viernes, 12 de abril de 2024

Fernanda, mi hermanita Parte 2


Después de aquella noche en la que probé por primera vez lo excitante que era tocar a mi hermanita menor, me preguntaba constantemente si era posible que una niña de doce años me resulte tan encantadora. Desde aquella noche no había podido olvidar cada detalle, como lo mojada que se ponía su vagina mientras la tocaba, o los lindos gemidos que tímidamente intentaba ocultar, eran reacciones naturales ante el estímulo que estaba recibiendo, pero para mi, todo lo que hicimos aquella noche fueron las pruebas de que nuestra relación podría ir más allá que la de dos hermanos, fue por esa razón que me propuse, aquel sábado al despertar, que iba a hacer de todo para que mi hermanita menor se enamore de mí.


Desperté un sábado temprano por la mañana, mis ojos se abrieron y todo lo que podía ver era a mi hermanita menor acurrucada entre mis brazos, envuelta entre las sábanas, su rostro se veía demasiado angelical e inocente a comparación de otros días. Sin embargo, el recuerdo de lo ocurrido la noche anterior, el recuerdo de su cuerpo temblando mientras le masturbaba, o del sabor de sus fluídos virginales llenando mi boca en medio de su corrida, todo eso logró que mi pene se ponga duro en un segundo, pues jamás había tenido una experiencia tan excitante con una niña, y menos hubiera imaginado alguna vez que Fernanda sería la primera niña que me vuelva loco.

Ese día trabajé todo el día, y cabe recalcar que en ningún momento había dejado de pensar en Fernanda, así que me la pasé recordando cada detalle de lo ocurrido la noche anterior, además de que me sentía ancioso por volver a casa.

Cuando lo hice, cuando por fin crucé la puerta de casa, la vi tendida en el sofá, mirando la tv, llevaba puesta mi camiseta que le cubría hasta los muslos, y un short pequeño que me permitía ver un poco más arriba de sus rodillas, sus ojitos estaban cerrados, por lo que supuse que estaba dormida, asi que me senté en el suelo, justo a la altura de su rostro y me dediqué a observarla, su respiración era muy calmada, sus labios entreabiertos parecían rogar que los besara, aunque solo me atreví a dejar un suave beso en su frente, y ella despertó exaltada.

—Hola princesa, ya volví —le dije con una sonrisa, su rostro de confusión cambió a uno de felicidad en cuestión de segundos y me abrazó. Me gustaba sentir su calor, y el aroma infantil que tenía después de bañarse.

—Te extrañé mucho hermanito —me dijo en un susurro, su voz era tan encantadora que me ponía duro con solo escucharla. Me separé del abrazo unos segundos después y le besé en la mejilla, cerca de sus labios, pude sentirla nerviosa, pero no dejó de sonreírme en todo momento.

—Yo también te extrañé princesa —Ella se sentó en el sofá mientras me contaba su día, me dijo que después de despertar se había dado un baño y estuvo todo el día con mi camiseta puesta porque le gustaba sentir mi aroma, no mencionó nada acerca de lo ocurrido la noche anterior, por lo que supuse que ella tal vez no quería hablar del tema, y le daría su espacio. Yo también le comenté acerca de mi día, siempre omitiendo las partes en las que sus recuerdos hacían que me ponga caliente.

Aquella noche fui yo quien preparó la cena, ella me miraba, sentada a un lado de la cocina mientras yo a veces le hacía bromas, ambos reíamos, era uno de esos momentos divertidos que siempre me gustaron vivir con ella. Cuando me dispuse a servirle la comida, me di cuenta que Fernanda actuaba extraño, me abrazaba por la espalda y me decía lo mucho que me quiere, fue tal vez en ese momento en el que debí comenzar a sospechar que algo ocurría, sin embargo, no le presté tanta atención hasta después de comer, cuando fue ella la que me pidió que nos desveláramos viendo una película, y yo le acepté, porque al día siguiente sería mi día libre y podía tomarme el tiempo de darle la atención que necesitaba a mi hermanita menor.

Le pedí que pusiera la película mientras iba a bañarme, algo que hice en pocos minutos porque me encontraba ancioso, y cuando volví a la sala, la vi sobre el sofá, acostada, con una manta cubriendo sus piernas. Ella me pidió que me sentara a su lado, y lo hice, me cubrió con la manta y me dijo que había escogido una película de romance, algo que en lo personal me gustaba pero la idea de verla a su lado me resultaba excitante, sabía que no iba a poder resistirme y le robaría muchos besos.

Y algo asi fue lo que sucedió, ella me abrazó mientras veíamos el comienzo de la película, sentía su respiración sobre mi pecho desnudo, pues nuevamente estaba usando solo un short de verano, es así como me di cuenta de que tal vez a mi hermanita menor le gustaba mucho tener aquel contacto con mi cuerpo, y no me molestaba, solo pensar que ella se sentía segura a mi lado me causó una erección que la manta tuvo el trabajo de ocultar. Yo le hacía suaves caricias en sus cabellos mientras la película avanzaba.

De pronto llegaron las escenas que yo calificaría como los momentos más románticos de la película, y Fernanda soltó un suspiro que tal vez llevaba ocultando por mucho tiempo, esa fue mi señal para abrazarla y tomarle de la cintura, por sorpresa ella levantó la mirada e hicimos contacto visual por unos segundos antes de no poder resistirme más y le robé un beso, un tierno beso que no duró más de dos segundos, pero que nos hizo estremecer, a ambos. Fue tal vez su falta de experiencia la que me obligó a no volver a besarla para no hacerle sentir incómoda, sin embargo, unos minutos después, cuando ya habíamos retomado nuestra atención a la película, ella por fin habló.

—Enséñame a besar… —esa fue tal vez la petición más tierna que me hayan hecho en la vida, por lo que sonreí, y la miré, me tomé el tiempo de hacer contacto visual con sus ojos y ella se sonrojó. La vi cerrar sus ojos antes de que nuestros labios hagan contacto por segunda vez aquella noche, mis manos se dirigieron hacia su cintura y se mantuvieron allí mientras la besaba, con calma para no asustarla, fueron pequeños segundos en los que me dediqué a hacerle sentir la intensidad de mis besos.

Imaginen esto, una pequeña de doce años envuelta entre los brazos de su hermano mayor, quien tenía una notable erección en sus pantalones y besaba con calma sus labios, imaginenla temblar bajo su primer contacto con un hombre. Yo le estaba enseñando a mi niña lo intensos que pueden ser los besos de un hombre mayor, de alguien que la ama y haría de todo por hacerle feliz, fueron tal vez los segundos más largos de mi vida hasta ese momento, pero incluso si pasaba el tiempo, no yo debajaba de saborear sus dulces labios virginales.

Nos separamos casi por obligación ante la falta de aire, fue ella la que me empujó y yo cedí, vi su rostro sonrojado, la vi sonriente y con un brillo en los ojos, me di cuenta que esa era la niña que me gustaba, esa era la niña que me veía como su héroe desde pequeña, esa era la niña que vi crecer en toda mi adolescencia y a la que le estaba haciendo descubrir nuevas emociones, en ese momento supe que pronto la iba a tener abriendo sus piernas para mi, suplicándome para que le haga el amor después de un largo día en su escuela, y yo, su hermano mayor, iba a ser el hombre que se encargaría de robarle los mejores orgasmos de su vida.

Los besos continuaron por varios minutos, la película había pasado a segundo plano, ahora éramos solo nosotros dos. Le daba algunas indicaciones para que sea ella la que tome el control en varias ocaciones, y lo logró, Fernanda siempre había sido una niña muy inteligente que aprendía y entendía rápido las cosas, fue así como nos encontramos abrazados en el sofá, besándonos en medio de nuestra casa, allí nadie se enteraría de lo que hacíamos, nadie nos vería pecar, nadie me vería abrirle sus piernas a mi pequeña hermanita para hacerle sentir todo lo que un hombre mayor puede darle, nadie más que yo la escucharía gemir mi nombre ni escucharían el grotesco chapoteo que hacía su pequeña vagina cuando la toco.

Fernanda terminó con sus labios sensibles, sonriente, los besos pasaron a segundo nivel cuando en un momento sus manos viajaron hacia mi bulto, y no tuve más remedio que quitarme el short y el bóxer para que ella pueda explorar.

Permítanme decirles que saciar la curiosidad de una niña es lo más gratificante que le puede suceder a un hombre, porque incluso si su falta de experiencia no le permitía hacer más que recorrer mi pene con sus dedos, cada roce que había resultaba excitante para mi. Aquella noche también le enseñé a masturbarme, así que pronto la tuve envolviendo mi miembro con sus pequeñas manos mientras nos besábamos, ahí, debajo de la manta, su mano inexperta se movía con suavidad, subiendo y bajando por toda la extención de mi miembro, fue algo que aumentaba mi calentura, era increíble sentir cómo sus suaves manos me llevaban al límite. Debo admitir que la experiencia de sentir por primera vez las manos de una niña logró hacerme terminar en minutos.

No podría describir el placer que sentí, ni la cara de asombro de mi hermanita cuando ensucié sus manos con mi semen, la vi separarse de mi cuando el líquido caliente hizo contacto con su piel, ensuciando la parte interna de la manta, esa fue la primera vez que ella veía el semen de un hombre entre sus manos, lo que sucedió después resultó ser incluso más excitante, pues para saciar su curiosidad, llevó sus manos hacia sus labios y probó una gota de mi semen. Verla probar algo que ella misma causó resultó demasiado excitante para mi, por lo que me limpié con mi manta, me dediqué a limpiarle las manos mientras hacíamos contacto visual y le dejé con la manta en sus piernas.

La volví a besar pero esta vez fui yo el que llevó sus manos y las metió entre sus piernas, tocando por sobre su short, y mientras los minutos pasaban la continé estimulando hasta llegar al punto en el que ella no podía negarse a nada, a ese punto en el que solo quiere sentir más, y entonces, esta vez sin preguntarle, le quité el short junto con su ropa interior, dejando ante mi su pequeña vagina, que estaba muy mojada y sensible.

—Que rico… —Dijo ella en medio de un gemido cuando le comencé a hacer sexo oral, mi lengua pasaba por cada parte de su vagina, chupaba esos hermosos labios mayores y atacaba su clítoris, haciéndola temblar, arrancándole tiernos gemidos y logrando hacer que se moje mucho más. Jamás me había imaginado lo adictivos que podrían resultar los fluidos virginales de una niña, y el hecho de pensar que era yo el primer hombre en probarlos logró ponerme duro nuevamente, y me masturbé, me masturbé mientras probaba los fluidos de mi hermanita menor, una dulce niña que lejos de quejarse por todo lo que yo estaba haciendo con su pequeño cuerpo, abría más sus piernas mientras sentía su primer orgasmo de la noche en camino.

—Córrete princesa, córrete en la boca de tu hermano mayor —no sé si fueron las consecuencias de mis palabras, pero Fernanda comenzó a correrse sengudos después, y yo no desperdicié ninguna gota de sus fluídos virginales, sus piernas hacían presión para poder cerrarse, su cuerpo temblaba y ella no paraba de gemir, no paraba de expulsar sus fluídos tampoco, me dediqué a pasar mi lengua por cada parte de su vagina hasta dejarla limpia.

Y como último acto, me separé de ella y tomé sus calzones, que estaban mojados, me masturbé muy rápido y allí, frente a sus ojos, mientras Fernanda aún se recuperaba de su orgasmo, yo me corrí, empapando con mi semen sus calzones, justo en la parte donde va su vagina, y unos segundos después, luego de limpiarme mi pene, me encargué de ponerle sus calzones y frotar su vagina por encima de ellos para que nuestros fluídos se mezclen.

Nos dimos unos últimos besos antes de que ella se fuera a bañar, yo me encargué de limpiar todo antes de bañarme también. Ninguno lo sabía en ese entonces, pero mi hermanita había entrado en su periodo de ovulación aquel sábado, y yo, como su hermano mayor, me había encargado de ayudarle y saciarle su sed de contacto sexual. Aquella noche dormimos juntos de nuevo, abrazados, yo me dormí después de ella, me encontraba feliz por ser el primer hombre para mi hermanita, sabiendo que no pudo escoger uno mejor porque yo lo era todo para ella y ella lo era todo para mi.

Por BLACKPXDOO

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