miércoles, 27 de marzo de 2024

Priscila, Parte 1


La Despedida

Esto ocurrió cuando tenía 37 años, casado y con una hija adolescente.

– ¿Y? ¿Vas a ir a la despedida de soltero? – me preguntó un compañero.

– No sé, no tengo muchas ganas en realidad – le respondí.

– Pero si la cuota no es tan cara, además es la única vez –

– No, si no es por la cuota, la voy a pagar igual –

– No, si no vas a ir no tienes que pagar nada –

– Esta bien, lo voy a pensar –


La última vez que fui a una despedida de solteros, fue muy fome, una comida en un restaurante, con chistes fomes, subidos de tono y mucho licor. Como andaba conduciendo casi no tomé nada, excepto el brindis con espumante.

El viernes, el día de la despedida, varios compañeros fueron a mi oficina a buscarme y de la empresa nos fuimos. Éramos 8 incluido el novio. Llegamos al departamento y los organizadores habían dispuesto un pequeño cóctel y bebidas, algunas alcohólicas.

El saludo, un discurso y el brindis. El picoteo,  las bromas y los chistes. Estaba simpático, entretenido y divertido. Terminando el picoteo me voy, pensé.

Alguien puso música de bar, tocan el timbre y entra una chica de poco más de 20 años, muy bonita y muy arreglada. Nos saludó a todos con un beso en la mejilla, su perfume me envolvió, preguntó por el novio, le indicamos quién era, lo tomó de la mano y lo sentó en un sofá. En seguida comenzó a bailarle quitándose poco a poco las prendas de vestir. Todos mirábamos en silencio, por lo menos yo. Nunca había visto algo parecido, alguna exclamación y uno que otro piropo. La chica le le acercaba y se sentaba en las piernas, cuando liberó la parte de arriba, dejó ver unos senos hermosos, ni grandes ni pequeños, el tamaño de mi gusto. Se sentó de nuevo encima del novio y tomándole las manos se las puso en sus pechos. Él la acariciaba y manoseaba esos lindos pezones. Luego se levantó y de un tirón sacó la mini tanga, que le cubría lo justo, dejando expuestos sus abultados labios vaginales con su rosado clitoris entre ellos. Estábamos todos mudos. Ella tomó al novio de una mano y se lo llevó a uno de los dormitorios. Todos aplaudimos el espectáculo que había estado genial, creo que varios tenían una erección.

Cambiaron la música de bar y comenzó una de piano para café. Sonó el timbre, alguien abrió la puerta y la conversación se quebró. Me di vuelta y comenzaron a entrar chicas, de unos 20 años o más, vestidas con abrigos largos o impermeables. Todas muy hermosas, comenzaron a sacarse los abrigos y debajo tenían muy poca ropa. Por lo general blusas escotadas sin ropa interior. La última en entrar parecía menor que todas, me miró y me sonrió, a mí, lógicamente. Las demás ya estaban bailando con cada uno de mis compañeros. Ella caminó hasta mí, sin despegar sus ojos de los míos, no sé porqué mi corazón se agitó, si no tuve una erección durante el baile de la chica desnuda, ahora la tenía.

– Me ayudas? – me preguntó dándome la espalda y echando el impermeable hacia atrás. Le ayudé a sacárselo y me quedé mirando su figura. Era realmente de todo mi gusto, una blusa delgada y ajustada, dejando ver la forma de sus pechos y sus pezones. No muy grandes, más bien pequeños pero bien formados y una falda que le tapaba lo justo, un trasero redondo y paradito.

– Bailamos? – me preguntó quitando su impermeable de mi mano, dejándolo en una silla.

– Me llamo Priscila  – me dijo al oído mientras bailábamos suavemente muy pegados.

– Hola Priscila, me llamo Cristian – le dije algo nervioso por la proximidad y la presión sobre mi erección.

– Hola Cristian, cómo estás? –

– Bien y tú? –

– Bien caliente  – me dijo tomando mi mano de su espalda poniéndola en su trasero. Pude notar que era real, sus nalgas bien formadas estaban muy duras. Acaricié y apreté sus nalgas.

– Te gustan ? – me preguntó pasando su mano por sobre mi pantalón justamente donde estaba mi erección. Su perfume, su voz suave, su respiración en mi cuello, sus nalgas y su mano me tenían loco.

– Si, me gustan mucho  – le respondí dándole unos apretoncitos. Ella se giró poniendo sus nalgas en mi erección y mis manos en sus pechos, se movía rítmicamente restregando su trasero en mi mi miembro.

– Te gustaría cogerme? – claro que me gustaría, pero todo iba tan rápido que no había tenido tiempo de pensar en nada. Ni siquiera en mi esposa ni que le estaba siendo infiel.

– Cuánto cobras? – le dije directamente rompiendo el romanticismo.

– Cien –

– Dolares? –

– Obvio  –

– No tengo cien dólares en éste momento  –

– No importa, sólo paga el motel y después me pagas lo demás  –

La verdad es que estaba tan excitado que no pensaba en nada más.

– De acuerdo  – le dije. Tomó su impermeable, le ayudé a ponérselo y salimos del departamento.

Todo no duró más de una hora. No había tenido tiempo de pensar, ahora iba con una chica a un motel. Mientras conducía ella no dejaba de acariciar mi erección.

– Quieres que te lo chupé? – me preguntó sobresaltándome.

– Ahora? –

– Si, ahora  – tratando de bajar el cierre del pantalón.

– No, ahora no, voy manejando  – le dije y sacando mi mano de entre sus muslos saqué la suya de mi erección. Y tal como uno se apura para llegar al baño, hundí el pié en el acelerador.

Entrado a la pieza me ayudó a sacarme la chaqueta y yo su impermeable. Con habilidad soltó el cinturón y bajando el cierre de mi pantalón lo dejó caer, en seguida bajó mi slip dejando mi erección apuntado hacia ella.

– Me gusta – dijo tomándola y acariciándolo. Su mano suave y su destreza me hacían disfrutarlo. Intenté meter mi mano debajo de su falda pero no me dejó.

– Déjame tocarte  – le dije.

– Soy una chica trans  – dijo mientras su mano subía y bajaba por mí miembro.

– Éso qué significa? – Le pregunté.

– Que tengo un pene igual al tuyo  – me dijo.

– Quiero verlo  – le dije pensando que era una broma. Se soltó la falda y la dejó caer. El glande rosado de su pene asomaba largamente por fuera del calzón, bajó su calzón liberándolo completamente. Ver se erección me produjo algo extraño, no podía sacar mi vista de él.

– Tómalo, no te va a hacer nada – dijo tomando mi mano poniéndola en su erección. Estaba húmedo, caliente, suave y duro. Ella seguía masturbándome y comencé a hacerle lo mismo. Nos miramos a los ojos, con la otra mano tomó mi cara y me besó. Nos besamos apasionadamente.

– Quieres que te lo chupe? –

– Sí  –

– Acuéstate  – me acosté y ella de rodillas comenzó a chupármelo. Estaba tan rico que tomé su pene y comencé a masturbarlo nuevamente.

– ¿Te gustaría chupármelo? – la pregunta me desconcertó, no lo había pensado. Antes de responder se dió vuelta, puso mi pene en su boca y el suyo en mi cara, de manera que lo tomé y lo metí en mi boca. Fui haciendo lo que ella hacía y como lo hacía. Me corregía si algo no lo hacía bien.

– Quieres cogerme? – preguntó poniéndose en cuatro y dejando su trasero a mi disposición. Era tal mi ansiedad que no podía metérselo y comencé a eyacular, finalmente se lo metí cuando terminaba de eyacular.

– Lo siento  – le dije.

– No importa,  tenemos tiempo  – dijo y nos fuimos al baño.

Todo me había gustado, me gustó ella, lo hermosa que era, lindos ojos y lindas facciones, lindos pechos y lindo trasero. Y algo que nunca pensé decir, lindo pene casi como el mío, su cabeza rosada, el mismo grosor y un par de centímetros más largo, me llegaba a la garganta, también me gustó su sabor.

– Hace cuanto que no hacías el amor? – me preguntó.

– No sé, no recuerdo  –

– Hace tanto tiempo que no lo recuerdas? –

– Bueno un par de meses  – estábamos acostados el la cama de frente mirándonos.

– Tu esposa, que hace? –

– Trabaja también  –

– No me refiero a éso, me refiero al sexo, que hace para tener sexo? –

– Nada  –

– Ella no hace nada y tu no haces nada ? Con razón –

– y tu hija,  que edad tiene ? –

– Ella tiene 15 está por cumplir los 16 –

– Es como de mi edad  –

– Pero tu dijiste que tenias 18 – pero si digo mi edad los hombres huyen, por ser menor de edad.

Tenía razón, si alguien me sorprendiera acostado con una menor de edad, el escándalo sería mayúsculo y seguramente iría preso.

– No te asustes, nadie se va a enterar de lo nuestro – su mano había logrado una erección nuevamente. Se agachó y lo metió en su boca.

– Ahora si – dijo subiendo encima y sentándose en mi erección que llegó a fondo de una. Subía y bajaba, sus pechos y su miembro también. Con una mano agarré uno de sus senos y con la otra agarré su erección y comencé a masturbarla, hasta que acabó en mi pecho y yo dentro de ella.

– Te gustó? – me preguntó en la ducha.

– Si, estuvo genial, nunca imaginé tener una experiencia como ésta.

– Háblame de tu esposa – le conté como nos habíamos conocido, el casamiento y nuestra hija.

– ¿La amas? – me preguntó sacando mi miembro de su boca.

– Si, la amo –

– Da la vuelta  – me puse boca abajo, tomó el lubricante del velador y me echó en mi ano. Introdujo un dedo y después dos.

– Quieres que te lo meta? – me preguntó poniendo su glande en mi ano.

– Si –

– Pídemelo! –

– Por favor, mételo – le dije, no entendía cuál era el motivo de la exigencia. Lo entendí cuando comenzó a penetrarme lentamente, me dolía mucho, el lubricante hacía más fácil la penetración pero no disminuía el dolor. Con ella encima mío no podía hacer nada. Una vez que llegó a mi estómago se quedó quieta, besándome y acariciándome. Después comenzó a moverse, cada empujón me hacía quejarme de dolor, lo único que quería era que acabara pronto. Después de varias estocadas, no sé cuántas, pero ya me estaba acostumbrando al dolor.

– Da la vuelta  – y me puse de espaldas.

Levantó mis piernas y me penetró nuevamente, ahora se sentía mejor. Veía sus pechos y mi miembro, con una mano tomó mi pierna y con la otra mi erección y me masturbaba al mismo tiempo que me penetraba. Agarré sus pechos y los chupé. Sentía su miembro entrar y salir, una y otra vez, su mano agitaba mi erección.

– Espera, suelta mi pene que voy a acabar. No quería acabar todavía. Siguió dándome hasta que eché todos mis chorros en mi pecho y mi estómago. Ella siguió un poco más hasta que se descargó adentro.

– Te lo saco? – preguntó.

– No, quédate así un rato –

– Y cómo es tu hija? –

– Como todas las hijas, hermosa, inteligente, cariñosa, comprensiva, lo tiene todo –

– Ojalá hubiese tenido un padre como tú –

– ¿Te gustaría ser mi hija? –

– ¿Si fuera tu hija, te gustaría coger conmigo? –

– Si, me encantaría – ya su miembro estaba flácido y saliendo sólo.

– Vamos al baño –

Estuvimos como tres horas en el motel y no me di cuenta. La dejé en una estación de metro y me fui a mi casa. Me dolía un poco mi ano, sentía una picazón y cosquillas.

Por RISEVA

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