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viernes, 25 de septiembre de 2020

Seducción de la masajista (relato corto)


Era un largo viaje en autobús, pero estaba tan embebida en la idea de ver otra vez de nuevo a mi padre, que apenas preste atención al tiempo. Ya llevamos varias semanas de separación, por cuestiones de trabajo, hoy cumplo veinte años y cinco de ser su amante, su esposa, su mujer, los deseos carnales son muy fuertes. La masturbación es un paliativo, pero mi gran deseo, es entregarme en sus brazos, sentir su cuerpo entre sus brazos, entrar en contacto con su caliente piel, casi puedo sentirlo dentro mi moviéndose al ritmo de mis caderas, siempre que pienso en ello, las piernas me tiemblan y mi cuca se comienza a humedecer.

Juan Carlos mi padre, se reunió conmigo en el terminal de pasajeros. Después de un prolongado y dulce beso de bienvenida, lo mantuve apretado contra mi pecho, alegre de sentir sus labios, brazos, su calor, su incipiente erección.

Tengo una sorpresa para ti. Dentro de un rato vas a recibir un masaje en nuestra casa, en privado.

En mi cara se dibujo, una mueca muy cercana a la decepción, mis pensamientos de pasar varias horas a solas con su compañía, en nuestra cama, haciendo al amor para reponer los días que estuvimos separados y en lugar de ello, había buscado una masajista.


Sin embargo, con la mejor de sus sonrisas, me explicó

Eso te preparará muy bien para una prolongada sesión en la cama. Verás que es una chica muy agradable y creo que podrás convencerla de que te dé un masaje sexual.

Mi primera reacción fue una rotunda negativa, pero mientras íbamos para la casa, mi mente comenzó a divagar. Siempre me han gustado los masajes y en mis mas encendidas fantasías veías a la masajista que dejaba que sus dedos resbalaran por mí entre pierna........ Tan sólo este pensamiento bastaba para humedecerme.

Llegamos a la casa, situada a las fueras de la ciudad de Caracas, una zona residencial muy tranquila, donde instalamos nuestro nido de amor, luego que fuimos descubiertos por mamá haciendo el amor, la comida fue ligera, desempacando mis pertenencias, en eso llego la masajista.

Era joven, de no más de veinticuatro años, alta, e incluso a través de su uniforme alcanzaba a ver sus senos afilados que oprimían con fuerza la delgada tela. Estaba vestida de modo muy oficial, bata blanca, medias y zapatos del mismo color.

Mi papá le dijo

Le da masaje primeramente a ella y luego a mí

Muy bien, respondió la joven, sonriéndole en forma tímida.

Comprendiste que debían haber hablado de antemano sobre un masaje sexual, pero no dio ninguna indicación de que fuera a hacerlo.

Me desvestí con rapidez y sentí frío, la habitación estaba fresca a consecuencia del aire acondicionado. La joven me condujo hacia una mesa portátil para masajes, que ella había llevado consigo. Al acostarme, la masajista cubrió mi cuerpo desnudo con una sabana, Mi padre bajo las persianas dejando el cuarto sumido en una semi penumbra, dando una sensación muy acogedora.

Para hacer el ambiente adecuado, explico, con una especia de carcajada.

Comenzó el masaje, mientras yo permanecía quieta, tendida boca arriba. Sus manos eran firmas y fuertes. Comenzó en el rostro, lo cual hizo que me relajara por completo. La semi penumbra contribuía a dar la sensación de intimidad, cerré los ojos dejando vagar mi mente, me importaba un bledo que el masaje fuera sexual o no, porque de todas maneras mi cuerpo responde a cualquier contacto, claro si el roce es mi padre, me lleva al limite.

Mientras bajaba las manos hacia mis turgentes tetas y brazos, oí un sonido suave, especie de chasquido y entendí que mi papá trataba de persuadirla que me masajeara directamente los senos.

No, por favor, respondió la chica, en un susurro prolongado. No lo puedo hacer, Desearía poder; pero estoy demasiado nerviosa. Nunca ha dado otra cosa que masajes limpios. Si en la agencia lo descubren, perdería mi empleo.

Bueno, limítese a darle masaje en las tetas.

Debió aceptarlo, porque sentí que sus dedos se movían en círculos en torno a mis senos, hasta que finalmente toco mis pezones. Al principio apenas los rozaba, como si temiera romperlos, luego se volvió más osada. Me oprimió los pechos con suavidad, pero con firmeza, recreándose por unos instantes en el masaje. Su punto de enfoque cambio de pronto y descendió por mi cuerpo. El masaje continuo por la parte interior de mis muslos, dejándome la sensación de que sus dedos rozaban el vello púbico, (quizás, fue mi imaginación, quien sabe) mi cuerpo deseaba responder... sobre todo porque hacia varias semanas que no lo tocaba nadie.

Sentí nuevamente que mi padre intentaba animarla para fuera más lejos y todas las veces le dijo que no, explicando que se sentía muy a disgusto con todo ello.

Pregunto si teníamos marihuana, por que quizás eso la hiciera perder sus inhibiciones, No teníamos, tenia la impresión de que la chica estaba molesta y le pedí a mi papá que dejará la presión.

Cuando termino el masaje, me sentí maravillosamente relajada.

Era el turno de mi padre, se desnudo y se subió a la camilla. La joven comenzó su tarea, mientras la chica se entregaba a su labor, no me resiste a la tentación de tocarlo, me dirigí a un extremo de la camilla, comenzando a sobarle las piernas, luego sus muslos, tus manos se acercaban al pene, el cual comenzó a ponerse rígido, mi mirada la dirigí a la cara de la masajista, ella sonrío, lo cual me indicaba que mi presencia no la molestaba, de modo que me apodere del adorado falo, cuando te inclinaste para llevártelo a la boca.

Tu padre le preguntó a la masajista.

Ha recibido alguna vez un masaje, usted misma?

No, -replico- Quien podría dármelo? Mi marido no.....

Por que no nos deja que se le demos nosotros? Apuesto a que le gusta.

Sus mejillas comenzaron a ruborizarse y comenzaba a rechazar la oferta, cuando mi padre se bajo de la mesa, tomándola de la mano la condujo suavemente hacia la camilla.

Venga, - le dijo- solo unos minutos

Le va agradar, -dije- tratándola de animar, por que no se relaja un poco?

Me pareció que le di la confianza, que necesitaba, porque se quito toda la ropa. Todo excepto las pantaletas. Se tendió en la camilla y procedí a quitarle la diminuta prenda, tirando de ella hacia abajo. No opuso resistencia alguna, es más su mirada era de complacencia.

Tenia un cuerpo verdaderamente voluptuoso. Sus senos eran firmes y grandes, con enormes pezones. Tenia una cintura pequeña, que acentuaba sus caderas bastantes desarrolladas. Su estomago era completamente plano en esa posición, tendida sobre sus espaldas, solo los huesos prominentes de las caderas interrumpían la línea recta. El bello púbico era de un negro intenso, con un crecimiento vigoroso que apenas dejaba ver los gruesos labios vaginales, sus piernas aunque un poco voluminosas, no tenían carnes sueltas. Tenía una cicatriz borrosa, aparentemente de una operación cesárea, en cierto modo, eso la hacia todavía más atractiva...

Mi padre y yo iniciamos nuestro masaje de aficionados. Al cabo de unos minutos la mujer se tranquilizo, confiando en nosotros, gozando del masaje. Desplace mis manos por sus senos, abarcando sus tetas plenamente, amasándolos suavemente pero con firmeza, tal como lo había hecho ella, insistiendo en mi caricia en sus ya erectos pezones.

Mi padre estaba dejando correr las palmas de sus manos a lo largo de sus piernas, las yemas de sus dedos rozaban en forma insistente el frondoso vello púbico. La masajista cerró los ojos y su boca se relajo involuntariamente, era evidente que respondía a las manipulaciones de mi padre.

Cambie de lugar con mi padre, tornándome más agresiva con mis dedos, dejando que resbalaran por la parte externa de los labios vaginales de la masajista. Sus piernas se abrieron en forma complaciente mientras la frotabas en forma insistente, la resistencia si alguna vez había existido, esta se extinguió, ahora colaboraba con suaves movimientos de sus caderas.

Mi padre me hizo una seña silenciosa y comencé a morderle suavemente los pezones. Seguí lamiendo sus pezones y acariciando el interior de su vagina con mis dedos, estaba muy húmeda, las piernas se abrieron aun más para recibir con comodidad mis lujuriosas caricias en los pliegues flojos de su ávida cuca.

El desplazamiento de la mesa de masajes al piso fue muy rápido y los tres cayeron en un ayuntamiento carnal fantástico, totalmente natural y automático, como si hubieran conocido desde siempre.

La masajista busco tus senos con su boca y comenzó a chuparlos, tan ávidamente como un niño recién nacido, por mi parte continúe acariciándole la húmeda cuca, luego me desplace tomando sus erectos pezones entre mis labios, lamiendo con gran fruición. Mi papá le separó a la masajista, los pliegues externos de la complaciente vagina, enterrando su cara entre las abiertas piernas. Eso le gusto mucho a la masajista, que comenzó a suspirar y murmurar casi en forma inaudible, indicando lo maravilloso que era todo ello. Al mismo alargo sus manos hacia mi rostro y las dos nos dimos un beso apasionado y prolongado, me desplace para colocar mi jugosa cuca sobre su cara, apoyando mis labios vaginales sobre su boca.

La chica se activo inmediatamente y me lamió como si de ello dependiera su vida, trataba de absorber todos los jugos que brotaban de mi voluptuosa cuca. Comencé a elevarme y descender en forma rítmica, me acercaba rápidamente a un inmenso orgasmo, así que de manera renuente me baje de ella, no quería tener un clímax tan rápido.

Al hacerlo, mi papá abandono un instante a la masajista, se coloco a mis espaldas, enterrando su endurecido guevo, sin preludios, sin preparaciones, es decir sin aviso y sin protesto. Eso es lo que había estado esperando durante todas estas semanas que estuvimos separados. Que sensación tan maravillosa, el amado pene dentro de mi, moviéndose al unísono de mis caderas.

Me voltee y comencé a chupar la rica hendidura de la masajista, que estaba bajo mi cara, perdimos la noción del tiempo, segundos, minutos, horas, a quien le importa.

Eventualmente mi padre se salió de mi y volvió a incrustar su erguido guevo en la jugosa cuca de la masajista, mientras yo me quedaba un poco al margen. La masajista estaba a punto de tener su orgasmo, tenia el rostro un poco contorsionado por la frustración, puesto que no parecía soltarse completamente. Seguí jugueteando con mis tetas y mi cuca, mientras la masajista se acercaba cada vez más a su clímax.

Sin advertirle nada, me volví a trepar sobre su boca, sus labios con gran avidez devoraron mi cuca en toda su extensión, incrustando su lengua entre mi vagina, apoderándose de mi clítoris, masajeandolo en forma magistral. Cuando su lengua lamió tu clítoris la masajista exploto violentamente en un fenomenal orgasmo, sus caricias y lamidas me colocaron sobre la misma cima del volcán, mi cuerpo ardía en placer, mi cuca hacia erupción.

Te bajaste de la cara de la masajista, las dos sonreímos con calor, abrazándonos, con gratitud, por el placer vivido, por el placer compartido.

Finalmente separamos nuestros labios y como si estuviéramos de acuerdo, volteamos hacia mi padre, que había sido tan poco egoísta durante todo este tiempo. Era su turno ....... y que turno.

Por arphaxad49

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