viernes, 11 de noviembre de 2022

Hotel Taboo II: El fotógrafo


Todo esto era extraño para Alejandro. El hotel no parecía hotel y no tenía nombre o aviso. Una casona bastante alejada del campo urbano y vieja.

Solo una camioneta en la entrada. Habían salido de la capital de madrugada y él no había dormido lo suficiente como para estar en condiciones de quejarse. La siesta de tres horas que se había echado durante el viaje había servido poco y su cara lo exponía.


—Alégrate—dijo Gabriela. Él tampoco entendía de dónde salía el optimismo de su hermana—: estamos de vacaciones. Por fin podemos descansar.

—¿Descansar?

—Bueno…—Gabriela se quedó pensando—no sé si técnicamente vamos a descansar, pero si nos vamos a divertir. Te lo prometo.

Ella le sonrió.

La vio entrar dando saltitos y no le quedó de otra que seguirla. Lo único que quería en ese momento era una cama para descansar.

Adentro, la confusión de Alejandro no desapareció. Todo el vestíbulo estaba decorado con cuadros de mujeres, hombres y niños, y había una sala con sillones de terciopelo. Eran viejos y grandes y a él le pareció que eran más adecuados para una quinta que para un hotel. Ni siquiera había recepción.

Una mujer de aproximadamente 50 años se les acercó a los hermanos. Estaba en buena forma. Llevaba un falda que le llegaba a la rodilla, y tenía tacones que le estilizaba las piernas y las pantorrillas. La blusa era negra, pero igual él se dió cuenta que no llevaba sostén. Sus pezones se marcaban con la blusa.

El pelo era negro, pero algunas canas se empezaban a asomar. De todas formas tenía la cara delicada, hermosa. No pudo evitar pensar cómo había sido aquella mujer en su juventud.

Les habló con un tono profundo y algo ronco, que le daba una peculiaridad atractiva.

—¿En qué puedo servirles?—Se dirigió a Gabriela.

—Si, mira, hice una reservación para un cuarto—Gabriela se movía de un lado para otro, algo inquieta.

Entonces lo noto por primera vez. La camiseta que llevaba era de él. No sabía cómo, pero Gabriela, de alguna manera, se había metido en su closet, y le había robado la camiseta. Otro pensamiento se le pasó por la cabeza: se veía tierna en ese conjunto, pasando su peso de una pierna a otra. Vistiendo una camiseta de hombre y shorts cortos que no se alcanzaban a ver. Le pareció que su hermana era preciosa.

No se llevaban muchos años de diferencia. Apenas tres. Él era el mayor, y ella había cumplido 24 unas semanas antes.

—¡Gabriela, claro! Hablamos por teléfono.

—Si—Su hermana llevaba el pelo rubio suelto, y este se movió cuando ella asintió con la cabeza.

Le pareció un gesto tierno. Y así, aceptó que tal vez estas vacaciones no iban a ser tan malas. Estaba con su hermana. Una de las pocas personas en el mundo que lo podían hacer reír.

—Arriba podrán encontrar la habitación. Tranquilos que todo está listo para ustedes.

Dicho esto, la mujer se alejó.

Los dos subieron y en efecto, la habitación no había sido difícil de encontrar. Estaba abierta y tenía la llave en la cerradura de la puerta. Solo había tres habitaciones. Una tenía un letrero que decía “ocupada” y la otra ponía “reservada”. 

Los dos entraron.

Lo primero que notó Alejandro es que, de algún modo, adentro el lugar se sentía más grande. Una sala, un vestidor grande y un baño con una ducha y un jacuzzi. Lo segundo, solo había una cama. Al lado, un escritorio.

Encima de la mesa de madera se encontraron con un paquete. Una caja mediana en tamaño y una nota.

—¿Cómo vamos a dormir?—preguntó él mientras señalaba la cama.

—Nos acostamos sobre las almohadas y cerramos los ojos—respondió Gabriela, divertida.

—Solo hay una cama—ignoró el comentario.

—¿Y? No es como si no hubiera espacio. Ahí caben como 60 personas cómodamente.

Ella tenía razón. La cama era grande. Muy grande. “Más de 60 personas” pensó.

Gabriela recorrió la habitación. Abrió los armarios y los cajones. Entró al baño e inspeccionó cada cosa que encontró. Entonces se centró en la caja.

—Es para ti—Se aclaró la voz y comenzó a leer—: Bienvenido al Hotel Taboo. Es nuestro placer recibirlo en sus vacaciones. Entendemos que lleva una vida atareada, por eso hemos decidido darle un presente, para que lo ayude a relajarse en su estadía. Le saluda…Sade.

—¿Sade?

—Eso dice. Ahora, abre la caja. Yo quiero ver que te dieron.

Alejandro se acercó al escritorio y abrió la caja. En el interior se encontró con una cámara. Una polaroid. Tenía rollo.

—Mira—dijo Gabriela—: un regalo hecho a la medida…dado a la medida, mejor.

Era verdad. Alejandro era un fotógrafo en sus ratos libres, cuando el trabajo de oficina se lo permitía.

—Probemosla—Siguió ella—. A ver yo te hago de modelo.

Puso una pose. Levantó las manos y se las puso detrás de la cabeza. Sonrió. Los ojos azules lo miraron.

Instintivamente Alejandro miró por el visor y disparó. La foto salió casi instantáneamente. Él la dejó a un lado, donde no le diera la luz y esperó a que la imagen apareciera. Cuando se reveló, Gabriela soltó una risita. Le había gustado la foto.

—Quedó genial. Soy una modelo.

—Al menos pareces una—dijo él. 

—¡Tengo una idea¡ ¡Creo que vi algo en el vestidor!

Ella corrió hacía el vestidor. Tardó un par de minutos en salir, y cuando lo hizo, estaba envuelta en vestido corto, de color negro. Le llegaba hasta la mitad de los muslos.

Tenía las piernas largas y tonificadas. En su tiempo libre jugaba voleibol. Alejandro no pudo sino fijarse en ella. Era una modelo.

Se sentó en la cama. Cruzó las piernas lentamente. Él vio ese cruce de piernas. Vio algo de la ropa interior de su hermana. Unos panties blancos, de seda.

—¡Una sesión de fotos! Y yo soy la modelo.

Alejandro le regaló una sonrisa.

—Bueno.

Le tomó otra foto. Repitió el proceso.

Luego, ella saltó a la cama y se acomodó sobre sus rodillas. Una de las tiras del vestido se le bajó hasta la mitad del brazo. 

El disparo de la cámara.

Gabriela entonces se puso en cuatro, y miró seductoramente a la cámara. Alejandro se fijó en el escote. Las tetas de su hermana eran pequeñas, pero firmes. Pudo ver el sostén. Era blanco, como la parte de abajo.

Desde el visor, él se enfocó en el escote. Tomó otra foto. 

Gabriela se acostó y recogió el vestido. Lo dejó antes de que se viera su ropa interior. Alejandro admiró sus muslos. Y les tomó una foto.

Ella se volteó. Y le dejó ver el culo. Era firme, redondo, y un poco más grande que sus tetas. 

Él le tomó una foto. Era la primera vez que pensaba en su hermana como una mujer que podía ser…hermosa…erótica. Le estaba encantando esta sesión de fotos.

Ella volvió a su posición. Acostada boca arriba. Abrió las piernas.

Él dudó un segundo antes de tomar la foto.

—¿Se te acabó el rollo? ¿O es algo más?—le dedicó una sonrisita pícara—Porque por mí no hay problema que me tomes la foto.

Y eso hizo. El lente entre las piernas de su hermana. Clic. La fotografía salió.

Gabriela se levantó de la cama. Se bajó un tira. Se bajó la otra. Dejó caer el vestido. La lencería que llevaba debajo era fina y suave. 

Puso una mano en la banda de los panties, y jaló un poco hacía abajo. Hizo otra pose. Alejandro tomó la foto de manera automática.

Ella le dió la espalda. Él vió como se quitaba el sostén y lo dejaba caer al suelo. Cuando se volteó, ella tenía las manos cubriéndose.

—Otra foto—Pidió. 

Él obedeció. Esta vez dejó caer la fotografía resultante.

Volvió a voltearse. Él miró mientras ella se quitaba la parte de abajo. En ese momento le tomó otra foto.

Cuando ella volvió a mirarlo, tenía una mano sobre sus tetas y otra sobre el coño. Fue allí cuando Alejandro dijo por fín algo sobre la sesión de fotos.

—Así no.

Se acercó a ella y le retiró la mano del pecho y la mano de abajo. La dejó expuesta. Los pezones eran rosados. Un hilito de vello púbico era lo único que le cubría el coño.

Alejandro disparó la cámara otra vez. La guió hasta la cama y la hizo acostarse. Le separó un poco las piernas. Hizo una foto del coño de su hermana. Ella ya estaba mojadita. 

Él se quitó la camisa y el pantalón. Tenía una erección. Gabriela le pidió la cámara. Se la entregó mientras dejaba caer su boxers al suelo.

Ella le tomó una foto a su pene erecto. Y le volvió a tomar otra cuando se puso encima.

Alejandro acercó sus labios a los labios de su hermana. Se dieron un beso. Bajó por su cuello, sus tetas. Lamió sus pezones. Y chupó.

Ella era ahora la fotógrafa. Y tomaba fotos a cada instante, mientras disfrutaba de sus labios.

Él llegó hasta el coño y le dio besos. Jugó con el clítoris con su lengua. Saboreó los jugos de su hermana. 

Se acomodó.

Metió su miembro. Primero despacio. El coño de Gabriela era estrecho. Metió hasta la mitad, y ella hizo una foto. 

Lo introdujo completo. Ella soltó un gemido.

Dejó la cámara a un lado.

Alejandro entonces lo sacó y lo volvió a meter. Adentro, afuera. Adentro. Afuera. Sintió como su hermana envolvía las piernas a su alrededor con cada movimiento de cadera que hacía. 

Adentro. Ella apretaba las piernas y tensaba los muslos.

Afuera. Los dos gemían.

Siguieron así por un buen tiempo. Y Gabriela retomó el control como lo había hecho en la sesión de fotos. Lo tumbó sobre la cama. Ahora ella estaba encima. 

Buscó la cámara y se la entregó.

—Quiero ser tu modelo—dijo y movió sus caderas.

Alejandro le tomó otra foto. Y otra. Y otra.

Su hermana le daba sentones cada vez más rápidos. Y él tomaba fotos. 

Sintió como se empezaba a llenar. El constante movimiento estaba a punto de hacerlo venir. Llegar al orgasmo. 

Ella se detuvo y se separó.

Se puso de rodillas frente a la polla de Alejandro. 

—¿Qué tal un photo finish?

Y se la metió a la boca. Alejandro miró a su hermana mientras mamaba su pene. Le daba besos y jugueteaba con la lengua.

Lo sintió subir. Su hermana se lo sacó de la boca y empezó a masturbarlo. Más y más rápido. Movía la mano y apretaba su pene en cada movimiento. 

Arriba. Abajo.

Arriba…

Su semen salió disparado, como se hacía una foto. Un clic.

La fotografía salió de la cámara. Y Gabriela la cogió. Cuando fue revelada, lo que se veía era la cara de ella llena de la leche de su hermano. De la corrida de Alejandro sobre su nueva modelo. 

—Que buena sesión—dijo ella. 

Alejandro y su hermana durmieron abrazados y desnudos como estaban, mientras la mañana iba abriendo. 

La luz se fue filtrando en la habitación. Las fotos reveladas por el piso de la habitación. Y no sería la última de estas sesiones.

Por New Punk

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