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viernes, 31 de julio de 2020

Violé a mi padre


Esta historia, cuyo final aún no ha llegado, pretendo rememorarla para asegurarme que, en mi memoria, aún permanecen inalterables aquellos acontecimientos pues, con el paso del tiempo, éstos tienden a transformarse y cambiar la realidad tal y como se produjo. Aquellos acontecimientos desembocaron en la situación actual, acontecimientos que supusieron una auténtica convulsión emocional y afectiva que me hizo variar, de por vida, mi escala de valores éticos.

La historia comienza hace ahora 12 años, cuando yo aún tenía 16. Mi madre, por desgracia, falleció entonces de una enfermedad incurable y mi padre y yo, hija única, quedamos del todo desconsolados. Ella contaba con tan solo 35 años y mi padre 38.

En casa cambió mi vida por completo; ahora ya no tenía a mi madre que me hacía todo y yo me ocupaba, hasta donde sabía y podía, de atender un poco la casa, comprar, mas que hacer, la comida, así como del cuidado de la ropa mía y de mi padre pues, aunque él también ayudaba, su trabajo y, sobre todo, su depresión por los acontecimientos, no le permitían hacer mucho mas de lo que hacía.


Ciñéndome al suceso que pretendo relatar, comenzaré indicando que mi padre era, y sigue siendo, un hombre atractivo, de complexión atlética y deportista y muy educado, lo que le convertía en el modelo de hombre al que yo aspiraba, no encontrando en mi entorno social nada parecido, especialmente después de haber tenido una experiencia afectiva con un chico del colegio, que me llenó de animadversión hacia todos los chicos, por su estupidez y perversidad. La verdad es que yo comencé a hacerme ilusiones con él y me defraudó completamente cuando comenzó a salir con otra chica, mi gran amiga, sin darme siquiera una explicación ninguno de ellos. En fin, experiencias de colegiales, como hoy lo veo, pero que en aquel momento de mi vida, rectificó mi conducta con el resto de chicos y chicas de mi edad, a los que evité desde aquel momento, pues se me metió en la cabeza la sospecha de que se había urdido un complot contra mí y que el ridículo que había sufrido era causa de burla por mi grupo de amigos. Supongo que nada de aquello fue cierto, pero así fue como sucedió. Cuando acabó aquel curso y con mis estudios secundarios terminados, dejé de acudir al instituto y ceñí mi vida a mi casa, en donde me encontraba muy cómoda conviviendo tan solo con mi padre. El, carente de empuje por el trauma sufrido, no me insistió demasiado cuando le dije que dejaba los estudios, con la excusa de dedicarme a nuestra casa. Supongo que él también deseaba un poco de orden en su vida. También él dejó casi totalmente abandonada su activa vida social que compartía con mi madre. Ahora se sentaba largos ratos en su sillón del salón de casa a leer y pasaba horas sin abrir la boca. Eso sí, continuaba haciendo deporte, especialmente con su motocicleta que usaba todos los días para desplazarse a cualquier sitio.

Así transcurría nuestra vida, cuando mi sexualidad estaba despertando a los sentidos y con mis 17 o 18 años, comencé a aficionarme a las películas eróticas o incluso pornográficas que ponían en televisión y siempre a escondidas de mi padre, claro, actividad que me resultaba muy excitante, pero no podía evitar el involucrar a mi padre en mis fantasías eróticas, algo que mi moral rechazaba por pecaminoso, pero mis pensamientos parecían autónomos y, en ocasiones, me masturbaba con aquellas fantasías y ayudada por las imágenes de una revista o de la televisión.

Con estos preludios cuya evolución era progresiva y empeorando, yo comencé, inconsciente o conscientemente, a crear situaciones de cierta provocación, intentando atraer la atención de mi padre hacia mí, algo que distaba mucho de conseguir. Así, me solía poner ropa que dejase ver parte de mi anatomía, tales como escotes mas que provocativos, ropa ancha para que en determinadas posturas se viese mi interior, ropa semitransparante que mostrase la ropa interior que, a su vez, era del todo provocativa, batas que dejaba abiertas hasta prácticamente la braga, …etc. Pues bien, nada de esto parecía atraer la atención de mi padre quien, en ocasiones, me llamaba la atención, de forma indiferente, indicándome que me abrochase los botones o que me subiese alguna cremallera intencionadamente dejada abierta para mostrar su interior. En una ocasión, incluso, me fui al baño a ducharme y dejé abierto el pestillo de la puerta, para esperar a que mi padre tuviese necesidad de acudir al baño y, al abrir la puerta, se encontrase de frente con mi cuerpo desnudo bajo la ducha, algo que efectivamente sucedió y puso de manifiesto el desinterés que mi padre tenía en mi físico, al pedir perdón y salir dejando la puerta cerrada tras él. No hizo alusión alguna a mi descuido en cerrar la puerta.

En otra ocasión, incluso, le solicité ayuda para que me diese su opinión acerca de un supuesto dolor que tenía en la parte inferior de mi abdomen, rogándole que me palpase la zona para comprobar si notaba algo anormal. Innecesario es añadir que me había quitado previamente la braga y al subir mi camisón, dejé al descubierto mi vagina húmeda de deseo, aunque mi pudor consiguió enrojecerme al mostrarme así ante mi padre. Tampoco dio el resultado previsto, mostrando él su parte mas tierna y comprensiva al tranquilizarme diciéndome que no debía avergonzarme ante mi padre. Pues bien, tras palpar cuidadosamente la zona, incluido mi pubis a requerimiento mío, me dio su dictamen asegurándome que no veía anormalidad alguna, por lo que sería aconsejable llamar al médico. Yo, claro, le dije que no, pues ya me encontraba mucho mejor después de su "masaje", esperando se ofreciese a continuarlo, pero no fue así.

Estos episodios, narrados en dos párrafos, se distanciaron a lo lardo de casi un mes, un día con una cosa y otro con otra, pero, ya digo, los resultados, nulos.

Transcurría un día normal, cuando la hora en que regresaba mi padre habitualmente, se había pasado notablemente, hasta el punto de llegar a preocuparme y llamar a la oficina tratando de averiguar su paradero. De allí solo pudieron decirme que había salido a su hora normal, es decir, a las 1800h.

Eran ya las 2200h cuando sonó el teléfono y yo, nerviosa, me apresuré a atender la llamada, pues me imaginaba que sería mi padre diciéndome que se había retrasado por algún motivo, como efectivamente así fue, pero la razón del retraso me causó preocupación, pues me decía mi padre que había tenido un pequeño accidente con la moto y le habían tenido que escayolar pues tenía un par de huesos rotos en ambos brazos, aunque me insistía en que el asunto carecía de gravedad. Me dijo que cogiese un taxi y me acercase a recogerle al hospital, pues no podía valerse por sí solo, aunque seguía insistiendo, que estaba perfectamente y así me lo pareció por su tono de voz, completamente normal.

Me apresuré a vestirme para salir a buscarle y cuando le vi me asusté un poco, pues tenía ambos antebrazos escayolados hasta la mano pues, según me contó después, el peso de su cuerpo cayó sobre sus manos que se apoyaron en el suelo para protegerse de la caída. Al no tener guantes, las manos habían sufrido, además de la rotura de algunos huesos, diversas contusiones y quemaduras, así como su cara que, en el pómulo derecho tenía un cardenal que le llegaba al ojo y en la cadera derecha tambien había sufrido un fuerte golpe.

Nos fuimos ya tarde a casa y en el taxi, de camino, mi padre me pidió disculpas por no haberme llamado antes y por el trabajo adicional que me daría su accidente, así como los cuidados que durante los días de escayola, tendría que dispensarle, tales como su aseo personal y ayudarle en sus necesidades fisiológicas. Yo no pude evitar un pensamiento malvado y considerar que el demonio había puesto a mi alcance aquella oportunidad que me ofrecería la posibilidad de aprovecharme y hacer realidad mis mas oscuros y perversos pensamientos. Realmente me veía, en aquel viaje inolvidable, como una auténtica pervertida, pero incapaz de dominar racionalmente mis instintos mas bajos. Se me ocurrieron mil ideas y a cual mas perversa.

Llegados a casa, mi padre me pidió que le acostase lo antes posible, pues tenía todo el cuerpo dolorido. No quiso comer ni ir al lavabo –algo que lamenté-, así es que tras quitarle los pantalones y la camisa y chaqueta que habían quedado destrozadas con el golpe, le puse su pijama y con un analgésico y un antinflamatorio, se durmió sin más. Yo aproveché para husmear en sus interioridades y conocer que ropa interior utilizaba, siendo sus calzoncillos de estilo de slips-pantalón corto y que, como estaban relativamente bien, no quiso cambiarse, igual que de camiseta. Yo no pude pegar ojo en toda la noche esperando su llamada y cabilando sobre la forma de acceder a mis deseos aprovechando su incapacidad física. Imaginé muchas formas de lograr mi objetivo, pero todas pasaban por una parte de abuso violento, pues mi padre había dado muestras sobradas de estar completamente alejado de mis deseos, no viéndome para nada como la mujer que ya era a mis diez y ocho años aproximadamente.

El primer día de convalecencia de mi padre en casa fue el mas apasionante para mí, pues era de esperar que sus necesidades acudiesen a él desde primera hora de la mañana, siendo del todo necesaria mi colaboración para ayudarle, así es que me levanté temprano y esperé que se despertase, lo que sucedió aproximadamente a las 0800h de la mañana. Sentí que mi padre me llamó y tras indicarme que se encontraba totalmente dolorido y sin capacidad para moverse, me pidió que le incorporase y le llevase al aseo, ayudándole yo de inmediato. Había llegado el momento ansiado, así es que me pidió que le despojase de su ropa inferior y le ayudase a situarse sobre el inodoro, algo que no tardé en realizar con toda diligencia, evitando que notase mi "interés" por verle en aquella violenta situación. La camisa del pijama evitó parcialmente que tuviese una visión completa de su sexo, pero lo que alcancé a ver me llenó de excitación y deseo de asaltarle allí mismo, pero mi conciencia controló mi pasión y valoré la necesidad de esperar a que hubiese otra ocasión mas asequible y, sobre todo, esperar a que su dolorido cuerpo comenzase a recuperarse; podrían ser dos o tres días, supuse y luego ya veríamos. Durante ese tiempo debía ganarme su total confianza mostrando un control propio de un adulto responsable y que mi padre se mostrase sin reparos ante mí. Así, con la guardia baja, le tendría mas a mi alcance.

Tras pedirme pudorosamente, que saliese del baño mientras evacuaba, me requirió nuevamente para ayudarle a limpiarse, lo que hice con gran espíritu de colaboración y que fuese evidente para él que podría contar conmigo con total confianza. Después de esto, se dio la vuelta y me solicitó ayuda para desnudarse, pues deseaba ducharse; le quité la camisa de su pijama y le ayudé a acomodarse en la bañera, aunque siempre de espaldas. Yo lamenté su pudor y traté de asearle sin ponerle en aprietos, aunque sintiendo sobre mi mano sus genitales en dos o tres ocasiones cuando le pasaba la esponja por esa zona y procurando recrearme en ella. Me sentía roja de pasión y me preocupaba que mi padre lo notase, pero su honestidad personal no le hubiera permitido entender lo que a mí me sucedía.

Ese primer día transcurrió entre los medicamentos y alguna que otra queja de mi padre sobre su mala suerte. Pronto llegaría el segundo y los siguientes, a los cuales me referiré a continuación.

Con el transcurso de los tres o cuatro días siguientes, mi padre fue perdiendo ese pudor inicial y mostrándose mas confiado en mis cuidados, permitiéndome que le limpiase todo su cuerpo sin reparar en si yo le miraba mas o menos. Yo, lejos de acomodarme a la situación, cada día sentía mas necesidad de gozar del sexo con él, esperando la ocasión de hacerlo; suponía que en algún momento y tras mi frotación de sus genitales, su pene debía entrar en erección y ese sería un buen momento para poder crear el ambiente propicio. Por mi parte, me iba aligerando de ropa cada día en el momento de su baño, y con la excusa de no mojarme excesivamente, pues la ducha me salpicaba y ponía el suelo perdido de agua, al tener que mantener la cortina del baño abierta mientras le lavaba.

Por fin, aquel domingo que pensábamos salir a pasear, se levantó mi padre un poco pronto, requiriéndome para su ducha diaria, algo que me apresuré a cumplir. Me sorprendió que en aquella ocasión me diese de nuevo la espalda, pero no quise hacer ningún comentario al respecto, simplemente aproveché para quitándome el pijama, meterme en la ducha con él, con la consabida excusa de no mojarme yo ni el baño con las salpicaduras de agua, aunque apenas pude articular palabra debido a mi excesiva excitación. El habitual flujo vaginal me manchó enseguida mi braguita blanca, aunque con el agua de la ducha se disimulaba sin problemas.

Su repentino pudor me brindó la ocasión, pues simplemente con la braga-tanga que me venía poniendo ya habitualmente y esperando este momento, me colé en la ducha a pesar de sus muestras de disconformidad.

Comencé a frotarle la espalda y rápidamente y a pesar de sus quejas por mi iniciativa, le pedí que se girase hacia mí para frotarle por delante, pero se negó; me pidió que lo hiciese así, por lo que casi en un abrazo y con ambas manos, le comencé a frotar su pecho... vientre y, por fin, su pene, esta vez completamente erecto y de unas dimensiones desconocidas para mí; rápidamente pensé en salirme de la ducha, pues mi nerviosismo me impedía mantener un control de movimientos coherente y, por otra parte, reconozco que me asusté de las consecuencias de la penetración con las dimensiones de aquel miembro erecto. Mi padre, sorprendentemente, me pidió disculpas por esta situación que no podía evitar, tratando de explicarme que eso era normal en ocasiones en los hombres, viéndome yo en la necesidad de explicarle también y tranquilizándole, que yo ya era una mujer adulta y que estaba perfectamente informada de la sexualidad de los hombres y, siendo su hija, no debía tener vergüenza alguna de mostrarse en su estado natural, así es que podía darse la vuelta. El, agradeciendo mis palabras, me preguntó evidentemente violento con la situación, si yo estaba desnuda, respondiéndole enseguida que por supuesto que no y tratando de tranquilizarle, así es que con los ojos bajos se giró mostrándome su parte delantera y, con sus brazos escayolados, trataba de cubrirse sus genitales, algo que por supuesto no conseguía, pero que era irrelevante en relación con la sorpresa que se llevó al verme casi totalmente desnuda, con mis pechos descubiertos y mi tanga blanco y mojado, dejando ver al trasluz mi vello púbico apenas cubierto por su escaso material.

Mi padre, sin casi poder articular palabra, me reprendió por mi iniciativa indicándome lo inadecuado de la situación, lo violento que le había puesto con esta idea mía y por mi desnudez, impropia de una mujercita que ya era su hija. Yo traté de tranquilizarle, sin poder contener mi propia intranquilidad al ver y sentir el pene de mi padre a escasos centímetros de mi vagina y con un deseo irreprimible de apretarle contra mí, pero mantuve un control mínimo y le pedí que procurase verme como yo a él, como mi padre y sin ruborizarme por ello. Era evidente que ni yo misma me lo creía, pero mi padre trató de mantener su compostura y, ahora sí pude apreciarlo claramente, sin poder evitar llevar sus ojos a mis pechos y mi entrepierna, se dejó llevar por mi iniciativa y comencé a frotarle su pecho, cuello, vientre, ... su pene erecto, sus testículos endurecidos por la larga abstinencia, sus piernas... etc. .. en fin, cuando recuerdo esta escena aún siento escalofríos. Era mi primera experiencia.

Yo procuraba aparentar normalidad y autocontrol, incluso indiferencia, sin manosear excesivamente sus genitales y mi padre, en ocasiones, cerraba los ojos, supongo que escondiendo su vergüenza.

No pasó de aquí la cosa, aunque para mí había sido algo estremecedor. No fui capaz de llegar mas adelante, pero esta experiencia habría de ser el preludio de la espléndida relación que aún hoy y espero que por muchos años, mantengo con mi padre.

Después de aquello, efectivamente dimos un paseo por el parque cercano. Era el primer día que mi padre salía de casa después del accidente y ambos nos encontrábamos felices de sus progresos. Al menos ya no tenía dolores, aunque la escayola habría de durar aún algún tiempo... por suerte!.

Durante este paseo me preguntó mi padre si me había resultado muy violento verle desnudo y en "esas condiciones" y yo, haciendo un alarde de madurez, le dije que en absoluto, todo lo contrario, pues empezaba a ver que mi padre me mostraba la confianza que se merece una hija solícita que le atiende gustosa en una necesidad de su vida, algo que él habría hecho conmigo igualmente, pues para eso está la familia. Lo que lamentaba era haberle violentado yo a él, al meterme en la bañera para poder lavarle mejor, explicándome él que lo que ocurría era que creía que estaba desnuda y no le parecía bien esa especie de exhibición ante él, que era mi padre. No pasó de ahí la conversación y me alegré de comprobar que mi padre estaba totalmente convencido de mis "buenas intenciones", por lo que las siguientes duchas habrían de ser parecidas y, en cuanto me fuese posible, mejores aún.

Después de una bonita mañana y tras el paseo, nos fuimos al bar de la esquina de nuestra manzana, a tomar el aperitivo, algo que hacía antes con mi madre. Allí tomamos dos o tres riojas –yo también, a solicitud de mi padre, quien me dijo que ya era una mujer hecha y derecha-, y los pinchos habituales, alcanzando por mi parte un nivel de euforia desconocido pues, a decir verdad, era la primera vez que bebía y no quería quedar mal ante mi padre. Tambien a él se le veía contento y saludando a sus amigos a quienes hacía tiempo no veía.

Presumía ante sus amigos de su hija y enfermera que tan bien le atendía y decía que cada día le recordaba mas a mi madre. Yo estaba francamente mareada y me ponía nerviosa perder un control que hasta ahora me había llevado a tan buenos resultados.

El día transcurrió sin novedad.

A la mañana siguiente, nuevamente mi padre me pide que le duche y nuevamente yo me dispongo a la labor, preparando todo. Este día ya no aprecio reparo alguno en su disposición para seguir mis instrucciones, dejándose desnudar por completo y subiendo a la ducha él mismo. Me decepcioné al comprobar que su pene mostraba un aspecto triste y de mirada "baja". Llegué a pensar ayer que yo era el motivo de su animación, pero hoy no parecía lo mismo. En fin, decidida a seguir con mi plan, yo tambien me quité mi camisón y, tan solo con un tanga negro que llevaba debajo, me metí con mi padre en la bañera, y le pedí que se sentase, para bañarnos en lugar de darnos la ducha de siempre, pues es mas relajante y no teníamos prisa ninguna. Yo esperaba conseguir mejores posturas para "acercar posiciones", de modo que me situé de rodillas sobre él, que quedó debajo de mí y comencé a pasarle la esponja por todo su cuerpo y cuando llegué a sus genitales, dejé la esponja y con la mano, comencé a manosearle suavemente, notando como poco a poco aumentaba de tamaño, algo que me tranquilizó, al comprobar que todo iba según lo previsto. Con cierto nerviosismo me dijo que ya estaba bien y que deseaba salir de la bañera, rogándole yo que esperase un momento, pues yo iba tambien a aprovechar para asearme. Casi en la misma horizontal su pene semierecto y mi vagina, y sin darle tiempo a reaccionar, metí mi mano aún caliente de sus testículos, bajo mi braga y comencé a frotarme y descubriéndome en parte ante su mirada asombrada. Tratando de evitar una alarma innecesaria, seguí frotándome el resto de mi cuerpo y haciendo especialmente paradas en mis pechos y mi sexo. Mi padre seguía sin reaccionar, aunque su pene sí lo había hecho.

Yo, decidida a terminar con aquel sufrimiento mío, me quité el tanga tratando de aparentar normalidad y evitar actuaciones anormales y de tensión y puesta a horcajadas sobre él, esta vez desnuda, comencé a lavarme la cabeza, dejando caer el jabón sobre mis ojos, lo que me permitió ausentarme de aquella tensa situación y permitiendo a mi padre que disfrutase libremente de sus miradas y de sus actos, si es que se decidía. Yo había puesto todo lo necesario para que él, casi con un leve esfuerzo, y hasta casi sin él dadas las dimensiones de su pene, pudiese ponerlo en contacto con mi vagina, y era lo que yo esperaba, tanto si era decisión suya como si la madre naturaleza ayudaba un poco alargando lo necesario el pene de mi padre.

Tras un par de minutos de espera, sin que mi padre dijese ni una palabra ni yo tampoco y viendo que el suceso no acontecía, comencé a agacharme suavemente buscando el encuentro deseado, algo que se produjo al instante, aunque sin mucha precisión, ya que no conseguí que la punta de su pene tocase al menos, las puertas abiertas de par en par de mi vagina húmeda. No mostré ninguna alarma por el "pequeño accidente" y, sin reacción alguna de mi padre, me propuse otro intento, esta vez mas acertado, pues pude notar, con toda mi sensibilidad a flor de piel, ese ansiado contacto, ese pene erecto y tan deseado, tocando a las puertas de mi pasión. Ya no me era posible mantener la normalidad, pues comenzaba a fluir el jugo lubricante de mi interior a raudales, cayendo sobre el pene de mi padre que, esta vez sí lo notaba, iba penetrando lentamente dentro de mí y por su propia iniciativa, o la de mi padre, pues yo no miraba ni quería estropear el momento.

Con un temblor descontrolado y escalofríos por todo mi cuerpo, dejé caer mi peso sobre el firme pilar que mi padre había puesto entre mis piernas, pues éstas ya no me sostenían. Solté las manos de mi cabellera y las apoyé sobre el pecho de mi padre, dejándome caer sobre él y sintiendo una pequeña resistencia en mi interior que no llegó a suponer dolor alguno, pero sentí mi cuerpo lleno del miembro de mi padre, a quien oía jadear y notaba un suave movimiento de sus caderas subiendo y bajando rítmicamente y proporcionándome un placer muy intenso. Para mí era la primera vez, de modo es que apenas sabía lo que tenía que hacer, pero la madre naturaleza nos dotó de un instinto básico y no tuve problema alguno para adaptarme al ritmo que marcaba mi padre.

En unos segundos, o al menos así me lo pareció a mí, note que mi padre daba un gran empujón hacia arriba y tuve que abrir mis ojos para ver que ocurría, viéndole con el rostro desencajado y sus dientes apretados, suspirando agitadamente y noté en mi interior, con una fuerza inesperada, una gran eyaculación y unos espasmos que acompañaban cada chorro ardiente que caía dentro de mí. Yo me asusté al ver a mi padre así, pensando si eso era o no normal, pero lo cierto es que en unos segundos volvió a la normalidad y me pidió que me levantase y le sacase de la bañera. Me resistí inicialmente y continué yo el movimiento, pero el miembro de mi padre perdió todo su vigor y cayó pesadamente sobre su pierna izquierda saliendo por completo de mi cueva palpitante aún y dejando salir una gran cantidad de semen que tambien cayó sobre los genitales de mi padre. Le protesté levemente recriminándole que se retirase sin dejarme disfrutar a mí tambien, pero no quise llevar muy lejos una discusión de ese tipo. No me es posible contar lo que no sucedió, tal y como he visto en otro relatos que me suenan a algo realmente anormal por la duración, repetición de orgasmos, dimensiones de los genitales, … en fin, creo que la realidad no es así, al menos la mía no lo fue y se quedó en lo que acabo de contar; eso sí, fue el inicio de unas experiencias mucho mejores y mas intensas, pero no tan espectaculares como las de los relatos que leo en ocasiones en las páginas de Internet que aún sigo visitando. Me gustaría contar una de esas historias en las que ambos disfrutan enloquecidamente durante horas, pero no fue así.

Yo me había quedado sin disfrutar del todo y fue una especie de decepción inicial, pero estaba muy satisfecha con el resultado de mi iniciativa y, sobre todo, el haber conseguido romper los prejuicios de nuestro parentesco, lo que me permitía suponer que la situación se prolongaría en el futuro.

Le saqué de la bañera y me pidió perdón con lágrimas en los ojos, algo que me provocó un trauma interior al comprender mi entera responsabilidad y hasta donde había forzado y doblegado la voluntad de mi padre, el cual se consideraba responsable del suceso.

Me pidió que le perdonase, que no volvería a ocurrir y que él era el único responsable por no haber previsto esta posibilidad. Que contrataría a una enfermera a partir de ahora y no volvería a suceder otra vez lo mismo. Me pidió que le llevase a un amigo suyo médico a solicitarle una receta para comprar en la farmacia una píldora anticonceptiva que debía tomar antes de 24 horas y así lo hicimos. Me sorprendió su control de la situación a pesar de la traumática experiencia, pues yo no había pensado en un posible embarazo y me tranquilizó comprobar que mi padre seguía pendiente de todo.

No hubo problema y, en cuanto a la posibilidad de un embarazo no deseado, todo estaba resuelto, pero el problema de conciencia no sería fácil de superar… para él.

Solo añadir, en éste punto, que mi padre trató de exculparme a mí del suceso y achacarse por completo la responsabilidad, insistiendo durante los 2 o 3 días siguientes casi de una manera enfermiza.

La verdad es que hubo de pasar algún tiempo hasta conseguir que mi padre volviese a dejarse seducir por mí, pero era del todo inevitable ante la situación de imposibilidad de contratar a nadie para ayudarle, pues el costo era muy elevado y su estado de necesidad de ayuda externa para valerse, le hacía totalmente dependiente de mí, así es que supe esperar, eso sí, masturbándome cada noche con el recuerdo de aquella, mi primera experiencia, algo insatisfactoria. A pesar de ello, yo ya veía a mi padre como un amante, y él, aunque se resistiese, el haber probado el fruto prohibido habría de condicionarle necesariamente.

Para ahorrar este lapso de tiempo muerto, de 20 o 30 días, entre la primera y la segunda ocasión que se me presentó, solo decir que mi padre me prohibió que me desnudase cuando le fuese a duchar, así es que tuve que diseñar una estrategia de provocación diferente. Decidí ponerme unos camisones que usaba para dormir, de tejidos y telas muy finas, sin ropa interior debajo, de tal modo que cuando se mojaba, se me adhería al cuerpo y se hacía semitransparente, mostrando mi anatomía al completo.

A mi padre ya no le era posible ignorar mi cuerpo como antes, sobre todo después de haberlo probado, de tal forma que yo veía reaccionar su pene ante mis provocaciones. No obstante cuidaba los momentos de su ducha evitando las mañanas y, además, distanció la frecuencia de su ducha diaria, de tal modo que ahora las hacía coincidir en ocasiones con la noche. Además, raramente me mostraba su frente desnudo, procurando que le asease vuelto de espaldas, aunque yo siempre le palpaba sus genitales y comprobaba su estado, a pesar de sus reticencias. Esto me excitaba lo indecible. Me estaba haciendo sufrir lo inimaginable.

Finalmente la situación se presentó, o mas bien tengo que decir que la provoqué, un día en el que mi padre me informó que tenía que ir a la clínica para ver si ya le quitaban las escayolas que llevaba y, en todo caso, para una revisión que tenía programada. Aquello me alarmó de tal forma que pensé que si llegaba a valerse por sí solo, perdería toda ocasión de repetir la experiencia, pues he de decir que mi padre tenía un control, para mí incomprensible, de modo es que tenía que actuar con rapidez, pues si lograba que me hiciese el amor de nuevo, sería definitivo, lo presentía. Aquel día me pidió que le duchase por la noche, y me decidí a no demorarlo mas, así es que, a pesar de su cuidado en controlar la situación yo, descaradamente, le manoseaba los genitales, frotando su pene y apretándome contra él por su espalda. A pesar de que amenazaba con salirse de la bañera, no podía defenderse, pues sus manos aún estaban anuladas. He de decir que a pesar de su resistencia heroica, conseguí que su pene alcanzase una erección total y ya le notaba algo menos resistente, así es que con mucha suavidad comencé a masturbarle, hasta sentir, con mi cabeza apoyada en su espalda, como su corazón se aceleraba notablemente. No me interesaba esta rapidez, así es que forcé su voluntad y le giré hacia mí y yo, agachándome, me metí su pene en mi boca ante su sorpresa y a pesar de que hizo un intento de retirarse, yo no le dejé y comencé a succionar, chupar y lamer, manoseando sus testículos a la vez.

Le oía repetir, "por favor…", "Dios mío, no puedo.." En fin, exclamaciones mas de éxtasis que de reproche, así es que continué suavemente frotando con mi boca y mi lengua su pene que ardía, hasta que sentí que sus frases se convertían en sonidos quejumbrosos y respiración agitada, por lo que paré de esta actividad y me levanté, quitándome el camisón que llevaba y pidiéndole que se sentase en la bañera, a lo que accedió sin poner reparo alguno. Yo, como era de esperar, tenía mi sexo ardiendo y deseando clavarme la estaca de mi padre hasta el fondo de mis entrañas, así es que me senté nuevamente sobre él y coloqué su pene en la puerta de mi sexo, introduciéndolo lentamente, sintiendo cada milímetro de su piel rozando las paredes interiores de mi vagina, volviéndolo a sacar para introducirlo otra vez lentamente… mi padre se dejaba llevar sin oponer resistencia alguna y yo disfrutaba cada segundo controlando como una experta la situación y aprovechándome a tope del momento. Poco a poco y con intensidad creciente, comencé a hacer flexiones rítmicas sobre mi padre, con todo su pene en mi interior, pero tratando de evitar que alcanzase el orgasmo antes que yo, aunque me pareció observar que ahora mi padre también colaboraba en este empeño, así es que cuando yo iba alcanzando una velocidad "de crucero", mi padre reaccionó y me pidió que parase un momento; creí que quería parar, pero pronto comprendí que quería tomarse un respiro para conseguir que yo alcanzase esta vez el mejor y mayor orgasmo de mi vida.

Me levanté de mi posición sintiendo un tremendo vacío en mi interior y seguí impulsiva e inconscientemente frotando mi clítoris con mi mano, pero mi padre me pidió un momento para colocarse y se tumbó sobre el fondo de la bañera, pidiéndome que me pusiese en cuclillas sobre su boca... ¡aquello era de locura!, ¡me lo pedía él!.

Pronto acerqué mi sexo a su boca y comenzó a pasarme su lengua por toda la zona mas sensible de mi cuerpo hasta centrarse en mi clítoris, que localizó sin dificultad, pues he de decir que en mi caso es bastante grande. Yo alucinaba y me parecía imposible lo que estaba viviendo, pero no quería pensar en nada y solo disfrutar de lo bien que sabía hacérmelo mi padre. Durante un rato, creo que bastante, yo gozaba sin parar, pero sin alcanzar el orgasmo pleno; creo que me lo impedía la situación tan atípica que vivía. Reconozco que sentía cierta preocupación por lo que pasaría a partir de entonces, pues conocía a mi padre y me parecía imposible que estuviese colaborando activamente en aquello. Llegué a pensar que era otro de mis sueños eróticos.

De mi vagina manaba un flujo incesante que pedía la penetración profunda que había sentido antes, pero mi padre no me soltaba y yo no tenía fuerzas para reclamar nada, pensando que podría arrepentirse, así que me mantuve en esa posición retorciéndome literalmente cuando sentía que el éxtasis se aproximaba. Recuero que en aquellos instantes me preocupaba si mi padre podría sentir repugnancia por lo que le caía sobre la boca, pero no parecía importarle.

En unos minutos, no muy cortos a decir verdad, supongo que 10 o máximo 15, alcancé el mayor placer que había sentido hasta entonces en mi vida y, sin poder contener un grito alargado y tenso, disfruté de los espasmos mas convulsos que se puedan imaginar.

Dejé pasar un rato después de correrme en la misma posición y mi padre proseguía una succión suave y placentera sobre todo mi sexo que aún sufría unas contracciones intensas, esperando que yo disfrutase de ese post-orgasmo intenso que estaba teniendo. El lo sabía y no me apresuró a terminar. Solo me dijo al levantarme :"Qué tal hija? ¿Lo has disfrutado hoy?" Creo que la expresión sonriente de mi rostro le dio la respuesta y entonces pensé que él aún no había terminado. De hecho, miré hacia atrás y vi su enorme verga aún erecta con una dureza extraordinaria. Comprendí que aún él esperaba algo, así es que me giré y me agaché sobre su pene comenzando a chuparle yo a él, con toda la delicadeza y cuidado de era capaz, pero me pidió que me sentase sobre su pene otra vez, pues lo que no quiso antes es correrse dentro de mí, para evitar embarazos indeseados, pero que ahora, durante unos minutos, podría controlar la situación, así es que podría penetrarme con cierta tranquilidad y mañana, compraría definitivamente píldoras anticonceptivas y podríamos disfrutar sin temor alguno.

Yo me alegré sobremanera comprendiendo que mi objetivo lo había logrado: por fin mi padre se había convertido en mi amante y tendríamos todo el tiempo del mundo para disfrutar de ese placer y del amor, sí, amor real que, yo al menos, sentía por él.

Me dispuse a darle un poco mas de actividad a mi sensible vagina y esta vez, ya mas tranquila con mi pasión satisfecha, me centré en devolverle a mi padre todo el placer que él me había dado a mí minutos antes, así es que suavemente comencé a introducir su pene en mi vagina y a subir y bajar con lentitud. Pronto comprendí que podría volver a alcanzar otro orgasmo sin dificultad, si mi padre tenía un poco de aguante y parecía que hoy iba la cosa muy bien. Al cabo de unos minutos y ya ambos sincronizados en un movimiento rítmico y sensual, yo me acoplaba totalmente sobre mi padre, viendo desaparecer totalmente dentro de mí, su magnífico ejemplar, tan dentro que sentía casi dolor interno cuando me dejaba caer por completo sobre su miembro, pero era un dolor que me hacía sentir la conciencia del tremendo placer y desconocido para mí, que estaba sintiendo. Aquello era mucho mejor que todo lo que había visto en las películas y en revistas… aquello era real!!

En esta ocasión fue distinto, pues efectivamente él controlaba la situación. Mi lívido iba subiendo nuevamente estimulada por tan placentera actividad y ya no pensaba sino en alcanzar otro orgasmo lo antes posible, sin preocuparme de las consecuencias; todo me daba igual. Ardía nuevamente de pasión y no quería, por nada del mundo, estropear el momento, pero mi padre tenía otras intenciones. Me pidió parar un momento y colocarnos de forma que pudiésemos acabar con la boca. La verdad es que me estropeó un poco la fiesta, pues no me ha gustado demasiado esas variantes, pero accedí en mi ánimo de no contrariarle y facilitarle cuanto desease, así es que nos situamos en posición adecuada y comenzamos cada uno con nuestra labor.

La penetración, para mí, es incomparable, pero he de reconocer que mi padre sabía hacer disfrutar a una mujer con el sexo oral, mejor que nadie, así es que nuevamente mi pasión me hacía arder y no creo que pudiese aguantar mucho mas. La verdad es que era incapaz de controlar lo que le hacía a mi padre, pues mi cuerpo sufría de convulsiones y espasmos y carecía de control alguno sobre mis movimientos.

Os puedo asegurar que nuevamente tuve un orgasmo tremendo, quizá con mas intensidad que el anterior, hasta el punto de que recuerdo que brotaron lágrimas de mis ojos. Al cabo de unos segundos reaccioné y traté de continuar la labor que a mí me correspondía, pues mi padre seguía armado y a la espera de su parte, aunque él seguía lamiendo mi sexo incandescente y enrojecido, mas por el placer sentido que por la frotación física.

Cuando aún sentía las contracciones de mi orgasmo, largo e intenso, sentí un borbotón de semen en mi boca que me sobresaltó y me hizo retirarme por un segundo, pero rápidamente reanudé mi actividad y procuré hacerle a él algo parecido a lo que él me había hecho a mí, así es que me aguanté ese punto de repugnancia que confieso sentí en aquel momento y le procuré todo el placer que pude. También él ahora se retorcía debajo de mí y su lengua ya no controlaba los restregones que aún me daba por mi zona sensible.

Le pedí que nos fuésemos a la cama a hacer el amor tradicional, pero él, con buen criterio, me aseguró que no podría ponerse sobre mí pues no podía aguantar el peso de su cuerpo con sus brazos, y que, además, quería comprar píldoras anticonceptivas al día siguiente para poder hacerlo con toda tranquilidad. A pesar de eso, aquella primera noche que dormí con mi padre, fue algo inigualable; le abracé tiernamente y le pedí que me tomase como su amante para siempre, pues yo siempre le había deseado y no quería entregarme a ningún otro hombre. En fin, creo que sentamos las bases de una sólida relación de futuro y, por ahora, todo permanece dentro de una estabilidad absoluta. Ambos estamos completamente satisfechos y practicamos el sexo casi a diario… he de añadir que casi siempre a requerimiento mío, pues mi pasión continúa siendo como en aquellas primeras experiencias.

A pesar de lo relatado, os puedo asegurar que los día siguientes fueron tremendos: las sesiones de sexo eran a diario y aunque sin demasiadas repeticiones, al menos una o dos veces cada día disfrutábamos de nuestro amor.

Ambos aprendimos a satisfacer a nuestra pareja y ese era nuestro objetivo.

Especialmente los dos o tres días siguientes a la utilización de la píldora, fueron extraordinarios, algo que pienso relatar en otra ocasión para, al menos, mi propia satisfacción y la de aquellos a los que gusten de estas experiencias, sobre todo si son tal auténticas como la mía.

Por Fermina

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