lunes, 5 de octubre de 2020

Haciendo mujer a mi sobrina


¿Pero por qué?, me preguntó entre lagrimas mi sobrina Eyleen, asustada por lo que le sucedía a su cuerpo y con los ojos inmensamente abiertos por el asombro ante lo que experimentaba y que no comprendía cabalmente. Su primera regla la había sorprendido de improviso en el living de mi casa, mientras conversábamos animadamente, no dándole tiempo para cubrirse o ir al baño. Sus bikini se inundaron con la sangre que manaba de su vagina y empezó a correr por sus muslos, manchando el sofá en que estaba sentada, sin atreverse a levantar. Juntó las piernas, en un vano intento por detener la sangre y, al comprobar que ello no era posible, rompió en llanto. No era que llorara por el hecho de que esto le sucediera delante de mí. No. Tenía tanta confianza en su tío, diez años mayor que ella, con el que había compartido innumerables confidencias y secretos juveniles, que terminó por ser su mejor amigo. El llanto no era por él, pues se sentía completamente en confianza junto a él. Es que no comprendía qué le sucedía y hubiera preferido estar en esos momentos junto a su madre o a una amiga. Necesitaba una mujer en esta ocasión, alguien que hubiera vivido esto mismo y pudiera decirle lo que le sucedía.

En todo caso, sabía que lo que fuera lo que le sucedía, su tío podría explicárselo y darle tranquilidad. No la tranquilidad que le daría otra mujer, pero confiaba plenamente en él y sabía que por su experiencia podría tener la explicación adecuada. El siempre había sido su refugio y fue la primera persona en quien pensó tener como confidente, papel que hasta ahora había desempeñado a su entera satisfacción. Lo de ahora era diferente, es cierto, pero la confianza en su tío le hacía abrigar la esperanza de que él podría ayudarle adecuadamente.


Mi hermosa sobrinita me miraba con sus grandes ojos azules abiertos, sin percatarse que su inocente pregunta había despertado en mí todo un vendaval de pasión, largamente escondido.

Con sus tiernos catorce años, se había abierto a las confidencias con su querido tío, el cual, sin embargo, la veía como todo un proyecto de mujer con la que deseaba ardientemente satisfacer sus deseos. Y no era para menos: mi sobrinita se empinaba por el metro sesenta, con un cuerpo en el cual las bellas formas de mujer ya se habían adueñado de todas sus partes y cuando se erguía mostraba unos senos respetables, redondos y parados, que casi no cabían en su blusa colegial, los que ahora subían y bajaban acompasadamente al ritmo de sus lagrimas. Su cola exquisita invitaba a acariciarla e invadirla salvajemente. Era un trasero perfecto el que lucía mi sobrina. Y qué decir de la cintura que lucía: una cintura de modelo que servía de marco a unos muslos que me hacían sudar de deseo por acariciarlos, por abrirlos a besos. Y unas piernas, ¡qué piernas!, que ahora mantenía ligeramente abiertas, mostrando la suave y blanca carne interior que se perdía en la negrura del final de sus muslos, donde la tela de las bikini se habían oscurecido con la humedad de su primera regla.

Con la vista perdida entre sus piernas no atinaba a encontrar las palabras adecuadas para explicarle lo que sucedía con su cuerpo. Mi exquisita sobrina había acudido a verme de paso desde su colegio a su hogar pues no se había sentido bien. Y fue mientras estaba sentada conversando animadamente que se produjo lo impensado, lo que nunca antes había experimentado: el fluir imparable de su sangre, que le inundó las bikini del líquido oscuro y el rostro de lagrimas por lo que suponía algo grave y que no entendía.

Intenté calmarla, explicarle que eso era natural en todas las mujeres y que ella había llegado a una edad en que pasaba de niña a mujer, siendo la regla el precio que debía pagar por la fertilidad que nacía en ella. En fin, busqué las mejores palabras que encontré para calmarla y responder sus muchas preguntas, hasta que los fluidos sanguíneos amainaron y con ellos mi sobrinita se calmó. Le acerqué una toalla para que secara lo que pudiera y ella abrió sus piernas para pasar la tela por sobre su bikinni para secarlo, en tanto yo no perdía de vista lo que sucedía con mi exquisita sobrina. Su actitud era de total confianza en su tío, en tanto que yo veía en ella a una mujer deseable que le gustaría poseer, poder abrir esas piernas que mantenía semi abiertas frente a mi y acariciarlas hasta llegar a sus muslos y finalmente a su nido de amor, que ahora se encontraba inundado por los líquidos seminales que ella intentaba detener pasando la toalla por la blanca piel de sus muslos.

Al cabo de un momento mi sobrina se percató de mis miradas a sus muslos, por lo que detuvo la limpieza e hizo ademán de ir al baño, avergonzada por las miradas de su tío a su intimidad. Le pedí que continuara, mientras mis ojos seguían clavados en sus muslos interiores. El tono de mis palabras, llenas de deseo, la desconcertó en un principio pero después de pensarlo un momento, decidió quedarse, un poco porque su querido tío así lo deseaba y otro poco porque se había dado cuenta que le había gustado sentirse mirada en sus partes íntimas por un hombre. Reanudó la limpieza de su entrepierna con cierta timidez por lo descarado de mis miradas, pero al cabo de un rato la situación le pareció divertida y agradable y se sintió a gusto siendo el objeto de mis miradas. Sin dejar de pasar la toalla por sus muslos, me miró y mi mirada de deseo pareció acicatearla y continuó el masaje entre sus piernas, las que abrió completamente, regalándome el espectáculo de sus muslos blancos y la negrura de sus bikinni al final de ellos. Empezó a sentir un gusto nuevo entre sus piernas que la movía a hacer más lentos los masajes, para hacer durar el espectáculo ante mis ojos, en tanto sentía que una nueva sensación se acumulaba dentro suyo, como una tormenta en gestación. Mi boca reseca por el deseo, mi frente perlada por algunas gotas de sudor y la mirada vidriosa por el deseo le hizo sentir algo tan agradable que empezó a aumentar el ritmo de sus caricias, en busca de algo que no sabía bien qué era, pero intuía que sería rico, hasta que finalmente sintió el fluir de otro líquido desde su vagina, pero esta vez distinto al que estaba secando con la toalla. Era la tormenta que intuía, que se desató con furia desde su interior y afloró por su vagina inundándola por segunda vez, pero ahora con una sensación indescriptible de placer.

Quedó desconcertada al comprobar que lo que ahora le sucedía era distinto a la regla que había experimentado, ya que lo que sentía ahora era su primera eyaculación, la que le producía una exquisita sensación de agrado que nunca antes había sentido.

- ¿Qué será, tío? Preguntó.

- Mi cielo, lo que pasa es que gozaste por vez primera.

- No entiendo, sólo sé que fue muy rico, tío.

Llegados a este punto, las condiciones estaban dadas para intentar tener a mi sobrinita, que en su inocencia no se daba cuenta de lo que podía producir en los hombres con su belleza y sus formas. Ya le llegaría el momento de enterarse del poder que poseía entre sus piernas, pero por ahora yo deseaba gozarla solamente para mí, ser el primero en penetrarla, aprovechándome de mi condición de tío y confidente.

- Quiero pedirte un favor

- Dime

- No le digas nada a nadie de lo que conversemos hoy tú y yo, ¿ya?

- Te lo prometo, tío.

Y empezó una larga disertación sobre su paso de niña a mujer, lo que había sucedido con su primera regla y con su primer orgasmo. Y sus primeros jugos vaginales me los había regalado pues le había gustado verme como la miraba cuando ella abría sus piernas para limpiarse.

- No entiendo, ¿por qué me hizo sentirme tan bien cuando te veía?

- Porque yo soy un hombre y tu eres una mujer, cariñito lindo.

- Pero no me había sucedido eso antes.

- Es que antes no estabas preparada. Ahora sí.

- ¿Ahora sí puedo empezar a sentir estas cosas?

- Si, cariño, si es que un hombre te gusta, como yo te gusto.

- ¿Por qué dices que tú me gustas, al punto de sentir estas cosas?

- Precisamente por ello, amor. Si no te gustara no habrías sentido lo que sentiste.

Sentí que había llegado un momento propicio y decidí jugarme todas las cartas aprovechando la inocencia de Eyleen. Le expliqué el aspecto sexual de la vida a la cual había ingresado frente a mi, mientras conversábamos, intentando hacerlo de la manera que le resultara lo más grata, interesante y novedosa posible, de manera de alimentar su curiosidad en este aspecto. Tenía que aprovechar mi ascendiente sobre ella si quería lograr tenerla para mí.

- ¿Cómo es tu cosita, mi amor?

- Peluda, como la de mis compañeras, tío

- ¿Te has tocado ahí?

- No tío, nunca lo he hecho.

- ¿Confías en tu tío ?

- Si, pues.

- Entonces, haz lo que te diga, ¿ya?. Verás que vas a sentir cosas exquisitas, amor.

- Bueno.

- Mete tu manito entre tus piernas, hasta ponerla sobre tu bikini.

- Bueno, tío, pero me da algo de vergüenza porque estás viéndome.

- Pero hace un rato sentiste rico precisamente porque te estaba viendo, ¿o no?

- Si, tienes razón.

Mi exquisita sobrina introdujo su manita entre sus piernas y vi como se perdía bajo la falda colegial la que iba arrastrando hacia arriba mientras se acercaba a su entrepierna, con lo que abría a mis ojos el bello espectáculo de sus ricos muslos abiertos. Y todo ello mirándome a los ojos, sintiendo la inexplicable sensación de ver a su tío con la vista clavada entre sus piernas, lo que le producía cosquilleos al interior de su vagina. Lo que mi sobrina ignoraba era que ella era una exhibicionista en potencia.

- Pon tu mano sobre tu bikini, amor

- ¿Así?

- Si, vidita. Ahora, acaricia tu cosita por sobre la tela.

- Sí, tío.

- ¿Qué tal?

- Hummmm, no sé, es algo extraño, tío.

- Sigue, cariño, arriba y abajo, suavemente, amor.

- Me gusta, tío.

- Recoge un dedo de manera que se ponga a la entrada de tu cosita mientras sigues pasando la mano arriba y abajo.

- Riiiiicooooooo, tío.

Eyleen echó su espalda contra el sillón y cerrando los ojos continuó el masaje de su sexo por encima de la tela, con las piernas completamente abiertas. Sin apartar los ojos de sus muslos abiertos, me desprendí de mi pantalón y saqué mi verga, la que empecé a masajear con furia.

Cuando mi sobrinita abrió los ojos, se encontró con su tío sentado frente a ella, la vista fija en sus piernas, los pantalones abajo y su verga al aire, completamente parada, mientras una de sus manos subía y bajaba en su tronco.

- ¡Tío! ¿Qué haces?

- Lo mismo que tú, cariño, pajeándome.

- Pero tú, ¿por qué lo haces?

- Porque me calienta sobre manera verte a ti hacerlo, amorcito.

- ¿En serio?

- Si, por favor no pares vidita.

- ¿Así?

- Si, cariñito lindo. Sigue.

- Si, tiito, es tan rico.

- ¿Te gusta ver como me pajeo por ti?

- Si, tiito, me encanta y me produce cositas ricas.

- Entonces, sigue pajeándote, mi vida.

Mi sobrinita soltó sus jugos sin dejar de mirar mi verga y continuó su masaje en busca de otro clímax, encantada con las sensaciones que le producía ver a su tío con la verga al aire y haciéndose una paja mientras le miraba su rajita completamente expuesta a su vista. Su goce parecía no tener límite. No creía que pudiera llegar a sentirse cosas tan ricas como las que estaba sintiendo, con su manita acariciando su sexo y viendo a un hombre completamente excitado por ella, masturbándose mientras le miraba los muslos y el sexo.

- Sácate el bikini

- Si, tíiito.

- Ahora, mete y saca uno de tus dedos en tu chuchita, amor.

- ¿Así?

- Si, así mismo. Sigue.

- Hummmmmmmmm, hummmmmmm

- ¿Te gusta?

- Es ricoooooooooooo

- Mira como me pajeo por ti, amor

- Sigue, tiito.

- ¿Te gusta mi verga?

- Mmmmmm, si

- ¿Quieres tocarla?

Me levanté y con mi verga al aire me acerqué a mi sobrina, la que con su mano libre la tocó, con cierta timidez. Tomé su mano y empecé a pasarla por el tronco de mi instrumento, hasta que entendió lo que quería y empezó a acariciarme con suavidad. Aprovechando la circunstancia, puse mi mano entre sus muslos, acariciando suavemente su piel, llevando mi mano lentamente arriba, hasta ponerme encima de la suya que estaba metiendo y sacando su dedo de su concha. Con suavidad hice a un lado su mano y mi dedo reemplazó al suyo, entrando y saliendo. Bastó un par de metidas y sacadas para que mi sobrina apretara mi verga con su mano y cerrando los ojos y echando adelante su cuerpo, expulsara los jugos de una nueva eyaculación, esta vez mucho más intensa. La sensación fue tan intensa que apretó fuertemente su manita sobre mi verga, al punto que tuve que tomar su mano para impedir que me hiciera algún daño.

- Tíooooooooooo

- Eres rica, Eyleen

- Ricoooooooo, tioooooooo

- Sigue pajeándome, cariñito

- ¿Así?

- Si, amor, sigue.

Mi sobrina miraba con curiosidad mi instrumento, mientras su manita subía y bajaba.

- ¿Te gusta?

- Si

- Dale un besito

- Pero tío. . .

- Hazlo, dale un besito, por favor.

Acerqué su cabeza a mi verga y su boca se acercó con curiosidad, abriéndose. Se puso sobre mi verga y ahí intenté empujar, pero su inexperiencia hizo imposible concretar la mamada que deseaba. Pero bastó sentir sus labios en la cabeza de mi verga para que la paja que me estaba haciendo mi sobrinita tuviera un final feliz y un chorro de semen salió expulsado hasta ir a parar al bello rostro de mi adorada Eyleen, la que, sorprendida, cerró los labios.

- ¡Qué rica eres, amor!

- Te pasaste, tío. ¡Qué manera de acabar!

- Es que tu me provocas estas cosas, vidita

- ¿Siempre acabas así?

- Si, cuando estoy muy caliente, como ahora.

- ¿En serio?

- Si, amor. Y a ti, ¿te gustó?

- Si, fue rico, tío.

- Puedo hacerte gozar mucho mas aún, si quieres.

- ¿Más de lo que gocé?

- Si, mi vida.

- ¿Cómo es eso?

- ¿Deseas probarlo?

- ¿No será peligroso, tío?

- No, amor. Al contrario, es muy seguro.

- ¿Y como es eso?

Me agaché y me puse entre las piernas de mi sobrina, las que pasé y puse sobre mis hombros, quedando con su sexo completamente expuesto frente a mi rostro. Me tomé de sus nalgas y la acerqué, poniendo mi boca sobre sus labios vaginales. Saqué la lengua y la metí en su tunel de amor, buscando su clítoris, el que alcancé después de un rato. Al contacto de mi lengua con su apéndice, mi sobrinita no pudo contenerse y unos grititos apagados salieron de su pecho mientras sus manos se aferraban a mi pelo y me empujaban hacia ella, moviendo desesperadamente su cuerpecito contra mi boca.

- Tiiiioooo

- Mmmmmm

- Sigueeeeeeeeeee

- Mmmmmmmmmmm

- Riiiiiicoooooooooo. ¡Qué ricooooooooooo!

- Mmmmmmmm

- Yaaaaaaaaaaaaaaa, tiiiiitoooo ricoooooooooo

Los jugos de mi sobrina corrían por entre mis labios mientras su cuerpo seguía moviéndose desesperadamente, como si le faltara el aire. Sus piernas al aire eran el testimonio del grado de goce que mi querida sobrinita había alcanzado en la boca de su tío, hasta que quedó sin fuerzas y con una sonrisa de placer bailando en su rostro abandonó su cuerpo sobre el sillón, con mi boca aún lamiendo sus jugos entre sus piernas.

Me levanté y, tomando mi verga, avancé hacia mi hermosa sobrina que con expresión serena esperaba a su querido tío, ahora más querido que nunca antes, que avanzaba con su instrumento en ristre. No sabía que le haría, pero intuía que sería una nueva sensación que le haría experimentar, tan intensa como las anteriores. Y ella estaba dispuesta a sentir todo lo que él quisiera hacerle sentir.

Había llegado la hora de la verdad, de completar el proceso de su iniciación a la vida adulta.

Por Salvador

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