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miércoles, 6 de julio de 2022

500 días de incesto

 

Día 1

Mi amiga Ana llegó a la escuela con el uniforme desarreglado y el cabello alborotado, se lo trataba de peinar cuando una prefecta le llamó la atención. Le preguntó por qué llegaba tan mal. “Es que tuve que correr, maestra, se me hizo tarde. Lo siento” dijo muy avergonzada. La prefecta le lanzó una mirada severa antes de irse. Yo le pregunté de nuevo qué le había pasado y recibí un “luego te cuento”, como respuesta. El resto del día estuvo esquiva y callada. Sólo la vi sonreír cuando su padre fue por ella a la hora de la salida.

Día 55

Después de casi dos meses, Ana por fin decidió contarme. Estuvo llorando en el baño después de usar un pequeño aparato de plástico. Era similar a un termómetro. Aparecieron dos líneas que la hicieron soltar las lágrimas. Faltamos a todas las clases y la prefecta fue a buscarnos al baño. La vio con la prueba en la mano y decidió dejarnos solas. Llamó al padre de Ana.

Día 60

Ana dejó de ir a la escuela. Fui a visitarla y me pidió que me quedara en su casa hasta que llegara su papá. Vimos una película, no sé si estuvo buena porque pasamos todo el rato hablando de chismes y de bandas de muchachos mientras ella cocinaba. Me pareció interesante verla siempre con ese pequeño short y una camisetita sin mangas. No llevaba corpiño como el resto de las chicas de nuestra edad. Parecía acostumbrada a estar así. Cuando llegó su papá, fue a recibirlo con un beso en la boca. Él le respondió tocándole el trasero con la mano abierta. Se separaron al escucharme. Su papá me preguntó si me podía quedar a cenar. Por desgracia no pude.

Día 75

Fui a visitar a Ana, pero no pude verla. Me asusté mucho. Al acercarme a su puerta escuché gritos y quejas. Unos eran ruidos de esfuerzo y otros eran agudos jadeos. Creí que Ana estaba siendo reprendida hasta que escuché que ella gritaba algo como “¡Sí papi!”. Salí de ahí corriendo.

Día 77

Mi hermano Josué veía una película rara en su cuarto, de esas de las que ven los hombres a solas. Él no supo que entré a su habitación en ese momento. Estaba muy ocupado tocándose debajo de las sábanas. Los ruidos que hacía la mujer de chichis gigantes eran muy parecidos a los que salían de la casa de Ana.

Día 80

Visité a Ana para preguntarle qué ocurría. Le dije que la escuché haciendo los ruidos de película porno y que me preocupaba que alguien la estuviera forzando. Me respondió preocupada, pero me pidió que me tranquilizara. Nadie la forzaba, aunque igual debía prometerle que no le diría a nadie. Le prometí no decirle a nadie lo que escuché. Vimos una película.

Día 110

Mi hermano tiene 17, tres años más que Ana y yo. Ve esas películas de mujeres desnudas siendo montadas como los perros a las perritas. Se las cogen con agresividad y violencia. Anoche entró a mi habitación. Fingí estar dormida. Me quitó la sabana y comenzó a deslizarme la camisetita de tirantes que usaba para dormir. Me tocó mi pezoncito. Un aroma similar al de algunos mariscos me llegó, al igual que un sonido húmedo y repetitivo. Lo miré con los ojos entrecerrados y lo vi jalándose su pene muy cerca de mi pezón. Respiraba muy rápido. No pasó mucho antes de que disparara un chorro de algo cálido sobre mí. Igual no me desperté, pero él se asustó y salió corriendo.

Día 111.

Visité a Ana y le conté lo que hizo mi hermano. Me dijo que a los hombres les gusta hacer eso en solitario y que si mi hermano lo hacía conmigo era porque me quería mucho, justo como su padre con ella. Le pregunté que si su papá también se jalaba la verga frente a ella en las noches. Me dijo que no. Ambas sabíamos cómo funcionaba el sexo, pero como íbamos en una escuela religiosa, esa información estaba muy limitada. No sabía que los hombres sacaban esa sustancia blanca de la misma forma que ellos no sabían que nosotras sacábamos sangre de nuestras vaginas. Ana me dijo que un hombre que te ama te debe introducir la verga para que con esa leche se haga un bebé. Ella ya tenía una panza con uno dentro.

Dijo que hacer uno era muy divertido. Me enseñó cómo se hacía con sus dedos. Estuvo muy rico.

Día 130

Le pedí a mi hermano dejar de echarme su leche y que, si me amaba, me lo demostrara. Cuando nuestros papás se durmieron, él se metió a mi cuarto, me quitó los calzoncitos y me introdujo su verga. Nuestros gritos despertaron a nuestros papás y golpearon a Josué. Lo mandaron lejos, con mis tías.

Día 150

Ya debió llegar mi periodo. Esperaré un poco más.

Día 160

Visité a Ana, su papá estaba en casa y me felicitó por jugar con su hija. Ella le había contado que me había enseñado a cómo sacar la leche de mi hermano. Su padre estaba orgulloso y dijo que si necesitaba sacar la leche de alguien, él estaba dispuesto a ayudarme.

Día 165

Es innegable. He estado vomitando. Mamá no me dirige la mirada, papá está enojado. Compró una pistola. Dijo que nunca perdonaría a Josué. Verlos así me pone muy mal. Después de la escuela tomé una maleta y la llené de ropa. Estoy durmiendo en la casa de Ana.

Día 170

El papá de Ana me llevó con un doctor que trabaja en algo similar a una fábrica. Dijeron que antes sí lo fue, pero que ahora atendía a algunas personas con mucho dinero o que necesitaban no llamar la atención. Él lo confirmó. Había un bebé en mi interior. Quisiera que mi hermano lo supiera.

Día 172

Ana y su papá no han seguido con su rutina de besos y sexo. Lo hacen en el sillón siempre que llega de trabajar y también en su cama antes de irse a dormir, incluso antes de irse a trabajar. Esta vez no dijeron nada. En las noticias dijeron que un hombre mató a su hijo, no se dijeron las causas. Papá no se veía bien en la televisión.

Día 173

El papá de Ana entró al cuarto que me dieron y me dijo que si necesitaba algo, se lo pidiese. Yo le pedí su leche. Me abrió las piernas y me introdujo su verga. Me dijo que lo llamara Papá desde ese momento. Claro que lo haría. Él me amaba mucho, tanto como un verdadero padre. Me lo demostró disparando su lechita en mi interior.


Cuando terminó, Ana entró a la habitación, se arrodilló frente a mí y con su cara entre mis piernas no dejó que la leche de su padre se desperdiciara.

Día 200

¡Tengo una pancita!

Día 240

Ana está enorme. Le crecieron las chichis y su papá me hace lamérselas y succionárselas para tenerlas listas para los bebés. A veces lo hago sin que me lo pida.

Día 252

Ana quiere fiesta de Quince años, su papá dice que no debemos llamar la atención. Se enojaron. Esta noche dormí con su papá y me cogió toda la noche.

Día 275

Nació Ariana. La bebé de Ana es hermosa y llena de alegría la casa. Dice que yo soy su mamá tanto como lo es ella. Papá me compró un anillo. Dijo Ana y yo somos sus esposas y que pronto saldremos de luna de miel.

Día 300

Salí con Papá a ver al médico. En el camino vi a mamá caminando por la calle. Estaba bien maquillada y no parecía extrañar ni a su esposo, ni a su hijo ni a su hija. Me hizo enfurecer, pero papá me calmó al estacionarse en una calle poco concurrida y cogerme en el asiento trasero.

Día 357

Ana descubrió que papá nos engaña. Nos enfurecimos y decidimos seguirlo. Al salir de trabajar lleva a su secretaria a un edificio de departamentos donde se encierra con ella por un par de horas. La chica debe ganarnos por unos tres o cuatro años. Es una mujer y nosotras sólo niñas.

Día 400

Estaba por explotar, pero igual salí a comprar comida. Suelo mentir sobre mi edad o de lo contrario me miran mal. Sé que a engaño a pocos. Detrás de mí, en la fila del super, una mujer me miraba con fijeza. Resultó ser mi madre. Trató de hablarme, pero quise irme. Dejé mis cosas y casi corrí a la salida. Fue entonces que sentí algo horrible en el vientre y mis pantalones se mojaron. Mamá, como si nada hubiese pasado, me llevó al hospital.

Día 402

Vi a Papá hablando con mi verdadera mamá desde el marco de la puerta de mi habitación del hospital. Junto a mí estaba mi bebé. Quería llamarla Ana, como mi mejor amiga y, aunque Papá se oponga a llamarla así, mi esposa, pero me convencieron de llamarla Lucrecia como mi madre. Le llamaremos Lucy.

Día 405

Ya estoy en casa. Mamá nos visitó y no vio con buenos ojos que Ana también tuviera un bebé. Papá le pidió que no juzgara nada de lo que ahí ocurría. Mamá se quiso poner agresiva, incluso estuvo a punto de gritar, pero Ana llegó por detrás de ella y le abrió la blusa. Los botones salieron volando hacia Papá. Mamá quiso darse la vuelta para encarar a Ana, y en ese momento Papá le bajó los pantalones, la lanzó contra el sillón y la empezó a nalguear. Ana le sacó la verga del pantalón y luego le bajó los calzones a mamá. Ella trató de negarse, gritaba mucho. Dejó de hacerlo al sentir como mi nuevo papi le introducía aquella buena verga.

“Ya veo por qué eres su puta, Cecilia” me dijo cuando me acerqué a ella una vez que Papá terminó en ella por tercera vez. Mamá estaba desfallecida, jadeante, con el maquillaje corrido y el cabello enredado. Ana le había echado de su propia leche en la cara. La jalé hasta dejarla en el piso y me bajé los calzones. Le oriné encima.

Día 500

Carmen llegó a la casa, también embarazada. Ella sí puede ir a la escuela porque está en la universidad, por lo que Papá dice que es la mujer más lista de la casa. Yo no la veo así. Ella era su secretaria y estaba feliz de salir de su casa y venir a vivir con Ana, Ariana, Lucy y conmigo. También mamá vive con nosotros, pero sólo para darnos placer con la boca.

Todas le dimos una gran bienvenida a Carmen. Le contamos que somos las mujeres de Papá y que mamá es más como una mascota. Ana cocina, yo limpio y mi mamá, a quien ahora llamo Lucrecia, debe traer comida a la mesa al trabajar en el club de un amigo donde se exhibe frente a muchos hombres para después ser llevada a otro lugar para ser cogida. Esa última parte no le gustó a Carmen, pero después de contarle mi historia, lo entendió.

Ahora, como una extraña familia, sólo nos queda esperar para ver qué nos depara el destino. Cumplí quince años hace poco y de nuevo estoy embarazada. Soy como de otra época, cuando a las chicas se les casaba desde jóvenes. Me gustaría seguir en la escuela, pero aprendo mucho con Carmen y no tengo muchas necesidades, aparte del sexo que me da nuestro Papá. Soy su mujer y seré feliz de serlo por muchos días más.

Anónimo

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