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miércoles, 30 de septiembre de 2020

Mi inocente hermanita


Parte 1

Mi nombre es Juan y nunca pensé en que las personas tienen que ser catalogadas como sanas sexualmente o lo contrario. Lo importante para mi es que, hagas lo que hagas, tenés que hacerlo con el consentimiento de la persona en cuestión aunque para convencerle hagas uso de artimañas sutiles.

Como todos los jóvenes en edad de adolescencia mi necesidad apuntaba muy fuerte. A tal punto era que me cegaba por completo hasta que tenía consumado el hecho. Sin embargo, habían cosas que nunca me llamaron la atención pero otras que para ciertas personas eran degeneradas, para mi eran normales.

Hacía poco, pues yo tenia 15 años, había tenido mi primer relación con una chica que sí gustaba disfrutarlo todo. Pero debido a mi falta de experiencia no lo pude aprovechar y dejé pasar la situación sin darme cuenta que podía haberle sacado el jugo.

Luego mi estado empezó a empeorar cuando sentí que había perdido una buena oportunidad ya que mis compañeros empezaban a conocer sensaciones y yo me sentía un tonto. Tal como es común, cuando más desesperado menos se consiguen logros. Empecé a buscar con quien podía ganar aquello que había derrochado con Luciana, mi primer novia.


Tuve la ocasión de fomentar mi deseo al ver un par de películas pornográficas que invitó un amigo de salidas. Solo de imaginar que mi muy sensible pene fuera rozado por algo tan delicado como una boca de mujer ya me daba puntadas que me ponían a punto de terminar el gozo dejando mi ropa mojada. De una y otra forma lo pensaba, y muchísimas veces acudí a estos pensamientos para concretar mi felicidad.

Al inicio miraba el culo de una chica linda en la calle o un busto bien marcado y no podía controlar mi vista que alevosa acechaba el paisaje. Luego, mi calentura se extremaba a tal punto que cualquier trasero de mujer me obligaba a conducir mis ojos con ímpetu. De repente apareció la madre de mi amigo y la miré con codicia pues tenía puesto una hermosa blusa que contorneaba sus sobresalientes pechos, que aunque un poco caídos no perdían la delicadeza.

Así, típica locura de mi adolescencia me goberné incriminándome con mi actuar a pesar de no conseguir satisfacerme por causa de me ansiedad que me delataba.

Fue ahí que cobró importancia el hecho de tener una hermana. Ella era de 12 años y muy linda pues parecía una muñequita. Por supuesto que poco había desarrollado los bustos pero sus piernas robustas sostenían un hermoso culo que llamaba mi atención.

Una tarde que me quedé solo con ella en casa, la llevé a jugar a las escondidas por todos los dormitorios y, dejando curso libre a mi necesidad, escondido miraba ese culito que al agacharse para buscarme por debajo de las camas, irradiaba todo su calor. Mi pene empezó a tomar consistencia aunque mi pantalón de gimnasia largo me lo apretaba bien. Entonces, en el cuarto que se encontraba oscuro, salí a su encuentro sorprendiéndola y abrazándola la arrojé a la cama mientras le hacía costillas. Apoyé mi bulto sobre su cuerpo amacijándolo fuertemente de una y otra forma, hasta que mi calentura erupcionó en una emisión que quise evitar pero me debilitó las piernas dejándome descargado. Ella parecía que no se había dado cuenta pues era muy chica y, a mi parecer, inocente. Yo inmediatamente dejé el juego y me fui a mi dormitorio a cambiarme de ropa interior. Al rato llegaron mis padres si bien ya no habiamos jugado más, e incluso cambié de tema por completo al comenzar a preparar la cena.

Transcurrieron varios días y mis ojos parecían que se habían abierto ya que tenía más cerca de lo que pensaba, alguien con quien obtener mi gozo.

Yo sabía que Priscila, mi hermana, nunca iba a mirarme entre las piernas por más que hubiese sido brusco en mi exhibición. Además, podía llegar a malinterpretar quedando con una imagen sucia de mi sin yo poder defenderme. Fue entonces que emprendí un plan meticuloso, en el que trabajaría finito. Mi objetivo: lograr que saboreara mi verga con ese rojo natural de sus labios y su misteriosa lengua.

Esa noche mis padres salieron a comer a la casa de amigos y como yo era "todo un hombre", quedé encargado de la casa. Sabía que cuando ellos salen vienen tarde y gracias a que mi otro hermano estaba viviendo en un pueblo cercano, me encontraba con el campo libre. Así que dejé mi revista pornográfica en el baño como si fuera por descuido, justo al tiempo en que mi hermana tomaría una ducha. Tiempo atrás había descubierto una pieza de la pared suelta en el costado de la casa, la cual quitándola dejaba ciertos respiraderos que servían para husmear por dentro del baño.

Cuando vi que se estaba preparando con toallón envuelto en su cuerpo, avise que daria una salida y apenas ingresó yo salí de la casa.

Me deslicé por el costado y cuidadosamente retiré el ladrillo flojo obteniendo una pequeña pero hermosa vista. Priscila mantenía la toalla abrazando su cuerpo mientras se miraba al espejo cada detalle. Me di cuenta que mi hermanita ya no estaba en niñerías pues daba mucha importancia a su apariencia.

Luego despegó de su piel la vestimenta que la cobijaba y dejo por primera vez ante mis ojos, al descubierto su cuerpo.

Madre mía, pensé. No sabía lo linda que era. Tenía sus bustitos marcaditos aunque pequeños. Y su parte trasera hermosa. Le miraba detenidamente su bombachita que le entraba en la raya y dejaba sobresaliente las nalgas con las que me estaba calentando. De repente me di cuenta que ella estaba mirando hacia el piso pues había encontrado la revista. Se agachó y sentada por sobre la tapa del sanitario detuvo su vista en cada imagen. Su rostro emanaba asombro y sin creerlo veía que la lujuria se apoderaba de su mente. Su mano deslizó en su piel hasta llegar a los muslos, acarició por arriba de sus escasos bellos tapados por la ropa interior. Luego perdí de mi vista su dedo que cuando me di cuenta lo tenía introducido en el interior de su vagina.

Yo atónito miraba cachondísimo como movía lentamente provocándose escalofríos. Luego soltó la revista como miedosa de que descubriera de que su silencio gritaba algún acto indecente. De hecho no recordaba que yo había salido. Miró una vez más las figuras y desnudándose entro en la tina. Sus pezoncitos rozados y minúsculos se ampliaron considerablemente cuando bajo el agua de la ducha se rozaba con ambas manos. La vi una vez más meter su dedo en la entrepierna pero sin acabar continuó su proceso de limpieza hasta que estuvo lista para salir. Yo disfruté hasta lo último y cuando la vi salir como quien no quiere la cosa acomodé la parte faltante de la pared y entré en la casa.

Por supuesto que ella fue directamente a su habitación a ponerse la ropa y yo con mucha discreción la esperaba con ansias. Solo de pensar que ella conocía ciertos placeres me incentivaba a proseguir con mi plan.

Luego entré al baño y como haciéndome al disimulado retire la revista llevándola a mi alcoba.

Se acercaba la hora de la cena, por lo que aproveché unos sándwiches que había en el refrigerador para que mientras que comamos podamos asistir tv. Sabia que mi hermanita estaría con la energía activada ya que calculé que no le dio tiempo de terminar su toqueteo. Entonces me puse un pantaloncito ya que hacía calor y no me puse ropa interior. Nos sentamos en el sofá y mientras mirábamos un programa conversábamos banalidades. Mi posición, entre abierto de piernas para apoyar el plato entre mi rodilla y mi torso, dejaba ver el aspecto de mi bulto, que a razón de mi fantasía permanecía bastante duro. Aproveché entonces para fingir un dolor de abdomen y le pedí a Priscila que me apretara fuerte con el dedo para sentir si me dolía.

Con un poco de pudor accedió metiendo su mano por arriba del elástico de mi pantalón.

--Más abajo--me arriesgué.

Se aventuró un par de centímetros y paró haciendo alusión a su vergüenza.

--Vamos mamita, necesito que me ayudes a ver si no será el apéndice.

Me iba a responder cuando irrumpí reforzando mi argumento.

--Además no te vas a avergonzar conmigo--le miré al rostro--soy tu hermano.

Suspiró y guardo silencio.

--¿Te molesta que esté cerca mi cosa?--

Se rio y suavemente me dijo:

--Si-- bajando la cabeza.

Agarré la mano de ella y guiando su dedo hice que me tocara el inicio de mi pene comenzando por la cabeza.

Hizo algo de fuerza para hacer de cuenta que no le gustaba. Yo le sujeté y le dije:

--Priscila, nadie nos está viendo, además, ¿Qué tiene de malo?

--No por eso te voy a agarrar así-- respondió apretando su mano sobre mi verga.

--¿Te gusta?--aproveché.

--No sé, nunca había tocado una--

--Pero viste una alguna vez--

--No--

Sin dejarla recobrar el sentido me arrojé al vacío sacando el paquete de la bolsa y dejando ante su vista mi pija roja dura, explotando de entusiasmo.

Hizo un gesto de sorpresa y horror, y mirando hacia todos lados como queriendo calmar la conciencia de que nadie la veía, agarró mi verga apretándola fuerte con su mano casi transpirada.

--Mira si nos ven--se asaltó.

--Ven--le dije tomándola del brazo y dirigiéndola hacia la cocina. Le metí mi mano entre sus piernas y le acaricié fuerte hasta que se vio obligada a ser recíproca.

--Me gustaría ver tu coño-- le expresé.

Enojada quiso retirarse a lo que me asusté. Pero mientras se desenvolvía su reación pensé en extorsionarla diciéndola:

--Yo tengo el mismo derecho que vos. Me agarraste mis partes. --Mire a sus ojos y para infundir calma proseguí con dulzura-- Déjame ver de cerca la tuya. Además hicimos algo lindo entre los dos que nadie va a saber.--

Aproveché su silencio tomándolo como un sí. Al tiempo que le baje el pantalón me puse en cuclillas tomando con mi mano la delgada tela de su bombachita, corriéndola a un lado.

--Cerrá los ojos--le ordené.

--¿Para qué?-- se amedrentó.

--Haceme caso--reiteré.

Vi que cerró sus ojos y estirando bien mi lengua la introduje bruscamente entre sus labios vaginales dejando que la saliva que impregnaba mi boca amortiguara la sorprendente visita a su agujerito.

--Ay no!--gimió.

Le chupé un rato pues no me dejaba parar y puesto que vi en el baño como se metía el dedo, no escatimé mi lengua para penetrarla hasta lo más profundo posible. Demás está decir que cuando más adentro, más fuerte eran sus gritos. Podía sentir como me corría su exquisito jugo en mi boca y mientras sus labios hinchados apretaban mi rostro sus brazos recorrían la parte superior de mi espalda.

Al incorporarme me recibió en sus brazos y sin pensarlo dos veces me lleno la boca de besos de mujer. Sin interesarla el gusto que traía mi saliva a causa de su flujo, me replicó entre dientes que nunca había besado a un hombre.

Nunca me imaginé una respuesta de esa especie. Ahora sus manos recorrían mi cuerpo deteniéndose en mi pija dura.

--¿Te gustó lo que te hice?-- abordé.

-- Siiiii--

--A mi me gusta igual si me haces lo mismo--

--Decime como-- y con una cara de perra loca se agachó sujetando fuerte mi miembro mientras empezaba a lamerlo con rudeza.

--Pris, tal como a un caramelo, que lo chupas suave y fuerte y no lo mordes, así me gustaría. Hace todo lo que te imagines sin morderlo.--

Su ingenio se desenvolvió prematuramente sin cuidados del marco de la situación. Yo estaba por explotar apenas sentí el calor de su boca respirando en mi glande que se inflaba como una burbuja. Luego, le dije a Priscila si aguantaría mojarse con mi jugo.

--Juan, vi la revista en el baño, la que te olvidaste. Me pregunté que era ese líquido blanco. ¿Es esa tu sorpresa?--

Desesperado de caliente solo atine a mover la cabeza, soportando lo máximo posible.

Condujo sus ojos hacia mi, casi sin sacar mi pene de su boca y me confirmó:

--quiero beberlo--

Inmediatamente largué mi primer chorro en su boca y así el segundo hasta el último. Veía como se acumulaba en su lengua mientras que alguna gota se escapaba por mis huevos. Tragó de una y bajó más su cabeza succionando mi testículo en su boca hasta dejarlo seco. Volvió a la punta y no paró hasta que vio que me calmara.

Nos miramos y nos reímos como si fuéramos adultos.

-- Yo soy buena actriz. Espero que vos también--me insinuaba mantener esta situación en lo remoto de nuestra vivencia para poder en algún momento repetirla sin consecuencias.

--Quédate tranquila. Nunca se van a enterar--

Nos abrazamos y me confesó:

--Yo nunca estuve con un hombre. Lo único que hize fue masturbarme con mi dedo. Pero hoy me hiciste sentir una explosión como la que cuentan mis amigas la cual yo nunca la había logrado sola.

--Mi amor--dije a mi hermana sin poder evitarlo--ya sos una mujer--

--En parte Juan, todavía no completaste la obra conmigo.

No quise seguir abordando ya que podíamos aprovechar que estábamos finalmente satisfechos por hoy. A ponernos la máscara pensé. Entonces seguimos como si nada había pasado. Nos fuimos a dormir para seguir mañana haciendo de cuenta que somos una familia sana en todo aspecto. Pero como dije al inicio, yo no catalogo en correcto y malo; para mi si los dos están de acuerdo, cualquier cosa está bien.

Esa noche pensé tantas cosas. Me calentaba cada rato imaginando en que algún dia podría intimar con mi hermanita pues, madura es, y si quiere, no le voy a rehusar. Esa noche no me masturbé. Las que siguieron, todas. Y más adelante pasó lo que tanto quedé esperando desde aquel momento en que por primera vez le mostré a mi propia sangre y carne, lo bueno de la vida.

Parte 2

Después de aquel maravilloso acontecimiento que nos envolvió a mi hermanita y a mi no pude parar de pensar ni siquiera por un momento. Me iba a la escuela y no ponía atención a más nada sino a mis recuerdos y el deseo de vivirlo otra vez. En más de una ocasión me levanté del pupitre para correr al baño a masturbarme pensando como me había chupado con esa boca tan inocente. Me miraba al espejo y se me hacía ver correr por mi boca el flujo que tragué aquella noche.

Tardó unas tres semanas pero finalmente mis padres tuvieron otra salida. Priscila sabía separar muy bien las cosas pues no había mezclado los tantos mientras no teníamos perspectivas de disfrutar otra velada.

Ya sabido que mis padres estaban preparándose para su encuentro de amigos, que mi madre se estaba bañando y mi padre cambiándose en el dormitorio, ella se acercó mientras yo me preparaba un jugo de naranja y, por detrás casi sin dar advertencia posó su mano entre mis piernas subiéndola hasta llegar a mis huevos que se levantaban junto a mi pene que tomaba forma.

Me puse bastante nervioso y peor aun porque me excitaba en sobremanera. Ella susurró a mi oído, "no te olvides que todavía tengo una parte de niña que no me la robaste".

Tanto había pensado en esto y ahora sentía como que me acobardaba. Pero ella se alejó y se encerró en su recamara al tiempo que sentí los pasos de mi padre que se acercaba y con naturalidad me dijo que cuide bien la casa porque ellos me tenían la confianza de que yo ya era un hombre para hacerlo. …si lo supieran!!!

Llegó finalmente la hora de que partieron y cuando me cercioré que se habían ido cerré la puerta e ingresé a la casa. Mi hermana estaba sentada en el sillón con un pequeño pantalón que poco le cubría las nalgas. Su mirada se dirigía directamente a mis piernas y sin vacilar, aceché.

Me acerqué lentamente y al colocarme próximo a ella su mano hizo contacto con mi cuerpo. Yo sabía que su miedo transpiraba a través de su mirada y mis piernas acompañaban su ritmo temblando sin parar.

Fue directo a mi bragueta y bajándola colocó su mano por dentro hasta enrollarla en mi verga que se endurecía con agilidad con su tacto enfático y a la vez delicado. La extrajó y mirándome a los ojos puso nuevamente su lengua por encima de mi glande. Mi calentura se ponía extrema pero pensé que tenía que aguantar pues había mucho más que hacer aparte de disfrutar otra vez su calida respiración en mis partes mas sensibles.

Le pedí que no se la metiera, para no provocar mi eyaculación tan rápido. La agarré de los codos y la levanté a mi altura hasta que casi instintivamente me arrojé a sus labios besándola nuevamente con locura.

--Te amo-- declaró-- pero como a un hombre, no como un hermano--

La acompañé hasta la puerta de mi dormitorio y bajándole el pantaloncito dejé al descubierto su blanca piel apenas envuelta por la más pequeña de sus prendas. Agarré su culo con mis dos manos a la vez que una de ellas se deslizaba hasta introducirse por debajo del elástico. Lentamente descendí ejerciendo presión para obtener su desnudez. Recorrí su cuerpo con el mío que estaba ya sin ropas y me puse por detrás apoyando fuertemente mi tronco en la línea de su rico culo y poniéndole mis manos en sus tetas completé la acción dejándola como había llegado al mundo.

La fui empujando hasta llegar a mi cama. Sentía como su cuerpo sudaba.

Yo intentaba pensar en otras cosas para que la fiebre no me cegara descargando mi arma, pero no podía. Tenía a mi hermana con una virginidad apenas adolescente enfrente mío. Solo tenía que tomarla.

--¿Estás segura?--me aventuré a preguntarle para calmar mi conciencia en el futuro.

--Si no es con vos que te amo y sé que siempre me vas a cuidar, ¿con quien otro?--

--¿No pensabas llegar pura al casamiento?-- reiteré como un estúpido.

--Juan, no dudes. Ya me metí un dedo una vez. ¿Quién va a creer que soy virgen? Además, talvez ni mi marido se merezca esto. Te amo.--concluyó.

Con mi mano cubrí sus pelos púbicos casi nuevos mientras un dedo rozaba el objetivo. Se humedeció casi hasta chorrear. La perra caliente de mi hermana quería sentir ser finalmente una mujer.

Me acerqué lentamente a su cuerpito que no paraba de transpirar y besándola en fracciones le dije:

--Dentro de unos días vas a cumplir trece. Este es mi regalito-- La cabeza de mi pene ya sentía el jugo que le mojaba por acercarse a su cavidad. La fui empujando un poco más y de repente sentí como se introdujo hasta la mitad.

Miré su carita y parecía que estaba recibiendo una paliza. Su rostro era de sufrimiento. Mis nalgas estaban rojas de cómo eran apretadas por sus dedos afilados por sus uñas. No vacilé. Continué hasta que luego de sacar y poner unas veces empezó a gemir como aquella vez en que le chupé hasta el fondo de su rica vagina rosada.

--Eso me gusta. ¡¡¡No pares!!! Por favor, no pares--terminó susurrando.

Yo sentía que me venía pero mirando sus ojos me percaté que en poco ella también habría de acabar. Cerré mi mente. Sus gemidos aumentaban de nivel. Me obligaba a meter mi trozo más adentro aun. Una, otra, otra y ya no podía más si no fuera porque noté que con su frente arrugada por el esfuerzo en conseguir disfrutarlo a fondo me declaró que estaba por explotar.

No porque decidí yo, sino porque no existía forma de soportar otro instante, dejé correr mi leche que entró por su vagina hasta el fondo y llenó su vientre mezclado por su fuego que derretía nuestros ánimos hasta quedar fundidos.

Caí sobre sus hombros. Sus suaves pechos me rozaban el torso. Su voz suave me declaró el encanto que embargó nuestra maravillosa experiencia. Durante cinco minutos estuvimos a la merced de cualquier acontecimiento pues estábamos en cuerpo pero llevados del alma a otro lugar.

Tuve suerte de no dejarla embarazada pues no tomé ninguna precaución.

Mi vida nunca más fue la misma. Si bien es cierto que con la madurez de Priscila y mi ansiedad controlada por su prudencia anduvimos jugando por un largo tiempo aunque a veces tenía que esperar bastante para tener mis chances.

Priscila creció y conoció sus amigos. Ya después de que tuvo su primer novio no quiso estar más conmigo. Creí que se había arrepentido o que alguien le había mostrado ser mejor que yo. Sin embargo una noche de locura cuando yo tenía un poco más que veinticinco __ella por cumplir 23__ nos besamos pasionalmente y me dijo que como la luna siempre brilla, nuestro romance será su mas romántico recuerdo de lo que se puede hacer con un hombre.

A pesar que al poco tiempo se casó, el hecho de haberla poseído primero nunca se apagó de nuestras mentes. Aunque mi conciencia a veces me reprende siempre recuerdo que ella vio en mi algo que le hizo confiarme lo más grandioso que podría dar a alguien.

Por Juan

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