viernes, 18 de septiembre de 2020

Hermanos amantes


Quisiera contarles la historia de sexo que mantenemos con mi hermana desde hace ya casi dos años.

Mi viudez y su separación matrimonial nos llevó a ella casi sin darnos cuenta.

Yo soy viudo desde hace ya diez años. Al poco tiempo de casados comenzamos a buscar un hijo y al no quedar embarazada comenzaron los estudios del por que, siendo allí donde descubrieron una enfermedad que a los seis años la llevó de mi lado.

Este echo me hundió en la tristeza primero y luego descubrí la comodidad de no tener que dar cuentas a nadie de mis actos y me convertí en un feliz soltero que gozaba de plena libertad. No quería nuevos compromisos.

Durante los primeros años de nueva soltería no me faltaron mujeres de las mas diversas condiciones: jóvenes, maduras, rubias, morochas, altas, bajas, solteras, casadas etc.

Mi hermana un año menor que yo se casó y tuvo dos hijos de hoy 14 años el varón y 12 la nena.


La felicidad de su matrimonio le duró pocos años ya que pronto descubrió que el marido la engañaba con cuanta mujer se le cruzara. Ella le aceptó todos sus engaños hasta que descubrió que la amante de turno era su mejor amiga, fue allí donde cortó con la amiga y el marido.

El se fue de la casa pero en castigo por eso no le pasó ningún dinero para la manutención de los hijos. Andrea, mi hermana, no trabajaba y se le hizo imposible criar a los niños recurriendo a mí, su hermano y padrino del hijo mayor. Soy su único familiar ya que nuestros padres fallecieron hace un largo tiempo.

Mi profesión de abogado me daba un buen pasar con una gran casa de cuatro de dormir para mi solo.

Le ofrecí alojamiento a mi hermana Andrea y a mis dos sobrinos, un poco de compañía me haría bien, además de ello Andrea podría hacerse cargo del cuidado de la casa, no por las tareas domésticas sino por el control de las dos personas que se encargaban de ellas. Jamás se me hubiera ocurrido que mi hermana trabajara en la casa.

Como parte de mis responsabilidades de tío y padrino me haría cargo de la educación de los niños. Ellos siempre fueron para mí los hijos que la vida no me había dado hasta el momento.

Andrea aceptó con alegría lo propuesto, por primera vez podría vivir tranquila y sin sobresaltos.

Mi hermana es una mujer que a pesar de la vida que llevó con su ex marido y sus dos embarazos se mantiene en muy buena forma para sus 43 años. Es alta, de larga cabellera color castaño claro y con suaves ondas, ojos grandes de color claro, un cuerpo armónico con firmes pechos, fina cintura, redonda y parada cola y unas largas y bien torneadas piernas.

A los pocos días de instalada en casa su rostro reflejó la alegría del cambio de vida.

De común acuerdo cambiamos a mis sobrinos de escuela por una más cercana y de mejor nivel. Si no le daba a ellos estas alegrías ¿a quien se las iba a dar?

Andrea no sabía como agradecer lo que hacía por ella y sus hijos, todas las mañanas se levantaba a prepararles el desayuno llevándome a mi dormitorio el mío. Yo me levantaba y luego de ducharme llevaba a mis sobrinos a la nueva escuela y de allí me iba o bien a tribunales o bien a mi estudio.

Éramos una familia en casi todo. Lo único que faltaba era la convivencia entre los adultos, cosa difícil por el parentesco de hermanos.

Por la mañana mi hermana se dejaba ver en camisón. Este por lo general era de una tela que no transparentaba nada pero dejaba adivinar casi todo, así pude descubrir que no usaba corpiño cuando se levantaba y que su bombachita era diminuta y solo le cubría lo indispensable. Ella lo hacía de la manera más normal que uno se pueda imaginar, pero a mí me hacía verla de otra manera que si fuera mi hermana, la veía como a una mujer apetecible.

A los dos meses de instalados en casa, tiempo en que había cortado por respeto a ella y a mis sobrinos, toda salida con mujeres, un echo fortuito hizo que lo gestado interiormente y que yo no lograba ver, se desencadenara rápidamente.

Esa mañana, luego de haber llevado a los chicos a la escuela debí regresar a casa por unos papeles que me había olvidado.

Andrea no esperaba mi regreso y las mujeres que trabajaban en casa aun no habían llegado, por eso se encontraba en el comedor haciendo no se que cosa vestida solo con su tanguita. Sus pechos sueltos y los cabellos aun mojados por la reciente ducha caían sobre sus hombros.

Las tetas mostraban unos pezones rosados de buen tamaño.

Era la primera vez que veía a mi hermana tan desnuda, eso me produjo una erección.

Andrea se puso doblemente roja de vergüenza, por mi erección y por su desnudez, se dio vuelta para ocultar sus pechos de mi vista.

Yo no aguanté, me arrimé y la abracé por detrás, agarrando los pechos con mis manos y apoyando mi erección en su redondo culo.

Andrea se quedó quieta sin decir nada y sin atinar a hacer algo.

Yo con mi mano derecha solté uno de sus pechos y la fui bajando hasta llegar al elástico de su tanguita, la metí por debajo del elástico y llegué a su mata de renegrido bello que cubría su vagina.

Mi hermana me pidió que la dejara por favor.

El verte así me vuelve loco Andrea.

Jorge, vos sos mi hermano, déjame.

Te necesito y te deseo Andrea, desde que llegaste a esta casa no hubo otra mujer.

Yo tampoco tuve hombre desde que llegué a esta casa.

La hice girar, me pegué contra ella quedando mi paquete en su entrepierna, ella debía sentir el mismo. Se pegó a mí.

Incliné mi cara y le di un beso en sus labios.

Andrea en un primer momento cerro su boca a mi beso, pero yo con las lengua y su aceptaciones los abrí y comencé a jugar con ella en su interior.

Muy pronto ella también comenzó a jugar con la suya en mi boca. Era la señal de su entrega.

Cruzó su pierna en mi cintura y con los brazos en mi cuello se juntó aun más a mí.

Al separar nuestras bocas me pidió que la hiciera suya, que necesitaba un hombre.

La alcé en brazos y la llevé a mi dormitorio donde la acosté en mi cama aun destendida. Con delicadeza le saqué su última prenda quedando totalmente desnuda. La visión de ese cuerpo era maravillosa.

Me desvestí y acosté a su lado abrazándola y besándola, primero en su cara, luego bajando hasta sus duros pezones, luego seguí bajando hasta su poblada vagina. Estaba inundada de sus jugos y yo se los bebí todos para luego recorrerla con mi lengua hasta su culito y de este hasta su clítoris donde me puse a mordisquearlo.

Mi hermana se retorcía de placer y daba pequeños gritos anunciándome su pronto orgasmo. Este llegó rápidamente.

Volví a beber sus jugos que eran muy abundantes, y con ellos aun en mi boca subí hasta sus labios donde nos prendimos en un desesperado beso.

En esta posición mi miembro había quedado en la entrada de su cueva y casi sin proponérmelo entró hasta la mitad. Allí paré y nos miramos a los ojos buscando la aprobación mutua. Ella me la pidió toda.

No me hice esperar y con un suave empujón terminé de meter mi pija hasta el fondo de su concha.

Con sus piernas rodeó mi cintura comenzando un frenético movimiento de entrada y salida.

Andrea tuvo su segundo orgasmo y yo alcancé el mío inundándola de todo el semen que tenía acumulado.

Al salir de su agujerito ella bajó a chuparme y limpiarme el miembro de sus jugos y mis jugos.

Yo hice lo mismo con su rebosante concha.

Después de esto quedamos abrazados en silencio y dándonos suaves besos en la cara.

Luego de un rato, y sin decir nada nos levantamos y fuimos a la ducha donde juntos nos enjabonamos con mucha delicadeza en nuestras partes mas íntimas, ella con mi miembro y yo con sus pechos y raja.

Aproveché para acariciar su orificio anal entregándome ella una pícara sonrisa.

Ya estábamos muy cerca del mediodía y debimos vestir rápidamente porque estaban por llegar mis sobrinos y menudo problema tendríamos si nos encontraban así.

No pudimos charlar lo sucedido por la presencia de sus hijos, así que después de almorzar todos juntos y antes de irme al estudio le pedí que me fuera a ver así tomábamos un café y charlábamos lo ocurrido.

La esperé con ansiedad hasta las 17 h. en que llegó. Estaba vestida como toda una señora con un traje de pollera y saco con una remera debajo de este último. La pollera llegaba a unos centímetros por encima de sus rodillas y el tener puesto zapatos con taco la hacía mostrar unas piernas largas y perfectas.

No se si era idea mía pero lucía más radiante que otros días.

La recibí en mi escritorio con un beso ardiente que ella retribuyó de la misma manera.

Como ese no era el lugar apropiado para hablar decidimos salir a tomar algo y hacerlo tranquilos. Yo apagaría mi celular.

Al salir me tomó del brazo como si fuera mi esposa, caminaba junto a mí con cara de felicidad.

Lo primero que aclaramos fue que no estábamos arrepentidos de lo echo por la mañana, por el contrario había sido hermoso. Reconoció que hacía ya un largo tiempo que su ex marido no la trataba así, con esa pasión y esa delicadeza.

Yo le confesé que desde la muerte de mi esposa ninguna mujer me había dado tanta entrega y pasión.

Decidimos seguir nuestra relación en la medida que sus hijos lo permitieran, pero ellos no debían saber nada de lo nuestro porque no lo entenderían.

Salimos de la confitería siendo las 19.30 hs., era temprano para volver a casa, nos miramos en forma cómplice y nos encaminamos a un hotel de la zona. Para tener algo más de tiempo llamamos a los chicos y les dijimos que había surgido una cena con clientes por lo que nos demoraríamos en regresar, que ellos cenaran y no nos esperaran.

Lo primero que hicimos al entrar en la habitación del hotel fue prendernos en un beso que expresara toda nuestra pasión. Mientras lo hacíamos Andrea me fue sacando la corbata y la camisa, yo a su vez la remera y el corpiño.

Ya con sus tetas al aire comencé a masajearlas y pellizcarle delicadamente los pezones. Estos ya estaban duros como señal de la excitación de mi hermana. Andrea me besaba y mordisqueaba la oreja.

Bajé mi cara y me prendí a sus tetas con desesperación.

Desabroché la pollera cayendo al piso, ella bajó el cierre de mi pantalón y sacó la pija que estaba a 100. Se agachó y comenzó a besarla y chuparla. Cayó también mi pantalón y slip.

Yo le bajé su tanga y quedamos ambos totalmente desnudos.

Caímos en la cama e iniciamos un 69.

Mi pija entraba y salía de su boca como si esta fuera una vagina, yo mientras tanto con mi lengua entraba y salía de su concha y mordía su clítoris. Llegaba también a su agujerito posterior.

Jadeaba y pedía más.

Al estar por acabar quise salir de su boca, no me dejó, por el contrario aceleró y cuando acabé Andrea su tomó toda mi leche.

Ella también alcanzó su orgasmo y llenó mi boca con sus deliciosos jugos.

Nos dimos vuelta y en un beso apasionado nos intercambiamos jugos, saliva y semen. Era de un gusto delicioso, era el gusto del placer.

Quedamos abrazados frente a frente, ella se acurrucó en mi pecho. Esto me dio mucha ternura y una sensación de tener que protegerla para siempre.

Luego de un rato mi hermana comenzó a jugar con la pija, y esta comenzó a crecer hasta alcanzar nuevamente su plenitud, fue allí cuando Andrea me pidió que la hiciera suya, que la penetrara.

Giré, quedé boca arriba y ella subiéndose tomó la pìja y la dirigió directo a su concha. Se dejó caer y esta se enterró toda.

Andrea subía y bajaba, entraba y salía, sus tetas se movían al compás de sus movimientos.

Giramos de manera que ella fue la que quedó debajo, tomé sus piernas las acomodé sobre mis hombros y pasé a ser yo quien se movía ahora. Todo esto sin dejar de penetrarla, no quería perder en ningún momento este placer.

El haber tenido ya un orgasmo nos permitió prolongar esta satisfacción y lograr un placer mayor.

Pero todo tiene sus tiempos y Andrea dio señal de alcanzar un nuevo orgasmo, Aceleré mis movimientos y juntos acabamos entre gritos y jadeos.

Habíamos perdido la noción del tiempo, realmente con mi hermana el placer que sentíamos era tal que este no existía.

Volvimos a casa a una hora tal que nuestros sobrinos no sospecharan, de haber sido por nosotros hubiéramos seguido hasta bien entrado el día. A lo mejor algún día podríamos blanquear lo nuestro y ser dueños de nuestro amor y tiempo.

Mientras nos bañábamos juntos comencé a jugar con sus tetas, luego con su conchita y por último con su culito. Ante esto ella me prometió que algún día me entregaría el mismo que a esta altura y a pesar de sus años de matrimonio seguía siendo virgen. La propuesta me entusiasmó.

Por la mañana me desperté sintiendo como Andrea despedía a sus hijos para el colegio, luego de pasados algunos minutos entró en mi dormitorio y sigilosamente se metió en la cama conmigo, estaba desnuda.

Me abrazó y al oído me dijo: te traigo un regalito hermano.

Comenzó a besarme en los labios, siguió por mi pecho y terminó debajo de las sábanas besando y chupando el miembro.

Giré y en posición de 69 comencé con mi lengua a jugar con su clítoris primero y con su agujerito anal después. Mi lengua entraba y salía de su concha y de su culito. Este se lo veía rosado y cerrado.

Mi hermana se retorcía de placer. Acabó rápidamente, y yo con sus propios jugos, mojé mis dedos y comencé a jugar metiendo y sacando, primero uno, luego dos y al final tres en el culo. Una vez dilatado este la di vuelta boca abajo, le coloqué una almohada bajo su vientre, mojé mi pija con el resto de sus propios jugos y comencé a penetrarla, primero la cabeza, una vez acostumbrada a esta y cuando el dolor inicial pasó empujé otro poco hasta la mitad del miembro, repetí la espera por igual motivo que lo anterior, y luego empujé hasta el fondo. Me había echo dueño del regalo prometido, ahora solo quedaba retribuirla con mi semen bien adentro de sus entrañas.

Comencé con suaves movimientos y al comprobar que ella también estaba gozando apuré los mismos hasta que nuevamente juntos acabamos.

Fue uno de los regalos más hermosos que me dieron en mi vida, se lo hice saber a ella.

Andrea era enteramente mía y no la iba a perder bajo ningún concepto.

Nuestra relación continua al día de hoy con la intensidad del primer día, prácticamente tenemos sexo todos los días, la mañana es el mejor momento ya que los chicos se encuentran en la escuela, otra oportunidad que aprovechamos es una "cena semanal" con clientes del estudio.

Estamos planificando un viaje de luna de miel postergada, no sabemos que excusa darles a mis sobrinos pero algo va a surgir.

Con Andrea descubrimos que el amor puede existir entre dos hermanos, la mayoría de la sociedad no lo ve así y por ello debemos ocultarlo, pero nosotros somos felices igual.

Por Jorge y Andrea

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