viernes, 23 de octubre de 2020

Madre Tica confiesa su pecado


Sé que soy culpable de incesto. Pero no puedo negar que caí tan lentamente que no me di cuenta de lo malo que hacía.

Tengo 41 años, soy una mujer que ha tenido que luchar muy duro para ganarse las cosas que posee: mi casa, mi auto, etc. Y, sin embargo no me ha ido muy bien que digamos, en el campo amoroso. Soy empleada pública, trabajo en una entidad del gobierno central de mi país desde hace 22 años. Por mi trabajo visto siempre muy elegante, con mi uniforme del Ministerio; en mi tiempo libre igual. Pero eso es porque desde niña me acostumbré a ser "bonita", mis padres así me enseñaron a ser, no porque tenga mucho dinero y me guste aparentar lo que no soy.
En fin, aunque busqué siempre hombres sencillos para relacionarme con ellos seriamente, ellos como que se impresionaban de verme "tan aristocrática" y elegante y como que les daba miedo hablarme y pretenderme.

Terminé enrolándome con un hombre de gran reputación del Ministerio, pero que estaba casado. Así tuve a mi hijo Mario. Ese hombre que tanto amé, murió cuando Mario tenía 11 años. Y así terminó la única relación estable de mi vida. Quedé destrozada. Pero con el tiempo sanó la herida.

Mario es un muchacho que ahora tiene 15 años, le encanta el deporte, juega

futbol, es buen nadador y tiene notas excelentes en el Colegio. Se parece mucho a su padre. Mi problema es difícil de contar, pero alguien lo tiene que saber. El no poder hablar con nadie de esto me está volviendo loca: Mario y yo hemos tenido sexo.

No sé como empezó todo. Yo estaba muy satisfecha de él como hijo, muy orgullosa. Pero poco a poco me empezó a gustar fantasear pensando en él. A veces cuando lo veía jugar fútbol me ponía a pensar en como se vería desnudo, como sería su pene, si ya tendría vello... Todo esto me fue haciendo cambiar mi forma de relacionarme con él. Al principio me bastaba con jugar de manos con él. Fingíamos luchas en la sala de mi casa, o en mi cama o en la de él. Me gustaba sentir su cuerpo fuerte rozándome, tirándome sobre la cama y forcejeando conmigo. Pero después quería más.

No sé con que intención lo hacía. Para mí era como jugar. Lo cierto es que comencé a andar por la casa sin sostén, con solamente una T-shirt muy transparente encima, me miraba en el espejo y me veía los pezones al través perfectamente y sonreía contenta. Entonces buscaba a Mario y jugábamos. A él le gustaba, era evidente.

Para Mario, solos en casa, al volver yo de mi trabajo, me vestía con faldas muy cortas. Me gustaba y excitaba verlo de reojo, mirándome las piernas y los pechos. Cierto día le pedí a mi hijo que me diera un buen masaje. Yo le decía Mario "más arriba", " más abajo" y así por el estilo. Al poco rato de sentir sus manos de adolescente sobre mí, me excité muchísmo. Le dije "hazme masaje en el vientre", luego al rato "Sube un poco Mario", "otro poco" , "vamos, otro poco" Y mi hijo me masajeó los pechos por un segundo... Pero retiró sus manos asustado, de seguro estaba muy excitado también. Yo le dije: " Vamos, necesito un masaje en los senos, complace a Mamá". Mi hijo muy turbado accedió. Y me tocó los pechos con dulzura, me los estrujaba con sus dedos y me tomaba los pezones deliciosamente. Cuando ya no resistía yo más, cobré fuerzas y le dije: "Gracias Mario, eres un buen muchacho, ya está bien" Y él me dejó a solas.

Como dos día después le pedí lo mismo. Esta vez le di una crema para que me la pasara por el cuerpo. Sé que suena muy depravado, pero en esos días lo quería, lo necesitaba y Mario, que es un chico muy atractivo, cedía a todos mis deseos. Ya no lo veía como un hijo, tan solo como un muchacho en su pubertad, lleno de deseos y de impulsos.

Tras un poco de masaje le dije: " Ahora yo te voy a masajear a ti" Y comencé a tocar su cuerpo joven y flexible con cariño. La verdad es que descaradamente le acaricié hasta el pene. El cerraba sus ojos, fingiendo relajarse y casi dormir. Y yo sobre su pantaloneta al principio, le comencé a pasar la mano por su pene que se puso rígido y enorme en segundos. Me puse un poco de crema en mi mano derecha y le levanté la faja elástica y le acaricié el miembro, se lo tomé entre mis dedos temblorosos, y comecé a masturbarlo, y cuanto él más respiraba y se quejaba yo más rápido lo hacía, hasta que mi hijo eyaculó fuertemente sobre su ropa. Yo estaba loca para hacer esto, pero lo hice. Con miedo le dije: "Te gusto, Mario?" Y él me dijo que sí, pero estaba como yo muy asustado. Y me abrazó fuerte. Me dijo que yo era una "mamita" muy guapa y muy buena, que conmigo vivía cosas "deliciosas" y que me amaba mucho, y que a nadie le iba a contar esto.

Yo le di las gracias. Pero él estaba todavía muy excitado y me comenzó a tocar los muslos con verdadero deseo. Yo le decía "Mario, Mario, ya quieres más...Después, …" Pero el pobre chico estaba con su miembro muy duro otra vez... y me dio lástima y deseo... Le bajé su pantaloneta y me senté sobre él. Le decía: " No se lo digas a nadie, a nadie" Y con una de mis manos puse su pene en mi vulva, corrí mi prenda íntima, y comenzamos a tener un coito. La penetración fue completa, al poco moverme sobre sus caderas sentí un chorro de semen que me bajaba por el ano... Y eso me hizo estallar en un clímax tremendo. Así fue la primera vez.

Bueno, no tiene caso decir más.

Seguimos haciendo el amor a diario, y estoy gozando de su pubertad a mi antojo. A cambio le doy mi madurez y mi cuerpo, y creo que él goza hasta más que yo de esta situación.

Por sumvitaetal

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