miércoles, 14 de septiembre de 2022

El despertar sexual de Cassandra 6 (final por ahora)


La muchachita está creciendo y aun no se acostumbra a los cambios en su cuerpo, de un tiempo para acá su cuerpecito se acalora muy seguido y su cosita se humedece mucho aún en situaciones que no son del todo agradables, por lo que Don Marce podría no ser el único viejo verde que saque provecho de esto. El maestro Pepe saldrá a cenarse un buen lomo.

Relato cargado de adjetivos hasta el vómito, lenguaje obsceno, algunas palabrillas propias del folclor mexicano, un poco de machismo, escenas ridículas, viejos léperos de medidas absurdas, algunos demasiado viejos que ya no se les para naturalmente, jovencitas esculturales cuyo único delito fue precisamente haberse llenado de curvas, una no muy afortunada manera de transmitir un escrito en cuanto a reglas del lenguaje se refiere.


Palabras del autor:

Hola, el presente relato demoró un poco en su elaboración, por lo que posiblemente se lean algunos datos que actualmente se encuentran desactualizados. También aclaro que el relato contiene escenas perversas que podrían incomodar a cierta audiencia, enfatizo mucho en lo pervertido que son los “maduros” recalcando en prácticamente cada párrafo las ganas que tienen por cogerse a las protagonistas.

También recalco que presumí de enviar un relato de más de cien páginas, he enviado exactamente las cien, cortándole unas cuantas que me servirán para iniciar el capítulo 7. La extensión es considerable debido a que necesité detallar/recrear algunas escenas las cuales dada mi inexperiencia no pude detallar/recrear en relatos pasados, lo que indica que este puede ser el relato más extenso de la serie. El capítulo 7 sin fecha programada. Gracias.

Casa de Cassandrita, sábado 10:04 am…

…después de haberse devorado un desayuno ligero, cereal con leche y plátano en rodajas, (aunque Cassandra ya sabía cocinar; su madre, siempre cuando podía, procuraba dejarla desayunada) y haber enjabonado e higienizado su muy bien formado cuerpecito aplicando una atención extra a su recuperada intimidad, la nena salía de la regadera cubriendo su delicada piel que forraba esa imponente anatomía femenina solamente con los millares de gotitas de agua que por su cuerpo resbalaban. Al saberse sola (puesto que su madre ya se había retirado, y el viejo en estos momentos ya habría llegado a su casa) la única prenda que vestía a la niña era la toalla de caricaturas enrollada en su negro-azulado cabello.

La muchachita, después de haber superado ese lapso de nerviosismo que representaba el saberse que en pocas horas estaría nuevamente dentro de la casa donde entregó su virginidad, y después de andar desde el baño hasta su cuarto con natural cadencia femenina, llegaba hasta su tocador dejando detrás de ella un halo de aromas característicos y propios de los champús que utilizan las señoritas hoy en día así como una mancha húmeda en el piso por cada paso que daba. Se miraba en el amplio espejo del tocador ladeando su carita para asegurarse que en su impecable y limpiecita piel facial no existiera ningún tipo de imperfección y procedía a sentarse ante el espejo cruzando sus interminables piernas como muestra de recato, elegancia y feminidad. Hace apenas algunos años atrás a Cassandrita podía vérsele sentada con sus piernas ligeramente abiertas aun cuando ella usara vestiditos o falditas cortas propios de una niña cuya edad recién rebasaba las dos cifras. Pero ahora, comportándose como toda una mujercita, la encantadora jovencita tenía el acto reflejo de depositar una de sus piernas arriba de la otra cada que se sentara aun usando pantalón.

La agraciada y desnuda muchachita, después de aplicarse cuidadosamente una tenue capa de pintura en sus uñas de pies y manos, tomaba una de sus cremas, acercaba el frasco a su respingada naricita para aspirarla y después de tremenda inhalación procedía a aplicársela por toda su pecaminosa anatomía. Primero brazos, hombros, cuello, espalda alta y baja, inclusive esos degustables pechos eran masajeados al momento que ella de la manera más sensual e inocente que se pudiera imaginar aplicaba la pócima sobre sus carnosas y bien paraditas delanteras las cuales eran levantadas levemente por efecto del manoseo para después regresar a su natural posición producto de la gravedad.

Y es que esta crema era especial, además de expeler un olor a fresa la crema también tenía un saborcito propio de la fruta, aquel bienaventurado que tuviera la gracia de saborear semejantes melones y lamer tan femenino cuerpo podría también degustar en su paladar el fino sabor a fresa que cubriría los pechos, piernas y vientre de la muchachita. Y no solo ahí, la nenita procedía también a aplicársela alrededor de su depilada y suavecita zona íntima, ni siquiera se salvaba de ser encremada esa pequeña ranurita de alrededores carnosos y sonrosados que la nena llevaba entre sus piernas puesto que sabía que era una parte que su novio-viejo no dudaría en saborear.

No era difícil para Cassandrita hacerse de tales cosméticos ya que la niña, desde que poco a poco crecía y se convertía en toda una mujercita se había vuelto clienta de una señora vecina de la colonia que ofrecía casa por casa este tipo de artilugios además de perfumes y accesorios. Inclusive Doña Rosy (mamá de Cassandrita) reconocía en las pláticas que llevaba con sus aseñoradas amigas que era su hermosa hija quien últimamente le escogía a ella lo adecuado para que algo le combinara.

Después de haberse aplicado la loción, la nena se levantaba sensualmente para escoger la ropa que usaría esa inolvidable tarde, la tarde que pasaría encerrada con un viejo caliente. Cassandrita quería que esto fuera especial y tenía en mente impresionar a Don Viejo, que este se sintiera halagado y correspondido, sin embargo la aun desnuda chiquilla todavía con la toalla enrollada en su cabeza comprobaba, después de haber volteado y revoloteado todo su guardarropa y parada sugerente enfrente de la montaña de femeninas ropitas con sus manos bien puestas en esa curvatura que ofrecía su esbelta cintura, que ninguno de sus deliciosos trapitos serían lo suficientemente provocativos como para igualarse a las musas que adornaban el cuarto de Don Marce.

Pero era obvio que la colegiala, al no encontrar nada que se ajustara a sus deseos, no podía irse desnuda, tenía que escoger algo, y después de ponerse una muy ajustada lycra boob top que le acentuaba y apretujaba sus turgentes y lujuriosas chiches y un calzoncito que sin ser tanga era tan pequeño que se le escurría un poco entre el perineo, la muchachita elegía una blusita color rosa con estampado de Kitty y un jeans a la cadera color azul marino que pocas veces había utilizado.

Mientras la nena se iba subiendo esta última prenda a la altura donde termina el muslo y empiezan las nalgas, la niña presentía como si su pantaloncito se hubiera encogido pues lo hallaba sumamente ajustado en comparación a otras veces, o era eso o ella se estaba poniendo más nalgona y caderona, se decía, tuvo que levantar un poco sus piernas y dar un par de brinquitos para que su pantalón pudiera estirar a una altura donde cubriera por completo su pantaleta, le quedaba tan justo que podía sentirlo apretado hasta en sus pantorrillas, podía sentirlo comprimiéndole sus piernotas y podía sentir como sus nalgas tensaban al máximo la tela del jean, cavilaba la hermosa doncella con uno de sus deditos en su sonrosada boquita al tiempo que se miraba las espaldas y veía el reflejo de su trasero en el espejo de cuerpo completo admirando lo ceñido que encontraba el pantalón y lo redondo que se le miraba el culo. Le quedaba tan pegadito que no hacía más que delinearle sus potentes curvaturas al grado de parecer mallón y eso hasta cierto punto le agradó.

-no manches, no me cabe ni la mano- opinaba la muchachita al tiempo que intentaba meter sus deditos entre uno de los bolsillos traseros de su entallado pantalón.

Aprovechaba algunos minutos para cambiarle el forro y la sábana a su cama para evitar que algún resto de fluidos pudiera delatarla y de paso verificar si el pantalón no sería del todo molesto al caminar, unos botines de medio tacón podían escucharse cada que ella se desplazaba. El lacio natural de su cabello le obstaculizaba cada que ella se estiraba al tender nuevamente su cama y por pedrería solamente unos discretos aretes y un par de pulseras en su muñeca derecha la engalanaban, una muy leve capa de polvo de ese que quita el brillo en el rostro y un poco de brillo labial el cual lo embarraba coquetamente friccionándose sus labios, y con ese poco maquillaje Cassandrita ya parecía rondar los diecinueve, ya era legal ante los ojos de los hombres.

Cassandrita escogía un calzón de repuesto un mínimo más amplio que el que portaba y un shorcito de licra negro, de esos que solo usaba en casa y eso cuando no hubiera visitas, así como unas sandalias de tacón medio de corcho y los guardaba en su bolso, según ella para andar en la casa del viejo solo portando estas prendas y quizás una de las camisas de su senescente caballero atada de la cintura mientras le haría el aseo o le prepararía el almuerzo después de que ambos terminaran de acostarse, se decía sin dejar de expresar una coqueta sonrisa al tiempo que se atomizaba un par de rocíos de su mejor perfume.

Sin embargo, de último minuto la nena tomaba una buena parte de sus ahorros y se decidía a salir rumbo a otra dirección.

Capítulo 6: Vídeos caseros

Minutos antes…

El retorcido Don Marce, después de su escabrosa huida de la casa de su pequeña amante, corría agitado y cojeante por toda la acera, y con una cara de caliente que no se la aguantaba ni él mismo. El intenso dolor producto del golpe en su flacucha pierna (cuando cayó de la ventana) que lo hacía renguear cada que pegaba una zancada de mula era notoriamente superado por la calentura que en esos momentos el sudado viejito portaba. Una descomunal erección aun después de haberse prácticamente deshidratado las bolas y las repetitivas inhalaciones y lamidas que le daba al calzón que llevaba entre manos eran prueba de dicha alteración libidinosa que hacía que el viejo fuera hasta llorando, llorando pero de calentura.

Mientras corría, al mismo tiempo que se acomodaba su escasa y plateada cabellera a la vez que se subía el short para que no se le vieran sus desaparecidas nalgas y terminaba por acomodarse el húmedo y roído sport, en sus pensamientos el envilecido cascarrabias ya casi se imaginaba desnudo y sosteniendo una cámara mientras Cassandrita posaría recostada en su cama, vestida con sugestiva lencería o con un trajecito escolar y con unas trencitas de colegiala que no hacía más que erotizarla y verla sublimemente deliciosa y penetrable, y entre sus manitas una chupeta a la que le daría tímidas lamidas para después el viejo ubicar la cámara en una posición estratégica a la filmación y comenzar a encuerarse recreándole la pupila a su joven venerada quien se calentaría al verlo con la adónica imagen de un viejo cincuentón de pellejos caídos y vellos canosos esparcidos por todo su amorfo cuerpo, para proceder a reventarle la panocha a vergazos hasta volver a correrse dentro de ella.

Todo esto sucedería así, incluso el viejo le hubiera pedido antes de retirarse, que se llevara de algún modo su uniforme de escuela, pero…

…los acuerdos pactados por Don Marce y Cassandrita sobre pasar toda la tarde solitos y encerraditos en ese caloroso cuartucho distaban mucho de eso. Desde que el ardiente vejestorio llegó a la casa de la nena la noche anterior y antes de pegarse tremendo revolcón que dejó a la adolescente viendo estrellitas este ya llevaba un licencioso y bien elaborado anteproyecto, llevar a Cassandrita a un lugar donde sus seniles amigos la conocieran en persona, finalidad que había alcanzado de último minuto la privada conferencia de ancianos rabo verdes, pero para esto tenía que convencer a la apetecible niña cara de muñequita de hacerla salir de su casa, etapa que al parecer ya se podía dar por cumplida.

El solo pensar que su plan iba fructificando hacía que Don Marce, quien corría arqueando sus brazos de una manera no muy ortodoxa llegándose a ver hasta amariconado en su trotar, y valiéndole una reverenda verga que estuviera a plena luz del día, sintiera una insana necesidad de jalarle el cuero a ese enorme miembro que apenas y le cabía en los calzones, se decía el acalenturado mientras daba algunos descarados sobajeos a su miembro viril por encima de su short.

¿Por qué el cochino viejo tenía en mente pasar la tarde con Cassandrita junto a sus jubilados amigos cuando bien podría pasar todo el día solo con ella y disfrutando de sus cálidos elixires vaginales?

Existían dos respuestas para esta interrogante.

La primera era meramente monetaria, si algo caracterizaba al viejo Marce era su avaricia y tacañería (A menos que se tratara de gastar en algo que tuviera que ver con coger). Después de esa fogosa plática que los pervertidos senectos habían llevado a puerta cerrada en la casa del tendero y en donde este último hizo alarde hasta el último minuto y con exagerados lujos de detalles sobre su rendimiento físico y sexual para podérselas en la cama con una nenita recién sacada de la pubertad y con un cuerpo para el escándalo y sin ningún tipo de pastilla o pócima mágica que le ayudara a perdurar la erección, desde luego haciendo especial énfasis en la energía y vitalidad de ella al moverse completamente ensartada, así como lo escandalosa que era cuando se realizaba el mete-saca, los viejos habían quedado aun incrédulos, con sus vergas bien paradas, eso sí, pero incrédulos.

Ni siquiera había sido suficiente para convencerlos el recital de bufidos y quejidos femeninos realizado por el viejo Marce quien aplicó sus mejores y más profesionales dotes de imitador de féminas gimiendo, las carcajadas burlescas hacia la forma en que la mujercita o las mujercitas gimen por parte de él y de sus contlapaches y el poco logrado intento de dramatización de los femeninos y sufridos rostros cuando la tienen adentro, todo esto aplaudido, coreado y secundado por los demás macrobios. El no habérsela creído no fue impedimento para que el júbilo y el hinchamiento de miembros hayan sido enloquecedores esa tarde-noche.

No era fácil para la cofradía de salaces reliquias andantes digerir un relato en donde su achochado amigo tuviera algo que ver con una chiquillita tan linda, tan hembrita, tan inaccesible para cuatro viejos a quienes no se les paraban ni las moscas, a quienes ni siquiera en la placita del parque se les acercaban los pichones o palomas para ser alimentadas y cuyas destartaladas presencias inspiraban a las chiquillas que a esa hora salían a correr o trotar a cambiar de ruta al verlos ahí sentados puesto que el sentir de esas pervertidas miradas sobre sus escotes o entrepiernas marcadas era por demás advertible.

La niña debería de estar deficiente de su cabecita si es que esta en verdad se andaría dejando coger por semejante guiñapo de persona quien en estos momentos corría presuroso con un visible tic atacando su ojo izquierdo y con una cara de pedófilo enfermo a punto de cometer alguna canallada mientras incómodamente y casi cayéndose por el constante bajar de sus prendas (short y calzón) se volvía a subir su pantaloncillo al mismo tiempo que era observado por las personas que ahí transitaban quienes no tenían explicación por la cual ese ancianito de piernas sumamente flacuchentas y barriga abultada corría como si lo fuera correteando un burro en plena época de celo.

De este modo, los vejetes reclamaban una prueba más contundente que una fotito y un minúsculo calzón y que demostrara fidedignamente la existencia de dicha jovencita y de que en verdad su buen y respetable amigo le anduviera lamiendo sus partes, llegándose a la conclusión de que se debía de realizar la presentación formal de tan exuberante muchachita, cosa que en un principio no gustó mucho al tendero pues sabía lo pervertidos y mano largas que eran sus compinches de puterías pero cuando se tocó el tema monetario el viejo, con todo el dolor de su corazón, tuvo que ceder. Aprovechando que Don Cata había sido invitado a la boda de la hija de un muy buen amigo suyo y con la suerte de que la invitación que le fue enviada llevaba un máximo de varias personas, más aun contando con la suerte de que Tío Cande era el padrino del cochino, Don Cata elegía llevar al resto de la pequeña asociación y a la apetecible señorita en cuestión en vez de a su enorme esposa y algunos de sus nietecitos.

La segunda razón era más que nada por orgullo, por estatus. Para Don Marce el ser visto por sus agusanados amigos con semejante prospecto de hembra (refiriéndose a la edad, porque en cuerpo Cassandra ya era toda una hembra hecha y derecha) hacía que su verga ya estuviera nuevamente tiesa, su corazón bombeaba sangre a todo lo que daba para que este carnal instrumento estuviera nuevamente presto y listo por si se le solicitaba y para colmo sus bolas parecían haberse inflado con sendas acumulaciones de amarillento y reproductivo esperma ya a espera para ser descargado.

El mismo Don Marce, ya en su casa, llevado por esa naciente fiebre lujuriosa se bajaba el short a medios musletes solo para comenzar a afilar su moruna, la cual aún estaba humedecida tanto en femeninas salivas debido a la mamada de despedida que le dio Cassandrita como confirmación de su asistencia como en sus propias lubricaciones naturales, mientras este desvergonzado le daba sendas inhaladas al hurtado calzón de su señora suegra. Estaba tan enfermo, tan retorcido que hasta se lo metía a la boca y parecía intentar bajárselo por el gañote, no podía, teniendo que sacárselo para evitar asfixiarse. Era verdaderamente para admirar la velocidad con la que Don Marce se jalaba el pescuezo y la sorprendente fuerza que hacía en su despellejado rostro tratando de aguantar el mayor tiempo posible la apocalíptica corrida que seguramente lo dejaría casi desfallecido, sus flacos muslos se movían como si estos pertenecieran a un viejo muñeco de trapo o como si estuvieran constituidos por gelatina y las chupadas piernas apenas y podían soportar la grasienta masa antiestéticamente acomodada en su tronco. A pesar de sentirse todo un galán de novela, el cuerpo que presentaba Don Marce era sumamente descuidado y asqueroso, lleno de manchas propias de la vejez y suciedad en sus arrugas producto de su falta de higiene, expeliendo en todo momento un olor propio de la vejez combinado con sudor.

Estando a punto de soltar su olorosa esencia, el decrépito, casi llorando, hacía tremendos esfuerzos y chillidos marranescos como si estuviera siendo capado para que su gelatinosa y olorosa masculinidad regresara a sus “colgantes depósitos”, “nada de leche malgastada” se decía el agitado vetusto (mientras se limpiaba el exceso de babas lúbricos en sus genitales con el calzón de su señora suegra) quien había encontrado el correrse dentro de la niña como lo más maravilloso que le hubiera acontecido en su calenturienta vida. Aun podía sentir en su miembro el cálido apretar que la panochita de su enamorada le proporcionaba, comenzó a recordar con cara de engolosinado cuando él empezó a escupir la leche dentro de ella, el solo pensar que en esos momentos su fértil semen se albergara cómodamente en lo más íntimo de su pequeña enamorada y que sus prolíficos espermas correrían presurosos tratando de lograr el propósito de la copulación, más contando que su mujercita le había advertido antes de ser llenada que se encontraba en días peligrosos hacía que su inflamación genital no cesara, casi se meara de calentura y se tomara el pecho sintiendo como la presión cardiaca peligrosamente se le subía por tales pensativas, ni el mismo se creía lo que acababa de acontecer.

-aaayyy, ahhhh, que me entierren en mi pueblito- gemía el viejito tomándose el pecho a la vez que se desplomaba arriba de su viejo y apolillado sillón (ese donde desvirgó a Cassandrita) que servía, más que como mueble del hogar, como burdel de roedores.

Ganas no le faltaban a este esperpento por terminar su caliente manuela y porque no, pasarse todo lo que restara del día masturbándose como si mañana tuviera que rendirle cuentas al Creador, hasta que se le agotara toda la leche de sus majestuosas y colgantes testes y echara pura agüilla cristalina, hasta que le salieran dolorosas yagas o laceraciones en el glande de tanta fricción masturbadora imaginando que su degenerado propósito tendría un fructífero y fecundo resultado, el solo imaginar a la niña con su vientre creciéndole día a día con la certeza de que ese crío sería suyo hacían que Don Marce temblara de su cuerpo como si le estuviera dando el telele mientras de su boca no dejaba de salpicar copiosas gotas de saliva y casi parecía jaiba echándose constantemente cargados espumarajos de sus rancias fauces. El viejo tuvo que tomarse del marco de su puerta para evitar caerse pues sentía que hasta las piernas se le aguaban puesto que en ese momento se dirigía a su tienda a tomar una cerveza y brindar por su epopeya realizada.

Por si esto no fuera lo suficientemente desenfrenado el viejo ya casi pensaba en que apenas la nena cumpliera la mayoría de edad este desarrollaría un plan tan maligno que contemplaría el raptársela a sus padres y llevársela a vivir con él muy lejos de ahí olvidándose de su estado académico para así cogérsela todas las noches y hacerle infinidad de críos.

Claro que estas eran calientes alucinaciones que Don Marce maquilaba para aumentar su fogosa calentura. Es sus planes, Don Marce solamente pensaba en saciarse sexualmente con la niña hasta donde se pudiera, si en algún momento la cosa se pusiera dura, sería la hora de esfumarse a su natal pueblito hasta que el alboroto se calmara. Aunque, según las reflexiones que el viejo hizo camino a casa se convencía que Cassandrita representaba casi a la mujercita ideal, tanto que si el viejo contara con unos treinta años menos bien podría tomar en serio la relación con la mocosa.

Lejos de toda cochinada que el viejo soñaba con hacerle (como darle una excelsa comida de culo la próxima vez que la tuviera empinada) encontraba que la niña era indiscutiblemente bella y con un cuerpazo bruto que se le veía tan rico cuando se la acomodaba de a perrito. Sencilla ya que era de las pocas nenitas que cuando entraban a comprar a su tienda se abstenía de tratarlo como un simple lacayo, ella siempre se había expresado con educación y cortesía. Según sus pervertidos estudios sobre la niña durante varios meses atrás y en donde la veía platicando con sus compañeritos de colegio o esperando a sus padres mientras él se pajeaba hasta acabar en la seguridad de su escondite llegaba a la conclusión de que no era una vulgar calientapichas1 como muchas chiquillas que si se dejaban agarrar sus cositas por sus compañeros de escuela. Sabía cocinar y encargarse de las labores domésticas considerando esto último como algo poco común entre la actual comunidad juvenil femenina.

Pero sobre todo y lo que más le emocionaba era que lo que la nena tenía de pudorosa y comportada estando en público, lo tenía de puta en la cama. Don Marce se había encontrado con el sueño de todo hombre guarro, una muchachita comportada como toda una damita de sociedad, pero una verdadera viciosa en la cama capaz de realizar o dejarse hacer las más impúdicas tácticas de concupiscencia. Meditaba el viejo nuevamente sentado en su sillón con sus pantaloncillos en los tobillos, dándole un importante sorbo a su cerveza en lata y agitándose el hediondo glande que ya había aromatizado la pequeña salita con sus fuertes olores.

Mientras el viejo descansaba un poco recostado en su sillón encendía el televisor descubriendo que había dejado en pause una porno precisamente en una escena anal, esto le hizo recordar que debía de elucubrar su próxima maniobra que sería romperle el culo a tan idílica muchachita y para esto ya tenía una o varias películas en su dormitorio que vería junto con la niña al tiempo que la seduciría para ellos ir representando fielmente cada una de las posturas en que fornicarían los actores.

Así como para la nena no era difícil hacerse de coquetas ropitas (excepto sostenes) y deliciosas cremitas, para Don Marce no representó mucho trabajo haberse hecho de toda una colección de cintas pornográficas compradas en un pequeño callejón de mala muerte unas cuadras más abajo de donde él vivía (y de la propia escuela) y en donde también podía conseguirse otro tipo de mercancías, como ropa, celulares de dudosa procedencia y orégano chino. Dichas cintas fílmicas que conformaban buena parte del extenso compendio de Don Viejo y que podían servir para la introducción de la nena al mundo del anal expresaban en sus carátulas un sinfín de términos anglosajones como “Juicy white anal booty”, “Butthole whores”, “Little teens anal sluts” y muchas, muchas, muchas más.

Para finalizar, Don Marce nuevamente procedía a realizarse una limpieza genital con los calzones hurtados de Doña Rosy ya que lubricaba como can, para posteriormente dirigirse a su baño y descargarse una escandalosa meada salpicando toda la taza y parte del piso.

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Lejos de ahí, en un congestionado autobús de segunda clase, una delicada y levemente envarada jovencita recién bañadita y embardunada en encantadoras esencias frutales que no caían en lo empalagoso, viajaba parada a inicios del pasillo; la misma gente acumulada en el hemisferio del pasillo y el quedarse cerca de la puerta de acceso no le sugirió avanzar más. Parece ser que ese día, sábado, varios trabajadores de construcción habían salido temprano o se dirigían a otra obra, puesto que en el autobús iban varios de ellos.

La inconscientemente sugerente jovencita había llamado poderosamente la atención de varios (o de todos) de los obreros así como pasajeros normales que alcanzaban a verla con su ajustado pantalón de mezclilla marino que, ayudado por sus botines de medio tacón, le estilizaban aún más sus potentes piernas y que no dejaba de vérsele entallado en cada postura en que ella se acomodara. Además de esa blusita rosa de Hello Kitty algo corta puesto que, estirada, dejaba desnudo unos buenos centímetros del esbelto vientre de la muchachita además de que esta se le amoldaba perfectamente a esa fina cinturita, quien estuviera sentado detrás de la nena podría admirarle esa línea natural en la espalda que anuncia el inicio del canalito que surca la espalda así como un par de coquetos hoyuelos en su piel ubicados justo en los inicios del jeans sin presillas, pero sobre todo esas carnosas nalgotas. Ninguno de los hombres que alcanzaban a comérsela visualmente, ya sea descarados o con disimulo, sentados o de pie, llegaría a imaginarse que hace apenas unas horas esa preciosidad de niña habría cogido con un viejo mucho más feo y asqueroso que cualquiera de los ahí presentes (o casi cualquiera) y que encima había acabado dentro de ella.

Acomodándose los cabellitos que eran revoloteados por efecto del caliente aire y que le alcanzaban a cosquillear su fina naricita para volver a afianzarse al tubo que separa a la cabina del conductor del resto del autobús, Cassandrita entraba en una especie de debate en su mente sobre si siempre ir o no ir al compromiso que se había pactado con el viejo caliente. Sabía que lo más probable sería que el viejo intentaría convencerla de quedarse a dormir otra vez con él, con esta serían ya dos noches durmiendo con el pervertido abarrotero y muy posiblemente esto ya despertaría sospechas en sus padres, meditaba la chiquilla. También, aun había algo muy dentro de la nena que la amonestaba por llevar una relación a escondidas y con un hombre mucho mayor que ella, cavilaba esto mientras recargaba delicadamente su frente contra el frio tubo vertical. Pero al pasar a recordar los últimos sucesos ahora en el ámbito sexual todo lo que dije anteriormente poco a poco se iba desvaneciendo.

Primero recordaba esa noche en que conoció al viejo afuera de su humilde establecimiento y como este se hacía el gracioso para hacerla reír y mantener su atención y en donde hasta le invitó una botella de agua que a ella se le olvidó pagarle (pero después el viejo la cobró bien cobrada), la tarde-noche en que se convirtió en mujer y que cada vez que lo pensaba más se aseguraba que había sido obra de las circunstancias y no un intento de aprovechamiento por parte del perturbado vejete, las ricas cosquillitas y escalofríos que sentía en su cuerpo cuando el viejo la besaba, la acariciaba o revolcaba su lengua sobre su intimidad, pensando esto Cassandrita apretaba sus muslos pues un creciente y eléctrico salpullido muy rico comenzaba a brotarle en sus íntimas partes así como una húmeda sensación nacía impregnándole su tibia pantaleta.

“Ay, está haciendo mucho calor hoy” se decía mentalmente la nenita echándose aire a través de un soplido que alcanzaba a levantarle un poco su flequillo mientras recordaba el manchado coco de Don Marce moviéndose oscilatoriamente entre sus bien abiertos muslos mientras ella le regalaba femeninos gemidos y delicadas caricias en su calva. Se le hacía muy erótico que ella como mujer tuviera que abrirse de piernas para que el hombre pudiera acoplarse entre ellas, veía como una maravilla de la naturaleza el colgajo de dura y morena carne que le salía a su hombre de entre un selvático matojo de pelos negros, grises y canos, el grosor y la longitud que el carnoso miembro cabezón adquiría una vez drenado de sangre, como se balanceaba de aquí para allá cada que el viejo de patas arqueadas caminaba hipnotizándola con su humeante aura y varonil aroma y, principalmente, lo rico que sentía cuando lo tenía abriéndole sus apretadas carnes, al principio dolía un poco cuando iba entrando pero la calentura y el placer terminaban superando al dolor.

Con estas alucinaciones la pequeña ninfa se mordía su labio y tallaba repetidamente sus suaves manitas contra la tela del jeans al tiempo que reflexionaba sobre como era posible que un simple pedazo de carne salida de entre las piernas de un hombre pudiera ejercer poderosamente sobre ella.

Pero lo que más hizo que se mojara la pequeña panty en ese momento fue el recordar a su macho cuando se vino dentro de ella estando ella en días fértiles y en completa ausencia de algún método contraceptivo, esa extraña sensación de sentirse (válgase la redundancia) fecundada mientras advertía al viejo orinándose dentro de ella hizo que la calentura se le subiera hasta la cabeza y que un candoroso rubor apareciera cubriéndole su coqueto semblante así como un rico vacío atacara su vientre. Además de comenzar nuevamente a sudar de sus suaves y temblorosas manitas la niña comenzó a sentirse muy caliente y exhalante, deseosa de llegar lo antes posible a la casa del viejo para complacerlo de la forma en que él se lo pidiera, se decía mientras recordaba la cara de burro caliente que Don Marce manifestó en el momento en que este le enviaba todos sus olorosos mocos hasta lo más profundo de su fértil intimidad, a pesar de que la nena objetó cuando el viejo se corrió dentro, también reconocía que con esto casi terminaba por enamorarla.

Indudablemente esa aberrante y colorada cara de arrecho que el viejo ponía cuando se descargaba, ese cochino repaso de lengua que él daba cada que se la saboreaba, esas ocasiones en que ella lo cachaba mirándola lascivamente hacia cualquiera de sus prominentes curvaturas o esas muecas burlescas y perrunas con las que Don Marce la miraba en pleno acto de fornicación, a ella le estaban empezando a fascinar.

Estando en sus calientes reflexiones, con sus pómulos poco enrojecidos y un poco aperlada de su frente, con su boquita salivosa y ligeramente abierta, tibiamente humedecida de sus pantaletas las cuales se le adherían y despegaban coqueteando con su vagina cada que el autobús hacía moverle su cuerpo en cada curva cosquilleándole un poco y emitiendo tremendo suspiro debido a las placenteras sensaciones que recorrían su tremendo cuerpo de hembra recién despertada a los placeres de la lubricidad su atención era llamada por un leve choque de su cuerpo con el de otro de los pasajeros.

Se trataba de un enorme y moreno señor vestido con un sucio pantalón adivinar de quien sabe que tela (muy posiblemente algún obrero de construcción o albañil) y una camisa a cuadros desprovista de mangas y completamente desabotonada exponiendo unos brazos gordos pero trabajados así como una interminable y sudada panzota, y es que el calor de poco más de 35 Celsius sumado a la aglomeración de gente en el transporte hacían que este viejo ya hubiera comenzado a descomponerse. Sin duda este rumiante provenía de la parte trasera del autobús puesto que la frágil muchachita hubiera alertado mucho antes los masculinos aromas que brotaban de las empapadas axilas del recién aparecido.

El oloroso sujeto, tan cachetón que le era imposible cerrarse su propia boca y su verga estirándole a todo lo que daba el pantalón, alcanzó a balbucear algo que Cassandrita medianamente captó. Al parecer el viejo se había confundido de bajada y se anticipó, y al no ser esta donde tenía que descender esperaría allí cerca de la niña y del chofer puesto que le había costado un mundo (con semejante volumen) atravesar el hacinado pasillo. Todo esto el viejo se lo había dicho a la niña pero ella al no estar segura de sí la plática del viejo iba dirigida hacía ella no emitió respuesta alguna, solo trato de acomodar más su apetecible cuerpo para que este no quedara tan pegado al del señor quien intencionalmente se había colocado detrás de ella ubicando una de sus manotas en el tubo vertical que separa la cabina del conductor y la otra en el pasamanos, quedando Cassandrita casi encarcelada entre esos descomunales y morenos brazotes.

-¿Está haciendo mucho calor?, ¿Verdad?, chiquita- esta vez Cassandrita alertaba toda la pregunta y aceptaba que iba dirigida a ella, pudo escuchar hasta una especie de mascar y sentir un leve resoplido cerca de su oreja lo que rectificaba la cercanía del viejo, pero al tratarse de un señor desconocido que al parecer se encontraba muy desvelado y en estado etílico debido a lo rojo en sus ojos y el hedor de su aliento y dada que la posición que llevaban en el autobús no era muy adecuada para comenzar a socializar solo atinó a mover su cabecita en señal afirmativa.

-vi donde te subiste, muñequita, ¿Por ahí vives?- volvía a mascullar el tripón, esta vez no recibiendo respuesta alguna de la nena, no por altanería, sino más bien por el morboso acento utilizado por el grasoso y lo intimidante que se notaba.

En un intento por escapar a una posible interrogativa por parte del enorme gorila Cassandrita tomaba sus auriculares y los colocaba en sus oídos para así tratar de librarse de responder a más preguntas del vejete, quien caliente y con la verga estirándosele por sí misma y cerca del exuberante culo de la nena revisándoselo cochinamente a cada segundo solo atinaba a divisar en los pocos momentos en que no admiraba las nalgas de la nena, si no estaba siendo observado por alguien en el autobús. Cosa que no se había dado cuenta este vejete es que el conductor, otro transpirado viejo feo y bigotón quien llevaba en la mira a la niña desde que abordó, venía alertando todo lo que ocurría en ese caliente pasillo, el ser testigo por el retrovisor interior de como esa exquisita anatomía femenina se rosaba constantemente contra unos malgastados y viejos pantalones lo llevaban con una terrible hinchazón entre los suyos así como una sonrisa triunfante que denotaba su completa aprobación sobre lo que ocurría.

Pese a un enfrenón repentino e intencionado por parte del nefando chofer, quien reía con una voraz boca más grande que el volante que manipulaba, el oloroso albañil aprovechó la inercia para despegar su mano del tubo vertical y posarla sobre la cintura de la nena, exactamente esa parte blanquita y desnuda que no era tapada ni por la blusa ni por el jean, Cassandrita solo volteó a ver ligeramente al viejo para volver a esconder su carita entre sus cabellitos y alejar su sugestivo cuerpo un poco más a la izquierda.

-ahhh, que rica estás, mamacita- mascullaba el vejestorio al sentir el fino contacto, además de ese calorcito rico que emana de los agraciados cuerpos femeninos. Cassandra prefirió hacerse la occisa ante el descarado comentario.

Si bien la estudiante lo escuchó prefirió no reclamar para así evitarse lo que seguramente sería un show, el caperuzo y acosador viejo notó las intenciones de la nena por alejarse y rápidamente despegó la mano con la que se apoyaba del pasamanos y la colocó sobre la agarradera del asiento más cercano, cerrándole el paso a la nena y dejándola ahora sí, vientre con vientre, o más bien culo con panza. No demoró mucho para que Cassandrita sintiera otro leve roce, algo que se chocaba contra sus nalgas y esto aumentaba la embarazosa situación cuando el autobús pareció maniobrar sobre una calle compuesta de puros baches ya que las vibraciones hacían temblar a los cuerpos por lo que las nalgas de la nena comenzaron a tallarse indecentemente contra la virilidad del pervertido quien envalentonado aportaba arrimando vulgarmente su armamento.

-no ha de hacer falta endulzártelas, morrita, esas delicias ya han de venir azucaradas, mmm- recitaba el viejo señalando con su mirada a las turgentes tetas que rebotaban debido a la mala calidad del camino, poniendo a la nena por demás colorada.

Así la nena, aguantando arrumacos por parte de un viejo desconocido quien además apestaba a cruda del otro día, hasta que de plano sintió un arrimón que ya superaba a todos los que estaba sintiendo, el viejo debió haberse doblado de sus corvas, la niña notaba la embelesada cara del vejestorio por apreciar más de ese exquisito rebote que brindaban sus jugosos melones por lo que estando a punto de voltear para tratar de intimidar al viejo a partir de una mirada que manifestara molestia…

…una vibración en su teléfono la detenía, se trataba de una llamada de su mejor amiga, Lupita. Sin embargo la acosada muchachita, por considerar no viable responder (ya que precisamente había utilizado la figura de su amiguita para escabullirse de su casa y salvarse de ir a aburrirse a la zapatería) además de que le daba algo de penita contestar utilizando el manos libres, dejaba que la llamada pasara. Un segundo intento fue nuevamente ignorado por la nerviosa jovencita quien hizo por meter su celular dentro de una de las pequeñas bolsas traseras de su ceñido pantaloncito ya que para meterlo en su bolso representaba maniobrar mas y el autobús se movía mucho pero estando en eso su manita chocó accidentalmente contra una abultada hinchazón que le atosigaba el culo y con la cual se rozó sin querer un par de veces debido al agitar del autobús. Casualmente la manita de la muchachita, sin que ella cayera en cuenta, había tocado las partes colgantes y pudorosas de su acosador y esto para el complacido viejo fue malinterpretado. Sin embargo la nena estando en lo suyo iba a realizar otro intento por guardar su celular pero antes de hacerlo una vibración de whatsApps se lo impedía.

Nerviosa porque el babeante viejo le volvía a recargar su artillería y temiendo que el mensaje pudiera contener algún asunto de fuerza mayor, la colegiala no aseguró la manera de pasar desapercibida para que el remitente (quien se trataba de su amiguita) no alertara que su mensaje ya había sido leído. Estaba tan educada a no decir mentiras y hablar siempre con la verdad que pensaba que en cualquier momento sería descubierta porque hasta ella misma reconocía que no mentía con la naturalidad suficiente.

“y ora tú, te debo dinero o qué? Jjjjjjj” era lo que la nena leía como primer whatsApp, sin embargo sabía que debía responder ya que el mensaje seguramente aparecería como visto y no quería que su candorosa amiga se sintiera ignorada.

“umm, como eres” respondía la nena tratando de no ahondar mucho en detalles, sabía que cualquier palabra que se le escapara de más podría delatarla o que cualquier oración no bien fundamentada podría ser usada en su contra, para esto Cassandrita escribía a una mano y procuraba hacerlo rápido puesto que el viejo que traía atrás, aparte de caliente, chismoso.

“oli2, bonita, ¿Dónde andas?” preguntaba Lupita quien ese día también se había arreglado muy coqueta y encantadora ya que se encontraba en su primera cita formal con un jovencito que cumplía con los requerimientos impuestos por sus padres y principalmente por ella. De por si Karla Guadalupe (Lupita) era una niña muy bonita, de tez muy blanquita casi como Cassandra, con su cabellito un poco más tirándole al negro achocolatado y prácticamente la misma ternura e inocencia que su tetona amiga, con unos ojitos pizpiretos color castaños oscuros, toda esta descripción la hacía ver como si fuera un par de años aún menor que su mejor amiga. Era muy grato para los machos admirar potenciales en desarrollo como este par de niñas, prácticamente ya convertidas en todas unas mujercitas.

“en mi casa, ¿Dónde más?” tecleaba Cassandra a la vez que sentía otro tallón en su contra, solo que a diferencia este duró un poco más y pudo sentirlo muy descarado entre sus nalgas, con la mano del viejo negándose a abandonar su cintura.

Para aumentar su nerviosismo un romántico piropo le era recitado por su acompañante “mamita, estás más buena que el arroz con leche, como para hacerte cositas sucias” seguido de un sucio sonido amarranado, lo que hizo que Cassandrita aspirara el petrificante tufo emanado de la boca de su acompañante, por si las intenciones del viejo no habían quedado claras, además de que un par de dedos del viejo se escabulleron dentro de la blusita.

Del otro lado, Lupita notaba ciertos aires de querer cortar la plática por parte de su mentirosilla cómplice de travesuras de infancia ya que el introito fue muy seco para una niña (Cassandrita) que le gustaba casi confesarse en las pláticas por mensajes que ambas nenitas sostenían, por lo que decidió ir directo al punto. “Ummm” susurraba Lupita al darse cuenta de las discrepancias entre lo que narraba Cassandra y lo que advertía Armandito.

“ahh, segura?, porque que yo sepa, no estás es tu casa, según mis fuentes vienes camino a mi casa porque yo te invité a ver películas jajaja”

Cassandrita peló sus tiernos, negros y hermosos ojitos al leer el mensaje, así como un sudor producto de sus nervios comenzó a cubrir nuevamente sus aterciopeladas manitas, no alertando en ese momento la tremenda inhalación que el viejo pegaba cerca de su cuello ya que un olorcito a fresas proveniente de la nena lo tenía engolosinado así como los constantes y cochinos repasos visuales que este viejo parecía no cansarse de darle. Todo el cuerpo de Cassandra, desde sus botines hasta su cabellito, era vulgarmente escaneado por este acanallado quien aprovechaba la casi completa intimidad que le regalaba un autobús que se colmaba de más pasajeros en casa esquina que se detenía. Cada persona que subía o bajaba y trataba de librar al viejo representaba dicha y algarabía para este procaz desenfrenado ya que aprovechaba para arrimarle su hinchado camarón a la sumisa jovencita.

“jeje, ¿Quién te dijo eso????” indagaba nerviosa Cassandrita acomodándose para evitar seguirse rozando con el viejo mientras volteaba disimuladamente para todos lados observando que algunos pocos pasajeros (todos hombres) llevaban su mirada puesta sobre ella, la nena experimentaba un raro sentimiento de sentirse (otra redundancia) observada más que nada por lo que le decía su amiguita, era como si alguien la viniera siguiendo y estuviera pasando todos los detalles a su amiguita. Además la nenita giraba un poco su cuerpo hacia la izquierda ya que había encontrado al viejo intentando nuevamente leerle los mensajes.

Dichos avistamientos fueron de igual manera malinterpretados por el viejo quien confundió la situación imaginándose que la chiquilla volteaba a todos lados para asegurarse de que entre la bola nadie los viera, lo que envalentonó al gordo para realizar una nueva jugada. Ahora el obrero retiraba su callosa mano derecha de la cintura de la nena apoyándola en el pasamanos y utilizaba la izquierda para depositarla en esa curva donde nace la cadera de Cassandra, repegándola hacia él y mandándose una mirada de autoridad hacia el resto de los pasajeros, o más bien, los pocos que iban al pendiente de ese cautivante rebote de pechos que no hacían pensar otra cosa que no estuviera relacionado con una buena rusa, iban casi o igual de empalmados que el suertudo obeso, quien regresaba su caliente mirada al cuerpo de la apenada señorita, riendo carnavalesco y casi aterrizando su narizota sobre el sensible cuello de la niña.

Con mucha envidia el gordo era apreciado por algunos varones que venían siguiendo lo que acontecía, un gordo y feo hombre de los más ordinario afianzando de la cadera y arrimándole su virilidad a una muy hermosa muchachita de angelical carita, pechos voluminosos y cola tonificada y que no realizaba ningún tipo de repelo, desconocían que ella iba más preocupada por como quitarse a su amiga de encima quien podría descubrirle su secreto que en el viejo que hasta el momento, hasta cierto punto, no había tocado más de lo permitido. “Seguro se conocen”, pensaba uno. Lo más probable es que la nena fuera de esas chiquillas que en el día realizan actividades como cualquier otra muchacha pero de noche trabajan en algún centro nocturno o table dance y el viejo ha de ser algún cliente, teorizaba otro, aunque los estereotipos no concordaban puesto que el viejo se veía como para burdeles de mala muerte y la chiquilla tenía la belleza y el cuerpo de una escort exclusiva para políticos. “O el viejo tiene dinero, o de plano la tiene muy grande” formulaban un par de muchachos que venían admirando a la colegiala desde que se subió y veían como el viejo prácticamente se la cogía con la mirada y ella solo actuaba con pena quizás porque estaban en público, se preguntaban algunos si este viejo ya se la habría cogido. Lo que si es que esas pocas almas terrenales contaban con una caliente y erotizante anécdota para masturbarse alegremente una vez llegando a sus casas.

“para que veas, yo estoy enterada de todo, lo veo todo jijij” redactaba Lupita en otro de sus mensajes.

“de veras, estoy en mi casa” insistía la nena poniendo cara de molestia, torciendo su boquita para demostrar la incomodidad generada tanto por los acosos de su amiga como por los del viejo quien la trataba de arrimar más hacia él, pero que al mismo tiempo dicho gesto le hacía ver sus labios sugestivamente atractivos.

Para esto el viejo se atrevía a jugarle un poco sus cabellitos, despejándole la azulada cabellera de sus orejitas con la manota que había estado apoyándose del tubo, por lo que el viejo solamente se sostenía de la cadera de la chiquilla, movimiento que incomodó a la nena quien alejó su carita de la del atrevido.

“compruébalo” solicitaba la cándida Lupita.

Si bien Lupita no contaba con el cuerpo de escándalo de Cassandra, la primer niña dejaba en evidencia al portar ropita ajustada que su doncellesco cuerpecito ya tenía rato que había comenzado a florecer, principalmente en ese ensanchamiento de caderas, acentuar de cintura y levantamiento de nalgas por el que pasan las mujercitas después de la aparición de la menarca. En lo que respecta a la altura Cassandrita sería unos cuatro centímetros más alta que su amiguita. Pero, en cuanto a tamaño de busto, era clara la superioridad de Cassandrita, a pesar de que ambas nenas tenían el mismo número (32) de dorso, Lupita iba muy en desventaja en lo referente a la copa ya que en ella su busto sería un modesto 32B contra la generosa talla D de su chichona amiga, a quien aun así dicha medida le resultaba un poco incómoda, ya que con esta talla Cassandrita sentía como sus gemelas mantenían una peligrosa dilatación sobre el brasier como si en cualquier momento le fuera a suceder un accidente, además de la incomodidad de la varilla, razón por la cual la muchachita en ocasiones prefería ponerse lycras tops que gracias a su spandex remarcaban deliciosamente el relieve de sus areolas y pezones, y es que la señora vecina de la colonia que proveía a Cassandrita de cosméticos y artilugios femeninos había opinado con respecto a la medida del busto de la chiquilla que Cassandrita podría utilizar la copa DD sin ningún detalle. Es por eso que resultaba muy difícil para cualquier varón mirar directamente a Cassandrita a los ojos, más si ella se encontraba portando alguna de sus entalladas y escotadas blusitas, y ni que decir cuando solamente usaba estos tops, o cuando bajaba únicamente en camiseta, sin llevar brasier debajo, razón por la cual su mamá la enviaba a cambiarse de ropa.

De unos años para acá (para ser más exacto, desde que estudiaba la secundaria) Cassandrita notaba un acelerado aumento en su “pechonalidad” y lo comprobaba cada vez que se miraba en el espejo, en la compresión a la que eran sometidos sus melones bajo sus sostenes y blusas, en lo rápido que dejaron de servirles los sostenes de copas inferiores, o en lo incómodo que le resultaba ejercer algunas actividades que anteriormente podía realizar sin ningún problema como el comprobar si sus tenis se encontraban atados sin necesidad de inclinarse de más o el tener que levantar un poco el cuaderno que estuviera leyendo acostada para poder leerse los últimos párrafos, ni que decir del rebote que mantenían sus pechos en las prácticas de voleibol, cosa que mantenía seducido a un regordete maestro, a prácticamente todo el alumnado, y hasta a la comunidad masculina que apoyaba al equipo contrario.

Este aumento de volumen en el tetamen la señorita, además, parecía estar ligado directamente proporcional a las atenciones recibidas por parte del sexo opuesto. De un tiempo para acá era Cassandrita la que recibía más chocolatitos o nieves por parte del alumnado que el resto de sus compañeritas, rebajas en cosas que se compraba en la calle, principalmente en puestos donde despacharan señores, dieces en trabajos escolares que bien merecerían un ocho o nueve pero que la exentaban del examen final, además de ya no saber qué hacer con tanto peluche en su cuarto. Y contrario a lo que podría suponerse relativo al volumen de sus pechos, estos se mantenían envidiablemente erguidos y perfectamente simétricos, conformaban una par de dulces tentaciones que invitaban a chupetearlos, lengüetearlos, morderlos y succionarlos.

“Ahh, pero que ricas se ven las niñas de orita con esos trapitos tan pegaditos” decía un viejo y barrigón limpia pisos quien vestido con un sucio overol de aseo meneaba por puro compromiso el mechudo a escasos metros de Lupita mientras le regalaba un obsceno meneo de lengua sin que ella diera cuenta.

“cómo?” preguntaba Cassandrita remojándose por centésima vez sus carnosos labios retirando completamente el brillo labial sabor cereza que se había aplicado antes de salir, para esto el viejo panzón veía que ya era algo de tiempo lo que la nena llevaba mensajeándose y esto lo estaba relegando a segundo plano, su intención desde un principio fue llegar hasta la niña, hacerle plática y ver si podría sacarle algunos datos personales, por lo que susurró:

-¿Con quién te mensajeas tanto?, cosita rica, ¿Con tu novio?- cuchicheaba el vejestorio casi en el oído de Cassandrita quien al escuchar esto cubrió su celular con ambas manitas para voltear a ver al viejo y responder con un tímido “no” al tiempo que también lo hacía moviendo su cabecita en negación, esto la hizo voltear a ver a que altura del viaje se encontraba lo que propició que Cassandrita tuviera que inclinar un poco su núbil cuerpo hacía adelante para poder ver a través de las ventanillas haciendo que, por unos segundos, el contacto de sus nalgas con la masculinidad del viejo fuera más notoria, esto solo motivó al vicioso para expandir su manota y cubrir prácticamente todo el elegante vientre de la muchachita.

-orita que me baje te bajas conmigo, ricura, quiero enseñarte una cosota ¿sí?- susurraba el viejo, para esto un escandaloso transporte circulaba en el carril contrario al autobús lo que evitó que la nena escuchara la indecente propuesta del pervertido.

Justo en eso, una voluminosa señora avanzaba por el pasillo puesto que había llegado a su destino, esto fue aprovechado por el viejo quien arrimó de manera más que descarada toda su erección enterrándose entre las deliciosas nalgas de la chiquilla quien volteó un poco molesta pues el viejo la había agarrado levemente inclinada de su cuerpecito además de que un trío de sucios dedos intentaron escurrírsele dentro del jeans pero fracasaron en el intento por lo ajustado del mismo, sin embargo eso no evitó que ese trío de dedos le sobaran su panochita por encima de la tela del pantalón, pero al darse cuenta de que el viejo solo estaba dándole paso a una Doña trató de ladearse un poco para ella también permitirlo.

-mamacita, estás para chupetearte toda, ¿Te gustó lo que sentiste?- se expresaba orgulloso el veterano. Cassandrita nuevamente se hacía la occisa y trataba de no entrar en mucho diálogo con el viejo, lo que si es que llevaba bien afianzado su celular ya que parecía que el viejo en cualquier momento intentaría arrebatárselo. Otro mensaje le llegaba.

“tómale una foto al peluche que te regaló el otro día tu admirador secreto, uuyy” otro gesto torcido que manifestaba encono se alargaba en los llamativos labios de Cassandrita quien se mordía más su labio inferior, rápido buscó en su galería a ver si de casualidad tendría la foto de dicho muñeco de peluche pero nada, y cuando quiso inventar alguna excusa para aplacar las ansias de su amiguita se daba cuenta de que el tiempo se la había comido, no tenía pruebas para algo tan sencillo.

“qué pasa?, ya lo perdiste?, si no lo querías me lo hubieras regalado” escribía la amiguita.

“oye, eeyyyy” editaba Lupita al no recibir respuesta de su mejor amiga, lo que no sabía esta otra chiquilla era que Cassandrita había puesto su cuerpo duro ya que sintió una leve presión por parte del viejo quien aprovechaba su mayor masa corporal para hacerla intentar dar unos pasos más hacia la aglomeración.

“entonces, me vas a decir dónde estás?, o yo misma le aviso a Doña Rosy que no estás conmigo” amenazaba la nena aunque no eran sus intenciones delatar a su amiguita, lo que pretendía era amedrentar un poco a Cassandra para que esta por fin hablara y revelara el porqué de su raro comportamiento en las últimas semanas.

Y es que en los últimos días la relación Cassandra-Lupita vía celular (whatsApp) se había relajado un poco, no porque hubiera tensión entre ambas niñas, ellas en persona seguían siendo tan amigas como siempre desde que ambas se conocieron en el preescolar, lo que pasaba era que Cassandrita argumentaba que el saldo le expiraba más rápido que antes echándole la culpa a programas y aplicaciones que misteriosamente solitas se descargaban.

-nalguita rica, pásame tu número- cuchicheó el atrevido albañil mientras le repasaba nuevamente su hinchazón sobre sus nalgotas, mandándole de vez en cuando uno que otro piquete.

-no, y deje de hacerme eso que lo van a ver- susurraba Cassandrita respondiendo por primera vez de manera formal a los acosos del viejo, envalentonada tal vez porque ya se acercaba su bajada, y colorada por la forma en que la había llamado el viejo.

-nadie nos ve, mamita, anda, pásame tu número pa´ ponernos de acuerdo y hacértelo donde nadie nos vea, jejej- respondía el viejo llevado por esa confianza de saber que la nena no lo delataba, y de nueva cuenta sus dedos intentaban rascar la zona íntima de la chiquilla.

“flaca, no seas así” suplicaba Cassandrita después de haber dejado la pequeña plática que sostenía con el viejo quien seguía mugiendo cosas y toqueteando caderas y zona pélvica, y delatándose ella misma con su amiga, puesto que si contestaba a manera de súplica era porque no andaba en las periferias de su casa, así lo entendía Lupita.

“umm, mira, ya te ayudé una vez, y por lo que veo tendré que hacerlo esta otra, pero creo que como mínimo debo de saber en qué andas metida, ¿No crees?” razonaba Karlita sentada de piernas cruzadas cerca de una fuente que adornaba el zaguán del establecimiento, moviendo cadenciosamente una de sus carnosas pantorrillas y alejada un poco del trabajador de limpieza pues lo había alertado mirándola mucho.

“es que es algo que no quiero que nadie en la escuela se entere, y mis papás mucho menos, me mandarían a un convento” respondía Cassandra volteando a ver constantemente al viejo intentando intimidarlo con su carita enojada para que dejara de intentar meterle su otra mano en uno de sus traseros bolsillos, observando en su cachetona cara una sensación casi orgásmica.

-mamita, porque no nos corremos más pa´ trás, sirve que te presento unos amigos- rebuznaba el vejestorio quien aplicaba otro poco de fuerza haciendo que Cassandrita diera otro paso más para adentro, para esto la nena volteó hacia lo más lejano del pasillo y entre la multitud pudo apreciar a un par de viejos con salaces rostros y vestimenta casi idéntica al que la cortejaba que se mantenían expectantes y con mórbidas sonrisas.

“cómo?, pues de que se trata?” preguntaba asombrada Lupita ajena a todo lo que le ocurría en esos momentos a su amiguita, pero ella también cambiando de ubicación al notar nuevamente al viejo trapeador quien ahora se daba a limpiar otra vez muy cerca de ella, cualquiera pensaría que la andaba siguiendo.

-hermosos culitos paraditos, ya están listos para la guerra, jejeje- susurraba el viejo limpiador.

“cosas personales…” tecleaba Cassandra.

-hágase más para allá, nos están viendo- susurraba.

“… que aún no estoy lista para contarlas” aclaraba, para esto Cassandrita ya había divisado el lugar designado para bajar del autobús por lo que depositando el celular en su pequeño bolso, y aprovechando la confusión que se genera cuando varios pasajeros bajan en el mismo lugar, se separaba evadiendo al malsano obrero y caminaba donde el chofer, sorprendentemente la bajada tomada por Cassandra al parecer era la misma que el descarado acosador había estado esperando ya que apenas la nena lo libró este salió detrás de ella.

El transpirado viejo feo y bigotón que la hacía de conductor advertía a través del retrovisor la deliciosa figura femenina caminando elegantemente por el pasillo para rápidamente perder su fogosa mirada en esa zona donde el pantalón daba la muestra de la feminidad de quien se acercaba y no dejar de morbosear a esa criatura principalmente cuando la tuvo a escasos centímetros de él esperando a que el camión se detuviera recargada en el tubo vertical, admirándole esas curvas que le quedaban tan cerca y de perfil. Otra señora gorda servía de mediadora entre ella y el gordo calenturiento.

El viejo conductor procuraba grabarla mentalmente para cuando llegara a su casa pegarse tremenda masturbada con las imágenes de esa niña con cuerpo de mujer o de esa mujer con carita de niña, ni el viejo entendía como esa combinación era posible, lo único que sabía era que la estaba viendo parada frente a él y que si no fuera por el pasaje ya la estuviera trambucando en algún asiento. Morboseaba salazmente ese culote bien delineado y apretado en un soberbio jeans, esa cinturita tan fina que la blusa parecía empeñarse en remarcar planchándosele sobre la piel, esos escasos cinco centímetros de esbelta cintura que no eran tapados ni por la blusa ni por el jeans, esos pechos jugosos y carnosos que temblaban un poco debido a los jaloneos del autobús y esa boquita que se cargaba la nena que seguramente daría unas chupadas tan ricas que haría sentir en el cielo. Ganas no le faltaban al viejo por preguntar el precio de alquiler que demandaba la señorita. “¿En cuánto me lo dejas, puta?”, casi se le salía de sus resecos labios. Y no despegó su caliente mirada el pervertido hasta que la nena se le perdía entre la multitud de la acera. Una vez en la acera los mensajes para Cassandra no cesaban.

“Cassandra, sabes que te veo como una hermana, no es que quiera entrometerme en tus cosas, pero si me preocupa en lo que andes” escribía Lupita.

Cassandrita leía el mensaje pero también notaba que el viejo albañil había bajado y ahora parecía estarla siguiendo por la banqueta, pero hábilmente Cassandrita aceleró el paso y aprovechó un pequeño callejón de puesto de zapatos y chacharillas en donde se escabulló, entró a una concurrida zapatería donde disimuladamente observaba algunas zapatillas mientras fijaba como el viejo, con rostro de enfado, se pasaba de largo. Aun así no salió hasta asegurarse que ese viejo ya anduviera lejos. Sacaba su celular y leía el nuevo mensaje.

“últimamente has estado muy rara, en el salón andas muy distraída, pareciera que te desapareces y la verdad ya me estás preocupando, a no ser que te estés viendo con alguien” opinaba Lupita, del otro lado, Cassandrita leía el mensaje mientras había encontrado una banquita para sentarse, mordía levemente su labio inferior mientras repasaba una y otra vez el último mensaje enviado por su amiga, dio un último repaso donde parecía estar susurrando todo el mensaje.

Si había algo donde Cassandrita se salvaba de ser descubierta era en los mensajes de texto que se enviaba con Don Marce (los cuales eran muchos y últimamente muy subidos de tono) ya que con el viejo no se comunicaba vía whatsApp por lo tanto no había forma de descubrirle sus momentos en línea ni su última hora de conexión. “Tranquila Cassandra, Lupe no sabe nada, solo está suponiendo”,cavilaba la estudiante convenciéndose que ella se lo estaba imaginando.

“además de que la mentirota que te acabas de aventar diciéndole a tu mamá que estás en mi casa parece darme la razón” volvía a redactar la otra niña.

Cassandrita sabía que con estas acusaciones tenía para no quitarse de encima a su amiga en un buen rato por lo cual determinó revelar una verdad “a medias” solo para que su amiguita dejara de andar tan detectivesca; por supuesto que debía de censurar algunos datos, sobre todo los relacionados a la edad e identidad de dicho jicotillo que la cortejaba. No estaría bien que revelara a su mejor amiga el hecho de estar siendo pretendida por un hombre que le llevaba más de treinta años y que en estos momentos el muy cerdo analizaba cual sería el mejor ángulo para acomodar, de manera oculta, una de las cámaras que recién había comprado con dinero del préstamo que le fue aprobado por parte del banco para remodelar su tiendita y de esta manera grabar a Cassandrita, sin que ella se diera cuenta, mientras él le daría una buena comida de culo o quizás harían un sesenta y nueve, “Y si se los echo en la boca y hago que los enseñe a la cámara”, era lo que Don Viejo hablaba en ese momento, ya después vería que provecho le sacaría al video casero. Era por su virginidad y por ser una parte del cuerpo de Cassandrita visualmente muy llamativa para la población masculina las razones por las que el viejo manifestaba mucho interés en el culo de la niña.

“oky, te diré, pero si prometes guardar el secreto” con este enunciado Cassandrita rompía con un silencio de casi tres minutos en el que ambas niñas no se comunicaban esperando pacientes a que la otra escribiera algo.

“¿Dime que secreto no te he guardado?” preguntaba Lupita recordando muchos, entre ellos cuando Cassandrita con apenas once añitos le revelaba a su mejor amiga la atracción que sentía por el hermano.

“umm, cuando rompí accidentalmente el vidrio de la ventana de tu vecino, me delataste con tus papás” se quejaba Cassandra.

“porque me estaban echando la culpa a mí y esa vez nunca quedamos que sería un secreto a guardar, además de que te quejas si eso fue hace mucho y tus papás ni se enteraron, mi papá lo pagó, pero deja de cambiarme la conversación y dime, me vas a revelar tu secreto? Jijijiji” demandaba Lupita.

“si, ya” respondía Cassandrita.

“pues ya suéltalo mujer, que me tienes comiéndome las uñas, y mira que me las acabo de pintar” la nena aprovechaba que su acompañante continuaba a la mitad de una fila interminable para comprar los boletos para la función de medio día. Sin embargo la respuesta de Cassandrita no era recibida.

“Cassandraaaa, Cassandraaaa, Cassandraaaaaaaaaaaaaaaaa” exageraba la jovencita en sus kilométricas solicitudes, pero es que se desesperaba el ver en línea a su amiguita, el notar que el contacto de esta marcaba “escribiendo…” para después volver a quedar en línea y terminar por mostrar el último momento de su conexión, dando a entender que Cassandrita escribía pero a la mera hora se arrepentía.

“la verdad es que yo” respondía por fin la niña de cabellitos negros toda nerviosa, apretujándose sus rosados labios.

“si” animaba Lupita, algo dentro de ella le hacía anticipar la respuesta que recibiría.

“yoopp”

“sii, siiii”

“yooooo”

“siiii, túuuu”

“sí, estoy saliendo con alguien, ya?, contenta?” revelaba por fin la nena.

A pesar de saber que no debía entrar mucho en detalles sobre su clandestina relación la escolar tenía tantas ganas de contarle esto a alguien, contar todo desde el principio, ¿Y a quién mejor que a su mejor amiga?, se sentía con ganas de que todo el mundo supiera de su propia telenovela, de su propio cuento de hadas, pero sabía que esto no sería posible, tendría que aguantarse al menos por un par de años a ver cómo estarían las aguas por ese tiempo ¿El subconsciente de la nena le estaba haciendo suponerse sobre la idea de acostarse clandestinamente con un viejo por un periodo de aproximadamente dos años?

“lo sabía jijijjjjj” pronunciaba Lupita después de haber digerido la noticia pero sin saber la más remota idea de la confusa situación por la que atravesaba su amiguita. Si más o menos sabía que una persona masculina debía de estar involucrada detrás del raro comportamiento de Cassandra, lo que no se imaginaba era que se trataba del viejo de la tienda, ese mismo viejo que ella había tachado de pervertido hace ya algunos meses.

Sin la sospecha del viejo, para Lupita no le resultaba extraño que Cassandra estuviera saliendo con un “muchacho”, hasta se estaba tardando, Cassandrita era indescriptiblemente hermosa y era cuestión de tiempo para que alguno de los tantos pretendientes que ella tenía se decidiera por aspirar a hacer algo más, lo que si le resultaba raro era que Cassandra lo mantuviera en secreto, como si se tratara de un delito o de algo que ameritara penitencia, pero después recordaba a Doña Rosy y medianamente comprendía las razones de Cassandrita por reservarse.

“eyy, bonita, tú y yo tenemos que hablar, así que una vez que termines tus asuntos por allá, quiero que vengas a mi casa, siiii?” proseguía en sus demandas la candorosa muchachita volteando nuevamente hacia la fila.

“oye, oye, yo estoy con Edgar, ¿Por qué no nos vemos en el cine o vamos a algún lado?, sirve que salimos los cuatro y me presentas a tu enamorado misterioso uuuyyyy jjjjjjj ¿Cómo se llama? ¿De dónde es? ¿Cómo lo conociste? ¿Estudia o trabaja?”

Cassandrita abrió enormemente sus brillosos ojos al leer el mensaje de su amiguita exigiendo que quería conocer al misterioso jovenzuelo que por ser para Cassandra este debía de representar a un joven con características muy atractivas. Por supuesto que la exuberante muchachita de cabellos negros-azulados debía desechar esa idea, se imaginaba la reacción de sus amigos al verla llegar de la mano de semejante espantapájaros mal relleno de paja, no se imaginaba ella de la mano con ese verdadero andrajo de persona presentándolo como su novio (aún), aunque Cassandrita no utilizara este calificativo (andrajo) para referirse a Don Marce, y no era que lo discriminara o lo sintiera menos, solo que sabía que no debía, la sociedad no lo entendería, el mismo viejo le había dicho claramente que guardara el secreto puesto que de lo contrario él podría meterse en muchos problemas. Además de que si, la nena posiblemente sentiría un poquito de pena si la vieran besando o tomando de la mano a un viejo panzón pero de extremidades flacuchentas.

La nena no encontraba una explicación lógica para esos sentimientos desarrollados en ella hacia la amorfa figura de Don Marce, recordaba que antes de conocerlo ella bien pudo habérselo topado infinidad de ocasiones en la calle y ni en cuenta con su vida, pero desde ese día en que ambos tuvieron relaciones la niña no podía dejar de experimentar cosquillitas en su estómago cada vez que lo veía, era una necesidad férrea que sentía por verlo cada día o por recibir un mensaje suyo en las noches que en muchas ocasiones la nena se quedaba dormida con celular en mano esperando dicho mensaje.

Por su parte, la virginal Lupita ya recreaba en su joven mente a ese incógnito muchacho y, según el alto grado de conocimiento que tenía sobre los gustos de su mejor amiga, dramatizaba al apuesto mancebo con descripciones casi sacadas de un anime japonés, portando uno de esos peinados extravagantes. Aunque para el amor no hay edad, o no estipula una edad para la otra persona, imaginaba al doncel entre los dieciocho y veintidós años cuando mucho, ojos de color, azules según ella, con un cuerpo y rostro esculpido por los mismísimos ángeles se decía, con una sonrisa capaz de derretir a cualquiera “mmm” expresaba la muchachita, lo imaginaba sin camisa mostrando un envidiable abdomen atractivamente definido y sin un solo pelo en su cuerpo (porque si algo se habían contado las niñas era la descripción de cómo serían sus príncipes azules o que compañero de escuela más o menos entraba entre las posibilidades, y ser peludo del cuerpo no estaba entre las referencias), seguramente sería un músico y todas las noches llevaría serenata a Cassandra o un prometedor literato y todos los días le enviara cartas o sonetos con versos y rimas sobre el día en que se conocieron. Estaba tan emocionada por conocer al “novio” de su amiga que traviesamente se decía que si Cassandrita se atontaba ella se lo ganaría y ya casi se imaginaba ella siendo cortejada por tremendo príncipe.

–ay Lupita, contrólate, tú ya tienes tu peor es nada- se decía la niña mientras coqueta le regalaba una sonrisa y saludo a su pretendiente quien había volteado a verla.

A pesar de que la pizpireta chiquilla no podía dejar de estar emocionada por el logro amoroso de su nalgona amiga, sabía también que esta era una situación que debería de quedar denegada para el joven Armando. Una desilusión de esta naturaleza seguro le rompería su corazoncito, pero comprendía que llegaría el día en que él tendría que saberlo y superarlo. Sin embargo había leído claritito cuando Cassandra solo estipulaba que estaba saliendo con alguien, o sea, no había nada formal todavía, o sea que Armandito aun tenía esperanzas, pero era la misma Cassandra quien le dejaba saber, aunque en realidad era una mentira, que posiblemente ya no había nada que hacer para el niño.

“no, no creo que se pueda, es que me va a llevar a presentar con sus padres” redactaba Cassandrita escribiendo lo primero que se le vino a la mente para librarse de la invitación de su amiga.

“o sea, que esto va en serio?” interrogaba Lupita, Cassandrita le respondía con un emoticono ruborizado.

“¿Por qué no me habías contado nada?” preguntaba Lupita en un estado de discreta emoción, parecía estar más emocionada con lo que le platicaba su amiga de infancia que con lo que pudiera proponerle Edgar al final de la tarde.

“porque no sé, no sé cómo explicar, todo fue tan rápido, no sé si sea lo correcto o esté haciendo mal” respondía la nena.

“en un momento me vi platicando afuera de su casa con él y no supe en que momento me convenció para que nos diéramos un beso” respondía Cassandrita enconchándose de hombros, en realidad iba a escribir algo relacionado con una cama pero alcanzó a corregir.

“awww, el amor”

“sí, el amor” secundaba Cassandra, ambas niñas suspirantes, recién empezando a transitar por el inexplorado sendero del amor.

“awww que tierno, oky, mira, termina tus asuntos, y en cuanto puedas te vienes para mi casa” aconsejaba Lupita quien a fuerza quería enterarse de más detalles pero sabía que ya estaba llegando la hora de despedirse para cada una continuar con sus compromisos.

“pero no creo poder, llegaría tarde a mi casa entonces” reaccionaba Cassandra, ya no había nada que ocultar, al menos en lo que respecta a su ubicación.

“pues ya aprovechando que según estás en mi casa, jaja, podríamos pedirle a Doña Rosy si te puedes quedar otra vez jiji, no creo que se niegue, así me contarás a detalle, ¿Cómo ves?” ideaba la nena quien aún recordaba cuando Cassandra le pidió mentirle a su madre aquel día en donde aún se desconocía el lugar donde Cassandra pasó la noche, ahí aclararía algunas cosas, se decía Lupita, aparte de aconsejar a su amiga, conocer un poco más del muchacho para ella como elemento neutral determinar si la relación se veía sana o no, y si así lo era pensar cómo podrían hacerle para que Cassandra poco a poco fuera exponiendo la situación a sus padres.

“oky, te dejo, tengo otro mandado” escribía Cassandra.

“oky, zorry jajaja, disculpa, quise decir sorry, jajaja” bromeaba Lupita, palabrilla que formaba parte del vocabulario de esta niña (no tanto de Cassandra) quien no medía el verdadero significado que esta tenía en sociedad, para ellas el expresar que este, ese o aquel joven artista era su pretendiente era motivo para ser denominada bajo ese sobrenombre, un juego.

Era Lupita quien en la escuela tenía una interacción social un poco más exitosa que Cassandrita, la razón, Cassandra despertaba muchas envidias hasta en las niñas de grados superiores quienes sin conocerla la tachaban con injustos calificativos y a la gran mayoría de los niños intimidaba con su gran belleza aparte de que ella “se juntaba mucho” (que más bien era el niño quien se le pegaba a ella) con un jovencito que estaba entre los más riquillos del instituto, además de fanfarroncillo, burlista e inventador de apodos que tenían como objetivo humillar a quien lo recibía. Además a Cassandrita no le gustaba juntarse con compañeros que tenían fama de vulgares o enamoradizos, entendiéndose estos últimos como aquellos niños que basta con que una muchachita les hable o sonría por mera cortesía para esparcir el rumor de que esta quiere con ellos. No tanto Lupita quien por relacionarse principalmente con jovencitas quizás un poco más desinhibidas (todo esto para no quedar como una estirada pues conocía su ventajosa posición económica con respecto a muchos de sus compañeritos) había aprendido una que otra mala palabrilla.

Cassandrita, ya después de haberse despedido de su amiga, procedía a incorporarse sin dejar de ser observada por una pequeña jauría de jóvenes y señores de oficio limpiaparabrisas de día y bravucones de noche que ya tenían rato de estarla cazando, todos de malandra apariencia y tatuada anatomía que laboraban en esa intersección y quienes no dejaron de admirar la deliciosa silueta que se le formó a la pequeña sílfide cuando ella se incorporó escandalizando de manera innata ese portento de culo entallado en un ajustado pantalón y quienes no pudieron evitar expresar cantidad de chiflidos, siseos y frases sicalípticas cuando la muchachita pasó a metros de ellos siendo ignorados por la joven damita quien tuvo que acelerar el paso al verse en bochornosa situación. Uno de ellos, un asoleado y robusto viejo de esos que caminan echando pecho y panza hacia adelante mostrando superioridad y quien al parecer debía ser el líder de esa pequeña agrupación se atrevió a seguirla descaradamente unos buenos metros ante la rechifla expresando apoyo por parte de sus dirigidos solo para expresarle una ordinaria frase cuando la tuvo cerca: “¡¡Mamacitaaa, préstamela pa´nochambear!!” La colorada nena solo apretó más el paso ante los pitorreos y carcajadas del viejo seboso quien comenzó a mover frenéticamente su lengua alrededor de sus labios de sapo.

El viejo caliente y necesitado de una ardiente noche de sexo desenfrenado y netamente pornográfico con una hembra como a la que en esos momentos le miraba la cola no podía dejar de quitar su envilecida mirada en contra de esas perfectas protuberancias de carne que la niña tenía por nalgas. Morbosamente se preguntaba el ganapán sobre cuál sería el color, textura y forma de las pantaletas que usaría la niña ese día, o sobre el olor que emitiría esa apretujada zanjita que se protegía en medio de ese par de muslotes y esas ensanchadas caderas que sugerentemente se movían al caminar de la hembra. Pensaba el viejo que ese perfecto caminar que la condenada mocosa manifestaba seguro sería para pararle la verga a él principalmente pues seguro ella sabía que él iba siguiéndole los pasos. Su virilidad estaba en esos momentos en su punto, y más se le estiró el instrumento de satisfacción mujeril cuando observó a la niña voltear a verlo y pudo apreciar por leves segundos la espectacular belleza de ese rostro, la nena casi en el acto volteaba de nueva cuenta hacia su sendero al comprobar que este otro pesado bovino venía ganándole terreno.

Al apreciar esa sebosa voluminosidad siguiéndola mientras ella atravesaba la transitada carpeta asfáltica la jovencita pudo experimentar una sensación de temor pero a la vez un calor repentino recorriendo todo su cuerpecito de esos que se le habían despertado desde antes de conocer al tendero. No era difícil para Cassandrita darse cuenta que de un tiempo para acá eran los hombres mayores quienes principalmente le dedicaban miradas y sonrisas que muchas veces llegaban a ponerla incómoda, pero dichos vejetes formaban parte de un círculo social podría decirse cercano, vecinos, maestros, padres de familia, amigos de sus padres, hasta familiares, explicando también que dichos veteranos presentaban una apariencia y arreglo formales.

Pero viejos como estos la alteraban, mas con el tipo de vocabulario con el que estos se comunicaban, el imaginarse sin tapujos lo que a estos viejos le harían en la mínima oportunidad y lo que a ellos les gustaría que ella les hiciera era lo que en muchas noches echaba a andar su pecaminosa imaginación impropia de una nenita de casi dos años menor a la mayoría de edad, ahora, al encontrarse con uno de estos en la calle y el haber sido manoseada y acosada por otro arriba del carro la llevaban con mucho material fresco en su cabecita, material que no se reservó para la noche. Para ella el que un viejo de tales características la siguiera imaginándose adivinar quién sabe qué tipo de candentes situaciones con ella la hicieron aflojar un poquitito su paso con la intención de que el desaliñado pudiera apreciarla por un poco más de tiempo pero que tampoco le diera alcance ya que su delincuencial facha la asustaba. Se preguntaba la nena como reaccionaría ella si entrara a un callejón oscuro y de poco transitar con ese señor tras ella, y estas alucinaciones con su posible desenlace hacían que la nena quisiera estar en su camita solo con una pequeña blusita cubriendo su desarrollado cuerpo para proceder a sobarse su conchita por debajo de las sábanas.

La nena daba un segundo vistazo, la imagen del viejo era grotesca, la altura de este era también por mucho superior a la de ella. El viejo, arropado con un sucio pantalón y una camisa de manga larga para proteger su requemado cuero de elefante de los rayos del Sol, cargaba su camisa también sin abotonar por lo que enseñaba otra desmesurada barriga y unas enormes tetas de gorila panzón, además de un desproporcionado matojo de pelos en su cuerpo. La nena dejaba de mirarlo para devolver su vista al camino, muy nerviosa ella al pensar que el viejo pudiera darle alcance para tal vez asaltarla aún con la cantidad de gente que circulaba pues el gordo traía una facha de malviviente que no se le quitaba ni volviendo a nacer, pero lo que la ponía más nerviosa a la señorita era la seguridad de que el viejo le venía observando la parte más carnosa de su anatomía.

Para continuidad de su mala fortuna uno de los elásticos que anteriormente le había estado regalando deliciosas caricias cerca de su panochita se le metía exquisitamente entre sus labios vaginales tapando solamente uno mientras dejaba expuesto el otro el cual se rozaba contra la tela de su jeans, la nena llevaba ese elástico prácticamente metido entre su zanjita y al no estar acostumbrada a marchar sintiendo tales caricias tuvo que apretujar su caminado aportando innatamente mayor sensualismo el meneo de sus caderas creyendo inocentemente que con estos movimientos podría hacer que su pantaletita se reacomodara, movimientos que mantenían atentos y extasiados a la gran comunidad masculina. Y es que para la nena no solo sus pantaloncitos presentaban encogimiento, con esto que le sucedía daba cuenta que sus calzoncitos también, aunque la nena reconocía que de unos meses para atrás esa casi tanguita le quedaba muy apretadita.

Pero no solo este viejo venía al pendiente de ese insinuante caminar de la señorita. Cassandrita, por venir revirando y cuidando que el viejo no la empatara, no alertaba las miradas que le mandaban tanto señores como jóvenes que transitaban en sentido contrario a ella; sin embargo, la pequeña, no dedujo que justo en ese momento caminaba enfrente de un local en construcción en donde una comunidad de albañiles echaban el respectivo colado y eran los que esperaban su turno para que les llenaran la cubeta quienes principiaban una lluvia de chiflidos apoyados después por los que permanecían en los andamios, era que la nena caminaba entre ellos cuando le fueron declamados cantidad de versos shakesperianos:

-adióóóóóós, mamacitaaaaa!- decía uno.

-mi amor, que grande tienes la olla, aquí tengo un cucharón para batirte los frijoles, jaja- recitaba uno de los más requemados.

-¿A dónde tan solita? muñequita, te acompaño?, jaja- berreaba otro.

-buenas, muy buenas las tienes, mi amor- dijo otro, un alto flaquísimo, sin quitar su mirada de ese par de apachurrables melones.

-¿A dónde con lo que es mío?! Chiquititaa, jajaja- preguntaba un viejo panzón.

-mamita, yo también quiero termíname de criar- expresó otro casi anciano quien reía después de su argumentación enseñando a la nena una boca completamente desprovista de dientes.

-mmm, bebota, esas tortas me ponen contento, pero se verían mejor con mi longaniza adentro, jaja- gritaba un gordo zotaco mientras se sobaba sus partes por encima de sus pantalones ya que la nena comenzaba a alejárseles al pequeño grupo de poetas callejeros.

Mientras todo esto le era recitado a la colorada niña quien se enconchaba de hombros al tiempo que bajaba su miradita y esquivaba transpirados trabajadores que encaradamente le bloqueaban el paso, el otro ardiente viejo caminaba hipnotizado admirando esa estrecha cintura tan fina y tan perfectamente delineada como para tomar a la nena de ahí mientras se le empinara, pero sobre todo atraído por esas prominentes nalgotas que se apretaban contra ese soberbio jeans, su intención era alcanzar a la chiquilla y si las condiciones se lo permitían pegarle tremenda nalgada por caminar tan apretada, y eso que ya se comía una verga de diecinueve centímetros.

Anteriormente para Cassandrita esta situación pudo haber sido incómoda y molesta, pero en esta ocasión había algo que ella no podía explicarse, este tipo de bochornos y situaciones embarazosas a la colegiala no le sucedía muy a menudo ya que siempre en sus salidas iba escoltada por su madre, padre o ambos, o en todo caso acompañada por algunos de sus compañeros (as) de colegio y enfundada en su modesto traje escolar que la hacía aparentar menos edad y por ende los viejitos calientes no se atrevían a faltarle al respeto, si a comérsela visualmente porque quien no admiraría a una niña tan encantadora como Cassandrita quien aun con el uniforme de la escuela y más con el pants o short de educación física lucía tremendamente nalgona pero parecía ser que el uniforme escolar representaba un impedimento para que los viejos verdes se expresaran en leperadas, era rara la ocasión que la nena se atrevía a salir sola fuera de su conocido círculo social a menos que fuera para ir a la escuela.

Y en las poquitas veces que se atrevía a salir sola a la tienda de la esquina, a realizar alguna tarea a los cybers o hasta para dirigirse al concurrido centro de la cuidad, la niña siempre había utilizado blusas y pantalones que en ese entonces no los recordaba tan entallados y que poco enseñaban de esa creciente anatomía femenina. Era conforme su cuerpo crecía que este parecía demandarle ropa más ajustada y debido a su voluptuosidad era que la nueva ropita que se compraba parecía haber sido hecha a su molde. Por no decir que de un tiempo para acá esos jeans como el que portaba parecían haberse encogido pues la nena casi sentía entre su nalgatorio la costura que estos llevan entre bolsa y bolsa.

Pero del mismo modo que apretaba su paso Cassandrita pronto sintió como sus traviesos calzoncitos se metían y apretujaban aún más en su feminidad ya que estos aun iban ligeramente humedecidos por andar ella pensando en las medidas del viejo tendero antes de tiempo y sobre todo porque una extraña sensación maliciosa se le venía despertando a raíz de ser observada por viejos de apariencia pervertida y cochina (sensación que es descrita desde el primer relato, pero era en estos momentos que parecía estar ganado fuerza, ¿La nena se estaba mojando por las leperadas que le declamaban los viejos verdes?). Un delicioso vacío en su estómago la atacaba pensando nuevamente en la parte de su cuerpo que habría sido escaneada por la caliente mirada del seboso que traía atrás y el pequeño grupo de albañiles casi todos viejos y sebosos, a todo esto se ruborizaba y unas ganas intensas por calmar manualmente la saciedad de su concha la absorbían.

Todo esto, sumado al nerviosismo que significaba saberse la presa de un viejo asqueroso y que por la cara que ponía sabrá Dios que porquerías se estaría imaginando con ella hizo que la cartera de la nena se resbalara de sus manitas y cayera al suelo, Cassandrita al notar el imprevisto y preocupada de que nada hubiera ocurrido a su celular (ya que justo en ese momento lo intentaba atorar a un clip pegado a la cartera) agachó para recogerla pero exhibiéndole al viejo ese culote hecho para los dioses ya que en su descenso inconscientemente no dobló para nada sus rodillas dejando sus piernas perfectamente estiradas como si estuviera practicando esas respiraciones que el buen docente Pepe sobriamente la ponía a realizar junto con sus compañeras.

La nena se incorporó volteando a ver al viejo rápida y disimuladamente dirigiéndole una mirada escueta, y sin dejar de verlo procedió a acomodarse su cabellito detrás de sus orejas para seguir caminando hasta que aprovechó un casi intransitable y lúgubre pasaje para ocultarse de su nuevo acosador, además este pasaje, en su inicio, tenía a medio colgar un letrero que decía “baños publicos $5, con papel $10”, leía la niña desde donde permanecía escondida. Volteaba para atrás viendo el tenebroso pasadizo, sus manitas comenzaron a sudar y su corazón a latir acelerado, como si algo dentro de ese pasillo la llamara.

Como era cerca del mediodía, dicho pasaje en donde abundaban las maquinitas se encontraba casi vacío contrario al resto del centro, si no, ni hubiese entrado. El lugar era deprimente, y los más probable es que en las noches se llenara de vagos y malandros al decir por la cantidad de graffitis y latas de cerveza que yacían regadas cerca de las máquinas, muchos locales sin funcionar, algunos puestos encortinados como si no se quisiera que se mirara lo que ocurría dentro, un negocio que ponía tatuajes y en las escaleras un cartel que anunciaba en la segunda planta un local de películas porno. La curiosa nena, sin embargo, encontraba más adelante lo que parecía ser el baño que se anunciaba y que seguramente no estaría tan atiborrado de gente como los de las plazas, esperó unos minutos cerca de una mesita que vendría siendo como la oficina del que cobraba por si este se aparecía, y después de esperar unos tres minutos en vano, entró.

Pero algunos minutos antes de esto…

La nena fue dejada de ser morboseada por el robusto chabacano solo hasta que ella se le perdió entre la multitud, pero aun después de esto y ya a una distancia segura oculta en los inicios de un pasaje Cassandrita volteaba hacia donde se aglomeraba esta bola de ñeros trabajadores quienes a lo lejos se les veía en sus funciones, Cassandrita no alcanzaba a ver si el gordo se encontraba con ellos por lo que suponiendo que todavía andaría en las calles buscándola sumado a que podría encontrarse con el otro señor que la acosó en el autobús decidió meterse a dicho pasillo con la idea de hacer tiempo y aparte buscarse el baño. Era un lugar no propio para señoritas de su estilo pero en donde seguramente sería de los últimos lugares donde se le buscaría.

El baño no diferenciaba mucho del resto del pasaje, se veía que no lo limpiaban en un buen tiempo, apestaba raro, y por la ausencia de mingitorios daba a entender que era para mujeres, aunque después de ver ciertos detalles llegó a suponerse que bien podría ser un baño mixto. Las paredes se tapizaban con un sinfín de palabrotas, un par de paquetitos abiertos y tirados en el piso que por la forma del sachet debieron de haber albergado un objeto redondo, “SIMIcondón” leía la niña. Y una vez dentro de uno de los cubículos las rarezas no terminaron, dibujos de penes y vaginas comprometidos en muy explícitas situaciones y números de teléfonos escritos por si alguna dama quisiera pasar un buen rato y en donde se detallaban medidas de los caballeros, llegándose a leer la niña uno que, medio borroso, decía tener veinticinco, ¿Veinticinco qué?, se preguntaba la nena, el enunciado se encontraba muy desgastado, ¿Veinticinco años? Suponía.

Cassandrita descansaba sentada sobre la tapa, ya que el inodoro carecía del asiento y la taza estaba cubierta de centenares de manchas amarillentas, con sus jeans así como sus calzoncitos ya humedecidos enredados a medio muslo, podía notarse la humedad que manchaba su calzón exactamente en esa parte diseñada para estamparse con la panocha. Con su respiración agitada veía su depilada panocha colorada y brillosa contrastando con su blanquita piel y dicha pigmentación y humedecimiento vaginal comenzaron a despertar dudas en la confundida estudiante, ¿Por qué de un tiempo para acá lubricaba tanto? Se preguntaba, ¿Se tratará de esos cambios hormonales que alguna vez se trató como tema de exposición en la escuela?

Estaba claro que en Cassandrita el ciclo de transición por el que pasa una niña para convertirse en toda una escultural mujercita ya podría darse por terminado y en ello hallaba una cierta explicación para estas excesivas humedecidas que se pegaba argumentando que se trataba de su última etapa de hormonal desarrollo, y es que muchas veces se había amanecido empapadísima de sus calzones lo más probable por esos llamados “sueños húmedos” de los cuales poco recordaba pero que la dejaban tan mojada que tenía que ser ella misma la encargada de lavarse su ropita y sábanas por pena a que su mamá la interrogara o pensara que a su edad aún se orinaba en las noches, razón por la cual a la nena no le molestaba tanto dormir sin calzones. Lo que si recordaba era que cada vez que se despertaba en tales condiciones sentía una gran necesidad de rascarse su panochita y fue precisamente en una de esas mañanas, cuando Cassandrita recién había entrado a la secundaria, que terminó por sucumbir a los placeres carnales que su cuerpo le demandaba conociendo por primera vez las delicias de frotar sus deditos sobre su apenas visible rajita, y era esa misma rasquiña la que se le aparecía en esos momentos.

Esta situación indudablemente que enredaba a la nena llegándose a preguntar si todas las niñas pasaban por lo mismo. Mientras reflexionaba con sus calzones enrollados a medio muslo el fresco aire que le entraba por debajo de estos la muchachita lo podía sentir caliente cuando salía por sobre ellos después de haber resoplado por su acalorada almejita corroborando el calor que rezumaba de su aperlados encantos íntimos. Daba cuenta la nena, en ese momento, que en sus pies un estuche muy parecido al de las pastillas medicinales yacía cerca de ella, ya abierto y solamente para una capsula, “iagra” era lo que la nena alcanzaba a leer en el roto empaque.

Pero la cosa no terminó ahí, unos fuertes escalofríos comenzaron a aparecer atacando la anatomía de la muchachita, la fuerte rasquiña vaginal iba en aumento tanto que la nena ya había comenzado a sobarse sus potentes piernas una contra la otra con sutiles movimientos mientras gestos de calentura aparecían en su ruborizada carita, y es que un varón que decía ser un viejo verde se anunciaba en las paredes alabando su máquina perforadora de rajitas calientes y remarcando su gusto por las niñas de prepa y eso posiblemente ayudaba de manera inconsciente a que la panochita de la nena se humedeciera, más abajo el viejo decía tener una regla de treinta centímetros para corregirlas, leía la chiquilla dramatizando en su mente lo doloroso que se debía sentir el ser castigada con una regla metálica para seguir leyendo todo lo que en la pared se decía así como los dibujitos en plumón con diverso contenido sexual.

La nena sabía que para calmar esa saciedad tenía que tocarse, solo así su caliente panocha la dejaría tranquila por unos cuantos días, pero no entendía porque le picaba tan rico si apenas no había transcurrido ni un día desde su último encuentro sexual, pensaba la nena mientras su respiración ya se había hecho más profunda y sus dientes apretaban repetitivamente a sus labios. La nena se asustaba un poco entendiendo que esto antes era un problema que solo la atacaba raras veces en las mañanas cuando recién se despertaba transpirada y hasta babeando de su boquita y con una de sus almohadas bien atorada entre sus delineados muslos debido a lo rico que debió de haber estado el sueño, pero hoy, este caliente estado se presentaba casi a mitad del día y en un lugar donde no debería de presentarse, ¿Y si el lunes me pasa en la escuela? Se preguntaba sin saber cómo reaccionaría si un día comenzara a sentir este delicioso escozor a mitad de una clase.

Mientras se preguntaba esto la nena caía en cuenta que su manita derecha se sobaba circularmente contra sus carnosos labios vaginales, con sus ya mojados deditos de uñas pintadas de rosa deslizándose entre la fina y húmeda ranurita de carne tan cerrada como la de una alcancía (hablando de una alcancía para centavos) y haciéndose la desentendida con su otra mano mordiéndose levemente el meñique se agachaba para tratar de ubicar que no hubiera pies en los cubículos siguientes. Sabiéndose sola la nena, desnuda de la cola, sumía delicadamente su dedito medio sintiendo como este se hundía centímetro a centímetro dentro de su abultada panocha la cual se sentía tan cerrada que costaba meter hasta el femenino dedo de la niña, pero cuando lo logró comenzó a sacarlo lentamente a la vez que su dedo pulgar se frotaba contra un minúsculo capuchón que tímidamente asomaba, Cassandrita comenzó a ser atacada por leves espasmos involuntarios a la vez que sus sensuales labios se abrían para inhalar y exhalar con vehemencia.

-mmm- se escapaba de los sensuales labios de la niña mientras su dedito nuevamente se enterraba entre sus carnes.

-uugh-

-ahhh, mmhgm- exhalaba la tierna niña.

Por un momento escuchó cuando alguien entraba al baño, al principio pensó que podría tratarse del cobrador o de alguno de los viejos que la acosaron, pero poco después comprobó que se trataba de un par de mujeres entaconadas cuyo timbre en la voz la hacía escuchar ya veteranas, una de las cuales llegó hasta uno de los retretes orinando dentro de este mientras se carcajeaba y argumentaba lo buena que había estado la cogidera de anoche, pero que debió de haber cobrado más por la mamada ya que al viejo le apestaba la verga, ambas tenían como costumbre cerrar sus enunciados con la palabra “verga”, por ejemplo:

-me venía miando, verga-

-no mames, ya van a dar las doce y no he llegado a mi casa, verga-

-no traes por ahí unos pañuelos, verga, esta madre ya no tiene papel, verga- departían las viejas malhabladas desconociendo que su vulgar plática estaba siendo escuchada por una jovencita.

Cassandrita escuchaba el orín de la desconocida mujer, las palabrotas con las que se comunicaban y el ruido del lavabo en donde la otra muy posiblemente se limpiaba la cara aunque después informaba que lo que se limpiaba era el bollo, mientras la niña silenciosa se frotaba su panochita con sus muslos bien abiertos y sus piernotas subidas arriba del inodoro para así según ella evitar ser descubierta, posición que hacía que su panocha se viera semioculta entre ese par de desnudos muslos bien tonificados, en esta posición el pantalón únicamente cubría sus ejercitadas pantorrillas las cuales permanecían suspendidas en el aire y ligeramente abiertas, dejando suficiente espacio como para que un cuerpo se internara entre ellas. A estas alturas su panocha estaba tan empapada que hasta el menor desliz propiciaba una exquisita melodía acuosa por lo que la nena tenía que ser prudente al toquetearse. Pronto dedo y clítoris comenzaron a rozarse mientras la nena levantaba un poco su blusita hasta atorársela en el cuello, solo el ajustado sostén top era el protector de ese par de ubérrimas tetas que se apretujaban dentro de este manteniendo un relieve netamente esférico.

Cuando escuchó como la cochina vieja terminaba de realizar sus necesidades maldiciendo al hombre que se los echó adentro y la otra finalizaba su lavado bucal pues argumentaba que se los habían echado en la boca y le supieron a ostiones descompuestos, la nena reanudaba con sus masturbaciones, en esta ocasión eran dos deditos los que sobaban de manera deliciosa el par de palpitantes labios vaginales, cerrándose este par de inmorales dedos de manera que apretujaban los labios hasta que estos abultaban aún más, justo como el viejo Marce tenía por costumbre apretársela. Un chirrido y un leve escurrimiento de efluvios completamente vaginales se desprendían cada que la nena, en completo estado de calentura y gimiendo entrecortada, apachurraba y aflojaba de manera sugestiva con las yemas de sus dedos su parte más íntima y sagrada.

Estando ya completamente presa de una retorcida calentura, la nena quiso poner a jugar su imaginación, cerraba sus ojitos al tiempo que seguía dándose dedo y eran los contantes remojos a sus labios y ahogado quejidos los que evidenciaban lo rico que se la estaba pasando en sus pensamientos.

La jovencita se imaginaba en una escena con su viejito, besándose. De pronto se veía arrodillada en una situación comprometedora con el viejo tendero dándole ella placer a él con su boquita, situación alimentada por la mamada que escuchó por parte de la vieja, pero, mientras ella seguía en sus orales tareas, poco a poco, la imagen del abarrotero se iba poniendo borrosa, oscura, y a medida que esto sucedía adquiría un grosor corporal muy considerable, en menos de lo que la nena se imaginó, Cassandrita se estaba masturbando con la imagen del viejo desarrapado y limpiaparabrisas que la siguió por unos buenos metros sin dejar de admirarle el culo con total descaro y que hasta en completa impunidad le grabó la retaguardia por unos buenos segundos. Pronto la nena se veía arrodillada ante el bestial ogro con el enorme rabo de este bien prensado entre sus labios.

En su picaresca mente la nena se veía incorporándose mientras el viejo le explicaba lo buena que era para mamar vergas en una conversación llevada a cabo en penumbroso callejón donde no se viera ni un alma con el grueso trabajador de la calle mirándole burlón pero a la vez autoritario con esos ojos enrojecidos por la salacidad, y para aumentar el morbo a la situación la nenita se imaginaba ella vestida con un mini shortcito de mezclilla de esos que usaba para andar en su casa pero que jamás de los jamases usaría en la calle y una blusita que mostrara una muy generosa porción de sus tetas, sin dejar ella de sonreírle y agradecerle al viejo pero a la vez tratando de evadir la mirada del cachondo hombrezote para que este se diera una idea de lo nerviosa, avergonzada pero encantada que la tenía.

Cabe mencionar que en sus morbosos pensamientos impropios de una niña bien como lo era ella, Cassandrita y el sudoroso nunca llegaron a acoplarse, Cassandrita aumentó sus toqueteos cuando imaginaba al viejo empujándola con cuidado, pero con el vigor necesario para que la nena sintiera la fortaleza de un macho tosco, en contra de la sucia pared para proceder desabrocharle el short mientras ella apenada y con sus bracitos escuadrados contra la pared miraría nerviosa hacia ambos lados, y sin bajárselo un solo centímetro el viejo comenzaría a escurrir su sucia y callosa manota dentro del short para moverla como si estuviera embarrándole algo sobre su panocha y después sacarla y llevarse los dedos a su nariz, aspirarlos y chupeteárselos.

Si algo se imaginaba la muchachita era la masculinidad de esa manota representada con una rasposidad sin igual, una aspereza que al momento de hacer contacto con su delicada piel, considerando lo aún más delicada que se encontraba la piel que forraba sus encantos íntimos, elevaba al máximo la calentura de la chiquilla quien casi estaba sintiéndose tocada por semejante jayán. Y es que la nena no sabía cómo describir semejante sensación, pero el sentirse sometida (refiriéndose ella al estar debajo de un hombre tosco como su viejito, o como el señor limpiaparabrisas, los albañiles, o incluso el viejo que se la arrimó en el autobús, en pleno trance de fornicación) la hacía sentirse muy hembrita, muy mujercita, y más cuando su compañero de libídine manifestaba esas escarpadas y ancianas facciones que le daban mucha virilidad.

Así hasta que Cassandrita sentía como esos gruesos dedotes se le volvían a escurrir hasta su intimidad mientras notaba la cara del viejo (la cual grabó con sumo detalle) descomponiéndose en calentura, fue ahí donde la nena, presa de un ataque de contracciones, sintió las tremendas ganas de mearse expulsando una buena cantidad de néctares vaginales los cuales escurrieron hasta el retrete, al mismo tiempo que ella se tapaba su orgásmico y alargado gemido con una de sus manitas temblando del resto de su cuerpecito. La otra de sus manitas se friccionaba velozmente contra sus labios vaginales del mismo modo que dos de sus dedos se metían dentro de su sensible pepita para salir empapados y volverse a frotar contra sus labios.

Después de que su calentura se le pasara y sus pulsaciones regresaran a la normalidad la niña procedía a sacarse el calzón después de haber hecho lo propio con su pantalón y botines quedando desnuda de su cintura para abajo (con excepción de sus tines), esto con la finalidad de pasarle a su prenda íntima un poco de papel sanitario para secarla un poco y poder usarla de nuevo, con el mismo papel comenzaba a limpiarse el exceso de humedad sobre su colorada panocha pero caía en cuenta de que su calzón estaba un tanto húmedo, seguramente lo traía empapado desde el momento de recibir los acosos del viejo del autobús. Menos mal que la nena llevaba un calzón de repuesto por lo que procedía al cambio. Después de vestirse y de verse en el espejo del baño comprobando que sus angelicales facciones habían regresado y de haber limpiado las gotitas de sudor de su frente con un poco de papel sanitario la nena le daba las últimas sacudidas a su calzón recién quitado e impregnado con su esencia íntima y lo guardaba dentro de su pequeño bolso para proceder a salir como si nada hubiera sucedido.

La niña llegaba hasta la pequeña mesita y al no advertir aun a ningún cristiano depositaba los cinco pesos en un plato donde se miraba morralla y abandonaba el lugar cuidadosa de que no hubiera otro viejo por ahí, pues ese día parecía que los habían dejado salir a todos.

Después del bochornoso pero cachondo imprevisto la jovencita, ya limpiecita y seguida por sus instintos de mujer, entraba a la gran plaza comercial de la zona, deambulaba por varios de los locales de artículos y ropa femeninos comparando precios, texturas y marcas, pelando sus ojitos cuando veía sugestivos baby doll, negligés, ligueros y microscópicas tangas de hilo que adornaban a los maniquís que las modelaban, preguntándose ella como era posible que existieran mujeres capaces de ponerse ropa tan atrevida que casi no tapaba nada, si bien ella alguna vez portó una tanga, esta era decente comparada con los hilos que miraba. Pero a la vez, el estar admirando tan sugestivas ropas despertaba en ella una disimilitud sobre el tipo de prendas, especialmente la de las mujeres. Constataba la nena que, para las mujeres, al ser precisamente mujeres, la ropa íntima elaborada para ellas debería de ser más recatada, pero por el contrario, era muchísimo más pequeña y sugestiva que la de los hombres cuando su cuerpo (el de ellas) debería de estar más censurado. Mientras la ropa íntima de los varones era más ancha y más larga, la de ellas era más ceñida, cortita y translúcida, se decía la muchachita al tiempo que estudiaba de cerca y entre manos una tanguita de chiffon, asegurándose que con la transparencia de dicha prenda lo más seguro es que su intimidad se alcanzaría a distinguir a simple vista.

Ya con nacientes advertencias de parte de su estómago por probar comida de a de veras la nena buscaba algo que le amortiguara el apetito, un volován de jamón y un juguito de uva era lo que Cassandrita se almorzaba sentada en unas banquitas con sus piernas cruzadas de sus tobillos, columpiándolas.

Estando en esto la sexualmente activa chiquilla aprovechaba para darle una revisada rápida a su celular, notando, por la hora, que ya se le estaba haciendo un poco tarde. Algunos whatsApps de grupos a los que la habían agregado, uno de Alexis que la invitaba a su casa junto a otros amigos (obviamente el grupo más selecto de la prepa, de esos grupos a los que no cualquier estudiante accede, y al que Cassandra y Lupita no parecía interesarles mucho en formar parte) y uno del maestro Pepe enviado hace casi ya la media hora.

Si, el vanagloriado catedrático poseía los números de teléfonos de todas las jovencitas que conformaban su modesto equipo de voleibol ya que los había acomodado en un grupo donde se manejaban horarios y todo lo relativo a la disciplina voleibolística, aunque últimamente el maestro Pepe lo utilizaba para subir fotos de él haciendo ejercicio o sacándose selfies en lugares de esparcimiento deportivo, así como un par de fotos de él con deportistas locales de renombre, todo para inculcarles a las nenas la cultura del deporte. Como recompensa el viejo maestro se daba unos buenos ratos en el baño admirando las ricas fotitos que sus niñas ponían como fotos de perfil, muchas de ellas llegándolas a descargar guardándolas en un estimulante compendio.

“Hola Cassandra, muy buenos días, ¿Cómo estás?” Preguntaba el profe en ese mensaje, cortés.

“Hola maestro, buenos días, bien, gracias ¿Y usted?” Respondía Cassandra educadamente y para ver que se le podía ofrecer a su voluminoso maestro, quizás algo sobre el asunto de ser su “secretaria”.

“Muy bien mi niña, y mejor ahora con lo que me acaba de suceder, se me ha maravillado el día” Parecía que el didacta se la viviera mirando su celular esperando el momento que la nena le respondiera, pues no demoró ni dos segundos en emitir esta respuesta.

“¿Por qué? ¿Qué le pasó?, maestro” Preguntaba la nena.

“Pues porque me estoy mensajeando contigo, mi niña, jajaja”

El maestro era claro, sabía lo que quería, pero dependía mucho de sí la nena le seguía respondiendo. Este mensaje le pareció anormal a la niña viniendo de su maestro, se le figuró a muchos de los mensajes que recibía por parte de alumnos de su escuela y otros que sabrá Dios como conseguían su número, aunque la nena no les respondía pues sabía a lo que iban. Sin embargo con su maestro era diferente, él era un hombre mayor, por lo tanto más centrado y por ser su maestro, respetado, por lo que siguió a la plática.

“Ay ya, ¿Eso que tiene que ver?” Respondía Cassandrita, seria, sin arreglos, sin dar pie a falsas expectativas.

“Pues que me estoy mensajeando con la nenita más encantadora, por no decir la más linda, de toda la escuela, no cualquiera tienen ese privilegio” Del otro lado el seboso se mandaba tremenda saboreada, estaba acostado en su cama, casi desnudo, y manipulándose el pájaro (la verga).

“Umm, maestro, ¿Se encuentra bien?” Preguntaba la jovencita, pues se le hacía rara la forma en que su viejo maestro le hablaba, nunca pasaba de “Cassandrita” o “mi niña” para referirse a ella, pero eso de llamarla “la más linda, la más encantadora” la hacía suponer que había algo más.

“Excelente, mi niña, y te quería preguntar también, si tú y yo podríamos seguir mensajeándonos más seguido, ya que vamos a pasar un poco más de tiempo juntos, jejeje, quisiera que entre nosotros se rompiera esa barrera maestro-alumna sin llegar a malinterpretarse, claro está, sabes que te estimo y respeto mucho, quiero que nos empecemos a ver como amigos, a llevar como amigos, como me llevo con mis compañeros y como tú lo haces con los tuyos, eso cuando estemos a solas, ¿Me explico?” Exponía el maestro.

“Ehh, sí, creo que sí, pero no entiendo lo de a solas” Respondía Cassandrita ya que quizás era ella la que malinterpretaba el asunto, recordaba que el viejo se llevaba con sus compañeras maestras más o menos así, nombrándoles por sobrenombres como hermosa, mi amor y demás, con las más jóvenes; y de abrazos y besos con las de más confianza que por lo general eran las de su rango de edad. Era muy cariñoso el viejo Pepe con las mujeres. Un caballero.

“Perfecto mi niña, una cosa, no le digas a nadie que tú y yo nos mensajeamos, que sea entre nosotros, ya vez que en la escuela son bien chismosos y podrían malinterpretar el asunto, tú bien sabes que no sería el primer chisme que se me inventa” Puntualizaba Pepe, respondiendo pero a la vez tratando de evadir eso de lo de “a solas” que no había entendido su alumna.

“Si claro, pierda cuidado” Cassandra se acomodaba sus cabellitos.

Contestaba la nena, en eso, se le venían a la mente algunas historias que se contaban alrededor de su grueso maestro, que era un viejo pervertido, que espiaba a las niñas en los baños, que habían sorprendido a una maestra practicándole sexo oral en el laboratorio (será que Teo prestó sus instalaciones), que incluso ya un par de niñas le habían hecho favores orales con tal de pasar su materia, muchas de estas teorías sin pruebas que las sostuvieran aparte de que la asignatura de Educación Física no se da para andarla reprobando. Mucha meditación debía de tener Cassandrita si se decidía por aceptar la propuesta de su maestro con sobrepeso. De pronto, otro mensaje la sacaba de sus reflexiones.

“Ok, bueno preciosa, te dejo, que tengas lindo día” Despedía el educador.

“Gracias, igualmente”

“Gracias, niña hermosa, ¿Estarás disponible en la noche? ¿Te podría marcar como a las once y media? Sé que sería un poco tarde pero mañana no vas a la escuela” Preguntaba Pepe, astuto, sabiendo que a esa hora la niña ya se encontraría en su cuarto, sin la presencia de sus padres.

“Ehh… no sé, ¿Para qué?” escribía la colegiala.

“Nada importante, princesa, para platicar un ratito y por si algo se te ofrecía, jaja” galanteaba el pedagogo.

“Pues, no sé, yo le aviso, gracias”

“De nada, mi reina, que tengas lindo día, te mando un beso” Terminaba el maestro Pepe, lo había hecho, se había decidido a hacer lo que toda la mañana estuvo estructurando, y había sido rápido y preciso.

-esa es la diferencia, entre un hombre maduro, y un mocoso- sentenciaba el profesor, recostado en su cama, cerrando su aplicación para abrir su galería y buscar una foto de Cassandrita descargada a partir de sus fotos de perfil, repasando morbosamente su oloroso hongo sobre los labios de la chiquilla.

-y ora?- se decía la nena, del otro lado, un poco desconcertada por la inesperada plática con su casi jubilado profesor, al tiempo que habría su bandeja SMS para enviarle un mensaje al viejo Marce, avisándole que llegaría un poco tarde.

Cassandra, después de vagabundear poco más de una hora, llegaba a un gran almacén de ropa y artículos varios que a pesar de ser enorme era apenas una pequeñísima fracción que conformaba esa inmensa plaza que al ser sábado, pasadito de la una, estaba atiborrada de gente. Era un gentío bruto en donde la nena tenía que abrirse paso entre pequeñas hordas con las que se encontraba.

Como la ropa de los locales externos y de “marca” le parecía irracionalmente cara, entró a dicha bodega con la intención de encontrar algo más accesible, llegó a la sección de ropa y rápidamente fue conquistada por uno de los vestidos que se exhibían y que para aumentar la emoción de la niña este marcaba que estaba en descuento.

Un vestido color azul rey con un listón blanco satinado de cinco centímetros que lo atravesaba de la cintura y caía hacia un costado. El escote de esta prenda era de esos que cubren todo el busto pero que carecen de tirantes dejando los hombros y brazos completamente desnudos, la falda del vestido era de vuelo formándosele varias ondulaciones, tipo los tablones de su falda escolar, un cierre en su parte trasera que llegaría hasta la espalda baja, justo donde se le formaban un par de coquetos hoyuelos. La nena, estirando un poco su apetecible cuerpo que no dejaba de ser devorado tanto por jóvenes como por rechonchos padres de familia que misteriosamente rondaban por un área que no era para el mercado masculino, desenganchó el vestido de donde estaba y se lo midió por encima de su admirado cuerpo comprobando que la medida de su falda era corta, pero que todavía estaba dentro de los límites permitidos para ella, este debía de llegarle un poquitito más arriba de medio muslo, pero no sería para lucirlo en la calle a menos portando una lycra debajo; sin embargo, se veía muy estrecho de la cintura, por lo elástica de la tela y lo curvilíneo de su cuerpo peligraba que la prenda se le adhiriera demasiado.

Pero vaya decepción se llevaba la vanidosa mujercita al comprobar que sus recursos económicos, esa pequeña suma sacada de lo que la muchachita ahorraba a partir de lo que sus padres le proporcionaban para la escuela o de lo que su padre le brindaba los domingos, no era suficiente para cubrir el precio de dicha prenda aun considerando la rebaja. La hermosa muchachita lo comprobaba contando recelosamente las moneditas y billetes de su cartera de esas que se doblan en tres partes y a la que le había adaptado un protector para atorar ahí mismo su celular, y es que el haber pasado a comprar otro mandado le había descompletado su monedero. Con su carita triste y estando por regresar la prenda de nuevo a su lugar una juvenil y conocida voz le llamaba:

Pero unos minutos antes de esto…

Un desilusionado Armando quien después de llevarse la decepción de no poder encontrar a su adorada en su casa, regresaba para cumplir uno de sus propósitos que había relegado a segundo término en caso de que si la hubiese encontrado. El niño, después de haber dejado encadenada su bicicleta, entraba precisamente al mismo negocio donde Cassandrita había entrado, ¿Coincidencia o destino? El chiste es que el niño después de ir caminado y cruzando pasillo por pasillo llegaba a uno en donde una hermosa niña llamaba su atención, pasándose un poco de largo se detenía pasos adelante para poner cara de reflexivo y hacerse mentalmente una pregunta ¿Era ella? Pues el joven solo había visto a esa encantadora muchachita de reojo para después caminar los mismos pasos pero ahora en reversa dejaba que la gente despejara un poco el pasillo para notarla entre la multitud y descubrir que sí, su amor platónico estaba ahí, hermosa y radiante midiéndose por encima de su femenino cuerpo un vestido. Mientras la admiraba y más se embelesaba al niño le comenzaron a sudar las manos y su ritmo cardiaco empezó a acelerarse, sus pupilas se dilataron y fue una vocecita interna la que le gritó “pendejo, es tu oportunidad, abórdalaaaaaa”, poco le importaba al joven o quizás no interesaba por ahora debido al desorden mental que le producía estar admirando a su pequeña Diosa el hecho de que si esta niña se supone se iba a juntar con la otra chiquilla para ver películas nada debería de estar haciendo aquí, se decía el jovenzuelo mientras caminaba en dirección a ella, con su corazón casi saliéndosele del pecho y rezando para que la hitleriana figura del padre de Cassandrita no apareciera por ningún lado, lo que lo obligaría a dar la media vuelta y esperar nuevamente, agazapado por ahí.

-eh… ehh… ¿Está muy bonito, verdad?- dijo el joven, una vez llegando hasta donde ella.

La nena volteaba sonrojada alertada por la conocida voz y veía a su compañerito quien gracias a que la nena demoró entre que miraba zapatillas, se masturbaba en un baño y deambulaba por la zona había dado alcance a su venerada sin saber en un principio que ahí se encontrarían, era como si el destino los hubiera llevado allí, ¿Pero qué hacía el niño allí si se supone anduvo intentando encontrarla en su casa?...

-A… Armando ¿Tú, por aquí?- preguntaba la nena.

-ahh… si…, aquí trabajo… jaja- respondía tartamudeando el jovencito rascándose la cabeza y riendo nervioso.

-creía que trabajabas de paquetero- platicaba la nena aun con vestido en manos y con ese acento, timbre y sonido un poco chillón en su voz que tanto enamoraba al chamaco, sonido que demostraba que si bien Cassandra ya se consideraba toda una mujercita, su voz aun no desarrollaba de forma completa la muda vocal.

-ahh si je, pero ya me salí, se perdió un paquete y me lo querían cobrar, un amigo me dijo que estaban solicitando aquí de medio tiempo, vine, dejé mi solicitud y me acomodaron en el turno de la mañana para que en la tarde pudiera ir a la escuela, ¿Apoco no sabías? Ya voy a cumplir seis meses- explicaba el niño.

Para esto Cassandrita siempre buscaba mirarlo directo a sus ojos, cosa que el nervioso niño evadía ya que Cassandra no era consciente de los sentimientos que su brillosa mirada de ojitos negros despertaban en él. Muy diferentes eran las sensaciones que se despertaban en Cassandrita al mirar a los ojos a su siempre respetuoso y caballeroso compañerito, aquel que una vez la protegió con su sombrilla de un fuerte aguacero a la salida de clases y no se despegó de ella hasta que llegaron sus padres por ella, aun después de que fue entre ambos que en un juego se habían dado su primer beso, que a aquellos viejos verdes que prácticamente se la comían con la vista. Con Armando ambas vistas se fijaban en los escasos segundos en que estas se encontraban para después la de él perderse en cualquier otro punto que no fuera donde estuviera ella; en cambio, con los viejos, mientras la nena los miraría a sus ojos estos tendrían su mirada perdida en esas generosas y bien nutridas partes de su cuerpo que mantienen un delicioso rebote cuando ella corre, trota o brinca.

-no, perooo… que no necesitas ser mayor de edad para trabajar aquí?- preguntaba la niña dando un resoplido en contra de un mechón de su cabello que se le había ido hacia adelante cuando ella agachó su mirada para comprobar el largo del vestido.

-ahh no, o no sé, no me la pidieron jeje- explicaba el enamorado muchacho quien casi rezumaba corazones desde su cuerpo como sudor de su frente.

-órale, y no te regañan porque estés platicando conmigo?- volvía a preguntar la muchachita ahora llevándose una de sus manitas a su boca, doblándola de sus deditos y entrecortando sus cejas, asustada por poder meter en problemas a su compañero.

-no!, hoy descansé, solo vine… porque hace unos días había visto u… una camisa que me gustó mucho y antes de que me… me la ganen la vengo a comprar- trastabillaba el niño pelando toda su blanca e intacta dentadura, a pesar de no notarse mucho su nerviosismo, en realidad estaba tremendamente nervioso, su corazón latía desatado y un extraño rubor en su aún infantil carita aparecía delatándolo, no sabía explicarse también por qué su boca no dejaba de estirarse reflejando una sonrisa mientras entablaba esta plática con, para él, la niña más bonita que haya tenido oportunidad de conocer.

-ahh que bien, bueno yo ya me voy, me dio gusto saludarte- se despedía Cassandrita, Armando notaba que la nena se iba no sin antes depositar el vestido en su lugar, por lo que atinó a decir:

-oye, p… pero, el vestido, no te lo ibas a comprar?- decía el niño ya que hasta había percibido cuando Cassandra estuvo contando sus ahorros seguramente para hacerse de la prenda, Cassandra ya unos pasos alejada respondía con una encantadora sonrisa mientras cerraba sus ojitos, hasta chapitas aparecían adornando sus mejillas, ¿o era una ilusión producto de la enamorada mente del niño?

-no, no me alcanza, creo que iré por más dinero- y así la nena acomodándose finamente sus cabellitos, jugando con uno de sus mechones tan largo que le llegaba hasta la cintura y sin darse cuenta de los estados de felicidad que su sola presencia despertaba en Armandito, emprendía su percibido y femenino caminar evadiendo a la gente que se le atravesaba, pero antes de dar la vuelta por otro pasillo y así perdérsele de vista a su admirador secreto, era este quien le daba alcance.

-oye, oye… ¿Por qué?... ¿Cuánto te falta?-

-ahh, ehh, uhh aproximadamente… como treinta y cinco pesos- respondía Cassandra con inocencia y torciendo tiernamente su boquita, después de hacer mentalmente las sumas correspondientes con los deditos de sus manos.

-e… este… bueno yo… quiero decirte jeje… que si quieres te podría ayudar a acompletarte… y así no tendrías que dar doble vuelta- Armando volvía a ponerse rojo y su sudor facial se acrecentaba.

Y es que estar en presencia de esa niña no era nada sencillo para él, respirar su mismo aire, aspirar un embriagante perfume aroma a fresas, sentir su femenino calorcito irradiando hasta donde él pero sobre todo admirarla tan de cerca con esa ternura e inocencia que ella representaba, con esa elegancia con la que se acomodaba su cabello y con esos ojitos que de repente voltearon a verlo dulcemente para después cerrarse ambos, volverse a abrir y mirarlo de nuevo mientras le sonreía. Era como estar frente a una princesa de alguna de las películas que había visto y sentir que era él el encargado de protegerla, el niño sentía la necesidad de darle un abrazo ahí mismo y no soltarla nunca, todo esto hacía que el niño a duras penas pudiera contener sus ansias por robarle un beso a ese par de coquetos labios que aún sin pintar lucían un color sonrosado que contrastaban muy bonito con la blanquita piel de ella y que se abrían, cerraban y estiraban cada que la niña expresaba sus opiniones.

-nooo, Armando, cómo crees? Je, ayy no, que pena- reía la niña algo apenada y hasta ruborizada al escuchar la propuesta de su compañero de clase, era raro que este niño sin esforzarse y en ocasiones con ayuda de sus torpezas lograra sacarle alguna sonrisa y hasta algún rubor a tan bella jovencita.

-anda, yo… (El niño tragaba un gran cúmulo de saliva el cual se observó bajarle por el gañote) te estaba viendo desde tiene rato y noté… que el vestido te gustó mucho- decía el joven seguido por una mirada de incomprensión en la nena, algo que puso más nervioso al joven ya que pensó que había errado en su enunciado y la nena había malinterpretado la oración.

-no, no, no, no piense mal, no creas que soy un pervertido por estarte observando, lo que pasa es que te veías muy bonita je… que no pude dejar de admirarte (la nena sesgaba sus cejas), o sea no, no te veías, te ves muy bonita jeje (la niña fruncía aún más sus cejas y una sonrisilla aparecía en sus labios)… bueno no, no te veías bonita (Cassandrita se cruzaba de brazos acentuando esas tetas y su botín derecho comenzó a golpetearse contra el piso)… que diga… ahh, ya mejor no digo nada-

-jajajaja, eres raro, actúas raro, y mira, estás sudando- respondía la señorita y era ella misma quien con uno de sus pulgares quitaba el sudor que se había alojado en esa parte donde aún no le crecía bigote a su compañero, todo esto para envidia de los recios padres de familia que por ahí se cruzaban y jóvenes patiquines que con payasadas y gritos trataban de llamar la atención de tan agraciada muchachita pero que maldecían el no poder ser ese mocoso cara de pendejo que platicaba con semejante hembrita y que se estaba llevando toda la gloria.

-bueno entonces, déjame ayudarte, por favor- insistía el niño una vez recompuesta la compostura después de haber sentido que era tocado casi por un ángel, ese mismo ángel que días atrás le había curado la mano.

-mmm- se la pensaba la niña, coquetamente girando su apetecible cuerpecito, apretando sus labios uno contra el otro al grado de desaparecerlos sin dejar de tomarse por detrás sus manitas para después llevarse una de ellas hacia su mentón mientras dirigía su mirada a un punto indefinido del techo del establecimiento meditando su respuesta, volteando a ver risueña a su compañero. Hasta que respondía:

-oky, pero te lo pagaría hasta el lunes- consentía la muchachita estirando su bracito para sellar el pacto.

-si, si- y así ambas partes acordaban el trato con un apretón de mano, acto que realizó Armando después de haberse secado disimuladamente el sudor en su palma.

Ese trayecto consistente en regresar por el vestido, esperar sentado a que Cassandra se lo midiera en uno de los probadores, dar su visto bueno (momento en que el niño casi se nos va de este mundo cuando escuchó “¿Cómo me veo?” “¿No me veo gorda?” y ver salir a la niña enfundada en el vestido), caminar hasta la caja registradora y de ahí hasta la salida del establecimiento fue para Armando uno de los mejores momentos de su corta existencia, y eso que fue una de las empleadas, y no él, quien ayudó a Cassandra a subir el cierre del vestido.

No tanto por el hecho de que lo vieran algunos de sus compañeros de labor caminando al lado de semejante beldad o de que la señora cajera, vieja conocida del niño, apenara a los jovencitos comentándole a Armandito lo bonita que estaba su noviecita (situación que ruborizó a ambos estudiantes mientras se volteaban a ver explicando que no eran novios, que solo eran compañeros de escuela), sino porque tuvo la dicha de caminar al lado de su amor platónico una vez más, a él no le importaba si la gente los veía o no, él solo se sentía muy bien a su lado. Ganas no le faltaron al muchacho por arrimar y estrechar la mano de la jovencita durante el recorrido, y así lo intentó, pero cuando la mano de Armando apenas rozó contra la de Cassandra, la niña, pensando que había sido un choque accidental, retiraba su manita un poco simulando echarle una revisada a su celular, mientras el niño retiró la suya fingiendo que le picaba la nuca.

-Armando!, ¿Qué no venías a comprarte una camisa?- interrumpía la nena, deteniendo en el acto a su compañero, ya una vez ambos fuera del establecimiento.

-ahh si, ehh… estee… luego la compro- titubeaba el niño no encontrando pretexto convincente. Pero la niña no se la creía y poniéndole una miradita como si estuviera a punto de hacer una travesura, preguntaba:

-te desacompletaste, verdad?- preguntaba la señorita recibiendo del niño, ahora sí, una mirada a los ojos y una nerviosa sonrisa como si fuera a ser regañado. La niña entendía lo que su compañero había hecho por ella.

-gracias- retribuía la muchachita tomando a Armandito de sus casi gélidas manos y estirando su contorneado cuerpecito, pues el muchachito la superaba ligeramente en estatura, le depositaba un cálido beso en la mejilla a su enamorado secreto quien no se derritió de milagro. “No me vuelvo a lavar este cachete” meditaba el niño.

Que más hubiera querido el niño que invitar a Cassandrita a la cafetería más cercana para invitarle un frappé o un helado pero maldecía el no haber ido con toda su quincena, aun así el joven se daba la valentía necesaria para ofrecerse a acompañarla a tomar el autobús de regreso y tal vez, acompañarla hasta su casa pero Cassandrita nerviosa negaba la oportunidad y antes de que el joven insistiera de nuevo Cassandrita reconocía una gruesa figura, sudada y redonda, deambular cerca de donde ellos estaban parados, se trataba del mismo viejo seboso y caliente que la morboseó y grabó, pero que ahora morboseaba y grababa a un par de escuinclas vestidas con ropas de gym, y antes de que el viejo la descubriera Cassandra se despedía bruscamente de Armando argumentando que se le hacía tarde, que se iba sola y que había dejado algo en la estufa, y emprendía su carrera con dirección a la estación dejando al niño casi hablando solo, ni tiempo dio a decirle si podría alcanzarla después.

Pero resulta que el urbano que llevaría a Cassandrita a la casa de Don Marcelino se detenía por el rojo de un semáforo precisamente en la intersección donde ese viejo cara de sapo la había seguido unos buenos metros. No se sabe si el viejo logró ver a la nena acompañada del niño, lo que si es que la ubicó mientras esperaba el urbano y rápidamente meneando su gelatinosa masa se desplazó hasta donde ella con la intención de subirse al mismo autobús que la niña y conocer sus rumbos. Como se trataba de un viejo que literalmente se había adueñado de la intersección y prácticamente cobraba a los otros por trabajar ahí, no tenía compromiso alguno, por lo que tenía prácticamente todo el día para andar detrás de las hembras.

Cassandrita sentía como si el semáforo conspirara en su contra, pues el autobús seguía detenido y el viejo se acercaba a metros de su ventanilla la cual estaba abierta, la nena parecía estar en una pesadilla donde no pudiera moverse y por ende no podía cerrarla, y cuando el viejo se disponía a pasearse casi enfrente de ella fue que el autobús comenzó a moverse. El robusto hombre al ver que se le iba al carro comenzó a golpetear la lámina del autobús siendo advertido por el chofer pero como el semáforo ya estaba en verde este no se detuvo. Una gran silbatina y claxonazos sonaron debido a que el viejo panzón entorpecía el tráfico, la nena pudo respirar aliviada tomándose su pecho a la altura de su acelerado corazón, ¿Qué hubiera pasado si ese señor hubiera logrado treparse al autobús? Se preguntaba la niña ya sentada, respirando más tranquila y limpiándose la leve sudoración aparecida en su frente.

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Minutos antes, en la casa del salaz viejo Marcelino, el degenerado tendero participaba vía celular junto con Don Cata en una de sus calientes pláticas de viejos verdes entablando conversaciones de “culitos”, mote con el que la vetusta asociación llamaba a las niñas, generalmente de entre catorce a veintidós añitos, que tenían la dicha de pararles el garrote a través de la admiración libidinosa de sus juveniles cuerpos…

-así como lo oyes, cara de mis huevos, otra vez me la cogí, jejeje, anoche me la volví a coger pero ahora en su casa, grruuu, grruuuu oink, oink, oink- presumía orgulloso su epopeya Don Marce con una aberrante sonrisa en su oxidado rostro mientras reguileteaba el calzón de Doña Rosy en su dedo índice, y para completar su desequilibrado estado mental intentaba realizar sonidos propios de los cochinos incorporándolos a su candente diálogo.

-jaja, en serio?, no me la mames, ¿Y sus papases? (papás) ¿Qué? ¿No estaban?- preguntaba un muy incrédulo así como excitado Don Cata a quien se le comenzó a inflamar el embutido desde el momento en que vio quien era el que le llamaba.

-siii, pos allí… en su casa… pero no se dieron cuenta, hasta me quedé a dormir en su cuarto, la muy caliente de volada le hierve la panocha jaja, nada más le sobé su papayita así, así, con el dedo de en medio le sobaba su frijolito, mmmm y lueguito lueguito ya la tenía bien mojada y abrida (abierta) de patas, sssllpp, sssllpp, jejeje, ella solita me pidió que no me fuera, que quería que se la metiera, jajaja- Don Marce, como si Don Cata pudiera verlo, articulaba sus dedos como si estuviera sobando algo y con una cara más que caliente evidenciaba gestos de mórbido éxtasis. Lo que si era posible para el viejo Catarino era escuchar los asquerosos sonidos succionadores que hacía su compañero de parradas.

-pero eso no es todo, pinche viejo tiznao (negro)- proseguía Marce.

-qué?, que más?, habla Marce que me tienes pelándome la mazorca!!- preguntaba Don Cata tomándose sus partes como si tratara de impedir que estas se inflaran aún más y terminaran por reventarle, sus pesados coyoles se evidenciaban abultándole sobremanera sus pantalones, incluso metía una de sus manos para acomodárselos pues prácticamente no le cabían en sus olorosos calzones.

El sudado Don Cata, con tal de entablar esta plática con su buen amigo Marcelino de una manera más privada y con una desaforada transpiración emanándole de sus ennegrecidas axilas, tuvo que abandonar una importante junta de boleros en donde un mediador del Municipio abordaba temas sobre la reubicación del gremio remendón, cosa que mantenía enardecida a la gran y senil comunidad zapatera puesto que su espacio destinado para prestar sus servicios era de lo más concurrido además de que se encontraba a escasos metros de un Gym exclusivo para señoritas. En otras palabras, Don Cata y sus colegas veían frescas y juveniles panochitas así como levantaditos culitos apretados en leggins pasearse por ese lado del parquecito todas las mañanas y tardes. Incluso ya se hablaba de que uno de los viejos zapateros, compañero de Catalino, andaba picando con su vieja lezna a una de esas chiquillas.

Pero he de recordar que así como existían mocosos en la escuela que con una simple plática con una niña eran capaces de distorsionar el asunto al grado de decir que ya hasta se la habían cogido, así, del mismo estilo, eran este tipo de vejestorios que bastaba con que alguna de las jovencitas del gym preguntara por los precios de remodelación de algún calzado para que los vejetes echaran a andar su imaginación describiendo situaciones que tuvieran que ver con la chiquilla comiéndose tremendo y carnoso embutido.

-negro cabrón, para no hacértela tan larga…

-ya sabes que puedes hacérmela lo más larga que puedas jajaja- interrumpía Cata.

-vete a la verga!!, jajaja, donde me quedé?, maricón!! Ah, sí… estaba yo dándole una cogida de aquellas, ya hasta me dolía la cadera de tanto meter y sacar que cuando estaba por vaciarme me dio un calambre que me impidió sacarle la verga de su bollito, jejej, y terminé por echárselos adentro, se me vaciaron las bolas, casi me estaba miando (meando)jajajaja- sentenciaba Don Marce enorgulleciéndose de su osadía.

-ehhh!!!, te venites dentro de ella???!! Usaron gorrito (condón)???!!! Te va a cargar la verga, pendejo, ¿Y si la preñas o te pega una enfermedad?- preguntaba Don Cata completamente empalmado por la fogosa plática con sus ojos de sapo a punto de reventarle, ya hasta colgándole un pesado flujo de saliva que nacía de su bembo labio inferior al escuchar el caliente acontecimiento.

-noo pendejo!!, ya sabes que yo no uso esas mamadas porque aún no se inventan uno donde me quepa la verga, jajaj, siiiii, no se la saqué hasta que se me desinfló jajaja, es más, durmió conmigo la hija e´ puta sin sacarse la verga hasta que nos despertamos al otro día, iiiijjjiii, le quedó el bollito bien oloroso a mocos- presumía el viejo Marce, obvio que esto último era para apantallar más a su degenerado amigo bolero ya que es prácticamente imposible dormir acoplados.

-sácate a la verga, viejo cochino jejeje, y yo que quería mamarle el bollito, nada más voy a andar batiendo tus mocos jejeje, me le vas lavando la panocha con cloro, jijo de la verga jajajaja- bufoneaba Don Cata quien desabrochaba el cierre de su pantalón, asomando su correosa, venuda y pestilente herramienta.

-no le hagas a la mamada, cabrón, si ya debes de estar acostumbrado al sabor de mis mocos, si bien que me enteréé, loco, que te enduvites (anduviste) comiendo a la Negra Pancha (una señora vieja y gorda que Don Marce y Don Cata en su momento compartieron) después de que yo me la enduve picando, así que no me vengas con esas mamadas de que no le mamarías el bollo a esta chiquilla, si no quieres mamar bollo acá te tengo un cacho, a lo mejor eso si quieras mamar, jaja- respondida el caliente Marcelino de igual manera con una potente erección que intentaba afanosamente liberarse de sus calzoncillos, moviéndose su serpenteante órgano viril como si tuviera vida propia.

Eran los tiempos en que Don Marce, después de haber estado varios años sumido en una fuerte depresión, solo encontrando auxilio motivacional en las constantes espiadas que le daba a las distintas generaciones de niñas del colegio de enfrente mientras desde una de sus ventanas se masturbaba como un condenado, se sentía nuevamente con ánimos para seguir entre nosotros. Desde que se empezó a amistar con Cassandrita y más que nada desde que se la empezó a coger se sentía con la vitalidad y el reverdecimiento suficiente como para pronosticarse otros cincuenta años más de vida. El viejo volvía a las andadas. “Que doctores, ni pastillas, ni que la verga, remojar la brocha (coger) es la mejor medicina” palabras inmortalizadas por el buen Marcelino.

-jajjaaj, chinga tu madre, viejo rabo verde, no te da vergüenza a tu edad andar de churpio3?, y con mocosas pendejas que no han de saber ni limpiarse el bollo!!! Búscate una más grandecita, de unos veinticinco, como la que tengo acá, jajajajaja- opinaba Cata mientras se apretaba el paquete, rasposas y aguardentosas carcajadas podían escucharse por parte de ambos interlocutores.

-pero metida en el culoo!! Jaja, yo que culpa tengo que a las mocosas de orita les guste tanto la riata jajaja, si ella fue la que se me abrió de patas, o tú que hubieras hecho?, pendejo, me vas a decir que no eres hombre? jejeje, orita, lo que está que me hace que me coman los tenates (testículos) es que llegue a salir preñadita, jaja, si ya sabes que yo donde la meto, pego iiijijijij, por eso debo juntarme unos centaviiitos pa´ cuando me diga que no le ha bajado… me pelo- reía Marce depositando sus inexistentes nalgas en el viejo sillón, tomando su verga como se toma a una serpiente para evitar la mordida.

-me vas a pelar pero la vergaaa!!! viejo picha de mono!!, si en los años que tuvites (estuviste) casado con la innombrable no pudiste hacerle ni un crío, pa´ mí que ya ni se te para y todo lo que me estás diciendo es puro cuento, por eso esa noche que andábanos bien pedos y que íbanos a dejarnos de mamadas y ver quien la tenía más grande me huites jaja, tanta puta verga que te meten por el culo medallas, viejo choto!!, en vez de verga ya hasta te ha de ver nacido panocha, aprende a mí que donde quiera que sumo el me chupas dejo uno de agosto4 jeje, noooombre llego a agarrar a esa escuincla a la primera le encajo mínimo unos cinco, va a parecer cochina pariendo jajaja- opinaba Cata ya sobándose la verga, agitándosela despacio y estirándose el prepucio para que su desproporcionada cabeza respirara.

Un insoportable aroma a verga vieja sin lavar en días aromatizó en segundos toda la zona, toda una flota de mosquillas salidas de quien sabe dónde comenzaron a revolotear atraídas por los putrefactos aromas expelidos del purpuráceo glande del zapatero, un denso flujo de moquillo salía arrogante a través de la enorme abertura uretral. El viejo cochino se había movido hacia un punto donde se sentía seguro de las miradas curiosas para poder jalársela a su gusto pues recordar que él se encontraba en una conferencia llevada a cabo en un cuartucho a medio construir y había abandonado de momento el debate para poder platicar con su amigo y compañero de infinidad de noches de danzoneras.

-para de mamar, no seas ridículo, viejo culo guango, en primera la vieja esa no se encintó no porque yo no pudiera, que te quede bien claro, era ella la que no podía tener hijos, por eso la dejé… ahora la muy puta después de que le pegaba sus buenas cogidas todavía me quiere demandar que y que por daño sicológico, más daño psicológico se hace ella cada vez que se mira en un espejo con esa timba (panza) que se jala, dice que solo así me da el divorcio- hablaba Marce.

A todo esto ¿Cassandrita se estaba acostando con un viejo aun legítimamente casado? Don Marce, al parecer, a estas alturas, todavía escondía uno que otro secretillo.

-mándala a la verga, mámamela de pura muina, jaja- opinaba Don Cata.

-la dona!!, jaja, y en segunda, dejemos ya esta plática y vamos a ponernos de acuerdo a lo que nos interesa, ¿Siempre si se va a hacer? Puta madre!!, porque si se cancela por mi mejor, sirve que me la cojo en mi cuartito toda la tarde jejej- el viejo Marce bramaba por su cacala de celular, mientras el impúdico de Don Cata en un acto verdaderamente reprobable se había colocado detrás de una cerca que dividía el cuarto de juntas de los boleros con un pequeño parque infantil en donde niñas aún más pequeñas que Cassandrita jugaban sin sospechar que del otro lado un viejo verde se pajeaba mientras las morboseaba, principalmente a una cuyo pantaloncito le quedaba muy pegadito y que enseñaba toda su cinturita al llevar blusa ombliguera, más aun la niña, quien no sabía que era espiada por el viejo descarado, acomodaba sugestivo su cuerpecito, el cual pronosticaba buenas medidas, recargándose ella en una banquita para poder apreciar mejor lo que una de sus amiguitas le enseñaba en su celular.

-no mames, le diste ayer, y hoy también? Esa chiquilla te va a dejar bien chupado- opinaba Cata.

-jeje, a güevo!!, ¿Qué puedo hacer?, cabrón, conmigo no le va a faltar carne, menos de la que no tiene hueso, pero oye, wey, ¿Amos (vamos) a ir? ¿O qué verga?-

-pprrrrrruuuuu (Don Cata intentaba recrear un pedo), claro, pendejo, si yo soy el más interesado en todo esto, estoy tan caliente que en estos momentos que platico contigo me estoy desgranando la mazorca5 mientras veo a unas escuinclas que ya me la aguantan jejeje, es que la tengo bien babosa por todo lo que me has contado- hablaba Don Cata.

Pero Don Cata no era el único anciano asqueroso que se masturbaba mientras hablaba por celular ya que también Don Marce, con sus cortos pantaloncillos atorados entre sus arqueadas rodillas, se jalaba su apestosa verga como un verdadero enfermo, no se podía medir a ciencia cierta si Don Marce echaba más moquillo de sus narices o expulsaba más flujo de su glande, lo que si es que mostraba unas facciones más que corrompidas. Ambos viejos con los calzones a media asta mientras conversaban por celular parecían librar una competencia a distancia por ver quien se derramaba primero.

-ora, ora, entonces la apuesta sigue, viejo rabo verde!!!, y los demás qué?, ni el maricón de Cande, ni el ya no paraguas de Filo me han confirmado- preocupaba Don Marce.

-mándalos a la verga ahhh, allá ellos, así más papaya pa´ mí, jejejjee, aagghhff con lo rico que dices que le saben los juguitos a esa mocosa aaggffhhh, oye, piernas locas6, ¿Cuánto me cobras por apachúrrasela tantito? jeje- decía Cata acelerando sus manuales movimientos estimulado con saber que en pocas horas conocería a la hermosa doncella, aunque a este verraco poco le interesaba lo hermosa, más que nada le importaba la silueta de esa deliciosa figura y el calientito tesoro que cada hembra lleva entre sus piernas, para esto el pervertido sacaba su verga por entre uno de los agujeros de la barda quedando su miembro expuesto aún con el riesgo de que alguna niña que pasara por ahí cerca se lo viera.

-a ti te va a tocar esta, pendejo, ¿Qué parte no entendites?, “solo ver, no tocar”- sentenciaba Don Marce casi tan caliente como su receptor, el flujo que salía de su verga era inmensurable, casi parecía perro lubricando.

El par de ancianos calientes ya llevaba su buen ratito de estar conversando así como agitándose sus rancias longanizas, cada uno ya reunía cerca de sus pies una gran cantidad de gotitas de fluidos tanto corporales como genitales, además las caras de concentración, gesticulaciones mórbidas y gemidos ahogados hacían pensar que en cualquier momento alguno de ellos sucumbiría al lechoso derrame.

-ya, ya, hombre, era broma jeje, bueno entonces yo los paso a reeecoger- afirmaba Cata.

-camote, espéranos donde te gusta esperar sentado, en la parada, ya te dejo porque tengo que ponerme presentable ejejejje- informaba Don Marce.

-chinga tu madre, jaja, siempre te toca la de ver ganado, yo también, por ahí dile a ese culito que le manda saludos el cabezón jejeje- volvía a interferir Cata.

-sobas tú, y tu amigo el nalgón jajaj- contestaba Marcelino.

-jajajja, ¿Cómo? Marce, pos que no me apodan así??- cuestionaba Cata.

-jajajaja, oye, oye, y volviendo al tema de esa noche donde dices tú que me rajé, anda diciendo la flota que me andas poniendo el rajón, ¿Por qué me andas poniendo el rajón?!! Jajajaja!!!- las risas de Don Marce eran abominables, no hacía falta mirar a detalle para notarle su falta de higiene oral y la ausencia de algunas piezas dentales.

-¿Cómo?, puro invento tuyo, si ya todos saben que te ando poniendo el pelón, jajaja, ya!!, a la verga!!!- cortaba Cata.

-a la vergaa!!-

Ambos viejos reían cada uno con sus respectivos pantaloncillos por debajo de sus piernas, claramente las de Don Marce más flacuchentas y amarillentas (razón de su apodo) tanto como peludas, parecían dos cuerdas colgantes que bajaban con un nudo en medio protagonizando a la rodilla. Las de Don Cata un poco más rollizas y morenas, pero aun así se quedaban flacas comparadas con la enorme bola de tripa que se cargaba, mucho más barrigón que Don Marce pero sin mostrar exageradas llantas, la panza de Don Cata era una bola maciza. Y fue que Don Cata se despegó de la barda hasta no haber arrojado su lechosa mezcla, en medio de gruñidos y jadeos, del lado del pequeño parque infantil. Cerdos, asquerosos, facinerosos, todas unas fichitas este par de encanallados vejetes con quien la inocente niña, sin que ella aun lo supiera, en pocas horas se reuniría.

-aahhh, ahhh ahhhh, mamiii, abre la boquitaaaa- balbuceaba Don Cata mientras se corría imaginando que lo hacia dentro de la boquita de la niña, copiosas oleadas de secreción amarillenta salían de su enorme rajada glandeal.

Pero bien dicen que más sabe el Diablo por viejo, ya que Don Marce, nuevamente jugueteando con su hediondo taladro y sobándose sus chibolas, no se quedaba del todo tranquilo. No le daba mucha confianza su amigo Catalino, sabía que este mañoso de alguna u otra forma intentaría algo, se cortaba un huevo si esto no ocurría, pero, para no perder la apuesta y para no quedar nuevamente como el rajón del grupo tenía que llevar a la nena, solo un ratito, “llegamos, que le vean las nalgas un ratito, me la traigo para la casa y no estoy para nadie”!!, zanjaba Don Marce. Aunque no descartaba la posibilidad de llevársela a un motel, uno que no atentara mucho contra su bolsillo, decía, por si a sus despellejados amigos se les ocurría irlo a molestar a su tienda.

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Ya iban a dar las dos de la tarde cuando Cassandrita, después de haber tomado el mismo autobús que pasaba tanto por su casa como por su escuela, llegaba al muladar de Don Marce. Notablemente emocionada, nerviosa, con sus manitas casi temblándole por la incertidumbre de lo que podría pasar ese día, pero con ganas de estar nuevamente entre los pervertidos brazos del cachondo comerciante. La nena, antes de bajarse del colectivo, ya venía con una calentura atizándosele entre sus pudendas partes, podía vérsele en su carita un hermoso rubor adornándola así como una sensación de placer y deseos de aparearse lo antes posible la atacaban por cada cuadra que recorría el pasaje, por cada parada que realizaba el autobús, estaba tan caliente con su respiración levemente exaltada que una vez poniendo un pie en la acera de la escuela sus manitas comenzaron a sudar así como sus cositas a palpitar. La nena ya se derretía y respiraba entrecortada todo por llegar a la casa de Don viejo y modelarle el vestido que había comprado exclusivamente para él con sus pequeños ahorros y un poco de ayuda.

Entre Armando y Cassandra no existía algo que los uniera como para que esta niña llegara a sentirse mal por haber aceptado el dinero de uno para complacer a otro, ella veía a ese niño como uno más de sus compañeros de escuela más allá de aquel primer beso que ambos se dieron en un juego, que más que beso fue solo un contacto entre labios, pues estaban muy jovencitos en ese entonces, aunque reconocía todas las cosas que él había hecho por ella. Además habían quedado que el dinero se le regresaría lo más probable ese mismo lunes, y sin que la imagen de ese niño abordara la mente de la joven protagonista ella daba cuenta de que ya se encontraba en las mismísimas puertas del abarrotero. Observaba la tienda cerrada con un papel pegado en la lámina argumentando que hoy no se abriría por motivos de fuerzas mayores en una ortografía no muy favorecida que hasta un crío de cinco años hubiera tenido mayor fortuna al transcribirla, con la desgastada pintura que adornaba las descascaradas paredes y la lámina grafiteada con una que otra oración dedicada al viejo, cualquiera diría que no había una muy buena relación entre el viejo y algunos de los vecinos. La fachada estaba tan descuidada, como si nadie hubiera vivido allí por varios años, y volteando para ambos lados comprobando que no estaba siendo observada tocaba la puerta delicadamente con sus nudillos.

-esas viejas se ve que les encanta la ñonga- opinaba Don Viejo, semidesnudo, sentado en su sillón, viendo en la tele un programa de fitness, hoy no abriría su tienda por obvias razones.

El viejo, quien entretenido se la estiraba mientras veía en la televisión a unas jovencitas que practicaban spinning, a una de las cuales se le miraban tremendas chichotas e irónicamente era la que portaba el brasier mas diminuto, y terminándose de tres tragos ininterrumpidos la cuarta lata de cerveza, vestido solo con un viejo y roto calzón y seguido por su escolta personal de dípteros, se levantaba tan encorvado como caliente por imaginarse la silueta de quien tocaba; con su tremenda verga saliéndosele de la trusa por uno de sus agujeros al mismo tiempo que llevaba una de sus manos para rascarse sus peludas nalgas, lanzarse tremenda flatulencia y colocar de manera incorrecta su lata arriba de un mueble, por lo que caía regando lo que quedaba del líquido.

Por cada paso que el arqueado vejestorio daba su verga parecía agigantarse aún más, notándose una tremenda protuberancia tumoral justo debajo de esa cabezota que exudaba secreciones lúbricas a raudales, parecía que la misma verga había detectado los afrodisiacos olores vaginales y la notable palpitación que Cassandrita experimentaba en su cosita y se mostraba deseosa por acoplarse, era como si ambos órganos supieran que estaban muy cerca uno del otro.

Pero fue cuando el viejo abrió la puerta de su tienda que un gran colgajo de flujo preseminal salió disparado contra la tela de su calzón manchándolo a la altura donde se encontraba su uretra, y es que ver a su niña embutida en ropas tan apretaditas como ese pantaloncito azul vivo que se le pegaba exquisito a su cuerpecito hizo que el viejo rápidamente llevara su caliente mirada hacia el pequeño triangulito que se le formaba naturalmente a la nena un poco más abajo de su vientre, esa zona de la niña donde se le formaba naturalmente una V. Casi babeando el viejo no paraba de recorrer procazmente el cuerpo de tan agraciada muchachita llegando ahora a esas generosas chichotas que enaltecían su abundancia gracias a lo ceñido de la blusita, lo que lo hicieron pelar sus lujuriosos ojos a medida que se limpiaba su exceso de babas con su chaquetera mano, mano que al igual que la de Don Cata y los otros senectos, ya olía por default a verga debido a tanto contacto entre ambas partes corporales. Para las envilecidas intenciones del viejo Marcelino, la agraciada muchachita le parecía un verdadero monumento a la lujuria, la lascivia o la perdición masculina, un inocente ángel enviado a la tierra para ser corrompido a través de los más incultos deleites carnales y era el viejo quien se consideraba efectivo para desempeñar tan depravada función, pensaba el viejo mientras regresaba su caliente mirada hacia las partes reproductivas de la chiquilla.

Cassandrita en tanto, rápidamente, alertó las lascivas miradas que Don Marce le dirigía notoriamente hacia la zona donde se ubicaría la entrada a su órgano reproductivo y en vez de manifestar cohibición su corazón comenzó a latir descontrolado, no era fácil para la nena estar ante la presencia de semejante hombre con el que se acostaba clandestinamente y más recordando que ambos habían dormido muy juntitos apenas anoche, además recordando que muy dentro de su cuerpecito llevaría todavía su espesa virilidad.

Con una caliente cara de desequilibrado que no se le había visto anteriormente a Tío Viejo, la nena hasta le veía de su boca escurrir babas y realizar gesticulaciones como si se le estuviera enchuecando el hocico. Nuevamente el sentirse admirada por semejante semental, un hombre en toda la extensión de la palabra (así pensaba la nenita), Cassandrita se sentía orgullosa de ella misma por ser capaz de atraerle a un viejo que en estos momentos aparecía casi encuero ante ella con su cosota prácticamente fuera entre sus amarillentos calzoncillos, se alcanzaba a notar la longitud de la vetusta y muy morena herramienta entre los agujeros que corroían a lo que intentaba ser un calzón. La nena hizo lo propio y admirándole en primera instancia los pocos centímetros que asomaban del tronco de su longaniza prosiguió por apreciarle la sudada panza lombricienta y las caídas tetillas peludas y pardas, sin dejar de repasar esos canosos pelos que cubrían el visible esternón del viejo y que al igual que la panza presentaba un excesivo escurrimiento sudorífico, y es que Don Marce al vivir en la completa penumbra y siempre con puertas y ventanas cerradas (a excepción de su tienda) era de todos los días que su casa se sintiera con una temperatura mayor que el ambiente (y eso considerando que para la recreación de estos relatos se han tomado las temperaturas que ofrecen los poblados cercanos al puerto de Veracruz, la cual ronda entre los 30 y 35 grados, a veces 40). Pero a pesar de tales temperaturas el cuerpo de Cassandrita siempre se veía fresco, como si recién hubiera salido de bañarse, no así los viejos quienes se agriaban aun estando sentados.

-pásale, mamita, te estaba esperando, ¿Por qué te tardates tanto?- indagaba el pervertido mientras notaba como la nenita, timorata, volteaba para ambos lados antes de meterse a la casa, cosa que también realizó el viejo apreciando que en sábados y domingos esa calle parecía intransitable.

-perdón, Don Marce, discúlpeme por haberlo hecho esperar- ofrecía la nena al tiempo que Don Marce la tomaba de una de sus manitas para que ella pudiera subir ese par de escalones, aceptando ella la ayuda de su novio-viejo tomando delicadamente la arrugada mano de la reliquia mientras lo admiraba con sus pupilas tremendamente dilatadas como si estuviera bajo el efecto de alguna droga, o como si hubiera sido hipnotizada por el viejo. En ese momento, la nena podía sentir el acelerado palpitar de su corazón, sus manitas comenzaron a verse temblorosas y una aún más rica comezón en sus partes se atizaba sintiendo como gotitas de algo resbalaban por sus íntimas pieles.

Pero una vez dentro, ella, sin expresar palabra alguna, tomó al viejo feo de sus cachetes, sin dejar de mirarlo como si estuviera bajo el efecto de algún encantamiento para pegarse con él uno de los más salivosos y asquerosos besuqueos que se hayan dado en todo lo que llevaban de insana relación.

Era ella principalmente quien se encargaba de paladear su carnosa lengua con la del viejo sin molestarle el hecho de que este puerco no se lavaba los dientes que le sobrevivían desde ayer ni el intenso olor a cerveza que reinaba en las fauces del vejestorio, es más, la nena podía saborearse lo amargo del líquido que aún se alojaba entre los dientes del haragán. Este pervertido en tanto no dejó esperar mucho tiempo para comenzar a recorrer el cuerpo de la pequeña con sus chaqueteras y arrugadas manos, primero recorriéndole y manoseándole toda la fina espalda para luego sobarle esa breve cintura, levantando un poco la blusa de su pequeña amante para así poder sentir directamente la suavidad y tersura de esa angelical piel, por último el viejo llevaba sus manotas y las depositaba en cada nalga de la cariñosa chiquilla quien casi se lo devoraba a besos y que ya había levantado una de sus potentes piernas que casi reventaba el pantalón para tallarla contra las escurridas caderas del libidinoso, haciendo que ambas partes pudorosas comenzaran a rozarse.

Fue la nena quien comenzó con un leve meneo de caderas haciendo que sus partes se friccionaran contra las del viejo, las cuales a pesar de estar protegidas aun por sus ropas podían sentirse como empezaban a hervir de calentura, principalmente ella quien sentía la poderosa hinchazón de su macho friccionarse contra su acalorado sexo y él quien trataba de hundir su bulto en la entrepierna de ella. Poco después este movimiento que había sido netamente ascendente y descendente se transformaba en una especia de danza rotativa desempeñada tanto por el viejo y caliente macho como por la joven hembra en una danza que claramente anunciaba el inicio del ritual de cortejo en donde el viejo tomaba ambas nalgotas de la joven y las apretaba y atraía hacia su venuda estaca.

-¿Te gusta?, mamita-

-siii, mucho, y a usted?- ambos se preguntaban sin dejar de verse a los ojos, claramente los de la niña más entrecerrados y los del viejo abiertos como si se le fueran a salir de sus huecos oculares, con unas tremendas bosas y aún muy llenos de lagañas.

-mmm, ricura, estás bien sabrosa, todavía no me la creo que te ande comiendo, jeje- apuntaba el viejo al tiempo que con descarados apretujones comprobaba la firmeza y tonificación de ese par de carnosas nalgas. Ambos dejaban de chuparse sus lenguas solo para emitir estas palabras.

-jijiji-

Esa calurosa casa se convertía nuevamente en la testigo de las calenturas de este par de seres sexuados quienes ya llevaban sus buenos cinco minutos de intenso besuqueo y manoseo. Para esto la nena sentía en su estomaguito esas calientes cosquillitas propias de cuando hacía alguna travesura o algo que ameritara un buen castigo por parte de sus padres, solo que esta vez eran más intensas. Ella misma comprendía la naturaleza de sus actos, sabía que esto no estaba bien y que Don Marce era demasiado viejo y feo para ella, pero era todo esto combinado con la adrenalina que sentía al hacer estas cosas a escondidas, lejos de las miradas de los curiosos lo que la tenían tremendamente caliente, tanto que ni siquiera dio cuenta en que momento había enrollado ambas piernas en las inexistentes caderas del viejo quien casi se quiebra de su columna por cargar semejante culo.

El viejo, quien ahora prácticamente cargaba a la niña, pronto se vio agotado y decidió girarse para que Cassandra quedara de espaldas a la pared, de este modo apoyarse él un poco y comenzar a realizar obscenos movimientos coitales y machacadores como si ya la estuviera penetrando así como extrañas caras y trastornados visajes. Ella solo cerraba sus ojitos y con sus manitas se dedicaba a despeinar al viejo de sus pocos y quebradizos cabellos que le brotaban de las orillas de su coco mientras este le comía su cuello con su asquerosa boca, muchos de esos canosos pelos quedaban atorados entre los finos deditos de la chiquilla.

La joven suspiraba y ronroneaba mientras el pervertido depravado seguía en su labor de comerle el cuello de manera morbosa y desesperada, y con mucha devoción pues en el camino que recorría su viscosa lengua se degustaba un exquisito sabor a fresas. Poco después, del cuello, Don Marce pasaba a la orejita de la niña, metiéndole la lengua dentro de su canal auditivo, el sentir esa sensación salivosa dentro de su orejita hacía que la nena casi se derritiera de su vagina, poco le importaba en estos momentos llevar una nueva marca morada del viejo en su cuello, si el viejo hubiera querido hacerle un chupetón ella no se habría quejado, aunque la nena en esos momentos deseaba que el chupetón se lo hiciera en otra parte de su cuerpo.

El viejo pareciera que pudiera leerse los pensamientos de la chiquilla pues en ese momento hizo un poco para atrás su amorfo cuerpo sin dejar de aprisionar a la nena y con su chaquetera mano comenzó a tallar y apretujar la empapada panocha haciendo gemir muy rico a la muchachita. La abundante jugosidad era tanta que ya había traspasado la minúscula pantaleta y ahora humedecía la tela del jeans, cosa que emocionó al viejo quien comenzó a tallársela más frenético. Se detenía, volteaba a ver a la nenita un poco burlón y con sus fauces completamente expuestas, para seguir manoseándosela inspirado por el aumento de calor y humedad que se advertía en el jeans.

-jje, estas bien mojadita, mi niña, ¿Quieres darme a probar de tus juguitos? ¿Verdá?-

-mmm, si-

-si qué? Mamita-

-mmm, si, Don Marce, quiero darle a probar mis juguitos, mmm- respondía jadeante y entrecortada la chiquilla después de superar un ataque risueño apenas se despegaba de la boca del viejo.

Los minutos pasaban rápido para la ardiente pareja de tortolitos quien seguía devorándose a besos y acariciándose de sus contrastantes cuerpos, poco le importaba a la nena que la estuviera besando un viejo de cara arrugada y cadavérica, con aliento de drenaje, y a quien ya le había encontrado varias costras en su cabeza que se les desprendían con todo y canas cuando ella las rascaba tantito, en la casa no se escuchaba más que los susurrados quejidos de ambos así como las viscosas lenguas paladeándose entre ellas y uno que otro caliente beso tronado. Para la estimulada Cassandrita acariciar a su hombre no era problema puesto que este andaba casi en cueros, pero el viejo tenía que meter sus manos dentro de la blusita de la nena, acariciándole el vientre, la espalda tan sensible que era para la chiquilla y que la hacía temblar cada que sentía los despellejados dedos de su macho, y por último, levantarle el apretado top por debajo de la blusa para estrujarle de manera directa los fructíferos pechos los cuales rápidamente comenzaron a mostrar una leve humedad justamente donde se erizaban los pezones además de una tonalidad rojiza que aparecía cada que el viejo los apretaba y desaparecía segundos después de dejar de hacerlo.

Don Marce, con sus ojos rojos en mórbida calentura y su sumida boca semiabierta escurriendo en babas y enseñando toda la putrefacción de la misma, masajeaba los pechos de la nena quien sumisa se dejaba hacer por el descarado, mirándolo jadeante, directa y de manera felina dándole a entender con la mirada que esos jugosos melones heredados genéticamente eran de su propiedad. Para esto el viejo casi hundía sus dedos para masajear los pechos de manera circular en un principio hacia afuera para después hacia adentro, estirar levemente los ya erizados pezones y friccionarlos como si estos pudieran ser desatornillados del pecho, y al ver la calentura que reinaba en la carita de la nena volvió a hundir su ponzoñosa lengua en la fresca boquita de ella y revolverla como si quisiera que su lengua se anudara con la de la mujercita.

-trajites la ropita que te pedí?- jadeaba el calenturiento despegándose de los sugestivos labios de la chiquilla sin soltarla de sus importantes mamas, volviéndola a lamer del cuello para después regalarle una respectiva succión con lengüeteo incluido a cada uno de los pechos de su joven amante, repitiendo el paladeo de ese sabor a fresas que se le había impregnado en sus morenos labios. Consideraba el viejo que este par de maravillas turgentes se merecían tener para ellas solitas toda una noche completa de disfrute, se decía mientras las apretujaba desde su base dándoles otra respectiva succión para después enterrar su desvelada y anciana cara entre ellas al tiempo que comenzó a mover agitada y negativamente su cabeza mientras se expresaba un “gluuppprrr” haciéndolos rebotar.

Cassandrita, con sus labios y barbilla completamente ensalivados, así como una de sus manitas cubriendo su boquita, solo asentía con su cabecita.

-vámonos al cuarto- anunciaba el viejo permitiendo a la nena poner los pies en el piso, ella tomaba a Don Marce de una de sus huesudas muñecas y se adelantaba caminando tremendamente sensual, después del reacomodo de su blusa y top.

Un verdadero juego de contrastes era la estructura corpórea de Don Marcelino “te mama el cochino”, mote con el que se presentaba el senescente caballero para con sus amigos quienes alegaban que este sobrenombre era un intento del viejo por confundir a la paisanada ya que el apodo oficial impuesto por sus cofrades era Marcelino “¿te meto el pepino?”. Pues sí, mientras sus extremidades tanto inferiores como superiores presentaban una posible desnutrición, igualmente presentada en su cuello y rostro; de panza el viejo era exuberante, tampoco cayendo en lo grotesco pero si era notorio el abultamiento adiposo que terminaba con un menor abultamiento grasoso en su vientre para terminar con un grueso arpón cabezón brotándole de un robusto matorral entrecenizo.

En tanto, el pervertido personaje siendo atacado por un tic ocular en su ojo más grande y un movimiento involuntario que le sacudía toda la cabeza no dejaba de admirar las generosas carnes apretadas por ese femenino jean que solo escandalizaban las medidas de la señorita, ni un solo pliegue se le formaba a esa endemoniada prenda que además demarcaba perfectamente el final de los muslos y el inicio de las nalgas, esas nalgas de escándalo que lo llevaban al límite de la insania mientras las aferraba a la hora de estarla fornicando de perrito y no aguantando más le mandó una sonora nalgada a su enamorada sacándole un femenino quejido de su boquita.

La nalgada resonó con eco, la nena volteaba risueña regalando a su viejito una coqueta y sensual miradita que solo hizo que al viejo se le inflara aún más (si aún se podía) la verga, y esta nalgada solo hizo que la nena sintiera la necesidad de escandalizar más su colita levantándola un poco, lo que le daba un caminar femeninamente llamativo. Todo esto acalorando más a la nena quien se cadereaba elegante a sabiendas que el viejo muy posiblemente llevara su mirada de viejo verde puesta en sus carnosidades traseras. “Tronco viejononón que me ando comiendo” expresaba mentalmente el vejete mientras admiraba por enésima ocasión el tremendo cuerpo de la nena.

-Don Marce, ya va a empezar, jijij- expresaba la nena después de sentir la nalgada, tomando delicadamente el borde de sus jeans subiéndolos un poco.

-mi nalgoncita, es que toda la mañana he estado con ganas de meterte mi camote hasta dentro aagggffff, mmffgggg- regurgitaba el viejo quien no perdía ni el mínimo detalle en los movimientos que realizaba su hembra.

Esta situación, más que incomodar a la nena por las vulgares palabras y los desequilibrados gestos y manoseos con los que el caliente viejo se expresaba solo le causaba gracia al verlo comportarse como un loco, pensaba ella que estas morisquetas y espasmos corporales eran precisamente para hacerla reír, elaboradas intencionalmente por el vejestorio para causar gracia, no reconocía que Don Marce estaba más que deschavetado. El viejo, o más bien la verga del viejo, la tenía completamente cegada. La nena, dándole la espalda al viejo para continuar el recorrido, cerraba sus ojitos y un fuerte suspiro se le escapó de sus labios cuando sintió las callosas manos del calenturiento posarse y masajearle sus hombros. Recordaba la forma en que algunas de sus amiguitas llamaban a sus pretendientes, con sobrenombres cursis y empalagosos, y se le ocurrió llamar así a Don Viejo, total, ya eran novios, y ya habían tenido relaciones.

-yo también, tenía muchas ganas de verte… bebé- decía la nena con sonrojo, esta sencilla oración hizo que el viejo, si bien no se hubiera venido, por lo menos meara moquillo lubricante en sus calzones al escuchar a su pequeña hembrita tutearlo y llamarlo con ese sobrenombre tan rico que habría aprendido quien sabe en donde, más contemplando la idea de que se lo decía a un viejo verde consagrado en lugar de a un mocoso de su edad, tal estado de emoción hizo que Don Marce se apretujara la verga y se la empezara a masturbar a la altura de las nalgotas de la chiquilla como prueba de que en verdad la amaba.

-ahh, que rico me llamates, mamita, mira, mira, como se me paró el camote, se me puso bien duro- declamaba el viejo.

Cassandrita, con un dedito en sus labios, desvió tímidamente su mirada hacia ese apéndice de carne sin hueso que escupía el jugo de la vida, recordaba precisamente que estaba en presencia del hombre que se los había echado todos completitos dentro de su ya reproductiva matriz, y que había dormido con ellos dentro de su cuerpo y los venia cargando y resguardando en su útero todo lo que iba del día.

-Don Marce- articulaba susurrantemente la nena quien apenada devolvía su mirada hacia cualquier otro punto de la casa que no fuera en dirección a la amoratada y venuda herramienta del vejestorio.

-cosita rica, mi bebita- dijo el viejo, la nena también no pudo evitar expresar alegría ante ese cumplido, el viejo la tomaba de la mano y le daba la vuelta, quedando ambos de frente y abrazados, los botines de la nena contaban con tacones no tan altos como los de sus zapatillas del día en que fue desquintada, por lo que esta vez la altura de Cassandrita era un poco menor a la del viejo.

-a partir de hoy, de ahora en adelante, siempre que andes en mi casita, me llamarás mi amor, o Marce a secas, o Marcelino jeje, o mejor papi, papi chulo, mi macho, mi cogedor, mi picador… mi riatudo, mi camotudo, o como a ti más te caliente la papaya, menos ese Don, porque me haces sentir viejito y yo todavía no me siento así, jeje ¿Entendites?- ordenaba el viejo, asentía la nena sintiendo descarados apretujones sobre sus nalgas ya que las mañosas manos del viejo habían bajado de nueva cuenta hasta allá.

-y otra cosita, mi bebota nalgona (Marce se mandaba cuatro sonoras palmadas contra la nalga izquierda de la niña) siempre que andes en mi casa, de tu cinturita pa´ rriba puedes usar lo que quieras… una blusita tuya… una camisa mía, amarradas a tu cintura, o un chichero solamente, jeje, pero… de tu cintura pa´ bajo quiero que andes encueradita, pa´ ensartarte donde se me pare el pito, jejej- proseguía el caliente viejo.

-ehh, ¿Desnuda? ¿Es enserio?, pero… Don Marce, ¿Y si alguien llega en ese rato?- cuestionaba la niña.

-jejeje, mira, mi niña, a mí casi nadien me visita excepto algunos amigos, pero si llegara a venir algún cristiano entonces te pondrías una faldita o un shortcito chiquitititos… mm, habrá que conseguirte de esos trapitos jejeje- resolvía Tío Marcelino, la nena se mostraba dubitativa, con un dedito en su boquita, y exponía:

-Don Marce, yo tengo unos shorts en mi casa que casi no me los pongo porque ya me quedan muy chiquitos, nada más los uso para dormir o para andar en mi cuarto, mi mamá se enoja que me los ponga cuando hay visitas porque dice que ya casi ando con media nalga de fuera, jijiji, si quiere me los puedo traer y enseñárselos- sugería Cassandrita, quien seguía abrazada al vejestorio, con una de sus manitas posada sobre el ancho pecho de su viejo amante, haciéndole cariñitos, y la otra pegada a un costado de su panzota, la suavidad en las manitas de la niña era indescriptible.

-umm, ¿De qué telita son?-preguntaba el vicioso.

-de licra, le digo, ya casi no los uso, y las veces que los uso, los uso para dormir, a veces es con lo único que duermo, ahh, con ellos y con unos tines, jijiij- sonreía la nena.

Si bien anteriormente expresé que al niño Armandito le era prácticamente imposible no mostrar una faceta sonriente cuando se encontraba en presencia de Cassandra, a la niña le pasaba una situación muy similar cuando se encontraba cerca del vejestorio, bastaba solo con verlo para que ella no pudiera evitar sonreír y acalorarse.

-a ver si entendí, chiquilla, si esos trapitos los agarras como calzones, ¿Qué te pones debajo de ellos?-

-jijiji, pos nada, ¿Quiere que los traiga?- preguntaba la nena doblando hacia atrás una de sus pantorrillas, el viejo en tanto la seguía manteniendo afianzada de las nalgas y de su breve cintura.

-sí, sí, tráilos (tráelos) pa´ que me los modeles, jeje… ahh, otra cosita rica, cuando uses esos shorcitos aquí en la casa, síguete así, sin ponerte calzones… pero cuando sea una faldita, para que mis amigotes no te vayan a ver la pepa pig, como calzoncito tendrás que llevar puesto uno que te compré- rebuznaba Tío Marce soltándose de la niña no sin antes darle otro par de palmadas en sus nalgas.

Don Viejo se dirigía hacia su televisor y de entre ese aparato y la reproductora de DVD´s pornos sacaba algo, y no era hasta que llegaba de nuevo con la nena que el malsano estiraba en la carita de la niña una micro tanguita color rosa palo, conformada por un par de minúsculos elásticos mucho más delgados incluso que sus deditos y que servirían para rodearle sus imponentes caderas, y un pequeñísimo triángulo de la parte de enfrente que muy posiblemente no lograría tapar de manera completa sus carnosos labios vaginales, además, por la posición en que Don Marce la mostraba Cassandrita alcanzaba a ver que dicha tela era prácticamente transparente, en igualdad de condiciones con la lencería que observó en los puestos de la plaza. La nena, aun así poniéndose contenta por semejante regalo después de tomarlo y estudiarlo de acuerdo a su cuerpo, pensaba que debido al tamaño de la prenda esta no le quedaría, la veía algo pequeña y no hablando del tema de que no cubría prácticamente nada, sino de la talla, sin embargo estaba tan contenta que accedió a la solicitud del vejestorio.

-sí, Don Marce, jijij, que diga, m… mi amor, gracias, oiga, yo también tengo algo que mostrarle- agregaba Cassandra, Don Marce al pensar que la niña hablaba en doble sentido refiriéndose a que le iba a enseñar la empanada, rebuznó:

-pos que estamos esperando, mi nalgoncita, ´amos a mi cuarto para que me la enseñes, pero no me lleves de la mano- agregaba el viejo al ver como Cassandrita volvía a tomarlo de su huesuda muñeca.

-¿Entonces?- preguntaba la nena.

-llévame de la verga, jejej, anda, mamita rica, jálame de la verga- pronunciaba el descardo, volviendo a reír burlonamente.

-jijiji, mmm, ok, amor- aceptaba la niña y delicadamente tomaba la indomable verga de su viejo macho.

Le costaba un poco de esfuerzo a la chiquilla sacarle la verga al viejo por el enorme agujero de sus calzones, así como también no sentía mucha diferencia la chiquilla al comparar el grosor de la muñeca del viejo con su miembro, tampoco la muñeca del viejo expresaba un gran grosor, pero ya para que su verga se comparara era porque el viejo tenía buen porte, y si algo se merecía una hembrita como Cassandra era un macho con muy buen porte.

Así la nena, sin dejar de tomar la verga de su senescente caballero, incluso ya chaqueteándosela un poco, embarrando sus deditos con la salada jugosidad emanada de la volcánica uretra, caminaba hacia el lujurioso cuarto del viejo tapizado de mujeres semidesnudas que el viejo coleccionaba como admiración a las curvaturas del género femenino. El viejo no desperdiciaba detalle de ese fecundo cuerpo que estaba por degustar, ese cuerpecito de escándalo que se cargaba la chiquilla quien de espaldas no aparentaba la edad que tenía, se le perdía la vista a Don Marce admirando esa fina espalda, esa tenue y bien delineada cinturita, ese par de hoyuelos ubicados en la espalda baja de la niña y ese llamativo trasero, el viejo iba babeando y sin emitir sonido alguno, solo el sonido producido por los botines de la niña en el suelo y exceso de lubricación en el miembro del viejo al ser chaqueteado era lo que se escuchaba.

Al entrar al dormitorio del viejo, Cassandrita nuevamente pudo percatarse de una innumerable cantidad de platos de unicel regados por el piso, señal evidente de que el viejo Marce subsistía principalmente de comida de fondas y puestos ambulantes ya que entre los desperdicios podían verse algunas hojas de tamales ya secas y llenas de alimañas, además de varios vasos que anteriormente fueron sopas nissin. Y no solo eso, dos enormes bolsas negras de basura yacían acomodadas en uno de los rincones de tan maloliente cuarto y en donde la nena pudo ver un par de cucarachas salir despavoridas ante la presencia humana en dirección a un agujero hecho en una de las bolsas. Situación en la que el viejo Marce se disculpó y excusó diciéndole a su enamorada que esas bolsas negras estaban llenas de latas de aluminio, botellas y bolsas de plástico, y que se las estaba guardando a un amigo suyo.

Otra cosa que llamó la atención de la joven estudiante fueron los posters de mujeres semidesnudas pegados en la paredes del cuarto, todas mirándose entre los veintitantos años, tapizando el cuarto cual taller mecánico, solo que ahora, las chicas estaban acompañadas con dibujos de penes muy cerca de sus rostros, bocas, o vaginas, una de ellas parecía estar a punto de sentarse sobre una verga extremadamente gorda y bien parada. Muy bien detallados los dibujos de los miembros, demostrando Don Marce sus prodigiosos dotes artísticos.

Pero esto no era impedimento para que la nena disfrutara de la compañía de su viejito, estaba tan emocionada por estar nuevamente en ese cuartucho que la embargaba de nostalgia, en esa casa donde perdió la virginidad a manos de un viejo chaquetero que le resultaba hasta normal que Don Marce fuera sucio, aunque si reconocía que no le caería mal un buen baño pues las axilas del viejo excretaban un olor desagradable pero consideró una falta de respeto decírselo.

Poco a poco comenzaba a debatir que así era él, pero reconocía que Don Marce necesitaba ya una mujer en casa. Era la imagen a futuro de verse ella viviendo con el viejo como marido y mujer lo que le generaba un placentero escalofrió que le recorría todo su cuerpecito, representándose también a través de un delicioso vacío en su estómago y leves palpitaciones vaginales. No se cumplía ni un día en que el viejo la había impregnado con sus mecos y Cassandrita era abordada por una rara sensación que le sistematizaba la necesidad de proteger aquello que en su vientre pudiera desarrollarse, era como si el reproductivo semen del viejo, muy alojado en sus fecundas intimidades, la controlara desde adentro manifestando en ella una especie de lavado de cerebro, motivo por el cual tal vez la nena se comportara como hipnotizada ante la presencia del pervertido tendero. Recordaba que precisamente había comprado algo en una farmacia que le descontó a sus ahorros y ahora no se veía muy convencida en tomarse ese medicamento.

-y que me ibas a enseñar?, dime, dime- preguntaba desesperado el viejo pegándosele a la nena por detrás y comenzándole a tallar toda su hombría, la tomaba de las caderas para que Cassandrita sintiera ese bultote entre sus nalgas.

-ahhh, Don Marceee, traje… algo que quiero estrenar con usted, mmm- susurraba la jovencita sintiendo esa terrible inflamación genital en sus nalgotas y parándolas aún más con la caliente intención de sentirla entre la raya de su culo.

-a ver, enséñamelo jej- dijo el viejo tomando a Cassandrita de sus caderas y punteándola sinvergüenza como si le estuviera dando por el culo.

Y es que el viejo, al escuchar la palabra “estrenar” mostró una rara faceta que pretendía pero que a la vez estaba muy lejos de ser una sonrisa jubilosa ya que su quijada de burro casi se juntaba con sus narices, y es que el viejo imaginaba un cerradísimo agujerito que aún estaba sin estrenarse en el cuerpo de la chiquilla.

La nena dejaba caer su bolsa de colgar y coqueta se agachaba como si fuera a realizar ejercicios de estiramiento mientras hurgaba entre sus cosas buscando la prenda pero se quedaba así simulando no encontrarla, era más el gusto por estar doblada de su cuerpo con sus piernas bien estiradas sin el menor doblez en sus rodillas y sentir el poderío del vejete sumírsele en su voluptuoso trasero, su joven mente no comprendía como es que ella se prestaba para tales y tan vulgares actividades. Algo que nunca haría con ninguno de sus compañeros lo realizaba con un viejo depravado quien ponía cara como si se estuviera corriendo.

-uuugghhh, ayyy mamacita no te me pongas así que se me para, se me para, el corazón, ahh- susurraba el senil.

-jiji, orita vengo- murmuraba Cassandrita ya incorporada y con algo entre manos, siempre con una sonrisa ante el viejo.

-tómate tu tiempo, nalguita rica- decía el viejo al tiempo quien rápidamente se buscaba su celular para llamarse a alguien y con la otra se tentaba la verga.

La nena ya en el baño se cambiaba para modelarle un vestido a un viejo por demás cochino y rabo verde, un viejo que para matar el tiempo que la nena tardaba en cambiarse había optado por jalarse el pescuezo. Sin embargo la nena intuía que a pesar de que con ese vestido enseñaba mucha más piel de la que estaba acostumbrada a enseñar no era lo suficientemente corto como los que usaban las mujeres en las revistitas que el viejo anteriormente le prestaba, esos vestidos que apenas y las muchachas se agachaban un tantito y ya estaban enseñando el inicio de las nalgas. Don Marce, al mismo tiempo que hacía sus cochinadas, con su mano libre llamaba a su buen amigo Don Cande para avisarle que fuera juntando los billetes pues la nena ya estaba en la casa.

-vaya!! Hasta que por fin te entra!! Maricón!!, jajaja, toda te entró! ¿Ya tienes el dinero?- cacareaba en doble sentido Don Marce pegándose tremendas risotadas burlescas que Cassandrita alcanzaba a escuchar desconociendo el porqué del bienestar de su anciano amante.

-chinga tu madre!!- gritaba Don Marce.

-las nalgas también las botas?, ¿verdad?- volvía a rebuznar.

-no me vengas con esas mamadas de que no tienes dinero porque te comprates unas botas, a mí me pagas con dinero o me mamas la verga, jajaja- cabe mencionar que toda esta vulgar y anacada forma de expresión oral con la que Don Marce se comunicaba era escuchada claramente por la nena.

-pos pide prestado, pendejo, que te maten el cochino a ti, jajaja-

-siii, yo hoy voy a matar uno, llegando de allá- seguía el viejo en sus alegatos.

-mejor dedícate a matar gansos, hijue´ puta, jajaja, hijuela chingada-

Don Cande, por su lado, también pegaba tremendos aullidos y berridos de cochino demostrando una ferviente calentura, vestido con el mismo sport que usó en la conferencia pasada manchada de grasas para tostar los chicharrones y con su pescuezo lleno de mugre que más contrastante hacía ver la piel del mas amarillento miembro de la pequeña asociación. Don Candelario definitivamente era un viejo muy sucio puesto que en su desaliñado cabello (cano completamente) podían verse restos de hojas secas así como basurilla demostrando su falta de aseo en ya varios días, pero no era porque no se quisiera bañar ya que tomaba como excusa que le habían cortado el agua por falta de pago. Además también, por ser un experimentado en los aperitivos porcinos, podía vérsele entre sus ropas manchas de sangre seca pues era un reconocido matador de marranos por sus alrededores, no por nada se autodenominada como “el matacochinos”, mote con el que era conocido en sus círculos cercanos.

Cassandrita, desde el baño, alcanzaba a escuchar algunas de las burradas con las que su viejo se expresaba, que por el lenguaje vulgar y grotesco era notorio que Don Marce platicaba con otro hombre, quizás alguno de sus amigos, se decía la chiquilla, pero se quedaba con una gran duda que quizás no fuera el momento de tratar. Por lo que proseguía a desabrocharse su ajustado pantalón y bajárselo lentamente con todo y calzón el cual se negaba a desprenderse de esa tibia zona ya que se le había estampado como calcomanía, escuchándose ese sonido de fricción que llevaba a cabo la mezclilla contra la delicada piel de sus muslos para después tomar un poco de papel higiénico y delicadamente limpiar el exceso de humedad reinante en su colorada y sensible panochita, pasándolo cuidadosamente por sobre sus carnosos labios puesto que hasta el mínimo roce le causaban unos escalofríos tan ricos.

Una vez secadita de sus partes la nena procedía a desprenderse de su blusita, quedando vestida únicamente con su chichero, para esto otra bufonesca carcajada se escuchaba junto a aullidos y palabrerías en donde Don Marce mandaba a la verga a todo mundo y eran las palabras “verga” y “culo” las que más se repetían en toda la chachalaquearía, el maleducado viejo no medía su vocabulario sabiendo que una niña estaba presente.

La casi desnuda chiquilla, solo vestida con su top que también le servía como brasier, se desprendía de sus botines para sacar de su bolso el par de sandalias de modesto tacón de corcho. A Cassandrita, si bien había usado unas zapatillas de tacón de doce centímetros, esta altura aún se le dificultaba un poco al caminar. Con fina delicadeza, comenzó a ponerse dichas sandalias en forma ahuarachada y una vez puestas, Cassandrita procedía a colocarse el vestido.

Como el vestido venía cuidadosamente doblado este no se arrugó, así que la nena, ajustándose y apretándose aún más las tetas con su brasier top, se lo embutía de arriba acomodándoselo principalmente de su escote que era de donde parecía sostenerse el vestido ya que carecía de tirantes, cuidando la altura del slider del cierre para poder subirlo ella sola. En eso, Cassandrita escuchaba al viejo levantarse de su cama y pronosticaba la zona de la casa donde él se encontraba gracias a sus risotadas y groserías mientras se buscaba la pantaletita con la que originalmente había salido, y todo por estarse distrayendo con las vulgares palabrotas de su hombre a la nena accidentalmente se le caía su íntima prenda dentro de la cesta donde Don Marce arrojaba los papeles higiénicos que utilizaba para limpiarse el culo. La niña aun así levantaba su prenda pero daba cuenta, poniendo carita de fuchi y expresando un “iiuuu”, que esta pantaleta quedaba inutilizable ya que algunos papeles de baño se vinieron pegados a la prenda por efecto del excremento.

Tomó la braguita que recién acaba de quitarse pero notaba que esta se encontraba demasiado empapada, la muchachita se la llevaba a la nariz y descubría que estaba muy olorosa a humedad y si no se ponía a secar podía terminar por apestarse, así que ahí mismo en el baño donde Don Marce colgaba trapos de limpieza ella colgaba su pantaleta. Por un par de eventos desafortunados la nena se había quedado sin calzones pero al saberse en el cuarto de su macho esto no debía representar mayor problema, podía andar desnuda si ella así lo quisiera, así que sin más salía a lucirle el conjunto a su hombre, sin calzones.

El viejo, quien aún seguía dialogando por teléfono y que había ido al refri de su tienda justamente para jambarse una rebanada de papaya que le habían regalado, ya había regresado a su cama y no alertaba en un primer momento la presencia de su hembrita quien entraba momentos después, apenada por quizás no verse lo suficientemente apetecible para su viejo macho con su carita viendo hacia el suelo. Para ella en cambio, la simple imagen de su envejecido hombre caminando como zombie y después recostado, moviendo su boca como si se estuviera acomodando la placa, así como esa panza peluda que se expandía y contraía en cada una de las pesadas respiraciones, hacían que la nena sintiera unas ricas cosquillitas en su panochita, y más cuando le veía esa temible abominación atorada entre los dedos de ese casi calvo viejo quien solo tenía pelo en los parietales y un satírico mechón en su frente que Don Viejo cuidaba y acicalaba mucho puesto que según él era lo que lo hacía verse más atractivo. El viejo seguía entreteniéndose a las grandes y vulgares pláticas con alguien.

-has de querer que te la meta a ti también, jajaja- bromeaba el apolillado.

Entre tan feliz parrafada en donde Don Marce alardeaba que hoy se comería un tamalote y alegaba algo de matar a una cucaracha (al mismo tiempo que le pegaba una mordida de burro a la rebanada de papaya fresca), cosa que fue malinterpretada por la niña pensando que el viejo se refería a los restos de tamales vistos con anterioridad y a las cucarachas que amenazaban con infestar su vivienda. Fue que el viejo Marce, mirando de reojo a su adorada, cortaba con la comunicación pero no porque en ese momento estuviera hablando mal de ella (bueno si, pero disimulado), sino porque la belleza de esta lo había dejado casi con el pescuezo torcido. Con la verga aun entre sus escurridos dedos se dedicó a admirar de manera por demás morbosa y caliente a esa hermosa criatura ataviada en un vestido azul rey demasiado ceñido de la cintura para arriba y que terminaba justo al iniciar de sus pechos dejando sus breves hombros y delicados brazos completamente descubiertos. Debajo, el vestido terminaba en una falda con vuelo que no llegaba ni a medio muslo y que por el corte, sentada, la niña podría enseñar mucha más piel de la que quizá debería, y que no hacía más que enaltecer esas potentes caderas las cuales daban paso a unas piernotas en donde Don Marce deseaba morir ahorcado, además dicha forma en la falda del vestido hacia ver más nalgona a Cassandrita, de por si la nena era nalgona y con ese vestido se veía aún más. Para terminar con unas coquetas sandalias de modesto tacón que la nena había adquirido a precio de fábrica precisamente porque su madre era dueña de una pequeña zapatería y que le delineaban esas perfectas y brillosas pantorrillas.

-¿Cómo me veo?- preguntaba la risueña niña a su apestado macho. Esta misma pregunta Cassandrita la había hecho a su compañerito de escuela y si bien no fue mencionado es de pensar que el niño respondió que se veía hermosa o halagos de ese tipo, pero Don Marce no era de esos que se manejan con cumplidos.

-mi niñaa, te ves bien antojable, bien rica y apretadita, y mira que culote se te ve, chingao!!, muévelo mami!! Menéalo!! Menéalo!! jejeje- expresó el viejo con gruesos restos de papaya alrededor de su boca, aplaudiendo y vitoreando como si la nena fuese una bailarina exótica, Cassandrita sin embargo no lo movió, solo se dio a retorcer su cuerpecito para tratar de verse sus nalgas ante el halago del salido.

-pero… ¿no cree que está algo corto?- preguntaba la chiquilla.

-para nada, mamita, esos trapitos se pueden que usar todavía más chiquitos-

-ay noo, yo siento que está algo corto- deducía la chiquilla tratando de mirarse la cola.

Mientras tanto, el viejo limpiaba su zona facial de los residuos de la fruta con sus manos, una considerable cantidad de babas y espumas le escurría por estar contemplando semejante niña-hembra quien risueña y después de haber estado enrollando uno de sus deditos contra un mechón de su cabello, después de haber recuperado su postura, se tomaba de sus manitas mientras se bamboleaba de izquierda a derecha, como esperando a que el viejo la invitara a subirse a la cama. El viejo a nada estuvo por tomar su teléfono para marcarle a sus amigos y mandar todo a la chingada y así de este modo quedarse con la nena en su casa, toda la tarde y noche, para volvérsela a coger como Dios lo estipuló en sus mandamientos, y volver a terminarse dentro de ella por si a la primera no quedó preñada, ya lo había decidido, la niña debía de quedar preñada si o si, ni siquiera se había dado cuenta en que momento le colgó a Tío Cande.

Pero estaba más que claro que Tío Marcelino no podía echarse para atrás, y más conociendo lo burlistas que eran sus distinguidos camaradas quienes no esperarían para recriminarle, tacharlo de embustero y no volver a creerle algo en todos los años que le restaran de vida. Además había una apuesta en juego y eso también concernía al viejo tendero, en caso de no tener pruebas contundentes de la existencia de esa niña y de que en verdad se la anduviera caldeando, Don Marce tendría que pagar la cantidad estipulada pero multiplicada por tres, o sea, de todos los que perdieran al que le iría peor sería al micro empresario, así se había establecido. Y es que no podría esperar más esto, los otros viejos al igual que sus miembros estaban desesperados. Bien podía el viejo Marce cancelar la cita con sus “bollos” (como entre ellos se decían) y arreglar la presentación para otro día, pero corría el riesgo de que la apuesta no tuviera la misma valía.

La nena muy femeninamente tomaba asiento en la orilla de la cama siempre sin dejar de ver y sonreír al viejo con timidez quien a estas alturas aún estaba sorprendido por el tremendo mujerón que se andaba comiendo. Nunca en su vida llegó a pensar que cuando llegara a los cincuenta años disfrutaría del cuerpecito de una jovencita que bien podría representar a la Entidad entera en concursos de belleza y que apenas se encontraba recién terminada en su pubescencia. En tanto la muchachita lo único que se recriminaba ella misma era el hecho de no poder ir vestida más sugestiva o más femenina, con alguno de esos incitadores negligé o babydolls que había visto en la plaza, o bien, un vestido con las características que Don Marce explicaba, más corto.

Pero con la ausencia de calzones Cassandrita se sentía cómoda además de que advertía un delicioso frescor que le recorría en su levemente humedecida panocha la cual sentía apretujarse entre sus muslos cada que ella contraía sus piernas. No así el viejo quien para no mallugarse sus colgantes pelotas tenía que mantener sus ancas abiertas, notándose su endemoniada verga repintándose en sus rotos calzones. Descarado Don Marce, fiel a sus costumbres, bromeaba con la nena diciéndole que sus calzones estaban rotos porque su verga no cabía en ellos.

La nena, siempre coqueteándole tímidamente al viejo y ya sentada en la cama con sus blancos hombros desnudos y recogidos, miraba como el viejo se incorporaba de la misma después de haber estado recostado y mirándola pervertido. Inmediatamente ella cerraba sus ojitos y enconchaba más sus hombros imaginando a este vejete llegar y tomarla de ellos, la nena se mojaba más imaginando que Don Marce llegaba y le pegaba uno de sus buenos besotes a la fuerza, y el hecho de que se portara como un pervertido no hacía más que causarle una acalorada comezón entre sus cálidas cositas, tanto que ya se estaba friccionando sus muslos para calmar un poco esa exquisita picazón que tanto la atacaba en los últimos días justificándose en su estado sexualmente activo.

Pero la nena no reconocía que Don Marce fuera un completo depravado, un verdadero engendro proclive a la concupiscencia de las carnes, un ente que solo vivía de morbosear niñas, pubescas y jovencitas. Para ella, el viejo solo se portaba de esa manera en la intimidad, y a ella le encantaba, era tan inexperta en cuestiones amorosas-sexuales que pensaba que todas las parejas eran así en la cama, y puede que la inmensa mayoría así lo sean, pero en esta historia hay una pareja (Asdany y Michael) que no es del todo creativa y pervertida en la intimidad.

Antes de tomar posesión del cuerpo de la nena, el viejo salía de la cama, ante la mirada curiosa de la chiquilla quien se sorprendía de que el pervertido no se hubiera arrojado jarioso y babeante sobre ella o sobre sus carnosos atributos en una primera instancia. El desnalgado y semijorobado viejo, avanzando sobre los auténticos mondadientes que poseía por piernas mientras se rascaba el culo, llegaba a un deteriorado ropero abriendo uno de los cajones y comenzaba a buscarse algo. La nena, con un dedito en su boquita en muestra de curiosidad, solo escuchaba cosas siendo meneadas por el vejestorio quien para esto inclinaba un poco su cuerpo haciendo que su calzón se le bajara un poco enseñándole a Cassandrita el inicio de la raya del culo, el culo de Don Marce era en verdad amorfo, plano y diminuto en proporciones y con bolas o tumoraciones que perecían ser músculos mal formados transparentándose bajo su calzón. A todo esto su panza, seguramente atiborrada de amibas y lombrices, caía como bolsa usada por la dificultosa flexión y la nula elasticidad del añejado.

Pero con esta antiestética silueta y con este deforme cuerpo presente y frente a sus ojitos, aun con ese colgajo de tela que se le formaba a la trusa del viejo y que lo hacía ver como si anduviera cagado y esa arrugada espalda llena de lunares hepáticos y asquerosas verrugas, Cassandrita no podía dejar de sentir una fuerte atracción física hacía tan aberrante y malformado personaje, “¿Por qué me gusta tanto?”, meditaba la tierna chiquilla mordiéndose los labios, poniendo unos ojitos nuevamente dilatados, con sus delineadas piernas y potentes muslos bien cerrados hasta sus rodillas y ligeramente separadas de sus gimnasticas pantorrillas, hasta que era el viejo quien la sacaba de sus análisis mentales anunciando que había encontrado lo que buscaba.

Lo primero que el viejo mostraba era una pequeña cámara digital. Cassandrita recapacitó al recordar sobre el supuesto video porno que protagonizaría junto a su “novio” la próxima vez que estos se encerraran para acostarse, algo que la nena no había dado la verdadera importancia muy probablemente porque la afirmación para tal cosa la había hecho con el tiempo medido, sin sopesar o creer que en verdad el viejo hablara en serio y más que nada para conseguir que el pervertido se escondiera bajo la cama y que su mamá no lo descubriera. Pero lo que le sacó jugo de su panocha fue lo que el viejo tenía en su otra mano. Según como Cassandrita lo veía era un pene en color negro, un pene al parecer de juguete pues su apariencia y brillo plastificado lo delataban, esto era algo que a cualquier individuo parecería normal pero para esta niña quien nunca en su vida había visto un consolador en persona le parecía extraño y curioso, algo que hasta ahora no se había puesto a pensar sobre su existencia. Además esa cosa era de proporciones mayúsculas, quizás del mismo tamaño que la natural verga de su viejito solo que con algo pequeño saliéndole de un costado, a los segundos siguientes Cassandrita cayó en cuenta de que se trataba de la figurita de un monje pelón lo que retoñaba del grueso tronco y por si eso fuera poco… esa cosota temblaba culebreándose y se serenaba cada que el viejo le apretaba un botón.

-mira, mi nalgoncita, jejje, esta camarita será para grabarnos mientras te cojo bien rico, quiero que cuando estemos cogiendo seas obediente y hagas todo lo que yo te diga, si?- decía el vulgar viejo, encendiéndola mientras revisaba de manera rápida el pequeño manual del propietario, lo que la nena no sabía era la existencia de una segunda cámara escondida en algún rincón de ese cuchitril. Un segundo video que sería grabado sin conocimiento de la chiquilla.

-ok, Don Marce- respondía, muy difícil era para ella suprimir ese “Don”.

-otra cosa, mamita, no te vayas a espantar, o que no te parezca raro si yo me pongo una máscara mientras nos grabamos, es por mero fetiche, ya luego te explicaré que significa esa palabra, jejej- entre sus despilfarros, el viejo Marce se había comprado una máscara del Doctor Wagner Jr., su segundo ídolo luchístico, ya que la de Máscara Sagrada no poseía la abertura en la boca además de que salía más cara, demostrando Don Marce su afición por el pancracio.

-ok, mientras no sea de algún monstruo, jaja, pero… y yo… también me tengo que poner una?- preguntaba la nena.

-no, mamita, tú no, a ti se te debe de ver toda tu carita- procedía el libertino para así evitar que la nena siguiera preguntando cosas.

-una cosa más, ricura, cuando te esté grabando, no vayas a pronunciar mi nombre, para eso ya te dije muchas formas en que puedes llamarme, estamos?-

-ok, no decir su nombre, y eso ¿Por qué? Don Marce- la nena, aunque el viejo aún no estaba grabando, espantada se tapaba su boquita con ambas manitas.

-mira, tú nada más has lo que te digo y ya-

-oki, oki-

-esta otra cosa (refiriéndose al consolador), es un regalo para tii, iiiiiiijijjj, te lo compré porque te has portado muy bien conmigo y quiero que lo uses para cuando tu cosita me extrañe y no esté yo ahí para ponerle la carne a tu tamalito eeejjejeje- reía el pervertido anciano mientras se masajeaba vulgarmente sus genitales, que a decir verdad, estos se escandalizaron cuando Don Marce mostraba sin tapujo el prohibido juguete a la niña y el ver la reacción sorprendida de ella. Don Marce parecía sospechar de los estados calenturientos por los que pasaba su enamorada.

-D… Don Marce pero… eso para qué es?- preguntaba tontamente Cassandrita. Ella con solo ver la fálica forma ya más o menos se imaginaba para que servía y por donde iba metida, pero tenía la esperanza de que su pequeña mente cochambrosa le estuviera haciendo suponer de más.

-esto… - el viejo encendía nuevamente el vibrador pero ahora lo exhibía en la velocidad más alta, Cassandrita reaccionaba tragando saliva, llevándose una de sus manitas para cubrir sus labios y apretaba aún más sus muslos al escuchar el vibrante sonido que al parecer tenía afrodisiacos efectos sobre su intimidad y pezones.

-es un juguete para niñas ya más grandecitas, así como tú, esto es con lo que juegan las niñas cuando ya están muy creciditas como para seguir jugando con muñecas, jeje, esto va metido ahí iiiiijijijij, ahííííííí en tu cosita- decía el viejo al tiempo que con el vibrador señalaba en dirección al sexo de la nena, intimidad que no se mostraba puesto que la descalzonada chiquilla continuaba con sus piernas bien selladas y una de sus manitas tapando ese celestial triangulito que se formaba entre muslos y monte venus.

Y es que como se relató, sentada, la falda de su vestido se le subía un poco más de lo permitido, por lo que también lo estiraba un poco, más que nada como un acto reflejo, menos mal para la niña que se encontraba en la casa de su viejito, por lo cual no había mucho problema en relación al largo de su vestido cuando estuviera sentada, situación que no dramatizó cuando se lo probó en la bodega, de haber corroborado cuanto se le subía y de haber sabido que con esa prenda iría vestida a una tardeada, quizás se la hubiera pensado otro poco a la hora de comprársela.

-ay, Don Marce…- reía nerviosa la acalorada muchachita quitando la mirada del fálico instrumento y echándose aire con la mano que cubrió su boquita, remojando constantemente sus labios, volteando nerviosa para todos lados excepto donde el semidesnudo viejo meneaba la manguera.

-… jijiji, eso se ve… muy grande… siento que… no me va a entrar- opinaba la nena ya roja de su carita por estar ante la presencia de semejante herramienta tan negra como el ébano y por estar enunciando frases tan burdas y propias de gente grosera que utilizaba muchas de estas frases en doble sentido con la finalidad de hacer inferior a su contraparte verbal y en donde la verga siempre salía ganadora sobre la panocha. Desde hace rato la chiquilla comenzaba a razonar sobre el sentido de las frases alburísticas, enfatizando la gran mayoría una supuesta superioridad de la parte sexual masculina sobre la femenina.

El rabanero viejo, en su afán por confirmar la teoría de la chiquilla sobre la longitud de ambos garrotes, comparaba sin pudor ambos miembros (el de plástico contra el de él) concluyendo que los dos tenían casi la misma medida, diecinueve centímetros la del viejo contra veinte del dildo. No así el mismo grosor pues mientras el miembro de plástico era de grosor uniforme el de Don Marce era más delgado de la raíz, un poco más inflamado de la mitad hacia la punta y tremendamente cabezón. Un juego de contrastes que aseguraban a Don Marce que si su cabeza entraba por algún orificio lo haría el resto del tronco.

-claro que sí, mi niña, si ya te comites la mía, esta también te va a entrar jeje, ¿Te acuerdas cuando te la comites por primera vez, que tú llorabas de tus ojitos porque te dolía mucho y pedías que te la sacara? jejeje- rememoraba el viejo.

Para esto ya se había acercado a la chiquilla y encuclillado le pedía a su enamorada que recordara su primera vez, todo esto sin soltar el grueso consolador y en ocasiones moviéndolo y apuntándolo desafiante contra la colorada jovencita como si esta cosa fuera una regla o algo con que le estuviera explicando algún teorema.

Cassandrita en tanto, al escuchar lo que el viejo le pedía que recordara solo se dio a desviar su mirada hacia un punto indeterminado del cuarto y a torcer sugestiva su boquita abultando un poquito la mitad de su labio inferior, en ocasiones desviando tímidamente su mirada hacía la tremenda estaca. Para esto la chiquilla al principio no había entendido muy bien el concepto de “comites” (comiste), o lo había malinterpretado relacionando el pepináceo atributo de Don Viejo con su tímida boquita, pero cuando el viejo fue más específico dedujo entonces que una mujer puede “comerse” vaginalmente la verga de un macho. Deducía esos preceptos la chiquilla mientras se tomaba sus suaves manitas y eran ahora ambas las que cubrían ese femenino triangulito pues recordaba que andaba sin calzones.

-ay, Don Marceee- decía la nena casi suspirado, entreteniéndose con las pulseritas que adornaban su muñeca, pero sin voltear a ver al arrugado viejo que titilaba de un ojo y a quien se le caía la baba casi aventándosele a la nena como perro caliente para devorársela entera.

-¿Te acuerdas que una vez me preguntates… que pa´ qué las mujeres se la chupan a los hombres?- preguntaba el caducado quien no paraba de devorar visualmente las desnudas y brillosas piernotas de la nena que lucían excelsas por la postura y ese calzado que las reafirmaba.

-jijij, sip- respondía la nena.

-y si te acuerdas lo que te contesté?- volvía a interrogar el viejo quien parecía estar utilizando el consolador como micrófono para la chiquilla, ella en tanto procuraba voltear a ver lo menos posible esa herramienta hecha por el hombre, aunque en ocasiones sus ojitos la traicionaban y terminaba por voltear a verla, llevándose una de sus manitas simulando rascarse la nuca.

-jiiji, ehh… si… creo que sip- la nena volvía a abanicarse su sonrojado rostro con una de sus manitas mientras la otra seguía protegiendo su desnuda alcancía pues el arrugado rostro de Don Marce estaba tan cercano que casi le resoplaba sobre su puchita.

-a ver, dime- solicitaba el viejo quien caliente se sobaba la verga la cual asomaba por un agujero de su calzón sin soltar el consolador con su otra mano, para esto la gruesa y palpitante barra de carne, nervios y pellejos que le colgaba al viejo y que nacía de un auténtico cañaveral de pelos grisáceos y canosos ya impregnaba el calzón con sus olorosos jugos lubricantes, o mejor dicho todo el cuarto apestaba a verga gracias a los escandalosos olores que de ella se desprendían, y es que el hedor de la viscosidad de Don viejo era muy penetrante.

-queeee… era para que… no nos duela tanto, que así se puede meter mejor, algo así jijiji, yaa! Don Marce!, me da pena, no me vea, jijij- se quejaba la nena poniendo una de sus manitas sobre el rostro del lujurioso con la intención de que este no se burlara de ella por las declaraciones antes dichas.

Era obvio que la nena ya había alertado las putrefactas esencias expelidas por la verga del viejo, pero era esa misma inmundicia lo que hacía que su calentura no bajara, el estar respirando ese olor a glande sucio la tenía nuevamente hipnotizada. Algo similar sentía en su vagina ya que un colgajo de femenino flujo resbalaba de entre su canalito el cual pudo advertir lo que la hizo apretarse más de piernas pero mientras más las apretaba más sentía el escurrir de dicha humedad. También sentía sus erguidos pechos apretarse contra el vestido como si estos hubieran adquirido mayor volumen y dureza, como si se estuvieran preparando para ser estrujados.

-así es, mamita, que inteligente jejje, esto (Don Marce agitaba el consolador, casi rosando los labios de la nena) así como me chupas la verga, esta cosa también te la tendrás que chupar, cada que vayas a jugar con él antes de metértelo ahííííííí en tu chochito primero tienes que chupetearlo un ratito iiiiii, quieres intentarlo?- animaba el desvergonzado y aprovechado abuelo mostrando una faceta espeluznantemente enferma, manifestando un extraño tic que hacía vibrarle repentina y frenéticamente uno de sus párpados.

-jij, yo?… aquí?... ahorita?...- preguntaba Cassandra.

-siiiiii, orita, nalgoncita, anda chúpatelo jejeje- los ojos que pelaba Don Marce eran para espantar a cualquiera, gruesos canales de sudor corrían por entre sus arrugas faciales, buche y lomo.

-jijij, nooooo- se quejaba la nena en un acento coqueto, sin embargo, entre el no queriendo y el estar jugando con su añejado novio había puesto una de sus suaves manitas sobre la negra monstruosidad.

-siiiiiiii- animaba el viejo.

-jijij, no, Don Marce, me da pena- sonreía la nenita al tiempo que su manita se atenazaba bien a la verga artificial. Si contra la morena verga de Don Marce la diferencia en color de piel era terrible, contra el vibrador era abrumadora, la manita de Cassandrita se veía blanca como la leche comparada contra el color del dildo.

-sii, chichoncita, chúpatelo, chúpatelo jejje, yo sé que siii quieres- chillaba el vejestorio.

-jijij, mmm, ehhh… ummm, jajaja, esteeee… oky, bueno, nada más porque usted me lo pide, m… mi amor- decía la nena después de unos segundos de pensárselo, tomando y estudiando ahora con ambas manitas esa atroz herramienta negra y brillosa la cual venía fielmente representada ya que hasta el relieve venoso poseía y se enraizaba de dos enormes cayucos que semejaban ser las pelotas, nada más le faltaban los pelos, se decía la niña, “escupirá leche” volvía a preguntarse apretujándole las bolas por si se le encontraba un espacio cavernoso.

-anda, anda- el caliente y tembloroso sujeto se relamía sus secos labios viendo como la niña estudiaba meticulosamente el grueso aparato ya en sus manitas de uñas pintadas.

No contento, el procaz personaje liberaba finalmente su verga de entre sus calzones bajándoselos un poco y procedía a meneársela repetidamente así encuclillado, admirando a Cassandrita desde sus pies hasta su cintura y pasándole una de sus ancianas manos por uno de los trabajados y definidos chamorros de la muchachita, exactamente a la altura del gemelo, sintiendo la suavidad y tonificación muscular de esa parte de su cuerpo. Todo el cuerpo de la niña estaba tan durito pero a la vez forrado con una piel tan suavecita y emanando un acogedor calorcito que hacía falta rozarse contra ella para ya tener la verga erizada.

Cassandrita, con su aun inocencia e inexperiencia para estas índoles, pasaba su dedo por la artificial uretra intentando comprobar que esa cosa no lubricara por sí misma, ya que tenía bien identificada la babilla semitransparente, de aspecto aceitoso y sabor salado que brotaba de la verga del viejo. La nena pasaba sus deditos por todo el largo tronco sintiendo como si en verdad este tuviera venas. “Está grandota” se decía la niña acercado esa negra bestialidad a su carita, deteniéndola a pocos centímetros de llegarle a rozar su naricita, abriendo lentamente su boquita sacando tímidamente su esponjosa y rosada lengua para hacer finamente contacto con la zona inferior de la cabeza.

El momento fue tan gustoso para el viejo que comenzó a moquear de sus narices tanto como aceleraba sus manualidades. A pesar de que Don Marce estrangulaba desequilibradamente su riata con inhumano trato para no estallar en leche unas cuantas gotitas de semen asomaron expulsadas resbalando pesadamente por sobre el hediondo champiñón de su endiablada verga producto de la estimulación visual que se venía acumulando y que reventó cuando la nena repasara el plastificado glande con su lengua dejando un caminito baboso por donde la lengua recorría, todo esto volteando a verlo de manera provocativa pestañeando deliciosamente sus grandes y naturalmente delineados ojitos negros. Don Marce tuvo que apretarse la verga tan fuerte para evitar chorrearse enteramente en ese momento pero una vez que las ganas de explotar orgásmicamente pasaron y su caliente nata regresó a sus pesadas bolas taurinas el viejo tomaba la cámara de video y procedía a hacer la primera toma a Cassandrita, este momento debería de ser inmortalizado para la posteridad, decía el ardiente viejito.

La nena se cohibió un poco cuando se dio cuenta que el depravado, sin avisarle siquiera, había comenzado a grabarle todo su rostro mientras ella con su lengua repasaba el glande y poco más, pero lejos de repelar solo hizo por ladear su carita y esconderla entre su cabellos aunque fuera por unos momentos ya que el mismo Don Marce la tomaba de su mentón para acomodarla de manera que el angelical rostro de ella apareciera nuevamente en la acción fílmica. Se notaba aun en video el ensalivado de la zona ya repasada por la chiquilla, para esto el viejo tomaba el consolador desplazando las manitas de la niña y era él mismo quien hacía que Cassandrita lo chupara a veces alejándoselo lo suficiente como para que la nena apenas y pudiera alcanzarlo con su lengua escuchándose un aaaah por parte de ella cuando trataba de alcanzarlo con su salivosa boquita abierta y su rosada lengua de fuera.

-tá rica?- susurraba el vejestorio.

-sglupss, mm, siip, sglupss, sglupss- afirmaba la niña también casi susurrando y volviendo a realizar sugestivas chupadas en donde solo la cabeza del vibrador desaparecía entre esos carnosos labios mientras Don Marce procuraba que el rostro de Cassandrita saliera completamente en el video. De vez en cuando la nena utilizaba su cabello para protegerse de eso pero el viejo se lo peinaba para atrás a manera de despejar nuevamente su carita.

-¿Cómo te llamas?- preguntaba el viejo con toda la intención y el volumen suficiente como para que su conversación se escuchara en la reproducción, mientras Cassandrita seguía en su labor de comerse ese tubo de plástico. ¿Qué intenciones maquiavélicas pasarían por la cochina mente de Don Marce para haberse lanzado esa pregunta?

-mmm?- articuló dificultosa la chiquilla por tener alojada a la bestia negra dentro de su boquita.

-¿Cómo te llamas?- volvía a preguntar Don Viejo.

A Cassandrita se le hacía muy extraña la pregunta puesto que el viejo ya sabía su nombre, pero volteando a ver a Don Marce mientras ella chupaba el consolador advertía un guiño en el rostro del horroroso vejete entendiendo ella que podría tratarse de otro de los raros juegos que a Don Marce se le ocurrían cuando estaban en la cama, más a parte recordando también que el viejo le dictaminó que debía de hacer lo que él le dijera, respondió:

-Cassandra- sin embargo la nena respondía con voz débil, por lo que el viejo se ordenaba nuevamente.

-No te escuché, jeje-

-Cassandra, me llamo Cassandra- respondía la estudiante.

-umm, Cassandra, y te gusta mamar verga?- preguntaba el atrevido con su cincuentera y aguardentosa voz muy remarcada.

-mmm?- la pregunta había tomado por sorpresa y nuevamente mamando a la colegiala, además de que trató de responder a manera de no darle mucha importancia o para evitar seguirle el juego a Don Marce ya que, a pesar de que este viejo era su “prometido”, no se sentía del todo cómoda estar siendo grabada de su carita chupándose un vibrador y además respondiendo esas acusaciones hacia su persona.

-¿Qué si te gusta mamar verga?- volvía a preguntar Tío Marcelino.

Sin embargo la nena sabía que debía responder, ella se había comprometido y su viejito podría enojarse, además estaba siendo grabada en una situación muy bochornosa y comprometedora, pero al mismo tiempo era el viejo Marce quien la grababa, podía confiar en él, se decía. Además, tenía mucha expectativa de que esta grabación fuera, más adelante, la porno que ellos protagonizarían y quería que el viejo se sintiera orgulloso de ella cada vez que la reprodujera.

-si- aun así, después de meditar todo lo anterior, su respuesta era austera.

-si qué?, mamita- pero estaba claro que una respuesta así de sencilla no dejaría satisfecho al salido, quien con el ojo titilándole y una cara terriblemente descompuesta en morbo, volvió a preguntar.

-sí, me gusta- repetía la nenita.

-que te gusta?, chiquilla culona- se arriesgaba el viejo, si bien ya había llamado en anteriores ocasiones a Cassandrita con este apelativo, llegó a meditarse la posibilidad de que la nena terminaría por dejar lo que estaba haciendo, no era una palabra meramente ofensiva pero bien la nena pudo enojarse, para suerte del viejo, no fue así.

-m… me gusta mamar ve… verga- confesaba la nena, sin embargo, algo no dejaba del todo ufano al viejo, faltaba algo, decía, por lo que ordenó:

-ahora dilo todo junto, desde tu nombre, iiiiiiijiji (en ocasiones la risa del viejo parecía una i alargada)- el viejo, con su terrible garrote apuntando amenazadoramente con altas posibilidades de sacarle un ojo a la chiquilla, se relamía las bembas a diestra y siniestra, estaba tan excitado y concentrado en lo que estaba sucediendo que no daba importancia a limpiarse los dos enormes colgajos de mucosa que brotaban de sus enormes narices.

-m… me… me llamo Cassandra, y me gusta mamar verga- “Majestuoso” pensaba el viejo sintiéndose todo un Mario Salieri, pero la cosa no concluyó ahí, para júbilo del retorcido la niña aportaba por cuenta propia.

-pero la que más me gusta es la de usted- repetía la nena lanzando una sugestiva mirada al viejo quien sonreía arrogante y gesticulaba burlesco. Dicha mirada brillosa que reflejaba la cachondez de la niña fue completamente inmortalizada.

Para Don Marce era todo un privilegio estar contemplado como los delineados labios de Cassandrita se abrían, cobijaban y succionaban el moreno barreno, imaginaba esa lengüita traviesa haciendo de las suyas por debajo de los labios y con esto sumado a la última oración de la nena no aguantó más, él también debía de probar de esa boquita. No importaba cuantas veces Cassandra le mamara la verga, el viejo parecía no aburrirse de ello.

-quieres comerte la mía entonces?- interrogaba el viejo, aunque antes de terminar su pregunta ya estaba incorporado y con su verga agitándola vulgarmente en la cara de la chiquilla quien al verla pletórica, brillosa, palpitante, llena de pelos enredados en el glande y con bolitas blancas ocultas entre los pliegues del prepucio, sin mencionar la peste, puesto que el viejo no se la había lavado desde antier, asintió y la tomó fuertemente como si esa barra caliente estuviera viva y quisiera evitar que se le fuera mientras veía risueña y con sus pupilas dilatadas a Don viejo.

-sip- respondía la nena con verga en mano, mandándose una sonrisa a la cámara, pelando muy bien sus deslumbrantes dientes. Reafirmaba entonces su teoría, chupar y mamar son sinónimos también de “comer”. Y “comer” aplica tanto para la forma oral como la vaginal.

-eres mi amante ¿Verdad?, mi bollito, eres la panocha de un viejo, ehh? Dilo- volvía a preguntar el depravado. Nuevamente confundiendo a la nena, puesto que como podía ser ella una panocha si la panocha vendría siendo solamente su rayita íntima.

-jijiji, huele feo- alertaba la nena, acercando el fétido glande a su naricita y aspirándolo, si bien la nena anteriormente ya había alertado las escandalosas esencias genitales de su amante, en esta ocasión, al tener la verga a centímetros de ella, podía alertarle con mayor apreciación los descompuestos aromas que de la verga expelían.

-responde, mamita-

-ehh?- respondía la nena, haciéndose mensa para ver si podía evadir esa pregunta ya que le daba un poco de pena.

-tu panochita es mía, tu panochita es de un viejo verde, iiiiiiiiii- expresaba el viejo, con enormes venotas casi a punto de reventarle surcándole toda su descompuesta cara.

-s… sí, es suya, mi pa… nochita es suya, jijiji- respondía Cassandrita mirando fijamente a la cámara para proceder a abrir su boquita, sacar su lengua y golpetear el consolador contra ella.

-¿Quieres que te coja?- preguntaba Don Viejo, tomando con un par de dedos su nariz de hueso de mango aprovechando a sacudírsela puesto que los flujos nasales ya no le permitían respirar libremente.

-sii- susurraba Cassandrita quien se mantenía sentadita en la cama, solo que ahora levantaba uno de sus muslos y lo entrecruzaba contra el otro, movimiento que realizaba para demostrar su recato pero que visualmente representaba todo lo contrario para los machos.

-¿si qué? Mamita- volvía a interrogar Tío Viejo.

-sí, quiero que me coja- respondía la nena.

-¿Quieres que te la meta como ya te la he metido antes?- preguntaba el vejestorio, pareciera que este video estaba siendo grabado con la intención de que fuera visto por otras personas, puesto que con esta pregunta se supondría que el viejo quería dejar en claro que ya se venía cogiendo desde tiempo atrás a tan escultural chiquilla. Sin embargo, el viejo quería clarificar más la relación.

-siii-

-si qué?-

-sglupss, sglupss, quiero que me la meta- respondió la nena mientras se volvía a chupetear el vibrador.

-¿Cómo te la metí anoche en tu casita?- repetía el viejo, a quien una enorme vena le resaltaba sobre su desnutrido cuello.

-siii-

-¿Qué fue lo que más te gustó de la cogida que te pegué anoche?, mamita-

-mmm… jjiij… todo- respondía la nena, tímida, sin dejar de ser grabada y manteniéndose agarrada a una mano del arpón del vejestorio.

-pero, tuvo que haber algo que más te gustara, jejej- reía malicioso el viejo, haciendo un close up a la carita de la chiquilla, grabando nítidamente esos sugestivos labios que en pocos minutos tendría alojada su herramienta.

-mmm, sii, cu… cuando… cuando me decía cositas, jijiijij- respondía la nena.

-jejje, si mamita rica, y que más te gustó?-

-cu… cuando me daba de nalgadas mientras… mientras me co… cogía, jiji-

-y que más? Ricura, tuvo que haber algo que más te gustaraaa, mamitaaa- decía el viejo.

Sin duda al viejo graniento le interesaba una sola respuesta, y no era ninguna de las anteriormente dichas por la niña. Pero así como la chiquilla no atinaba a decir la frase que su novio-viejo quería perpetuar, el viejo tampoco se imaginaba que la chiquilla llevaba casi todo el día pensando en ese momento, la fecunda culminación de su último encuentro. Nervioso, con su mano temblándole de la emoción (cosa que afeaba la filmación) escuchaba de los labios de su enamorada:

-mm, cu… cuando… cuando me los echó adentro- respondía la nena, ruborizada, sintiendo mucho más intensa esa sensación térmica que le hacía hervir su almejita, sonrosado tesoro protegido entre sus muslotes.

-aaaggg ¿Te gustó? ¿Te gustó que te los echara adentro? Niña chichona-

-sii-

-¿Quieres que te los vuelva a echar adentro de tu cosita?-

-ehmm, este… - se expresaba la nena, en muletillas.

-dilo, dilo- animaba el ancestro.

-sii- susurraba la nena.

-jjejej, dilo, mamita, sin pena- apoyaba Don Viejo.

-sii, si quiero, quiero que me los vuelva a echar adentro- contestaba la nena, sintiendo en su manita como la verga no paraba de hincharse, estaba tan inflamada que le era imposible juntar su pulgar con sus deditos oponibles.

-¿Y si te preño?, chiquilla nalgona- al viejo, en tanto, ya comenzaba a experimentar cierto dolor en la verga por tanto rato tenerla inflada, unas tremendas ganas de querer orinar se alertaban en caso de que su verga llegara a poncharse, estaba tan desequilibrado que por un momento llegó a imaginarse orinándose sobre la carita de la chiquilla, pero habría que convencerla, algo así necesitaría más tiempo para convencer a la chiquilla, pensaba Don Marce.

-jijiji- reía la chiquilla, desviando su mirada y relamiéndose sus labios.

-jejeje, pos ya! Te vienes a vivir conmigo, jaja- reía el malsano respirando casi tan pesadamente como las pulsaciones de su verga. Cassandrita, con labios coquetos, solo asentía con la cabeza.

-anda, chúpamela- ordenaba el vejete.

El estar Don Marce incorporado y la nena sentada tomándole la verga con una de sus coquetas manitas, hacía que Don viejo se sintiera poderoso, todo un macho en letras mayúsculas. Esa representación de la hembra agachada, arrodillada o en este caso sentada y el macho imponentemente de pie frente a ella hacía que Don Marce sintiera un extraño porte de superioridad ante la joven hembra quien en estos momentos jovial y con pupilas casi en forma de corazón iniciaba los primeros jaloneos de cuero mientras seguía dándole tímidas chupadas al consolador, chupadas cada vez en menor frecuencia.

Los movimientos de la mano de Cassandrita eran aun principiantes pero no por eso no estimulantes, su muñeca se ondulaba y el sonido de sus pulseritas secundaba dichos movimientos mientras ella le jalaba la verga a su chocho novio. Pronto, al sonido de sus pulseritas se incorporaba un sonido acuoso producto de la lubricación que estaba alcanzando el bestial barreno pulsátil. Hubo un momento en que Cassandrita estiró tanto ese aparato que el glande quedó en su totalidad cubierto por el arrugado prepucio y una buena cantidad de lubricantes salidos de la morena manguera de carne escurrió sobre los desnudos muslos de la niña manchándoselos con tan viscosa esencia. Cuando la niña observó la olorosa cabezota completamente humedecida y a la cual le sobresalía un colgajo de moquillo supo que era el momento de llevársela a la boca retirando poco a poco el consolador para darle paso a la verga carnal.

-cómetela, cómetela toda- aportaba el vetarro.

La nena, con un poco de incomodidad debido al reinante hedor, abría lo más que podía su boquita pero se detenía justo al momento de engullirse la manzanesca punta, se la pensaba un poco para volver a abrir su caliente boquita pero de igual modo se arrepentía, volteaba a ver al viejo y le sonreía pelando bien sus dientitos perfectamente alineados y tan blancos como la nieve. El olor era tan penetrante que la nena se la pensaba.

Nuevamente la colegiala abría su salivosa boquita para, ahora sí, valiente, comenzar a alojarse tan desmesurada como apestosa virilidad, tomándola firmemente del grueso tronco, tan grueso que aun faltaron unos centímetros para que sus deditos se juntaran, la acercaba a su boca al tiempo que ella también se acercaba para complementar el acople. El viejo casi chilló cuando sintió, en primera instancia el calorcito que ofrecían la boquita y lengüita de su enamorada para después sentir como los sugestivos labios de ella comenzaban a deslizarse sobre la punta de su churro, regalándole un estimulante masaje.

Don viejo se sentía en el cielo, pudiendo hasta escuchar los primerizos y tímidos gemidos de la nena mientras golosa mamaba de su pestilente verga como ternero succionando ubre, el viejo hacía un poco más abajo su calzón para que este no le lastimara sus peludas testes las cuales ya eran acariciadas por la chiquilla al tiempo que ella no se despegaba de esa verga, claramente, y aun con el olor, el viejo notaba más el gusto de la chiquilla por la carne morena y caliente que por ese pedazo de plástico.

Pero este malintencionado y vulgar regalo había sido planificado gracias a un minucioso estudio por parte del viejo marrano al estar muy consciente del amanecer sexual de tan escultural colegiala, el viejo adelantándose a esas emociones y raras sensaciones que se despertarían en la niña en estos momentos de intensa comezón vaginal es por lo que regalaba ese instrumento. Don Marce comprendía que él no podía estar con la chiquilla a todas horas para saciar esa hambre de verga que en la niña se avivaría en tiempos cercanos pero esperaba que esa cosota lo relevara y calmara un poco la excitación de la mocosa y que cada que a ella le comiera la concha utilizara el regalo del buen Marcelino y así la nena no fuera traicionada por sus propias calenturas ni víctima de la primera verga que le mostraran. El viejo tendero sabía que, así como él, había muchos viejos y pervertidos lobos hambrientos allá afuera con ansias de saborearse a esa pequeña e inocente caperucita que en esos momentos vestía de azul.

Pero ya era el tiempo o momento en el que el artificial barreno había pasado a segundo término, la nena ahora se dedicaba a comerse el rabo de su adorado macho, no importándole la pestilencia del mismo la cual poco a poco se iba impregnando en su boquita. Por momentos su boquita acaparaba únicamente el glande del viejo mientras su manita daba algunas sacudidas a los pellejos que forraban el hinchado barreno para después ganar terreno con sus labios engullendo la mayor cantidad de centímetros de verga y de ahí, comenzar con el respectivo retroceso.

Le encantaba a la nena revolcar su lengüita por todo el tronco cuando lograba acaparar prácticamente todo el miembro dentro de su boquita, llegando a sentir los púbicos pelos del viejo cosquilleándole en su naricita, no es que la nena pudiera tragársela toda aun, eran los vellos del viejo que estaban muy largos; y para deleite del lombriciento, volteaba a mirarlo a sus nublados ojos con su amateur carita de sufrida. La negra monstruosidad yacía ya botada arriba de la cama. El envejecido, con la mano libre, construía una cola en el cabello de la niña ya que veía como el pelo le comenzaba a estorbar debido a que la intensidad de la felación se acrecentaba, tanto, que la saliva dentro de la boquita de la niña comenzaba a fundirse con los líquidos preseminales formando una especie de espumilla que ya se divisaba brotar de entre las comisuras de la boquita de la chiquilla.

La nena daba una pequeña pausa para jalar un poco de aire a sus pulmones pero sin sacarse la verga de la boca, solo sus deditos pulgar, índice y medio de su manita derecha rodeaban el venudo mientras el anular y meñique se mantenían elevados, demostrando elegancia hasta para pelar un plátano. Claramente se notaba en su cuello el descenso posiblemente del excedente de saliva combinado con el cebillo que se le formaba a Don Marce después de varios días de no limpiarse la broca. Una vez tomado el suficiente aire, la niña cerraba sus ojitos y volvía a menear repetidamente su cabecita de atrás para adelante mientras emitía entrecortados gemidos, para esto, la saliva comenzaba a escurrir por su barbilla hasta el punto de formársele una pequeña gotita de babas producto de su mamada. En eso el viejo Marce con los ojos a punto de salírseles se mandaba otra orden:

-sin manos, mamita, sin manos, pélamela con la pura boquita, jejje- decía el viejo manteniendo bien afianzada a la nena de sus cabellitos. La nena volteó a ver al viejo cuando este le hablaba, sin sacarse la verga, para después cerrar sus ojitos concentrándose en la nueva misión.

La tierna chiquilla, a pesar de que esta nueva forma de mamar era nueva para ella, soltaba la verga para depositar sus manitas sobre el colchón, apretando un poco las añejas sábana con ambas, para comenzar a retroceder friccionando con sus labios la longitud que podía abarcar de la verga del viejo, sintiendo en sus labios los abultamientos que formaban las venas genitales y esos cambios de elevaciones que ofrecían el cuello y corona del glande, deteniéndose de vez en cuando para masajear a la morada cabezota con su lengua, así también el frenillo e intentar insertar su lengüita en la enorme uretra del miembro, todo el miembro era escandalosamente ensalivado, o casi todo, puesto que Don Marce notaba como de tres cuartos hacia el glande su vara se encontraba babeada mientras que los cinco centímetros pegados a su base permanecían secos, por lo que atinó:

-métetela toda, chamaca, chúpamela toda-

-no me cabe, le intento pero me dan ganas de vomitar- advertía la nena mientras la verga del viejo volvía a perderse dentro de sus ensalivados labios. Y es que una vez terminando de expresar sus alegatos la chiquilla volvió a atragantarse de verga.

De pronto, una potente arcada atacaba a la chiquilla por no saber medir la velocidad de sus chupadas con respecto a la cantidad de verga que tragaba, y es que recordar que las continuaba realizando sin manos, lo que provocó que por unos segundos parara, su carita de sufrida se remarcara más, tosiera violentamente y una abundante cantidad de salivas cayera desde su boquita, la cual continuaba siendo empalada por el abominable barreno, pero no era la mayor tortura fálica a la que podría ser sometida la boquita de Cassandra, esa náusea solo evidenció un halo lujurioso en los rojos (por los hinchados vasos oculares) y nublados (por la vejez) ojos de Don Viejo.

-voy a cogerte la boca, jejeje- dictaminaba el horroroso viejo mientras realizaba un movimiento rotativo en su osteoporosoica muñeca para hacer más fuerte la presión en el cabello de la niña, retrocedía un poco su verga sin desalojarla completa de la boquita de la chiquilla pudiendo el viejo ver como la boquita de la nena se abultaba más cuando la desmesurada cabeza estaba por salir de esos carnosos labios y la dejaba ahí, haciendo ver a Cassandrita un poco más trompudita.

Don Marcelino comenzaba con lentos meneos de sus escurridas caderas, haciendo que toda su adiposa y caída pelvis se moviera, disfrutando como su pedazo de carne se iba enterrando en la boquita de la chiquilla como si esta se tratara de otra panocha. La colegiala al inicio trató de mantener sus ojitos abiertos pero a medida que la cogida oral se apretaba tuvo que cerrarlos debido a los impactos de su rostro contra una buena lonja salida de la inexistente cintura de Don Marce. Este modo de defensa en la chiquilla, además de apretar sus párpados, también la hizo apretar sus labios, cosa que maravilló a Don Viejo quien enterraba su verga en los labios más apretaditos en los alguna vez llegó a enterrarla experimentando un delicioso masaje.

Poco a poco el viejo aumentaba la velocidad de manera gradual, haciendo que la pequeña ninfa salivara en demasía, eran exagerados los grumos de saliva que caían de la barbilla de la chiquilla formando ya una pequeña poza en el suelo puesto que Don Marce había jalado el rostro de Cassandrita un poco más para delante quedando ella inclinada de su cuerpo unos buenos grados. Para esto el viejo, siempre procurando grabar lo más cercano posible, colocaba su cámara sobre un pequeño buró con en una posición y altura donde pudiera grabar la violación oral de la chiquilla pero que anulara, para fortuna de los que vieran el video, su anciano rostro, dándole un pequeño descanso a Cassandrita quien lucía una respiración agitadísima y entrecortada pero sin chisparse la maloliente verga de su boquita. Dicha respiración elevaba el pecho de la nenita, carnosas partes de su cuerpo que ya había llamado la atención de tan deschavetado personaje.

Desde rato atrás el viejo tendero ya había alertado un movimiento brutal en los senos de la chiquilla cada que pegaba una embestida contra su boquita por lo que descarado jaló el escote del vestido costándole un poco que los apretados pechos pudieran liberarse ya que parecían que se habían atorado de los pezones. Un segundo jalón fue llevado a cabo liberando completamente los tremendos melones que se cargaba la chiquilla, en parte ayudando ella bajando el cierre de su vestido para permitir la liberación de sus tetas del yugo del escote.

Las apretujables mamas manifestaron un movimiento hacia abajo pero cuando fueron completamente liberadas inmediatamente expresaron un rebote hacia arriba para erguirse orgullosas. El afortunado Don Marce, quien expresó un movimiento en sus labios similar al de un bebé cuando quiere ser amamantado, admiraba a escasos centímetros el generoso volumen de esas desarrolladas toronjas, sonrosadas, sin ningún tipo de imperfección, coronadas por una areola de un color aún más sonrosado que el resto del pecho y rematada con un puntiagudo pezón que daba ganas de morderlo con solo verlo.

-ira nomás (mira nada mas), que pinches chichotas, mamita, te han de caber unos tres litros de leche en cada una, jejej- dijo el viejo, sopesándolas, apretándoselas un poquito, halando de cada uno de los pezones, haciendo gemir a la chiquilla. Para comenzar de nuevo con la cogida oral.

El cachondo Don Marce enrollaba sus manos en la cabecita de la chiquilla para proceder a embutirle su verga dentro de su boquita, Cassandrita aportó manteniendo abierta su boquita y sacando su lengua cuando observó al moreno trozo de carne acercarse de nueva cuenta a su boquita, para después el viejo comenzar a hundírsela con mayor calentura.

La carita de la niña nuevamente era golpeteada contra la gruesa lonja que simulaba ser un salvavidas ya integrado a la panza de Don Marce. Sudada de su carita, la chiquilla comenzaba a lagrimear y su naricita se empezaba a congestionar producto de las empaladas. El viejo timbón, en tanto, hundió lo más que pudo su verga, dejando que por unos buenos segundos Cassandrita se atragantara hasta que una arcada la hizo abandonar por méritos propios. Aprovechado ella para limpiarse sus lagrimitas y naricita.

El viejo reiniciaba, y de nuevo, enterraba lo más que podía su garrote poniendo a prueba la resistencia y profundidad de la garganta de Cassandra quien volvió a toser violentamente, escuchándose también un estornudo que le hizo sacar mocos de su naricita, para voltear a ver al viejo y sonreírle avergonzada. Pero el viejo, sin dejar que la nenita se limpiara, la tomó de su mentón y le volvió a enterrar su venudo armamento, hundiéndoselo tanto que los labios de Cassandra tocaron los sudados pellejos pélvicos de Don tendero.

Rápidamente las manitas de la estudiante abandonaron la pulgosa cama y se posaron sobre las demacradas piernas de Tío Viejito, la lucha de Cassandrita por liberarse se vio reflejada en un leve golpeteo sobre los caídos muslos. E viejo, risueño, miraba como la pequeña ninfa se ponía roja de su carita, la tomaba de la nuca para atraerla más hacia él y la liberaba cuando la nenita expresaba un rostro amoratado, soltándola para que ella rebotara hacia atrás respirando desesperadamente, limpiando su zona facial del exceso de saliva para después ella solita volver a acomodarse entre las manos del viejo, abriendo solita su boquita para volver a embucharse la moronga atropelladamente. La pareja continuó repitiendo esta serie más o menos unas seis veces hasta que el viejo advirtió, mientras se pajeaba a escasos milímetros de las mejillas de Cassandrita:

-me voy a correr, mamita,- avisaba el viejo y dejando de masturbarse la verga metió el glande y poquito más dentro de la boquita de la niña la cual se cerró apenas el acople.

-aahhhgg!! Chingada madre!! Ahí vienen, ricura, ahí vienen mis mocos- el efebófilo reanudaba las sacudidas manuales tragando un importante cúmulo de salivas mientras Cassandrita succionaba un centímetro más de terreno genital.

-los quieres?, ricura, los quieres en tu boquita?- preguntaba el viejo tomando a la chiquilla de sus mejillas, Cassandrita asintió aprobatoria ante la pregunta del viejo.

La nena sentía en sus apretados labios como la verga del viejo comenzó a inflarse por lo que colocó sus manitas sobre la amorfa anatomía de su hombre volteando a verlo directamente a los ojos sintiendo la potencia del primer chorro impactarse dentro de sus paredes orales. El viejo sentía el brotar de su cremoso mejunje el cual llenaba la boquita de la chiquilla con los cuatro potentes disparos y los escurrimientos seminales más débiles que le precedieron. Mirándose ambos mientras uno se derramaba en leche y la otra la recibía en su boquita, sin embargo ambos rostros muy dispares, mientras el del viejo manifestaba una sonrisa burlesca que se sumaba a sus espeluznantes facciones, el único gesto que podía expresar Cassandrita era el de su entrecejo fruncido.

La nena, lentamente y sin ayuda de sus manitas, iba retirando la desmesurada carnalidad de su boquita, con mucha prudencia pues quería recoger a su paso los restos de semen que cubrirían la brillosa vaina. Don Marce, rojo en calentura, reía enfermamente, y manipulando de nueva cuenta su camarita se dedicaba a grabar cuidadosamente hasta el mínimo detalle, que saliera hasta la vena más pequeña que surcara su recién vomitado pico, pero sobre todo, el roce que llevaban a cabo los labios de Cassandrita sobre la sinuosidad de su garrote.

La colegiala, antes de sacarse por completo el añejado camote, lo tomaba de su peluda base y extendía su otra manita por debajo de su mentón para evitar que el semen cayera al suelo en caso de escaparse de su boquita. La desmesurada hinchazón del recién corrido glande expandía un poco más de lo normal los labios de la estudiante, abandonando por completo la dulce boquita de la chiquilla. La niña, con sus mejillitas levemente abultadas daba otra mirada a Don Viejo, volteando a ver a la cámara, riendo sin alargar demasiado su sonrisa, para terminar dándole un par de piquitos a la hedionda pelona (glande), llegándose a suponer Tío Viejo, que la chiquilla lo hacía en forma de agradecimiento.

-abre la boquita, mamita, enséñamelos- susurrante ordenaba Tío Marcelino.

La jovencita, quien había permanecido sentada, con sus manitas ya apoyadas sobre la superficie del colchón y su boquita perfectamente sellada, se echaba sus cabellitos para atrás y abría sus labios lentamente, volvía a colocar una de sus manitas por debajo de su mentón.

-oohh, que rico, mamita, menea, menea tu lengüita, jejeje- se mandaba el viejo, Cassandrita obedecía y paladeaba la amarillenta y grumosa mezcla la cual olía penetrante y ya comenzaba a tomar un sabor desagradable dentro de la boquita de la niña.

-trágatelos, trágatelos y enséñame la boquita cuando ya te los hayas tragado- volvía a ordenarse el ancestro.

La nena cerraba su boquita así como sus ojitos y escuadrando femeninamente esa bracito que había mantenido doblado perpendicularmente a su cuerpo se mandaba dos tragos manifestando en su carita gestos de desagrado, para después sonreír al viejo y volver a abrir su boquita, esta vez libre de semen.

-lo hice bien?- preguntaba coqueta.

-sí, mamita, límpiamela, bien limpiecita- dirigía Don Marce.

Cassandrita asentía, daba otro par de internos movimientos orales quizás recogiendo los últimos grumos espermáticos de su novio-viejo alojados entre sus dientes y volteaba a ver la ahora semierecta verga la cual comenzaba a arrugarse. La cabezona punta evidenciaba tonalidades amarillentas así como una escandalosa viscosidad que llegaba casi a la mita del tronco, por lo que Cassandrita aplicaba sus chupadas en esa parte, degustando los aromas espesos y pegajosos que si bien le sabían feos cada vez parecía tomarles más gustito. A estas alturas la chiquilla podía sentir sus humedades íntimas cubriéndole hasta sus entrecruzados muslos.

Después de unos tres minutos de intensa limpieza en donde Cassandrita succionaba la verga del viejo con la misma pasión que utilizaba cuando se succionaba sus deditos después de haber degustados papitas fritas hartamente condimentadas, minutos que al viejo se le fueron como agua sintiendo y resintiendo los calientes y húmedos roces que le proporcionaban los labios y lengua de la nenita repasándose lentamente por su inflamada cabezota así como escuchando los constantes chupeteos y suspiros casi de amor que se escapaban de la boquita de la niña. Don Marce ya con su verga como lanza y tan morada como camote poblano casi le brincaba encima de la chiquilla para levantarla de piernas, flexionarle los muslos, sacarle los calzones (pues el viejo supondría que la niña traería calzones) y meterle todo su arsenal hasta donde la profundidad uterina de la nena se lo permitiera, pero antes de adelantarse a sus descarriadas intenciones quiso poner a prueba la indudable calentura y entrega de la nenita, hace días que Don Marce fantaseaba con mamarle nuevamente el culo a la señorita llegando a manifestar gesticulaciones succionadoras mientras dormía soñando con ese momento. Así, descarado, se lo propuso a su pequeña ninfa.

-mi culoncita,- decía el extasiado viejo quien hablaba de manera agitada debido a la sensual mamada que le estaba pegando la estudiante quien a una mano jalaba y jalaba el grueso y recién corrido mástil mientras su boca adelantaba y retrocedía a lo largo de este, recibiendo una mirada de la nena quien se detenía en sus mamadas al escucharlo, sin sacarse la verga, llegándose a ver la cabezota abultándole notoriamente su cachetito izquierdo.

-mmgg?- respondía la niña.

-quiero pedirte algo, mamita- agregaba el cachondo, tomando uno grueso mechón de cabello de la muchachita y acomodándoselo para atrás al tiempo que repasaba morboso su lengua como saboreándose algo.

El viejo, quien ya llevaba casi una hora de grabación desde que comenzó la mamada, se sentía con todos los derechos sobre ese exuberante cuerpo femenino, incluyendo vagina y ano. Pero en este caso era prudente, el pedirle a la niña la incursión anal era algo más serio, implicaba más dolor, la nena podría verlo como algo sucio, y por ende, consideraba que la niña podría no querer hacerlo o peor aún, echarle a perder este momento, por eso tenía que actuar con diplomacia y equidad, ir por partes, primero seducirla a través de caricias anales hasta que aceptara entregarle su virginidad anal, y que mejor que recibir una aceptación afirmativa por parte de su enamorada que grabándola, de este modo ella no podría salir con el “no me acuerdo”.

-mmm, sglupss, sglupss, siiip, pídame lo que quiera- hablaba Cassandrita sacándose por un momento la verga de su boquita escuchándose el característico spuucck al desprenderse de ella, un enorme flujo salival unía el labio inferior de la chiquilla con el ojo lloroso de la morada cabeza, así como un pequeño hilo de saliva colgaba de su mentón. Para esto la nena metía dos de sus deditos a su boca y sacaba lo que al parecer sería un vello púbico.

-quiero comerme otra vez ese chiquión (coloquialismo de ano) que tienes en medio de esas pinches nalgotas, aaffgg, aaffgg- rebuznaba el vejestorio con la libidinosidad exudándole por los poros traducida en innumerables gotas de oloroso sudor y descarado enseñaba su ardiente y serpenteante lengua a la niña que asomaba a través de esa casi chimuela boca, moviéndola frenéticamente de comisura a comisura al momento que daba un potente aplauso.

La nena fue abordada por una extraña corriente eléctrica que le recorrió toda la línea de su espalda y que le llegó hasta su ano cuando escuchó la vulgar propuesta de su enroñado amante y más al observar ese obsceno movimiento de lengua que desempeñaba el viejo e imaginar esa hiperactiva lengua escudriñándole su colita hicieron que la niña expresara un audible gemido al dramatizar todo eso. Si bien la niña no tenía clara la definición de “chiquión” o la asociaba con el verbo “chiquear”, la revelación de la ubicación de su chiquión en su cuerpo expresada a través del enunciado del viejo y las pulsaciones que experimentó en su asterisco cuando el viejo le mostraba procazmente la lengua le tradujeron las sucias intenciones de su anciano novio, ubicando la posición de su chiquión.

-ayy, a… amor, no sé- contestaba la nena sin dejar de ver a su macho mientras le mamaba, besaba o lamía el hongo, para esto Cassandrita seguía siendo grabada dentro de ese muladar que a pesar de estar semioscuro podía observarse casi todo, principalmente el angelicalmente cachondo rostro de la señorita, las cómplices risitas que ella daba, los besitos de piquito que daba al glande, así como ese recorrido que la lengua de la niña daba circularmente al cipote de Don Viejito.

-¿Cómo que no sabes? Mamita, ¿Qué acaso no eres toditita mía?!!- rebuznaba el viejo.

-ayy, mmhh, siii- respondía Cassandrita.

-¿Qué acaso esa panochita y ese culito no son míos?!!- cuestionaba el descarado.

-ummm, sii, sglupsss, sglupsss-

-¿Qué no estás para complacerme?, mi nalgoncita- dicho esto el viejo tomaba la base de su verga, retirándola lentamente de entre los labios de la niña y comenzaba a restregarla y golpetearla contra el bello cutis de la muchachita quien cerraba sus ojitos como acto de protección. Todo esto también filmado.

-ayy, sii, Don Ma… (justo antes de que la nena revelara el nombre de su viejo amante, el cual tenía prohibido mencionar, era Don Marce quien, con ayuda de su verga, colocándola sobre los llamativos labios de Cassandrita, acallaba a su enamorada), amor, siii- por la diabólica cara que puso el viejo, la nena entendía que el nombre de su macho no debía ser dicho.

-sí que, mi culoncita- la boca del viejo escurría en salivas, era imposible que el viejo hablara sin escupir gotitas de babas.

-sí, para eso estoy- confirmaba la nena quien con los ojos cerrados sentía el castigar de sus mejillas por el tubo caliente y húmedo.

-¿Para qué? mi niña-

-p… para complacerlo a usted- respondía la nena sintiendo la verga del viejo ahora tallársele en su rostro como si el viejo le estuviera untando algo, sintiendo la humedad de su misma saliva y seguramente de los olorosos lubricantes del viejo impregnándose en su rostro.

-sii, mamita, compláceme ricura, déjame comerte el culito, anda, complace a este pobre viejito iii, iiii, iiii-

Si bien en la filmación solamente se podría reconocer a Cassandra, Don Marce y la niña hace rato habían dejado en claro que quien grababa y recibía los tratamientos orales era un viejo, aunque esta hipótesis (para quien viera el video) se reforzaría debido a que la nena hace poco había expresado un “Don” y llamaba a su compañero sin tutearlo, además de que la verga y brazo del viejo que aparecían en la toma obviaban en la madura edad del camarógrafo, la pequeña porción de panza peluda y arrugada que salió en la toma aportarían a la causa, y para sellar, la voz cincuentera del veterano justificaría el hecho. Esa niña del video, con carita que expresaba minoría de edad, habría estado chupándosela por casi una hora a un viejo posiblemente a mediados de los cincuenta, además de haberse tragado una generosa ración de leche.

-ay, amor, nooo, eso nooo- expresaba la niña quien sentada acomodaba de manera atractiva su cuerpo sobre la cama ensalzando un poco su culito y sintiendo como sus pechos y pezones se ponían cada vez más duritos, tanto que comenzaba a sentir un delicioso dolor en sus botoncitos, esta postura netamente provocadora y algunos meneos sugestivos los comenzaba a adoptar a raíz de haber sentido la verga del viejo tallándosele en el rostro.

-nooo?- barritaba Don viejo.

-bueno, siii- la nena con los ojos cerrados giraba su carita con la misma cadencia que el risueño viejo le embarraba la verga.

-sí que? nalgoncita-

-sí, sí, cómame mi culito, cómaselo- declaraba la doncella, y era la nena quien se subía a la cama dando muy lentamente un par de femeninos gateos con sus espectaculares muslos bien cerrados y colita paradita y oscilándola infartante, y se acomodaba de perrito para voltear a ver al viejo mientras ella le advertía:

-mi amor, voy a dejarlo hacerme eso, pero con una condición- declaraba la nena alertando que el viejo de flacuchentas piernas arqueadas llevaba inmortalizando con su cámara hasta donde ella advertía de condiciones.

-¿Cuál? Nalgoncita rica- expresaba Don Marce chaqueteándose su babeada verga, dirigiendo su vista hacia ese abundante culote y esas muy bien torneadas piernotas, comenzando a jadear como perro sediento y a sacar su lenguota de manera vulgar procurando que la nena diera cuenta de tan desequilibrados movimientos.

-que no me grabe mientras me hace eso, por favor- suplicaba la niña, Don Marce con una aberrante sonrisa surcándole el rostro solo se dio a consentir y hasta apagar ahí mismo, en presencia de la niña, la cámara que manipulaba, ¿Se sentía satisfecho con lo que hasta ahora había grabado?

Una vez sintiéndose segura que su anciano prometido cumpliría con su palabra la nena daba otro par de sugestivos gateos moviendo femeninamente sus caderas y acomodaba su enchufable cuerpecito recostando ella su carita en una almohada mientras paraba lo más que podía su imponente culo. A Don Marce casi se le salía el corazón de su pecho, cerca estuvo de sufrir un paro cardiaco, comenzó a manifestar tics en todo su cuerpo y prosiguió a friccionar repentinamente su pata derecha, tal como lo hace un toro a punto de embestir.

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Justo en ese momento, la madre de Cassandrita, la señora Rosalba, recibía en su negocio la visita de una de sus más cercanas amigas quien venía acompañada de su joven y elegantemente vestido vástago de diecinueve años recién cumplidos y estudiante de nuestra máxima casa de estudios en la carrera de ingeniería, con notas excelentísimas hasta el momento.

Una hábil jugada por parte de esta otra madrecita para hacer que su bien portado hijo comenzara a relacionarse con la candorosa hija de Rosy ya que ella había tenido la esperanza de encontrar a la niña en la zapatería. Quizás lo último que pasaría por la mente de Doña Rosy es que su hija, su niña, su bebita, en estos momentos le estaría parando el culo a un viejo feo de casi cincuenta añotes, sin metas en la vida a excepción de preñar a su hija y hacerse humo, y que en sus ratos libres se la chaqueteaba con la revista del vaquero y demás comics mexicanos, así como con las conductoras de los programas de fitness y las de los concursos que salen después de la media noche, “ahí también salen buenos bollos” era lo que el viejo le platicaba a sus amigos cuando se recomendaban programas.

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Ahí estaba la bien portada hija, la inteligente chiquilla con algunas incursiones en el cuadro de honor de la escuela, exhibiéndole el culote a un viejo morboso y borracho quien en eso alejó un par de pasos su descuajeringado cuerpo para proceder, sin hacer el menor ruido y riendo en silencio a sabiendas de que la niña no lo miraba, a encender la cámara que yacía oculta entre unas matitas que adornaban cerca de su cama, era la única función para lo que Don Marce había puesto ahí dichas plantas. Friccionándose las palmas de las manos y haciendo ademanes como si se fuera a tirar un clavado el viejo volvía su vista a ese venerable culote aun sin creer que se lo iba a almorzar.

Y es que Don Marce, en su escaso caletre, había pensado que si el tiempo estaba de su lado y Don Cata demoraba en llegar por ellos, él bien podría intentar calentar a la chiquilla para que esta le aflojara de una vez su virginal anillo, el viejo se la quería dejar ir por el culo con la intención de presumirle a sus amigos que su hembra se encontraba recién desculada dejándoles eso muy en claro gracias a la segura dificultad para caminar que delataría a la colegiala. Reía el vejete mientras lentamente se iba desprendiendo completamente de sus malolientes calzones sacándolos por una de sus velludas y raquíticas pantorrillas para después hacer lo mismo con la otra.

Don Marce, completamente desplumado y con rostro enfermo traducido en una aberrante sonrisa en donde apenas y se avistaban cinco dientes, dos arriba y tres abajo, jorobaba su espalda y asomaba tratando de ver más allá de lo que la falda del vestido de Cassandrita permitía, que por estar ella en pose canina y porque su falda se subió un poco, era más o menos unos cinco centímetros debajo de esa línea donde el muslo pierde con el glúteo, era el juego de sombras lo que impedía que Don Viejo lograra apreciar la rasurada papaya. Para esto, el caliente sacaba su máscara del Doctor Wagner Jr. recién adquirida en los puestos de fayuca y comenzaba a ajustársela, preparándose para subir al ring y comenzar el combate cuerpo a cuerpo. El libidinoso, sin dejar pasar más tiempo, se subía a la cama y se ubicaba justo detrás de su enamorada quien permanecía popa arriba esperando las lamidas en su ano con una cara de completa viciosilla.

-jijiji, está loco- expresaba la niña cuando volteó donde su viejito y lo vio disfrazado de luchador.

-silencio, mocosa, y párame bien ese culo, acuérdate, no vayas a decir mi nombre- susurraba el vejestorio.

Era el momento en que la cámara grababa en su totalidad al viejo, está demás decir que el contraste de la pareja en la cama era demencial, y aunque el viejo era evidenciado completamente, la máscara protegía su identidad, ya que, si el material que estaba siendo grabado procedía a ser distribuido para su comercialización, podría calificar como material ilícito, aun cuando la parte femenina no estuviera siendo forzada.

El abuelete no dejaba de admirar todo el generoso culote que iba a lamer hasta que no le quedara saliva y que en cuanto a dimensiones llamaba poderosamente la caliente mirada de Don pervertido quien movía sus ojos, los cuales apenas se veían por la máscara, como verdadero camaleón pareciendo no poder ponerse de acuerdo sobre que parte lengüetear primero.

Lo primero que hizo Don Marce después de saciarse visualmente con tan demencial culote sin dejar de jadear en ningún momento y de recuperar la noción del tiempo y lugar donde se encontraba fue levantarle la falda a la nena, poco a poco, centímetro a centímetro, de la manera más lenta que sus temblorosas y huesudas manos pudieron. La piel que forraba las redondas nalgas de Cassandrita iba siendo revelada a semejante animal quien ponía cara de burro caliente y casi se le salieron los ojos cuando cayó en cuenta que la nena, su joven noviecita, esa tímida niñita que cuando entró por primera vez a su tienda llevaba un listón amarrado en su cabeza dándole aires de tremenda inocencia, andaba con la cajeta al aire, también comprobando que dicha papayita seguía con las exigencias que él había impuesto, depilada, tan suave y lisita que pareciera que en vez de depilarse a la nena no le creciera vello.

-Virgen del Perpetuo Socorro!! Mi niña, pos si no trais calzones!!- denotaba el libertino personaje recibiendo como respuesta de la nena una risita traviesa al tiempo que ella llevaba una de sus sedosas manitas de uñas pintadas de rosa metiéndola entre sus muslos para tapar, pudorosa, su depilada conchita.

-aaahhhh, mmmm, uummhhh mmuuhhgggg, que rico hueles, chiquilla, pareciera que hasta la pepa te perfumates jejejee- opinaba Don Marce después de pegar tremenda inhalación con esa nariz de tucán a la censurada panocha, con apenas tres centímetros de separación entre vagina y nariz el viejo se mandaba otra inhalada.

-y veo que te la sigues resurando como te dije iiiiijiji- dijo esto levantando un par de deditos de la protectora mano de la niña, para después soltarlos, y solitos regresaron a su posición.

-jijiji, casi no me sale vello- respondía la apenada muchachita.

-ummm mamita, entonces vamos a lubricarte bien el cerrojo para que le entre hasta dentro mi llave, jejeje-

Cuando el jadeante Don Marce colocó las yemas de sus diez artríticos dedos sobre las frondosas nalgas de la nena, abriéndoselas lo más que pudo para admirar el pequeño y anal reducto, y dicho toqueteo fue alertado por la trambucada adolescente, ella como reacción defensiva hacia su preciado y aun virgen conducto fue enconchar su trasero para alejarlo un poco de los desequilibrados deseos del pervertido. Don Marce, como todo buen jinete recordando los años en que vendía leña montando su burra en su natal pueblito, reacomodó el culo de su enamorada susurrando la palabra “quieta, quieta” justo como se lo decía a su burrita cuando se le ponía terca y con los decibelios suficientes y el tono de voz dominante para demostrarle a la nena quien era el que mandaba, tratando de domesticar ahora a esta pequeña potranquita.

Plassss, resonaba una importante nalgada haciendo que la niña pusiera rígido todo su culote, el cual no paraba de ser repasado, como si fuera una bola de cristal, por las calientes y rasposas manos del vejestorio quien no podía dejar de tocar y sentir esa piel tan suave pero a la vez con músculos tan duritos que apenas y se movieron ante el castigo, y fue esta dureza lo que lo alentó a mandarse otra nalgada aún más inmisericorde.

-aayyy, no sea tosco, jijij- fue la respuesta de la chiquilla ante tan salaz osadía, manteniendo su manita protegiendo su acalorada y humedecida intimidad oculta entre ese par de colorados glúteos, cada uno con su respectiva mancha roja ya impresa.

El caliente abuelo no hizo caso a las quejas de su amada, al contrario, se mandó otra nalgada que impactó sobre la primera nalga castigada y que volvió a resonar ferozmente. El viejo arrimaba unos centímetros más su cuerpo, en especial su panza, contra el culo de la chiquilla. Las piernillas del viejo, quien se encontraba hincado, las cuales no tenían comparación contra los bien formados muslos de la señorita, se mantenían abiertas en A mientras las de la niña, bien juntitas y aprisionadas entre las de él. Como era de suponerse la falda del vestido resbalaba por su propio peso sobre la estilizada y bien torneada espalda de la muchachita, quedando la nena desnuda de su cuerpo desde media espalda hacia abajo.

-cómo no voy a ser tosco si mira nada más que culote te cargas, mamacita! Todo esto me ando comiendoo!! Iiiiii, iiiiii, Ñañañaña, jajaja- reía el desaforado libertino mandándose otra dominante nalgada.

-tomaaa!!- y luego otra –tomaaaaa!!- gritaba el pervertido dejando escapar copiosas gotas de babas en cada chillido y manifestando una completa deformación calenturienta en su ojerosa cara, las muecas que el viejo hacía daban a pensar que este estaría siendo poseído por algún ente maligno el cual se le estaría metiendo a su cuerpo por el ano.

-ayy, ayyy- quejaba la ruborizada chiquilla quien contraria a sus quejosos aullidos levantaba más sus prodigiosas nalgas.

-mamitaaa!!!!- “plassssssss” resonaba una sexta nalgada.

-culonaaa!!, esto te pasa por haber salido tan culonaa!!- “plaasssssss” retumbaba el séptimo castigo.

-mira nada más, mamita rica, amos a darnos una escapadita a mi pueblito para que vean todo lo que se anda comiendo Marcelinoo! jejejeje- graznaba el disfrazado quien estaba como poseído, revolvía su cuerpo como conejo tratando de liberarse de las manos de una persona.

-pinche chiquilla culona!, jejej, se me ocurre, algo- y dicho esto Don Marce estiraba su anciano cuerpo, tomaba un plumón de aceite sacado de otro pequeño mueblecillo ahí junto el cual había comprado para dibujar penes cerca de las bocas y conchas de las musas impresas en los posters que adornaban su cuarto y con ayuda de su asquerosa boca lo destapaba para proceder tembloroso y con lengua de fuera a rayonearle la nalga a la niña.

Cassandrita abrió sus ojitos al sentir un extraño contacto en la parte media de su nalga derecha, algo húmedo que no podía ser la lengua del viejo debido a sus escasas dimensiones y sus bien trazados recorridos, por lo que atinó a decir:

-mi… mi amor, ¿Qué hace?-

-te marco, mi nalgoncita, jejeje ya lo verás cuando llegues a tu casita y te quites tu ropita- dictaba el viejo y terminando su obra comenzó a soplar para que esta secara más rápido, tentaba asegurándose que la tinta ya hubiera secado y por último se mandaba otra nalgada.

-aayyy, mi amor, yyaa, que me van a quedar bien rojas-

-mamita, ricota, chiquilla culona, este culo pide a gritos moronga- continuaba el viejo tomando las nalgas de Cassandrita abriéndolas al máximo para vislumbrar el rosado orificio.

-mmmm, aahhhyy, mi vida, mi viejito, ayy, ayy- la nena aceptaba estos términos con los que la calificaba Don Marce, no había de que ofenderse según ella, pues el apelativo con el que el viejo la llamaba era cierto, ella misma lo había comprobado al ver en el espejo como sus nalgotas resaltaban apretadas en ese soberbio jean.

-eres… eres una provocativaaa!! Que le gusta andar parándole las nalgas a los viejitos!! Eres una… cochina!! Una jija de la fregadaaa!!- diciendo esto el viejo se mandaba la novena y décima flagelación.

La mente de Cassandrita, a pesar de estar siendo abordada por infinidad de inmorales sensaciones impropias para su corta edad, trabajaba en las palabras más altisonantes y ofensivas que ella tuviera conocimiento, una innumerable cantidad de vocablos le llegaban a la mente entre ellas esa con la que su enmascarado amante la había calificado durante la última sesión amorosa que ambos tuvieron. “Putilla” se atizaba en la mente de la pequeña ninfa y consideraba que bien podría ser nuevamente viable que el viejo la llamara así, comenzaba a tomarle sentido, a su forma, a los desequilibrados juegos sexuales de Don Marcelino, más se mordía el labio por la curiosidad de saber que habría escrito el viejo en su nalga. “Putilla” volvía a escucharse desde lo más oscuro de su subconsciente lo que hacía que parara aún más el culo y gimiera provocativamente aun cuando el viejo ni siquiera la azotaba o sobaba.

“Putaaa” era la forma en que Don Marce la calificaba al momento de azotarle otro tormento, y es que la nena había perdido la cuenta de las nalgadas pues mientras ella se derretía y contorsionaba sugestivamente su cuerpo porque el viejito la tachara de putilla, sus nalgas no habían dejado de ser mancilladas por su castigador.

No representaba ofensa alguna para la nena que el viejo la llamara así, reconociendo que no tenía el mismo efecto la palabra “putilla” contra “puta”, era un poquito más fuerte esta última, siendo la primera tomada en cuenta como una expresión de cariño, aunque si el viejo quisiera utilizar la segunda, ella lo permitiría. Pero la nena, desde la última sesión amorosa y parte de lo que llevaban de esta, entendía que a Don Marce le gustaba utilizar malas palabras durante el sexo, además, el viejo era equitativo, se decía ella, pues no solo él la “insultaba”, anteriormente el viejo también había pedido que ella también se expresara en vituperios hacia su sarnosa persona.

-ehhh?- respondía la niña, quien al escuchar esa palabrilla quitó la manita que protegía su sexo el cual ya comenzaba a lubricar por efecto del doloroso pero a la vez placentero castigo y por estar escuchando tanta guarrada. Pero Don viejito ya estaba fuera de sus cabales al tener entre sus pezuñas semejante pedazo de culo tan admirado cuando la nena lo sacó a pasear en la plaza comercial.

-putaaaaa!!- gritaba el encaretado viejo en completo estado de trance de pre fornicación y con una enorme vena surcándole el cuello, estaba tan acalenturado que hasta perdía parte del poco cabello que le sobrevivía.

-mmm- relamía sus labios la ruborizada chiquilla quien seguía recibiendo nalgadas.

-putaaaaa!!- volvía a calificar el pervertido con sus ojos saltados y enrojecidos, así como un enorme flujo verdoso balanceándose de una de sus fosas nasales.

-ayy, siii- expresaba la nena quien desde hace rato apretujaba la tela de la sábana con ambas manitas así como su cabecita seguía recostada en la apestosa almohada.

-putaa!!!, putaa!!! Toma!!! Mendiga puta comeriataaass!!- gritaba el vejestorio ya fuera de sí mientras daba tantas nalgadas como podía hasta que sintió un fuerte ardor en sus manos y un punzante dolor en el pecho, pero si bien dejó descansar las adoloridas nalgotas de su amada comenzó a sobar sus filamentosos dedos sobre los colorados y húmedos labios vaginales de la nena.

-sii, sii, bebé, que rico- secundaba la chiquilla, sin embargo el viejo estaba tan caliente que quería que toda la escena, la cual estaba siendo grabada desde no muy lejos, se llevara bajo las más promiscuas e indecentes situaciones, así que informó a la pequeña.

-mamita, putita, insúltame tú también, ricura, dime que soy un cerdo, un depravado, un… un… cochinoteee!! Oiinnkk!! Oiinkkk!! Ghhuuuurr!! Ghhuuuurr!!! Anda, puta calienteee!!- la nena, quien no entendía mucho de todo esto pero aceptándolo como tal, escuchaba a su hombre pidiéndole que hiciera semejantes prácticas cuya simple orden hizo que su cuerpo fuera recorrido por un tremendo calosfrío que la hizo manifestarse temblando de todo su delicioso cuerpecito como si estuviera corriéndose.

-ayy amor, creo que me estoy orinando!- informaba la nena.

-te vienes, te vienes como una cerditaa, oinkk, oinkk, jejje-

-sii, sii- decía la convulsionante niña.

-dilo, mi putita, dilooo!!-

-me vengoo, me vengooo como una cerditaaa, oinkk, oinkk- de más está decir los niveles de felicidad del malsano, puesto que se estaba haciendo de un muy buen material, aunque se lamentaba de no haber comprado alguna indumentaria para la niña, una nariz de cochino que serviría como en este caso, un cencerro que soñaría cuando se la estuviera cogiendo o le estuviera ordeñando esas tetotas, un collar de perra, o un disfraz de gatita, ya habría tiempo para comprar algo de eso.

La orgásmica situación que fue comprobada por Don Marce quien sobaba los sensibles labios vaginales de la nena, apachurrándoselos y estirándoselos, riendo patológicamente mientras volteaba a la cámara protegido por la máscara de su luchador favorito. Sin embargo, daba la impresión de que la corrida de la nena no había sido del todo completa, el bollo estaba muy mojado, si, lo comprobaba Tío Marcelino repasando sus dedotes, pero al parecer la chiquilla se había resistido. Aun así la panocha de la nena no paraba de escurrirse bañando los rajados y desquebrajados dedos de Don Marce los cuales chapoteaban felices entre esos calientes néctares de hembra en celo y en completo estado de desarrollo.

Pronto, el viejo, comprobaba cual había sido el motivo de la resistencia. Llevándose un par de encharcados dedos a su boca, Don Marcelino saboreaba las liquidas delicias orgásmicas casi con sabor a manzana revueltas con un sabor un poco más rasposo al paladar, la nena retuvo parte de su orgasmo ya que de lo contrario hubiera terminado por orinarse arriba de la cama de su amante y tal vez no le gustó la idea, el viejo solo rio burlescamente.

La nena, mientras sentía como los jugos de su panocha escurrían por sus muslos y después de que aplacara su acalorado trance, se debatía indecisa con una de sus manitas en su boquita sobre si comenzar a llamar con sobrenombres inmorales a su macho, ella que con mucha ternura había optado por decirle bebé y cosas así, y su hombre salía con que prefería el término viejo verde, pero lo que la nena no sabía era la cara de calenturiento y masturbador crónico que el viejo manifestaba detrás de ese antifaz y en esos ardientes momentos esperando a su hembrita llamarlo con tal improperios.

-ahora me voy a comer tu culito, mamita- avisaba el viejo, la nena se había quedado con más juguito dentro de ella y el viejo quería hacerse de toda la pulpa.

-sii, sii, cómame, cómame mi colita, viejo caliente, jijiji, aaahhh, aaahhh- aullaba la señorita ya recuperada, pues cuando blasfemaba contra su hombre un par de ancianos dedos se le escurrieron en su caliente intimidad y se movían dentro de ella como si tuvieran vida propia.

-putaa, putaaa, te gusta, te gusta que te llame putaa?- preguntaba Tío viejo quien desde atrás no perdía detalle de los leves temblores que recorrían a la chiquilla, sacando sus dedos de la panocha solo para comenzar a realizar descaradas palpadas sobre esos colorados labios vaginales.

-sii, sii, dígame como usted quiera, usted es mi dueño!, viejo caliente!! viejo cochino!!!- dijo la nena mientras metía por debajo de su cuerpo una de sus aterciopeladas manitas para llevarla hasta donde el palpitante y gallardo miembro de Don Marce y proceder a jalarle nuevamente el cuero.

-así ricura, jálame el pescuezo, ahhh que manita tan suavecita- expresaba el vetusto siguiendo con sus palpadas sobre la hirviente concha de la muchachita, el impacto de los dedos de Don Marce sobre la panochita de la chiquilla provocaban un acuoso y muy excitante sonido que salpicaba humedad.

-ahhh, mmmm,-

-uuhhh, que calientita tienes la pepa? Jejeje- afirmaba el viejo palpándosela repetidamente, limpiándose el colgante moco que resbalaba de entre el orificio nasal de la máscara.

-ayy, siii, usted, viejo cochinote!! Hace que me moje cada que lo veo mmmm, ya, mi amor no aguanto, siento que me voy a orinar otra vez- expresaba la chiquilla quien tomaba la almohada con sus dientes y procedía a morderla.

-méate, méate, chamaca cabronaaa!!- bufaba Don Marce, con sus venotas del cuello tremendamente saltadas y las de sus sienes tan levantadas que hasta se le podía ver las pulsaciones.

El viejo sabía que la nena estaba por correrse nuevamente y no dejando de estimular a la chamaca ahora procedía a mover rítmicamente sus dedos sobre los delicados labios vaginales al tiempo que también sobaba el minúsculo botoncito que le sobresalía a la chiquilla coronando su panocha.

La chiquilla sintiendo como Don Marce casi casi le estiraba el clítoris sintió la necesidad de orinarse ahí mismo, aullando como una puta mientras su cuerpo comenzaba a contraerse y espasmearse, pronto sus ojitos se le quedaron en blanco y su boquita dejó escapar extensos gemidos de hembra puesto que la chiquilla hacía para atrás su potente culote ensartándose varias veces ella misma los dedos del viejo en su panocha.

-aayyy, aayyyyy, aaayyyyy!!!!-

-mi vidaaa!! Que rico es coger con usteeed!!-

El burlón vejestorio, al ser testigo de cómo sus dedos se hundían en esa húmeda rajadura que la nena se dio a mandar un cordial saludo y reverencias a la cámara levantando uno de sus brazos al cual le colgaba un buen pedazo de cuero viejo, para levantar el dedo pulgar en señal de que todo había salido nuevamente bien, mientras tanto la pobre chiquilla ahora si deliciosamente orgasmeada, temblorosa y agitada yacía con su carita sumida entre la almohada y su estilizado cuerpo levantando con orgullo su culote.

Don Marce, admirando su obra la cual se reflejaba en esas castigadas nalgotas, ese brutal cuerpo femenino tembloroso y empinado, en esa importante mancha de humedad en sus sábanas y en ese afrodisiaco aroma a panocha recién escurrida, acumulaba un importante flujo de saliva en su pestilente boca y lo dejaba caer desde sus fauces con una lentitud y precisión excelsa, al tiempo que le abría a mas no poder las nalgotas a la chiquilla. El hilo de babas descendía pesado dándole tiempo al viejo de recomponer la caída para que este aterrizara justo en el ano. El flujo fue tan abundante que este escurría por todo el perineo de la muchachita y pesado seguía su andar. Don Marce no aguantó más la calentura que significaba tener ese chiquito7 servido y ensalivado, y corcovándose comenzó a mover frenéticamente y en forma de circulo su lengua sobre el también palpitante asterisco de la muchachita.

-uufffff- bramó la muchachita al sentir la juguetona lengua del viejo revolverse justo en la entrada de su ano, intentando abrirlo con la fuerza de sus sucias y descaradas ondulaciones, Cassandrita solo relamía sus labios al momento que se rendía ante los engolosinados movimientos linguales del viejo, y al decir rendida me refiero a que poco a poco su carita se iba congestionando por la calentura. A estas alturas la dulce niña, mientras con una mano agarraba la verga del viejo jalándola en no tan repetidas ocasiones, solo cuando su manita le respondía, colocaba su otra mano sobre la grasosa frente del pervertido como intentando empujarlo para evitar que le siguiera lamiendo una parte que según ella, no se debería de lamer.

Un delicioso saborcito a fresa era nuevamente degustado por el canalla viejo quien lamía y lamía sin dejar de rociar con saliva todo el ano y alrededores, de repente el viejo también lamía las nalgotas mientras no dejaba de manosear la recién corrida panocha. Cassandrita en tanto comenzó a ronronear como gatita en celo, temblando de todo su cuerpecito, pero sin dejar de masturbar al viejo, solo que debido a la posición adoptada por el destartalado senil la nena solo masajeaba el oloroso y escandalosamente lubricado glande, embarrándosele en sus deditos el fuerte hedor a glande podrido del viejo así como el líquido aceitoso que le escurría de la uretra. Pronto la muchachita sucumbía completamente a los placeres que el viejo le causaba, la nenita poco a poco dejaba de empujar el cráneo de su enamorado al punto de dar por retirada su mano de la sudada frente de lavadero del viejo para apoyarla en la cama dejándole a su amante completa libertad para lengüetearla a sus anchas.

La cámara oculta podía grabar con nitidez los movimientos mandibulares que realizaba el envejecido (los cuales se apreciaban aún con la máscara puesta) cada que degustaba al chiquito, era como si en verdad se lo estuviera comiendo y para nada le resultaba desagradable pues el virginal sabor de la nena era exquisito, el viejo casi enterraba su aberrante cara de muerto entre el canal que dividía esas nalgotas, la nena podía sentir la pesada respiración del desaforado en su espalda baja.

Por momentos el viejo se daba sus respiros manteniendo sus manos sobre las nalgotas de la chiquilla y una vez con sus pulmones llenos de aire sacaba su lenguota, abría al máximo las nalgas de la chiquilla y volvía a enterrar su horrorosa cara en ese canal que divide ambas protuberancias carnosas.

Al pasar de los minutos, cuando ya la saliva era tanta que comenzaba a inundar y escurrir de las zonas erógenas de la chiquilla, cuando ya el viejo tenía la máscara completamente húmeda de sus propias babas, cuando ya la alborotadora lengua del desaseado había vencido los primeros pliegues anales de la muchachita y se impulsaba para ganar más terreno, cuando ya era tal la cantidad de lamidas y gesticulaciones mandibulares ocasionándole al viejo un dolor en su quijada de burro, la nena comenzaba con una serie de suspiros placenteros y sugestivos movimientos de cadera que de paso meneaban todo su admirable culo, lo que demostraba la total entrega de la niña, si el viejo Marce suspiraba por penetrar analmente a Cassandrita, este era el momento.

Ella, con sus carita completamente extasiada y colorada, con gran parte de su pelito surcándole el rostro, con sus delineadas cejas que se sesgaban como si estuviera enojada pero después se torcían de forma contraria manifestando placer puro, con su acelerada exhalación emanando mucho calor, lamia y relamía sus encantadores labios los cuales se abrían quejosos ante las circulares caricias linguales del viejo quien comenzaba a gruñir como perro que defiende sus alimentos. De vez en cuando la lengüita de la chiquilla se atoraba entre sus labios para volver a esconderse mientras ella cerraba su boquita y hacía gestos como si estuviera tragando saliva, pero había otra sensación más.

Cassandrita era una hembra, toda una mujer hecha y derecha aun con esa carita de niña que se cargaba, su cuerpo en ese momento era un cúmulo de sensaciones, de ardores y de los más bajos instintos animales advertidos en el otro orificio de su cuerpo, pero esto no impedía que la panocha de la nena también pasara por algo parecido, y así como la nena sentía la necesidad de tener alojado algo en su vagina mientras su culito era invadido por la ponzoña de la lengua del viejo, así como su panocha se expandía y contraía tratando de encontrar y atrapar eso que le hacía falta para sentirse completa, su mismo culito presentaba una situación y movimientos similares, palpitaba como tratando de ayudar a la lengua del viejo a meterse entre sus apretados rincones.

De unos buenos minutos para acá Cassandrita había experimentado cierto escozor tan rico e igualmente comparado con el picor que atacaba su vagina, no estaba segura, pero si dicha comezón vaginal se calmaba con un buen dedeo, o mejor aún, una feroz metida de verga como las que le ponía el tendero, entonces se preguntaba mientras se daba a chuparse y lamerse uno de esos deditos embarnizados en lubricantes preseminales masculinos, si una buena metida de miembro podría también calmar la comezón de su anillo.

El viejo cachondo ya no podía más, separaba lentamente su boca del ano de la chiquilla mientras con sus labios, antes del completo desacople boca-ano, realizaba un alargado y vulgar sonido similar al que produce un globo cuando se va desinflando mientras las ultimas pieles de sus bembas se separaban de ese ensalivado chiquitín, en total el viejo se mandó otras tres repeticiones de ese impúdico sonido antes de separarse completamente del ojal de la nena.

Ya recompuesto, la verga del viejo, como si tuviera vida propia, se hinchaba hasta que esta solita se dirigía con miras a la empapada panocha que hasta tembló cuando sintió la cercanía de ese imponente tronco, lleno de venas y nervios y con una enorme inflamación manifestada en su tejido esponjoso el cual surcaba el mástil por todo lo largo hasta perderse y sin llegar a tocarse con el glande, donde dicha bola manzanesca parecía que iba a reventar si crecía un centímetro más adoptando una malformación brillosa y grotesca, y tomando su miembro con una de sus venudas manos Don Marce lo dirigía hacia la pequeña y dilataba ranurita de la chiquilla.

Pero un click en su escaso caletre le hizo desviar la trayectoria de semejante cohete. Con uno de sus brazos limpiándose la nariz y las bembas de burro, y con los ojos más abiertos que los de un tecolote el viejo corroboraba que, teniendo semejante oportunidad, para que desperdiciar estos minutos metiendo su verga en la panocha cuando podría reventarle el culo a semejante chiquilla y así cumplir su osadía de llevar a la chiquilla a la fiesta mientras ella manifestaría ese dificultoso caminar que reflejaría su recién desportillar. Así que, tomando su embravecida verga de la peluda base y dejando un poco de prepucio libre para que los pliegues de su verga no sufrieran un posible estiramiento de más a la hora de hundírsela analmente a Cassandrita y le lastimara (a él), el viejo acercaba tanto su verga que esta hacía el primer contacto glande-ano.

-no, no, noo… amor, no!- fue la respuesta de la nena cuando sintió el tocamiento que hizo el monstruoso glande contra su minúsculo e incólume agujero, levantado su cuerpecito para quejarse al tiempo que hacía todo su cabello hacia un costado.

-shiiibiiibiiibiii, shiiibiiibiiibiii, tranquila, mi niña, esto solo dolerá un poquitito, tenemos que aprovechar que estás bien lubricada, vas a ver como después no vas a querer que te la saque por el culo, jejjejeje- dijo el viejo al tiempo que volvía a acomodar a la chiquilla quien en estos momentos estaba tan caliente que sumisa se dejaba empinar por el viejo para por fin regalarle el culo a semejante deformidad.

-no, mi vida, nooo, me va a doler como quiera-

Pese a sus negativas, lentamente Cassandrita iba volviendo a recostar su cuerpo boca abajo. El viejo Marcelino con una de sus manos empujaba a la chiquilla de su espalda hasta que esas generosas tetas se aplastaban deliciosamente contra la deformada base del viejo colchón. Una vez acomodada, el viejo medía que la altura con respecto a lo elevado del culo de la chiquilla estuviera de acorde a su arrodillada posición, tomaba un poco de impulso, golpeteaba el virginal anillo con su glande hasta que el viscoso cordón salival que unía al inflamado hongo con el asterisco fuera lo suficientemente pegosteoso como para formar un muy hidratado puente lúbrico entre ano y glande.

Pero, pese a la lubricación con la que contaban ambas partes, los primeros dos atrevidos intentos por hacer efectiva la perforación recrearon resultados fallidos, no tan fallidos como los intentos por lograrle sacar gemidos a la muchachita quien se quejó, suplicó, regó y hasta rezó para que el viejo Marce parara en sus cometidos.

-amoor, mejor lo dejamos para otro día, si?, porfis- pero el viejo parecía estar sordo de tanta cerilla que se atoraba en sus oídos.

Y es que el culito de la nena era casi imperceptible, se sabía de su existencia solamente por el aumento en la tonalidad sonrosada que mantenía una pequeña zona escondida en medio de sus nalgotas. Mientras la nena se mantenía calladita, con sus ojitos bien cerraditos y su boquita apretada en donde sus labios desaparecían esperando la intromisión anal, el viejo se decía que su barreno debería de estar más lubricado aun, volteando a ver la carnosa panocha de Cassandrita dedujo que debería de metérsela por ahí, darle unas buenas embestidas hasta que se formara una olorosa espumilla y aprovechar dicha mezcla como lubricante.

-jejej, te voy a chingar primero la panocha, mamita- susurraba el viejo al oído de la señorita, son sepulcral voz.

-sí, mejor-

Después de esta afirmación la nena se relajó un poco, muy expectante y pero asustada ante lo que seguramente vendría después, pero no por eso dejaba de sentirse caliente y domada, más cuando la introducción vaginal del apestoso cipote de su galán comenzaba. Para esto Don Marce colocaba su gruesa manzana entre los labios vaginales y lentamente acercaba sus escurridas caderas, un movimiento ascendente-descendente y después uno en forma de círculo fue realizado por el taladro carnal tallándose contra los sensibles labios vaginales con la finalidad de encontrar el apretado camino enterrado entre ese par de carnosos labios que lo llevaría al acople, a la sala en donde muy posiblemente, más adelante, podría llevarse a cabo el proceso de gestación. A pesar de que Cassandrita no tenía ni veinticuatro horas de haberse comido vaginalmente esa bestialidad, la penetración resultaba un tanto dificultosa, el viejo encontraba la entrada representada a través de un reducido conducto, tanto que la nena comenzó a gemir lastimosa mientras escondía su carita debajo de una de las almohadas.

-amoor, se siente… muy grande, con cuidado que me vas a lastimar- quejaba la niña.

-tranquila, tranquila, mi potranquita, te la voy a meter por la panocha pa´ mojarlo tantito, y después metértelo por el culito, si te duele mucho muerdes algo, putita nalgona- avisaba el viejo impactando levemente cuatro palmadas contra una nalga de la niña.

Sin contemplaciones, el viejo mandaba la primera y bravía cornada, a pesar de ello, el mancillado agujero de Cassandrita solo se tragaba una cuarta parte del gordo chuzo. De ahí en adelante, cada centímetro de olorosa carne que se comía Cassandrita por su panocha hacía que el viejo descompusiera más su rostro, pareciera que había un mecanismo interno en el viejo que hacia descomponerle retorcidamente su cara proporcionalmente al hundimiento de su verga en la chiquilla. Así hasta que la niña se la comía  casi toda, dieciséis de diecinueve centímetros de carne maciza y olorosa alojada dentro de ella.

El viejo siempre se daba su momento a la hora de penetrar vaginalmente a la niña, fue uno de los momentos más largos para la colegiala (o así lo sintió ella), quien, al final resistía con su culote estoico ante el lento enchufe. El viejo por fin le había metido toda la verga secundado por un fuerte gemido por parte de ella, solo los peludos huevos lucían fuera de la vagina, para esto el viejo, meneando sus flacuchas patas parecía estarse acomodando pero dando la impresión de escalar sobre la nena para finalmente hacer más óptimo el ensamble y quedarse así unos buenos minutos, tanto él como ella jadeantes. La penetración, más que considerarse una penetración normal, la hacía ver muy parecida a un acto copular zoofílico por la forma en que el viejo yacía y movía su pata arriba de la niña, quien suspirante y babeante trataba de resistir una buena meada que se advertía en ella resultado de sus anteriores orgasmos y del intencional movimiento de la verga de su viejo amante dentro de ella al aplicar un poco de fuerza en su vetusto vientre.

-no te muevas- susurraba el encapuchado, acercando su boca al oído de la chiquilla, aprovechando para chupeteársela, pues la nena también comenzaba a secundarle los movimientos, con su verga bien enraizada en su vagina.

-mmm?- respondía la nena.

-no te muevas porque vas a hacer que me venga, ricura, se me va a poner flácida, y ya no voy a poder metértela por el culo- explicaba, y es que ya se había corrido una vez y posiblemente su verga ya no aguantaría una segunda por estar tan entrado en años.

-es que se está moviendo, siento como se mueve por dentro- comentaba la chiquilla, con voz temblorosa.

-aguántate, ya te la voy a sacar jeje, o quieres que te los eche dentro?-

-no, Don Ma… (el viejo le tapaba la boca, para después liberársela), me va a embarazar-

-pero si hace ratito dijites que querías que te hiciera una pancita, jejej, que bonita te ibas a ver con tu pancita bien infladita- opinaba el viejo, cuyas manos habían bajado al vientre de la empinada chiquilla, sobándoselo.

-jiji, sii, pero eso fue para su video, yo todavía no quiero quedar panzona… aauchhh- se quejó la chiquilla pues el viejo mandó una embestida realizada por un brusco movimiento de sus escurridas caderas.

-te iba a salir mucha leche de esas chichotas, mamita, affggg, affggg, y me tendrás que amamantar junto a nuestro hijo, uggg, uggg, jeje, verdá que si?- preguntaba el vejestorio quien ya había comenzado con un mete y saca un poco lento, pero sin metérsela toda.

-ahh, ahh, amor, siii, yo lo amamantaré a usted también-

-mientras de una teta mamaría nuestro bebito, yo me pegaría en la otra, umm, ummm-

-jejej, o mejor, le compramos a Marcelinito leche de bote, así me tocaría a mí nomas la de tus tetas, mmm- sentenciaba el viejo quien ya se estaba repartiendo equitativamente con la aun inexistente criatura, para esto Don Marce incorporaba un poco su pegajoso cuero, sujetando a Cassandrita de su fina cintura mientras seguía enterrándole la verga.

Con su ojo más saltón titilándole y un moco saliéndole de sus narices, Don Viejo miraba como su orgullo masculino, desflorador de rajitas tiernas, seductor de aseñoradas y peludas conchas calientes, se introducía en esta, la más bella y cuidada panocha en la que su miembro haya tenido la oportunidad de escurrirse. Don Marce ponía cara de engolosinado cuando miraba la demarcación que ejercían los jugos de la niña sobre su verga, dejando apenas tres centímetros de carne seca, el resto comenzaba a embarrase de esa mezcla que se cuajaba dentro de la mujercita a medida que el viejo le enterraba su virilidad y poco a poco se comenzaba a formar esa babilla blanca, casi espumosa, delimitando la zona genital masculina que se sumía en la panocha de la que permanecía fuera.

-todos los días voy a desayunarme mi atolito con leche materna, jajaj- estipulaba el depravado impactando otra nalgada sobre su compañera.

-sii amor, lo que usted quiera, auucchh-

-te gusta?, te gusta cómo te la clavo?-

-sii, sii, me encantaaaa!!-

-menea ese culote, mocosa, ensártate tu solita- ordenaba el viejo mientras se mandaba otra demencial nalgada contra la chiquilla quien obedecía echando para atrás su apetecible culote.

Entre jadeos, suspiros, gemidos y bufidos, la inusual pareja continuaba en plena faena, las embestidas coitales aumentaban su emoción, el viejo ahora la metía toda a petición de la niña, por momentos el viejo era quien embestía ferozmente para en otros lapsos ser la nena quien solita se la incrustaba. La niña, quien se mantenía con su colita bien paradita para facilitarle el trabajo a su viejo amante, levantaba un poco su quejosa carita, gemía abriendo ligeramente sus labios y recomponía la posición de su cabello, lo que no le duraba mucho pues entre los bruscos movimientos sus cabellitos volvían a revolvérsele. El viejo, por su parte, realizaba sonidos inhumanos, sudaba copiosamente y se mandaba cualquier cantidad de nalgadas contra la chiquilla, hubo un momento en que paró pues sentía su esperma ya casi de fuera de sus pelotas, por lo que sacando prácticamente todo su palo a excepción de su hongo, se ahorcaba su propio pepino con desmedida fuerza reflejada en las venotas que surcaron su enfermizo cuello y demacrada cara. Su reacción no fue tan a tiempo, puesto que sintió un par de lechosos y bien cargados disparos salir de su uretra rumbo a las intimidades de la muchachita, pero apretándose la cabeza del miembro y sintiendo un tremendo dolor que le surcó la parte baja de sus huevotes, que pesados le colgaban como si fuera borrego, logró que su verga no se deslechara completamente, una segunda corrida podría provocar que al viejo ya no se le parara la verga, sino hasta muy caída la noche.

La muchachita pudo haber sentido como su intimidad era invadida por el pastoso líquido, caliente y reproductivo, pero había una sensación más importante y atemorizante en ese momento, estando ella también en pleno trance orgiástico y aprovechando que el caliente viejo retiraba por completo su aun parada verga, en la cual podían verse blanco-amarillentos restos gelatinosos de una infructuosa corrida, llevaba su manita contra su panocha y la depositaba como si quisiera impedir que algo se le escapara.

-amor, no aguanto, me va a ganar! Me va a ganaaaar!!-

-no vea, Don Marce, me voy a orinar, me voy a orinaaar!!- gritaba la nena, quien no aguantando las ganas de mearse, apenas Don Marce le sacaba la verga, chilló como cerdita dejando escapar de entre esos deditos protectores de su vagina un brote de meados.

El viejo se molestó puesto que la chiquilla no pudo reprimir su nombre, pero pos ya, era la cámara más alejada la que continuaba grabando, a lo mejor no se escucharía, y en dado caso de escucharse debido a lo escandalosa que era la chiquilla podría pedir el sonido de censura (el beep) para editarlo, se decía Tío viejo. Pero su cara de ogro regañado cambió radicalmente cuando miró que, de entre los dedos de la chiquilla, comenzó a brotar un líquido muy parecido al agua, para después terminar, Don Marcelino, por reventar en júbilo, aplausos y risas exhibiendo su dañada dentadura mientras de la nena se escapaba un chorro de orina que salpicó todo en la cama. El primer chorro se extinguió para dar paso a otro que superó el alcance y duración del primero, llegando a salpicar hasta el piso, empapando la sábana y cama, enterrando ella nuevamente su carita por no haber podido aguantar sus ganas de orinarse, terriblemente apenada, y disculpándose por su torpeza una vez terminada de mearse, obviamente ofreciéndose a remendar su travesura lavándole las sábanas al viejo. Pero era este viejo quien pedía continuar con las salacidades bajo tales condiciones.

Con la niña aun empinada, era el viejo quien se pegaba como chatilla lengüeteándole vulgarmente la panocha. Cassandrita, quien pese a los intentos porque el viejo no le lamiera su recién orinada pucha desistió cuando los lengüeteos se tornaron más descarados, comenzando nuevamente a gemir mientras un par de deditos se alojaban dentro de su boquita, chupándolos ella con sugestiva inocencia. El viejo en tanto saboreaba los dulces orines de la chiquilla pegándole tremendo chupetón a la panocha de la chiquilla con la misma fuerza que sus morenos labios aplicaban al chuparse el jugo de una naranja, dejándosela colorada, palpándosela y arrimando su deformada nariz para aspirar ese aroma a concha orinada y mojada mientras se limpiaba los escurrimientos de su asquerosa boca.

El viejo se decía que había llegado la hora de que Cassandrita le entregara la última de sus virginidades, realizando un desagradable sonido en su aparato respiratorio juntaba la mayor cantidad de saliva y mucosa, una asquerosa mezcla de salivas con gargajos y excesiva mucosidad se homogeneizaban dentro de sus pestilentes fauces. Al final, un grueso colgajo aparentemente de saliva mucho muy nutrido caía nuevamente pesado y quirúrgico sobre el sonrosado anillo pulsátil, resbalando espesamente sobre la raya. La nena en cambio, solo se sabía de su estado consiente gracias a su pesada respiración, y al constante apretar de sus manitas en la sábana.

Y era el viejo, quien sudando de su irreconocible cara, se saboreaba con lujuria trastornada la doncellez anal de la muchachita y casi hacía burbujas con su propia saliva al contemplar ese preciado culote servido para lo que él dispusiera, con su sonrosado orificio justo en medio de esa raya y ya acomodando su caliente miembro el cual anhelaba incrustarse lo más pronto posible en lo más profundo de ese pulcro reducto nunca antes profanado. Ni siquiera Cassandrita en sus noches y mañanas de calentura cuando ella “jugaba” a toquetearse su cosita, solo sobándose sobre su carnosa panocha y alrededores, se le había ocurrido curiosear con su agujero trasero.

-te voy a reventar la dona- murmuraba el trastornado vejestorio tomándose impulso para realizar la primera de sus taurinas estocadas.

-despacito, amor- susurraba la chiquilla, con su bello rostro escondido entre sus cabellos.

Pero cuando ya estaba por cumplir sus desequilibrados y profanadores propósitos, unos fuertes golpes en la lámina de su tienda lo sacaron de su concentración y su poderoso empujón terminó por desviarse de su trayectoria enterrándose la verga entre los potentes muslos de la chiquilla exactamente en esa zona donde los muslos no se tocan entre si y donde curvean formando un exquisito triángulo con la zona íntima. Don Marce terminó por impactar, con su caído vientre, las nalgas de Cassandrita y debido a la fortaleza del contacto la nena enterró aún más su carita en la almohada llegando a parecer un avestruz escondiendo la cabeza.

-aayyy- fue el quejido de la señorita cuando sintió la embestida que le dio el viejo.

-me caga la vergaaa!! Jo´ de su reputísima madreee!! Poca, puta, perra vergaaaa!! Ya no puede uno ni coger a gustooo!!- refunfuñaba Don Marce.

-quién vergas eesss??!!!- como respuesta el viejo recibió otro recital de golpeteos a su lámina.

A pesar de su pregunta Don Marce pronosticaba, no había otra persona que tocara así que Don Cata, el muy cerdo había llegado con minutos de anticipación porque ya estaba desesperado pero sobre todo caliente y con la verga rugiéndole y no cabiéndole en los pantalones, y conociendo a su buen amigo tendero auguraba que este ya tendría a la nena desde antes de la hora acordada haciéndole quien sabe qué tipo de cochinadas, “seguro mamándole el bollillo” se decía Don Cata riéndose como un alelado casi babeando de calentura. Si, si eran de la misma y más baja calaña ambos descarriados que bien hacía Don Cata al pensar que Don Marce tendría a la niña antes de la hora acordada porque precisamente él hubiera hecho lo mismo.

Las antelaciones del viejo Cata eran precisas puesto que Don Marce y Cassandrita llevaban poco más de dos horas solitos y encerraditos, tocándose, besándose, lamiéndose y chupándose sus cositas, y era este viejo zapatero remendón quien ahora con las dos manos extendidas golpeteaba la lámina desesperadamente, cosa que solo hacía enojar al tendero y asustar a la nena quien al no saber nada no se explicaba quien pudiera estar tocando de esa manera tan impaciente. “Me descubrieron” pensaba la nena aun jadeante, reacomodándose arriba de la cama utilizando como asiento sus entrecruzadas piernas y secándose el sudor de su carita, mientras con la otra de sus manitas, como si la nena buscara protección, se aferraba del grotesco miembro de su asilado macho quien refunfuñaba como perro regañado pues si algo le castraba (molestaba) era que la gente llegara con esa desesperación empujando la lámina como si la tienda se les fuera a ir. Muy raras veces sus amigos llegaban con tal altanería, en especial Don Cata que siempre fue el más mamarracho de los cuatro, y en las pocas veces que lo hacían era de pensarse que venían bajo los influjos del alcohol, o sea que Don Cata venía tomado.

Para esto el viejo se bajaba de su cama, caminaba con su cazcorvo andar al tiempo que se desprendía de la máscara (pues andaba en una zona segura de su cuarto donde solamente serían grabadas sus canillas) y, al tiempo que aprovechaba para recoger su trusa, el viejo apagaba la camarita. Movimiento que no fue observado por la niña.

-Don Marce- dijo la nena mirando las espaldas del viejo, encuclillado, como si estuviera cagando, adoptando ella una pose muy coqueta en la cama del viejo, cubriéndose femeninamente sus pechos con la vieja sábana, pues su vestido ya casi se enrollaba en su cintura.

-m… me escondo?- preguntó.

-no, mi niña, shhh shhh shhh, calmadita, debe ser un amigo mío que vino pa´ llevarnos a un convivio- tranquilizaba Don Marce reincorporándose y secándose el sudor y salivas de su horrenda cara de espantapájaros.

-u… un convivio?- preguntaba la nena sintiendo esa excesiva salivación en su ano, Don Marce, pegándose tremendo escupitajo al suelo, respondió.

-si mi niña, un convivio, lo que pasa es que le he platicado a algunos amigos míos sobre ti y quieren conocerte, jeje, te iba a decir de que llegaras pero como luego luego me la empezates a chupar, pos se me olvidó, jeje- relataba el caduco. La nena, ignorando esta última oración, pelaba esos hermosos y negros ojitos ante ese “le he platicado” que mencionó su enroñado novio para después proseguir con el “unos amigos”.

-D… Don Marce… yo…- la nena no entendía, por un lado pensaba que la tarde la iba a pasar a solas con el viejo, lo más seguro siendo grabada en distintas poses o tragándose todo el esperma que le brotara, y por otra parte recordaba el pacto secreto que había hecho con su maduro amante sobre el no contar a nadie que ambos se veían a escondidas para hacerse cariñitos, así que veía violado ese trato, sin embargo, no estaba enojada, se notaba confundida.

-tú tranquila, mi niña, solo les dije que eres una amiguita mía, no les he dicho nada de que tú y yo… (Don Marce explicaba el acto sexual a Cassandrita metiendo repetidamente uno de sus dedos medios entre un círculo formado con los dedos pulgar e índice de la mano adversa mientras manifestaba éxtasis en su rostro) …jejeje, ahora se buena niña y ve a abrirle a mi amigo, se llama Catarino, miéntalo Cata, llévalo a la sala y dile que me espere en lo que me alisto, ofrécele una cervecita en lo que me espera jejej, atiéndemelo bien- instruía el viejo esperando que Don Cata se llevara una buena impresión de su nueva mujercita.

-Don Marce, y si no es su amigo?- preguntaba la nena, arreglándose el vestido y reacomodando sus cabellitos para no verse muy despeinada.

-si es otra gente me los mandas a la verga, les dices que si acaso no ven que la tienda está cerrada, o que no te interesa lo que vendan, y si es un cobrador preguntando por mí dile que no estoy-

-Marceeee!! Marceeeee!! Ábremeee, culióóón!!- para esto el mismo Don Cata se descubría.

-deja de matar la rata a palos, huevóóóón- gritaba el bolero, desesperado, al tiempo que golpeteaba la cortina.

-que dijo? Don Marce, ¿Tiene ratones?- preguntaba Cassandrita.

-ehh, sii, sii, mi niña, anda, apúrate, ve y ábrele y le das una cerveza para que se calle, viene un poco tomado y así puede ser muy escandaloso-

-p… pero, Don Marce, no puedo salir así a recibirlo- advertía la nena, ya de pie frente al viejo, masajeándose su espalda baja pues el haber estado empinada tanto rato le evidenciaba una queja en sus lumbares.

Además de que su vestido le quedaba muy ajustado, este era algo corto, a todo esto sumado el curvilíneo cuerpecito de la colegiala sus curvas no hacían más que remarcarse, pero lo que más incomodaba a Cassandrita era salir a recibir a un viejo completamente desconocido en completa ausencia de calzones, decía la nena mientras se limpiaba con un poco de papel de baño los colgajos salivales que escurrían por sus muslos y la gruesa capa de babas que cubría su panocha, eso sin mencionar que muy posiblemente el rubor en su carita aparecido a raíz de las cochinadas que el viejo le había hecho no había desaparecido del todo, y la nena esto último lo sabía, aun sentía su carita caliente.

-claro que puedes, mami culona, si te ves bien antojable, anda, anda- decía Don Marce, quien babeante no paraba de verle el culazo que se le formaba a la niña pues esta ya se había incorporado de la cama y acomodado el vestido.

-noo, Don Marce, no traigo puesto calzones- avisaba Cassandrita.

-pues póntelos, mamita- respondía el vejestorio quien no sabía de los infortunios de la chiquilla.

-es que no puedo, cuando me estaba poniendo el vestido se me cayeron en la taza de su baño y se me mojaron- explicaba Cassandrita con acento de preocupación.

-¿Y no te trajites otros?- preguntaba el pervertido con sus ojos completamente ahuevados mientras realizaba un movimiento de rotación alrededor de la anatomía de la cándida muchachita, tratando de comprobar si sería posible que la nena saliera a la calle, y a la fiesta, en total descalzonamiento, pero el caliente anciano mientras realizaba su marrano recorrido notaba como uno de los holanes del vestido se le metía mucho a la nena entre la raya del culo, advirtiéndola en demasía, no podía salir así se decía el comprensivo longevo golpeteando su prominente barbilla (la cual tenía la forma de un culo de pollo desplumado) con uno de sus dedos.

-nop- explicaba la niña, bajando acongojada su vista, golpeteando ambas yemas de sus deditos índices, como esperando que Don Marce la reprendiera.

-Dios benditoo!! pero que contrariedad, mamita rica, que momento más embarazoso, jeje- el viejo reflexionaba mientras movía su quijada de burro como si estuviera masticando algo, escuchándose la saliva dentro de su boca revolcarse con su venenosa lengua.

Don Marce, con dificultad para concentrarse debido a los golpeteos que seguía ejerciendo Don Cata y al delicioso cuerpecito femenino que tenía a su lado diagnosticaba el problema y las posibles soluciones, entre las que destacaban:

1.- Podría dar a la nena la tanguita que ella le regaló tiempo atrás como recuerdo de su primera vez. Recordaba el oxidado vejete que ese día la nena llevaba una faldita muchísimo más corta que el vestido que portaba por lo que no debía ser excusa para la nena el largo de la prenda, deducía el viejo rascándose la barbilla mientras daba otra vuelta alrededor de la chiquilla, analizando el largo de la faldita del vestido y el par de torneadas e interminables piernas que muy juntitas permanecían. Recordaba también que dicha tanguita había sido el pañuelo para muchas corridas saciadas a la salud de la muchachita y seguramente estaría muy rígida a consecuencia de la excesiva carga de mocos secos, los cuales con la acción del calor generado por los movimientos de la chiquilla al caminar de aquí para allá (justo como Don Marce lo veía en los anuncios de toallas femeninas mientras se jaloneaba el pescuezo a salud de las chiquillas que sirven como modelos) podrían diluirse y liberar un olorcito a mocos recién ordeñados, empapándose esa esencia en la dulce papayita de la chiquilla para después el viejo llegar a lengüeteársela nuevamente “pues, como que no”, sentenciaba el encamotado desechando esta idea, que aunque fueran sus propios mocos aun así no le convencía, el día no concluía y muy posiblemente regresarían a la casita donde seguramente el viejo retomaría lo que dejó pendiente, y eso incluía una nueva lengüeteada de panocha.

2.- Marce podría prestarle la tanguita que le había comprado para que ella anduviera solo con esa prenda cuando lo visitara, pero esa prenda era precisamente para que la nena se la modelara al viejo, no le caía en gracia a Don Marce que alguno de sus amigotes, mucho menos un viejo desconocido tuviera la dicha de admirar a la chiquilla con ese trapito comprado por él. Esa tanguita se quedaba en casa, decretaba el viejo.

3.- La última, el viejo recordaba el calzón que hurtó del tendedero de su suegra y una risilla endemoniada se le dibujó en el arrugado rostro. No era un calzón netamente aseñorado, no distaba mucho de algunos de los calzones que conformaban el íntimo guardarropa de Cassandrita, podría considerarse más bien una especie de pequeño short alicrado pero que apunto estaba de enseñar la curvatura donde empieza la nalga. Además este no estaba tan lechoso, se decía el viejo recordando que solo lo usó para limpiarse el moquillo lubricante.

-ya tomé mi decisión!!- rebuznaba el viejo.

A continuación Don Marce procedía a sacar de uno de los cajones del viejo mueble la prenda de su futura suegra, y extendiendo su mano la cedía enrollada a la chiquilla. El calzón no fue reconocido por la muchachita, además Cassandrita tenía mejores cosas que hacer que andar espiando las formas, tamaños y colores de la ropa interior de su mami, por lo que era imposible que supiera de dónde provenía esa prenda.

-y esto?- preguntaba la niña.

-es un calzoncito que me robé de un tendedero jejeje, anda póntelo, está limpio- burlaba descarado el viejo, sin embargo Cassandrita, se lo tomaba a relajo, prácticamente cualquier palabra que saliera de los asquerosos labios del viejo la hacían reír.

-jijiji, pero… noo, ¿Cómo me voy a poner algo que no es mío? Mucho menos ropa íntima-

-pues es eso o te vas con la papaya de fuera, mamita, tú decides-

-además, Don Marce, estoy sudada, y siento que huelo a… su cosa-

-para de mamar tú también, chamaca culona, úntate en la panocha de esa cosa que te untates que sabe a fresa y a la vergaaa, jajaja, pero apúrate que ya es tarde-

Cassandrita, sintiéndose regañada, estudiaba la prenda, volteándola de ambos lados para verificar que de verdad no estuviera sucia, notaba algunos restos de algo humedecido, la acercaba a su naricita y aspiraba para encontrarle el olor a los lubricantes del vejestorio, con risita traviesa comprobaba que Don Marce se limpiaba su miembro con ellos, y siguiendo las órdenes del viejo aparte de que no le quedaba de otra procedía a meterse la pantaleta por la primera pierna para después por la segunda y lentamente irla subiendo sobre ellas hasta que el calzón se ajustaba y moldeaba a sus dimensiones pélvicas. Rápidamente la pantaleta se notó un poco húmeda, sobre todo a la altura de la vagina, y es la panocha de Cassandrita continuaba cubierta por las babas del viejo, las cuales no retiró de manera completa.

-ya, Don Marce,- avisaba Cassandrita.

-anda, mamita, ve a abrírsela a ese pendejo… la puerta, no le vayas a abrir otra cosa jajaja- decía el viejo y cuando la niña pasaba cerca de él este le mandaba otra nalgada.

-ayy- quejaba la niña puesto que llevaba las nalgas adoloridas ya que el viejo se las había palmeado como si fueran tambores.

Como Don Marce suponía, Don Cata venía un poco pasado de copas, no al grado de caerse de borracho pero se podía notar en sus ojos el rebasado nivel de alcohol que su amorfo cuerpo permitía. El tipejo venía vestido muy casual, unos viejos pantalones de mezclilla todos arremangados de la parte de abajo enseñando sus tobillos, unas sandalias pata de gallo en donde se podía ver que a una de ellas le faltaba un cacho de tira y una camisa roja del PRI que no le alcanzaba a cubrir la panza y que posiblemente fuera la misma que utilizó días atrás en aquella reunión y que la traía excesivamente sudada tanto del cuello como de las axilas y para complementar su vestuario una gorra roja del mismo partido político porque el Sol se mostraba inclemente y no quería requemarse más de lo que ya estaba. Era un viejo racista que presumía haber sido blanco en su juventud (cuando de blanco no tenía ni los dientes) y de este modo insultaba de vez en cuando a los prietos (negros), como él les decía, irónicamente él, siendo el más moreno de la pequeña secta.

Don Cata después de haber esperado tanto afuera entraba en una especie de estado somnoliento producto del alcohol, recargaba su pesado cuerpo en la cortina de la tienda pareciendo como si en cualquier momento se fuera a ir de hocico, un pesado colgajo de babas caía de entre su boca y para completar su desaseada presencia una enorme mancha húmeda y oscura a la altura de sus partes mostraba como si se hubiera meado los pantalones.

Pero, al escuchar como un candado se liberaba desde adentro y al ver como la puerta de la cortina se abría y gracias a que tenía su cansada vista hacia la banqueta, pudo ver en primera instancia unos coquetos pies femeninos de uñas retocadas con alguna especie de barniz según él. Con la bemba inferior babeándole a raudales el viejo bolero levantaba un poco su desorbitada vista para toparse con unas desnudas pantorrillas carnosas, estéticamente moldeadas como las de las bailarinas, gimnastas o tenistas según el viejo, para seguir elevando su calenturienta mirada y toparse con lo que parecía ser la falda de algún vestido a la cual el mismo vuelo actuaba para que se le formaran una especie de tablones y arribita de estos la silueta de unas potentes caderas que contrastaban con una fina cintura aderezada por lo que parecía ser un cinturón blanco y brilloso, remarcado la perfección de esa cintura. A esta altura el corazón del viejo comenzaba a latir desesperado así como su verga comenzaba a estirarse como cuello de tortuga por debajo de sus pantalones pues todo lo que observaba era del pleno gusto del viejo verde.

El denso y repugnante colgajo de babas caía pesado hasta el suelo por efecto del intenso repaso lingual que realizó el vejestorio al saborearse la selecta carne de primera recién aparecida ante sus afortunados y lujuriosos ojos, Cassandrita pudo notar como este salival desprendimiento se daba casi en cámara lenta pero inmediatamente después de que este cayó otro comenzaba a germinar en el mismo lugar poniendo ella una cara de asquillo, no es que ella fuera chocosa y mucho menos racista puesto que Don Cata era muy moreno, pero es que el individuo se había presentado en condiciones insalubres más que jornaleras, más que zapatero remendón parecía un vago de esos que se la pasan tirados en los parques o plazas, y si bien, muchos de ellos no cuentan con los recursos para darse un buen aseo aunque ellos así lo quisieran, Don Cata demostraba su amor hacia la suciedad, ¿Qué más podía pedir el viejo? Poseía un vehículo propio, una gorda esposa, y pese a su falta de higiene y el no haber probado ningún antitranspirante o desodorante en años no era impedimento como para que alguna chica vestida en mallas se acercara a preguntarle sobre la reparación de calzado.

Pero haciendo énfasis en el viejo este continuaba con su visual y jarioso recorrido, todo esto se daba en completo descaro así que el viejo seguía subiendo su caliente mirada para toparse con unos orgullosos pechos que abultaban generosamente la parte superior del vestido, fue aquí donde Cata levantaba sus brazos y acomodaba sus manos de manera que pareciera fuera a apretar tan dignas y apetecibles mamas, incluso pudo articular algunos cuantos raros sonidos en donde no se le entendió absolutamente nada pero terminó abultando sus bembas para realizar movimientos de succión, parecía un marrano tratando de comunicarse pero entre tanto intento vano por expresar sus propuestas Cassandrita notaba como el viejo paraba la trompa, sacaba la lengua y meneaba su boca como niño de pecho cuando tiene hambre.

La niña daba un paso hacia atrás puesto que el viejo echaba su pesado y sudoroso cuerpo para adelante dando un par de pasos con la intención de acercarse más a ella, incluso a la nena le pareció escuchar provenir de esos ensalivados labios la oración “mami, que ricas chiches” por lo cual se asustó suponiendo que en cualquier momento este viejo se le aventaría encima.

-bu… buenas tardes D… Don Cata…- dijo la nena con su voz temblorosa por el nerviosismo que le había causado dicho personaje y llegándose a suponer que ese viejo no era el esperado amigo de Don Marce y se tratara de un vago de esos que se las pasan borrachos tirados en las calles y es que haciendo una comparación entre Don Marce y este otro recién encarnado personaje la nena constataba que Don Cata tenía trazas de provenir, muy seguramente, de las colonias más alejadas de esa cabecera municipal. La escuela de la niña era un Colegio de Bachilleres muy cercano a la zona céntrica lo que significaba que los rumbos de dónde provendría este vejete serian detallados como inexplorados para la dulce señorita.

-buenaaas… muy buenaaas las tienes, mami- decía el viejo sin dejar de despegar su cochina mirada de las delanteras protuberancias lecheras de la jovencita.

Para Don Cata todo en ese cuerpecito de esa niña estaba muy bien puestito y desarrollado. El viejo se relamía las bembas y moría de ganas por degustar la saliva de esa perfecta boquita que lucía unos sensuales labios color natural mientras se sobaba la verga por encima de su orinado pantalón con la excusa de estárselo acomodando, el viejo traía abierta la bragueta de su pantalón por lo que se alcanzaba a apreciar un bulto tapado por el negro calzón asomándose de entre el zipper.

Para esto los insalubres aromas provenientes de la desgarbada figura de Don Cata ya habían sido alertados por la señorita lo que la hacían sentir una especie de picor en su naricita por estar respirando esos mefíticos gases que revolvían sudor con el hedor de la orina, por lo que rascándose finamente su naricita se mandaba otro par de pasos hacia atrás.

-ehh… Don Marce se está vistiendo… gusta pasar a esperarlo?- ofrecía la nena haciéndose a un lado para permitir el total acceso a tan caliente personaje quien se mantenía con un pie dentro y el otro fuera y que no se la pensó e ingresó sin despegar un solo segundo sus calientes ojos del escultural cuerpo femenino ahí presente.

Algo que entre los viejos no quedó explicado fue el nombre de la niña, como buen depravado Don Marce había contado todo sobre la nena, hasta donde tenía lunares y cuantos pelos tenía en la panocha, la forma en que gemía y los centímetros de verga que ya se podía meter a la boca, pero se le había olvidado o no fue tan importante decirles a sus amigos el nombre de su compañera de cama, por lo que Don Cata en estos momentos desconocía el nombre de la jovencita.

-tú debes de ser la amiguita de Marce? jejjejej- interrogaba el atufado sujeto utilizando sus dedos pulgar e índice para rascarse la barbilla mientras analizaba por demás lujurioso la atractiva silueta de la escultural y nerviosa muchachita quien asentía a la pregunta del viejo y que en varias ocasiones se vio en la necesidad de rotar su cuerpo con la finalidad de esconder su colita de la maquiavélica mirada de Don Cata quien no la disimulaba para nada.

 -pos te diré, chiquilla, que te ves mucho más comible en persona que en fotitos jejejje- reía el desvergonzado volviendo a posicionarse estratégicamente para tener al alcance de su morbosa vista esas nalgotas, mientras reía mostraba una placa dental muy parecida a una que Cassandrita vio en unas diapositivas (como exposición en la escuela) y que trataban sobre los casos de caries más severos que la odontología tuviera registro, por eso la importancia de lavarse los dientes.

Pero este desaseado aspecto dental ni la confianza con la que comenzaba a expresarse el viejo no fueron lo que más intrigó a la nena quien se preguntaba en su mente, “¿Fotos?”, pero si ella no tenía fotos con el viejo a menos claro las que le enviaba semidesnuda, y aterrada abría al máximo sus ojitos cuando recordó aquella en donde salía desnuda y solo con un minúsculo papelito cubriendo su zona más íntima, tan minúsculo que apenas y le daba para tapar su ranura. ¿Sería posible que Don Marce anduviera enseñando las fotos que exclusivamente eran solo para él?, y si se las enseñó a este viejo ¿Las habrá mostrado a alguien más?, era lo que la nena se preguntaba en su mente recordando que muy posiblemente así era, pues el mismo Don Marce se había delatado con ella cuando le expresó “le he platicado a unos amigos”, deducía la nena mientras el viejo Cata aprovechaba este descuido para volver a posicionarse en un lugar que le permitiera analizar a la nena de perfil, sobre todo esas nalgotas que lo tenían cautivado.

Tal vez en condiciones normales la mente de Cassandrita le hubiera advertido que todo lo que se imaginaba era cierto y que debería de exigirle una buena explicación al viejo verde cachondo de Don Marce pero a estas alturas estaba tan trabajada por el tendero que ella trataba de recrear otros posibles escenarios en donde Don Cata hubiera tenido acceso a la íntima galería, como por ejemplo, quizás Don Marce olvidó el celular en casa del bolero o se lo prestó para hacer alguna llamada y fue ahí donde este señor pudo gratificarse con tremendas postales eróticas con las cuales muy posiblemente se hubiera hasta masturbado, esta última línea ganaba mucha aceptación gracias a la cara de asno caliente y deseoso de utilizar su embutido con ella que manifestaba Don Cata quien prácticamente estaba sufriendo un orgasmo mental mientras enchuecaba su cuerpo para así poder apreciar más piel de esas imponentes piernas manifestando un agudo estrabismo. Al término de imaginar todo esto la nena recordaba que debía responder al “cumplido” de un viejo borracho al que apenas acababa de conocer, que casi se la comía con la vista y que intentaba encorvarse para verle los calzones por lo que tontamente se dio a regalarle una tímida risita y agradecer.

-g… gracias, Don Cata, ehh… - dijo la nena mientras colocaba una de sus manitas cerca de su sexo y la otra sobre sus nalgotas para tratar de reducirle el vuelo a su falda y así evitar que el viejo pudiera apreciar de más.

-gusta una cerveza?- el viejo escuchaba la propuesta de la nena pero al parecer su cerebro demoraba en procesarla, quedándosele viendo fija y morbosamente, hasta que una vez reaccionado su primitivo cerebro el viejo lentamente emitía una sonrisa guarra volviendo a repasar asqueroso el cuerpo de la jovencita. Más se le paraba la verga al bolero al darse cuenta del rubor que la nena tenía en su carita y sospechar que no tenía mucho se había comido la madura verga de su tendero amigo.

-eejjj eejejjejeje, sí, sí, se me antoja, pero la verdad que orita… (la mirada del viejo recorría por enésima ocasión la anatomía de Cassandrita deteniéndose en donde el vestido se entallaba al carnoso monte de venus) me apetecería más otra cosita, mmm- toda esta atrevida escena era coronada por un asquerosísimo remojo de labios, un enérgico desplazamiento de lengua de comisura a comisura y un paso al frente y en dirección a la chiquilla, por parte del viejo.

-ehh?- tontamente Cassandrita preguntaba simulando el no haber escuchado la sucia propuesta y nerviosa daba un paso hacia atrás pues advertía el acercamiento del vejestorio.

-ejejejjeje, que sí, mamita, pero si me acompañas con una- ofrecía el descarado hablando un poco más fuerte y cambiando el mensaje, recomponiendo su erecta postura y mandándose otro paso.

-ahh… jijij… este…no, señor… yo no tomo- negaba la nena, tanto con sus palabras como con un meneo por parte de su cabecita.

Justo en ese momento y para alivio de la jovencita aparecía Don Marce vestido con todo menos elegancia, un viejo y empolvado pantalón brincacharcos de tela indefinida y que mostraba la ausencia de calcetines en Don Marce, unos mocasines negros a los cuales ya les hacía falta una buena lavada y una remendada camiseta sport mostrando el viejo el escaso poderío de sus brazos y la arrogancia de su timba, un poco de agua en lo que sobrevivía de su entrecenizo cabello para que este no esponjara y así, sin ducharse y sin cepillarse los dientes, mucho menos sin echarse antitranspirante salía listo para la tardeada.

-que alegan?, que se cuchichean ustedes dos?, jejeje- bromeaba el vejete Marce subiéndose el pantalón hasta casi el ombligo.

-nada, Marce, solo estoy tratando de relacionarme con esta encantadora muchachita, jajaj- explicaba Don Cata pegándose tremenda risotada, si su timbre de voz era fuerte, su risa era grotesca, casi hacia llorar a los niños pequeños con solo reír, para esto la niña tímidamente y con carita asustada se acercaba a Don Marce en un intento por buscar la protección de la persona a quien más confianza le tenía.

Quizás había la posibilidad de que Cassandra, cuando considerara el momento, pidiera una buena explicación a Don Marce sobre como ese viejo recién aparecido se había enterado de las fotos que ella enviaba, pero al parecer, con la impresión que recibía de este desagradable personaje, mañoso en todo sentido, y que seguramente ya estaría imaginándose en qué forma se cogería a la niña, para Cassandrita era más viable permanecer segura junto a Don Marce.

-aaaayy mamashitaa!! En ese bolillo si embarro mi mantequilla, jajaja- rebuznaba el bolero quien no perdía detalle de como la nena buscaba a cada segundo la protección de su amigo tendero, a pesar de estar en estado etílico, su mente le daba para imaginarse cosas entre estos dos, pensamientos que le tenían la pestilente verga al punto la cual al estar apretada entre sus pantalones amezclillados mantenía forzadamente una curva similar a la forma de la nariz de Gonzo sin mencionar la hinchazón que dibujaba, y al ver como la niña miraba en repetidas ocasiones a “piernas locas” con carita de apendejada le daba a suponerse que era cierto lo que su buen amigo les comentaba, “si se la anda comiendo, jeje”, se decía el viejo en su cochina mente mientras se sobaba el bulto a discreción.

-ya, ya, Cata, ámonos, que ya se nos está haciendo tarde jeje- opinaba Don Marce.

-tate (estate) sosiego, Marce, Filo me avisó que ya está allá apartándonos lugar, jeje- y así, este trío partía rumbo a la gran celebración.

¿En que se iban? Pues al parecer para la gente humilde que habitaba la periferia Cata vendría siendo un verdadero terrateniente, pues el muy sinvergüenza había logrado hacerse de algunas cositas si bien en base a su arduo y legítimo trabajo como bolero del parque central también lo hacía aprovechándose de la explotación laboral infantil a la que sometía a sus nietecitos, pobres almas desamparadas que habían quedado bajo la custodia del viejo borracho y pendenciero quien los mandaba a vender chicles en las avenidas para que así aportaran económicamente a la lucha.

Pues era entre esas cositas que se encontraba un herrumbroso Volkswagen modelo mil novecientos que les importa cuyas llantas tan desgastadas hacían verlo como si anduviera en los puros rines, de asientos apolillados y empulgados por fungir buena parte de su vida en el deshuesadero como motel para perros, pero era este vehículo el que había sido el ganador para servir como carrosa cenicientesca para la pequeña princesa, que desde un principio no tuvo mucha competencia pues solo lo hizo contra el triciclo de Don Cande. Y como el casi destartalado vehículo era de dos puertas, los descarados vejetes (Don Marce y Don Cata) como todos unos caballeros dejaban que la nenita entrara primero quedándose ellos a la expectativa de lo que pudiera mostrar ese vestido cuando Cassandrita doblara su cuerpo para poder entrar, mirándose entre ellos maliciosos después de haberse engolosinado viendo como esa faldita se le subía más de la cuenta a la nena hasta casi enseñar el nacimiento de sus nalgas aunque después ella tapó con una de sus manitas pues en un desvío que dio a su mirada notó al viejo Cata sudando escandalosamente y mirándole descaradamente el culo.

-puta madre, Marce, pinche culote que se le hace, sácale una foto cuando la tengas de perrito, jeje- opinaba el encanallado tratado de imitar las dimensiones del nalgatorio de la chiquilla con sus pervertidas manos.

-jeje, y estuve a punto de chingármelo pero tuviste que llegar, pa´ la verga- recriminaba Marce, ambos vejetes terminando de degustar su cerveza para arrojar las latas a la banqueta.

La niña, desde adentro, veía como este par de antiguas y descuidadas anatomías platicaban quedito y entre risitas pero no dio mayor importancia por lo que, acomodándose el vestido de la parte de su busto se cruzaba de piernas mientras hacía para atrás su cabellito y se ponía a revisar su celular. Un mensaje de Armando enviado hace casi dos horas preguntando si ya había llegado a su casa, que no le había dado tiempo a despedirse y que si se encontraba bien, la nena respondía con un “si” seguido de un emoji sonriente.

-oye, oye, y la grabaste?- preguntaba Don Cata, a quien se le volvía a formar otro hilo de saliva colgando de sus morenos y gruesos labios, recibiendo como respuesta de Marce una libidinosa sonrisa macabra.

-a ver, enséñamelo, jejej- exigía Don Cata, con la salacidad remarcándole las venas de sus saltones ojos.

-pos ora, jajaja- Don Marce se apretujaba vulgarmente su masculina tranca y arrimaba de forma grosera su pelvis contra su compañero.

-chinga tu madre, ajajaj- respondía Don Cata.

Pero Don Marce ignoraba por completo una plática vía celular entre Don Cande y Don Cata la cual se abordó en privado en la cual se mantenían desconfiados ante las revelaciones que les había hecho su amigo tendero sobre el manjar que se andaba degustando, pero, en caso de ser cierto, se habían analizado dichas interrogantes ¿Qué probabilidades tenían este par de poder disfrutar también de los elixires femeninos que brotarían de esa tímida rajita apretadita? ¿Cómo dejar fuera de la escena a Marce? Y sobre todo ¿Cómo convencer a la chiquilla para que cogiera con ellos? Dichas incógnitas cobraban fuerza al constatar Don Cata la existencia de la mocosa, un último mensaje enviado por Cata a Cande antes de partir a la fiesta resaltaba: “es cierto, cabrón, la chiquilla está rebuena, tiene un culote, unas chichotas, apenas la vide y se me paró el camote, hay que disimular no vayamos a cagarla, en cuanto a Marce, tú no te preocupes, yo me encargo, jejej” ¿Serían capaces este par de jugarle tremenda canallada a su amigo?

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Departamento de Asdany, 8:17 pm…

La joven practicante se arreglaba meticulosa dando los últimos retoques a su persona, apreciándose en un espejo aplicaba un poco de sombra, delineador y algo de polvo antibrillo. Un muy ajustado vestido blanco de manga caída y a medio muslo acentuaba esa deliciosa silueta curvilínea además de permitir recrear el atrayente inicio de ese par de deliciosos melones junto a una aceptable porción de estos. La elegante nena se calzaba con unas zapatillas de doce centímetros que le daban suma elegancia y sensualidad al caminar, y se realizaba, en su largo y rubio cabello, una especie de espiral atorándose en ella un par de palillos para evitar que se deshiciera la formación.

Su atlético novio no demoraría en llegar después de haber ido de visita a casa de sus padres (fuera de la cuidad), y así, ambos asistirían a una cena que ella misma se había encargado de programar de forma sorpresiva para su pretendiente y en donde se estarían prácticamente despidiendo por un periodo de más o menos un mes y medio; para después, muy posiblemente, la cama sería el lugar donde la joven pareja cerrarían con broche de oro la velada después de varias semanas de abstinencia entre ellos, ahí la razón por la que la niña quería lucir espectacular para su macho.

Tal vez para Michael la manera en que Dany andaba vestida sería muy llamativa, mas considerando que mucha gente probablemente estaría ahí, sobre todo hombres, maduros principalmente, quienes no se limitaban en recorrer lascivos las potentes y resaltadas curvas de la mujercita aun con la presencia del joven acompañándola. Pero bastaba con que esta niña le ronroneara un poquito para tranquilizarlo y hacerlo sentir orgulloso de la mujer que se gastaba, quien aun portando vestidos más largos y con escotes más reservados no le impedía sentir miradas inapropiadas sobre sus generosas gemelas y firme trasero.

La atractiva chiquilla estando en sus últimos detalles y pasándose cuidadosamente una tenue capa de lápiz labial que le hacía ver sus labios un poco más gruesos dándole un aire de sensual erotismo escuchaba que alguien llamaba a su puerta. Risueña, pensando que se trataba de su apuesto caballero, caminaba hasta la puerta a una velocidad considerable tomando en cuenta el tamaño de sus tacones, al llegar, la nena estiraba un poco la falda de su vestido, acomodaba el par de mechones rubios que caían por los laterales de su angelical rostro y asomaba por la mirilla alertando del otro lado la figura de su amiga, Diana.

-Diana, ¿Qué pasó, que se te ofrece?- Preguntaba la güerita pues le causaba sorpresa la aparición repentina de la joven docente.

Sin embargo, no más admiración le causaba que el notar la sugestiva vestimenta que la educadora se cargaba, una blusa negra tremendamente escotada y de finísimos tirantitos, mostrando poco más de la mitad de esas carnosas pechugas, Diana tenía que acomodarse el escote a cada rato para evitar enseñar más de medio pecho, una minifalda también negra la cual lucía tremendamente estirada por las extensas caderas de Diana. Y es que Diana era muy voluptuosa, muy bonita de cara solo que en ocasiones como la presente Dianita se la maquillaba de más, lo que si es que sabía acentuar las partes de su cuerpo que se debían acentuar, como por ejemplo su cintura al llevar puesta esa blusa que también actuaba como faja reductora y esos tremendos tacones que reafirmaban sus piernas, aun así, era notorio en su cuerpo el haber ganado un poco de carnes estos últimos años en que había abandonado el gimnasio pero no lo suficiente como para hacerle perder sus curvaturas. Una “gordibuena” era el apodo utilizado por el buen Pepe para describirla, aunque también consideraba que el prefijo “gordi” le quedaba grande, “todavía está para ponerla en cuatro” era la frase con la que Pepe opinó sobre ella mientras platicaba con Teo hace apenas unos días cuando la vio sacando algunos papeles de su auto, con su cuerpo bien empinadito y su faldita subiéndosele más de lo permitido.

También Diana se regocijaba por haber encontrado a la joven practicante en ropas de gala, mirándola desde sus delicados piecitos hasta su lacio y rubio cabello, expresando una silbatina demostrando el agrado por lo que veía. De más está decir, pero aun así tengo que recordar, que Diana fue bisexual, aparentemente con su sexualidad ya definida hacia lo hetero desde que conoció a su presente novio, aun así, en ocasiones, tratando ella de controlarse, no podía evitar reconocer (solo para ella) una cierta atracción hacia la fisionomía de la practicante. Las mujeres en ocasiones suelen tener costumbres que los hombres no tendrían, como por ejemplo, tomarse de la mano o sentarse una sobre las piernas de la otra y cosas así, esto no implica homosexualidad, pero Diana al momento de llevar a cabo, junto a Asdany, alguna de estas escenas, no podía evitar sentir algo más, y al ver esos muslos desnudos recordó una vez en que Dany se le sentó a ella en sus piernas y Diana posó por un buen rato una de sus manos sobre la pierna de la chiquilla, disimulando su excitación para que Dany no se diera cuenta de ello mientras conversaban con otras maestras con total naturalidad, en ocasiones con Dany levantándose del regazo de su amiga para volver a dejar caer sus nalgas sin aviso alguno. Tal vez, dicho suceso motivó a alguien (no se sabe quién) para comenzar a divulgar el rumor de que este par de niñas practicaban el lesbianismo, mito que por fortuna no tuvo el efecto que se hubiera querido pero aun así todavía entraba dentro de las sospechas de algunos cuantos.

Sin embargo Diana no pudo evitar manifestar un golpeteo en su pecho y después un rico vacío en su estómago cuando observaba la inocencia que aún se distinguía en el rostro de la hermosa Asdany, finamente maquillado y con unos breves y seductores labios los cuales no podía dejar de admirárselos, más aun Asdany forrando su descomunal cuerpo trabajado en arduas sesiones de fitness con un vestido que potenciaba sus curvas.

-vengo a robarte, jaja, naa, vengo a invitarte a salir… o venía, creo que llego en mal momento- decía Diana mientras repasaba de abajo hacia arriba el cuerpo de su joven amiga.

-ay Diana, ¿No recuerdas? ya te había platicado que hoy saldría con Maicol (Michael)-

-¿Pos que no se había ido ya?- Preguntaba Diana, quien para esto ya entraba al departamento y se acomodaba en un sillón, entrecruzando sus voluminosas piernas pero cuidando ese mínimo triangulito que se formaría entre la tela de su falda al cruzarse sus piernas y que podría revelar el color de su ropa interior.

-No, aun no, se va el lunes en la noche, y usted ¿Qué me cuenta? Yo la hacía con su novio- hablaba Dany mientras caminaba hacia la barra, donde guardaba algunos artilugios dentro de su bolso, en ese trayecto Diana no pudo, por más que quiso, quitar su vista de la gracia e inocente coquetería que irradiaba el atractivo cuerpo de la rubia muchachita en cada paso que diera y pose que ejerciera.

-ummh, nena- respondía Diana, Asdany veía en el gesto y en la mirada de su descotada amiga que había tocado un tema incómodo, pero dada la confianza que existía entre ellas dos, preguntó:

-qué pasa?-

-mira, te voy a contar… (Diana recibía un vaso de jugo entregado por la güerita) la verdad es que… hace un par de días que Joel y yo…- explicaba Diana, con desgano.

-¿Ya terminaron?- adelantaba Asdany, recargándose de la barra, mirando de frente a su amiga, tomando también un poco de jugo.

-nooo! jajaja, no seas tosca, aun no… pero si discutimos, él me propuso que nos tomáramos un tiempo pero ya no sé, apenas hace rato me mensajeó diciendo que me quería ver, pero lo dejé en visto… en venganza a que apenas ayer lo cité para arreglar las cosas y nunca llegó, de veras amiga que me sentí tan mal, nunca me había hecho eso- relataba Diana.

-qué?, pedirte un tiempo?- preguntaba Asdany, terminando su bebida y cruzándose de brazos.

-noo, mensa!! Dejarme… plantada, seguro hoy me mandó el mensaje porque no tiene donde meter la leña y como aquí está su pendeja… pero no, ya no, estas (Diana golpeteaba sus muslos) hoy no se abren- sentenciaba la libertina profesora.

-ay Diana, a lo mejor se quiere disculpar por lo de ayer… y ya te he dicho que no utilices ese… vocabulario conmigo, ni pareces maestra hablando así- regañaba Asdany.

-ok, ok, perdón, se me escapó jiji, mira, ya nos hemos dado algunos lapsos de tiempo antes y siempre tenemos que intentar arreglar el asunto cuando él dice, ósea, cuando el niño tiene ganas, por lo que siempre que es así es de suponerse que vamos a terminar en la cama, ¿Por qué hoy sería diferente? Ayer, que fui yo la que quise hablar en buen plan, me planta sin ni siquiera avisarme, ¿Qué le costaba enviarme un mensaje o decirme desde un principio que no podía? Una a veces solo quiere platicar en buen plan pero los hombres todo lo quieren resolver en la cama y no!! Así no son siempre las cosas, o sea, piensan que con tirarse a una ya se solucionó todo- relataba Diana.

-hombres- respondía Dany.

-y pues hoy quiero salir a distraerme de todo este rollo pero no quiero salir con las amigas de siempre, una que quiere desahogarse y ellas que en vez de ponerte atención a lo que les platicas se la pasan viendo a que macho se le miran más grandes (las nalgas), y pues de vez en cuando una necesita uno que otro consejo y… yo pienso que… quien mejor que tú… peeero- exponía Diana.

-umm, i´m sorry, créeme que si no tuviera este compromiso iría contigo, entre la escuela y la práctica yo también tengo ganas de distraerme un rato, igual Maicol que siempre ha querido llevarme a cenar, y aunque hubiera preferido prepararle algo aquí o en su depa él siempre ha estado interesado en ir a ese lugar que reservé, hoy me toca a mí complacerlo, tuve que hacer muchas llamadas y quiero que valgan la pena- contestaba Asdany.

-ay Dany, ojala y mi relación fuera como la tuya, nunca he escuchado que ustedes discutan o se peleen por insignificancias- Diana había sacado un espejo y se aseguraba que no se le hubiera corrido su rímel.

-jaja, no te creas, puede que nos veamos como el noviazgo perfecto jaja, pero a veces sí, también tenemos nuestras diferencias- bromeaba la güerita.

-ni modo Asdanita, tú te lo pierdes, voy a ver cuál de mis “amigas” aún no está trambucada, jaja- dijo Diana, con celular en mano.

Pero justo cuando Diana terminaba de relatar su enunciado el celular de Asdany comenzaba a timbrar anunciando una llamada, las jóvenes se miraron entre ellas y Dany lo tomó para ver de quien se trataba.

-es Maicol- le susurraba a su amiga.

-hola amor, ¿Dónde estás? ¿Ya vienes en camino?-

-¡!¿y eso?¡¡-

-pero… ¡!¿Cómo? ¿Cómo fue? ¿Están bien?¡¡-

-sí, sí, ¿Dónde estás?-

-ay Maicol ¡¡¿Cómo que para qué?!!-

-¡¡cómo no voy a estar preocupada!! ¡¡Es tu papá!! ¡¡Debería yo de estar ahí también!!-

-pues, le puedo decir a… Diana que me lleve-

-ehhh no…- la joven universitaria se alejaba unos buenos pasos de donde se encontraba su amiga sentada, así como también le bajaba un poco su tono de voz.

-pero vive aquí cerca- respondía la nena, seguido por una serie de cuestionamientos por parte de su novio donde le exponía que desaprobaba esa relación.

-ok, si, si lo recuerdo, oye, ehh… ¿Crees llegar pronto?-

-¿Quééé?!! Tanto, umm, pues bueno, creo que es mejor así como tú dices, me mandas mensaje cuando ya vengas en camino-

-ok amor, cuídate, te amo, mañana temprano voy para allá-

-sii, le voy a decir a mi tío que me lleve-

-nena, ¿Está todo bien?- Preguntaba Diana, una vez que Dany regresaba cerca de ella con carita desilusionada.

-ay, Diana, Maicol y su papá se accidentaron, por fortuna nada grave, solo su papá que entró en crisis nerviosa, es que es un señor ya algo mayor, al parecer lo van a trasladar a un hospital para revisarlo mejor-

-pero cómo?- preguntaba Diana.

-ya venían para acá cuando un… idiota que venía borracho los impactó, y todavía se les puso imprudente-

-pos si… pero… ¿Y su cita?-

-pos ya valió, como él no sabe nada de esto pues orita su prioridad es su papá, y aunque supiera de la cita eso no cambiaría, lo que son las cosas, ora que me arreglo antes porque luego él está… que y que me demoro mucho y mira lo que pasa- explicaba Dany.

-sí, así pasa cuando sucede-

-bueno, pues creo que me voy a cambiar- Dany daba la vuelta quitándose los palillos de su pelo, desbaratando su peinado haciendo que su cabello cayera como una rubia cascada y moviendo ese escultural cuerpo se dirigía hacia su recamara.

-momento!! Dijiste que si no tuvieras este compromiso!! Irías conmigo!!- gritó Diana después de haber reaccionado del trance hipnótico que le causó el femenino contoneo de caderas con el que Asdany se desplazaba, movimiento que le salía por naturaleza.

-Diana, ¿No ves la situación? ¿Cómo voy a salir así con lo que acaba de pasar? Además Maicol dijo que pueda que a las once se regrese si es que su papá no tiene nada grave y que el último autobús tenga asientos disponibles, por lo que estaría llegando aquí como doce y media, y quiero esperarlo- sentenciaba Dany, sobándose sus brazos.

-son ocho y media, tienes cuatro horas en las que no vas a hacer nada, ándale, vamos, unas dos horas y ya, Dany, por favor, acompáñame- rogaba Diana.

-¿Por qué mejor no platicamos aquí? Si quieres podemos ordenar algo- opinaba Asdany, por un momento se le ocurrió a la estudiante en psicología utilizar esa reservación con su joven amiga, pero desechó la idea al considerar la vestimenta de Diana.

-ay no, no sé, pero siento como que no le caigo a tu novio, no vaya a ser que llegue antes y me encuentre aquí y te meta en problemas- preocupaba Diana.

-no exageres, Maicol no es así, lo que si es… que si llega y no estoy puede que se moleste un poco- mentía la universitaria.

-por eso te digo, unas dos horas, antes de las doce estás aquí, mira, ya se nos fueron diez minutos platicando, ya fuéramos en camino, ora, mira, si te regañan por mi culpa, si no estamos aquí antes de las doce te prometo que ya no te vuelvo a insistir en nada, es más, si te pido que me acompañes a algún lado me puedes mandar a donde se te antoje, oraaa- insistía Diana.

-ay, Diana-

-oraa, oraa- Diana, aun sentada, tomaba a Asdany de sus manitas, quien permanecía levantada junto a ella.

-umm ok, está bien, pero con un par de condiciones- estipulaba Dany.

-¿Cuáles?-

-la primera… solo iré un rato, un par de horas, no pienso quedarme más tiempo, y la otra… nada de hombres, solo vamos tú y yo, nada de andarme presentando con fulano, con zutano y con mengano, no es que sea chocosa pero yo no voy buscando hombre, yo tengo el mío y lo amo, y espero que eso le haya quedado claro a tus amigos del otro día, entendió señorita?- preguntaba Asdany manifestando ese descontento hacia los amigos de Diana quienes no demoraban en preguntar por esa niña güerita cada que las veían juntas.

-te lo juro que no, solo tú y yo, es más, vamos a ir a un lugar donde sé que no andarán esos buitres, jajaja-

-bueno, deja cambiarme- dijo Asdany, pues consideraba sus ropas como para otro tipo de eventos, salir a platicar con su amiga lo veía algo más informal y si quería que los amigos de Diana no se interesaran en su figura entonces ella debería también de aportar a la causa, pero ¿Cómo hacer eso posible? Si con cualquier vestimenta que la güerita utilizara lucía llamativa y apetecible.

-noo, noo, noo, asi, vámonos- decía Diana, volviéndole a recorrer visualmente todo su cuerpecito.

-no, espérame, no demoro-

-no, así, te ves muy…

-muy qué?-

-muy linda, creo que nunca te había visto en vestido- exponía Diana, quien quería ganar, o más bien perder, un poco más de tiempo.

-sí, ¿No te acuerdas?, los primeros días de práctica iba en vestido, o sea, no tan corto como este pero si iba, solo que, como tú dices, ya vez como son los hombres, o en este caso los padres de familia y algunos… maestros-

-sí, sí, pero ya, así vete-

-ok, vámonos, solo deja y le aviso a Maicol- articulaba Asdany. Diana correspondía con una mueca dando a entender que no le gustaba mucho la idea.

-noo!, no le marques-

-¿Por qué no?- Preguntaba Dany, intrigada. Diana, levantándose como resorte, se jaloneaba su minúscula falda y con los deditos de su mano enumeraba:

-por muchas cosas, no te va a dejar y más se va a enojar, te va a poner peros, te va a preguntar con quién vas, nada más va a estar marque y marque y no nos va a dejar platicar a gusto, no, no, no, amiga, noo! No tengo nada en contra de tu novio pero lo que sea de cada quien, es celosísimo, más que el mío, y te aconsejo, mejor que no sepan dónde estamos, ni el uno, ni el otro, por eso mismo solo iremos de entrada por salida, nada de hombres, y antes de las doce estaríamos aquí, nadie se entera y todos contentos, ¿Ves que bonito es tener la conciencia tranquila?- respondía Diana.

-ehhh… este… bueeeno-

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Casi al mismo tiempo en que se llevó a cabo esa pequeña plática entre ambas niñas, otro par de personajes, de perfiles completamente opuestos y embarcados en una camioneta dirigiéndose a jambarse un buen lomo, se ponían al día sobre algunos temas que a ellos interesaban…

-y tú que le inventaste a tu vieja para que te dejara salir?- preguntaba Teo, fungiendo como piloto, a su redondo y libertino compañero de profesión.

-oye, Teo! No mames, cabrón! ¡¿Con quién vergas crees que estás hablando?! yo no tengo porque pedirle permiso a esa bruja cuerpo de sandía que nada más se la pasa echada en la cama, yo salgo y llego a la hora que se me hinchen los putos huevos, que por cierto los traigo bien hinchados jajajaja- alardeaba Pepe sobándose sus carnosidades acomodándoselas para que estas fueran más notorias mientras rebuscaba en su celular sabrá que cosa.

El casi jubilado didacta había elegido para salir uno de los pantalones color caqui que más apretado le quedaba y por ende que más le remarcara las bolas con todo y pico, bastaba una leve erección para que su masculinidad quedara de manifiesto a la vista de todos, así como no importaba tanto la erección para que sus bolas fueran divididas por esa costura que recorre a los pantalones en la zona del perineo, partes de su cuerpo que el viejo no se intimidaba en mostrar, le encantaba caminar con ese tipo de visiones por veredas donde deambularan jovencitas.

-que va a ser, y entonces la otra vez que te marcó cuando estábamos en La Almeja Caliente?, que tú ni te la pensaste para pagar la cuenta e irte, viejo mandilón, jaaaaaaaa jajaja- recordaba Teo.

-no seas pendejo, ese día fue otro el compromiso por el que abandoné, un compromiso de nalgas… que diga, de faldas jeje, aguanta, tengo algo que mostrarte- explicaba el malentendido el viejo Pepe mientras rebuscaba en su móvil, pero rápidamente, como si oliera a las hembras en celo, su mirada se posaba sobre tres cuerpos femeninos.

-hablando de nalguitas, mira nada más lo que va ahí, mmm, mamacitas- señalaba Pepe a tres hembras de cuerpos carnosos mordiéndose cochinamente el labio inferior haciendo a un lado su teléfono. Solo una que portaba un shorcito blanco y que era la más cercana a él sería la que tendría el honor de ser repasada más a detalle por el grueso docente.

Era como si la nariz de cochino del maestro Pepe contara con una especie de radar integrado que le permitiera detectar a distancia la ubicación y dirección de alguna joven fémina ya que a cuadras de distancia había alertado el caminar de las tres hembras por lo que pedía a su raquítico colega que acercara un poco más el vehículo a la acera y cuidara la distancia cuando les diera alcance.

Procuraba el viejo y risueño Teo no pisar fuerte el acelerador para así alcanzar y rodar al mismo paso que las muchachas, Pepe bajaba el vidrio para asomar su cachetona y grasosa cara, tan mofletuda que le generaba una deformación en el chipo al grado de mantener sus abatraciados labios en forma de “O”, y saludaba a las hembras con finura, sofisticación y con voz sumamente gruesa y masculina.

-buenas nach… que diga, noches, disculpe señorita… (Pepe se dirigía a la de shorcito blanco, quien al escuchar el saludo, volteó) me podría decir… cuando me lo como? Jajajajaa- carcajeaba el sabio enseñante ante sus respetuosas palabras, no igual de respetuosa fue la respuesta que obtuvo de la notablemente airada muchachita.

-chinga tu madre!! Viejo cochinoo!! Cómase la de mi maridoo!!- rezongaba la joven mientras Pepe se expresaba deleitoso y meneándoles su bovina lengua a las jóvenes recitaba:

-así la ha de tener tu marido, chiquiiiiiiiiitaa, jaja- burlaba Pepe, mostrándoles a las damas su mano derecha tratando de unir su dedo pulgar con el índice, dejándolos a un par de centímetro de tocarse, algo que fue malinterpretado por la mujer quien pensó que el gordo podría estarse burlando de las pequeñeces de su marido.

El también bufón Teo, en tanto, no dejó pasar mucho para emprender la correspondiente huida antes de que una piedra pudiera ser arrojada e impactada contra algún vidrio de su camioneta por parte de la muchachita quien encandilada escuchaba las burlas y risotadas de los tripulantes.

-jeje, y luego porque te dicen lo que te dicen, gordo- opinaba Teo.

-ja, me vale verga, ahora mi buen, ¿A dónde vamos?, a La Almeja Caliente? La Papaya Apachurro? O a La Peppa Pig? hoy tengo ganas de coger, no sé porque pero desde que salí la traigo bien parada jajaja- explicaba Pepe.

-que no íbamos por el lomo?-

-ya vas a empezar con tus mariconerías, ¿Qué no quieres coger hoy?-

-claro que sí, gordo, de que quiero, quero, eso todos los días, jejeje, pero hoy si te voy a quedar mal, hoy si vengo solamente por el lomo, hoy no se me antoja la otra comida, jejeje, sé de un lugar donde los preparan muy sabrosos, además una de las meseras está para chuparle las pantaletas mmm, cógetela gordo, si quieres la esperamos a que salga jeje, pero solo hasta las doce, si a esa hora no sale y quieres seguir esperándola allá tú, acuérdate que no me puedo desvelar tanto, mañana tengo visitas muy importantes y no puedo dármelas de anfitrión en condiciones etílicas, y a todo esto existe un proverbio que versa más o menos así “el que madruga come pechuga” jeje- exponía Teo recordándole al gordo que al otro día, domingo, también acompañaría a su esposa a hacerse de las compras de la semana, por lo que tendría nuevamente la dicha de verle los globitos a Susanita, una joven cajera con quien su esposa había simpatizado.

-yo siempre he tenido una duda, si el que madruga como pechuga, ¿Qué come el que trasnocha?, jajjajaja- preguntaba Pepe, ambos ilustres caballeros carcajeaban ante sus ocurrencias mientras se dirigían a degustar ese lomo que había quedado pendiente no sin antes desviar sus calientes miradas hacia una concurrida discoteque que les quedaba a metros de donde ellos iban circulando.

-mira, mira eso Teo, que bárbaro ¿Por qué no fui maestro de universidad?… culoooooss!!!!... culoooooooooss!!!!!!- gritaba Pepe casi desgañotándose al tiempo que arrebataba el volante a Teo para tocar el claxon de manera bulliciosa justo cuando pasaban por el antro en donde en su mayoría jovencitas hacían fila para ingresar, pegando tremendo acelerón Teo cuando corroboraba que los escandalosos gritos de su acalorado acompañante fueron escuchados por algunas de las presentes.

-vamos a poner música- sugería Pepe, excitado, encendiéndose el autoestéreo colocando una USB que siempre lo acompañaba colgando de su inexistente cuello como cadena y subiéndole prácticamente todo el volumen para que la canción “Another brick in the wall” de Pink Floyd resonara por donde él circulaba, un verdadero maestrazo era ese Don Pepe, de esos que ya no hay.

-quiero ver tangaaass- volvía a vociferar el catedrático.

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Iban a dar las nueve de la noche cuando Lupita y su pretendiente venían llegando a la casa de la niña después de haberse pasado prácticamente todo el día juntos, los jovencitos, inexpertos en las artes amatorias, con más ideas por parte del muchacho, hablaban muy juntitos en la parte trasera de la casa aprovechando que los padres de la niña no se encontraban. El joven tomaba la delicada cintura de la virginal muchachita y la llevaba contra la pared, ella quien permanecía de espaldas a la pared, evitaba los inminentes besos que su apuesto cortejador intentaba darle y solamente le correspondía tallando su fina naricita contra la de él y recargando su cabecita contra el pecho de este. El joven, con las hormonas revolucionadas, trataba de aguantarse las ganas que tenían sus manos por bajar a terrenos más íntimos en la anatomía de su compañera, y las disimulaba llevándolas a acariciar el cabello de la chiquilla.

No es que la nena no le gustara lo que estaba pasando, y lo que podría pasar, pero, algo dentro de ella le advertía que no debía suceder. A diferencia de Cassandrita quien desde hace algunos años había dado ya su primer beso (precisamente con Armando) esta otra chiquilla, Lupita, aun no era capaz de probar labios ajenos, y era este otro muchacho de nombre Eric quien podría ser el dichoso afortunado. De vez en cuando el muchacho arrimaba su cuerpo contra el de ella, el cual despedía un calorcito enloquecedor, y traicionado por la calentura del momento y en una oportunidad que tuvo y que supuso sería la que toda la noche había estado esperando llevó su manita un poco más abajo para intentar abrirse paso entre el jeans de la pudibunda muchachita pero era la misma chiquilla quien detenía el avance escapándose de entre sus inocentes labios un “no” secundado por un meneo negativo en su cabecita.

-entonces dame un beso- susurraba el joven.

-no- repetía Lupita.

-¿Por qué no?-

-porque no, pueden llegar mis papás-

-uno nada más, orita que no hay nadie-

-umm, bueno, solo uno-

Pero justo cuando ambos nenes ya daban por sentado que iban a besarse, cuando Lupita había aceptado regalarle su primer beso a este niño, cuando ya ambos habían acomodado sus boquitas y las acercaban una contra la otra, las luces de un auto que venía entrado por la parte donde estaban ellos los obligaba a separarse.

-hija! Ven! Ayúdame con unas bolsas!- llamaba la mamá de la niña, teniendo el joven que prestar también sus servicios.

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Las jóvenes maestras llegaban a una no muy concurrida discoteque, no es que fuera de mala muerte, sino que más bien no se prestaba tanto al relajo, este negocio trataba de mantener un ambiente más familiar, sin bullicio, por lo que música de géneros varios se escuchaba a volumen que permitiera hablar sin gritar, por lo que a Dany le agradó el lugar.

Desde que arribaron, pesar de que Diana iba vestida notoriamente más atrevida, era Asdany quien se llevaba casi todos los reflectores, su femenino y coqueto caminar envuelto en un aire de inocencia y sobre todo, ese cuerpazo y esas nalgas bien formaditas y redonditas apretadas en un corto vestido hacían que la pequeña comunidad de clientes, la mayoría varones, dejaran un poco de lado lo que estaban haciendo por admirar la belleza de esa jovencita recién aparecida y que penosa manipulaba su bolso entre ambas manitas elevándola a la altura de su vientre, más aún Dany demoraba un poco en tomar asiento en lo que volvía a anudarse su cabello con el par de palitos.

-y bien, ¿Qué te parece?- preguntaba Diana, cruzándose de piernas, ambas muchachas ya sentadas.

-sí, está bien, y bueno… ¿Qué querías platicar?

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En una pequeña lonchería, rato atrás…

Los viejos docentes, calientes a mas no poder, daban su punto de vista hacia las fotos que Pepe mostraba a Teo, eran fotos de sus pupilas de voleibol que el buen maestro descargaba del whatsApp y resguardaba en su galería, y que por lo general revisaba cuando se la pasaba encerrado en el baño, y no solo eso, el viejo contaba con algunos videos de las niñas practicando el voli cuando las citaba en horarios fuera de clases, lejos de las miradas de sus demás colegas, todo esto según él para evidencias, pero, grabando en mayor medida, a la más culoncita del equipo.

El maestro Pepe se relamía las bembas cuando grababa a Cassandrita, con repetitivos close-up que le realizaba a la niña cuando ella brincaba, realizaba el saque, voleaba o golpeaba con sus antebrazos, y es que Cassandrita no era de sus mejores jugadoras. Por eso es que el buenito maestro debía de prestarle mayor atención a sus movimientos y así ver en qué fallaba, pero el respetable táctico era seducido atrozmente por el maravilloso rebote que mantenían los pechos de Cassandrita cada que ella realizara algún movimiento, por el mínimo que este fuera. Se fijaba maliciosamente cuando la bella señorita se acomodaba su corto y apretadito shorcito de física, cuando se agachaba a atarse las agujetas o subirse sus tines, o cuando se alzaba su casaca mostrándole al viejo prácticamente toda se desnuda espalda con la intención, ella, de acomodarse el sostén. Esto último era algo que la distraía mucho, y es que la núbil señorita practicaba el voleibol en brasier normal, daba cuenta el maestro Pepe que su dirigida no usaba brasieres deportivos, deducía mientras volvía a sonreír morboso, con la dirección de sus ojos protegida por unos lentes negros aunque fuera de noche.

Pero no nada más Teo era degustador de semejantes postales y videos escolares, el maestro Pepe también tenía su círculo de amigos, viejos maestros que él conoció en su etapa como personaje de renombre en el Sindicato, Supervisores Escolares, Miembros del Colegiado, Rectores y Directores; de entre todos ellos tendría que haber uno que compartiera el gusto por la enseñanza del modo que Pepe lo veía, visoreando y apadrinando a las jóvenes promesas. Y en este caso Pepe contaba con dos chiquillas que prometían mucho, pero el maestro era realista, veía muy lejana la posibilidad de intervenir por la rubia practicante más sabiendo que ella podría apalancarse, si así lo quisiera, por otros medios (su tío, el director), por lo que veía más viable intervenir por Cassandrita en el ámbito deportivo, el deporte y la educación siempre han ido de la mano.

-y que fue con la propuesta que le hiciste a Cassandrita?- preguntaba Teo, interesado, mientras admiraba en una foto la belleza de la mencionada.

-serenidad y paciencia8 mi buen, no hay que presionar a la chiquilla, aunque la verdad ya me estoy arrepintiendo- respondía el gordo.

-y eso? ¿De qué?-

-mira flaco, creo que me dejé llevar por mi testosterona… pensé más con las bolas que con el cerebro, la verdad ya no me interesa tanto citar a la niña en mi cubículo entresemana, pudiendo haberle dicho que me ayudara un fin de semana, un sabadito o un dominguito, jeje y así la tendría para mí solito y vestida en ropitas de civil, mmm… imagínatela tenerla en una faldita como la que llevó a la disco o unas mallas bien pegaditas, o un shorcitoo, mmm, mi amor, le daría un pinche mamadón de sapo que la dejaría hasta escaldada, jajaja, ahh, ahh, ahh (el maestro Pepe trataba de imitar los gemidos femeninos)…  tengo entendido que los sábados es el día en que sus papás llegan más tarde a su casa y que ella en ocasiones ayuda a su mami en una zapatería… quizás la cite para el otro sábado, yo mismo puedo ir por ella a su casa, jejeje, estaría sola… llevo masturbándome a salud de esa niña desde que hizo fila en las pre-inscripciones, jaja- hablaba el gordo, con su verga reaccionando bajo sus pantalones.

-sii, me acuerdo, su mamá es Rosalbita, Salbita le decíamos, yo le di clases, muy seriecita, y chichona también, jeje- agregaba Teo.

-es que eres bien pendejo, ya le hubieras sacado plática a esa mocosa aprovechando que conociste a su mamita, nada más porque yo no estaba aquí en aquel entonces, aparte de darle clases yo le hubiera dado pa´ dentro- determinaba el gordo.

-ja, no es tan fácil, pendejo, tú mismo presumirás que te has cogido ya a varias maestras pero desde que llegaste aquí no he visto o no me has mostrado evidencia de que te hayas cogido a alguna estudiante, y es porque hasta tú reconoces que eso ya es para pensarle, se te arruga, se te hace chiquitaa, jaja, pero deja eso, y vamos a tratar este asunto, no seas culero, ya habías quedado que ibas a citar a esa escuincla durante mi clase, que yo la iba a dejar salir, no chingues, gordo, yo ya me había emocionado-

-ni modo, flaco, ni modo, pero tú tienes también para empezar a platicarle, es más, te voy a pasar su número para que veas que somos cuates, anota, es dos noventa y seis, ciento dieciséis…- y así el regordete maestro le brindaba el número de su joven pupila a este otro depravado cara de muerto.

-mira, mira, esa es la que te digo- advertía Teo, señalando a la joven y morenita mesera de la que tanto le había platicado a Pepe, para fortuna de los viejos era la muchachita quien se dirigía hacia ellos con la encomienda de tomarles la orden.

Pero era el sabio maestro cachetón, de nariz ancha y aporcinada, de semblante enojado, con una evidente alopecia, quien se llevaba todas las miradas tanto de hombres como de mujeres dentro de ese modesto local, no por lo guapo, ya que Pepe de eso nunca tuvo mucho, ni en sus mejores años de juventud, sino por el mensaje que portaba en su playera. Su playera era blanca pero un estampado en el frente demostraba su gusto por las partes pudendas femeninas, “I (corazón) eat pussy” era lo que se expresaba en la camiseta de educador, y debajo de esta leyenda el dibujo de una mujer recostada boca arriba con las piernas abiertas y un hombre acostado boca abajo con su rostro entre las piernas de ella, cabe mencionar que los personajes estaban dibujados como se representan en la simbología urbana.

-buenas noches, ¿Qué van a ordenar?- preguntaba la joven mesera al par de finos y maduros caballeros que aguardaban pacientes, sorprendiéndose la señorita en una primera instancia por lo destartalado y demacrado de uno, el cual parecía ya andar en los setenta, y lo voluminoso y transpirado del otro, era el flaco quien hablaba primero.

-a mi tráeme una chuleta ahumada por favor, con arroz y salsa de tomate verde y una coca de vidrio, de quinientos- solicitaba el viejo tilico mandándose señas al gordo de que apreciara las nalgas de la joven, apretadas en un pantalón de mezclilla, todo esto aprovechando que la nena no lo veía por estar anotando.

-¿y usted?, señor- la chica se dirigía al gordo quien a partir de ese momento recomponía su posición y quitaba su embobada mirada del culo de la señorita.

-si, ehh… me apetece un lomo de cerdo con chipotle, arroz y póngale una pizquita de frijoles de Apizaco (aquí la muchachita comprendía que la clientela era fina), con sus tortillitas hechas a mano, una cervecita bien helada, ah… y tu número de teléfono, jejeje- reía el viejo secundado por su flaco amigo, la joven solo atinaba a anotar pero cuando escuchó el ultimo requerimiento del panzón se dio a ignorarlo y hacer como que no escuchó nada, no era el primer viejo y posiblemente no sería el último que le pidiera su número, le preguntara su nombre o se hiciera el payaso como al parecer lo era este gordo, se decía.

-está buena, flaco, tiene buen culo- dijo el gordo girando el pescuezo para poder admirar el caminar de la hembrita, la cual según los cálculos del Pepe debía de andar por los veinte añitos.

-te lo dije gordo, no! y luego viene con unas falditas, se le ven unas piernotas- exclamaba Teo ante las calientes apreciaciones de Don Pepe.

-jeje, solo que le faltan chiches, las tiene muy chiquitas- opinaba Pepe.

-uta madre, gordo, confórmate con lo que hay jajjaa-

-no friegues, mi buen, yo soy extremadamente exigente, sabes bien como me gustan las viejas, así que cuando me vayas a presentar a una esta debe de reunir los requisitos, a ver cuáles son?-

-nalgonas, chichonas, cinturita de este tamaño (Teo intenta recrear dichas medidas con sus manos) con boquita de mamadora y de panocha carnosa jajajaja- reían ambos vejetes haciendo vulgares sonidos y gestos con sus bocas mientras eran apreciados con cierto enojo por parte de la demás clientela.

-así mero jejejeje-

-¿Morenas o güeras? Gordo- preguntaba Teo precisamente porque la muchachita que los atendía era de características mulatas.

-mira, yo no soy racista, morenas o güeras, las dos tienen por donde, pero… si se me pusiera a elegir entre la blanca y la mulata, escogería la carne… blanca, esas tienen el bollo rosadito, mmmm- exponía Pepe, manifestando su gusto por las güeritas.

Todo lo que duró la cena, el viejo maestro de educación física no dejó de morbosear la curvatura de la fémina, se asomaba y recargaba para poderle ver el culo, se desesperaba en su silla, se masajeaba las bolas, sacaba su kilométrica lengua ondulándola salazmente. Tenía que decirle alguna leperada ya que de eso vivía este exquisito de la materia, se decía mientras se mandaba tremendo eructo y se golpeteaba la grotesca panza, y con la cara tan caliente como la de un asno comenzó a relamerse las bembas a medida que la joven empleada avanzaba con el par de cafés que dichos caballeros había solicitado para facilitar la digestión de sus alimentos.

-aquí tienen- decía la nena al tiempo que acomodaba las tazas.

-ohh, gracias, mi niña, que atenta- agradecía el gordo.

-una noche muy movida ah- aplicando todos sus conocimientos y palabrerías sobre como iniciar conversaciones con hembras el viejo y sagaz docente aprovechaba el respiro que la nena se estaba dando justamente ahí, cerquita de ellos.

-ay, si- respondía la nena acomodándose las mechas de cabello que caían por su frente, atorándolas detrás de sus orejas.

-y dime, ¿La paga es buena por lo menos?- el viejo gordo, aun sentado, no cansaba de dar constantes repasos al cuerpo de la jovencita quien ya había caído en cuenta de ello, pero, ¿Qué se podía esperar de un viejo rabo verde? Se preguntaba.

-pues el sueldo no mucho, gano ochocientos a la semana, lo que me aliviana son las propinas, cuando la semana es buena llego a sacar ochocientos o hasta mil pesos en puras propinas, cuando es mala entre trescientos o cuatrocientos, además una se va haciendo de esos clientes que dejan buena propina, jiji- el viejo Pepe muy hábil lograba sacarle plática a la jovencita, incluso se levantaba y le ofrecía un cigarro pero fue rechazado por la joven al estar en horas de trabajo.

-umm ya veo, ¿Qué día descansas?- preguntaba Pepe.

-esta semana no tuvimos por falta de personal, y parece que esta que viene tampoco- respondía la joven.

-uuhh y tu novio ¿Qué piensa de eso? No se enoja que lo tengas un poco… abandonado, jeje-

-je, no tengo, no tengo tiempo por el momento-

-mira niña, me has caído bien, solo por eso voy a proponerte algo, yo soy maestro… pero no de esos que de seguro te imaginas dando clases a escuincles… yo soy maestro de los que están allá arriba, en el sindicato, a mí la reforma educativa me la pela, me la sopla y me la chupa, en otras palabras me la cojo, jeje- alardeaba Pepe no midiéndose en su vocabulario puesto que desde rato atrás había identificado a la nena como una muchachita de barrio, de colonia, por lo cual debería de estar acostumbrada a escuchar palabras obscenas. Un poco más desinhibida pero no por eso le iba a abrir las piernas a la primera.

-oiga, tranquilo, jeje, usted ya no está para esos trotes-

-ja, estoy para esos y más, y a las pruebas me remito, es más, si quieres pon fecha y…- el gordo volvía a escanear a la jovenzuela.

-ja, si como no, ora resulta, ya mejor termine de decir lo que me iba a decir, que tengo que regresar a la barra-

-ah sí, como te decía, chiquilla, yo podría dejarte esos mil pesos de propina a cambio de una sola cosita- hablaba el viejo quien se atrevía a jugar con los enrizados cabellos de la muchachita.

-ehh?- preguntaba la joven.

-si, mamita, tú podrías ganarte en un ratito esos mil pesos que te ganas en una semana, si me haces un pequeño favorcito- aclaraba Pepe.

-jaja, usted me está choreando, si piensa que yo soy una de esas le recuerdo que hay un teibol (table dance) aquí a unas cuadras, esto es un comedor- articulaba la señorita, tratando de no levantar la voz debido a que en las mesas continuas había gente consumiendo.

-no, no, mi reina, estás enredando las cosas, de ningún modo yo buscaba favores sexuales, válgame Dios, yo soy un caballero- era increíble la manera en que el gordo podía parlotear todas esas habladurías sin que le ganara la risa, su regordeta cara se mostraba seria, incluso como si lo estuvieran ofendiendo.

-entonces?- preguntaba la nena con su ceño fruncido ante la curiosidad.

-mira- el viejo la tomaba del hombro y la acercaba hacia él, dejando ver a su amigo Teo que lo que iba a decir a la señorita era un poco más privado, algo que la señorita cedió solo porque la ocasión lo ameritaba ya que desde hace rato tenía que estar soportando el hedor de la boca y axila de Pepe. El viejo le explicaba muy quedito en el oído.

-me acabas de decir que sueles tratar bien a los clientes que dejan buenas propinas-

-ajá, si- susurraba la nena-

-¿Qué te parece? Mi amor, yo te doy mil pesos, en este momento, como propina, a cambio de que tú vayas al baño, te quites los calzones y me los des para llevar, ehh, ¿Qué dices? Ricura, jejejejje- fue aquí donde toda la seriedad expresada por el viejo hasta hace pocos segundos desapareció como por arte de magia para transformarse en una mirada lépera y corriente, incluso envalentonándose a golpetear en un par de ocasiones una nalga de la señorita.

El viejo Teo veía como la carita de la nena, de morenita, iba cambiando a roja, y una fulminante mirada fue dirigida tanto a él como al cochino parlante para después, enfurecida, tomar la taza de café que se supone era para Pepe y arrojarla a la gruesa fisionomía de este, no sin antes decirle:

-óigame! Cerdo! Porque no agarra su propina y se la mete por donde más le quepa! Viejo tarado!!- dijo la nena alejándose y perdiéndose entre las mesas.

La gente solo volteó atónita, observando a la muchachita caminar enfurecida y a un viejo gordo tratando de quitarse lo caliente del café y quien se salía del establecimiento de igual forma embravecido no sin antes gritar que esto era una injuria y que no iba a pagar ni madres, mandando a todos a la verga, todavía en el estacionamiento el gordo se ponía a discutir con uno de los encargados no llegándose a ningún acuerdo.

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Minutos más tarde…

-puta chiquilla!!! Hija de su puta, perra, recogida madre!!!- refunfuñaba Pepe ya trepado en la camioneta y con ganas de regresar a casa para limpiarse, esa última chiquilla sí que se había propasado en su conducta y esto había desilusionado al buen Pepe en cuanto a su principal objetivo de la noche, degustar una fresca papaya, además, esa mancha en su camisa no le daba mucha personalidad.

-bueno gordo, es que tú… no crees que esta vez si te propasaste un poco?- sensibilizaba Teo.

-ahh, ni siquiera le dije una sola grosería, ves, flaco! Ves!! Eso es lo que pasa cuando a una vieja no le dan de comer!!- argumentaba Pepe.

-sí, pero, no mames, el gerente se quedó con una cara de diablo… Pepe, y si la corren?-

-ahh, no te preocupes tanto, mi flaco amigo, la putilla es joven, tiene buen culo y confío que sabrá explotarlo… esta ciudad es grande… hay muchas esquinas donde podría trabajar ja, jajaja, jajajaja- se burlaba Pepe.

-puta verga flaco, esta verga se está secando y me está quedando todo pegajoso, ¿Por qué no paramos en algún negocio de por aquí para que me lave y de paso nos tomamos una última? Quiero desquitar el coraje- decía Pepe, Teo observando que apenas iban a dar las diez y media de la noche consentía.

-mira, mira, ahí, discoteque no sé qué vergas, párate, párate-

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9:54 pm

-de veras, te quiero platicar algo- relataba Diana, acomodándose el escote para que no se le fuera a escapar una de sus creciditas gemelas.

-¿Qué?- preguntaba Asdany.

-a que ni sabes quién me ha estado mandando mensajes?- preguntaba Diana, con cara visiblemente emocionada.

-¿Quién?- respondía Dany, apoyando su cabecita con una de sus manos mientras la otra, con un dedito, dibujaba un círculo en la mesa, claramente se le miraba aburrida.

-el maestro Pepe!- respondía la joven normalista.

-eehh!! ¿El gordo? ¿Apoco le pasaste tu número?- Dany volteaba a mirar a Diana, inmediatamente sintió necesidad de prestar atención a la plática.

-nooo!, claro que nooo!!, no sé cómo lo consiguió, sabes que yo nunca te haría una jugada así, jaja- se burlaba Diana conociendo los sentimientos de Pepe hacia su rubia amiga.

-jaaj por favor, y que te dice?- preguntaba Asdany, risueña.

-jajajaj celosaaa!, está loco, que si le aceptaría un café uno de estos días, ¿Cómo ves a tu… novio?- expresaba Diana,

-ja!, viejo… ridículo y coscolino, ¿No se dan cuentan lo ridículos que se ven?- explicaba Dany.

-quienes?-

-los viejos, o sea, yo no estoy en contra de que un hombre mayor pueda iniciar una relación, no diría nada si trataran de intentar algo con mujeres de su misma edad, ahí sí, para que veas, pero ¿Hombres de cincuenta cortejando a mujeres de veinte?, cuando ellos tenían cuarenta esa chiquilla tenía diez años, por favor- detallaba la admirada rubia, y es que desde que llegó no dejaba de ser venerada por los pocos varones que allí se encontraban y que solamente la veían mover sus labios, torcer sus cejas o manifestar una encantadora sonrisita.

-pero Dany, la culpa no es de ellos, ahí si reconozco que la culpa la tenemos nosotras por seguirles el juego, y me incluyo, y es precisamente eso lo que los anima, porque saben que si hay quienes les podrían hacer caso… ¿Apoco a ti no te llamaría la atención o no te animarías a tener un romance con un hombre mucho mayor que tú?- preguntaba Diana.

-umm, mira, ¿Cómo explicar?… los hombres mayores no me atraen mucho, no son mi tipo, y te doy la razón con lo que me has platicado sobre ellos, muchos de ellos de “maduros” solo tienen el adjetivo- proseguía Dany.

-considerando como son la inmeeensa mayoría de los hombres hay que tener en cuenta que un hombre mayor ya tiene un historial… ahora, ese no sería el gran problema puesto que una no sabe cómo se han dado las circunstancias que lo tengan buscando a su edad una nueva relación, pueden ser dejados, divorciados, muchos de ellos ni siquiera han terminado su anterior relación como se debe… pero muchos andan de rabo verdes estando casados y obviamente no te van a decir que lo están… para que yo llegara a buscar intentar algo con un hombre mayor primero necesitaría realizar una muy meticulosa investigación, además que el candidato debería cumplir con ciertos requisitos- afirmaba Asdany, dándole un leve estirón a la falda de su vestido y entrecruzando aún más sus imponentes piernas.

-cómo cuáles?- preguntaba Diana, atenta.

-mmm, en primera que no esté tan mayor, tampoco voy a andar con un viejo de sesenta, setenta, digamos hasta los cuarentaaa… y poquito, por muy mayor-

-ajá! si, ¿Lo que tú buscas es un señor que te doble?-

-ummm-

-la edad mujer, jajaj no me dejas terminar, tienes veintiuno, lo doble es cuarenta y dos, cuarenta y poquito, jajja, ya, y que más?- interrogaba Diana con rostro pícaro.

-que esté conservado, le guste el ejercicio, cuide su apariencia, sea limpio, no sea mujeriego, ajá… si, que se tome sus copas de vez en cuando pero que no sea un borracho perdido, que busque algo serio y no solamente andar haciendo chiquillos, que a su edad todavía persiga metas y no busque quedarse estancado-

-ufff, un poco difícil jaja, y el maestro Pepe no cumple con ninguno?-

-el maestro Pepe es un viejo verde calenturiento, un cerdo, no sabe ni lo que quiere, aun no sé cómo un hombre así está dando clases, o sea, vaya ejemplo, es un poco hombre porque eso de andar hablando que se… tiró (cogió) a la maestra fulana, a la maestra zutana, no es de hombres, además a nosotros que nos importa con quien se meta, esas cosas son privadas, ese viejo se ve que no se calla nada… (Dany se detenía para dar un tímido sorbo a su cerveza y continuaba)

-…yo no sé cómo hay mujeres que puedan hacerle caso si esta refeo, tiene cara de sapo, no tiene cuello, tiene la espalda así toda enconchada como caparazón de tortuga, ora, no tiene ni nalgas y todavía se atreve a usar los pantalones hasta abajo, yo creo que la panzota que se carga no le permite que pueda subírselos como se debe, y las piernitas que se le marcan, jajaj, no, no, que show, y se sienteee… un Adonis, jajaj-

-bueno, aunque ya reflexionando, la maestra Domitila y la maestra Macaria para el maestro Pepe están… para él están bien- consideraba Dany.

No era que la rubia universitaria fuera discriminativa y le gustara mofarse de los defectos físicos de otras personas, ambas maestras mencionadas eran viejas y feas, las cosas como son, y así como el ilustrísimo Don Pepe la molestaba cada que podía, estas maestras fueron en su momento las que trataron de esparcir (no de crear) el rumor de que Dany y Diana provenían de la isla de Lesbos lo que originó un roce y una guerrilla de indirectas entre la güerita y el par de ancianas cada vez que se cruzaban, y que aun en la actualidad no concluía, por lo cual Dany no se limitaba al expresarse de ellas como de igual forma lo hacía de Pepe.

-jajajaja, eres mala- opinaba Diana.

-es la verdad, jajaja, ¿Se nota que me caen gordas?, no suelo tomar alcohol seguido pero cuando lo hago me sale un poco lo crítica- sonreía la muchachita recargando sus antebrazos sobre la mesa, mostrándole sin querer un poco de su envidiable personalidad a la libertina profesora.

-pues a mí me dan ganas de coger jaja- revelaba Diana, mandándose una mirada de reojo hacia los carnosos atributos delanteros de su acompañante quien no daba cuenta de ello.

-jaja que no se entere el gordo, si lo hace, en vez de café creo te invitaría una cerveza, jajaj- la rubia daba un pequeño sorbo a su cerveza y proseguía, se notaba que el alcohol comenzaba a hacer su efecto en ella, se le veía más contenta, más parlanchina, inclusive hasta coqueta pues ya Diana le había cachado una que otra miradita hacía un apuesto joven que se encontraba sentado acompañado de otros, cerca de ellas, nada para espantarse, recomponiendo su postura la güerita para reconocerle a Diana que el muchacho estaba simpático pero que ella ya tenía novio y proseguir con sus menciones.

-luego paso cerca de ellas y se cuchichean y empiezan la risita entre ellas, pinches viejas-

-ay, a mí también me caen regordas, que según muy de la iglesia, que una de ellas está en el coro y la otra en La Legión de María, puras mamadas, nada más para taparle el ojo al macho, se la quieren dar de muy santas cuando son las que se tragan las más grandotas- agregaba Diana.

-como les gusta hacerle al cuento, ora también, el maestro Pepe, esa vez que te conté, cuando nos encontramos en el pasillo, me estaba diciendo que y que él, que mucha palanca en el Magisterio, y que me iba a ayudar para que me quedara en la escuela, que mucha influencia, que amigos poderosos, quisiera poderse acomodar él, jajaja- narraba Dany.

-está loco él también, si la de todo es su esposa, ella fue quien lo acomodó de maestro, Pepe en realidad es… sepa la bola que sea, ese viejo de Educación Física no sabe ni putas madres, no ha de saber ni el concepto de Educación Física, jajaja- secundaba Diana.

-ya, ya, por favor, jajaja- la risueña güerita se la estaba pasando muy bien en compañía de su amiga, no había alertado que ya se estaba por cumplir el plazo de dos horas que estipuló, por lo que ya un poco más espontánea le aceptaba a su amiga una segunda cerveza mientras reacomodaba su posición sobre la silla.

Diana en tanto no dejaba de admirar la belleza sin igual de su compañera, el verla comportarse de una manera más natural y sonriente, esos ojitos color miel y sus levemente enrojecidas mejillas, la tenían experimentando una sensación extraña pero que ya había experimentado antes, fugazmente y cuando Asdany no la veía desviaba su mirada hacia el escote de su rubia compañera, y se arrepentía mucho por lo que le declararía a continuación, así que, aprovechando que Dany estiraba sus bracitos sobre la mesa, Diana le tomaba una de sus manitas.

-Dany, gracias por acompañarme esta noche, pero el desahogarme contigo no era el motivo principal de mi invitación- declaraba.

-entonces?- preguntó Dany, ambas nenas tomadas de una mano, o más bien, con sus deditos entrelazados.

-lo que pasa es que… cambiaré de plaza, acepté una permuta, ya no nos vamos a ver tan seguido-

-¿Qué?! No, no, Diana, ¿Tú también me abandonas?-

-ay Dany, no me pongas esa carita que me duele más a mí que a ti-

-No Diana, ¿Por qué? ¿Quién me va a cuidar de esas arpías?- la jovencita se recostaba casi en la mesa mientras tomaba a su libertina amiga con ambas manos, la escena era un tanto confusa, Asdany no estaba acostumbrada a ingerir alcohol por lo que desde hace ratito comenzaba a mostrar un desenvolvimiento levemente mimoso, cariñoso, eso debió de originar que algunos de los presentes empezaran a suponer que ese par de hembras mantenían algo más que una simple amistad.

-tú no necesitas que nadie te cuide, te voy a extrañar, chiquilla- detallaba Diana al tiempo que ella también se recostaba sobre la mesa, con cuidado de tirar alguna botella, ambas nenas sin dejarse de tomar las manos y con sus muslos bien juntitos dada la posición de sus admirados cuerpos.

-ummm, Diana ¿Por qué?- Dany era la primera en recomponerse, un grueso y rubio mechón caía exactamente en medio de su bello rostro ya que Diana le estuvo jugando el cabello, por lo que procedía a reacomodárselo.

-ya chiquilla, jaja, estarás bien, prometo venir a visitarte- dijo Diana, volviendo a tomar la mano de Asdany, y risueña retiraba algunos dorados cabellos del rostro de la güerita que no fueron acomodados por ella quien se dejaba hacer al tiempo que cerraba sus ojitos.

La joven maestra repasaba sus manos por todo el largo de la delgada mecha de cabello, jugueteaba al tiempo que ambas niñas se miraba y reían sin necesidad de mediar palabras. Diana, después de haberse medido en el terreno ahora acariciaba la mejilla de Asdany quien volvía a cerrar sus ojitos mientras le daba un par de sorbos más a su cerveza, esta pasividad era aprovechada por Diana quien acercó un poco más hacia ella el rostro de Dany mientras ella también hacía lo propio con todo y silla, la joven maestra tenía pensada su jugada, si las condiciones se daban le robaría un beso a la güerita y si esta se ofendía pediría una disculpa y se excusaría en el alcohol.

Pero justo cuando Dany parecía no ofrecer resistencia y que Diana cumpliría con su cometido, cuando Diana levantaba un poco el culo para poder alcanzar los labios de la rubia muchachita, ambas señoritas no advertían la presencia de un par de finísimos caballeros, dos sombras completamente opuestas que se aparecían de repente. El viejo rechoncho que había sido el protagonista de los alegatos de dichas muchachas hacia su voluminosa aparición acompañado de un viejo flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones9, y de brazos recogidos con manos dobladas por las muñecas, de aspecto tan quebradizo que hacía suponer que en cualquier momento se troncharía del tronco o de cualquiera de sus extremidades. El gordo, con jactancioso rostro, divisaba fiel a su costumbre con la intención de anticipar lugares vacíos así como para que estos se encontraran cerca de niñas de buen ver, de preferencia sin compañía masculina.

No demoró mucho para advertir una deliciosa figura entallada en un vestido blanco con mangas que se le atoraban en los brazos en lugar de los hombros, pero cuyo rostro no podía reconocer debido al juego de luces y oscuridad crepuscular que coexistían en el lugar y que impedían que el viejo reconociera a las damitas desde esa considerable distancia. Delante de ella pero de espaldas a él, una silueta femenina un poco más ancha al parecer vestida en ropas negras, notaba el gordo que esa pareja de mujercitas se encontraban un poco acarameladas, necesitadas de un ejemplar masculino como lo era él, por lo que necesitaba presentarse ante ellas.

El gordo y su espiritado secuaz avanzaron unos metros cuando en eso este último recibía la alerta (un leve golpecito en su débil anatomía) por parte del caliente propedéutico quien llegó a masajearse las bolas gracias a lo que veía, el par de nenitas agarrándose sus manitas mientras una acariciaba el rostro de la otra. Sin embargo fue descubierto por Asdany quien, abriendo sus ojitos, lo que ocasionó que Diana volviera a sentarse correctamente, alcanzaba a notar los estiramientos que Don Pepe daba a sus apretados pantalones, justo a la altura donde el viejo dejaba notar su viril bulto. El risueño rostro de la güerita poco a poco se fue descomponiendo hasta quedar prácticamente pasmada.

-ay, no!, ay, noo!!! No, no, no, no,- exclamaba Asdany recomponiendo su postura.

-qué pasa?- preguntaba Diana, de igual modo desconcertada.

Dany respondía con uno de sus bracitos apuntando disimulado hacia enfrente al tiempo que agachaba su rostro, deshaciéndose de los palillos que sostenían su peinado para así esconder su rostro entre sus sedosos y rubios cabellos. Cuando el intachable maestro reconoció de quien se trataba la blanca y perfecta figura sacada de algún cuento élfico pareciera que el sarpullido que atacaba sus infladas pelotas aumentaba en proporciones descomunales, una mueca aún más burlona que intentaba ser sonrisa se dibujaba entre su cachetona cara debido al jubilo que le proporcionaba lo que sus enrojecidos ojos habían mirado, y es que el gordo alcanzó a apreciar a Dianita acariciándole la mejilla a Asdany, ¿Habría hecho el descubrimiento del siglo? ¿En verdad estas dos nenas enfrente de él eran lesbianas? Tenía que resolver este enigma, se decía mientras corroboraba que su flaco y amarillento colega no debió haber dado cuenta del espectáculo, de haber sido así Teo ya estaría opinando al respecto.

-mira nomas, flaco, parece que Quetzalcóatl y Tezcatlipoca nos favorecen esta noche-

-y vaya favor, gordo, si nada mas de ver ese par de culos ya la traigo bien parada, jaja- agregaba el flaco.

-necesito conocer tu opinión sobre Dianita- exclamaba Pepe.

-se me hace gorda, jeje, ¿Qué me dices de la güerita?- preguntaba ahora el fifiriche.

-se me hace babosa, jajaja- respondía el barrigudo, obviamente ambos refiriéndose a la manera en que sus vergas reaccionaban ante la presencia de las nenas, no a las nenas en sí.

-no suelo hacer esto, pendejo, pero para que veas que somos cuates y en compensación por excluirte con Cassandra te voy a dejar que hoy, solo hoy, hagas tu lucha con mi!! güerita, solo hoy, pendejo, si hoy no armas nada ya te chingaste y esa nalguita pasa a ser exclusivamente de mi propiedad- continuaba Pepe.

-ja, tu propiedad?, que hay del Arzaba o el profe Ríos?, uno de ellos ha de ver sido quien le mandó el otro día el ramo de rosas, no es por meter cizaña, wey, pero ya me ha tocado ver al profe Ríos platicar un par de veces con tu güerita, y la muy putilla le sonríe, incluso el otro día se tomaron juntos un café, así se hacen las cosas, gordo pendejo, no que tú lo único que has hecho por ella es decirle que tiene buen culo y que le quieres meter la verga jajaja-

-baahhh, mamadas, me pela la verga ese mocoso pendejo (Ríos), entre él y su novio (Michael) no se ha de hacer uno- intervenía Pepe.

-sii y su novio va mucho al gym, esos cabrones tienen la picha chiquita, jejeje- burlaba Teo.

-chiquilla culona, ya me dieron ganas de irme a hacer una chaqueta- el colorado Pepe volvía con sus sobajeos testiculares.

-mamacitaaa, mmmm- saboreaba Teo.

-esa niña está bien buena, deliciosa, sabrosota, mmm, me la cojo flaco, me la cojo!!, ahh, ahh, ahhh, ay papiii, jaja- pavoneaba el gordo quien en sus últimas frases, las que consistían en gemidos, trataba de dramatizar un acento meramente femenino, nuevamente tratando de recrear los quejidos de las féminas cuando se las están metiendo.

-como es güera ha de tener la panocha coloradita y brillosita, un colorcito así como el que luego se le hace en los cachetitos cuando su tío enciende el clima, ahhh, verga, gordo, yo estoy que me la jalo aquí mismo, jaja- conjeturaba el viejo dientes de momia.

-¿Se la depilará o la tendrá peluditaa?, aaahh- preguntaba Pepe.

-yo digo que es de esas chiquillas que se dejan arriba un poquito-

-aleluya hermano, picaos el culo hermano, y benditooo, benditooo sea el bollo que la parió- exclamaba el gordo Pepe, y es que el viejo, al igual que las maestras que se dice se cogió, también estaba inmiscuido en una secta religiosa.

-ese tamalito se mira a kilómetros que le hace falta lo rellenen de carne, jeje- después de expresarse caballerosamente de las muchachitas, el dúo avanzaba hacia ellas, feroces lobos hambrientos, babeantes, uno presentando desnutrición y el otro con sobrepeso y sin dejar de acomodarse las testes y el pico, al acecho de un par de débiles e indefensas ciervitas…

Referencias

1 Marce hacía referencia a las niñas que dejan que sus compañeros de escuela les metan mano dentro de sus pantaletitas, pero rehúyen al contacto carnal, y dejan al pobre niño con un dolor en los huevitos.

2 Hola

3 sinónimo de arrecho, caliente; y en las mujeres, puta.

4 juego verbal alburístico.

5 masturbarse.

6 uno de los apodos con los que era conocido Don Marcelino debido al parecido de sus extremidades inferiores con las de la grulla Piernas Locas.

7 vulgarismo para denominar al ano.

8 frase de Kalimán

9 frase de la canción Fotografía de Óscar Athié

Si por ahí se me pasó una, por favor hacérmelo saber.

Por Perverso

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