jueves, 18 de abril de 2024

Negocie mi virginidad por una bicicleta ultramoderna a las 13 años


Esto sucedió en Viña del Mar, Región de Valparaíso, en el tradicional sector habitacional conocido como Reñaca, que era uno de esos tantos exclusivos sectores de esa ciudad, pero ahí estaba también todo un gran balneario de playas que eran muy popular en el verano. Todo comenzó en junio del año 2015 cuando asistí al cumpleaños de mi prima Pascuala, quien cumplía 10 años. Yo, me llamo María Ignacia y en esa época acababa de cumplir 13 años.

Todos sus primos, amigos, compañeros y vecinos del sector de Reñaca celebramos juntos; bailamos, nos divertimos, pero casi al final de la fiesta se apareció su abuelo paterno con un regalo especial, era una bicicleta rosada, con canastilla, muy linda y en ella venía montado un enorme peluche blanco con corazoncitos rojos en todos lados. Era un bello y especial regalo para una niña de 10 años. Niña que ya no lo era tanto, pues estaba desarrollada físicamente. Era alta, ya media 1,45 mt y sus pechitos ya asomaban y su culo ya empezaba a verse duro, como corazón y protuberante hacia afuera. Era una niña sexy mi prima Pascuala. Eso la definía.


Todos nos quedamos sorprendidos por semejante regalo, pues nos dimos cuenta de que era una bicicleta de paseo Cross y de un precio muy elevado. Yo sinceramente sentí un poco de envidia ya que mis papás nunca me regalaban nada realmente grande ni costoso para mis cumpleaños, y yo a mis abuelos ni los conocía, solo tenía una abuela que solo me regalaba abrazos y dulces jaja.

No es que no quiera a mi abuelita, quien estaba a cargo de cobijarme en su hogar. La adoro, pero es que, por primera vez, a mis cortos 13 años, sentía la necesidad de ser consentida y querida como mi prima Pascuala.

Al terminar la fiesta, mi prima nos sacaba en cara su regalo, dejó pasear en su bicicleta a algunas de sus mejores amigas; el resto solo observábamos. Yo tenía que fingir que estaba alegre por ella, pero por dentro hervía de rabia por la envidia que sentía, y le pedí a mamá que ya nos llevara a la casa a mí y a mi hermanito. Vivíamos en el 3er sector de la población Gómez Carreño, que era el límite con Reñaca. Nosotros éramos una familia más humilde que la familia de Pascuala. Nuestro hogar era más modesto. Mis padres no era profesionales como los de Pascuala.

Toda la noche no pude dejar de pensar en la bicicleta, o tal vez no dejaba de pensar en el peluche, la expresión de felicidad en el rostro de mi prima, pero luego me ponía a pensar en aquella persona que le produjo tanta felicidad: su abuelo.

Ese hombre casi calvo, de 62 años, que se apareció de saco y corbata, alto, de cuerpo firme, un poco gordito, una sonrisa amplia; tan amable, tan dulce en esa fiesta.

¿Por qué no tenía un abuelito como él, tan lindo y dulce, que me consienta siempre? Todos esos pensamientos crearon sensaciones que provocaron algo en mí cuerpo.

Fue la primera vez que sentí cosquillas en mi chuchita, sola en mi cama pensando en muchas cosas, pero sobre todo en ese señor, me quedé dormida, de costado, con las piernas flexionadas y mis manos en mi zorrita, mi chuchita, mi vagina.

Pasaron los días, y cada vez que llegaba a casa de la escuela, me ponía a revisar en internet fotos de bicicletas, todos los tipos, los colores, los precios, las más populares; me ponía a dibujarlas, a pintarlas, todo mi pasatiempo tenía que ver con bicicletas; si salía a jugar con mis vecinos, no desperdiciaba la chance de montarme, aunque sea por ratos, en sus bicicletas.

Entonces me ponía a pensar qué podría hacer para obtener la mía.

Era mi sueño. Supe buscando en internet, que entre las calles 13 norte y 15 norte, cerca del Mall Marina Arauco en Viña del Mar, había unos 6 locales que vendía bicicletas de todo tipo y precios

Mi cumpleaños ya había pasado hacia un par de meses y estábamos en septiembre a punto de empezar la primavera y yo me puse como meta tener una bicicleta para navidad.

Faltaba poco tiempo, solo 3 meses, pero nadie me iba a quitar las ganas de pasear libremente en bicicleta como lo hacía mi prima, o mis compañeros de escuela y vecinos que si tenían una. Mi sueño era ir en mi bicicleta a pasear en la cliclo vía que había en el borde costero de la ciudad jardín, como se conoce también a Viña del Mar, vestida solo con una polerita corta y escotada junto a un short que dejara ver parte de mis nalgas.

Decidí acudir donde mis tíos, mis papás, incluso mi padrino, pero nadie realmente se comprometió. Todos dijeron que las bicicletas eran muy caras y parece que tenían razón. Me fije que la más barata que me pudo gustar tenía un valor de $90.000 y la más cara $300.000. Y para mi familia eso era mucho dinero.

Empecé a ahorrar dinero haciendo lo que podía (trabajaba cuidando niños y haciendo aseos), pero no era suficiente, yo sacaba mis cuentas y sabía que no me iba a alcanzar, pero ni para la mitad hacía fin de año, y así poco a poco mi frustración crecía.

Aunque no lo crean, esa tristeza por no tener el juguete preferido afecta a algunos niños, sobre todo a los que no recibimos afecto de nuestros padres.

Y así llegó noviembre del año pasado, cuando en el trayecto de la escuela a mi casa, quise hacer un desvío, para salir de la rutuna, estaba aburrida de las clases, solo quería caminar, pasear, gastar mi propina en alguna golosina. Fui al sector del Mall de 14 Norte y seguí caminando sin rumbo fijo, hasta darme cuenta de que había llegado al sector donde estaban las tiendas de las bicicletas.

Poco a poco el bullicio de la gente y los autos me habían llevado a ese sector y aun sabiendo cuales eran mis límites para no ir tan lejos, pasé por una tienda de juguetes, y luego otra tienda, y finalmente casi al llegar a una esquina, una tienda más, pero no era cualquier tienda; colgada de la pared de la fachada estaba una bicicleta; yo quedé hipnotizada; era hermosa, con detalles brillosos, canastilla, me enamoré inmediatamente de ese lugar. Era un centro integral de bicicletas y habían de todos los tipos y precios. Era inmensa la tienda. Y conforme fui mirando más cosas, me adentré a la tienda, era “la casa de las bicicletas”, así se llamaba la tienda; había poca gente.

De hecho, cuando entré, una pareja de esposos iba saliendo, y yo seguía caminando.

Todo estaba tan reluciente, hasta podía reflejarme en el piso, alzaba mi mirada y no podía creer tal cantidad de llantas y el olor a caucho, que empezaban a marearme cuando de pronto una voz me sacó de mi lapsus.

¿Qué pasa niñita que te quedaste con cara de pavita? jajajajaja, alguien me dijo.
Reaccioné, era un señor tras la vitrina de atención; tardé unos cuantos segundos para darme cuenta que era muy parecido al abuelo de mi prima.

No, no era posible que fuera él, yo lo miraba con una cara de entre asombro y extrañeza, fue tan prolongada mi mirada, que él me hizo reaccionar otra vez, ¡Oye niña, avíspate y di algo! ¡Que tengo en la cara que me miras tanto? jajajajaj.

Y finalmente pude habla para preguntar: – ¿Usted es el abuelo de Pascuala? – Ah! ¿Era eso? Jajajajaja Varios me confunden con Juan José. Y tú ¿Quién eres? – Yo soy María Ignacia le respondí y Pascuala es mi prima. Ah ya entiendo. Y el siguió – No mi amorcito, yo soy Juan Pablo el tío abuelo de Pascuala. ¡Y donde conociste a mi hermano Juan José? Y le respondí que había sido en el cumpleaños. ¿En el cumpleaños de Juan José? Jajaja – Noooo! Dije, fue en el de Pascuala. Entiendo dijo. Y soltó la pregunta de un golpe. Y dime ¿Le gusto la bicicleta a tu prima? Juan José la escogió de esta tienda, indicándome una zona de la tienda donde estaban las bicicletas más caras, al parecer.
Entonces, el rostro se me entristeció nuevamente al recordar que yo no podía tener una bicicleta así de lujosa y cara.

¿Qué pasa mi linda niñita? ¿Por qué esa carita de tristeza? Una lolita tan linda no puede pasar tristezas de ningún tipo.

Debo aclarar a propósito de ese comentario, que si era muy bella y muy desarrollada para mi edad de 13 añitos. Era alta (1,58mt), esbelta, pelo castaño rubio, ojos verdes claro, labios pequeños y gordos, mis tetitas ya era grandes del tamaño de una mano de un joven adulto y mis nalgas ya eran muy prominentes y se destacaban más aun porque tenía una cintura muy pequeña. Mis medias eran 75-60-70 y mi pubis aun no tenía pelitos como el de otras compañeras de curso que había visto desnudas en las duchas del colegio. Yo era lampiña completa. Mi piel era dorada como la miel clara. ¡Los niños del colegio y algunos adultos decían que yo era un manjarsh! Jajajaja. En verdad era muy bella y sensual.

Cuando me preguntó nuevamente don Juan Pablo que me pasaba, me di cuenta de que él también era muy agradable, era un poco más alto que su hermano, tenía más pelo, aunque canoso, de ojos verdes, barba blanca. Tenía una belleza varonil mucha más cautivadora que su hermano, el abuelo de Pascuala.

En ese momento él pasó al frente para consolarme tal vez, pude entonces recién notar que tenía la camisa blanca bien acomodada bajo el pantalón y que le hacía notar una pancita curiosa, y unas manos grandes, gigantescas, que colocó sobre mi cabello para acariciarlo suavemente.

Ahí pude percibir que era alto, porque yo a pesar de tener 13, apenas le llegaba a la altura de su ombligo, levante mi mirada triste y me topé con la mirada más dulce y risueña que vi alguna vez, volví a bajar la mirada, esta vez para encontrarme con su bulto.

En mi inocencia de niña, no sé qué pensamientos se me pasaron por la cabeza exactamente en ese instante, solo sé que me agradaba estar cerca de ese hombre, sentir su aroma y adivinar ingenuamente porque tenía el pantalón de tela tan abultado ahí abajo, estaba yo conectada con esos pensamientos cuando él me volvió a interrumpir con un simple:” ¿Viste algo que te gusto de mi tienda?  En ese instante, antes de responderle a don Juan Pablo

Humberto, se apareció desde el fondo de la tienda mi tío Juan Pedro, papá de Pascuala.

Yo no tenía idea que el negocio era familiar pensé en mi interior.

– Vaya, vaya María Ignacia ¿Qué haces por aquí a estas horas?.¿No deberías estar en tu casa ya?

– Hola tío Juan Pedro, si, solo entré para ver las bicicletas pero ya me voy.  Y cuando al girar para empezar a correr hacia la puerta, don Juan Pablo me sujeta de la mano firmemente y me dice dulcemente: ¿Pero porque te vas así tan rápido? – Juan Pedro no seas así, es tu sobrina y vino a ver las bicicletas, es más me dijo, mientras se arrodillaba y me hablaba frente a frente con esa misma voz dulce y tierna; -¿te gustaría ver unas bicicletas especiales que tenemos en el almacén?, allá adentro?. Observé hacia el fondo de la tienda, pero me interrumpió la imagen de mi tío Juan Pedro sobándose su bulto en la entrepierna, él vestía un short deportivo y zapatillas, una polera sin mangas; él era de contextura gruesa y también alto.

– ¿Te gustaría o no? Replicó Don Juan Pablo.

– Si, me gustaría dije mientras bajaba la vista de vergüenza chupándome el dedito pulgar, cual niña inocente era yo.

– Baja el portón, Juan Pedro, le indicó a mi tío, y mientras me llevaba de la mano hacia adentro, una voz ronca nos interrumpió a todos desde el ingreso principal.

Al voltear, lo vi parado en el umbral de la puerta; por la luz natural que provenía de la calle, solo podía visualizar la silueta de aquel hombre en saco y corbata.

Era él, el abuelo de Pascuala, Juan José, ahora ya sabía su nombre.

– Que pasó, ¿vamos a almorzar hermano?” y entonces se dio cuenta de mi presencia y dijo mirándome fijo a mis ojos – mmmm hola princesita y todos se quedaron mirando entre ellos.

Mi tío Juan Pedro le susurró algo al oído al abuelo lindo, e inmediatamente se dispuso a cerrar el negocio.
Don Juan Pablo me soltó y se fue adentro, al almacén.

Y don Juan José se aproximó lentamente hacia mí preguntando – mmmmm ¿Dónde te he visto, muñeca?» – hola abuelito, yo soy María Ignacia – que lindo nombre mi princesita ¿Te conozco?” – Yo soy prima de Pascuala, yo lo vi en su cumpleaños  – ahhh si, ya te recuerdo, ¿y qué haces por aquí? – “pues – me quedé observando las bicicletas y él se adelantó a mi respuesta: – Veo que tú también deseas tener una bicicleta. ¿Cuándo es tu cumpleaños?, me preguntó – ya pasó respondí. Yo quiero mi bicicleta para navidad. – Ya veo me respondió, señalando después: pero falta mucho – Si, pero nadie me quiere regalar le dije poniendo carita triste – Bueno, las bicicletas son caras, no son gratis, por lo que debes pagar por ella. – Si, lo sé, pero usted le regaló a Pascuala – No mi niña preciosa, no le regalé nada me dijo tomándome el rostro con su mano y pasándome su dedo pulgar por mi gordo labio inferior – ¿entonces? Pregunté yo extrañada – Ella tenía que darme algo a cambio – ¿Qué cosa? Pregunte curiosa y ansiosa a la vez.  En eso se aproximó mi tío Juan Pedro, y tomándome de la mano me guio al interior de la tienda y me dijo: adentro lo descubrirás. Y mi corazón empezó a latir más fuerte y rápido, como queriéndose salir por mi boquita.

Yo me dejé llevar, en realidad me sentía a gusto en compañía de esos señores. Se veían lindos, limpios, amables y se notaba que querían darme un gusto con la bicicleta, pero que yo debería ser buenita y atenta con ellos, aunque en verdad no tenía claro como aún.

Entré primero por un pasillo oscuro, había estantes a los lados; luego, un pequeño patio que tenía rejas de protección en vez de techo, y cruzando un ambiente más, donde don Juan Pablo había puesto y acomodado un colchón grande de 2 plazas en el piso y me fijé además que había una videocámara fijada a un trípode.
Observaba esa habitación bien iluminada mientras veía a Juan Pablo con la correa desabrochada, y su cierre de pantalón abajo, dejando entre ver su calzoncillo blanco y algo muy abultado. Obvio que sabía que era su pene o pilín como le decía yo (Recordando el club de la comedia). Otros dirán pichula jijijijijij Eso, ver ese bulto en él, lejos de molestarme, me gustó, me atraía.

Luego mi tío Juan Pedro prendió una pantalla conectada a una computadora, y luego de maniobrar un poco, aparecieron videos de hombres y niñas pequeñas, incluso más pequeñas que yo, todo eso mientras el don Juan José se arrodillaba frente a mí y me decía muy tiernamente: ¿De verdad quieres una bicicleta para navidad? – Si, respondí yo de inmediato – Yo te voy a regalar una, pero debes ser muy obediente. ¿Está bien? – Sí señor, yo soy obediente susurre bajando la vista.

Entonces empezó a darme besos en las mejillas, y luego se fue acercando a los labios; eran besos suaves, con los labios cerrados. Me sentía un poco rara, pero no me disgustaba en lo absoluto.
Al poco rato de estar el besándome yo le respondí y abrí un poco mis labios (Como había visto en una película en la televisión) empezándonos a besar con más pasión y ardor y empezar a meter nuestras leguas en las bocas del otro. Que linda y caliente eres princesita, me decía.

Estaba besándome con don Juan José, el bello abuelo de mi amiga Pascuala, cuando giré y me percaté que mi tío Juan Pedro ya estaba en boxers (unos azules, recuerdo) y don Juan Pablo el hermano de mi abuelito besador, ya estaba totalmente desnudo. Podía ver su vello púbico entre negro y canoso también junto a su pichula ya erecta.

Él se aproximó, me dio un beso en la frente, y mientras en la pantalla se proyectaba un video de una niña haciéndole sexo oral a un hombre, él me indicaba, “así, abre la boquita ahhhh abre mi amor” yo por puro instinto lo hice.

Era la primera vez que chupaba la verga de un hombre, y francamente me gustó mucho, se sentía tan suave cuando me entraba en la boquita. No me entraba toda porque era muy gruesa, pero yo disfrutaba al probar su sabor; sentía un poco el aroma a talco que se colocaba en esa zona don Juan Pablo, que me llegaba hasta el cerebro, y el comenzó a realizar un vaivén dentro de mi boquita, que me pareció rico y entretenido.
Entonces mi tío Juan Pedro vino atrás mío, y subiéndome un poco la falda, procedió a bajarme el calzoncito que estaba todito mojadito en la parte que deba a mi chiquita y estrecha vaginita.
Por alguna razón, yo no puse resistencia, yo seguía concentrada en la chupada que le estaba dando a don Juan Pablo.

– ufffff mi bella princesita, que rico chupas mi chuto-, exclamaba él. 

Me retiré un poco de su rico y grueso chuto jugoso, porque sentí que me estaba ahogando, e inmediatamente mi tío Juan Pedro después de haberme quitado el calzón, ya lo estaba oliendo, y gimiendo de calentura por mis jugos y olores de jugos virginales; se bajó un poco el bóxer y aprovecho de meter él su verga en mi boca.

La suya no era tan gruesa pero también me gustaba, sentía que me entraba más a fondo y podía saborearla mejor con mi lengua cuando entraba y salía de mi puta boquita.

– mmmm que manera de gozar la pichula esta putita princesita- dijo el abuelo Juan José, quien recién se empezaba a desnudar después de acomodar bien la cámara y poner otros videos.

– Pon el video de Ximena Andrea, ¿lo trajiste? – dijo don Juan Pablo.

– Si, papá, ponla por favor, queremos conocerla- dijo mi tío Juan Pedro.

Todo esto mientras nos echábamos en el colchón, y efectivamente don Juan José puso el video; me pareció increíble lo que veía y lo que sucedía, pero aun así yo estaba excitada, dejándome llevar por ellos, obediente de todo lo que me pedían que hiciera.

El video empezó a rodar, en él se veía una mocosita de apenas 9 añitos que el mismo don Juan José empezaba a manosear y desvestir, para luego empezar a lamerle su conchita, que se veía muy cerradita, chiquita y muy rosadita.
– wowww que preciosura de princesita se está comiendo este abuelo suertudo decían los demás. Es una ricura demasiado deliciosa; tenemos que conocerla pronto, señalaron casi al unísono.

Y así estaba yo en el colchón, una mocosa caliente, húmeda de vagina y deseosa de chuto caliente y duro; de 13 añitos, de nombre Maria Ignacia, niña, bella y lujuriosa, entregada a esos 3 hombres, mi tío Juan Pedro de 38, su papá Juan José de 62 y su tío Juan Pablo de 55 y dueño de la tienda de bicicletas.
Echadita y desnuda en ese colchón mientras ellos me manoseaban, me chupaban mí ya puto y chorreante choro caliente, y me daban de chupar pichulas de varios tamaños, grosores y olores.

Se turnaban para meterme sus ricos chutos en mi boca y mi chucha caliente. Y yo feliz, por sentirme la perrita dispuesta a darle todo el placer que fuera posible a esos 3 hombres.

Los primeros, en mi vida sexual. Y eso tenía que ser un momento imborrable e inolvidable.

No tardaron mucho para llevar la situación al extremo. Se venia lo que yo estaba esperando hace rato. La cacha masiva, la cacha orgiástica, la cacha de ensueño.

Don Juan José, el abuelo rico y caliente, se echó boca arriba y me colocaron encima de él, de tal forma que yo chupaba su enorme verga peluda, y el lamia mi conchita (un bellos 69) y empezó a meterme su dedo medio y dilatarme por mi estrecha pero ya chorreante chuchita. Entonces don Juan Pablo se puso atrás mío, para empezar a lamer, chupar, succionar y meter su gran lengua en mi anito caliente y gozoso. Lo dejaba muy mojado con saliva. Me dedeaban como si nada les importara, yo gemía o a veces me quejaba un poquito, pero siempre era interrumpida por mi tío Juan Pedro, que arrodillado al frente mío me hacía turnar mi boquita para chupar la suya y la de su papá, a veces incluso tomando la verga de don Juan José intentaba forzarme para meter las dos pichulas en mi boquita, pero era imposible.

– ufff ¿Quién será el primero en meterle el chuto hasta el fondo de esa zorra virgen húmeda y caliente?

– dijo mi tío Juan Pedro.

-Bueno, yo la vi primero jaja- dijo don Juan Pablo, el dueño de la tienda. – Un momento, yo la vi primero en la fiesta- dijo don Juan José, el abuelito rico de 62 años.

– ¿Se están olvidando que yo soy el tío, aquí? – dijo Juan Pedro.

Entonces los 3 se pusieron de pie, y mientras en el video don Juan José estaba follando salvajemente a la princesita de 9 añitos, me preguntaron – ¿quién de los tres quieres que te la meta hasta el fondo de tu rico culito, princesita rica?  – mmmmm pensaba yo mirándolos mientras meneaban sus ricas vergas para mantenerla siempre duras, y se me ocurrió preguntar – ¿quién me va a regalar mi bicicleta para navidad? – “jajajaja” todos soltaron las carcajadas, y fue finalmente don Juan José, el abuelo rico quien se puso detrás de mí, colocándome en 4 patas y con mi culo arriba abriéndome también las piernas y así abrir mi puta vagina de princesita maraca.

Don Juan José se montó encima mío, obviamente él pesaba más que yo, así que puse mi carita sobre el colchón y él me sujeto fuerte de mi cintura, procurando no caer encima mío, entonces acomodó la cabeza de su verga en la entrada de mi culito, que ya estaba algo dilatado y muy mojado con toda la saliva que me dejaron ahí – ufffff ricura mía, aguántamela ya – Yo no entendía bien lo que iba a suceder, pero suponía que venía lo más doloroso al sentir entrar esa gran pichula gorda y dura en mi pequeño hoyito de mi culo de niña; así que me armé de valor y le dije – si don Juan José, métamela hasta el fondo, pero de a poquito para que no me raje mi culo  de putita” – ufff maraca rica como me calientas con tus palabras – y me la empezó a meter. – mmmmm ¡ayyyyy! de verdad me hizo doler cuando senti su cabeza entrando por mi culito, pero él seguía en lo suyo, empujando de a pocos, a veces suave, a veces fuerte.

Yo ya empezaba a llorar, y tenía ganas de gritar; mi tío se dio cuenta de ello e inmediatamente puso su verga rica en mi boca. No había más que hacer que disfrutar de mi primera cogida, y era por el culito.

Don Juan José empezaba a cogerme más duro, diciendo: – Ohh mira que rico hermanito-, entonces Juan Pablo se aproximó para ver la hazaña de Juan José y ver como había metido su gran pedazo de chuto hasta el fondo de mi puto culo de niña maraca de 13 años, – ufff ¡sí! que rico hermano se ve tu pedazo de chuto abriendo ese culito virgen. ¡pártele ese hoyito rico que tiene la putita gozadora!. Pero no sucedió así. Después supe que me había lubricado también con un líquido anestésico y que me permitió disminuir el dolor y dar lugar al placer a los 7 minutos de que me lo estaba metiendo duro, rápido y fuerte. 

No sé ni cómo resistí, pero lo hice.

De un momento a otro, del dolor pasé a gozarlo como jamás pensé.

Me sentía bien, poseída, excitada de estar chupando un pedazo rico de chuto duro y caliente y estar recibiendo otra pichula dura como el fierro por mi culito.(Tomaba cialis el viejito rico, por eso tan duro su chuto rico)

– Oyeee, pero no me dejen afuera- dijo el don Juan Pablo.

Él se echó a un costado en el colchón y dijo – trae a la putita aquí – así que me llevaron hacia él, y me sentaron encima, acomodándome justo encima de su pichula que estaba toda mojada y paradísima – ¡Como estas de apretadita maraquita rica!” dijo mientras su cabeza empezaba a abrir mi zorra que ya chorreaba jugos de caliente que me tenían.

Yo apoyé mis manos en su pecho peludo para separarme un poco, pero él me sujetó fuertemente de mis nalgas y me ensarto su pico hasta el fondo de mi estrecha y caliente chuchita de niña haciéndome gritar muy fuerte por el dolor de esa ensartada- Que cacha más rica le estoy dando a esta niñita rica pal pico – exclamaba él.

Me hizo doler también pero a él tampoco le importo, él seguía moviendo mis nalgas a su ritmo, fue un solo empujón para clavarme su verga hasta la mitad; sentí mi chuchita llena de su pichulón, y yo miraba su rostro de lujuria, el me metía su la lengua cuando me besaba con furia y gozaba como un desquiciado, al mismo tiempo que mi tío se arrodillaba delante mío, casi como poniendo sus nalgas en el pecho de su tío, para darme de tragar verga y yo como toda una niñita golosa me devoraba su chuto duro y caliente.

Ahora faltaba don Juan José, el abuelo rico. Lo sentí aproximarse, cuando dejó caer harta saliva, o algún líquido que tenían por ahí, con el que habían estado masajeando y dedeando mis agujeros. (El líquido lubricante mezclado con anestésico); entonces sentí su peso encima mío y su pico gordo en la entrada de mi culito, metiéndolo lenta pero firme hasta el fondo de mis intestinos gimiendo todos al mismo tiempo de puro placer al estar totalmente ensartada por mis 3 orificios. Yo, la María Ignacia, la niñita rica de 13 año, estaba montada encima de don Juan Pablo (de 55 años) quien me tenía bien clavada por mi estrecha pero jugosa zorrita, mientras que mi tío Juan Pedro (de 38 años) no me dejaba gritar, apenas gemir pues me tenía chupándole su pedazote de chuto como una perrita sedienta, y finalmente don Juan José (de 62 años), atrás mío, estaba clavando su pichulon sin compasión y a una gran velocidad en mi culito estrecho.

No pasó mucho tiempo antes que los 3 hombres botaran su moco seminal casi en forma simultánea. Fue increíble el sentir en mis tres orificios el saltar de ese liquido tibio y de olor especial, llenando mis intestinos, mi boca y mi chuchita de putita en estreno mundial, con esos tres machotes chilenos y viñamarinos. No paso un segundo de sentir esos líquidos en mi interior y yo sentí también una sensación nueva para mí, sentí que me meaba, pero era diferente, era una corriente eléctrica que recorría mi cuerpo al mismo tiempo que sentí que me mojaba yo solita. Fue mi primer orgasmo que hizo contraer espasmódica y brutalmente todo mi cuerpo. En un momento sentí mi columna doblarse como si se fuera a fracturar. Y así terminamos, todos rendidos y agotados en ese colchón y yo llenita en todos mis orificios, con todo ese moco rico que salió de su calientes, duras y bellas pichulas.

Me quedé dormida por unos minutos creo, y después de un rato desperté, los hombres estaban ya todos vestidos.

Luego me vestí, y ya afuera en la tienda, don Juan Pablo (el dueño de la tienda de bicicletas), me dio un cupón y me dijo: – aquí tienes este cupón para que recojas tu bicicleta en navidad, ¿entendiste? – Si don Juan Pablo, muchas gracias – Y ya sabes, siempre pórtate bien y sé muy obediente, ya ves que las niñas buenas siempre tienen su regalo.

Me despedí de los 3 con un rico y largo beso con lengua y me fui feliz a mi casa, aunque un poco adolorida.

Pasaron los meses, y yo siempre iba a “la casa de las bicicletas”, no solo para ver que mi bicicleta siga en vitrina y esperando ser mía, sino también para complacer a esos señores, sobre todo a don Juan Pablo quien era el dueño de la tienda y quien además fue el que más veces me cacho y culeo durante ese tiempo.

Ahora, a pesar de mi corta edad (13 años) descubrí en mi un rico vicio que eran los hombres maduros.
El mismo 24 de diciembre de 2015, cuando fui a retirar mi bicicleta estaban los 3 bellos hombres. Durante 45 minutos me cacharon y culearon como locos, como si fuera la última vez que le iban a meter su pico a una niña dulce y tierna de 13 añitos como yo. Fue maravillosa la entrega de mi regalo. Me hicieron muy feliz, pues fueron 5 orgasmos violentos que tuve en esos 45 minutos de cachas y culeadas orgiásticas con esos bellos hombres.

Llegué a casa con una sonrisa de oreja a oreja esa víspera de navidad; estaba todo para ser feliz total; la ropa nueva, la cena, la fiesta, pero finalmente no disfruté de mi bicicleta en noche buena, pues no podía montar de tanto que me dolía el culito y mi zorrita.

Por VINAMARINO1960




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