martes, 20 de junio de 2023

Mi tío Germán


¿Qué me gusta verme al espejo? ¡Claro! ¿A qué chica que se sepa linda no?

Pero tengo que aceptar que esa noche si me esmeré. Llevaba un sexy vestido de satín verde sin mangas pero con un pronunciado escote, que por la parte de la espalda baja estaba cosido donde los hombres ponen sus ilusiones.


No era para menos: esa noche saldría con Mauricio, y yo esperaba en esa cita la culminación de un año escolar que había sido maravilloso. Me estaba graduando de la universidad, contaba con una promesa de trabajo magnífica y si, mi amor platónico, el que me había gustado desde el primer año, había accedido a acompañarme a la boda de una de mis primas más queridas. ¿Qué podría salir mal?

Supongo que a toda mujer le gusta provocar a las demás. Hacerles sentir un poco miserables al tiempo que brilla al lado de un hombre apuesto y varonil.

Pero mi intención no solo era la de lucirme con él. También quería acabar con la pregunta eterna de las tías, las que siempre cuestionan por mis pretendientes, y de paso (ja, ja) les restregaria a uno de los ejemplares de masculinidad más sublimes que hubieran visto en su vida.

Mauricio pasó por mí a las 6:00 pm. Se veía increíble con su traje sastre embarrado y su peinado relamido. No me dijo nada de mi arreglo -el tipo era algo engreído- pero note que le había gustado mucho, porque al sentarse en el coche tuvo que acomodarse su paquete repetidas veces. Yo me hice la loca, pero estaba extasiada.

La misa fue como las de cualquier boda: monótona, el lugar perfecto para criticar. Supe que nuestra entrada había incomodado a muchas personas pero no me importó. Ese era parte del plan y, para ser honesta, estaba resultando de lo mejor, aunque Mau también lo notó. Al salir de la iglesia me tomó de la cintura y me dijo al oído:

- ¿Ya viste que los pendejos de tus primos te comen con la mirada?

-Ay pero si achu ja ja. Mis tías también te devoran mi vida. 

Hizo una mueca como de asco cuando vino mi prima a presentarnos a su esposo: un hombre rollizo de unos cuarenta años, a quien el tiempo no había perdonado la panza. Lo saludé de mano al tiempo que el me abrazaba, y le deseé lo que se acostumbra en esos eventos. 

-Pero que guapa tu prima. De haberla conocido antes me lo hubiera pensado mejor. -Dijo el novio en lo que me guiñaba un ojo. 

-Cállate tarado. -Le contestó divertida su reciente esposa. 

Todos nos reímos, excepto Mau, a quien la broma pareció molestar. 

-Nos vemos en el banquete Dany. Está aquí derecho, a media cuadra. -Dijo alegre mi prima, en lo que señalaba el sitio en que se celebraría la fiesta. 

Asentí, e inmediatamente después los recién casados fueron solicitados por alguien más. 

-El esposo de tu prima es un confianzudo. No me cayó bien. -Dijo Mauricio mientras caminábamos al salón. 

En ese momento esa reacción me divirtió: supuse que estaba celoso y eso significaba que yo lo atraía hasta quererme solo para el. 

-Solo fue una broma Mau -hubiera querido decirle amor, pero aún no llegábamos a eso.- Pero no te preocupes: lo mantendré a raya por si acaso. 

El no contestó hasta llegar al sitio, y yo lo vi tan molesto, que decidí darle un beso para tranquilizarlo. Ese gesto pareció disipar su enojo: más tarde se veía contento y con ganas de fiesta. El alcohol empezó a correr por las mesas y la pista de baile abrió. Brindamos de más pero casi no bailabamos. Yo me moría por poner a prueba los últimos pasos que había aprendido, pero a Mau solo le interesaba tomar y, ya medio alcoholizado, intentar meterme mano por encima de mi vestido. 

Ok, lo reconozco: me había vestido para eso. Pero no era el lugar ni el momento, yo ansiaba bailar y eso mismo iba a hacer. Me pare en el momento en que uno de mis primos iba pasando cerca y le pedí que me llevara a zapatear un poco. Lo hizo y la pista fue mía. Dance como nunca y en todos los estilos: las del rock ochentero y las cumbias, las salsas, el merengue y las quebraditas, y por último el sensual perreo del mejor regueton.

En eso sucedió, Mauricio estaba ebrio y furioso. Llegó hasta mi primo y de un golpe lo tiró. A mi me empezó a jalonear, mientras me decía que yo era su puta y que no me iba a compartir con nadie. Tomó mi brazo desnudo y, apretandolo, me llevó hacia la salida. Yo estaba muy confundida, pero además avergonzada; la música calló y todo el mundo se nos quedó mirando. Si, por lo pronto lo mejor era que me fuera de ahí: la escena que habíamos protagonizado seguro que sería la comidilla de la familia por la siguiente generación... 

Pero cuando ya íbamos hacia afuera, llegó mi tio Germán, quién fue el único que encaró a Mauricio, al tiempo que le decía:

-Oiga amigo. Ya estuvo suave. Si usted se quiere ir, hágalo. Pero no se lleve a mi sobrina con usted. 

-Quitese viejo. -Le gritó Mau en lo que intentaba empujarlo. Pero mi tío sabía de defensa personal. En un solo movimiento tomó la mano de ese hombre y le hizo una palanca qué lo obligó a soltarme. Se veía el dolor en el rostro de Mauricio, hasta que el hermano de mi madre le dijo:

-Mire usted como son las cosas. Ahora tiene dos opciones: largarse de aquí con la muñeca rota, o hacerlo solo con su dignidad herida. Pero decida pronto, porque aquí todavía tenemos una fiesta que atender. 

-Ya, ya señor. Ya me voy. -Chilló Mauricio mientras sentía el rigor de Germán. 

-Señor Germán, muchacho. Y hazme el favor de no volver a hablarle a mi sobrina o tu mano no va a ser lo único que pierdas. ¿Me entendiste? 

-Si señor Germán. Usted disculpe aay. 

-Váyase ya, malcriado. - Profirió el tío y, para terminar de humillarlo, le dio una patada en el trasero. 

Mau se fue y la concurrencia solo acertó a aplaudir a mi tío. El hizo una ligera caravana y pidió que volviera la música. Así lo hicieron, y entonces el vino hacia mí y me abrazó. Yo estaba llorando mares cuando me dijo que no valía la pena, que inmediatamente se había percatado de que Mau era un mequetrefe y no recuerdo que más, pero yo me sentía mal y solo quería irme a casa. El tío me pidió que le diera un minuto, fue donde su esposa y, tras una breve charla, regresó conmigo y me llevó a mi vivienda. Recuerdo que fui llorando por todo el camino, apenada, humillada y con la certeza de que no iba a poder ver a mi familia hasta después de pasadas un par de décadas o tal vez más. Pero el me iba platicando de las tonterías que me habían pasado en la infancia, de cuando perdí mi primer diente y del terror que me producían entonces las inyecciones... 

Y le funcionó. Poco a poco fui tranquilizandome hasta que, cuando llegamos a la casa, Mauricio parecía más un mal sueño que alguien real. 

Lo invité a pasar y le pedí que no viera el desastre en que estaba convertida mi sala -estaba remodelando entonces- así que se sentó en un sillón de una plaza al tiempo que me veía de frente. 

-Eres muy bonita Danny. Pocos hombres te van a merecer. -Dijo de pronto. 

-Gracias Tío.- respondí el elogio, pero sentí que me ruborizaba.- ¿Te ofrezco algo de tomar?

-Un café estaría bien Danny. Siempre que tu tomes otro conmigo.

-Claro que si. - Le dije un tanto nerviosa, mientras me dirigía a la cocina... 

Una vez que estaba preparando las bebidas, empecé a dilucidar qué es lo que me estaba pasando. Ese señor era mi tío favorito, el que me enseñó a andar en bici y el que a veces jugaba conmigo y mis peluches... ¿Por qué de pronto me sentía inquieta con su presencia? ¿Por qué, súbitamente, experimentaba una sensación de proximidad sexual que me agitaba?

-Vamos Danny-me dijo una voz desde adentro. -No finjas que no lo sabes: te excitó que tu tío te defendiera de Mauricio.

Entender eso me pegó como un mazazo. Ahora entendía porque, una vez que Mau se había ido, corrí a refugiarme a los brazos de Germán. Comprendí porque me había alegrado saber que mi tío me iba a acompañar a casa, que esa noche la pasaría conmigo previendo que tal vez mi ofensor regresara. Y finalmente supe porque mi tanga estaba tan humeda desde que el me había dicho que le parecía bonita...

¿Qué se hace con una certeza como esta? Mas aún. ¿Qué se hace cuando, el único hombre con quién una desea copular, es el hermano de mamá de cuarenta y siete años?

Seducirlo. 

Y en mi mente se empezó a fraguar el plan.

-Tío.-Le dije más tarde, cuando terminamos de conversar y beber nuestro café.-Ya me voy a dormir, pero tengo un problema.

-¿De qué se trata Danny?

-Es que ahora mismo no cuento más que con una recamara en mi departamento -¡mentira! -porque como ves, está todo en remodelacion.

-Uh sobrina, que mal. Lo mejor es que me vaya entonces. -Dijo él, al momento en que apuraba el resto de café de su taza. 

-¿Y si vuelve? 

-Pues no le abres Danny. Y me llamas. 

-Pero es muy fuerte... Y no sé si pueda tirar la puerta o algo. ¿Y si me lastima otra vez? -le dije fingiendo ansiedad, mientras le mostraba las marcas de las manos de Mau en mis brazos.- No tío, por favor, quedate conmigo esta noche. Será como cuando era niña. 

Germán lo pareció considerar. Era claro que tenía frente a si a un suculento manjar de mujer, pero que fuera de la familia le ponía freno a sus instintos. 

-Ok Danny. Posiblemente yo me pueda quedar en el suelo de tu recámara, siempre que tengas unas cobijas o algo así. 

-Mejor que eso tío Germán. Cuento con una colchoneta que usaba antes de comprar mi cama. Ahi te puedes quedar, pero en mi cuarto para que no me pase nada malo. 

-Esta bien, Danny- Dijo él mientras volteaba las palmas hacia arriba. -veintitantos años y aún quiere dormir acompañada.

-Ja ja, si tío. - Solo dame unos minutos a que arregle mi cuarto.

El asintió con la cabeza y yo me precipite al dormitorio. Saqué del closet la colchoneta y encima le puse un par de cobijas y una almohada. Esa era la primera parte. La segunda sería más interesante. 

Me quité el vestido y me puse un lindo y sexy baby doll color vino transparente, que dejaba ver mi tanga del mismo tono. Pero ya se sabe: la seducción debe ser discreta, un tanto oculta, porque en cualquier momento debe de hacersele pensar al hombre que es él quién lleva el control. Me puse una bata de satin rojo encima de mi lencería, y supuse que, con eso, mi tío no sospecharía lo de mi plan. 

-Ya puedes venir, tío Germán. -Le grité desde mi cama, y el vino pronto a ver como había instalado todo.

-Muy bien Danny, ya veo que sigues siendo ordenada. Pero voy a quitarme la ropa ¿Puedes cerrar los ojos?

-Si, claro tío. Le dije y puse mis manos en mi cara, pero cuando se descuidó, aproveché para ver lo que ya había decidido que me iba a comer. Tenía una ligera pancita y las piernas muy velludas, pero en definitiva seguía siendo un hombre que pondría a tope a mas de una... Y eso que aun no había visto lo mejor.

Se quedó en calzoncillos y se metió de inmediato bajo las cobijas. Me quité la bata y caminé hasta el interruptor, a fin de apagar la luz. La estratagema surtió efecto: el deseo había sido sembrado en Germán. Intuí su mirada lubrica en mis turgentes nalgas, en la curva mortal que iba desde mi breve cintura hasta el nacimiento de mis redondas caderas. Eso no era todo, claro está. Pero una sabe que esa clase de imagen se clava en la memoria de los hombres hasta el fin de los tiempos. 

Dejé pasar un rato sin decirle nada, pero consciente de que seguía despierto. Entonces le pregunté:

-¿Estas cómodo, tío?

-Si, claro Danny.

-¿Por qué no te subes a la cama? Después de todo, hay suficiente espacio para los dos.

-No quiero molestarte Danny. Aquí estoy bien.

Se me escapó una sincera carcajada.

-El tío que me defiende como fiera de un fulano es tímido con su sobrina. Ja ja ja. Ya vente para acá.- le pedí y levanté la cobija para acompañar la invitación.

El aun se la pensó un poco. Era un tipo listo mi tío. Pero yo ya sabía que la trampa estaba puesta, y que cuando a un hombre se le va el ímpetu al pene, no puede pensar con claridad. 

-Esta bien Danny. Solo porque así lo hacíamos cuando eras una niña.

-Sigo siendo una niña tío. Solo con algunas curvas de más.

Ahora el fue quién se rio. 

-¿Algunas curvas Danny? Un hombre se puede perder entre tanta redondez.

Me voltee hacia el y le dije coqueta:

-¿Insinuas que estoy gorda?

-Vamos Danny, por supuesto que no. 

Insistí. 

-¿En serio tío? Mira que me la paso haciendo ejercicio. Mira, toca. -Le dije en lo que tomaba su mano y la llevaba a mi vientre. 

-Estas bien firme sobrina. El idiota de tu novio no sabe lo que perdió. 

-¿Tu crees, tío Germán? -Le pregunté en lo que ponía su mano en mi trasero. ¿Crees que perdió mucho? 

Su cara estaba a escasos centímetros de la mía cuando finalmente perdió los estribos, me tomó de la cintura y me besó los labios. De ahi nos extraviamos ambos en el goce del otro. Me comenzó a besar los hombros y el nacimiento de mis senos, mientras entre jadeos me decía:

-Se perdió de estos bellisimos senos... 

-¿De qué más se perdió, tío? 

El arremetió contra mis pechos. Los lamió despacio, los mordió con estudiada delicadeza y después chupó de cada uno como si nunca hubiera probado algo igual. Sentí entre mis piernas su pito que empezaba a pararse. Lo tomé con mis manos, y doy fe de que no me cabía entre ellas. Nunca he sabido a ciencia cierta cuanto le medía, pero calculo unos dieciocho muy buenos centímetros, que además su poseedor sabía como utilizar. Lo empecé a acariciar, a sabiendas de que, una vez erecto, no iba a descansar hasta hacerme suya. 

¿Tienen idea de la ilusión que se siente cuando la verga de tu hombre se levanta con tal fuerza? Pues eso experimente cuando la sentí tiesa, firme y amenazadora. Le quite de una el calzón y mi boca se abalanzó sobre ese trozo de carne que se veía delicioso. Lo besé, lo chupe con fuerza mientras me daba cuenta de que solo me había cabido la mitad y ya me estaba ahogando. Pero no claudique, ese falo ya me pertenecía y no lo iba a desperdiciar. 

Pero mi tío también ansiaba jugar, así que urgo entre mis piernas, mientras tomaba mi tanga y la arrancó. Con sabiduría empezó a usar su mano como preludio del enorme falo que me iba a embestir, aunque la verdad es que ya me tenía húmeda y lista para la posesión. 

-De esto Danny- Dijo mientras me arrancaba un gemido. Yo me perdí entre sus manos, ansiosa como estaba por recibirlo. Tiré de la sábana y me puse en cuatro, sumisa y dócil, a la espera de que mi tío favorito me hiciera el favor de hacerme suya. 

El esperó unos momentos en hacer la estocada; al parecer todavía no sabía si era correcto hacérselo a la hija de su hermana. Pero yo simplemente pare más mi cola, enseñándole la gloria mientras ansiosa preguntaba:

-¿y tu, tío Germán, también te lo vas a perder?

Por toda respuesta de su parte sentí como su mástil se hundía de golpe en mi vagina. Tomé aire, porque no me había percatado hasta que estuvo adentro, de que su verga no solo era larga, sobre todo era gruesa.

-¡Mi vida!- Exclame cuando su descomunal falo había hecho de mi su mujer.

-¿Esto es lo que quieres, sobrina?- Dijo entre dientes, y me pude imaginar su rostro de dominio, que hacía de mi hoyo su propiedad. Me taladraba toda, y si bien al principio me lastimó un poco, el dolor había cedido el paso a unas tremendas oleadas de placer y sensualidad. Mi tío, el que me había tenido en su regazo de niña, ahora me daba nalgadas, me jalaba el pelo y me metía su verga tan adentro, tan profundo como yo no sabia que me cupiera. Lo escuché gruñir, lo escuché jadear. Y yo a la vez no supe de mí cuando de mi boca escaparon gemidos y grititos de placer. Mi cuerpo ya no me pertenecía, tenía amo y señor después de la bestial cogida que este semental me estaba dando.

-Si tío, asi la quiero.-Dijo una voz desde mi garganta a la que no pude reconocer como propia. 

-Germán. Señor Germán.- Exigió él, mientras me daba con más fuerza para que cumpliera su mandato. 

-Si Germán, así. Damela así mi vida. Damela así mi amor. 

El me propinó otras dos nalgadas y eso me hizo terminar de volar. Tuve un orgasmo como nunca antes, y sentí como mi cuerpo empezó a temblar y a relajarse del todo.

Me dejé caer sobre la cama, vencida y feliz, aun con su pito adentro de mi. Pero Germán todavía no había acabado conmigo y con sus fuertes brazos me volvió a poner en cuatro puntos y me embistió de nuevo con toda su energía. 

-Me vengo Daniela, me vengo. 

-Damela Germán, por favor.-Supliqué.

Supe que me la iba a sacar para venirse afuera. Pero con una mano le tomé la pierna y lo atraje hacia mi. Entendió que ansiaba su semen dentro, que quería que su semilla estuviera en mi una vez que el se hubiera ido. 

-Damela toda Germán, por favor.- Insistí y de pronto sentí como su verga se hinchaba un poco más, se removia en mi interior al tiempo que un chorro de leche terminaba de llenar todo mi ser. 

Germán dejó caer su peso en mi. Me abrazo con cariño mientras su pito aun palpitaba en mi vagina. Me supe querida y deseada, poseída por un señor que me había tenido en brazos y de quien ahora mismo era su mujer. 

-¡Que tipo más pendejo, tu ex! -Dijo, mientras ponía un tierno beso en mi mejilla.

-Sin duda, Germán.-Contesté yo, al tiempo que entendí que ya no estaba disponible para más hombres en mi vida.-Sin duda. 

Por Daany20

No hay comentarios:

Publicar un comentario