jueves, 15 de junio de 2023

Las Maestras


Nunca he tenido una experiencia hetero, soy lo que soy y siempre supe de serlo, cien por ciento lesbiana. Además, me apasionan las chiquitas. Sexualmente las considero las amantes perfectas, aceptan todo, son incondicionales y muchas veces fieles.


La forma en que las mujeres vemos el sexo es diferente a la de los hombres. No es solo una cosa física, nosotras nos involucramos emocional y espiritualmente. Entonces cuando tenemos sexo entre chicas, no sentimos solo esa gratificación corporal, no es solo masturbarnos juntas. Es algo más. Se crea un vinculo amoroso entre nosotras y las niñas que amamos.Siendo una de ellas, yo conozco a las chicas, también fui joven, se como pensamos y como reaccionamos.

Cuando nos amamos se trata de amor verdadero, ser queridas más allá de las cosas superficiales que normalmente interesan a tantas personas. Se trata de encontrar a alguien que sea como tú y comporta su vida contigo sin mezquindades. Tengo la fortuna de haber encontrado a dos que podría definir como almas gemelas.

Me llamo Giannina y el mismo día que divisé a Jacqueline supe que ella era de las nuestras, era como yo. Por supuesto que existen cosas que nos diferencian, ella es ligeramente más alta que yo, mis cabellos son cortos y lisos, mientras los suyos le llegan al hombro con rizos dorados. Físicamente somos diferentes. Pero yo me refiero a los sentimientos, al amor por las chicas jovencitas. Ella es exuberante y su belleza atrae a todos. Por supuesto también a mí. Ella es adulta y más de una vez me había masturbado pensando en ella; en sus gestos, en su voz, en su sonrisa, en la forma de moverse. También en su figura esplendente. Soñaba algún día poder hacerle el amor.

Ambas trabajamos en el mismo colegio femenino, somos profesoras de la Básica. La observé cuando impartía sus clases y cuidaba de las niñas durante la colación. Sus ojos estaban siempre atentos a ellas y particularmente en algunas de ellas. Más de una vez la sorprendí mirando a alguna chicuela sentada con la falda descuidadamente arremangada, mostrando sus braguitas y con la piernas abiertas, sin preocuparse de si alguien la miraba o no. Me percaté como sus ojos se achinaban y mordía sus labios mirando esas braguitas de algodón blanco que ocultaban una rajita delicada y sin pelitos.

La lengua de Jacqueline humedecía sus labios continuamente con sus ojos pegados a la entrepierna de la chicoca. Pero eso no probaba nada y me decidí a averiguar más. Hasta que un día obtuve la prueba de mi certeza, ella olvidó de cerrar su armario, rápidamente eché un vistazo a sus cosas y encontré unos relatos de carácter sexual, entre una mujer de treinta años y una chicuela de nueve años. ¡¡Bingo!! Me tomó unos cuantos minutos leer la historia, pero debo confesar que mi panocha se humedeció completamente. Había un marcador en una escena del libro, probablemente su parte favorita, casi inicio a masturbarme leyendo los perturbadores y cachondos recuentos del libro.    En ese preciso momento decidí que ella debía ser mi amante.

La oportunidad se presentó en la primavera, cuando nos tocó cuidar juntas a las chicas durante el recreo. Estábamos en el amplio patio del recinto conversando de cosas anodinas y rutinarias cuando vi que sus ojos azul cielo miraban por sobre mi hombro a alguna parte detrás de mí. Con curiosidad me volteé y vi a una chicuela pelirroja, con una dulce carita llena de pecas, sentada descuidadamente con sus piernas abiertas mostrando unas braguitas rosadas con adornos circenses, la miré y ella me saludó, era una de mis estudiantes. Miré a Jacqueline que descaradamente fijaba sus ojos en la entrepierna de Sussy, mi alumna.

—He notado que disfrutas mucho ese tipo de vistas …

—¿Ah? … ¿Cómo cuáles? …

Respondió apresuradamente con su tez tiñéndose de rojo.

—He notado como miras a las chicas en el comedor y de ese mismo modo estabas mirando ahora mismo a Sussy … probablemente también los haces en tus clases …

Se ruborizó hasta su cuello y balbuceante me dijo:

—¿Qué dices? … ¿No sé de que estas hablando? …

Decidí tranquilizarla para que pudiésemos hablar y decirle que yo sentía como ella.

—Jacqueline … hace algunos días me encontré tu armario abierto y vi el libro que estas leyendo … yo tengo otro de la misma autora y me encantan los relatos de mujeres seduciendo niñas … disfruto con las mismas cosas que disfrutas tú … tu secreto es mi secreto … podemos compartir juntas estas cosas … ¿no te parece? …

Si hubiese tenido una vista de rayos equis, habría podido ver los centenares de engranajes del cerebro de Jacqueline asimilando mi propuesta, me miraba con los ojos muy abiertos y pestañeaba. Estaba atónita, así que quise ponerlo más claro:

—… tal como oyes … a mí también me gusta mirar las bragas de Sussy y también las de las otras chicas …

Todavía me miraba con una expresión de incredulidad, así que decidí ir aún más allá.

—… al ver esas cosas … mi coño se moja … ¿no te sucede también a ti? …

Recién me di cuenta de que ella estaba sin respiración cuando exhaló un fuerte respiro y dijo:

—¡Ay, Dios! … ¡Ay, Diosito santo! …

De sus ojos claros brotaron algunas lágrimas, me miró sorprendida:

—No lo dirás a nadie, ¿verdad? …

Puse mi mano en su hombro diciéndole:

—No seas boba … por supuesto que no lo haré …

Volví a mirar a la niña que estaba aún con sus piernas abiertas mostrando esa planicie lampiña y turgente cubierta por sus braguitas.

—Es hermosa, ¿verdad? …

—¡Oh, sí que lo es! … ¿cómo se llama? …

—Sussy … tiene diez años … está por cumplir los once …

La niña era verdaderamente hermosa. Sus cabellos rubio platinado que caían en cascada sobre su espalda llegándole casi a su cintura. Sus caderas comenzaban a ensancharse y sus diminutos senos eran como pequeñas mandarinas con pezoncitos casi invisibles en su tez blanca y pálida.  Yo la había visto bajo la ducha. Su nariz respingada con ojos claros de color verde que en días nublados parecían grises, unos ojos de gata capaces de engatusar a cualquier mortal. Su boca era pequeña, pero con rojos labios carnosos, los más besables que jamás haya visto en una chicuela de su edad.

Nos paramos juntas a admirar el tejido colorido que cubría el coño de Sussy. Me sentí favorecida de portar mis gafas oscuras de sol y le dije:

—Jamás pensé en encontrar a otra persona como yo … y estábamos a pasos la una de la otra … solo nos dividía el pasillo del aula …

—¡Oh, sí! … es cierto … tampoco yo imaginé al similar …

Nos reímos más por el nerviosismo de la situación que por la jocosidad del momento, entonces Jacqueline me preguntó:

—¿Y que vamos a hacer al respecto? …

Yo ya había comenzado a fantasear algunas cosas, pero no me quería adelantar, sino adaptarme a las circunstancias:

—Bueno … no lo sé en realidad … ¿supongo que también te gustan las mujeres adultas? …

Le dije bajándome las gafas para mirarla a los ojos

—Sí … me gustan y muchas veces me he fijado en ti … y no solo eso … cuando estoy sola a casa mía en mis sueños has estado presente …

La implicación era obvia y le espeté:

—Bueno … si es así … ¿tú casa o la mía? …

Me miró sonriendo y me dijo:

—Prefiero que seas tú la que elija …

—Está bien … entonces en mi ruca a las siete … ¿te va? …

Le di la dirección y las indicaciones de cómo llegar.

Cuando termino el horario de clases, me la encontré en mi sala, me vino cerca y .me dijo a baja voz:

—Ven … tengo algo que mostrarte …

La seguí y nos ubicamos en el guardarropa.   Todas las salas tienen un espacio donde las chicas cuelgan sus abrigos y parkas y no es visible a ojos indiscretos. Me empujó a la parte más alejada y me dio un beso con lengua. Mi coño había estado en ebullición toda la tarde pensando a Jacqueline y también a las bragas de Sussy. Varias veces estuve a punto de correrme solo fantaseando con ellas, moviendo mis piernas juntitas debajo del escritorio, con ocasionales roces rápidos de mis manos.

Nos separamos de nuestro efusivo beso y ella sin previo aviso se bajó los pantalones junto a sus bragas y me mostro su coño perfectamente rasurado y me dijo:

—Lo mantengo así … limpiecito … ¿te gusta? …

Caí de rodillas ante ella, atrapé sus firmes glúteos con mis manos y enterré mi nariz en ese paraíso divino olisqueando su muy húmedo coño, le di unas cuantas lamidas saboreando su preciado néctar y besé su vientre diciéndole entre dientes:

—¡Uhmm! … me encanta …

Jacqueline dio un respingo y varios gemidos juntos con jadeos:

—¡Espera! … no podemos hacerlo aquí … alguien podría escucharnos … soy demasiado ruidosa …

Tenía razón, así que me levanté con mis rodillas tembleques y la besé para dejar en sus labios el sabor de su propio coño. Me recompuse y le dije:

—No vayas a llegar tarde … te estaré esperando …

Me sonrió subiéndose los pantalones y me preguntó:

—¿Debo llevar algo? …

En son de broma le dije:

—Bueno … si puedes convencer a Sussy y a alguna de sus amiguitas … serán todas bienvenidas …

Me reí de mis palabras, Jacqueline también me sonrió, pero había un extraño resplandor en sus ojos claros.

***

A las siete en punto sonó el timbre de mi departamento y fui a abrir la puerta. Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi a Jacqueline del brazo con Sussy y una de sus amigas, todas sonriéndome en el umbral de mi puerta.

Las dos bellezas infantiles entraron corriendo y se abrazaron a mí como suelen hacerlo los niños pequeños mientras yo miraba a Jacqueline un tanto desorientada, un millón de pensamientos se agolparon en mi mente causándome un desconcierto. Me preguntaba: ¿Por qué Jacqueline había traído a estas dos niñitas? La idea de que se unieran a nosotras ni siquiera se me había pasado por la cabeza. Lo encontré demasiado improbable para considerarlo. Me preguntaba que les había dicho a las niñas y que no. Se que suena a falso, pero no pensé que ellas fueran implicadas sexualmente, lo que finalmente resulto ser verdad.

En ese momento, mi hija entró en la sala de estar con una lata de bebida cola en sus manos. Daniela se quedó paralizada al ver que la mujer que le había dicho que iba a venir, estaba acompañada por dos muchachitas de su misma edad, expansiva y simpática, les sonrió saludándolas:

—¡Hola! … soy Daniela …

Jacqueline abrió su boca con estupor y se la quedó mirando de pies a cabeza sin capacidad de emitir palabra. Yo tampoco atinaba a moverme todavía impresionada por la presencia de las chicuelas, pero ellas se hicieron adelante a saludarse y cotorrear entre ellas, me quedé mirando a Jacqueline ya que ella no sabía que yo tenía una hija. En medio a todo el alboroto que armaron las chicas, me enteré de que la amiga de Sussy se llamaba Matilda.

Miré a Jacqueline y le dije:

—Esa es mi hija … Dani … asiste a la escuela secundaria …

Daniela invitó a las chicas a la cocina en busca de alguna bebida, mientras los ojos de Jacqueline seguían a Dani por donde quiera que ella se movía, cuando se alejaron de nosotras, ella me dijo:

—¡Guau! … eso es tan … tan … tan …

Pensé que iba a decir “Sorprendente”, en cambio dijo:

—… ¡Caliente! …

Rápidamente concluí lo que estaba pensando:

—¡Oye! … no … ¡Oh, no! … ¡No! … nosotras no … quiero decir, ella no … no sabe nada de mi y mis preferencias sexuales … nada en absoluto …

Se dibujó una mueca de decepción en el rostro de Jacqueline y a mí me nació un sentimiento de protección hacia mi hija. Pero luego me di cuenta de que Dani es una chica hermosa, y que no tenía nada de extraño que Jacqueline se sintiera atraída por ella:

—¡Oh! …

Fue su escueto comentario, pero luego al darse cuenta de lo que había insinuado, balbuceante y acongojada dijo:

—¡Oh, Giannina! … lo siento mucho … nunca coquetearía con tu hija … es solo que … ehm … bueno … ella … ¡uhm! … es muy linda … ¿Así que tienes una hija? …

Nos miramos fijamente a los ojos, y de repente estallamos en carcajadas, comenzamos a reírnos histéricamente. Las chicas volvieron a la sala y se nos quedaron mirando, Matilda se llevo el dedo índice de la mano derecha a la sien e hizo varios círculos, las otras dos se encogieron de hombros y siguieron con su conversación sobre las diferentes escuelas, artistas favoritos, series de televisión, sitios WEB y todas esas cosas de muchachas. No paraban de hablar y reírse, entonces les dije:

—Disculpen chicas … Jacqueline y yo necesitamos hablar con tranquilidad … Dani, ¿por qué no invitas a Sussy y Matilda a tu habitación? …

—Claro, mami … chicas vengan conmigo …

Las tres chicas de diez años se fueron trotando y riéndose fuera de la sala dejándonos a Jacqueline y a mí a solas. Fuimos al sofá y nos sentamos juntas.

—Así que tienes una hija …

—Sí … ella es producto de una borrachera y una violación sumisa … pero también es mi vida entera … ni ella ni yo conocemos realmente al padre …

—Y sí ella no sabe nada de ti … ¿Qué iba a hacer mientras tú y yo hacíamos el amor? …

—Bueno … ella duerme como una roca … pensaba cenar contigo y ella … luego miraríamos un rato la tele y yo la enviaría a dormir … en cosa de veinte minutos ella estaría tan dormida que no escucharía si una docena de tanques se pusieran fuera de su dormitorio a disparar todos sus cañones …

—¿En serio? … ¿tiene un sueño así de pesado? …

—Bueno … quizás exageré un poquito, pero nada de lo que hagamos tú y yo lograría despertarla … ¿y tú? … ¿Por qué has traído a Sussy y Matilda? … ¿Cómo es que sus padres te dejaron traerlas? … ¿Qué le has dicho a ellas? … y ¿Qué vamos a hacer con ellas? …

—¡Qué! … ¿Qué vamos a hacer con ellas? …

Dijo Jacqueline repitiendo mi pregunta, me tomó de las manos y se acercó a mi oído para susurrar:

—Pues … vamos a tener sexo …

—¡Ehm! … pero … ¡uhm! … ¿cómo vamos a hacer que ellas … ¡uhm! … ¡Ooohhh! …

Me detuve en seco, de repente comprendí que no había necesidad de seducirlas. Ambas ya habían sido seducidas. Jacqueline me miraba divertida y asentía sonriente con su cabeza:

—¡Sí! … ambas chicas y yo somos amantes … desde la primavera pasada que lo hacemos juntas …

Si no es porque estaba sentada en el sofá, me hubiera ido de espaldas azotando mis posaderas en el suelo.

—¿Por qué crees que Sussy me muestra sus bragas durante el recreo? … ella sabe que eso me excita … piensa … es la única chica que siempre viste falda … sus padres saben que yo las ayudo a mejorar sus calificaciones y les permiten de quedarse en casa conmigo … con frecuencia se quedan en mi casa los fines de semana …

Me la quedé mirando boquiabierta y solo exclamé:

—¡Ay, Diosito santo! …

Jacqueline agregó:

—Se suponía que debía ser una sorpresa …

—¡Y lo fue! … ¡Cáspita! … ¡Sí que lo fue! …

Luego presionando mis manos dijo:

—¿Y que hay de Daniela? … habrá pensado que las chicas vinieron a hacerle compañía … te puedo asegurar que esas dos que traje, no se quedaran a hacer cositas de niñas de diez años …

—¡Uhm! … es verdad … Dani no se ira a dormir mientras estén esas chicas aquí …

Suspiramos ambas un tanto decepcionadas, al parecer habíamos creado un lio insoluble y lo único que haríamos era cenar junto a las pequeñas. Jacqueline había traído a dos hermosas niñas para compartirlas conmigo y estábamos sin una solución posible. Estaba muy caliente, pensé que lo único que me iba a calmar, era masturbarme cuando las chicas se hubieran ido.

Charlamos de todo un poco en la siguiente media hora, de pronto sonó el reloj de la cocina indicando que la lasaña estaba lista. Jacqueline me siguió a la cocina y le pedí que sacara la ensalada del refrigerador. Preparamos los platos y ella dijo que iría a buscar a las chicas mientras yo sacaba la lasaña del horno.

—¿Dónde está la habitación de Dani? …

—Sigue solo la proveniencia de los ruidos y las encontrarás …

Dije sonriendo y a sabiendas que es imposible que las chicas estuviesen sin hacer ruidos.

—¿Ruidos? … ¿Qué tipo de ruidos? …

—¡Eh! … por el pasillo, tercera puerta a la izquierda …

Dije y comencé a poner la comida en la mesa.   Un instante después, Jacqueline volvió, pero sin las niñas.

—¿Qué pasa? … ¿Están jugando? …

Pregunté, pero por la mirada en el rostro de Jacqueline, supe que no era nada de eso. Me miraba desorientada, como no sabiendo que decir. Me molestó un poco su silencio:

—¿Qué? … ¿Habla, mujer? …

Se llevó un dedo a los labios y me dijo:

—¡Shhhh! … creo que es mejor que lo veas tu misma … solo que no te vayas a enojar …

Extrañamente caminó cómo en punta de pies hasta la puerta ligeramente abierta de la habitación de mi hija, por alguna razón igual de extraña yo la seguí sigilosamente. Indicándome de mantenerme en silencio, me hizo señas para que mirara dentro de la habitación. La visión que recopilaron mis ojos, casi me hizo tambalear.

Sussy y Matilda estaban sobre la cama de mi hija.Se estaban besando y follando sobre los muslos todavía con sus ropas puestas. Era obvio que hacían el amor entre ellas. Cada una de ellas frotaba su coño contra el muslo de la otra. Entonces me pregunté dónde estaba mi hija. Me moví un poco para poder observar la pieza desde un ángulo diferente y entonces la vi. Estaba sentada en su silla en la esquina de su cama y miraba a las dos muchachas juntas. Su mano estaba en su regazo y frotaba su entrepierna frenéticamente a través de su ropa. Ninguna de las chicas se había percatado de que estábamos afuera observándolas.

La humedad que había estado incubando durante todo el día, repentinamente se convirtió en una inundación completa. La idea de que estaba viendo a mi hija masturbarse mientras miraba a dos chicas que follaban entre ellas, ya no me importaba. Estaba tan caliente que entendí que no sería capaz de alejarme de esta escena extremadamente caliente. Sabía ya que Jacqueline quería que sucediera algo parecido a lo que realmente estaba sucediendo, seguramente para ella el incesto no era un problema.

No sé cómo mis pantalones y bragas cayeron al suelo. Me giré y encontré a Jacqueline totalmente desnuda. Supongo que ella notó de que no había modo de hacer que las chicas se detuvieran en el corto plazo, a menos que las molestáramos de algún modo. De repente me encontré con los brazos en alto y Jacqueline sacándome la blusa. No estaba usando sostén, sus manos se posaron en mis pechos. Pensé que esto estaba resultando mucho mejor de lo que lo había planeado.

De pie detrás de mí, Jacqueline puso sus brazos alrededor de mi abdomen y deslizó sus manos hasta mis pechos, comenzando a pellizcar mi pezones y haciéndolos rodar entre el pulgar y el índice. Miré a las dos chicas que continuaban a follar sus coños entre sí y al parecer estaban muy cerca de correrse. Empecé a preguntarme si eso sorprendería a mi Dani ¿sabía ella de orgasmos? Mirando en su dirección, concluí que sí sabía. Su mano se movía frenéticamente dentro de sus pantalones cortos y me pregunté si tenía la mano sobre o bajo sus bragas. Me esforcé por vislumbrar algo que respondiera mi inquietud y entonces vi que sus bragas estaban en el suelo al lado de la silla.Se los había quitado y vuelto a poner los shorts. También noté que las otras chicas habían hecho lo mismo y sobre la cama estaban tiradas las bragas de ambas, unas amarillas y otra rosada con dibujos circenses de color azul.

Volví los ojos a mi hija y vi que comenzaba a tener espasmos y supe que comenzaba a correrse, nunca la había visto tener un orgasmo, no había sorpresa en su rostro, solo goce y lujuria. En tanto, las manos de Jacqueline estaban restregando mi coño y el ver a mi hija convulsionar en espasmódicas olas orgásmicas, me provocó un orgasmo simultaneo a ella, nos corrimos juntas … y no fue en silencio.

Recuperándome un poco de los gemidos y chillidos de mi orgasmo, vi que Sussy y Matilda miraban hacia la puerta mientras continuaban besándose y follando. La mano de Sussy estaba dentro de los shorts de Matilda y apretaba sus nalgas, se notaba que no eran primerizas en estas lides. Sin embargo, mi Dani era diferente. Escuchó mis gemidos, prontamente se levantó de la silla y se dirigió a la puerta, al tiempo que les decía a las chicas:

—¡Deténganse! … ¡Mamá nos atrapará! …

Entre mis convulsiones, me apoyé a la puerta y esta se abrió de par en par, mostrándonos a Jacqueline y a mí desnudas, con los dedos de mi amiga todavía acariciando mi coño. Mi hija se detuvo de golpe y me miraba con la boca abierta:

—¿¿Mamá?? …

No sabía si echarme a correr o estallar en llanto. Pero no tenía opción alguna. Mi cuerpo continuaba a estremecerse con mi potente orgasmo, mis tetas se sacudían haciendo que mi vientre y piernas temblaran en modo incontrolable. Finalmente pude sacar una entrecortada voz:

—Está bien, cariño … no es el mejor modo para decírtelo … pero mami es lesbiana …

Sussy y Matilda seguían acariciándose en la cama, Jacqueline se unió a ellas. Mientras recuperaba el aliento junto a mi hija, vimos que Jacqueline estaba desvistiendo a las chicuelas, cuando terminó las recostó y comenzó a lamer alternativamente sus coños, primero a Sussy y luego a Matilda. Finalmente, levantó las piernas de Sussy en el aire y alternó sus lamidas a su coño y a la estrecha estrellita de su ano, Matilda se colocó detrás de ella y abriendo los glúteos de Jacqueline, comenzó a lamer su culo.

Daniela y yo vimos como Jacqueline había arqueado su espalda para permitir que Matilda lamiera también su coño. Me sentí muy excitada y al parecer también mi hija que movía sus piernas y apretaba sus muslos, entonces la tomé de la mano y la acerqué a la cama detrás de Matilda, moviendo mi cabeza afirmativamente la empujé detrás de la chica para que se subiera a la cama a lamer su trasero y le dije:

—¡Vamos! … quítate la ropa y únete a ellas …

Pronto mis ojos se deleitaron ante la desnudez exquisita de mi hija de diez años que se subió a la cama y comenzó a jugar y acariciar el culo de Matilda, entonces agregué.

—Está bien … de ahora en adelante es algo que podremos compartir … mamá estará siempre contigo …

Inmediatamente se puso en cuatro patas a besar y lamer las nalgas de Matilda. Pero me sorprendió cuando se detuvo un instante a sonreírme y menear su culo desnudo hacia mí. Era como un sueño hecho realidad, fragmentos de mis sueños volvieron a girar por mi mente, por años había fantaseado con besar, lamer y acariciar a una niña sin rostro. Ahora por fin esa niña tenía un rostro, el de mi hija. Su rostro era el de la niña con la que siempre ocupaba mi mente mientras me masturbaba, con la que había tenido incontables sueños eróticos e innumerables orgasmos.

Me subí a la cama y comencé a acariciar sus cálidas nalgas y luego me incliné a lamer su coño mojado y sin pelos, Daniela empujó su culo contra mi boca y supe que ella también había fantaseado conmigo. Tal como yo, quizás se había masturbado pensando en nosotras, tal como yo, quizás había fantaseado con una adulta que le hiciera todas estas cositas. Moví mi boca a su culo y penetré su estrecho coño empapado con mi saliva y sus fluidos con mi dedo índice.

Pronto sentí que nos movíamos en la cama y Sussy se metió entre mis piernas a lamer mi cuquita, estábamos en un carrusel de sexo femenino acariciándonos, lamiéndonos y chupándonos, se escuchaban solo sonidos de sorber y lamer, estábamos todas al borde de nuestros orgasmos.

Las caderas de mi hija comenzaron a temblar y ella empujó su trasero contra mi boca, luego la sentí gemir a alta voz mientras se corría violentamente, una vez más su orgasmo disparó el mío y me corrí con las lamidas de Sussy. Una a una las chicas se corrieron y vi cuando Sussy y Matilda se abalanzaron sobre el cuerpo de Jacqueline, una le comía el coño y la otra amasaba sus tetas, y lograron que ella se corriera corcovando sobre la cama.

Terminamos todas acurrucadas juntas en la cama, detrás de Daniela le pregunté:

—¿Estas contenta con esto, cariño? …

—Mami … eres única y fantástica a la vez … eres lo que siempre había querido …

Al poco rato tuvimos un abrazo de grupo, lo que se convirtió en otra orgía lésbica, esta vez las tres chicas empeñadas en un trio. Mientras yo y Jacqueline nos besábamos ella me preguntó:

—¿No te parece divino? …

—Sí … creo que estamos en el paraíso …

Le respondí sonriendo.

FIN

Por Juan Alberto

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