viernes, 29 de diciembre de 2023

Ayudando a Papi



«Y eso es todo lo que tienen que saber acerca de eso niñas», finalizó la profesora habiendo culminado con la charla de sexualidad que correspondía hacer a ese curso, al momento que sonó el timbre.

Paula guardó sus cuadernos y se levantó para salir.

Paula vive sola con su padre, Roberto, que ya que hace 6 semanas se separó de su esposa Martha. Ella, desde siempre, valora enormemente lo que él y su madre han hecho por ella durante toda su vida, ya que, Roberto y Martha, desde antes de casarse, sabían que no podrían tener hijos y, apenas se casaron, decidieron adoptar a Paula de bebé. Paula supo de este hecho cuando tenía 9 años y, en vez de sentirse mal o extraña, ella se sintió aún más querida y valorada por sus padres. Bién criada, era una buena muchacha de familia.


A pesar de amar a ambos, Paula siempre fué “la hija de papá”. Por esto mismo, ahora que Roberto y Martha estaban disgustados y separados, por causa de la infidelidad de Martha, Paula se aferró a su padre y se quedó con él.

Roberto trabajaba como ingeniero en el área minera, por lo que debía ir a diversas minas muy alejadas, a cumplir con sus turnos, en las montañas y el desierto, en donde no hay nada más que la faena y el edificio en donde alojan los trabajadores, compartiendo habitaciones. Debido a esto, normalmente pasaban 6 días en que él no estaba en casa y 4 días de descanso. Paula, en la ausencia de su padre, hacía las cosas del hogar al mismo tiempo que iba a estudiar.

En el recreo se juntaron Paula y sus 2 amigas, Miriam y Claudia.

– Yo ya sabia todo eso y más, mi hermana mayor me ha enseñado varias cosas.

Dijo Miriam, con actitud de superioridad.

– Pero somos muy chicas para esas cosas. Dijo Claudia.

– Aunque una sea chica, igual hay formas de hacerlo.

– ¿A que te refieres? Preguntó Claudia, mientras Paula permanecía callada.

– Mi hermana y su novio ya lo hacen, pero de otra forma, él no se la mete.

– ¿Y como?

– Haaaaa…. Hay Varias formas ¿Como no sabes?, con la mano, con la boca, frotandose, un montón. Su novio hace que se graben aveces, acá en el teléfono tengo un video.

Paula y Claudia miraban con atención el video que Miriam les mostraba; allí aparecían acostados su hermana y su pololo, con los pantalones abajo y ella le acaricia el pene.

Paula estaba callada pero atenta, mientras Claudia pregunta y Miriam explica.

– Ahí cuando él se excita es porque siente rico y el pene se le agranda; eso se llama masturbar. Explica Miriam.

– ¿Y tanto se le agranda? Preguntó Claudia.

– Sí, bueno depende, hay algunos que lo tienen más grande y otros mas chico.

– Ahí se lo está haciendo más rápido y al final es cuando le sale.

– Oooooooo. Ahí se vé como le sale. Dijo Claudia sorprendida.

– Sí, ahí es donde él siente más rico. Si se lo haces y le sale, es porque lo lograste.

– Que raro todo eso, es medio asqueroso. Exclamó Claudia.

– Eso es normal. La mayoría de los hombres hasta se lo hacen ellos mismos y todos los días.

– ¿Como ellos «solos»? Preguntó Paula, interviniendo por primera vez.

– Si no tienen polola, se lo tienen que hacer ellos mismos. Aunque no sienten tan rico como si se los hace otra persona.

– ¿Y se sacan eso, semen, todos los días? Pregunta Claudia.

– Sí, si no se lo hicieran, se les empieza a acumular, parece que les duela algo, no sé bien.

– ¿Y qué pasa si se les acumula? Preguntó, esta vez, Paula.

– No sé. Me imagino que le empiezan a doler los testículos o algo así, no sé.

«Ya niñas, se acabó el recreo» avisó la profesora en voz alta. Miriam guarda nerviosa el teléfono y todas retornan a la sala de clases.

Ese día, en la noche, llegaba Roberto, de su extenuante turno en la mina. Paula había preparado una cena rica para regalonear a su trabajador padre.

– Hija, ¡que rico!.
Dijo Roberto al entrar, ver la mesa puesta y oler el pollo al horno que sacaba Paula para servir.

Transcurrió la cena y después de la comida Roberto ya solo quería ir a su habitación y disfrutar de su cama.

Aguantando aún el cansancio, deja a Paula en su habitación y se despide.

– Muchas gracias por la cena hija, estuvo muy rica. Ahora descansa.

Por fín llegó su momento de descanso. Descanso y «desahogo», ya que después de estar 4 días en la mina, más 2 días de viaje de ida y regreso, Roberto se dispuso a satisfacer sus necesidades de hombre, antes de dormir.

Acostado, bajó un poco las frazadas, se bajó un poco el pijama y con sus ojos cerrados se comenzó a masturbar.

Relajado disfrutaba del placer mientras su pene ya se encontraba erecto en su mano. En su mente visualizaba diversas escenas eróticas, con su ex esposa, alguna novia de su juventud, etc.

Paula, que no se podía quedar dormida, se dirigió a la pieza de su papá, para ver televisión con él y quedarse dormida, como lo hacía a veces.

Ella abre la puerta y se encuentra con la escena. Su papá, con sus ojos cerrados y un gesto de placer, masturbándose velozmente.

Paula se asombró, primero por ver el pene de su padre erecto, cosa que nunca antes había visto y la acción de ver a un hombre masturbándose.

Ella recordó inmediatamente el video que le había mostrado Miriam, en el colegio.

A pesar de lo asombroso de lo que veía, ella sabía de lo que se trataba.

Paula, en ese momento, tuvo que decidir entre retirarse a su pieza en silencio o hablarle a su papá para hacer lo que ya había planeado, ver televisión con él.

– Papi. Le dijo Paula, con un tono suave y rostro de normalidad.

Roberto, asustado, rápidamente ocultó su erecto miembro y subió las frazadas.

– ¿Que pasa hija? preguntó agitado.

– No puedo dormir, quiero ver tele contigo.

Roberto, tranquilizandose y disimulando accedió tiernamente.

– Claro hija. Abriendo las frazadas del lado izquierdo de la cama en donde Paula, contenta, se acomodó de inmediato.

Iba transcurriendo el programa en la televisión, mientras a Roberto se le cerraban los ojos y comenzaba a dormitar, como siempre, mientras paula sigue despierta abrazando a su papá, mirando el programa, un programa que ella ni siquiera sabia de que se trataba ya que su mente estaba en otra parte. Dos recuerdos daban vuelta en su cabeza, una y otra vez. El video, lo que le dijo Miriam y la escena de ver a su papá masturbándose. Analizaba y analizaba hasta que llegó a la respuesta,

– (Como mamá ya no está, papi se lo tiene que hacer solo, como dijo Miriam). Pensó.

– Papi. Le dijo Paula a su padre, en un tono alto con la intención de despertarlo.

– ¿Que cariño? dijo Roberto aún dormitando.

– Yo sé lo que estabas haciendo cuando entré.

– ¿Que cosa?

– Como la mamá ya no está, se te acumula y te lo tienes que sacar tú, para que no te duela ahí.

– Paula. Que estas diciendo… ñam. Contestó Roberto casi inconsciente y siguió durmiendo.

Paula, acostada a la izquierda de Roberto, con su cabeza apoyada en su pecho, deslizó su mano por debajo del pantalón pijama de él y posó su mano sobre su pene.

Lo comenzó a tocar por todos lados, a descubrir, a aprender y saciar su curiosidad. Su blandura, sus testículos, sus vellos, su suavidad; todo lo que ella había visto en fotos y en el video de Miriam, ahora era palpable y real.

Roberto, ahora sí, comenzó a despertar y se espantó al ver que Paula tenía su mano bajo su pijama escudriñando su pene.

– ¡Hija, No! ¿Que haces?

Paula, levantando su mirada al rostro de Roberto le respondió.

– No te preocupes, yo te ayudo papi. Yo sé como se hace esto. Mostrando una vivaz expresión.

Comenzó entonces a acariciarlo de la forma que vió en el video, tomándolo y masajenado de arriba a abajo.

Roberto tomó la muñeca de su hija para retirarle su mano, pero al comenzar a sentir el placer, abortó esa acción. Todo su espanto, impresión y pensamientos de lo que es incorrecto eran aplacados por el placer creciente que la suave manito de Paula le comenzaba a dar, incrementado por el hambre sexual acumulada por no haber podido eyacular durante 1 semana.

Paula se sorprendía al notar como crecía el pene de su papá en su mano y se hacía cada vez más duro; pero sin asustarse, siguió con su cometido.

El sentimiento de Paula era una combinación de deseo de ayudar a su padre y curiosidad. En ningún momento actuaba impulsada por algún pensamiento morboso o sexual hacia él. Ella realmente pensaba que su padre tenía una aflicción y deseaba ayudarlo realizando esa acción. Ella lo veía este acto, como si en otra situación, su padre le pidiera que le rascara la espalda porque le pica o que le pidiera ayuda para ponerse un parche en una herida, Paula lo sentía como “una ayuda normal.

Roberto estaba hipnotizado y cerró los ojos entregadose al gozo que sentía con el recorrido que hacía la manito de su hija por su, ya duro y erecto pene.

– Sientes rico, ¿Verdad papi? Le consultó Paula.

– Si. respondió. Roberto, sin extenderse más en su respuesta.

Paula bajó las frazadas y el pantalón del pijama de Roberto, que le estorbaban en su maniobra, dejando al descubierto su pene largo, grande y grueso de la talla de un hombre adulto.

Paula lo quedó mirando y se sorprendió. Ahora podía ver de cerca lo que antes solo había tocado por debajo de las frazadas, pero no hizo ningún comentario y disimuló su impresión. Ahora de forma más cómoda, tomó nuevamente el pene y reinició el procedimiento con más energía.

– No te preocupes papi, yo te lo voy a sacar. Dijo, acelerando y mirando fijamente el pene con una expresión de concentración extrema.

De a poco iba acelerando y al mismo tiempo Roberto se agitaba más y más, hasta estar al borde del climax.

Paula se dió cuenta de su agitación y, a pesar de nunca haber hecho eso antes, comprendió que la excitación de su padre llegaba al máximo.

– ¡Suéltalo papi, suéltalo!. Exclamó Paula al ver que una gotita transparente se asomaba en la punta.

Escuhado eso, Roberto cruzó la línea de no retorno. El orgasmo era inminente. Paula sintió en su mano que el pene se infló más, mientras su papi ya emitía grandes quejidos.

Paula continuó enérgica y atenta de lo que ya se venía, hasta que, tras una primera palpitación, salió el primer chorro blanco por los aires.

Paula, ahí sí, en ese momento se asustó un poco. Ella no esperaba que tal cosa saliera de forma tan potente.

El espectáculo de las descargas continuó. Tras cada fuerte palpitación que sentía Paula en su mano, salían los disparos de su padre, uno tras otro, elevándose y cayendo en diversas partes de la cama.

Luego de salido el último chorrito pequeño, el proceso ya había terminado. Paula continuaba asombrada, pero también satisfecha de poder haber cumplido su cometido. Su mano, ahora resbalosa, dejaba el pene de su padre descansar.

– ¿Ahora te sientes mejor papi?

– No lo sé hija. No sé si esto fue lo correcto. Dijo Roberto aún agitado.

– ¿Pero te aliviaste?

Roberto miró hacia otro lado, sin contestar, aún intentando asimilar lo que acababa de pasar.

– Si la mamá ya no está, yo te lo puedo hacer. Ya aprendí. Continuaba diciendo Paula, satisfecha y entusiasmada.

– Hija, duerme que mañana vamos a conversar acerca de esto.

*** FIN ***  

Por McLovin8

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