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viernes, 16 de septiembre de 2022

Relatos del Patio


El cálido sol de verano bañaba mi piel mientras me asoleaba al costado de nuestra piscina. Nuestro hogar se encontraba en un lote grande donde mi esposa y yo pudimos construir nuestra hermosa casa. Teníamos 20 cuando nos conocimos en la universidad, y esto sucedió, me da un poco de vergüenza admitir –aunque no sé por qué cuando consideramos la historia que estoy por contar– en una orgía que fue organizada por una de las hermandades de mujeres de dicho instituto. Pero esa es una historia que les contaré en otra oportunidad.


Hoy, como decía, estaba descansando a un costado de nuestra piscina y tenía los ojos cerrados acostado boca arriba cuando de pronto escuché la puerta corrediza del patio abrirse. Una sonrisa pintó mi rostro cuando me imaginé a mi esposa saliendo para acompañarme. En ese momento giré la cabeza y abrí los ojos lentamente para ver en dirección a nuestra casa y me sorprendí al ver que no era mi esposa sino mi hija quien salió caminando con paso exagerado. Llevaba puesto lo que únicamente puedo describir como una serie de hilos que en conjunto se podrían llegar a llamar bikini si realmente nos esforzamos. Parecía uno de esos trajes de baño que vende la empresa The Bikini que le regalé a su madre en una ocasión y que solo se ponía cuando salíamos de vacaciones juntos y sin los niños.

A pesar de mi sorpresa me aseguré de no reaccionar a su atuendo pues ella ya es una señorita adulta y se puede poner lo que se le inche la madre, si me disculpan mi mexicanismo.

«¡Oh, hola, papi!» exclamó al verme en un tono disque sorprendido, aunque tengo la sospecha de que ella ya sabía que me encontraba en el patio.

Cuando la vi caminando con paso exagerado y provocador, dándole la vuelta a la piscina para llegar a donde me encontraba, no pude evitar llevar mi mano hacia mi verga que se endurecía rápidamente para poder ajustar mi traje de baño que pronto se pondría incómodo.

«Hola, cariño. Ese es un…,” hice pausa exagerada para poder verla de pies a cabeza, “traje de baño interesante.»

«¿Interesante?» ella respondió a mi comentario. «¡Provocador, quisiste decir!  Mami me lo acaba de comprar», dijo mientras se paraba a mi lado viéndome con las manos en las caderas.  Por mi parte yo escaneaba su cuerpo pudiendo ver absolutamente todo ya que el bikini que llevaba puesto no dejaba nada a la imaginación. «¿Te gusta, papi?»

«Este…» tuve que toser para aclarar el nudo en mi garganta.  Le quite la mirada de encima y volteé a ver cómo se formaba una carpa en mi calzoneta y regrese mi vista a ella diciendo, «Sí.  Sí me gusta.  Mucho.»

Ella sonrió y se llevó el dedo índice a su boca mordiendolo sensualmente.  “Que bueno.  Esa es la respuesta que quería escuchar», dijo mientras sus ojos peinaban mi cuerpo finalmente fijándose en mi pene encerrado.  «Y la reacción correcta», dijo riendo.

Le devolví la sonrisa sabiendo exactamente hacia dónde se dirigía esto y no tuve ningún problema con la situación.  Derrepente se me cruzó por la cabeza la idea de que su madre podría estar escondida en algún lugar observando todo y me pregunté si había sido idea suya y mi verga saltó en traje de baño imaginando a mi esposa espiando a su pequeña y su esposo cogiendo.

Mi imaginación fue interrumpida cuando cuando mi hija se paró frente a mí, con las piernas en cada lado de las mías.  Tenía una vista perfecta de su suave y apenas cubierto coño justo antes de sentarse en mi regazo.  Una vez se logró acomodar puso sus brazos sobre mis hombros, se acercó a mi oído y me susurró: «Estoy mojada, papá».

Apartándose de mi oído fijó su mirada sobre mi cara y me besó suavemente en los labios mientras sus firmes tetas se presionaban contra mi pecho.  Mientras nos besabamos ella soltó un ronroneo desde su garganta que hizo que mi polla brincara por su cuenta nuevamente, pero esta vez encontrando resistencia contra su apenas cubierta panochita.

«Mmmmh, puedo sentirlo, bebé», le respondí en un susurro. «Puedo sentir tus ricas tetas presionadas contra mi pecho.  ¿Era esa tu intención?» Le pregunté mientras ella acariciaba ligeramente sus labios contra los míos entre besos.

«Tal vez», ronroneó de nuevo mientras bajaba mi cara hacia una de sus tetas apenas cubiertas. «Quiero que las chupes y muerdas mis pezones, papi. ¿Por favor, papi?» me suplicó.

Una sonrisa apareció en mi rostro de nuevo, «Lo que tú quieras, mi hermosa y pequeña princesa», dije mientras envolvía mis labios alrededor de su pezón cubierto y comenzaba a acariciarlo sobre la tela.  Aunque eso no duró mucho y pronto moví el pedacito de tela que la cubría comencé a lamer areola con mi lengua.

La escuché gemir ante mis caricias mientras abrazaba mi cabeza para impedir que dejara de deleitarme de su sabrosa piel.  «Estoy tan ansiosa por ti», dijo con pasión.  Y luego me sorprendió diciendo: «¡Soy una gran putita para mi papá»!

Mi verga enjaulada se estaba volviendo incómoda, y mi pequeña niña perdida en su lujuria no se dio cuenta cuando me quité la calzoneta dejando mi polla expuesta al mundo para que todos la vieran.  Mientras repetía sus palabras lascivas sentí como empezaba a arremeter contra mí; mi verga presionando contra su apretada vagina mientras su peso la mantenía apuntando hacia abajo.  Me pregunté en ese momento si podía sentir que era mi verga desnuda contra su piel.

Sin darme cuenta cambié a su otra teta y envolví mis labios alrededor de ella.  Ahora ambas tetas estaban libres para que el mundo las vea.  Después de bañar ambos pezones en mi baba le dije: «Eres mi zorrita, ¿verdad, princesa?»

«Lo soy, papito… siempre hambrienta y deseando tu verga… siempre queriendo ser tu juguetito», dijo mientras frotaba furiosamente sus labios vaginales sobre mi pene, ronroneando y muy húmeda.

Mientras meneaba sus caderas en mi regazo sentí como la poca tela que apenas le cubría su sexo se movía a un lado enseñandome su coño calvo y apretado.  Sus gemidos solo servían para hacer que mi pene se pusiera aún más duro de lo que ya estaba.  «A tu Papi le encanta escucharte gemir y ronronear, cariño”, le dije.

«Dile a papi lo que quieres, corazón.  Quiero que mi pequeño juguete sexual me diga lo que Ella quiere».  Mientras se seguía meneando, sus labios vaginales ahora desnudos se frotaban directamente sobre mi pito y no había forma alguna que ella no lo pudiese sentir también.

«Quiero que seas mi Papi-macho-alfa y me entierres tu VERGA hasta el fondo», gimió en mi oído.  «Me siento muy traviesa hoy, papito.  Siento que lo quiero un poco rudo, un poco salvaje».

Esas palabras… esas palabras lascivas que salieron de mi hija, mi bebé, sirvieron como un switch para que este papá se convirtiera en un torón para su hija.  Envolví una mano alrededor de su delicado cuello y apreté suavemente.  Con mi otra mano la agarré del culo y sin gran esfuerzo la levanté, separándola de mi cuerpo.  El espacio que ahora existía entre nosotros permitía que mi túrgido miembro se pudiera alzar en atención y apuntar recto al aire.

Sostuve a mi hija así por unos momentos.  Sus ojos me veían llenos de lujuria mientras jadeaba intentando respirar.  Tenía una mirada salvaje y una sonrisa pintada en su rostro. Con esa mirada y sonrisa me daba consentimiento de seguir.  Su excitación notoria.  Era obvio que mi hija es una puta y no solo eso, es MI puta.

Habiendo confirmado todo eso empecé a bajar su ligero y delicado cuerpo.  Sentí como la corona de mi verga separaba sus delicados labios vaginales, abriéndola para aceptar el palo de su padre.  «¿Es esto lo que quieres, chiquita?», le pregunté. «¿Quieres mi vergota de papá en tu apretadita panochita, mi putita?»  Me detuve al llamarla mi ‘putita’.  Quería ver cómo reaccionaría al escuchar a alguien más que no fuera ella llamarla eso y de una forma tan despectiva pero a la vez caliente.

Y no tuve que esperar mucho para que me diera respuesta.  Gimiendo fijó su mirada en mi y gritó, «¡Sí! ¡Sí, papi! ¡Quiero ser tu juguete sexual!  ¡Quiero que me abrumes!  ¡Me vuelves loca, papá!

«¡Quiero tu gran y gorda verga de papito dentro de mí!  ¡Poseeme!»  Llena de ardor llevó su manita a su su cuello y la puso sobre la mía instigando a que la ahorque y cortando su respiración aún más.

Esto fue suficiente para mi.  En ese instante solté mi mano de alrededor de su cuello al igual que la mano que la sujetaba del culo y dejé que el peso de mi pequeña princesa la empalara por completo en mi verga, llenándola de mi instrumento.

Sentí la cabeza de mi pito resistirse contra el fondo de su angosta panocha antes de que pudiese enterrar toda mi verga.  Varios centimetros aun por ser envuelos por su suave y delicado sexo.  Cuando ella sintió como mi verga trataba de penetrarla hasta el fondo y más allá, ella intentó levantarse pero no se lo permití.  Envolví mi mano alrededor de su garganta una vez más mientras mi otra mano se fijó en su cintura.

«¿A dónde crees que vas, puta?», le gruñí.

«A ninguna parte, papi”, me respondió, “¡Lo prometo! »

Empecé a bombear mi verga dentro de su panocha, porque eso es lo que era en ese momento, una PANOCHA.  No una vagina o coñito, sino una panocha.  Y una que me pertenece y que solo está pegada al juguete sexual que es mi hija.

Me estaba cogiendo a la puta de mi hija con fuerza y ​​sin piedad.  A la vez le cortaba la respiración por unos segundos y luego la dejaba respirar nuevamente para que a la vez pudiera gemir y gritar.

«¿Te gusta hacer ruidos de puta para papá, cariño?» jadeé mientras me cogía a mi HIJA.

«¡Sí, papá!», gritó.  «Soy una golfa estúpida y gritona cuando mi papi me coge.  ¡Me encanta cuando me llenas y me haces tomar cada centímetro de tu rica verga!»  Con cada instante que aflojo mi mano de su garganta la siento y veo jadear mientras su rica y apretada panocha se contrae con espasmos de éxtasis.

«Puta madre, corazón”, dije entre jadeos y respiraciones, “mi verga se pone tan pinche dura por ti, princesa”.

“Me encanta escucharte gritar y llamarme ‘papi’ y ‘papito’.  Siento que mi verga se endurece aún más cuando pienso en los vecinos y que puedan oírte gritar y saber lo puta que es mi hija.”  Queriendo un cambio levanté a mi hija separandola de mi endurecida verga.  Para obtener un mejor show y poder observar como mi pito se deslizaba dentro de su mojada y apretada panocha le dije, «Ponte de rodillas, putita».

Atontada de la cogida que le estuve dando no podía hacer más que gemir mientras su expuesto sexo se contraia y expandía, palpitando por la ausencia de mi verga.  Notando que no me hacía caso la agarré bruscamente y la aventé para que se pusiera de rodillas.  «¡Dije que te pusieras de rodillas, cabrona!»

La situación y mi reacción causó en ella un ataque de risa y su carcajada me enfureció y excitó al mismo tiempo.  Volteando su cabeza para verme sobre su hombro vio el gesto en mi rostro y sin instrucción comenzó a menear su rico culo, invitandome a poseerla nuevamente.

Sin preámbulo me arrodillé detrás de ella extendiendo mi mano y sobando su espalda hasta llegar a su cabello.  Tomé un puñado de cabello mientras alineaba mi verga en su entrada.

Fue entonces sin avisar que tiré de su pelo levantando la mirada de mi cachonda hija  y a la vez hundí mi gorda verga en su hambrienta panochita.  La muy puta no pudo contenerse y gritó de dolor, éxtasis y lujuria.

«¿Quién es mi juguete, putita?» Le susurré al oído mientras le di una nalgada y esperaba mi respuesta.

Podía sentirla temblar ante mis palabras.  Nuestra cogida llenaba el ambiente de ruidos sexys lo suficientemente ruidosos para cualquier entrometido o entrometida.  «¡Me encanta, papi!» gritó con voz temblorosa y sentí como su sexo intentaba apretar mi verga aún más fuerte para mantenerme en su lugar, pero sin poder hacerlo.

«¡Me encanta! ¡Soy tu pequeña princesa puta, papi! ¡Toda TUYA!»

La solté del cabello y dejé que se inclinara hacia adelante de nuevo para que se apoyara en sus brazos mientras yo agarraba sus hombro para hacer palanca.  La gran cogida que le daba a mi hija, sus gritos de pasión, parecía como si estuviese intentando domesticar una yegua salvaje.

Con cada grito y cada gemido solo podía pensar en como me encanta escuchar a mi hija gritar.

«Grita, puta. ¡Quiero escuchar a mi hija puta gritar de placer por la cogida que le está dando su papá!»

En ese instante gritó mientras su coño apretó mi verga, «¡Papi! ¡Mi gatito es tuyo! ¡Cógeme duro, papi! ¡Seré tu pequeña puta! ¡Todo para ti, papi!»

Sintiendo su apretada panochita contraerse alrededor de mi verga no pude evitar gruñir, «Puta madre, chiquita, estoy tan cerca. ¡Papá está tan cerca de correrse!

«Vente para tu papi, corazón. Quiero que mi juguete se corra sobre mi verga.  Eso hará que papi se venga mucho más fuerte.»

«¡He estado viniendome desde hace ratos, papi! ¡No he dejado de correrme desde que me empezaste a coger como perra!»

Una vez más envolví mis manos, ambas ahora, alrededor de su garganta y la jalé contra mí, levantando sus brazos del suelo. Mis embestidas fueron tan poderosas que hicieron que sus rodillas se despegaran del suelo.

«¡Papá! ¡¡Me estoy viniendo de nuevo!! «, gritó mientras apretaba mi verga con su panochita para ordeñarme hasta dejarme seco.  «¡Quiero todo tu semen dentro de mí, papá! ¡Quiero que hagas que la panza de tu puta se hinche con nuestra hija, producto de nuestra incestuosa cogida!», Gimió entre respiraciones cada vez que se lo permitía.

Podía sentir su sexo apretarse a alrededor de mi pito con cada espasmo de sus orgasmos y sus profundas inhalaciones.

«¡Te siento, papá! ¡Siento como se engrandece tu hermosa verga dentro de mí!», jadeaba mientras su panochita me agarraba con fuerza. «¡No quiero dejar que tu pito salga de mi, papi! ¡Tu verga ahora es mía! ¡Dámela toda!»

Sin contenerme más, dejé que un torrente de semen cubriera las paredes internas del túnel de mi hija. «¡Me estoy viniendo, princesa! ¡Papá se corre en tu joven y estrecho coño!  ¡Estoy bombeando mi semilla en tu empapada panocha!» Grité.

«Mmmmmmh… ¡Sí! ¡Sí, papi! ¡Cógeme y lléname con tu incestuoso amor!»

Finalmente y con la poca fuerza que aún me quedaba saqué mi verga de mi hija y la muy ansiosa puta se dio la vuelta rápidamente para tomar las últimas gotas de mis mecos en su boca. Pero en su frenesí no pudo controlar mi aun gorda, grande verga y solo logró cubrir su cara linda cara en mi semen.

«Puta madre», jadeé. «Pequeña, hiciste que papi se corriera tanto. ¡Hiciste que papi se viniera tan fuerte!»

«¡Oh, papi! ¡Hice un gran mugrero!  Me vuelves loca», dijo mientras se frotaba un poco de semen en la cara y el resto se metía en su boca cachonda.  «Me encanta la sensación de tu leche sobre mi, papi».

Mientras me puse de pie cubierto en sudor y dejando a la puta de mi hija sobre el suelo y cubierta en mi leche, vi de reojo en dirección a la puerta corrediza de mi casa, a mi esposa; mi puta esposa con sus pantalones desabrochados y su mano en su tanga.  En ese instante no me quedó de otra que sonreír a sabiendas de que sería lo próximo en suceder.

Por Familinc

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