jueves, 21 de octubre de 2021

Mi padrastro y yo


Mi madre contrajo segundas nupcias, al principio estuve triste, pero me di cuenta que Rodolfo era un hombre excelente, además de que tenía bastante solvencia económica, era muy guapo a pesar de sus ya 46 años, misma edad que de mama.

Me llamo Sofia, en ese entonces con 17 años, morena clara, pelo castaño, dos grandes ojos cafés claro, mis piernas son delgadas pero torneadas y mis nalguitas son paraditas.

Como iba diciendo, mi padrastro era muy gentil, le preocupaba mucho nuestras cosas, cosa que no sucedía con mi padre natural, a quien veía muy de vez en cuando. Rodolfo rápidamente tomó el control de nuestras vidas en forma positiva. Siempre estaba cuando yo lo necesitaba, para orientarme y le gustaba comprarme cosas para mantenerme contenta.

Estar con él me hacía sentir segura, yo se lo platicaba a mi madre y a ella le gustaba esa relación. Sin embargo, con el tiempo, Rodolfo, mi padrastro me empezó a ver como mujercita y yo lo empecé a ver como hombre. Cuando no estaba mama nos tomábamos de la mano y nos abrazábamos por buenos instantes. Cierta vez que me fue a dejar al colegio para una actividad especial, nos despedimos y el beso que nos dimos casi fue en la boca. Ambos sonreímos.


Cuando cumplí los 18, Rodolfo me estaba esperando en la casa, después del cole, para darme las llaves de mi propio auto, uno compacto, pero era para mi. Yo me trepé sobre él estando parado y lo rodee con mis piernas para abrazarlo, mi madre no estaba en ese momento, sentí sus manos recorrerme mi trasero, lejos de enojarme, me gustó que lo hiciera. Pero lo mejor vendría luego. Rodolfo tiene una propiedad con muchos arboles y varios caminos, allí escogió para entrenarme en el manejo del auto, ya que yo no era muy diestra en eso.

Ese primer día nos metimos en esa propiedad que es grande y cuando estábamos descansando, la conversación tocó aspectos sentimentales, yo le agradecí todo lo que hacía por mi madre y especialmente por mi. Recuerdo que el me tomó de la mano y delicadamente me jaló para abrazarme, casi al mismo tiempo volteamos nuestros rostros y nuestros labios quedaron a centímetros, no fue difícil que termináramos juntándolos, sus labios se frotaron con los míos, sentí una corriente eléctrica y una sensación de tranquilidad, luego nuestras lenguas entraron en batalla.

Mientras me besaba, una de mis manos bajó a sus pantalones, estaba empalmado!, abrí su cierre y metí mi mano, -¡oh que verga tan gruesa!- pensé, estaba durísima y erecta, la masajee y mi padrastro se comenzó a excitar, quería devorarme mi boquita. Luego le saqué su vergota fuera del pantalón y seguí pajeándolo, luego atrevidamente baje mi boca a su polla y le di varios besitos húmedos. Al ver que cerró los ojos degustándolo, me metí su polla en la boca y la mamé como si fuera un chupete, Rodolfo jadeaba y tiró su cabeza hacia el respaldo, yo estaba entre sus piernas chupando su tolete. Ese pedazo de carne estaba duro y palpitando en mi boca, algunas gotas de semen salieron por la punta de su polla, lo digo porque sentí lo salado cuando las tragué. Le estuve mamando su verga unos diez minutos, al cabo del cual mi padrastro se vino si avisar, los primeros chorros cayeron en mis mejillas y labios y los siguientes los puse en mi garganta. No era la primera vez que probaba semen de hombre, pero era la primera vez que lo hacia sin ningún asco.

Luego de eso, nos arreglamos allí metidos en el auto y Rodolfo me prestó su pañuelo para quitarme su esperma de la cara. A partir de allí nuestra vida cambió. Ya no nos veíamos con los mismos ojos, ahora existía un morbo entre ambos.

A los dos días regresamos al mismo lugar, con el pretexto de seguir mis clases de manejo, esa vez nos estacionamos bajo unos álamos y Rodolfo sacó una especie de sabana de la cajuela, la colocó sobre un llano precioso y nos sentamos los dos.

Empezamos a besarnos con mucha pasión y deseo, pronto me acostó y levantó mi blusita, hizo lo mismo con mi brasier y me comenzó a mamar mis pechitos, Rodolfo lo hacía con mucha experiencia, lamiendo mis pezones con la punta de su lengua. Sus manos se metía entre mi faldita y me acariciaban la panochita sobre mis braguitas. Pronto sentí que mojé mis braguitas. Con toda la paciencia, Rodolfo extrajo mi faldita y luego mis braguitas, beso mi vientre, mi ombligo para caer a mi coñito rasurado, metió en su boca cada pliegue de mis labios vaginales y los chupó con sus labios, eso me hizo retorcerme allí sobre el suelo, pidiendo que nunca terminara. Se comió toda mi conchita por un largo rato, yo eyaculaba sin control como nunca me había pasado con mis novios.

Rodolfo siguió lamiendo mis muslos, mis rodillas, hasta mis pies, que aún tenía calzado, unos zapatos de tacón, que Rodolfo no quiso quitarme. Frente a mi, Rodolfo se desvistió y quedó solo en calcetines, se subió sobre mi y me puso su verga en la cara, era obvio que quería que se la mamara, nuevamente le di una chupada a su polla dura y gruesa, el gemía cada vez que yo la succionaba en mi boca.

Pero luego, Rodolfo no aguantó más y se puso entre mis piernas, colocó su verga en mi rajita y me penetró, como dije su verga era muy gruesa, por eso me dolió un poco la inserción, mis novios no tenían el calibre de esa polla, sentí como si me hubieran estirado la vagina por dentro. Después que me fue penetrando con suaves vaivenes, hasta que la tuve toda adentro, luego movimos nuestros sexos, frotándolos, penetrándome, al tiempo que nuestras lenguas se regocijaban entre ellas.

Luego Rodolfo se movió con fuerza sobre mi cuerpo, parecía como si tuviera mucho tiempo sin follar. A medida que pasaba el tiempo, él me fue colocando en diferentes formas para follarme, me hacía variantes, en una de ellas, colocó mis pies en sus hombros y me la metió hasta el último rincón de mi vagina. En otra él se puso abajo y yo me monté sobre su polla y con mis propias manos me la hundí en mi panochita, luego lo cabalgué como vaquera, allí yo alcancé dos ricos orgasmos. Rodolfo también llegó al suyo, al sentir que se venía sacó su verga y terminó sobre mis nalgas. Nos vestimos y regresamos a la casa.

Nuestros encuentros en ese bosque continuaron, y en uno de ellos, le entregué, por fin, la virginidad de mi culito, nunca vi tan excitado a Rodolfo como esa vez que me penetró mi ano, se movía y paraba para no venirse tan rápido, él me decía que mi culito era muy cerradito y que eso le provocaba llegar al clímax muy rápido. A pesar que me estuvo doliendo mi ano por dos días, fue una experiencia inolvidable y deliciosa. Mi culito fue su juguetito por varias semanas. A partir de allí mi padrastro tenía dos orificios que satisfacer cada vez que follábamos.

Algo era cierto, éramos muy compatibles en el sexo, lo que me daba me gustaba y lo que yo le daba le encantaba. Debo decir que no siempre lo hicimos en el bosque, también lo hicimos varias veces en moteles. Uno de los deseos de Rodolfo era echarme su lechita en mi vagina, pero corríamos el riesgo de fecundar, pero un amigo suyo le apuntó en un calendario los días en que Rodolfo podía venirse dentro de mi panochita, sin peligro de embarazo, tomando mi periodo como base. Asi que esos días me chorreaba su esperma en la vagina, eso era parte de su placer, me decía él.

Pero no todo fue perfecto. Una tarde encontré llorando a mama y me confesó que creía que su marido, mi padrastro, tenía una amante, ya que ahora casi no tenían relaciones. Y era cierto, con Rodolfo follábamos de tres a cuatro veces por semana, sin darme cuenta había acaparado sexualmente a mi padrastro, así que, en una platica seria que tuve con él, le pedí que termináramos con nuestro idilio, por mi madre. Y así fue. A partir de allí las cosas casi volvieron a la normalidad.

A pesar que habíamos acordado ya no tener contacto sexual, se daba la ocasión, debido a que mi madre era la vicepresidente de un grupo altruista de la ciudad, de esos que hacen obras de caridad, ella tenía reuniones de directiva un viernes cada dos semanas, así que mientras ella estaba ausente, Rodolfo llegaba a mi habitación, yo lo esperaba solo con ropa interior y con zapatos de tacón (a pedido de él) y hacíamos el amor por dos largas horas. Allí desahogábamos todo nuestro deseo del uno por el otro.

Yo sé que los dos esperamos ese viernes cada dos semanas para amarnos. Y hay ocasiones que esperamos más por reuniones que se cancelan o simplemente porque mi madre no decidía ir. Pero es mejor así..poco a poco..

Anónimo

No hay comentarios:

Publicar un comentario