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lunes, 17 de agosto de 2020

Adicta a las perversiones de mi abuelo


A veces pienso que soy demasiado pervertida, no puedo evitarlo. Soy Cintia, la que se atreve a todo y a probado de todo.

He hecho cosas que ruborizarían a más de uno... y he gozado haciéndolas, he disfrutado y tocado el cielo entre gemidos y humedades tibias esparciéndose por mi cuerpo.

¿Cómo empezar? Hoy soy toda una mujer de veintitrés años, pero esta historia comenzó hace tiempo ya... Mi madre era una adolescente cuando escapó de su casa con mi futuro padre, llevándome todavía en su vientre y le propinó a mi abuela un disgusto tan grande que la acabó con un infarto. De todo esto me enteré años más tarde cuando por entonces vivía en una casa modesta con mamá, mi hermanito de ocho meses y mi padre, al que poco veía pues se la pasaba fuera en busca de trabajo o mejor dicho bebiendo con sus amigos y jugando y perdiendo lo poco que teníamos. Yo tenía 11 años cuando lo enviaron a la cárcel por robar en una tienda dejándonos completamente desamparadas con mamá y el bebé, hasta nos remataron la casa por las deudas.

Así fue que volvimos a la casa del abuelo Juan. Él vino a buscarnos cuando se enteró de nuestra situación y se hizo cargo de nosotros. A pesar de que vivía bastante cerca en todos esos años habíamos tenido poco contacto y al principio la coexistencia fue bastante tensa y mamá como que no se acostumbraba a la situación; sería que el abuelo era un hombre serio y bastante autoritario, y parecía que no se perdonaban las cuestiones del pasado.


Era bastante joven para llamarlo abuelo, creo que esos días no había llegado a cumplir cincuenta años, y se conservaba con la estampa varonil de un trabajador rudo y vigoroso, pasaba los días en su taller arreglando automóviles y motores y llevaba una buena vida, tal vez demasiado solitaria hasta nuestra llegada. Conmigo era bueno y cariñoso, no dejaba que nada me faltara y se desvivía por atenderme y yo llegué a sentirme mejor y segura viviendo con él. Además la casa era antigua pero amplia, con las habitaciones que daban a un patio central rodeado por una galería y madreselvas que trepaban por las paredes, y hasta tenía mi propio cuarto.

Yo era más feliz aquí, y creía que con el tiempo mamá también lo sería, ella era una mujer aún muy joven y bonita, bien proporcionada, de largos cabellos rojizos y con ojos color verde agua que la hacían más hermosa, yo había heredado sus pecas y era un tanto más rubia, y no hallaba la hora que mi cuerpo terminara de crecer para parecerme a ella. Me miraba al espejo esperando ver crecer mis pechos, pero compararlos con los senos hinchados de leche de mamá era descorazonador. Esa era mi mayor preocupación por aquellos días, tal vez en ese entonces era una nena demasiado inocente para darme cuenta de la realidad de las cosas pero pronto descubriría nuevas formas de ver la vida que me marcarían para siempre.

Una noche veíamos televisión en el sillón con el abuelo mientras mamá en su habitación amamantaba al bebé y lo acostaba en su cuna. El abuelo me abrazaba cariñoso y yo de apoco me apretujaba más contra él. Era una caricia inocente de mi parte, pero yo sentía que de a poco él me abrazaba más intensamente y su mano le transpiraba al rozar la piel desnuda de mis brazos. Entonces puso su otra mano en mis rodillas, la detuvo allí por un tiempo como si no se diera cuenta y de a poco comenzó a acariciarme, apenas rozándome iba siguiendo el contorno del borde de mi faldita sobre los muslos provocándome un cosquilleo nervioso mientras me susurraba al oído que yo era su nena bonita y que estaba muy crecidita, eres toda una mujercita me decía. Yo me dejaba hacer, me gustaba ser mimada y era una sensación agradable sentirlo tan cerca, no veía nada de malo en esa muestra de cariño y seguía apretujándome a él como una gatita mimosa... él me acomodó de lado como jugando y casi cubriéndome con su cuerpo mientras reíamos y yo disfrutaba del momento... hasta que sentí una dureza creciente contra mi muslo... y no era la hebilla de su cinturón... Un sobresalto me recorrió toda porque me di cuenta que le estaba provocando una tremenda erección, yo era virgen pero no tan inocente en temas de sexo; había charlado con mis amigas del colegio y hojeado las revistas porno que ellas le sacaban a sus hermanos varones, y también había espiado varias veces a mis padres en la cama y sabía bien lo que era el miembro de un hombre, pero nunca lo había sentido tan cerca. Hice como que no me daba cuenta y dejé que el abuelo siguiera con su juego, y ahora incentivado por mi pasividad y mi silencio ya me rodeaba desde atrás con sus brazos y me apoyaba descaradamente, casi frotando su verga hinchada en mi colita virgen. Me daba mucha vergüenza... y también un intenso calor me llenaba y aceleraba mi respiración, deseaba librarme de él... y al mismo tiempo seguir así, descubriéndome como una mujer deseada por primera vez por un hombre.

El se dio cuenta de cómo me sentía, me dio un beso suave en el cuello bajo mi oído, que me hizo estremecer y casi al mismo tiempo con la yema de su pulgar recorrió lentamente mi pecho sobre la remera, acariciando y sintiendo mi pezón endurecido.

Estás mimosa, no? Me susurró mientras me tocaba y yo no supe que decir, solo un pequeño gemido de aprobación se escapó mientras me mordía yo los labios dejándome llevar por la excitación...

Entonces oí a mi madre que venía de la cocina y apenas nos dio tiempo para acomodarnos en el sillón. Yo estaba sonrojada y nerviosa y creo que a ella la situación le pareció sospechosa porque de inmediato me mandó a dormir con el pretexto que era tarde.

Me metí a la cama, todo mi cuerpo estaba tibio y deseoso de algo que todavía no conocía pero sí deseaba, mi entrepierna húmeda pedía a gritos que me masturbara para desahogarme y me entregué enloquecida a la agradable tarea de tocarme hasta acabar entre jadeos mojando las sábanas con mis jugos.

Después me quedé dando vueltas en la cama sin poder dormirme. Desde mi ventana podía ver el resplandor de la luz en el comedor, tal vez si mamá se había acostado el abuelo estaría solo viendo la tele... y quería estar con él. Fui acercándome despacio en puntas de pie para que no me sintiera y darle la sorpresa, pero la sorprendida sería yo...

La luz ámbar de un velador iluminaba el comedor oscuro y hacía más irreal la escena, casi parecía salida de un sueño brumoso y mis ojos se adaptaban a ella mientras trataba de interpretar lo que veían, no lo podía creer.. Mamá se encontraba en el sillón con la cabeza echada hacia atrás en el respaldo, la blusa desprendida y el sostén enredado en el cuello, los pechos grandes como calabazas coronados por pezones de oscuros color chocolate casi brillaban al reflejo de la luz, húmedos de la saliva del abuelo Juan que los lamía y chupaba enloquecido, estrujaba esas mamas lechosas como hambriento, sobándolas con la mano izquierda mientras su diestra se perdía entre las piernas de mi madre que con la falda levantada hasta la cintura oscilaba su cuerpo al ritmo de ese manoseo lujurioso, y gemía débilmente con los ojos entrecerrados.

Mi corazón se aceleraba mientras los veía y tuve miedo de que el retumbar de sus latidos descubriera mi presencia. El abuelo ahora se estaba bajando apresurado los pantalones dejando al descubierto su miembro completamente hinchado, una verga gruesa y venosa, con la cabezota color púrpura a punto de reventar, grande como la cabeza de un gato, la puso frente al rostro de mamá... chupala, mi putita, chupala... ella giraba la cara como negándose, y esa actitud excitó aún más al abuelo, entonces él la sujetó de los cabellos mientras con la otra mano aferraba su miembro endurecido y poniéndolo contra los labios de mamá se lo metió de un golpe hasta la garganta, mientras entre gruñidos de gozo decía... así bebé, si, sácale la lechita a papi... hace mucho tiempo que esperaba esto... chupala así, no pares, no pares... Y mamá lejos de resistirse de a poco se entregaba, su boca subía y bajaba sobre el miembro siguiendo el ritmo que le imponía el abuelo y sus tirones en el cabello. A medida que él gozaba, aflojaba la tensión... y entonces fue mamá la que se convirtió en hembra dominadora, sus labios carnosos primero succionaban despacio y sin detenerse, para luego ir aumentando paulatinamente la intensidad de la mamada hasta hacer jadear al abuelo, entonces ella sacó la verga de su boca solo para besarla y recorrerla suavemente con la punta de la lengua en una lamida lenta desde la cabezota a los testículos que lo hizo estremecer.

Yo me preguntaba si ella estaría también gozando con lo que hacía o solo actuaba, sus ojos verdes entrecerrados parecían perdidos, nunca la había visto así con esa expresión en el rostro, su mirada parecía abandonada... o completamente ida entre nubes de placer... o tal vez la verga de los hombres tenía algo misterioso que cautivaba a las mujeres y las convertía en esclavas... yo misma con solo ver me estaba enloqueciendo, presa de una calentura que recorría todo mi cuerpo, me dolían los pezones endurecidos y mis manos como actuando solas dominaban mi voluntad y se deslizaban por mis bragas hacia mi sexo húmedo masturbándome presa de una fiebre de locura ante las imágenes de sexo animal que contemplaba.

El abuelo cada vez más excitado y enloquecido de gusto se apoyaba contra el cuerpo de mamá apretujándola contra el sillón, tanto que ella perdió el equilibrio y se deslizó hasta quedar boca arriba sobre los almohadones del sillón. Entonces él aprovechó la situación y se le montó encima, y colocando sus rodillas a ambos lados del torso de mamá comenzó a hundir su verga entre los pechos suaves y lechosos, acunaba su miembro duro entre las tetas frotándolo sin cesar en esos globos húmedos por la leche que manaba de los pezones formando hilitos blanquecinos que caían hacia el interior de ese valle donde mojaban al instrumento lujurioso del abuelo. Él hundió la pija gorda e hinchada en ese liquido tibio y dulce y goteando se la puso en los labios a mamá, que tomó de su propia leche lamiendo golosa hasta que el abuelo se la metió por completo y empezó un mete y saca desenfrenado, como cogiéndola por la boca, adentro y afuera sin parar mientras ella lo succionaba, lamía y chupaba retorciéndose, no se si ahogándose con esa cosota llenándole la boca que parecía no dejarla respirar o ahogada en su propio papel de hembra complaciente.

Entonces el abuelo se sacudió y echó el cuerpo hacia atrás entre vibrantes gruñidos y jadeos de gusto mientras sus ojos se ponían casi en blanco; su miembro escapó de los labios de mi madre brincando endurecido y desbocado, con la cabezota morada explotando en chorros de líquido espeso y caliente que bañaron la cara de mamá y la hicieron agitarse al sentir el semen estrellarse en su rostro. Con su cuerpo aún sacudido por espasmos de placer el abuelo se aferró la verga chorreante y se la metió a mamá de nuevo en la boca para que ella succionara los últimos chorros de su acabada, dejó que ella tragara y limpiara con la lengua para después refregársela por el rostro, untándola en los mocos de leche espesa que resbalaban por su mejilla y que ella lamía lentamente, como si saboreara los colgajos de semen que todavía brotaban de esa cabezota.

Yo casi que podía sentir su olor, el olor del semen, del sexo, aroma a macho cabrío que me dilataba las fosas nasales y me hacía imaginar su sabor llenando mi boquita de nena deseosa de probar un hombre.

Ella fue quitando poco a poco los mechones de cabellos rojizos que se pegaban a su rostro humedecido por la mezcla de semen y saliva. Hasta en ese momento mamá se veía hermosa, una hembra cautivante fuente de los oscuros deseos lujuriosos de mi abuelo. El se estaba tomando un descanso apoyando su cara transpirada en los pechos de mamá, besándolos suavemente como adorándolos, mordisqueando despacio los pezones como un nene de pecho. Estuvo un tiempo acariciándola, siguió luego besando su vientre, descendiendo hasta meter su cabeza bajo la corta pollera que se había enrollado en torno a las caderas de mamá, olisqueando sus bragas de encaje húmedas de fluidos vaginales; primero las lamió, una, dos, tres lamidas, para después arrancarlas de un tirón y tras quedarse un instante contemplando maravillado el espectáculo que se le ofrecía, hundir su rostro entre las piernas de mi madre, separándolas y sosteniéndolas en alto con sus manos en los muslos, lamiendo y chupando desesperado, lengüetazos lujuriosos e intensos que llevaban paulatinamente a la perdición a mamá. Su cuerpo oscilaba al ritmo del chapoteo que producía la boca de mi abuelo, la recorría toda desde la vagina al ano metiendo su lengua, sorbiendo sus jugos, metiendo sus dedos gruesos en su sexo masturbándola al mismo tiempo. Ella jadeaba y se retorcía, cada vez más intensamente, sostenida por mi abuelo que seguía las contorsiones de sus caderas y no despegaba su boca devorándola sin misericordia mientras la pajeaba, y preso de una lujuriosa perversión con los dedos lubricados en los jugos de mamá arremetió en su ano, metiendo dos dedos de un golpe, haciéndola gritar y arquear el cuerpo en el aire.

No satisfecho con esto y por demás excitado vi como su miembro se endurecía de deseo nuevamente y levantado las piernas de mamá sobre sus hombros como si fuera una muñeca la ensartó hasta el fondo, su pijota gruesa se perdió de una sola estocada entre los rosados y húmedos labios vaginales, se hundía una y otra vez en bombeos sucesivos como un martinete de carne, le daba verga sin parar, sometiéndola a su antojo... y complaciéndola también... mamá tenía su boca abierta y jadeaba como poseída, ondulando las caderas arriba y abajo como hembra complaciente para terminar abrazándose a él en gritos de gozo. No sé si el abuelo había quebrado la voluntad de mamá y tenía su cariño, pero sí ya dominaba por completo su cuerpo, y la estaba haciendo acabar en una sucesión de orgasmos salvajes como creo que nunca lo había hecho mi padre.

Pleno de satisfacción con la victoria obtenida el abuelo iba por más; aprovechando que mamá todavía jadeaba ronroneando y recuperándose, expuesta y con las defensas bajas entregada a todos sus deseos, él sabía que podía hacerle lo que se le antojara. La tomó de una pierna y la hizo girar, la dejó boca abajo y lamió su espalda desde la nuca hasta las nalgas, saboreando el bocado que estaba por disfrutar. La abrazó desde atrás por el vientre y levantó sus caderas, dejándola con la grupa en alto, poniéndola en cuatro patas como una yegua a punto de ser servida. Y su verga de semental se clavó de nuevo en la concha mojada de mi madre haciéndola reaccionar con suspiros de gozo y grititos entrecortados, completamente domesticada por ese instrumento que la llenaba. Y el abuelo ponía sus manos en el culo redondo y terso de mamá y la montaba, apretaba sus nalgas blancas y sedosas dejando marcas rojizas en la piel suave... entonces el abuelo escupió entre sus nalgas y con la yema de su pulgar le acariciaba el ano en círculos y se lo ensalivaba, relajándola así se lo fue enterrando poco a poco hasta hundirlo completamente en su culo apretado, la hizo gemir más intensamente y después gritar cuando metió otros dos dedos dilatándola aún más y preparándola para recibir el premio mayor... mamá meneaba la cintura y entre balbuceos entrecortados le pedía que se detuviera, dándose cuenta de lo que le esperaba... No, así no.. Por favor... no, papito... nooo... Pero el abuelo no tuvo clemencia a sus súplicas, por toda respuesta sólo retiró sus dedos para dejar lugar en la estrecha entrada a la cabezota hinchada de su verga y entonces arremetió sin compasión, deseoso de disfrutar del manjar que se le ofrecía. Mamá se sacudía moviendo las caderas en círculos como queriendo librarse del inminente empalamiento, entonces el abuelo, enloquecido por tenerla, la sujetó del cuello con fuerza y apretó su rostro contra el respaldo del sillón, hasta tenerla quieta y lista para servirla, entonces comenzó a penetrarla, presionando cada vez más y más, bufando de gusto como un toro en brama al sentir que vencía la resistencia del culo de mamá y su glande se hundía en ese pasaje estrecho, caliente y apretado, que ahora parecía ceñirse a su pijota gruesa haciéndolo alcanzar el placer de los dioses. Se detuvo un instante como disfrutando del momento, sólo para iniciar un mete y saca intenso, cada arremetida se la metía más profundo, deseoso de tenerla toda, no estuvo satisfecho hasta que sus testículos se balancearon y apretaron contra las nalgas de mamá, bien a fondo. La tenía calzada por completo, y ahora la poseía sin compasión, casi se le subía encima a mi madre para hundírsela más, la hacía jadear y retorcerse sollozando, sus pechos se bamboleaban y se sacudían salpicando leche en cada bombeo de la verga del abuelo y él se los apretaba exprimiéndolos y ordeñándolos con ambas manos mientras besaba y mordisqueaba sus hombros, su cuello, la tomaba del cabello y hacía girar su rostro para lamérselo y besarla con pasión, con locura desbocada por esa hembra que había estado esperado durante años de deseo incestuoso reprimido, y ahora por fin liberado.

Mamá se dejaba hacer, completamente entregada y sometida, como una muñeca sin voluntad propia, los largos cabellos enmarañados se sacudían y caían revueltos en una cascada rojiza, tenía la boca abierta y respiraba agitada, ahogando roncos aullidos al compás de las embestidas del abuelo. Yo pensaba en esa cosota enterrada en su cuerpo y pensaba que la estaba matando, que en cualquier momento se desmayaría por completo. Y como si leyera mis pensamientos y fuera a rematarla, el abuelo le dio la estocada de gracia con una arremetida final que la hizo estremecer y retorcerse sacudiendo todas las fibras de su cuerpo, sus gritos sólo fueron ahogados por los gruñidos de satisfacción del abuelo que se derramaba a mares dentro de su culo.

De pronto los dos se habían quedado quietos, sin fuerzas, exhaustos y completamente empapados en sudor, en leche, en semen y fluidos vaginales...

El abuelo recuperaba el aire y se restregaba contra el cuerpo de mamá como no queriendo que ese momento terminara Se hizo a un lado lentamente y al sacar su verga bamboleante pude ver el ano dilatado y como la leche se escurría entre las piernas de mamá. Él pasó la mano recogiendo el semen y esparciéndolo por las nalgas como jugando, satisfecho y orgulloso de la tarea realizada. Después besó la espalda de mamá, despacio, hizo a un lado los cabellos de su rostro y volvió a besarla, ahora suavemente en la mejilla y en la frente...Yo no lo podía creer, acababa de culearla sin parar como un animal y ahora se ponía en el papel del padre cariñoso dando su beso de buenas noches, faltaba que la arropara!!

Y para hacer mayor mi sorpresa..., lejos de reaccionar mal, mamá se acurrucó en su hombro como una nena mimada y tomándolo de la mano... pasó su lengua lentamente por los dedos del abuelo, lamiendo el semen que él había recogido de su culo... !!!! La muy puta!! Yo preocupada por su suerte y ella parecía que la había estado gozando todo el tiempo...

Me fui haciendo hacia atrás en puntas de pie sin hacer ruido y lentamente los dejé solos en el comedor. Cuando volví a mi habitación y me recosté en la cama estaba perpleja y confundida, llena de preguntas... sería la primera vez que lo hacían? no, evidentemente ya había una historia entre ellos desde hacía tiempo. Y por qué mamá actuaba como si el detestara al abuelo, y después se entregaba con desenfreno a complacerlo... y a complacerse. Era como si el abuelo fuera para ella una enfermedad, una droga que la corrompía y la hacía adicta a sus dosis de amor perverso.

Y si era un mal de familia.... también yo lo padecería...? me convertiría yo también en adicta a las perversiones del abuelo...?

La idea de ser sometida a sus caprichos me daba miedo... y también hacía volar mis fantasías con húmedas sensaciones.

Pronto, más pronto de lo que podía imaginarme iba a descubrirlo.

Por Cintiamimosa

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