miércoles, 17 de enero de 2024

Mujer a los 12, Parte 3


Los baños continuaron igual, a mi padre le gustaba que lo bañara y a mí me gustaba hacerlo. Lo hacía sin ningún apuro.

Un día me di cuenta de que me mojaba cada vez que lo bañaba. En el baño me secaba y ponía papel higiénico debajo de los calzones. Unos días después me toqué mientras tenía su pene en mi boca y me gustó, mucho.


Entonces fue cuando pensé en cómo se sentirá rozarlo en mis labios. Me saqué los calzones y me puse de rodillas con las piernas abiertas.

Lo tomé con una mano mientras que con la otra me apoyaba en su pecho, rocé suavemente por toda mi vulva, fue algo exquisito.

Dejé su pene sobre su pelvis y puse mi vulva sobre él. Con mis dos manos, ahora, apoyadas contra su pecho, comencé a moverme lentamente con un movimiento de caderas.

Todo era en silencio, un silencio cómplice. Solo se escuchaba el roce jugoso de su sexo contra el mío.

Con una mano levanté mi falda para mirar. Su glande desaparecía entre los labios y volvía a aparecer, un jugo viscoso y blanquecino comenzó a acumularse.

Mi padre levantó la cabeza para mirar al momento que comenzaba a hacer movimientos de pelvis. Ahora escuchaba sus quejidos, al principio pensé que le dolía y bajé la intensidad. Pero no, era todo lo contrario, hasta que llegó el memento de soltar sus chorros uno a uno, llenando su pelvis, la mía y mis piernas.

Me quedé un rato inmóvil, como recuperando el aliento, tenía la cara bañada en sudor.

Me levanté y me fui al baño a limpiarme. Con la mis toallas húmeda con la que lo lavo, saqué el sudor de mi cara, la pasé por mis piernas, mi vulva y mi pelvis. Lavé la toalla y repetí el proceso.

Después puse agua en el bol y con las dos toallas fui a lavarlo nuevamente.

Había terminado recién cuando llegó mi mamá. No alcancé ni a ponerme calzones cuando me senté a la mesa a estudiar. Sentía mi corazón agitado, seguramente por el miedo a que mi madre se diera cuenta de algo.

Demostraba tranquilidad como siempre, mientras revisaba mis cuadernos sin ver. Sentía un cosquilleo en mi vulva, metí mi mano entre mis piernas y me toqué. Estaba mojada nuevamente, además de que sentí un olor a sexo que salía debajo de mi falda.

Fui al baño y volví a lavarme, ahí me di cuenta de que mi falda estaba mojada, tenía olor a semen, al jugo de ambos, yo creo. Después de lavarme y secarme, me puse desodorante, calzones limpios y volví a estudiar.

Esa noche pensé en todo le que había pasado con baño de mi papá. Había habido muchas sensaciones nuevas. El cosquilleo de mi vulva me hizo tocarme para rascarme. Estaba mojada, pasé mis dedos suavemente por mi clítoris, se sentía muy bien. Antes me había tocado, pero no como ahora, con esta inmensidad, pensando en mi padre, hasta que tuve una especie de orgasmo.

Tiene que ser adentro, pensé, si mañana. Me acomodé y me quedé dormida.

Al otro día él bañó fue todo igual, montada arriba me movía lentamente. Ahora estaba sin falda para no mancharla. Todavía no me salía bello púbico, miraba su cabeza roja, aparecer y desaparecer, lo sentía rozar mi vagina pero no entraba.

Me levanté, lo tomé con la mano y lo puse contra mi vagina, (esto no está bien) pensaba, pero era algo inevitable. Tuve que sujetarlo bien porque se resbalaba, después de un par de intentos, sentí como su glande, grande, duro y suave, se abría paso por mi vagina. La sensación me dejó sin aire, tuve que abrir la boca para tragar más aire, con los ojos muy abiertos miraba a los ojos de mi padre, mientras boqueaba como un pez fuera del agua y él me sujetaba de las piernas para controlar la penetración.

Cerré los ojos sintiendo en mi vulva el bello púbico de su pelvis y su miembro empujando mis intestinos.

Todo se daba vueltas, lo que en un principio fue suave y lento, fue aumentado intensidad y velocidad, era como el juego del disco que gira y salta cada vez más rápido hasta que todos mis sentidos saltaron como fusibles y quedé flotando en el limbo.

Desde ese día, todos días cabalgaba sobre él y todos los días me pasaba lo mismo. Tanto era así, que en lugar de ir a estudiar al comedor, me iba a mi cama a dormir.

Dos semanas, solo dos semanas, disfruté todos los días un orgasmo y los últimos días, dos orgasmos consecutivos.

Después lo dieron de alta y volvió a trabajar. Yo llegaba del colegio y miraba su cama vacía. Un día sentí que me mojaba, me toque y si estaba mojada, al mirar mis dedos era sangre. Mi primera menstruación.

No todo terminó ahí, cada vez que se podía y estábamos solos, hacíamos el amor y yo viajaba entre las nubes.

– No podemos seguir con esto – me dijo un día.

– La mamá se va a dar cuenta y va a quedar la grande –

– ¿Tú crees que no lo sabe? –

– ¿Se lo dijiste? –

– No, pero mi mamá no es tonta, además que encontró las píldoras anticonceptivas en mi pieza –

– ¿Y qué te dijo? –

– Me preguntó por qué las estaba tomando, le dije que andaba con un chico y que era sólo por precaución –

Esa relación con mi padre fue poco a poco desapareciendo.

Solo volvió después del divorcio, aunque tuvimos relaciones un par de veces, pero fue porque mi marido me engañaba y yo hice lo mismo. Pero no con cualquier hombre.

Mi hijo tiene 9, mi hija tiene 7 y mi hijo menor tiene 3 años. Lo tuve durante el proceso del divorcio. Es hijo de mi padre, pero quedó registrado como hijo de mi esposo.

Ahora vivo feliz con mis padres nuevamente, trabajo y mi madre cuida a mis hijos.

Fin

Por Riseva

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