viernes, 23 de octubre de 2020

El 69 con Priscilla


Hacer el 69 con Priscilla es una delicia inigualable. Como las dos noches que dormimos juntos son la del viernes y la del sábado, por la ausencia de su madre, nuestro gran momento para el sexo oral es la mañana siguiente.

Cada sábado y cada domingo de mañana la escena se repite. Yo me despierto primero y siento a mi lado la tibieza del cuerpito dulce y sensual de Priscilla. Me parece increíble haberla poseído, haberla hecho gozar como mujer durante toda la noche, haber escuchado sus grititos y sus gemidos amorosos. Nunca hubiera imaginado que los orgasmos de un pequeño cuerpito como el de ella pudieran ser tan intensos y apasionados.

Con estos recuerdos comienzo a acariciarla, descubriendo bajo las sábanas el palpitar de su cuerpo desnudo. Mi mano recorre lentamente la suave tersura infantil de su piel. Primero los hombros, los bracitos delgados, las costillitas marcadas en su costado, la cinturita bien fina, la creciente redondez de las caderas, las piernas esbeltas...Mi hijastra sigue dormida pero suspira entre sueños.


Luego mi mano recorre su colita espléndidamente parada y redondeada, apretando sus nalguitas durísimas hasta arrancarle pequeños gemidos. Su cuerpo de niña comienza a despertarse y a moverse inquieto. Ahora mi mano sube a sus pechitos crecientes, los acaricia, los envuelve, los oprime dulcemente. Mis dedos juegan con sus pezoncitos que ya empiezan a ponerse duritos.

Entredormida, Priscilla me echa los brazos al cuello y me ofrece su boquita entreabierta. La beso en los labios, disfrutando de su suavidad. Sus labios se adhieren a los míos con algo de deleite infantil. Priscilla suspira. Nos besamos en la boca hasta casi quedarnos sin aliento. Mi mano baja por su cuerpo desnudo, sintiendo su piel tersa y suave. Priscilla jadea, ya casi totalmente despierta. Busco su entrepierna y la encuentro, acariciando su mata de pelo hirsuto.

-Papito, papito-susurra ella mientras abre las piernas.

Mi mano recorre su sexo caliente y húmedo. Mis dedos apartan sus enmarañados pendejitos y recorren suavemente sus labios vaginales.

Mi hijastra busca mi boca con la suya. La siento golosa y entreabierta. Mientras nos besamos en la boca mis dedos encuentran su clítoris y lo masajean circularmente. Priscilla ya aprendió a disfrutar como una mujer. Su lengüita se mueve sensual y atrevida, metiéndose en mi boca, lamiendo el interior de mis labios, chupándolos con deleite, lamiendo mi lengua entre gemiditos excitados. Parece increíble que solo sea una pendejita que hasta hace apenas un mes era simplemente mi pequeña hijastra mimada y consentida.

Mi mano sigue entre sus piernas, pajeándola como sé que a ella le gusta. El beso de lengua sigue, larguísimo y placentero. Ahora es mi lengua la que entra en su boca, son mis labios chupando los suyos, es mi lengua dentro de su boquita y lamiendo su lengua. El cuerpito de Priscilla se estremece, recorrido por ondas violentas de placer. Su lechita tibia se va escurriendo entre mis dedos. Sé que está al borde del orgasmo.

Priscilita separa su boca de la mía.

-¡No, no!- protesta sofocada y casi ahogada.

Su vocecita ronca está al borde del sollozo. Su carita está desencajada, la boca abierta, la respiración agitada y las pupilas enormemente dilatadas. Me mira con una feroz y desesperada expresión de deseo.

-No seas malo- susurra suavecito-no me acabes todavía.

Mi divina hijastra ya aprendió a prolongar el placer de su cuerpo para gozar con mucha mayor intensidad. La complazco y retiro mi mano de su sexo empapado. Su cuerpo menudito sigue temblando. Priscilita echa la cabeza hacia atrás y entrecierra los ojos.

Beso una de sus orejitas y la mordisqueo suavemente. Mi mano sube hasta sus pechos. Mi hijastra sigue jadeando y gimiendo. Beso su cuello. Acaricio sus pechos pequeños, altos y firmes.

-Eres la hijastra con la que soñamos todos los hombres, Prisci- le digo al oído.

-¡Te amo!¡Te amo!- responde ella casi desmayada de placer.

Mis dedos encuentran sus pezoncitos. Están durísimos y muy parados. Mi boca baja por su cuerpo tembloroso, besando y lamiendo su piel tostada y suave. Piel suave como la de un bebito. Piel suave como la de una niña.

Beso sus pechitos, lamiendo y chupando sus pezones parados.

-Chúpame la concha- implora Priscilla con un hilito de voz grave.

Mi boca sigue bajando, lamiendo ahora su ombliguito pequeño e inocente. El cuerpito de Priscilla está enardecido, y su pubis se mueve con ardor como buscando frotarse contra algo.

-¡Chúpamela, porfa!- reclama casi gritando entre quejiditos amorosos.

Por fin llego hasta su sexo. Me acomodo en la cama, apoyado sobre mi costado y con mi boca en su entrepierna. Meto mi cabeza entre sus piernas y la aferro por las caderas. Mientras tanto mi sexo queda a la altura de su boca. Estoy a punto de hacer el 69 con mi hijastra. Y los dos lo deseamos.

Beso lentamente su conchita peluda que se abre como una flor mojada y frágil bajo mi boca . Los labios húmedos de Priscilla besan la dureza de mi pija. La siento jadear mientras sus labios tibios y suaves suben y bajan por mi sexo parado. Cada pocos centímetros se detiene y besa mi sexo como si besara mi boca, con sus labios adheridos como ventosas, chupando y saboreando. Yo hago lo mismo entre sus piernas, chuponeando sus labios vaginales con una lenta ternura. Priscilita gime deliciosamente. Siento la lengua de mi hijastra, su lengua golosa sobre mi pija, lamiéndome de abajo a arriba una y otra vez, haciéndome sentir sus lentos y dulces lengüetazos, su lengua pequeña y tibia dándome un placer inenarrable que me deja al borde del orgasmo. Mi lengua explora la conchita empapada de Priscilla, lamiéndola de punta a punta, lamiendo la miel que mana de su sexo, entrando en su cavidad pequeña, lamiendo por dentro aquel pequeño agujerito. El cuerpito de mi hijastra se estremece de pies a cabeza, y sus gemidos se hacen más intensos. La boca de Priscilla se abre muy grande, buscando y capturando la dureza de mi pija. Centímetro a centímetro va metiendo mi sexo en su boquita chiquita, haciéndome sentir la presión dulce de sus labios y los lengüetazos que no cesan. Mi boca se apodera del clítoris de mi chiquita, besándolo con pasión. El cuerpito de Priscilla se sacude con violencia de mujer. Sé que ya no aguanta más el orgasmo que crece incontenible desde el fondo de sus añitos. Priscilla chupa mi pija apasionadamente, sabiendo que yo también estoy a punto de acabarme. Chupa mi sexo con su boquita caliente y húmeda, succionando desesperada mientras su lengua me lame sensualmente, rozándome apenas con sus dientes de conejita, entrando y sacando mi pija de su boca en perfecta sincronización con mi deseo. De pronto se detiene en seco y aparta su boca. Mi lengua, mis labios y mi boca van insaciables de su clítoris a su conchita, una y otra vez. Siento los gemiditos y quejiditos de Priscilla, sofocados por su respiración agitada. Ahora la lengua de Priscilla recorre mi pija con fuerza y con lascivia, lamiendo desde la base hasta la punta y volviendo a empezar. Siento que comienzo a acabarme, como si cada lengüetazo me llevara la leche hirviente hacia afuera. Mi hijastra chupetea dulcemente la punta de mi pija. Ya no aguanto más y se me escapan las primeras gotas aunque trato de aguantarme.

-Es tan chiquita-pienso para demorar la eyaculación-no me puede hacer gozar así.

Priscilla vuelve a engullir mi sexo en su boca. Siento que le llego casi hasta la garganta con aquel fierro enorme, caliente y duro. Entonces mi pequeña hijastra se vuelve un torbellino. Su boca chupa y succiona enloquecida, metiéndose y sacando mi sexo con una cadencia sensual, con un ritmo enloquecedor que por momentos acelera hasta el vértigo y por momentos se mueve con una calma deliciosa. Priscilla chupa con todo su ser, con su paladar levemente rugoso, con sus labios suaves y delicados y con su lengüita que se mueve sinuosa como una víbora.

Priscilita jadea y gime sordamente. Sus brazos rodean mi cintura y sus manos me aprietan contra su cara. Su cuerpo se contorsiona y su pelvis golpea contra mi cara. Chupa y succiona con ternura y con fuerza, sin dejar de enloquecerme con lengüetazos cálidos y largos. Finalmente me acabo en su boquita de nena, me acabo en largos chorros de leche caliente que mi hijastra va tragando sin dejar de chupar y lamer. Su boca sensual sigue apretadita envolviendo mi sexo, sus labios dulcemente carnosos siguen succionándome, su lengüita infantil sigue con su caricia de mujer sobre la piel de mi pene...y yo sigo eyaculando en su boca sin parar.

Priscilla también está llegando al orgasmo. Conozco perfectamente sus temblores y sus palpitaciones previas, esos sacudones en los que parece que su cuerpito quiere escapar a mi abrazo. La aferro con fuerza y atrapo entre mis labios el divino botoncito del clítoris. Lo beso, lo lamo, lo chupo, lo mordisqueo y vuelvo a recorrerlo con la lengua. Priscilla tiene corta edad pero su bultito del amor está plenamente activo, y lo siento durísimo en mi boca.

Prisci separa su boquita de mi pija y con su lengua recoge hasta la última gota de mi leche. Hecha la cabeza hacia atrás y jadea y gime y se queja apasionadamente.

-¡No, nooo! No puedo...no puedo más!- grita Priscilla con su vocecita ronca.

Su cuerpito delicado y suave es un infierno de sacudones que ella ya no puede parar. Mi boca va del clítoris a la conchita que solo yo he disfrutado, esa conchita apretadita y estrecha que yo mismo inauguré, ese agujerito que yo profané cuando la cabecita de Priscilla apenas comenzaba a imaginarse lo que sería el sexo.

-Me acabo...me acaboo...¡papitoooo!- continúan los gritos y quejidos de mi hijastra.

Yo sigo chupando su conchita, bebiendo la miel que mana a raudales de entre sus piernas, lamiendo y chupando su concha caliente y empapada, la dulce conchita de Priscilla, la rajita entre infantil y adolescente que solo yo he probado.

El cuerpito de mi hijastra se contorsiona violentamente mientras Priscilla estalla en un enorme y prolongado orgasmo. Mi boca se llena de su lechecita tibia mientras la escucho gritar desesperada.

-¡Mi amor, mi amooooor! Ahhhhhhhhggggg aaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhh.

El orgasmo de Priscilla es una interminable sucesión de quejidos, lamentos y gritos roncos. Cuando finalmente se acaba, se queda quietita junto a mi como un pajarito herido. Poco a poco va normalizando su respiración y luego ambos nos quedamos dormidos.

Por IO

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