije metiéndome una de sus bolas a la boca. Mamá me sonrió y continuó a acariciar su polla, luego la empujó hacia mi boca y me dijo:

—Tú hermano está afeitado y limpio … tómalo …

Alberto se hizo un poco hacia adelante y su pija descansó contra mis labios, saqué la lengua y lamí su cabezota:

—¡Hey! … eso sabe raro …

Dije críticamente, Alberto se alarmó inmediatamente:

—¡Oh, cielos! … ¿Y a qué sabe ahora? …

Saqué la lengua lo lamí y chupé un par de veces.

—Parece un poco salado …

—¿Estas segura? …

Preguntó presionando su glande contra mis labios. Le quité el pene de la mano de mamá, lo lamí y lo chupé por un rato y dije:

—¡Hmmmm! … ¡No sabe mal! …

Dije excitada. Mamá se había apartado. De repente sentí su mano sobre mi pierna y mi coño se desbordo, sentía mis fluidos rebosar mis inflamados y enrojecidos labios.

—¿No? … ¿Quieres probarlo un poco mejor? …

Preguntó Alberto mientras empujaba con sus caderas hacia adelante. Su gruesa cabezota se deslizó entre mis labios. En el intertanto, las manos de mamá habían llegado a mis muslos. Instintivamente, gemí y abrí mis piernas. La combinación de la pija de Alberto junto a las manos de mamá que comenzaban a prodigarme caricias me tenía a mil. Mamá comenzó a tirar la sábana hacia abajo y comenzó a descubrir mi bajo vientre y exclamó:

—¡Oh! … veo que te has afeitado …

Y comenzó a acariciar mi piel lisa y suave. Sus dedos se deslizaban superficialmente sobre el surco de mi empapada conchita y delicadamente iniciaba a afondarlos en mi agujerito de placer. Alberto miró a mi madre acariciando mi coño y se puso más salvaje; aferró mis cabellos y comenzó a follar mi boca hasta provocarme una especie de ahogo al tocar su pene mi garganta. Sentí mucha más humedad en mi coño y me di cuenta de que mamá había comenzado a lamer mi coño. ¡Guau!, que caliente estaba eso, levanté mis rodillas y abrí mis piernas para mamá.

Alberto estaba follando mi boca con la fogosidad acostumbrada y mi madre parecía sincronizada con su ritmo y lamía mi panocha ardorosamente. Alberto gimió y me di cuenta demasiado tarde de que se corría. Una primera carga de semen bañó mis papilas gustativas. Ligeramente sorprendida me trague ese tibio manjar, no tuve la oportunidad de sacarme la polla de mi boca porque su pene continuó a expeler el sabroso néctar lechoso. Mientras tanto, mamá lamía mi botoncito como poseída, por lo que mi atención de disfrute tuve que dividirla entre ella y la copiosa eyaculación de mi hermano y continuar a beber hasta saciarme de ese brebaje delicioso.

Cuando él terminó, se bajó de mí. Mamá se hizo a un lado y le dijo a Alberto que le mostrara como lo hacíamos, cosa que me sorprendió:

—¡Pero, mami! …

—¡Nada! … Alberto me cuenta todo … sé desde hace mucho tiempo que ustedes lo hacen … o ¿acaso pensabas que yo no sabía nada? …

Me hubieran dado ganas de clavarle los ojos al chivato de mi hermano, pero mi cuerpo lo único que quería era que él me enterrara su pija, esa pija que todavía estaba dura perdiendo una que otra gotita de semen. Se acomodó y no perdió un segundo, se deslizó dentro de mí. ¡Oh, Dios!, sí que era grande. Me folló sosteniéndome de mis caderas. Mamá me miraba con mucha ternura mientras acariciaba mis pechos, entonces sentí que la experiencia estaba completa.

Alberto aguantó mucho tiempo, yo me corrí después de unos diez minutos. Gemí que era una delicia, mi cuerpo respondió mientras él continuaba a bombear mi chocho y mi madre me chupó los pezones. Me quedé satisfecha e inmóvil, pero Alberto no se había corrido todavía, así que mamá procedió a masturbarlo. Él se paró frente a ella y puso su pene entre sus senos, mamá en presa a una lujuria extrema, se lo chupaba, lo pajeaba, lo volvía a meter entre sus tetas y Alberto con su pelvis hacia adelante, tomaba la cabeza de mamá para follar su boca y otras veces jugaba con sus deliciosos pechos. Alberto se corrió violentamente derramando su semilla sobre las blancas colinas que eran los senos de mamá, ella exprimió hasta la ultima gota de su pija y chupó algunas gotitas rezagadas, él folló sus senos y gimió mientras se corría, luego se dejó caer exhausto sobre la cama.

Las vacaciones se habían terminado, pero también era el fin de un ciclo. Mamá y yo habíamos follado con Alberto, él el más feliz de todos. Era como el inició de otra etapa, aparte del comienzo de un nuevo año escolar, de ahora en adelante nuestra intimidad iba a ser mucho más intensa, no se olviden que también está mi abuelo que es bastante activo. Además, que ya no tenemos secretos entre nosotros, por lo mismo nos sentimos más libres de poder expresar y demostrar nuestros deseos y necesidades, incluyendo las sexuales.

Estamos viviendo nuestra vida en modo intenso. Tal vez en futuro tendré mas aventuras. Alberto tiene nueva novia y mamá se pone celosa, bueno un poquito yo también.  Así que queremos que se una a nosotras. Será material para otra serie. Hasta entonces.

Fin

Por Juan Alberto

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