miércoles, 15 de noviembre de 2023

Descanso en la playa


El lobby del hotel era grande y espacioso, yo estaba haciendo el check-in mientras mi esposa descansaba en un sillón que estaba a unos metros de la recepción. La verdad es que soy algo celoso, no me molesta que vean a Susan, me parece normal de hecho, está muy buena. Es una mujer alta, 1.74, 29 años, afroamericana y con cuerpazo, las tetas de tamaño normal y bien formadas, una cintura estrecha que hace que resalten más sus atributos y un culo de infarto, piernas muy bien moldeadas también, va al gimnasio, se cuida bastante y de cara es muy guapa. A lo que voy, es que ella es muy llamativa, pero nunca me ha dado razones para mostrar mis celos porque ambos respetamos la relación, salvo una vez cuando recién empezamos a salir, tuve un enfrentamiento con otro que la pretendía y mi esposa presencio todo.


Yo, Javier, no estoy nada mal tampoco, mido 1.81, algo musculoso, no fisicoculturista, pero bien marcado, un miembro grande, 18 centímetros y medio, de cara me considero decente. Tenemos una buena relación, llevamos dos años de casados y ya tenía rato que no tomábamos unas vacaciones. Ambos vivimos en California, Estados Unidos, decidimos ir de playa a México una semana, a descansar y a visitar a mi familia.

Terminé con el check-in, le hice una señal a mi esposa para que se levantara y nos dirigimos al ascensor y dejamos que entraran un señor de la altura de mi esposa, con pansa y de unos cuarenta, nada atractivo iba con su hijo probablemente, unos 13 años, y el botones que llevaba un carrito para equipaje casi lleno, había cinco personas más, dos chavos de 20 tal vez, un matrimonio y un viejo. Yo llevaba las dos maletas, con cuatro ruedas ambas y ella una bolsa de mano. Al cerrarse las puertas quedamos acomodados así:

 Yo en la esquina frontal izquierda con las manos en las maletas, Susan a mi derecha tomando mi brazo con su mano izquierda y su bolsa con la otra, el carrito a la derecha de mi esposa y ligeramente atrás, el botones en la esquina opuesta, el matrimonio atrás del carrito, seguidos por el viejo, el señor atrás de Susan y el chico a su derecha, no tan visible por las maletas del carrito, el joven con su novia a la izquierda del señor.

El elevador era chico, elegante y con un espejo en el techo, íbamos apretados. Ambos veníamos cansados por el vuelo y ya era tarde, traíamos unos atuendos deportivos para el avión, yo de playera y short, Susan de leggings negros y un top de tirantes gris, presumiendo su figura. Los otros 3 la vieron de arriba abajo tan pronto nos dimos la vuelta para las puertas. 

El señor le decía algo al chico sin perder de vista el culo de Susan y él parecía ignorarlo con su vista en la pantalla de su celular.

- ¿Cuál es su piso?

Preguntó el botones

- El siete

Contestó Susan

Ella habla muy bien español, aprendió por cursos en su universidad y practicando conmigo, su acento no está tan mal, pero se nota que no es su lenguaje natal.

El Elevador se movió, comenzó a subir y en este momento comenzó todo, Susan dio un pequeño suspiro y presiono su cuerpo un poco contra el mío mientras buscaba algo en su espalda con la mano derecha y su bolsa. Los demás parecieron no darse cuenta.

- ¿Todo bien?

Le pregunté

- Sí

Me contestó, pero se notaba un poco nerviosa por sus gestos y mantuvo su mano atrás con la bolsa colgando del brazo.

Decidí no darle importancia, acomodé las maletas y volteé al techo, mi reflejo me devolvía la mirada hasta que me di cuenta de lo que pasaba, el señor estaba intentando agarrar el culo de mi esposa, ella lo rechazaba moviendo su mano, los jóvenes ni en cuenta, estaban platicando. Yo me quedé congelado, él dejó de insistir, Susan se acomodó el bolso y él le puso toda la palma en el culo y se lo apretó. Mi esposa dio un respingo e intentó apartar la mano del viejo de nuevo, pero llegamos a nuestro piso, reaccioné, y nos salimos.

Al llegar a la puerta del cuarto, me di cuenta de que se veía molesta.

-¿Estás bien?

-Sí

Al entrar, ella se fue al baño mientras yo acomodaba las maletas, estaba bastante molesto por el descaro del viejo, mi esposa intentó defenderse y yo no pude reaccionar por algún motivo, dudo que ella supiera quien fue por la cantidad de personas. Me senté en la cama, seguía pensando en lo que pasó, unos quince minutos después, Susan salió del baño, se notaba más tranquila, como si no hubiera sucedido nada, vino hacia mí y se me subió.

-Vamos a nadar.

-Ya es algo tarde para la playa.

-A la piscina del hotel.

Me sonrió y me besó de una manera muy caliente, sacó su traje de baño, yo hice lo mismo y pasé al baño a cambiarme. Un short sencillo y me dejé la playera deportiva, también me puse unas sandalias. Susan se veía muy bien, un traje de baño de una pieza color negro y un kimono de playa del mismo color.

La piscina era chica y había un jacuzzi también, tomamos dos toallas y dos sillas cerca de la esquina de la piscina. Había tres personas más, una pareja joven en la alberca y una señora en el jacuzzi. Acomodamos las cosas y nos metimos a nadar un rato, yo ya estaba más alerta de lo normal y me di cuenta de las miradas del chavo que estaba con su novia, hasta eso era discreto. Después de unas cuantas vueltas en la piscina, Susan se me acercó y nos empezamos a besar rico, se pegaba bastante a mi cuerpo y mi nivel de calentura subía y subía.

-Vamos al Jacuzzi.

-Vamos pues…

Me tomó de la mano y salió de alberca caminando muy sensualmente, el traje de baño se le metió un poco entre el culo y se lo acomodó de una manera… Bueno, ya se imaginan. Nos metimos al Jacuzzi, muy relajante y la temperatura muy agradable, eso sí, muchas burbujas, nos sentamos y platicamos un rato de la vida y del plan de los siguientes días. Hubo un momento dónde cerré los ojos por unos minutos y de la nada sentí su mano en mi entrepierna, volteé a todas partes, pero nadie nos veía, Susan se me acercó al oído y…

-Shhhh

-Andas muy caliente…

-Así me tienes bebé.

Me sonrió después de eso último y discretamente me bajó un poco el short, me sacó el pene que lo tenía en reposo todavía, pero ya sentía cómo se endurecía poco a poco, y empezó a mover su mano. Nos besamos un poco más y me dejé hacer, por las burbujas no se notaba nada a menos a que alguien se acercara mucho, así que le puse la mano en el muslo y acaricié lentamente, subiendo y bajando, su respiración se aceleraba poco a poco hasta que llegué a su conchita, no se notaba muy bien por la tela del traje, ella juntó sus piernas y dejó de mover la mano por un instante, después se abrió más y empecé a frotar y presionar con los dedos.

-Ahh

Se le escapó un gemido, pero yo seguí y ella, mordiéndose el labio, trataba de no hacer más ruido. Yo perdí el paso del tiempo, no sé por cuanto estuvimos así hasta que alguien más se metió al Jacuzzi, el señor del elevador.

-Buenas noches.

Nos dijo.

-Buenas noches.

Ambos paramos, pero nuestros brazos seguían cruzados, las manos en nuestras zonas íntimas. Me frustré por la interrupción y por el recuerdo del elevador, Susan estaba algo agitada, pero normal, no sabía que el viejo de enfrente era el que se había propasado con ella. Estuvimos un rato en silencio, pero el viejo empezó a tratar de hacer la plática.

-¿Está bonito el hotel no?

Le sonreímos.

-¿De dónde son? 

-Baja California

Le respondí.

-Estados Unidos

Contestó Susan.

-Que bien, ¿salieron de vacaciones?

-Sí…

Susan, muy discretamente, retomó lo que hacía, me masturbaba muy discretamente, yo me puse muy tenso por la presencia del viejo, pero estaba haciendo un muy buen trabajo, no la conocía así, nunca hace este tipo de cosas en públicos, besos apasionados tal vez, pero hasta ahí. Ellos dos siguieron platicando, yo perdí el hilo de la conversación y enfoqué mi vista lejos del señor. 

Decidí seguirle el juego, seguí frotando por encima de la tela.

-Ahh… creo que me raspé con algo

Se le escapó un gemido.

-Con cuidado señito, luego dejan cosas las personas

-Si…

Ella mantenía la conversación lo más normal que podía, pero sonreía de más y se mordía los labios de vez en cuando. Los dos nos moríamos del gusto, estuvimos así otros quince minutos y al final creo que el viejo se dio cuenta de que había algo raro, pero mi esposa lo cortó y se levantó.

-Un placer señor, pero estamos cansados por el viaje.

-El placer fue mío señito.

Susan me tomó de la mano y se acomodó el traje de nuevo, dándole una vista espectacular de su culo al señor.

Llegando al cuarto mi esposa se me aventó, con trabajos y nos metimos a bañar, cogimos una gran parte de la noche, los dos estábamos muy calientes, todo tipo de posiciones, y ella gemía como loca. 

-¿Viste como el señor te comía con los ojos?

-Sí, déjalo, que disfrute la vista.

Los siguientes dos días estuvieron normal, salimos a restaurantes, a una playa cercana y a que ella conociera la zona. Yo dejé de pensar en el viejo, lo que pasa cuando uno está ocupado y pasándola bien supongo. El último día antes de ir con mis papás decidimos ir a una playa nudista, nos dio morbo por lo del jacuzzi y quisimos probar. 

El taxi nos dejó cerca, era una zona llena de gente, así que caminamos para alejarnos más y estar tranquilos, casi todas las personas estaban denudas, una que otra con la parte de abajo del traje de baño, todos adultos, pero había mucha variedad en las edades y los tipos de cuerpo.

Encontramos una zona retirada con pasto y hierbas muy crecidas alrededor, casi no había gente, una que otra persona caminando, uno que otro vendedor de sombreros o de fruta. Extendimos las toallas, me quité la playera y mi esposa se quitó el pareo, se veía extremadamente sexy en ese bikini, la parte de abajo negra, de esos que se amarran y el top rojo, su cabello amarrado en un chongo y lentes de sol negros. Nos acostamos sin decir nada, no nos animábamos a quitarnos los trajes.

Estuvimos varios minutos así, todavía era temprano, nos desayunamos, preparamos las maletas para la partida con mis papás y nos venimos. A mí ya me había dado calor.

-Ven, vamos a nadar un rato.

Le dije a Susan.

Nos levantamos y nos metimos al agua, la temperatura estaba agradable, yo me sumergí por completo, ella no, por el cabello. Platicábamos de la partida y de lo que comeríamos cuando nos interrumpieron.

-¿Primera vez en playa nudista?

Era el señor del hotel, nunca me aprendí su nombre.

-¿Por qué lo dice?

Le pregunté.

-Todavía traen los bañadores puestos.

Contestó y soltó una carcajada, mi esposa sonrió. 

-Sí, no tenemos experiencia.

Le contestó Susan.

-Bueno, si no se los quitan, no la van a tener nunca.

El señor se fue caminando, el agua lo cubría la mitad de su cuerpo, no se distinguía muy bien si estaba desnudo o no. Susan me volteó a ver pícaramente, se acercó y me empezó a besar mientras sobaba mi bulto que empezaba a crecer. Me puso ambas manos en el elástico del short y empezó a bajarlo lentamente. La tomé de la cintura, nos seguimos besando y me aventuré a desamarrarle el top para liberar sus tetas. Sus pezones cafés tamaño mediano me calentaron, tal vez por el morbo de que la vieran, las tomé en mis manos y jugué con ellas un rato.

-Ahhh

Empezó a gemir levemente.

Bajé mis manos para quitarle la parte de abajo, pero me detuvo.

-Ese no.

-Pero tú ya me quitaste el mío.

-Sí, pero aún no.

Sonrió, me dio un beso de piquito y salió del agua, moviendo las caderas sensualmente mientras se dirigía a nuestro lugar con mi short, la visión de su culo con la tanguita negra estaba de infarto. Ella se acostó y yo me quedé ahí, con un poco de pena por estar desnudo y en esta situación por primera vez, pasó una pareja joven cerca y ambos voltearon a ver a mi esposa, se saludaron y siguieron su camino, cómo no verla con semejantes tetas al aire. Me di unas vueltas más nadando, Susan empezó a masajearse las piernas, posiblemente poniéndose bloqueador, yo me preguntaba cómo había llegado a este punto del morbo después de ser tan celoso cuando se le acercaban a mi mujer, de eso a que esté casi completamente desnuda frente a todos. Me sumergí y cuando volví a la superficie el señor estaba de pie hablando con Susan, ella lo veía y se reía. Ahí volví a sentir una punzada de celos, tal vez no se habían ido del todo, pero se me pasó, sí, el señor se propasó en el elevador, pero en ese momento me congelé, esta vez no se atrevería y sería diferente si es que llegara a pasar, aparte, no se comparaba en nada a mi físico, yo atlético y con buen miembro, el del Señor no se distinguía a esta distancia, pero su pansa era más notoria que la vez que lo vimos en el jacuzzi.

Di un par de vueltas más y me encaminé a nuestro lugar, estaba distraído hasta que salí del agua y vi a mi esposa acostada boca abajo y al señor extendiéndole el bloqueador en las piernas. En ese momento sí me enojé bastante, caminé a velocidad normal, pero seguro se notaba mi cara de molesta, porque el señor interrumpió una risa para levantarse rápidamente cuando me vio, su pene estaba en reposo, así que se veía chico. Susan me volteó a ver y sonrió y con toda tranquilidad me dijo:

-Que bueno que llegas bebé, ¿me puedes traer fruta?

-¿Dónde está el vendedor?

-Debe de estar por ahí.

El tono de mi esposa me tranquilizó y no hice nada, total, solo era bloqueador. Me sequé un poco el cabello con la toalla mientras el señor se sentaba de nuevo cerca de las piernas de Susan.

-Puede continuar.

Le dijo al señor.

-Cla...claro seño.

Y le puso un poco de crema en los tobillos y continuó masajeando.

Tomé cambio de mi cartera y me fui, caminé y busqué por unos 10 minutos, pero nada, ni una señal del vendedor. Decidí regresar y avisarle a Susan que me tardaría un poco, pero cuando volví, el señor quitaba rápidamente sus manos de lo que me pareció que era su culo. No estaba seguro de haber visto bien honestamente, pero me dio curiosidad…

-No está cerca el vendedor bebé, voy a buscarlo, me voy a tardar.

-Está bien.

Me sonrió de nuevo y recostó su cabeza en la toalla.

-Luego se pone por dónde está la gente joven, más para allá.

Me dijo el señor, yo le sonreí y me di cuenta de que su miembro estaba un poco más tenso que cuando me fui.

-Ahorita regreso.

Caminé unos metros y esperé unos minutos, la sangré se me iba a la cabeza de la incertidumbre en la espera, y regresé, me puse a cierta distancia y atrás del parto alto y las hierbas, me incliné para que no me viera. Seguía masajeando las piernas, los muslos más que nada y sí se acercaba peligrosamente a sus nalgas de vez en cuando, pero no las tocaba, de repente se detuvo, tomó el bote y le puso crema en la espalda y después empezó a masajear lentamente, desde la espalda baja hasta arriba.

Susan tenía la cabeza recostada en sus manos y los ojos cerrados.

-Mmmmm.

Dejó escapar un suspiro.

El señor volvió a tomar el bloqueador y le puso un poco más por la espalda alta y se puso a él mismo en su palma izquierda. Su pene ya estaba más erecto, era de un tamaño promedio, unos trece centímetros, nada espectacular, no sé si Susan ya lo habría notado. En un instante, el señor se puso encima de mi esposa, él estaba de rodillas y entre sus piernas estaba Susan, solo que no la rozaba con su cuerpo, el señor le extendió la crema de la mano en los brazos de mi esposa, los masajeo, luego se siguió con la espalda alta, lo hacía en círculos grandes y lentos, para hacer esto se inclinaba y la punta de su miembro se acercaba peligrosamente al culo.

Se tardó un poco con la espalda alta y fue deslizando sus manos a los laterales de Susan hasta que pasó a masajear la parte de sus pechos que asomaba por estar acostada. Lo hizo rápida y sutilmente, mi esposa abrió los ojos, él no se dio cuenta, siguió con la espalda y después volvió con los pechos, para hacerlo esta vez se inclinó más y le restregó el pene en el culo descaradamente.

En ese momento me enojé y me excité a la vez, la primera vez que me pasó por cierto, no hice nada y esperé a la reacción de Susan, pero ella cerró los ojos de nuevo y el señor continuó. Siguió un momento con la espalda alta y fue bajando a su espalda baja.

-Mmmm.

Volvió a suspirar Susan.

El cabrón siguió masajeando la espalda baja con la mano derecha y con la izquierda bajó a desamarrar la parte baja del bikini. Susan lo detuvo rápidamente con su propia mano, le sonrió y le movió la cabeza de un lado a otro.

-Es pa que no se ensucie señito.

Ahí yo pensé que ya se había acabado todo, pero mi esposa retiró su mano y se acomodó de nuevo. 

-No la deje en la arena.

-Claro que no.

El cabrón terminó de desamarrarla y la jaló con delicadeza, Susan levantó ligeramente el culo para que pudiera salir sin problema y él la puso en la bolsa que llevábamos con algunas cosas. El señor le puso un poco de crema en el culo y lo miraba sin poder creerlo.

-¿Pasa algo?

-No señito…

Y empezó a masajear el culazo de Susan, primero lo hizo rápido para esparcir la crema, después más lento, tomándose su tiempo y abriéndole las nalgas cada vez más, mientras hacía eso, él bajaba más su cuerpo, acercando su miembro al culo. Mi esposa abrió ligeramente las piernas y él pasaba sus manos entre las nalgas. Empezó a bajar más, acercándose a su vagina hasta que la rozó con los dedos. Susan enderezó un poco el torso y la cabeza y… se dejó hacer. El cabrón ya solo se concentró en su vagina, masajeaba en círculos con los pulgares, abriendo sus labios ligeramente y mi esposa estaba que se moría del gusto.

-Falta en frente.

Dijo repentinamente Susan mientras se intentaba dar la vuelta. El señor se quitó, pero alcanzó a rozar su culo con su pene otra vez. Mi esposa se puso boca arriba y el cabrón se acomodó a lado de su cintura. Le puso crema en el abdomen y un poco en los hombros, empezó por estos últimos, él se inclinaba para masajear, casi casi se ponía encima de ella. Yo para este punto estaba duro, y quería ver como acababa esto.

El cabrón bajó y le empezó a amasar las tetas, primero con cuidado, pero su lujuria aumentaba. Ella es muy sensible en esa zona y echaba la cabeza para atrás ligeramente, se mordía los labios con los ojos cerrados, él aprovechó para apretarle los pezones.

-Ahhhh

Gimió y le tomó las dos manos.

-No nada más ahí

Le dijo mientras sonreía y dirigió sus manos a su abdomen. El señor comenzó con su pancita, le esparció bien la crema y puso más en sus muslos. Se acercaba cada vez más a su vagina y como vio que Susan no decía nada de nuevo se animó, con su mano izquierda empezó a sobarla de lleno, mi esposa se subió sus rodillas y se abrió un poco más de piernas. El señor encantado, metió lentamente un dedo, lo sacó y metió el segundo y empezó un mete-saca que iba aumentando de ritmo mientras él se masturbaba con su otra mano.

-¡Ahhhhh!

Susan gemía más fuerte, él tomó su mano izquierda para llevársela a su polla, ella entendió y empezó a masturbarlo y ahí estaba yo entre la hierba y las plantas crecidas, viendo como se masturbaban los dos. De repente Susan arqueó su espalda, dejó de masturbar al señor y él bajó el ritmo.

-¡AY DIOOOS!

Estaba teniendo un orgasmo y retorcía un poco el cuerpo, después se quedó quieta un rato, tratando de recuperar su respiración, le sonrió al señor y le dijo:

-Gracias…

-Pero falto yo señito…

El descarado le movió el pene, ella se enderezó un poco y lo tomó con la mano para volver a moverlo, así estuvo un rato.

-Puede ponerlo en su boca…

-No.

Le dijo Susan sonriendo.

-Bueno entonces puedo yo solo, pero déjeme ver su culo.

Ella se volteó boca abajo como estaba al inicio, pero estaba más enderezada, como pecho tierra. El señor se masturbaba y se hincó medio sentándose encima de sus piernas, justo tocando el culo con el pene, ella volteó a verlo para vigilar que hacía y él empezó a frotarse contra el culazo de Susan. Él le amasaba el culo mientras hacía sus movimientos pélvicos, como si quisiera cogérsela, seguro lo estaba pensando, en eso acomodó la punta en la entrada de Susan.

-Solo frotar.

Dijo ella sonriendo.

-La puntita señito.

-No

El señor no insistió más y siguió frotándose en el culo de Susan, pero, en ocasiones restregaba su pene contra la vagina de mi esposa y ella se mordía los labios. En un momento él aumentó el ritmo y acabó encima de su culo. Los dos se levantaron para acomodarse.

-Gracias señito.

Ella se sonrió y el descarado le plantó un beso que la agarró de sorpresa, pero luego lo correspondió, él la agarraba del culo y le metía la lengua, hasta que Susan se separó y él se fue. 

Yo esperé a que el señor estuviera fuera de alcance, ella se metió al agua a lavarse e hice mi entrada.

-Nunca encontré al vendedor.

Le dije metiéndome al agua con ella.

-Ya será en otra ocasión.

Me acerqué y la besé como nunca, me sonrió cuando nos separamos y cogimos un rato en el agua, ambos muy calientes.

Por Quill

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