lunes, 4 de diciembre de 2023

Roberta, Parte 3


Como solía hacerlo, Roberta entró a mi dormitorio casi saltando eufórica.

—¡Hey, mamá! … yo … estaba …

Se detuvo cuando vio a su padre que tranquilamente se masturbaba a mi lado. No decía nada, solo miraba el grueso pene de su padre.

—Sí … Roberta … ¿Querías decirme algo? …

—¿Papá? … ¿Qué haces aquí? … Se supone que deberías estar a beber con tus amigos, ¿no? …


—Bueno, cariño … si estoy aquí es porque yo también vivo aquí … en cuanto a mis amigos … bueno … ellos decidieron posponer nuestro encuentro para la próxima semana …

Los hombros de ella cayeron desalentados, luego se giró murmurando:

—Bueno … ¡uhm! … yo … ¡ehm! … ya no importa …

Comenzaba a irse sin la exuberancia con la que entró, entonces le pregunté:

—Cariño, espera … ¿Qué es lo que querías? …

—Bueno, mami … puede esperar … quiero decir … papá está … ya sabes … no quiero interrumpir lo que están haciendo …

Su voz era un tanto compungida y me extrañó.      Tal vez se sorprendió al ver a su padre masturbándose, pero ella lo había visto antes y él se la había follado ayer mismo.      Quizás encontró extraño de que yo estuviera leyendo mientras él jugaba con su polla.

—Bebita … no estás interrumpiendo nada … bueno … tal vez a tu padre … pero él y yo no siempre follamos … él necesita correrse más menudo … o eso es lo que él me dice … en cambio yo no siempre quiero sexo … cuando te hicimos a ti, follábamos todos los días … después que naciste todo se convirtió en tantas pajas y mamadas … por un tiempo le di mí culo … pero también se cansó de eso … así que le permito que se masturbe todas las veces que él quiera … tenemos sexo sin sexo …

Roberta estaba un poco sonrojada cuando le conversaba sobre nuestras intimidades, pero al rato la sentí calmada y relajada.

—Bueno … supongo que está bien … pero ¿te masturbas delante de él? …

—Por supuesto, cariño … ciertamente no muy a menudo … yo prefiero una hermosa polla gruesa y dura como la de tu padre en mi coño … pero sí … lo hago a veces …

En tanto la polla de Juan Alberto se había puesto un poco lacia mientras hablábamos, pero un poco de pre-semen escapaba de su agujerito en la punta de su polla.

—Bueno, mami … quería saber … ¿tienes un vibrador que me prestes? …

Juan Alberto me dio una mirada y nos sonreímos, su polla pareció volver a despertarse…

—Por supuesto, tesoro … ven aquí …

Abrí el cajón inferior de la mesita de noche que estaba enteramente llena de juguetes sexuales, tapones de culo, vibradores de todos los tipos y lubricantes.      Roberta le dio una codiciosa mirada:

—¡Santo coño! …

Exclamó mi hija sorprendida mirando los juguetes en el cajón.

—Sí … ¿tenías alguno en mente? …

—¡Uhm! … no tenía la menor idea de que existieran tantos tipos …

—Te puedo recomendar que comiences con esta “Varita Mágica” … quizás no sea el mejor para principiantes … pero es mi favorito y uno de los primeros que compré … no lo he usado cuando tu estabas en casa, porque es un poquito ruidoso … pero eso ahora no es un problema … los tres hemos estado teniendo sexo estas últimas dos semanas …

Lo saqué del cajón junto con una botellita de lubricante y lo encendí.      Lo puse en un nivel de vibración bajo.      La polla de Juan Alberto dio un respingo.      Lo apagué:

—¿Quieres que te muestre como usarlo? …

Roberta se ruborizó ante mi pregunta y dijo:

—¿Es así de complicado? …

—No … no lo es … pero puedo enseñarte algunos trucos … vamos, cariño … quítate la ropa …

Miró a su padre, mejor dicho, miró a su polla que se había enderezado y se erguía larga, gruesa y dura como palo.      Se encogió de hombros y comenzó a desvestirse.

—Ahora ven aquí … acuéstate entre nosotros … muévete, Juan Alberto … hazle espacio a tú hija … enciéndelo, tesoro …

Roberta se recostó entre nosotros sobre la sábana.      Puse un poco de lubricante sobre la cabeza del vibrados y un poco entre los labios de su coño, tomándome el tiempo necesario metí mi dedo en su panocha.      Pasé la cabeza resbaladiza del vibrador sobre sus tetitas.      Luego lo fui desplazando hacia su coño.      Pero me concentré a masajear sus áreas aledañas y no directamente su chocho.      Presioné mis dedos sobre su clítoris y ella hundió su vientre y dejo escapar un gemido.      Obviamente su panocha parecía una laguna. ¡Dios! Estaba totalmente empapada, me había olvidado de los que es ser una adolescente.      Su coño estaba listo para ser follado.

 

 

Juan Alberto había recomenzado a masturbarse.      Su verga estaba totalmente dura, se acariciaba lentamente mirando a su hija y a mí.      Su musculoso brazo se flexionaba rítmicamente pajeando su polla y su mano rebotaba en su barriga.      Mis dedos estaban provocando a mi hija, de tanto en tanto la penetraba y ella gruñía y se contorsionaba sobre la cama.      Pasé mis dedos cerca de su clítoris, pero sin tocarlo, pero ella se llevó sus manitos a sus pechos y aplastó sus redondas tetas, su respiración se hizo cada vez más agitada.

—Está bien … eso debería bastar por ahora …

Puse el vibrador en la vibración mínima y lo pasé por sus hombros para que se acostumbrara a la vibración.      La masajee por un minuto.      Juan Alberto se arrodilló y se sentó en sus talones al lado de Roberta y me preguntó:

—¿Puedo usar eso por un minuto? …

—Bueno … supongo que sí … ya sé lo que quieres …

Hizo exactamente lo que me esperaba, ya lo había visto hacer antes.      Sostuvo el vibrador debajo de su pene y lo movió hacia la punta, el lugar más sensible de su polla.      Su verga apuntaba sobre el cuerpo de Roberta.      Ya que todos estaban desnudos, me quité mi pijama, su polla también apuntaba hacia mí.      Aumentó la velocidad del vibrador y lo sostuvo con una mano mientras con la otra apretaba su pija, miraba fijamente el coño de Roberta.      Se lamió los labios.      Mi hija levantó su brazo y toco sus bolas.      No sé que cosas pasaban por la mente de él, pero debe haber sido demasiado bueno, porque eyaculó copiosos borbotones de esperma sobre el brazo de su hija y sobre sus tetas.      Gruño ruidosamente mientras se corría.      El primer chorro cayó directamente sobre el brazo de Roberta, ella lo apartó sorprendida, otro grueso chorro cruzo y aterrizó sobre sus dos pechos.      Los chorros restantes cayeron sobre el vientre de ella, que sonreía contenta, pero estaba convertida en un desastre bañada completamente por la lechita de su padre.

 

 

Pero no se detuvo allí.      Movió el vibrador sobre el coño de Roberta que gritó y se revolcó a mi lado corriéndose en chillidos y envuelta en el semen de su papi, pensé que se comportaban en modo infantil padre e hija, así que le quité el vibrador.

—¡Ya, basta! … ¡Dámelo! …

Juan Alberto se había recostado frente a nosotras.     Mi mano acarició casi casualmente el pecho de Roberta centrándose en su endurecido pezón, me incliné e ignorando el consolador la besé en la boca.      Ella se sorprendió en un principio, luego se relajó y aceptó mi beso abriendo la boca y tocando mi lengua con su lengua.      Tengo que decir que disfrute mucho más el beso de mi hija que el beso de mi marido.      Sus labios eran delicados y suaves.      Sabían de frutas exóticas y frescura, no ha cerveza, su barbilla no me rasmilló la piel.      Nos besamos por largos minutos.      Nuestras bocas abiertas compartiendo nuestras salivas; era agradable besar la boca de Roberta.      Lamimos nuestras lenguas, nuestros labios mordieron suavemente los labios del otro, succionándolos y relajándolos; simplemente encantador besar a mi hija.

 

 

Inconscientemente mi mano se deslizó sobre su piel hasta alcanzar su pequeño coño, le había hecho el amor a muchas mujeres a lo largo de mis años y siempre me había gustado sentir sus coños humedecidos, pero la panocha de mi hija era una laguna, mis dedos se mojaron en sus fluidos que goteaban de su labia vaginal:

—¡Oh, Dios! … ¡Estás completamente mojada! … ¿Para que te estás preparando, cariño? …

Pensé que solo lo preguntaba en mi mente, no me di cuenta de que lo había dicho a alta voz.

—¡Estoy lista para todo, mami … para cualquier cosa! …

Me respondió con el ímpetu de la juventud, “Chica jactanciosa y soberbia”, pensé.      Bajé la cabeza y comencé a chupar su protuberante pezón por cerca de un minuto, luego me deslicé más abajo y lamí su encharcada vagina, dedicándome especialmente a su clítoris diminuto y casi invisible, pero inmensamente sensible.      Lamí todo alrededor de su botoncito y lo succioné en variadas ocasiones; Roberta gimió y comenzó a abrir y cerrar sus piernas, me pareció que se acercaba al orgasmo, tuve la confirmación cuando me pidió entre gemidos:

—¡Hazme sentir el vibrador, mami! … ¡Por favor! …

¿Qué madre podría negarse a hacer feliz a su hija?      Me giré y recogí el vibrador que todavía ronroneaba ruidosamente.      Roberta parecía estar más que caliente, apoyé el extremo lustroso del consolador sobre el vértice superior de su rajita mojada apartando ligeramente sus labios y ella gimió empujando sus caderas hacia arriba; le pregunté:

—¿Te gusta, cariño? …

—¡Mmmmm, mami! … ¡Es maravilloso! …

Sus ojos se volvieron a cerrar y abrió más las piernas.      Juan Alberto se inclinó sobre ella y comenzó a chupar su pezón con restos de su propio esperma, siguió haciéndolo por largo rato; yo mantuve el vibrador enfocado en su clítoris moviéndolo solo un poco de vez en cuando.      Miré a Juan Alberto y él me sonrió, entonces le pregunté a Roberta:

—¿Vas a correrte pronto, cariño? …

No me respondió perdida en la lujuria de sus fantasías, continué estimulándola con el vibrador, supuse que estaba imaginando algo y se lo pregunté:

—¿En que estás pensando, querida? …

Juan Alberto se hizo hacia adelante para escuchar, pero ella solo sonrió sin decir una palabra.      Con su mano movió el vibrador sobre su coño y yo presioné donde ella se detuvo:

—¡Ay, mi Diosito lindo! … ¡Ay, mi Diosito lindo! …

Roberta me quitó el vibrador y lo presionó fuertemente contra su coño, probablemente aplastando su clítoris con la cabeza vibrante, ella comenzó a gemir y chillar en modo audible; emitió un largo y fuerte gemido, casi musical; movió furiosamente el vibrador sobre su coño aplastando su labios empapados y su clítoris erguido.      Juan Alberto no se resistió y metió el dedo medio de su mano derecha en el estrecho coño de ella e inicio a follarla con rápidos movimientos.      Mi hija parecía enajenada, gritaba, chillaba, abría y cerraba sus piernas, se revolcaba sobre la cama y no cesaba de gemir sonoramente:

—¡Uuhhmmm! … ¡Uuhhmmm! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …  ¡Umpf! … ¡Ooohhh! …  

Fueron muchos sus lujuriosos gritos. Se sentó parcialmente sobre la cama y luego cayó hacia atrás con sus piernas apretando el vibrador y la mano de Juan Alberto; enseguida levantó su trasero en el aire y volvió a caer sobre la cama.      La mano de Juan Alberto seguía en su coño, ya no la follaba, pero al parecer masajeaba su punto “G” haciéndola enloquecer.      Volvió a sentarse de reflejo sobre la cama con la boca abierta, pero sin emitir ningún sonido, su cara se puso roja, se notaban las venas en su cuello, sus tetas parecían más duras y sus pezones más puntiagudos, su vientre se hundió y se tensó.      Roberta dejó caer el vibrador entre sus piernas y Juan Alberto quitó su dedo de su coño; luego sus dedos suavemente masajearon su clítoris mientras ella cerraba y abría sus piernas gozando su poderoso orgasmo.

—¡Mmmmmm! … ¡Oooohhhh! … ¡Uuuhhhmmmmm! …

No cesaba de gemir, había adoptado una posición fetal y sobajeaba su coño con los ojos cerrados.    Me resultó espontaneo preguntarle:

—Bueno, ¿eh? …

—¡Uuuhhhmmmmm! … 

Fue su única respuesta, cogí el vibrador y lo puse en mi coño.      Sorprendentemente, Juan Alberto otra vez tenía su polla gigante dura como palo, atónita le pregunté:

—¡Jesús! … ¿no me digas que quieres correrte otra vez? …

—¡Uhm! … Tal vez follar … mi patito necesita una laguna donde nadar …

Me respondió meneando su verga en mi dirección, imposible resistirlo a este punto, mi coño era una charca adapta para su “patito”, como dijo él, entonces lo llamé:

—¡Ven aquí, mi amor! …

Juan Alberto comenzó a desplazarse por sobre las piernas de Roberta, ella le sonrió y extendió su mano para atrapar su polla, comenzó a pajearlo.      Miré las piernas de Roberta y las encontré muy delgadas al igual que todo su cuerpo.      Ella, inexplicablemente, se consideraba gorda toda vez que se miraba al espejo.      Sus pechos firmes y redondos eran más pequeños que los míos, me estaba fijando en lo duro que estaban sus pezones, cuando todavía con la polla de su padre en la mano, la escuche pedirle:

—¡Fóllame! … ¡Por favor, papi! … ¡Fóllame con tu bendita polla! …

Juan Alberto me miró a mí titubeante, luego miró el coño jugoso y apretado de Roberta y dijo:

—Está bien, cariño …

—¡Hey! … ¿Y yo? …

Le reclamé un poquito celosa de mi hija, concentrado en mirar la rajita empapada de Roberta, me respondió:

—Tu serás la próxima, tesoro …

Como si fuera tan normal para él correrse tres veces en una noche; ya dos veces era bastante inusual, ¿tres?, no lo sé.      Roberta acercó la polla de su padre a la entrada de su coño, pero resbaló porque Juan Alberto se precipitó y empujo en forma equivocada, entonces ella procedió a pasearla por el surco mojado de su chocho, masajeando su clítoris con la ancha cabezota del pene de su padre.      Las manos de Juan Alberto acariciaron los hinchados pezones de ella, tirándolos suavemente con ligeros pellizcos.      Roberta tanteaba su hendidura cuidadosamente con la cabezona verga de su padre, que parecía demasiado grande para su pequeño agujerito, en algún modo lo encanaló dentro de su bañada panocha y lo mantuvo firme en su mano mientras la polla de Juan Alberto comenzaba a penetrarla, Roberta la mantuvo para que se hundiera en ella suavemente, luego dijo:

—¡Fóllame, papi! … ¡Fóllame como la última vez! …

Juan Alberto cubrió su grácil cuerpo con el suyo y enterró su pene entero en el delicado y delgado cuerpo de su hija, la tomó por los hombros y comenzó a follarla, Roberta comenzó a gemir y abrió sus piernas de par en par levantándolas en el aire.      El pecho de Juan Alberto aplastaba las delicadas tetas de Roberta y sus movimientos de pelvis eran fuertes y firmes, arrancando gemidos y chillidos de los labios de Roberta, la boca de ella estaba abierta permanentemente, como si quisiera emitir gritos que nunca salieron de ella.

 

 

Juan Alberto metió sus manos sobre su tetas y comenzó a estimular sus pezones, él sabía que esos eran mis puntos calientes y seguramente imaginó que nuestra hija era igual a mí; al parecer no se equivocaba, Roberta comenzó a gemir y mover su pelvis alocadamente follando ella misma a su padre.

—¡Por favor, papi! … ¡Hazlo más fuerte! … ¡Fóllame! … ¡Fóllame! …

Aferró los hombros de Juan Alberto y comenzó a empujar su coño contra la polla de él.      Roberta se contorsionaba y gritaba con vagidos de nenita y algunos chillidos.

—¿Te duele mucho, bebita? …

—¡No, papá! … ¡no me duele nada! … ¡házmelo más fuerte, papi! …

Juan Alberto le dio unos rudos empellones contra su coño, el rostro de Roberta se desfiguró en una mueca de agonía, lujuria y placer.

—¿Así, nenita? …

—¡Argh! … ¡Aaaahhhh! … ¡Aaaahhhh! … ¡Aaaahhhh! … ¡Umpfgrr! … ¡Umpfgrr! … ¡Umpfgrr! …

Fue la ininteligible respuesta de Roberta que tiraba a su padre sobre ella con todas sus fuerzas, luego chilló.

—¡Dámelo todo, papi! … ¡Toda tu polla! … ¡Lo quiero todo, papi! …

Juan Alberto la cubrió totalmente contra su recio cuerpo y la estremeció follándola con fuerza, luego tomó las delgadas piernas de ella y se las llevó a los hombros, poniendo sus manos en sus muslos y comenzó a tirarla contra su polla que emitía sonidos de sopapo bombeando el coño empapado y apretado de ella.

—¡Ay, Diosito! … ¡Ay, Diosito mío! … ¡Dámelo duro, papi! … ¡Quiero más! … ¡Quiero más! …

Era realmente erótica toda la situación de Juan Alberto follando como loco el coño de Roberta.      Me vino una calentura irresistible, puse el vibrador a toda velocidad y lo apoyé empujando firmemente los labios de mi panocha, quería un orgasmo, quería correrme junto a mi hija.      El extremo oscilante del vibrador estremecía mi clítoris.      Mi marido follaba a nuestra hija como un salvaje, podía ver como su pene entraba y salía de la conchita de Roberta, sin duda su pene penetraba la vagina de ella con mucha facilidad y se adentraba en ella mucho más que antes.      Mi hija movía como loca sus caderas tratando de follar a su padre de vuelta.

—¡Sí, papá! … ¡Así, dámelo fuerte! … ¡Que rica es tu verga, papi! … ¡Fóllame más profundo, lo quiero más duro, papá! …

Esta jovencita se está comportando como una puta, pensé, pero no me disgustó.      ¿De donde habrá sacado ese lenguaje tan soez?   Quizás viendo porno.      Alguna vez tendría que preguntárselo.

—¡Mmmmmm! … ¡Ooohhh! …

Gemí casi sin darme cuenta cuando el vibrador estremeció mi clítoris en el ángulo perfecto.      Sonreí y puse el vibrador entre las piernas de Juan Alberto desde atrás, casi tocando sus bolas que rebotaban con los embistes al coño de Roberta.

—¡Ooohhhuuummm! …

Exclamó sorprendido.      Mantuve el vibrador sobre él por cerca de un minuto y luego lo volví a mi coño.      Juan Alberto continuaba a follar a Roberta y le dije:

—¡Habla con tu hija, Juan Alberto! … Podrías decirle algo … como haces con la mujeres con las cuales nos follamos … dile algo, querido … como cuando follamos con otra gente …

Estuvo un momento sin decir nada, luego habló:

—¡Oh, Dios! … ¡Amo tu coño Roberta! … ¡Tu panocha es tan apretada como el culo de tu mami! … ¡Me encanta follar tu chocho estrecho, querida! …

—¡Oooohhhh, papi! …

Susurró ella abrazándose más estrecha a él, cosa que lo animó a continuar:

—¿Te gusta mi polla dentro de ti, cariño? … ¡Siéntelo como se desliza dentro y fuera! …

Dijo haciendo pronunciados movimientos de penetración:

—¡Siéntelo, tesoro! … ¡Siéntelo cómo está duro por ti! … ¡Tu me haces ponerme así de duro, cariño! … ¡Te lo doy fuerte! … ¡Umf! … ¡Umf! … ¡Umf! … ¿Lo sientes, cariño? … ¡Lo sientes? …

—¡Ssiii, papá! … ¡Se siente divino! …

Dijo Roberta apretando sus senos contra el pecho de su padre y contoneando sus caderas, con movimientos de su pelvis hacia adelante como para follar a su padre.

—Tómatelo con calma Juan Alberto … no lo hagas tan fuerte …

Le dije.      Mis caderas comenzaban a moverse autónomamente mientras me masturbaba con el vibrador.      Lo tenía apretado entre mis piernas y esto acallaba un poco el ruidoso sonido vibratorio. Lo dejé quietecito ahí sobre mi labia vaginal y me incliné acercándome a la cadera de Juan Alberto, cuidadosamente busqué su polla y puse mi pulgar y mi dedo índice alrededor de su polla, ejerciendo una leve presión.

—Es rico y lindo lo que me estás haciendo, querida …

Dijo escuetamente él, al mismo tiempo, Roberta le preguntó:

—¿Vas a correrte, papá? …

—¡Sí, nenita! … ¡Te lo voy a dar todo! … ¡Me voy a correr dentro de ti! … ¡Bien adentro de tu coñito caliente, amor! …

Las caderas de Roberta comenzaron a moverse y empujar contra la polla de su padre con fuerza.      Yo estaba a punto de correrme, empujé hacia abajo el vibrador en medio a los labios de mi chocho y sentí que el zumbido me electrizó, rayos y temblores se dispararon en mi cuerpo, gemí a alta voz y mi esposo me preguntó:

—¿Estás por correrte, querida? …

—Casi … ¿y tú? …

—Muy cerca …

—¡Córrete para mí, papi! … ¡Acaba dentro de mí! … ¡Lo quiero tanto, papi! …

En ese preciso momento mi orgasmo comenzó, sentí un violento chisporroteo en mi clítoris, mi cuerpo se tensó y electrificó; no me moví mucho en la cama, pero mantuve mis ojos cerrados y apreté mi vientre con fuerza mientras mis piernas tiritaban en modo imparable, las mantuve apretadas y mi coño también se apretó.      Presioné aún más fuerte y las vibraciones me sacudieron.      Fue como un afluente que se llenó y repentinamente se desbordó con toda su fuerza.      Gemí en un sonoro chillido y una oleada de energía atravesó todo mi cuerpo, luego otra y otra.      Casi perdí los sentidos.      Pero no solté la polla de mi marido:

—¡Oh, Jesús … bebita! … ¡Me voy a correr! …

Dijo Juan Alberto abalanzándose sobre el cuerpo de Roberta, follándola con inaudita fuerza.      No me volví a mirar, pero sentí en mis dedos los chorros de semen de mi marido que se descargaba en el coño de nuestra hija, moví mis dedos y sentí los labiecitos del coño de Roberta que tiritaban apretando la polla de su padre que bombeaba chorros y chorros de semen profundamente en el coño de ella.      Roberta había amarrado con brazos y piernas el cuerpo de su padre y se había corrido junto a él.

—¡Jesús Santo! …

Exclamó Juan Alberto con su respiración entrecortada.      Nos habíamos corrido casi juntos los tres.      Sentí como la polla de mi marido salía del coño de Roberta mucho más lacia y suave.      Nos quedamos todos en silencio, nuestras afanosas respiraciones resonaban en la habitación.      Entonces Roberta me preguntó:

—Mami … ¿Qué quisiste decir con eso de que tú y papá follaban con otra gente? …

Juan Alberto me miró y se giró hacia el otro lado desentendiéndose totalmente de la pregunta de ella.    Debería haber sabido que no lo iba a dejar pasar, así que tomé la mano de mi hija e intenté responder lo más honestamente:

—Bueno, cariño … tu padre y yo hemos tenido relaciones sexuales con otras personas de vez en cuando … pero es solo sexo … el sexo es mejor con amor … pero el amor no es siempre necesario … ¿me entiendes? …

Se quedó pensativa por un rato y luego preguntó:

—¿Y todavía follan con otras personas? … ¿Cómo es eso? … ¿Cuándo? …

Juan Alberto tan delicado como siempre se volteó rápido y dijo:

—¡Sí, todavía lo hacemos! … ¡Vamos a programar una sesión para la próxima semana! … ¡Y tú estás invitada! …

Roberta lo miró sorprendida:

—¿Eh? …

Continuará

Por JUAN ALBERTO

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