viernes, 5 de enero de 2024

Mi sobrino


El verano pasado vino a visitarnos mi cuñada con su hijo, que tenía 13 años, y al que hacía tiempo que no veía, casi desde que su madre se había separado.

Se pasaron un fin de semana en nuestra casa, y el primer día nos fuimos a la playa, donde las dos nos decidimos a ponernos en top-less, colocándonos primero boca abajo para tomar el sol en la espalda. Su hijo es muy juguetón y cariñoso, pareciéndome un tanto infantil para su edad, por la forma como se comportaba, aunque también sorprendiéndome con su picardía, como cuando se puso encima de su madre, sobre su espalda, cuando estaba tomando el sol, viendo como de pronto, empieza a frotarse con su culo, y debido al bañador que llevaba el crío, de estos ajustados de licra, se le empezó a notar claramente su erección por el bulto que se formaba, algo de lo que no sé si mi cuñada se habría dado cuenta o si lo estaría notando en sus nalgas, pero mientras tanto, nosotras seguíamos hablando de nuestras cosas.


Luego nos dimos la vuelta y mi sobrino siguió tumbado igual, encima de su madre, pero ahora con la cara a la altura de sus pechos desnudos, lo que aprovechó para empezar a darles besos y lametones con su lengua, metiéndose sus pezones en la boca, lo que provocó que mi excitación fuera en aumento ante la morbosa situación que estaba presenciando, al igual que suponía la de mi cuñada, aunque ninguna de las dos decíamos nada y seguíamos disimulando como si no pasara nada, hasta que llegó un momento en el que creo que ella ya no pudo aguantar más, porque poco le faltaría para ponerse a gemir, por lo que le dijo a su hijo:

—¡Anda, cariño!, déjame un poco tranquila y ahora ponte a dar la lata un poco a tu tía.

Mi sobrino se levantó y se puso encima de mí, recostado sobre mi pecho, pero sin atreverse a chupármelos como había hecho con los de su madre, por lo que debido a la excitación que tenía, le dije:

—A mí también puedes hacerme lo mismo que a ella, si quieres, ¡eh!.

Y sin esperar más, se puso a darme besos en los pechos y lametones con la lengua, mientras yo notaba como su pene empalmado presionaba entre mis piernas, llevándome al mismo o mayor estado de excitación que tendría su madre, la que en ese momento se levantó para ver unos mensajes en el teléfono, alejándose un poco de nosotros, dejándonos solos.

Con los lametones de mi sobrino, yo estaba ya cachonda perdida, y aprovechando la situación, metí mi mano por dentro del bañador de mi sobrino, y le dije:

—¡Caray!, que durita la tienes.

Él no decía nada y sólo se reía, mientras yo le apretaba su pene con mi mano moviéndoselo un poco y abarcándolo con mi mano, le di unas leves sacudidas, pero ante mi sorpresa noté que se corría en mi mano, manchándose de semen el bañador y también la braguita de mi bikini, por lo que le dije que fuera a bañarse para lavarse un poco mientras yo intentaba limpiarme como podía, aunque se me quedó toda la arena pegada, por lo que tuve que levantarme también para ir al agua, mientras su madre ahora estaba hablando por teléfono ajena a lo sucedido, sin haberse percatado de nada.

Mi sobrino se quedó un rato bañándose y yo cuando creí haberme quitado todos los restos de semen, volví con mi cuñada, que me dijo.

—Parece que os han entrado los calores de repente a los dos.

Y yo, disimulando como pude, le contesté:

—Sí, es que hace mucho calor y apetecía refrescarse un poco.

Cuando el bikini empezó a secarse, parecía que no se habían quitado del todo las manchas de semen, por lo que me puse un poco nerviosa esperando que mi cuñada que no se diera cuenta, pero menos mal que enseguida vino mí marido a buscarnos y nos fuimos para casa.

Nada más llegar, mi cuñada mandó a su hijo la ducha para que terminara de quitarse los restos de arena y como tardaba en salir, entró su madre en el baño para terminar de lavarlo, entrando yo poco después para ver si había terminado y poder ducharme yo, pero ella seguía enjabonando a su hijo, recreándose con su erección, y al notar ella como me quedaba mirando, me dijo:

—¿Te das cuenta de lo bien dotado que está tu sobrino?

—Sí, ya lo creo, dentro de poco, ya tendrás a todas las niñas detrás de él.

—Ya te digo. ¿Sabes? A veces se pone muy pesado y tengo que dejarle dormir conmigo, y se pone a manosearme toda, y como se pasa la noche con el pito levantado, una tiene sus tentaciones, y he tenido que masturbarle ya varias veces a ver si se quedaba tranquilo; ya vistes como se ponía en la playa, espero que no te parezca mal que te lo diga.

—No mujer, a cualquiera nos pasaría en tu lugar. —Intentando disimular que poco antes se lo había hecho yo eso mismo.

Lógicamente, yo me quedé con la calentura de imaginar cómo acabarían esos dos cuando se metían en la cama, vamos, que no pasaría mucho tiempo para que mi cuñada se la dejara meter, porque le tenía muy consentido y al vivir solos, todo podría acabar pasando.

Así que cuando tuve ocasión, volví a sacar ese tema de conversación que tanto morbo me causaba y de lo que creo que mi cuñada se dio cuenta, así que me empezó a contar:

—Como habrás visto, mi hijo está muy desarrollado y a pesar de la edad que tiene, es todavía muy infantil, pero como es tan cariñoso, acabé acostumbrándome a dormir con él, y cuando empezó a desarrollarse, al despertarnos me encontraba con las sábanas todas mojadas, dándome cuenta de que el niño todavía no había empezado a masturbarse, por lo que acumulaba tanto semen, que por las noches lo echaba en las famosas “poluciones nocturnas”, y yo ya estaba cansada de estar lavando todo el día las sábanas y lo comenté con otras amigas que tenían hijos de esas edades y todas me decían lo mismo, que les había pasado a ellas también, sobre todo una que tenía dos hijos, que estaba harta de tener que cambiar las sábanas todos los días, por lo que una noche llevó a los dos al baño y les masturbó hasta que se corrieron y asunto resuelto. Así todas las noches y ya no volvió a pasar, jaja.

—Jaja, tu amiga encontró una buena solución al problema, pero me imagino que eso no terminó así tan fácilmente.

—No, que va, espera, te cuento….. Yo empecé a hacer lo mismo con mi hijo, así que después de la ducha de la noche, siempre caía la paja antes de irnos a la cama, a la que él se aficionó y que por eso le has visto en la playa con esa actitud tan cariñosa hacia mí, pero a veces se entusiasmaba demasiado sin darse cuenta de que estamos en público y me da vergüenza de lo que pueda pensar la gente.

—Bueno, es verdad. Yo también pasé un apuro en la playa con él. Ya viste que conmigo hizo lo mismo y le noté como se le puso dura cuando empezó a frotarse conmigo también. Tengo que confesarte que acabé excitándome y le metí la mano por dentro del bañador para palpársela y meneársela un poco, pero se corrió enseguida y me dejó toda perdida con su semen. Por eso fuimos a bañarnos los dos, jaja.

—Ya me pareció raro, jajaja. No te lo puedo reprochar, porque yo a veces también acabo toda cachonda al hacérselo y tengo que acabar metiéndome el dedo, y como sigamos así, cualquier día le pongo encima de mí para que me la meta.

—¡Que cosas dices! Ya me estás poniendo cachonda a mí también.

—Ayer por la noche tuve que masturbarle para que no te manchara las sábanas y ya viste hoy al mediodía todo lo que volvió a soltar. No sé si hacérselo otra vez esta noche, porque le veo muy excitado por haber ido a la playa y ver a tantas mujeres desnudas, así que no me fío de él.

—Pues vaya trabajo que tenéis las mamás de chicos. No me extraña que acabéis tan cachondas. Yo ya solo con lo que me estás contando, estoy muy excitada imaginándomelas a todas dándoles a sus niños con la mano.

—Mira, si quieres, puedes hacérselo tú, ya que se lo has hecho en la playa, él estará encantado y a mí me gustará ver como se lo hace otra.

—¡Mmmmm!, que viciosas somos, ¡anda!, vamos a darle el último repaso, antes de que salga de la ducha.

Entramos las dos en el baño para ver lo que estaba haciendo mi sobrino, al que su madre le dijo:

—Vamos hijo, que no haces más que gastar agua y nunca acabas de lavarte bien. Vamos a ayudarte las dos para acabar ya.

Entre las dos nos pusimos a enjabonarle, entreteniéndome yo especialmente en su pollita que la seguía teniendo dura, poniéndosele el glande muy hinchado y al aclarársela con el agua, se lo vi tan apetecible que no pude evitar metérmelo en la boca, mamándosela con mucho gusto, mientras él decía:

—¡Hey!, eso me lo hace mamá también.

Mi cuñada se quedó algo avergonzada al verse descubierta en algo que no me había contado, pero yo no le dí importancia:

—No te preocupes, mujer, al vérsela así tan rica, cualquiera se lo haría.

Después de hacerle una buena mamada, mi sobrino se corrió en mi boca mientras creí ver como su madre se tocaba al ver la escena, y dijo a su niño:

—Esta noche vas a dormir tranquilo, ya verás que bien.

Pero yo creo que esa noche, su madre volvería a exprimirle un poco más antes de dormirse, y con todos esos pensamientos tan calenturientos, yo tuve que acabar esa noche desahogándome con mi marido, que ya me dijo que me encontraba más caliente de lo normal, y que qué habría visto por ahí, me decía con ironía.

Cuando se volvieron a su casa, yo me quedé dándole vueltas a lo que había pasado y obsesionada con todo eso, así que convencí a mi marido para que les devolviéramos la visita. Mi marido me llevó un fin de semana, pero él volvió el domingo porque tenía que trabajar y yo me quedé allí.

Cuando llegamos, mi cuñada nos dejó la habitación del chico para que durmiéramos allí más cómodos, llevándose ella a su hijo a su habitación para dormir con ella. Después de todo lo que ya sabía del asunto, no pude pegar ojo en toda la noche, pensando en que ellos estaban durmiendo en la misma cama, aunque por otra parte, yo ya sabía que llevaban tiempo haciéndolo e imaginándome que entre ellos había mucho más de lo que me había contado.

En esa situación, sin poder dormirme, me pareció escuchar unos gemidos que venían de su habitación, aunque no estaba segura de sí sería algún vecino con ganas de juerga también. Mi marido dormía y no se enteraba de nada, así que me levanté para asegurarme y pude comprobar que ciertamente venían de su habitación, poniéndome a escuchar detrás de la puerta.

Los gemidos de mi cuñada dejaban claro que iban acompasados con las embestidas de su hijo que debería de estar metiéndosela hasta el fondo, estando yo ya estaba totalmente mojada escuchando todo eso y masturbándome mientras apenas entendía algunas cosas que decía mi cuñada entre tanto placer:

—¡¡Ay!!, que bien me lo haces, me vuelves loca. Ya me lo has echado todo dentro y sigues con la polla dura, que maravilla, me vas a matar de placer.

Yo ya no podía más y creo que mi orgasmo coincidió con el de mi cuñada, aunque por suerte, mi grito de placer debió quedar tapado por el suyo y no me debió de escuchar.

Las noches siguientes ya tuve que dormir sola sin mi marido, porque se había marchado, y se volvieron a repetir los mismos hechos que aumentaban mi calentura hasta que ya no pude aguantarme más y uno de los días al levantarnos, le dije a mi cuñada:

—Menudas noches que te estás pasando. Se os oye desde mi habitación y no tienes compasión de mí, porque ya sabes que estoy sola sin mi marido.

Mi cuñada se rio con ganas, y un poco avergonzada me lo reconoció pidiéndome disculpas, pero yo le dije que eso había que arreglarlo de alguna manera, que ya tenía el dedo gastado de frotarme tanto el coño, lo que la hizo reír más todavía:

—Bueno, está bien, tienes razón. No estoy siendo una buena anfitriona. Esta noche le diré a mi hijo que duerma en su habitación contigo, “que te sientes un poco sola”, jajaja.

—Por mi estupendo. No te imaginas como me tenéis de cachonda. Ya estoy nerviosa esperando cumplir una de mis fantasías, pero tú de esto a mi marido nada, que aunque sé que es morboso, no le gusta que le ponga los cuernos.

—No te preocupes. Esto es cosa de mujeres y seré discreta.

Ya por la noche, estaba ansiosa en la cama esperando que llegara mi sobrino y cuando llegó, le miré como se desnudaba, pero no pude verle nada. Se puso el pijama y se metió en la cama conmigo.

Empezamos a hablar y le pregunté si había estado con más mujeres aparte de su madre, diciéndome que no, que las chicas de su edad los preferían mayores y que él no había tenido oportunidad de estar con mujeres mayores, porque quizás le verían muy niño todavía, por lo que le dije:

—Pues seguro de que alguna amiga de tu mamá te tiene ganas, pero no lo va a decir, claro. Y si alguna de tus amigas piensa eso que me dices, ellas se lo pierden, porque para las mujeres de mi edad es una delicia estar con alguien como tú. Mira, conmigo, vas a poder probar si es tan rico como con tu mamá.

Mientras tanto, yo ya le había metido la mano por dentro del pijama y le sobaba toda la polla, que parecía estar siempre dura, así como sus testículos, y sin poder aguantarme más, le quité el pijama y me puse a chupársela directamente, succionándola con mis labios, y recreándome con esa maravilla que me estaba metiendo en la boca, hasta que le hice correrse y su semen me la llenó toda.

Luego me puse a horcajadas encima de su cara para que me chupara el coño a su antojo. Se notaba la experiencia que tenía porque sus lametones me obligaban a parar mi felación, para concentrarme en el placer que me estaba dando, y así conseguí mi primer orgasmo, mientras yo seguía degustando los restos de semen que le seguían saliendo, deleitándome con su sabor.

Finalmente, llegó el momento de poder sentirlo dentro de mí, y abriéndome de piernas, me lo puse encima, para que su dura polla adolescente entrara en mi coño, abrasándome con cada acometida que me daba, estando segura de que mis gemidos ahora serían oídos por mi cuñada desde su habitación. Al fin, pude disfrutar con lo que disfrutaba ella cada noche, dejándome finalmente mi sobrino  agotada.

Durante esos días, mi cuñada y yo pudimos seguir disfrutando del chaval, cediéndomelo ella para que pasara las noches conmigo, pudiendo hacerlo dos noches más, en las que prácticamente ni dormía, pero llegado el día, mi marido vino a buscarme, teniendo que dejar a mi sobrino otra vez solo con su madre, envidiándola de una forma que no podía quitármelo de la cabeza.

Han pasado ya unos meses de todo esto y sigo con muchas ganas de repetirlo y quién sabe si aumentar el morbo más si cabe.

Por Veronicca

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