lunes, 15 de abril de 2024

Fernanda, mi hermanita Parte 3


Desde aquel sábado, mi hermanita menor y yo nos masturbábamos mutuamente casi a diario, sus gemidos se habían vuelto más excitantes, su cuerpo respondía más rápido a mis impulsos, y nuestro nivel de complicidad había aumentado, debería decir que nuestra confianza había aumentado mucho, y el miedo de que ella diga algo acerca de nuestros momentos íntimos en su escuela o en algún otro lado se había esfumado, ella sabía que lo que hacíamos estaba bien, que esa era la forma correcta en la que un hermano mayor le da amor a su hermanita, se lo recalcaba siempre, y el hecho de que ella lo entienda me ponía muy feliz.


En cuestión de dos meses las cosas habían mejorado mucho, ella ya no sentía vergüenza de estar desnuda frente a mí, aunque amaba su sonrisa tímida cada vez que me atrapaba mirando sus pechos, debo mencionar que en dos meses su cuerpo había tenido cambios notorios, sus pequeños pechos agarraron una forma más redonda, y su culo había crecido considerablemente, Fernanda se convertía en una niña muy provocativa con el paso del tiempo y yo, su hermano mayor, era el más feliz, pues podía disfrutar de su cuerpo las veces que quiera.

Mi día de suerte fue, en definitiva, el día de mi cumpleaños, dos meses después de haberla comenzado a tocar por primera vez. Aquel día volví a casa después de mi trabajo, evidentemente cansado, sin imaginar que lo que me encontraría en casa no solo sería a mi hermanita, si no también me contraría con la sorpresa de que había cocinado para mi. A sus doce años, ella además era independiente, tras la muerte de mis padres le había enseñado a cocinar y a limpiar la casa después de su escuela, sin embargo, en todo ese tiempo no había probado siquiera un platillo suyo, pero aquella noche todo iba a cambiar.

Tenía planeada una salida con mis amigos unas horas después, por lo que me bañé al llegar a casa y nos sentamos a comer, era temprano, ella estaba muy sonriente contándome de su día en la escuela cuando comenzó a llover, y a decir verdad, de alguna manera me sentía desilusionado, pero en mi mente me puse a evaluar otras opciones y decidí pasar la noche en casa, con mi hermanita, así que cancelé la salida con mis amigos y me puse a pensar en hacer divertido aquellas horas al lado de la persona que me volvía loco.

Media hora después nos encontrábamos sobre el sofá, viendo una película de princesas, la cual ella escogió, yo no me quejaba pues había crecido viéndola también. Estábamos abrazados, dándonos calor uno al otro, ella vestía una blusa blanca de tela fina en la que fácilmente se podían ver sus pezones, y un short pequeño que me permitía ver sus muslos, yo, en cambio, aún me encontraba vestido con camisa y pantalón, no quise cambiarme de ropa después de comer. Me dediqué a abrazarla y a dejar tiernos besos en su nuca, sintiendo mi pene comenzando a ponerse duro, algo que ella ya lo veía como algo natural y sin sorprenderse solo bajó su mano hacia mi bulto y lo tocó sin miedo.

Sus manos apretaban mi bulto por encima de mis pantalones, estuvo haciéndolo hasta que me sentía a punto de explotar, es así como quise romper nuestro pequeño momento y me senté sobre el sofá.

—Vámonos a nuestra habitación —Le dije, y no bastó que se lo repita, ella se puso de pie en silencio y yo lo hice segundos después, le tomé la mano y le llevé a su habitación, debo confesar que ese era mi lugar favorito para tocarla, sentía mucho morbo al hacerlo en un lugar donde estén sus peluches, o sus fotos de cuando era una niña pequeña, o incluso su aroma me resultaba excitante en esos momentos, por lo que decidí que el lugar indicado para disfrutar de mi cumpleaños sería su habitación.

Al pasar la puerta, nos tiramos en la cama y me dediqué a besarle, mis labios recorrían cada parte de su rostro, ella solo cerraba sus ojos y sonreía ante mis muestras de afecto, mis manos recorrían su cintura y se adentraban en su blusa para tocar su piel, eh de decir que mi parte favorita de nuestros juegos eran los preliminares, aquellos momentos en los que nos tomábamos el tiempo de disfrutar de nuestros besos y caricias antes de tocarnos y ser víctimas del placer.

—Fer —mi hermanita abrió sus ojos, estos tenían un brillo particular aquella noche. —Quiero hacerte el amor.

Ambos sabíamos que ese momento llegaría, a ella le habían explicado en la escuela que las personas que se aman hacen el amor, una noche me lo mencionó y hablamos al respecto, no haríamos nada hasta que ella se encuentre lista, sin embargo, yo consideraba que el mejor regalo de cumpleaños que puede recibir un hombre es poder desvirgar a una niña tan linda como mi hermanita, quería ser su primer hombre, quería hacerle el amor y darle tantos orgasmos para que nunca olvide quién la hizo mujercita.

Ella, sumisa ante mi tacto, cerró los ojos cuando nuestros labios hicieron contacto, eran besos suaves y lentos que la hacían temblar, amaba verla en ese estado para mi, sonrojada, con sus piernas abiertas, temblando ante cada roce de mis dedos en su piel, la idea de poseerla y robarle su virginidad me resultaba excitante.

—Espera —me dijo, y me alejé de sus labios un momento para mirarla a los ojos. —Pero lo haces despacio, ¿si?

—¿Confías en mi, princesa? —se lo dije, me encantaba tener el control y manipularla para que no se niegue a hacer algo. —sabes que nunca te haría daño, ¿cierto? —volví a hablar esta ve, con un tono de voz más calmado, y la vi asentir, y aunque vi inseguridad en sus ojos, me dediqué a repartir besos por todo su rostro hasta llegar a su cuello, me separé para quitarle su blusa y así descubrir sus pechos al fin, duros y sensibles, Fernanda era una niña que volvía loco a cualquiera.

Yo también me quité la camisa antes de atacar sus pechos, besaba y chupaba sus pezones, haciéndola gemir, mi pequeña cerraba sus ojos y se dejaba llevar, su cuerpo temblaba, su rostro se sonrojaba y su piel se llenaba con mi saliva, para ese momento yo ya estaba marcando a mi hermanita como mía, solo yo podía disfrutarla de esa manera. Los besos siguieron y continé un camino de besos hasta su cuello, lugar donde me tomé el tiempo para hacer una pequeña succión y cuando me alejé, vi ante mis ojos un tierno chupetón que se haría más visible con el paso de las horas y sonreí, sonreí al pensar en que todos verían mi marca en la piel de mi hermanita y sabrían que tuvo su primera noche de pasión, claramente nadie sabría que fue con su hermano mayor y eso me resultó incluso más excitante.

Fernanda me miraba con desconcierto después de aquel suceso, así que para no volver las cosas tensas volví a besarla en sus labios mientras mis manos tocaban sus pechos, era un hecho de que ambos estábamos demasiado calientes, por lo que no tardé en quitarle su short y dejarla desnuda ante mi. Esa fue, tal vez, la fantasía más grande que me hubiera imaginado jamás, mi hermanita desnuda en su cama de princesas, con sus piernas abiertas esperando a que su hombre le haga sexo oral. Sus peluches fueron testigos de todo el amor que repartimos por la habitación aquella noche, fueron testigos de cómo mi hermanita gemía mientras pasaba mi lengua por su pequeña vagina, lugar que ún no había sido profanado ni siquiera por mis dedos, por lo que su himen continuaba intacto, jamás hubiera imaginado lo mucho que una niña se podría mojar, pero con Fernanda pude descubrie que incluso pueden alcanzar varios orgasmos en una noche.

Me quité el pantalón cuando supe que ella estaba lo suficientemente caliente como para echarse para atrás, mi pene estaba muy duro y sabía que eso iba a resultar muy doloroso para ella, asi que busqué el lubricante que había comprado para esta ocación especial y me lo embarré en mi pene, ella me miraba, curiosa, tal vez con algo de temor, pero me dediqué a besarla mientras lubricaba correctamente mi miembro y cuando sentí que estaba listo, me separé de ella para tener ante mis ojos algo que siempre había deseado, iba a desvirgar a mi pequeña hermanita menor.

—Tranquila princesa, solo cierra los ojos y relájate, yo te voy a proteger —le dije y ella obedeció, la vi cerrar los ojos ante el primer contacto que su vulva tenía con mi pene, le puse algo de lubricante en su entrada y comencé con el trabajo de meterle mi pene, al principio fue difícil, pues su vagina era demasiado pequeña, pero sin embargo, mientras ella se fue relajando, pude lograrlo, parte de mi glande desapareció entre sus piernas, aquel lugar prohibido parecía abrazar al nuevo intruso, sentía lo apretado que era el interior de mi hermanita y ella, ante estas nuevas emociones, cerraba con más fuerza sus ojos, la imaginaba viendo pequeños puntos de colores y sonreí con ternura y la besé, la besé mientras intentaba meter más mi pene, algo que logré y sentí la virginidad de mi hermanita en la punta de mi pene, yo estaba con las emociones al mil pero también quería que ella lo disfrute, así que saqué mi pene y puse más lubricante en su entrada.

Continué besándola hasta que nuevamente metí mi glande en su vagina, que ahora estaba más dilatada y lista para ser desvirgada, y eso ocurrió allí, empujé mi pene con fuerza y logré quitarle la virginidad a mi pequeña hermanita, ella abrió los ojos y soltó un grito, desesperaba me pedía que me salga, sin embargo, yo la abracé, la abracé con ternura mientras lloraba.

—Tranquila princesa, ya pasó —intentaba consolarla, me quedé en su interior para que se acostumbre, gotas de sudor caían por mi rostro, sus paredes vaginales intentaban expulsal al intruso, algo que resultaba más excitante porque las palpitaciones de su interior hacían que me quiera correr. —Lo haré despacio, lo prometo.

Continué besándola mientras intentaba meter y sacar mi pene, solo había entrado hasta la mitad, por lo que decidí no forzar más hasta que mi hermanita se acostumbre. Eran suaves movimientos que me hacían sentir un cosquilleo en la próstata, su vagina lo apretaba tan delicioso que no quería salirme por ninguna razón.

Los movimientos se hicieron más fuerte cuando sentí a mi hermanita temblar, ella cerraba los ojos y soltaba pequeños quejidos, me separé de ella un poco y me dediqué a meterle todo mi pene en su interior, era fascinante ser el primero en explorar su vagina. Nuevamente le tomó unos minutos acostumbrarse al intruso pero cuando lo hizo comenzó a gemir, me resultó excitante percibir que esos gemidos no eran los mismos a los que soltaba cuando la masturbaba, estos eran más profundos, más intensos, y más continuos, sus gemidos fueron la señal para comenzar a hacerle el amor.

Como hombre, me había encargado de aprender los puntos sensibles de mis parejas, y eso logró que tenga cierta experiencia en robarles orgasmos, con Fernanda no fue distinto, la vagina de una niña no es muy diferente al de una mujer adulta, por lo que me resultó fácil encontrar su punto G, fue tal vez eso lo que ella necesitaba para disfrutar nuestra velada, Fernanda comenzó a gemir más fuerte mientras yo me enfocaba en darle placer en su punto más sensible, ella se corrió unos minutos después, su interior se volvió incluso más apretado y yo, que suelo tener el control sobre mis orgasmos, terminé llenando su vagina con mi semen, ambos soltamos un gemido de placer mientras alcanzábamos nuestro punto más alto, y la besé, la besé cuando vi que salían lágrimas de sus ojos, supe que ella no había alcanzado ese nivel de excitación jamás, la besé con ternura hasta que sentí que mi pene salía de su interior con naturalidad, segundos después Fernanda expulsó una mezcla entre mi semen y su sangre, fui a buscar toallitas húmedas y me dediqué a limpiarle, con ternura, como cuando limpias algo que amas mucho para usarlo nuevamente en otra ocación.

Me eché a su lado y me dediqué a repartir besos por todo su rostro, sus piernas aún temblaban, pero eso no era impedimento para que ella sonría, unos minutos más tarde se dirigió al baño y yo me dispuse a cambiar sus sábanas, Aquella noche dormimos en su habitación, abrazados, con sus peluches siendo los únicos testigos de nuestro amor.

Por BLACKPXDOO

No hay comentarios:

Publicar un comentario