miércoles, 13 de octubre de 2021

Juegos familiares


Capitulo 1

Mientras subían al bus, no pudo dejar de observar la redondez de las nalgas de su hija, que se acentuaban por la ligera tela de la mini, en que se insinuaba la forma de su calzoncito. Era un par de globos exquisitos, de los que no podía apartar los ojos viendo la manera excitante en que se movían mientras la muchacha subía los escalones, regalándole la visión de sus muslos tersos, llenos y firmes. La niña se había convertido en mujer, no cabía duda de ello. Y sus nalgas, muslos y piernas, que se movían ante él, eran la prueba fehaciente de que su hija era toda una hembra.

Intentaron avanzar dentro de una abigarrada muchedumbre que se apretujaba silenciosamente en el estrecho pasillo del bus, cada uno sumido en sus propios pensamientos, camino al trabajo, la escuela o quién sabe a dónde. Ana y su padre quedaron apretados uno junto al otro, callados como el resto de los pasajeros, sin mirarse y con la vista dirigida hacia la ventana del bus, viendo pasar el paisaje que pasaba raudo ante sus ojos, completamente aislados en sus propias preocupaciones.

El conductor imprimió velocidad al vehículo, los pasajeros perdieron pie por la ley de la inercia y padre e hija acercaron sus cuerpos más estrechamente. El sintió que las nalgas de ella se apretaban contra su entrepierna y su verga reaccionó instintivamente, apegándose a los globos que, en su dureza, parecían invitarle a tocarlos, a disfrutarlos. Se sintió mal al pensar que su hija no podría dejar de advertir de que su instrumento había empujado sus nalgas. No había sido esa su intención, ya que todo había sucedido involuntariamente, sin que él lo hiciera a propósito, pero no habría manera de convencerla de que todo había sido producto de la casualidad.


Mientras pensaba en todo esto, se percató que Ana estaba quieta, sin moverse, mirando con detención hacia afuera, como si no se hubiera dado cuenta de lo sucedido. Le llamó la atención su tranquilidad, ya que no era posible que no hubiera advertido lo que había sucedido momentos antes. Es más, su verga seguía apretada contra los globos de la muchachita, por lo que no entendía cómo ella actuara como si nada pasara.

Un pensamiento empezó a tomar forma en él. ¿Y si fuera todo lo contrario? ¿Y si ella estaba plenamente consciente de lo que estaba sucediendo y su actitud indiferente es solamente una máscara para ocultar que le gustaba lo sucedido atrás, entre sus nalgas? Le pareció que esta idea tenía más asidero que el creer que ella no se había percatado de nada y el solo pensar en ello aumentó su excitación, con lo cual su verga tomó nuevos bríos y él se sintió envalentonado como para apretarse más aún al cuerpo de su hija, aprovechando el vaivén del vehículo.

Su verga se acercó más aún a las nalgas de su hija, si ello era posible, sin que esta hiciera nada como para evitarlo. Después de un rato de estar ambos en esa posición, a el no le cupo duda de que a Ana le había gustado sentir su pedazo de carne entre sus globos. Le pareció lógico que le gustara sentir una verga apegada a ella, ya que a sus 16 años se suponía que estaba con  sus hormonas en plena ebullición y él había tenido la fortuna de estar en el momento justo, despertando esa lujuria siempre pronta a estallar cuando el cuerpo está despertando al sexo. Y él sabía que su hija estaba pasando por esa etapa, ya que bastaba con ver su cuerpo que a simple vista mostraba la manera en que se desarrollaba. Recordó la frase “the right man on the right place” y le pareció que le calzaba justo a él: estar detrás de una muchacha deseosa de sexo y con su herramienta apoyada en su hermoso y redondo culito. El momento era el adecuado y a él le tocó la fortuna de estar ahí.

En un momento en que el bus se movió bruscamente, él la tomó de la cintura, como para afirmarse, y aprovechó de apretarse más aún a Ana, la que seguía actuando como si nada sucediera. Pero estaban llegando al paradero donde debían bajarse y la magia del momento se truncó y debieron separarse. Bajaron sin decirse nada y sin mirarse.

Mientras caminaban, roto el encantamiento del bus, el pensó que tal vez todo había sido imaginación suya y que la muchacha estaba sumida en sus propios pensamientos y no se percató de la cercanía de su padre ni de su herramienta apretando su culito. La miró de reojo y no le pareció ver nada anormal en su actitud, caminando y mirando al frente, como atrapada en sus preocupaciones y ajena a todo lo que la rodeara. Sí, se dijo, parece que me pasé películas y no pasó nada con ella. Se sintió frustrado, y siguió caminando a su lado, ambos en silencio.

Ya en la casa, Ana se dirigió a la cocina a preparar té para los dos. Su padre no podía sacar de su cabeza la sensación que le produjeran las nalgas de su hija apretando su verga y bajo el influjo de la creciente calentura que  su hija había despertado en él, y pretextando buscar algo en el mismo mueble donde ella buscaba los elementos para el té, se puso detrás de la muchacha, que estaba sacando unas tazas de un cajón inferior. Hizo como si estuviera buscando algo en el cajón superior, por lo que se apretó contra ella, con la intención de volver a sentir la misma exquisita sensación que le proporcionó su culito en el bus.

“Estamos como en el bus”

Dijo la muchacha y dando vuelta la cabeza lo miró sonriendo. Se quedó helado por su reacción. Entonces la muchacha había estado en todo momento consciente de lo que pasaba detrás suyo y si no dijo nada era porque lo consentía. Y, al parecer, le agradaba.

La tomó de la cintura y le hizo la pregunta crucial, sin dejar de apretar su cuerpo al de ella.

“¿Te gustó lo que pasó en el bus?”

Se jugó a fondo con la pregunta. No venía al caso andarse por las ramas, supuso. Bueno, cuando un hombre se calienta, lo normal es que no mida las consecuencias de sus actos ni de sus palabras, aunque el objeto de su deseo sea su hija adolescente, como sucedía en este caso

“Mmmmm”

El comprendió que las cosas se estaban dando a su favor y no podía perder el terreno ganado, por lo que apretó su cintura y su cuerpo se apegara mucho más aún al culo de su hija.

“¿Te gusta?”

“Si”

La dio vuelta y quedaron frente a frente. Ahora eran un hombre y una mujer que se deseaban y la relación filial desapareció completamente para dar paso a la pasión que les dominaba.

“Sácalo”

Lo dijo en tono natural, insinuante, de manera de no escandalizarla. Y ella reaccionó positivamente, bajando su mano y con ella la cremallera del pantalón de su padre, para después sacar el monstruo de carne que albergaba.

“Mueve tu manita sobre el. Adelante y atrás”

Ana empezó a masajear el tronco de la verga paterna. El suponía que su hija no era ignorante en materia sexual y no estaba equivocado, por la manera en que ella se apoderó de su verga. Probablemente no era la primera que tenía en sus manos.

La tomó en brazos y la llevó al dormitorio, donde la puso en la cama, bajó su calzoncito y abrió sus piernas, poniéndose entre ellas, mientras Ana se dejaba hacer.

Sacó su lengua y empezó a pasearla por los labios vaginales de su hija, la que casi de inmediato le regaló un orgasmo, rápido pero intenso. Le asombró la rapidez con que su hija llegó al éxtasis, pero supuso que estaba demasiado excitada aún por lo sucedido en el bus y sus resistencias eran bajas.

Siguió chupándole le chucha, la que muy pronto volvió a regalarle otro orgasmo, esta vez más prolongado y en medio de grititos de placer y movimientos convulsivos de su juvenil cuerpo, lo que no dejó de asombrarle pues no creía que la muchacha estuviera tan excitada como para tener dos orgasmos tan rápidos.

Esperó a que terminara de acabar y tomándola de las nalgas, la acercó de manera que, apretando sus globos posteriores, su boca apretara los labios vaginales, lo que originó otro orgasmo de la Ana, que le pareció una máquina de acabar. Y esta vez se movió casi con desesperación, apretando la cabeza paterna contra su cuerpo mientras sus jugos llenaban la boca de su padre.

“Aghhhhhhhhhhhhhh”

Quedó con el cuerpo desmadejado sobre la cama, completamente exhausta después del esfuerzo desplegado en sus tres orgasmos casi seguidos, gracias a la boca y la lengua de su padre. Este la miró con una sonrisa de satisfacción. El estaba impresionado con las tres acabadas seguidas de su hija, ya que se sabía que le había hecho buenas mamadas, pero tampoco era para tanto.

“¿Te lo habían hecho antes?”

“No, papi. Nunca”

“Pero sí has tenido vergas en tu mano, ¿verdad?”

“Sólo una vez, papi”

“¿Qué te pareció la de papi?”

“Es tremendamente grande. No se compara”

“¿Qué hiciste con esa otra verga?”

“Nada, papi. Solamente la tomé en la mano y el chico acabó de inmediato”

“¿Qué le harías a la verga de  papi?”

“Es tan grande, papi”

“¿La besarías?”

“Si”

“¿Y si papi quiere metértela?”

“No sé, papi. Es demasiado grande”

“¿Me quieres decir que no has follado aún?”

“No, aún no”

“Pero es evidente que te gusta el sexo, por la manera en que has acabado”

“Solamente me he hecho cositas yo misma. Nada más”

“¿Y te las haces seguido?”

“Este último tiempo me lo hago por lo menos dos veces al día”

“¿En qué piensas cuando quieres hacerte esas cositas?”

“En relatos que he leído y en fotos que he visto en internet”

“¿Nunca has pensado en un hombre que conozcas?”

“En ti”

“¿Por qué en mi?”

“Porque una vez te vi hacerlo con mi mami”

“Y te gustó, me imagino”

“Si, me gustó mucho”

“¿Te gustó lo que pasó en el bus?”

“Sí, me gustó mucho”

Mientras la interrogaba, acariciaba el cuerpo juvenil que se le entregaba y sus manos recorrían los senos de su hija, su estómago, sus muslos y finalmente se detuvieron en el juvenil chocho, que destilaba sus jugos abundantemente. Uno de sus dedos se introdujo y empezó a masajear el túnel de Ana, completamente mojado por la excitación. La muchacha, cerrando los ojos, se echó de espalda a disfrutar el dedo paterno. El aprovechó el momento para succionar los senos de su hija en chupadas rápidas, alternadas con apretadas con su lengua a los pezones, que a estas alturas lucían duros como roca.

“Ricoooo. Siiiiiiiiiiiiiii”

El cuerpo de la muchacha se movía como si la estuvieran follando, en un deseo desesperado de que el dedo la penetrara más profundamente. Sin dejar de chuparle los senos, su padre sacó el dedo violador y en su reemplazo puso su verga a la entrada del joven chochito, dispuesto a penetrarla. Ella comprendió que había llegado el momento de la verdad, aquel en que entregaría su virginidad. Y lo deseaba como ninguna otra cosa.

Acomodó su cuerpo para la penetración.

“Yaaaaaa. Mételooooo”

El  no se hizo esperar y empezó a empujar su verga dentro de su hija, la que abrió completamente sus piernas y apretó los labios para aguantar el dolor de la penetración, que rompía todo lo que encontraba a su paso. No quiso ser suave, al contrario. Quería sentir en su trozo de carne la estrechez de la muchacha, que como un guante apretaba el tronco que avanzaba inmisericorde por su túnel de amor, sin detenerse a pensar en el dolor que pudiera producirle a su hija en su primera follada. Es más, le enardecía saber que todo lo que su pene llevaba por delante era la virginidad de ella, en una suerte de violación consentida. El sólo pensamiento de una violación le excitó más aún y aumentaron sus empujones y salidas, como queriendo aumentar el dolor de ella, la que resistió estoicamente las embestidas paternas. Y el dolor dio paso al placer, en una suerte de compensación que hizo sentir a la muchacha que valió la pena aguantar las bruscas penetraciones de su padre pues ahora  sentía que una sensación increíble empezaba a apoderarse de su cuerpo, invadiéndola completamente, como si fuera un volcán a punto de explotar.

Sintió que todo desaparecía a su alrededor, que la pieza se esfumaba y que su padre se convertía en una figura etérea. Empezó a ser invadida por una sensación de bienestar que se centraba en su vagina, que concentró todos sus fluidos corporales y los expelió como si fuera un volcán en erupción, en tanto los deseos de gritar, de expresar físicamente lo inmensamente feliz que se sentía, se apoderó de todo su ser y abrazándose a su padre empezó a gritar el gozo que la invadía, en tanto su chochito manaba líquidos como una fuente.

“Aghhhhhhhhhhhhhh, papiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii”

Su padre vio con asombro cómo su hija volvía a acabar, ahora de una manera tan escandalosa que parecía haberse vuelto loca. No podía creer que su hija fuera una hembra tan gozadora. Era una verdadera sorpresa la que le había proporcionado su manera de acabar, de llegar al orgasmo. Y pensó para sí mismo: “vamos a ver hasta dónde puedo hacerla gozar” y poniendo cada una de sus piernas sobre sus hombros, se aferró a las nalgas de su hija, que apretó entre sus manos, y mirándola fijamente a los ojos, volvió a penetrarla. No quería perder detalle del próximo orgasmo de su hija, la que había resultado una mujer extremadamente caliente. Quería llevarla al paroxismo de su sexualidad y verla acabar.

“¿Te gusta la verga de papi?”

“Siiiiii, papiiii. Es ricaaa”

“Siente cómo te la meto, mijita”

“Aghhhhhhhh. Papiiiiiiiiiiiiiiiiii”

“Toma, tomaaaa”

“Papiiiiiiiiii, ricooooooooooooo”

“Mijitaaaaaaaaaaa”

“Papitoooooooooooooo. Aghhhhhhhhhhhhhh”

Sus cuerpos se confundieron en un abrazo infernal, lleno de calentura, con las piernas de la muchacha al aire y la verga de su padre completamente enterrada en la caliente cueva, que derramaba líquido como si no tuviera fin, en medio de gritos y exclamaciones de placer que se confundían con los besos y mordiscos con que trataban de aplacar la calentura de ambos. Era tanto el calor, la excitación y el gozo que les invadía que el padre no se dio cuenta que uno de sus dedos se había metido en el culo de su hija y esta que tenía un dedo de su padre en el culo.

Cuando la muchacha logró calmarse en parte y su respiración alcanzó algo de su ritmo normal, abrió los ojos y vio parada en la puerta del dormitorio a su madre, que con una mano entre sus piernas, miraba asombrada el final del acto incestuoso entre padre e hija, en tanto un líquido resbalaba por su pierna, delatando a todas luces que lo que había visto la había excitado y la había hecho masturbarse hasta acabar junto a la pareja de amantes.

“¿Desde cuándo que nos espiaba?” ¨se preguntó la muchacha viendo a su madre apoyada en la pared, casi a punto de desmayarse, en tanto por sus piernas caía un hilo delator de su goce.

Cierto envaramiento en el cuerpo de la muchacha, producto de la sorpresa al ver a su madre en los momentos finales de su masturbación, hizo que su padre reaccionara y mirara hacia la puerta del dormitorio, donde su esposa estaba recostada y con evidentes muestras de su reciente acabada. Conocedor de su mujer, sonrió y se levantó. Se acercó a ella y llevó su mano a la entrepierna de la mujer, con restos del reciente orgasmo. Apretó y la abrazó, besándola apasionadamente.

“Ven. Prueba a tu hija”

Le dijo al oído. El aliento que acompañaron a las palabras  hizo erizar los cabellos de la mujer, que se dejó llevar a la cama, donde su hija miraba la escena sin comprender lo que sucedía. Ella esperaba un escándalo de parte de su madre y sin embargo ésta se acercó sin decir nada, con restos de su reciente acabada chorreando por sus piernas, como poseída por un deseo que no podía controlar.

“Cariño, mira como papi se folla a tu madre”

Su madre se recostó en la cama y abrió sus piernas, en tanto él   le subía la falda hasta dejarla a la altura del estómago, hacía a un lado el calzón y, sin dejar de mirar a su hija, metió su verga. La madre de la muchacha, con los ojos cerrados, se dejaba hacer, mientras una de sus manos tomaba la de su hija, que se la apretó en muda complicidad.

Capitulo 2

Se dejó llevar a la cama, donde abrió sus piernas, ofreciéndose a su esposo, que abrió su calzón por un lado y por ahí metió su verga, que después  la penetró con fiereza, mientras su hija, a la que su padre recién había follado, los miraba asombrada por el giro que habían tomado los acontecimientos. Aurora tomó una  mano de su hija y la apretó, como queriendo compartirle la sensación que sentía con la verga del padre de Ana en su interior. Y la muchacha, en un gesto instintivo de complicidad, apretó la mano que se le ofrecía, sin dejar de ver a su madre siendo penetrada por la misma verga que momentos antes la había hecho acabar tantas veces que casi pierde la cuenta y los sentidos.

Cuando Aurora entró a la casa y escuchó ruido que venía del piso superior,  sospechó de inmediato que algo poco común estaba sucediendo, algo que estaba esperando. Es que de un tiempo a esta parte las cosas entre ella y su esposo se estaban desarrollando a una velocidad increíble, alcanzando límites que un año antes no hubiera imaginado ni en sueños.

Lo que sospechaba que estaba sucediendo entre su marido y su hija en el dormitorio del segundo piso se había iniciado un mes antes y ella lo había provocado, aunque en ningún momento quiso admitir que este desenlace era lo que ella deseaba. Sabía que sucedería inevitablemente pero no quería pensar en ello, en las consecuencias del deseo de su esposo por su hija, pasión  que ella misma había empezado a alimentar, dominada por un erotismo y un morbo que la dominaron por completo y no le permitieron reaccionar ante lo que se veía venir.

Después de 18 años de matrimonio,  transitado desde el sexo apasionado al rutinario, habían llegado a una etapa en que sus encuentros conyugales carecían de la cuota de deseo de los primeros años y ninguno de los dos encontraba en el otro el gozo de los primero años. Se había perdido el encanto inicial y se habían dejado llevar por la rutina, la que los estaba llevando a una apatía que no presagiaba nada bueno para el matrimonio. Pero todo cambió cuando Aurora cumplió los 35 años y se vio a medio camino de la cuarentena, lo que le produjo una crisis que le hizo replantearse su vida. Su cuerpo le pedía hacer realidad sus fantasías, gozar del sexo como la muchacha que fuera en un tiempo pero con la experiencia que tenía ahora. Quería revitalizar su relación y decidió que como nadie lo haría por ella y como una manera de despertar el deseo dormido en su esposo, decidió que sería ella la que tomara las riendas en su vida sexual. Y toda ella cambió, para sorpresa de Salvador, que se encontró de pronto con una mujer con nuevos bríos, que parecía gozar del sexo como hacía mucho que no lo hacía. Y ello tuvo como consecuencia un aumento del deseo de él, con lo que la relación matrimonial se renovó y volvieron a sentir que el sexo para ellos volvía a ser algo increíble, que les proporcionaba  sensaciones tan intensas como las que sentían cuando estaban recién casados. Y dada la necesidad de Aurora por gozar a plenitud del sexo, esas sensaciones eran aún más placenteras que las que había sentido antes. Era una mujer más madura y necesitada de sexo, en el que había vuelto a encontrar una fuente de placer de la que pensaba beber hasta saciarse.

En busca de placeres que disfrutar, siempre estaba dispuesta a buscar nuevas sensaciones, ofreciéndole a su marido todas las posibilidades que su mente afiebrada de sexo imaginaba en la cama. Y Salvador aprovechaba la buena disposición de Aurora para llevar adelante todas las poses y variantes que surgían en el acto sexual.  Después de un tiempo, felices del nivel que había alcanzado su vida sexual, conversaron al respecto y  decidieron buscar en internet nuevas posibilidades para explorar. Empezaron con el Kama Sutra y siguieron con relatos eróticos, fotos y películas de todo tipo. Y todo lo que veían intentaban aplicarlo en la cama y después lo conversaban y buscaban sus propias innovaciones.

Fue así como ella dio con los relatos de incesto. Y la relación padre e hija captó su atención.

Aurora tenía un pasado que no había compartido con su marido, un secreto que había guardado desde su adolescencia, cuando su padre la violó y le hizo descubrir el sexo en su totalidad, el que gozó casi al extremo. Pero había pasado tanto tiempo desde entonces, que era un recuerdo que creía olvidado, hasta que los relatos de incesto los hicieron renacer con todo el brío sexual de la época en que compartió con su progenitor su iniciación sexual y que la llevara a la plenitud del gozo. El recuerdo de su padre, de su verga, de su vitalidad, la hacía sentirse joven otra vez y se excitaba imaginando esas veces en que él la penetraba a escondidas en su cama o en la de su madre, aprovechando su ausencia, hasta hacerla sentirse casi enloquecer cuando el orgasmo le llegaba con todo su ímpetu.

Poco a poco esos recuerdos se convirtieron en fantasías que gozaba a escondidas. No se atrevió a compartir con su marido sus fantasías, pero empezó a imaginarse con su padre y se excitaba de tal manera que empezó a hacerse costumbre el refugiarse en el baño y bajarse el calzón, meterse un dedo en la vagina y masturbarse con ímpetu, hasta acabar. En esos momentos, con su dedo entrando y saliendo de su vulva húmeda, recordaba lo sucedido entre ella y su padre cuando apenas se empinaba por los 13 años. Las imágenes de esa tarde, los dos solos en la casa, la hacía sentir tanta excitación que se mojaba del gusto que le producía rememorar a su padre penetrándola, hasta que su dedo terminaba la labor haciéndola acabar hasta casi desfallecer.

Estos recuerdos, estas fantasías, eran algo tan personal que no se atrevía a contarle a su marido, temiendo su reacción. Y cuando tenía sexo con marido empezó a  imaginar que éste era su padre y ese pensamiento le daba nuevos bríos, obteniendo así orgasmos impresionantes, sin que Salvador sospechara la verdadera razón para tanto entusiasmo de su esposa al follar.

Pero todo cambió la noche que hicieron el amor después de volver de una cena bien regada que la mareó casi hasta la embriaguez. Llegaron a casa sabiendo que tendrían sexo pues el alcohol les había aumentado el deseo a los dos, pero especialmente a ella, que andaba particularmente excitada con el recuerdo de sus fantasías paternas y esa noche, influida por el alcohol, pensaba tener varios orgasmos imaginando a su padre poseyéndola con su tremenda tranca. Si los tragos no hubieran echado por tierra su prudencia no hubiera sucedido nada extraordinario, pero fue su insensata manera de actuar, sin sopesar lo peligroso de sus actos, lo que permitió que la relación entre ella y su marido tomara un cariz completamente diferente, involucrando a su hija. Si no fuera por su estado de embriaguez de esa noche ahora no estaría teniendo sexo con su marido mientras su hija aprieta su mano, sabiendo que muy pronto ambas compartirán al mismo macho. Pero Aurora se sentía feliz de apretar la mano de su hija mientras la verga de su esposo la penetraba, pues imaginaba que podrían formar un trío incestuoso que les brindaría satisfacciones que difícilmente podrían tener ella y su marido solamente.

Salvador empujaba fuertemente dentro de ella, la que con los ojos cerrados imaginaba que era su padre el que la follaba. Y este pensamiento aumentó su lujuria, por lo que sintió que su excitación aumentaba más aún. Y sin razonar en las consecuencias, acuciada por la insensatez que le producía el alcohol, mientras lo apretaba y movía su cuerpo con entusiasmo, imaginando que era su padre el que la cabalgaba, le instó con estas palabras:

 “Rico, papi, rico”

Sintió que su esposo reaccionaba a sus palabras, haciendo que su cuerpo se tenzara y sus movimientos se hicieran más rápidos. Eso la entusiasmó e insistió en sus palabras de aliento, buscando con ello aumentar la intensidad de las embestidas de su marido en su vagina, al que, en su estado de embriaguez confundía con su padre .

“Papito, dale, dale”

La excitación de su marido se hizo evidente y fue tan intensa que acabó casi de inmediato, quedando apretado a ella, exhausto. Sintió que la verga de Salvador perdía rigidez y terminaba por salir de su cueva de amor, de la que caían gotas de semen que corrían por sus muslos hasta legar a la cama. Quedaron abrazados, él encima de ella, recuperando la normalidad de su respiración y ella feliz al ver su reacción ante su estímulo. A su marido le había encantado imaginarse que era el padre de ella y eso lo demostraba el entusiasmo que había puesto en follarla. Sin pensarlo, tomó su verga y empezó a acariciarla mientras le decía al oído “papito, ¿te gustó?”

Sintió que su marido reaccionaba de inmediato a sus palabras, por lo que continuó hablándole al oído, sin dejar de acariciar su polla.

“Papito, ¿te gustó?”

“Síiiiii”, respondió él con su verga a tope.

“¿Quieres volver a metérmela, papito?”

“Siiii, mijita”

“Anda, papito, métesela a tu hijita”

Abrió sus piernas nuevamente y se dejó hacer, en tanto Salvador le metía la polla de una manera casi brutal, que la sorprendió, ya que siempre había sido muy delicado en la cama. Estaba asombrada con su reacción, y todo debido a sus palabras de estímulo, las que seguía suponiendo que le hacían sentirse como si fuera su padre, sin imaginar los verdaderos pensamientos y deseos de su marido, que tenía la imagen de Ana en su mente, pegada a fuego.

“Papi, dale fuerte a tu hija”

Y él aumentó sus embestidas, hasta volverse casi salvajes.

“Papito rico, así, síiiiii”

“Mijita, toma, tomaaaaaa”

Y volvió a acabar, soltando un chorro de semen impresionante. Aurora estaba encantada con la reacción de su marido y, bajo la influencia de la calentura que le producía el alcohol, se le ocurrió una locura que traería consecuencias impensadas para ella. Se levantó, haciéndole a su esposo un gesto para indicarle que esperara y desapareció del dormitorio para ir al de Ana, que esa noche estaba en casa de una amiguita, y tomó uno de sus trajes de colegio, se vistió y volvió.

Salvador quedó impresionado al ver a su mujer vestida con el uniforme del colegio de su hija, con una mini que casi no podía ocultar la redondez de los cachetes de sus nalgas y una blusa que parecía a punto de reventar por las dimensiones de sus senos. Aurora se paró a la entrada mostrándose de manera insinuante a su marido, con un dedo en la boca y le dijo:

“Papito, ¿te gusta?”

“Estás exquisita, mi amor”

“¿Qué piensas hacerle a tu niña?”

“Ven, mi niña, y verás”

“Papito, hazme lo que quieras”

Y se acercó a la cama con pasos seductores, parándose al lado de su marido que mostraba una erección respetuosa. El la tomó con fuerza y la tiró a la cama, le abrió las piernas y la penetró  con brutalidad.

Ella se sintió follada por su padre y Salvador imaginaba follando a su hija.

“Papi, no seas brusco”

“Mijita, estás tan rica”

“¿Te gusto?”

“Si, mijita”

“Métemelo, papito rico”

“Ana, tomaaa”

Y siguió metiendo y sacando su verga de la caliente vulva de su esposa, que escuchó asombrada el nombre de su hija. Solo entonces comprendió que él creyó en todo momento que ella había tomado el papel de su hija y no como había supuesto que Salvador había tomado el papel de su padre violador. Era tan intenso el momento que no pudo más que dejarlo hacer y recibir todos los embates de su marido, que acabó de una manera que la dejó completamente llena de su semen. Los dos quedaron tendidos en la cama, casi sin respiración, pero ella no podía dejar de pensar en lo sucedido.  Su marido la había follado pensando que lo estaba haciendo con su hija y ella había ayudado sin pretenderlo, pensando que lo estaba estimulando a cogérsela como si fuera su padre. ¡Qué equivocada había estado!

Ana ya era una jovencita de dieciséis años, en plena etapa de maduración. Era casi una mujer en toda la línea, y al parecer eso no había pasado desapercibido a su padre. Y ella había estimulado su deseo sin quererlo, pensando que él la estaba ayudando en su fantasía de follar con su padre. Y él había terminado por revelar el nombre del verdadero objeto de sus deseos, que era su hermosa hija. Pero, se preguntaba ahora ¿qué debo hacer? No podía recriminarle nada a su marido pues todo lo sucedido había empezado porque ella lo había estimulado  a un acto incestuoso, aunque muy diferente a lo que había terminado siendo. Y tampoco podía actuar como si nada había sucedido pues era evidente para él que ella le había incitado a tener relaciones con su hija, aunque sabía que esa no había sido su intención en ningún momento. ¡Qué lío había formado con su manera insensata de actuar! Y todo debido a su estado de embriaguez, que despertó su calentura y la hizo actuar tan irreflexivamente.

Pensó que lo más sano era tomar el toro por las astas y enfrentar la situación de manera directa, para intentar sacar provecho de todo ello. Sabía que había despertado un deseo que nada detendría y la posibilidad de un incesto con su consentimiento no le pareció tan descabellado, considerando su propio pasado.

Pensó que ella podría controlar a su marido, pero en el fondo intuía que ya había perdido esta batalla. Aún así, pensó, era preciso enfrentar los hechos, ya que no quería ser ajena a lo que sucediera en el futuro entre Salvador y su hija.

“¿Te gustó?”

“Estuvo exquisito, amor”

“¿Deseas a Ana?”

Un prolongado silencio fue la respuesta. Era el momento de la verdad, en que ella deseaba que le dijeran que no, pero que sabía que sí.

“Te diste cuenta ”

“Sabes que eso no puede ser, ¿verdad?”

“Si, estoy consciente de ello, pero no puedo evitar desearla”

“¿Por eso juegas a que yo haga el papel de ella?”

“Creo que te gustó jugar a ser ella, ¿o no?”

“Si, tienes razón”

Aunque no volvieron a tocar el tema de Ana, desde esa noche Aurora le siguió el juego a su marido y hacía las veces de su hija, sabedora de que lo estaba llevando a un camino sin retorno, pues esta fantasía solamente podría terminar con Salvador cogiendo con su hija. No quería pensar en ello, pero muy en su interior estaba segura de que así sería, no tenía  dudas al respecto. El  cada vez pedía algo más de ella, arrastrándola en una espiral incestuosa en la que sabía que se vería envuelta completamente.

“Mi niña, ¿te gusta la polla de papi?”

“Cariñito, papito quiere tu culito”

“Eres rica, Anita”

“Mijita, mámale la polla a papi”

“Ana, ponte a lo perrito”

Y cada vez sus pedidos aumentaban, exigiéndole más, sin que Aurora pudiera negarse. Ahora era Ana la que estaba follando con Salvador y no ella, que había pasado a un segundo plano. Y finalmente, una noche después de unas copas abundantes, mientras él la penetraba estando ella vestida con ropa de su hija, él pareció decidirse como se lo hubiera estado madurando desde mucho antes:

“¿Y si la invitamos?”

Ambos estaban semi borrachos, poseídos por un deseo que solamente el alcohol puede alimentar, y ella sintió que en ese momento nada era imposible, que incluso sería atractivo tener a Ana en la cama, con ellos dos. Veía a su hija como un paso más en la senda de perversión en que se había sumido desde que empezó a fantasear con su marido.

“¿Aceptará?”

Lo dijo sin pensarlo, producto de la embriaguez y la calentura que la dominaban, como si exteriorizara un deseo íntimo, pero esa pregunta fue la puerta que abrió en su interior la posibilidad de que su hija se convirtiera en amante  suya y de Salvador. Y ya no había manera de echarse atrás, pues su marido había vislumbrado en su respuesta una aceptación a sus planes y no se detendría ante nada en su afán de hacerlos realidad. Las cartas estaban echadas y solo restaban ahora el jugarlas.

Y desde entonces, cómo había aprovechado su tiempo, pues ahora se encontraba en la cama, junto a Ana, a la que tenía tomada de la mano, mientras Salvador la estaba follando, después de haberlo hecho con su hija. Ahora madre e hija compartían el mismo amante y se aprestaban a gozarlo en un trío increíble, en que  confundirían sus fantasías en una orgía que terminaría por liberar en ella todos los demonios que guardaba desde que fuera la amante de su padre, al que tanto añoraba.

La situación y sus posibilidades le excitaba. 

Por Salvador

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