lunes, 15 de enero de 2024

Mujer a los 12



En ese entonces tenía 11 años, casi 12 y estaba en 6.º básico. Todos los días llegaba del colegio entre las 2 las 2:30 pm. Una tarde llegué, a la misma hora de siempre, a almorzar y sacarme el uniforme. Después descansaba un rato, veía TV y en la tarde hacía mis tareas.

– Qué bueno que llegaste, te estaba esperando – me dijo mi mamá. Me extrañó porque no llegué más tarde que lo de siempre.


– Ven, necesito que me ayudes – caminó hacia el dormitorio y yo la seguí. Cuál sería mi sorpresa al ver a mi papá acostado en la cama con un brazo enyesado y el otro con un vendaje y en cabestrillo.

– Papi, ¿qué te pasó? – le pregunté.

– Se cayó en el trabajo, lo trajeron de la mutual – dijo mi mamá.

Mi papá estaba acostado sobre la cama, con una camiseta blanca, manga corta. Con pantalones y calcetines.

– Le saqué los zapatos y lo acosté encima de la ropa. Ahora tengo que sacarle la ropa, ponerle pijama y acostarlo. Pero sola no puedo – me dijo sacándole los calcetines. Enseguida soltó el cinturón, desabotonó el pantalón y le bajó el cierre.

– Yo lo levanto de la cintura y tú le sacas los pantalones – dijo. Parecía fácil, era solo tirar y listo. Pero no podíamos tocar a mi papá de la cintura para arriba. Tenía una clavícula fracturada y no podía hacer fuerza ni podíamos tomarlo de los brazos. Mi mamá lo levantó de la cintura, pero no fue suficiente, yo había tomado los pantalones de la bastilla y tiré, pero no pasó nada.

– Cuando yo lo levante tú tira con fuerza – yo era una niña delgada, buena para hacer gimnasia pero no tenía mucha fuerza. Aun así hice todo mi esfuerzo. Me puse de rodillas sobre él con las piernas abiertas. ¡Tome los pantalones de la cintura y cuando mi mamá dijo! ¡Ya!, tiré con todas mis fuerzas. Junto con el pantalón salieron sus slip llegando casi a las rodillas. Con el impulso me fui de punta y tuve que poner una mano en su bello púbico para no chocar con mi cara contra su pene. Debo haber quedado a 10 centímetros de distancia. Lo había visto antes un par de veces. Pero a la pasada cuando se vestía. Y también una vez en la ducha, pero nunca tan cerca.

– A ver, déjame a mí – dijo mi mamá. Pero lo más difícil ya estaba hecho. Me bajé de mi papá, porque había quedado sentada en sus piernas y ella terminó de sacarle los pantalones. Los slip quedaron en las rodillas. Al parecer, mi mamá tenía la intención de ponérselos de nuevo. Pero levantarlo y subirle los slip fue imposible.

– Ya, dejémoslo así, no importa – dijo mi mamá sacándole los slip. Y yo mirando el miembro de mi papá impresionada. La forma, su piel, media cabeza asomada con su color rosado.

– Ayúdame a sentarlo, hay que pararlo para abrir la cama y acostarlo – yo lo tomé de la nuca y mi mamá lo empujó de la espalda. Estaba muy pesado y cada vez que él volvía a caer a la cama, yo volvía a sentarme en él. Por suerte no tenía una erección, pero yo igual lo sentía contra mi vulva. No había otra manera, la mayor fuerza era desde la espalda y tenía que ser mi mamá. Yo por delante tiraba de la nuca, tampoco podía ser muy brusca por la clavícula. Por fin logramos sentarlo. Me bajé de la cama y entre las dos lo paramos tomándolo de la cintura. Ella abrió la cama mientras yo sostenía a mi papá. Luego lo sentamos y al momento de echarlo hacia atrás, yo subía su pierna a la cama.

– Vamos a la cocina para darte almuerzo – dijo mi mamá. Me senté en una silla y mi mamá me sirvió en la isla de la cocina. Almorzamos juntas en silencio, no me atrevía a preguntar nada, tampoco había nada que preguntar. Después me fui a mi dormitorio a cambiarme el uniforme. Mi mamá fue a buscar a mi hermano chico que salía a las 4 p.m…

– ¿Papi, necesitas algo? Le pregunté.

– Sí, tengo sed – fui a la cocina y busqué una botella de bebida vacía y una pajilla de cumpleaños, llené la botella con agua y con la pajilla le di agua. Después me puse a estudiar, pero lo extraordinario de la situación me tenía algo inquieta y me costaba concentrarme. Me asusté cuando llegó mi mamá con mi hermano, talvez podría adivinar lo que estaba pensando. Después de un rato sentí a mi papá llamar. Fui a verlo.

– ¿Necesitas algo papi? – le pregunté.

– Sí, dile a la mamá que venga – me daba pena verlo en ese estado. Mi papá es un hombre joven, atlético y ágil.

– Mamá, el papá te llama – le dije en la cocina.

– Pregúntele que quiere que estoy ocupada – me dijo.

– Dice mi mamá que está ocupada, pregunta qué necesitas – le dije. Se quedó callado un rato.

– Dile que quiero ir al baño – dijo algo molesto. Fui a la cocina y le dije a mí mi mamá.

– Quieres orinar o algo más – le preguntó.

– Solo orinar – mi mamá se quedó pensando. No era una opción llevarlo al baño. Fue al refrigerador y sacó una botella de jugo a la que le quedaba un poco, vertió el jugo en un vaso alto y lavó la botella. Era una botella de vidrio de unos 700 cc de capacidad, de boca ancha, con una tapa metálica de cierre de medio giro. Lo destapó hasta las rodillas, dejando sus genitales descubiertos. Tomó el pene y lo introdujo en la botella.

– Ya, hace ahora – le dijo, pero mi papá no hacía.

– Ella ya te ha visto todo, no te preocupes, orina que no tengo todo el día  – mi papá comenzó a orinar de a poco, pero luego soltó el chorro llenando media botella. Luego sacó el pene de la botella, la tapó y me la pasó.

– Toma, anda a botar esto al baño y luego lava la botella – me dijo entregándome la botella caliente con la orina amarillenta. Ese día aprendí a hacer lo que tenía que hacer cada vez que mi papá quería orinar.

A la tarde siguiente, al llegar a la casa, saludé a mi mamá y pregunté por mi papá.

– Ahí está en su cama, dijo algo molesta – seguramente le incomodaba mi papá porque era como un bebé al que había que hacerle de todo y era más trabajo para ella.

– ¡Hola papi! – le dije

– Hola – me dijo con una leve sonrisa.

– ¿Necesitas algo? – le pregunté.

– No, nada, gracias – noté que también estaba molesto por la situación. Después de almuerzo mi mamá me dijo que la ayudara a bañar a mi papá. ¿Cómo? ¿Bañarlo? – me pregunté.

Con un bol de plástico grande, agua caliente, jabón líquido y una toalla de cara fuimos al dormitorio. Le levantó la cabeza y puso una toalla doblada debajo. Le mojó el pelo con las manos y después con unas gotas de champú esparcidas con las palmas de las manos comenzó a pasarlas por su cabello. Después tomó la toalla, la mojó y estrujó en el agua caliente y la pasó por sus cabellos y su cara. Repitió el proceso hasta que no salió más espuma de la toalla. Así mismo con las partes expuestas y con cuidado. Lo destapó hasta la pelvis y lavó y enjuagó su estómago. Luego fue por agua limpia. Lo destapó hasta las rodillas y comenzó a lavar su pelvis y sus genitales, el mismo proceso. Luego fueron sus piernas y sus pies.

– Ahora ayúdame a girarlo un poco – dijo levantándolo de la cintura y yo de una pierna. Como pudo lavó parte de su trasero.

– Ya, terminamos, tápalo no se vaya a resfriar – me dijo mientras ella salía del dormitorio con el bol, la toalla y las demás cosas. Tiré las ropas hacia arriba, pero antes de taparlo, tomé su miembro con mi mano, no pude evitarlo, quería saber que se sentía.

A diferencia del día anterior, me sentía más tranquila y pude estudiar sin problemas.

Mi mamá fue a buscar a mi hermano y me dijo que estuviera atenta por si mi papá necesitaba algo. Y así pasó, llamó y fui a verlo. Quería orinar. Fui al baño a buscar la botella, lo destapé, tomé su pene con una mano y con la otra eché la piel para atrás dejando la cabeza descubierta y la metí en la botella, calzaba justo. Por eso mi mamá escogió esa botella, de boca ancha, conocía bien en tamaño del pene de mi papá.

Cuando terminó saqué su pene de la botella, la tapé y limpié la cabeza con mis manos.

– ¿Estás bien? ¿Necesitas algo más? – le pregunté después de taparlo.

– No, gracias. Lamento hija que tengas que pasar por esto – me dijo.

– No digas eso, eres mi papá y me gusta hacerlo – le dije para que no se preocupara.

¿Me gusta hacerlo? – me pregunté, lo estaba haciendo porque había que hacerlo. Pero no me había preguntado si me gustaba. Y la respuesta era sí, me gustaba hacerlo, ver como llenaba la botella con su orina. Tocárselo y movérselo, echar su piel para atrás y meterlo en la botella tenía algo erótico y me gustaba. Me hacía sentir bien.

Sigue…

Por Riseva

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