martes, 15 de junio de 2021

Bendita inexperiencia


Quisiera decir que soy una mujer joven, tengo 30 años, por consiguiente todavía soy muy caliente. No hace falta que me busquen mucho para que caiga sumida en el placer.

Soy de altura media, 1´70 mas o menos, de pelo largo hasta la cintura y morena, tanto del color del pelo como de la piel. Mis medidas son 99-65-95 lo, que para haber sido madre joven, está muy bien. Conservé mi figura haciendo ejercicio y dieta ya que, al tener tiempo por ser madre muy joven, mi niño quedaba al cuidado de mi madre.

Me quedé embarazada a los 18 años y, de aquel chico del que me enamoré, solo queda el recuerdo de la noche en la que me entregué a él y su despedida cuando le dije que estaba embarazada, nunca quiso saber nada ni de mí ni de su hijo y, por más que mis padres preguntaron, nunca conocerán su nombre. Durante dos o tres meses me lo encontraba en la calle, llevando del brazo a otra chica, pero después desapareció. Me dijeron que se había metido en el ejercito profesional y se había ido a la marina, no podré saber si es verdad.

El caso es que me estoy enrollando.

El asunto empezó hace unas semanas. Como ya he dicho y, al ser madre soltera, vivimos con mis padres mi hijo Carlos, de doce años, y yo. Como la casa es pequeña, dos habitaciones, un cuarto de baño, un salón y la cocina, mi hijo y yo dormíamos en la que siempre ha sido mi habitación. Cuando era chiquito, él dormía en la cuna junto a mi cama, pero a medida que se hizo mayor tuvimos que cambiar su cuna, y mi cama, por una cama de dimensiones un poco mayores, aún así dormimos muy juntos.


Desde el primer momento que Carlos empezó a dormir en mi cama, le gustaba tumbarse encima mío, por que le gustaba que le atusara el pelo hasta que caía dormido. Hablábamos de cosas de niños y jugábamos a las palabras encadenadas.

Una noche de hace tres semanas, cuando llevaba un rato dormido Carlos y, mientras todavía estaba yo despierta, empezó todo. Como siempre estaba tendido encima mío, con su cabeza entre mis pechos y su cadera entre mis piernas, había seguido acariciándole aún sabiendo que estaba dormido, y de pronto sentí algo. Inconsciente mente su cosita comenzó a hincharse, debía de estar teniendo un sueño erótico, pero él no se movía. Es verano y yo duermo con un escueto camisón finito, solo con las bragas y sin sujetador, mi hijo solo con los calzoncillos y, mientras le seguía acariciando presa de la sorpresa, su cosita siguió creciendo. Empecé a imaginar en quien podía estar pensando y me descubrí con una sonrisa en los labios al pensar que era yo. Entre mis pensamientos, el calor y su cosita, que no dejaba de crecer, me fui calentando. Pero no podía hacer nada, si movía un músculo despertaría a Carlos y no quería sacarle de su sueño, aunque sabia que estaba mal beneficiarme de eso. Su cosita crecía y crecía, no podía creerme que un niño de doce años pudiera esconder tal tamaño, su respiración se empezó a acelerar y él a moverse, muy despacio y muy torpemente. Aquello hizo saltar mis primeros suspiros, mis pezones comenzaron a ponerse duros y mi rajita a humedecerse. Carlos giró la cara y puso su boca entre mis pechos, que ya estaban duros, sus suspiros me hicieron cerrar los ojos y el movimiento de su cadera, morderme los labios. Volvió a girar su cabeza, bruscamente, para tomar aire, lo que provocó que un tirante del camisón se rompiera, dejando media teta fuera de la tela. Sus movimientos y su cosota rozando en mi vagina, me estaban llevando al paraíso. Los gemidos de Carlos eran sonoros y, de repente, sus calzoncillos se mojaron y, al sentir de su humedad y calorcillo, tuve un pequeño y muy erótico orgasmo. Permanecimos así tumbados, casi abrazados y jadeando, hasta que nos dormimos.

A la mañana siguiente y, como todos los días, Carlos se levantó el primero. Cuando yo me desperté recuperando la conciencia y la visión, vi a mi hijo sentado al lado mío mirándome detenidamente. Al principio no comprendía que miraba tan concentrado y el no se dio cuenta de que estaba despierta, y entonces supe que pasaba.

Con el ajetreo de la noche y el tirante roto, tenía una teta fuera y la otra casi, debido a los movimientos inconscientes mientras dormíamos. Carlos miraba obtuso las tetas de su madre y se asustó cuando las tapé con el camisón.

-Lo siento mamá, yo no quería...

-No te preocupes, no pasa nada. Además, cuando eras pequeño las veías varias veces al día.- Le traté de tranquilizar.

-¿En serio mamá?.

-Claro, incluso comías de ellas. Tranquilízate anda.- Volví a decir.

-¡¿Comía?!.- Se sorprendió.

- Si, y déjalo ya.

-Mamá, ¿puedo decirte una cosa?.

-Claro hijo, dime.

-Tienes unas tetas preciosas, aunque nunca había visto ningunas.

Las palabras me cogieron por sorpresa y me sacaron los colores, si supiera lo que había pasado en la noche.

-Gracias hijo...

-¿Puedo verlas otra vez?.- Me asaltó.

-Pero hijo ....

- Anda mamá, has dicho que de pequeño las había visto muchas veces.

-Pero...

-Venga mamá.

No podía creer lo que me estaba pidiendo mi hijo, pero me estaba poniendo esa carita con la que me sonsacaba todos sus caprichos, que no podía resistirme. Comprobé que la puerta de la habitación estaba cerrada y suspiré.

-Esta bien, pero solo una vez, ¿vale?.

- Vale mamá.- Me dijo agradecido.

Dejé caer la mano que sujetaba la parte rota del camisón y mis tetas volvieron a quedar al aire y, con el fresquito se me pusieron duros los pezones. Carlos estaba atónito y paralizado por la visión.

-¿Puedo..?.- me dijo tendiendo su mano hacía uno de mis pechos.

Asentí con la cabeza y el puso la manita por debajo de la teta, el roce de sus manos me hizo cerrar los ojos, lo que aprovechó mi hijo para acariciar mi otro pecho con su otra mano. Con su inexperiencia fue acariciando mis tetas con su mano, las rozaba como si se fueran a romper, con timidez, y eso me estaba excitando. De arriba abajo, pasando sus manos por mi canalillo, dejando entre sus dedos mis pezones, juntándolas, separándolas y vuelta a empezar. Y un gran suspiro de placer se escapó de mi boca, cuando sorpresivamente, sentí su boca besar mis senos. Abrí los ojos y le vi un poco asustado, pero también vi el enorme bulto que peleaba por escapar de sus calzoncillos, sonreí y me dijo:

-Mamá,¿estas bien?.

-Si cariño, no te preocupes. ¿Quieres algo más?.

-Verás mamá, es que....

-Dime, no te preocupes.- Le dije sin apartar la vista de su enorme bulto.

-¿Podría verte desnuda?,es que he oído a los mayores en el colegio que ver a una mujer desnuda es lo más bonito.

No me hizo falta pensarlo mucho y le propuse:

-Te dejo verme desnuda si tu me dejas verte a ti.

El rubor apareció en su cara de sopetón y, agachando la cabeza, dijo:

-Es que me da vergüenza, me pasa algo en mi cosita.

-No te preocupes, yo te curaré lo que tengas, ¿vale?.

No parecía estar muy de acuerdo con lo que le proponía, pero asintió con la cabeza. Me levanté de la cama y a escasos quince centímetros de él, metí mis manos bajo el camisón y me baje las bragas despacio. Le miraba a los ojos y me admiraba de su espontaneidad. Levanté mis brazos y deje caer mi prenda intima, ante la hipnotizada mirada de mi hijo, con ella en mis tobillos dejé caer el camisón y, completamente desnuda, le dije:

- Te toca.

-Mamá.....

-Me lo has prometido hijo.

Se levantó a desgana y se quitó los calzoncillos deprisa. Era impresionante, a sus doce años estaba portentosamente dotado, la cosa medía al menos 17 centímetros y era bien gruesa, me relamí inconscientemente.

Me tumbé en la cama y le hice sentarse a mi lado. Sus manos volvieron a acariciar mis tetas, lo que hizo que volviera a cerrar los ojos. Sus manos recorrieron mi cuerpo, suavemente, entre mis pechos, mi bello púbico y mis piernas, me mordía los labios y suspiraba fuertemente. Cuando sus manos exploraron mi sexo, las mías fueron a mis tetas y mis jadeos comenzaron a ser sonoros. Carlos quiso investigar mi raja y yo le facilité las cosas abriendo mis piernas, mientras, con mi mano , empecé a acariciarle su cosita y esta dio un respingo. Le dije que se tumbara encima mío, como cuando nos vamos a dormir, él se extrañó pero lo hizo. Con su cara entre mis tetas y su cosita en la entrada de mi rajita, el siguió con las caricias. Yo estaba en el paraíso y me raja estaba más que húmeda, quería sentir dentro de mi la cosa de mi hijo y no podía aguantarme más. Puse mis dos manso en su culo y le dije:

-Ahora no te preocupes, te voy a curar lo que te pasa en tu cosita. Solo déjame hacer a mi.

El me miró a los ojos y asintió, y con un pequeño apretón, la punta de su miembro entró en mi raja. Ambos suspiramos y a Carlos no hizo falta darle más empujones, el solo se metió hasta el fondo de mi, lo que me sacó un gritito, el sudaba y se movía rápidamente y su aliento refregado contra mis tetas me estaba volviendo loca. Durante cinco minutos olvidé que era mi hijo y me entregué a el como una amante en celo, lo llamaba y le pedía más, el jadeaba y jadeaba, hasta que de pronto, un inmenso chorro de su lechita mi inundó por dentro, lo que provocó en mi interior una reacción en cadena que derivó en un gran orgasmo.

Permanecimos así durante cinco o seis minutos, abrazados y acariciándonos, hasta que Carlos me dijo:

-Mamá, te quiero.

-Yo también hijo, yo también.

-Pero mamá, ¿podríamos repetir esto alguna vez?.

-Claro que si. Desde este momento soy para ti nada más, siempre que quieras. ¿Vale?.

-Gracias mamá, creo que nunca habrá nadie más.

Y desde aquel día, todas las noches hacemos el amor, unas veces por medio de un juego y otras sin mediar nada, pero siempre cuando nos vamos a dormir.

Anónimo

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