lunes, 12 de octubre de 2020

Lejano Placer

¿De qué color son los camaleones?


3:35 de la madrugada y era la tercera vez que Ximena se levantaba al baño. La noche estaba algo calurosa, así que el mojarse con agua fría algo ayudó.

Mirándose la cara en el espejo, trataba de recordar desde cuándo exactamente había comenzado a sentir este ardor que la incomodaba. Ya hacía tiempo que de vez en vez, sin razón aparente, tenía esta sensación de calor corporal. No estaba en ella el reconocerlo abiertamente, y de hecho, casi era como si quisiera ignorarlo, el punto es que, desde hace un par de años, estaba sintiendo un leve cosquilleo en su vagina. Algo que antes no ocurría. La sola idea de ponerse a pensar en ello la incomodaba.

Su rostro reflejaba el cansancio que le estaba provocando el insomnio indeseado de esta noche. Mojarse la cara una vez más la refrescó lo suficiente como para hacerse ánimos de regresar a la cama. Corrió las sábanas y la frazada y se recostó sobre la ropa. Una cama tibia no es muy agradable cuando se tiene calor.

¿Será que siempre vendrá esta sensación cuando quiero dormir?, pensaba, corrigiéndose así misma de inmediato, al recordar que varias veces le había venido durante el día.

La casa estaba en silencio y ahora que lo pensaba, temía que sus viajes al baño hubieran podido despertar a alguien. Debido a su naturaleza reservada, no le gustaba que los demás fueran conscientes de sus actividades. Recostada de espaldas, comenzó a bajar la mirada. Su pecho plano le comenzaba a preocupar, debido a la comparación constante con sus compañeras de colegio. Las había muy desarrolladas y otras no tanto y ella, estaba en el segundo grupo.


Bajando aún más la mirada, posó su atención en su vientre, fuente de todo el "problema". Desde hace un tiempo, había descubierto que abrir las piernas un poco más de la cuenta al ducharse, permitía que el agua cayera por su vientre, dándole una agradable sensación entre sus piernas. Quizás por esa misma razón dedicaba un poco más de tiempo en secarse esa zona con la toalla. Eran lujos que no se daba muy seguido, pero formaban parte de su proceso de descubrimiento personal.

De tanto pensar en el asunto, recordó su conversación en casa de Carolina, una compañera de curso y amiga más cercana, una tarde que hacían tareas. Tras hablar de varios temas, su amiga le confidenció que desde hace un tiempo había comenzado a masturbarse.

"Me enseñó una prima. Te pones una almohada entre las piernas, la apegas a tu vagina y te frotas moviendo las piernas como si caminaras.

¿Y lo haces sin ropa interior?

Cuando estoy sola y sé que nadie me va a molestar, sí, pero generalmente lo hago sobre la ropa.

¿Y te duele?

Claro que no. Se siente muy rico.

Luego de pensarlo un momento, decidió que tal vez podría hacerlo. "Estimulación genital", "lubricación vaginal" eran términos que había leído, cuando había decidido tomar el asunto más en serio, pero "masturbación", era una palabra muy larga y compleja para describir lo que ella hacía. "Al menos tengo mi propio dormitorio", se consolaba, recordando cuando su padre le había comunicado que tendrían habitaciones separadas con su hermana.

Desde que habían nacido, compartían dormitorio. Eran gemelas idénticas, cosa que la incomodaba aún más, pues cuando pequeñas, su madre caía en el cliché de vestirlas y peinarlas igual a ambas, como si se enorgulleciera cada vez que alguien le comentaba "pero si son idénticas", "como dos gotas de agua". Pero la similitud era sólo externa. Constantes peleas y discusiones con su hermana y una mejor situación económica habían sido los factores que ahora le permitían tener mayor privacidad.

Tímidamente, casi como si quisiera engañarse a sí misma, comenzó a bajar las manos hasta su vientre, casi queriendo que el ardor que sentía tomara control de sus manos. Tomando el borde de su pantalón de pijama, lo levantó, como si el cosquilleo que sentía fuera algo que pudiera verse. Entre penumbras, pudo distinguir las formas y contornos de su vagina.

Llevando su mano derecha por debajo y detrás de sus muslos, tomó la delgada tela del pantalón por entre sus piernas y la estiró hacia atrás, con lo que su vagina quedó marcada en el pijama. Le gustaba observar cómo al presionar la tela se le marcaban más nítidamente los genitales, pues llevaba algo de tiempo durmiendo sin ropa interior, sintiéndose un poco más osada al realizar estas prácticas "tan arriesgadas".

Comparándola con las forenses fotos que había visto en los libros que leía, su vagina siempre le había parecido más linda. "Es mucho más bonita que ésas del libro", pensaba, ya que, a diferencia de la suya, las que figuraban en las fotos eran de un color más oscuro y contaban con abundante vellosidad. Algo totalmente opuesto a su condición.

Al bajar la mirada por su pecho plano recordaba que sólo era una niña, pero los marcados labios de su vagina la hacían sentirse más mujer. Después de todo, darle a la madre naturaleza sólo trece años para terminar todo su trabajo era pedir demasiado.

De un color rosado claro, su vagina le despertaba cierta admiración que, lamentablemente, no tenía con quien compartir. Con ambas manos, bajó un poco su pijama, hasta que la poca luz existente le permitió ver mejor. "¿Estos son mis... cómo era que se llamaban... labios mayores, labios menores...?", trataba de recordar, mientras se tocaba tímidamente. Había tratado de memorizar las características, pero aún no las manejaba a la perfección.

Meses atrás había sentido la necesidad de conocer su cuerpo; en parte, influenciada por "todo lo nuevo" que estaba sintiendo. Incontables artículos en textos educativos hacían mención del hecho que las niñas se desarrollaban mucho antes que los varones y que dicho desarrollo era tanto físico como sicológico. Claramente, lo que hacía no disminuía su ardor, sino que lo aumentaba, pero ya reconocía el hecho de que sentía ganas. Estaban presentes en ella y era algo que por más que tratara de ignorarlo, no dejaba de ser verdad.

Con la intención de llevar esta vez la exploración un poco más allá, decidió bajarse el pantalón hasta las rodillas, dejando descubierta su entrepierna y con la punta de su dedo índice, tocó donde recordaba debía estar su clítoris. Al igual que noches anteriores, hubo un pequeño detalle que volvió a llamar su atención: la diminuta mancha de humedad en su calzón. Desde ya varias semanas, había descubierto la presencia de cierta humedad, que anteriormente no estaba ahí. Al bajarse el calzón, quedó más en evidencia la mancha, no más grande que un centímetro.

Lo poco que significaba ese nivel de estimulación era suficiente para hacerla sentir placer. Trataba de mantener todo a raya y no caer en algo similar a una adicción, pero a veces las ganas de tocarse eran muchas. Estaba sola, en su habitación, haciendo algo que no le compete a nadie más que a ella, y aún así estaba incómoda. ¿Cómo podía ignorar algo que nace y proviene desde muy dentro de ella y que no sabe con exactitud a qué se debe?

Expuesta su vagina, pensó que tal vez el lugar "no era el indicado". Bajó de la cama y se dirigió nuevamente al baño. Cerró la puerta con seguro y se quedó de pié frente al espejo. Durante el recreo en el colegio, se dedicaba a observar cómo los niños comenzaban a mirar con cara de excitación a las niñas al pasar, preguntándose qué era lo que les atraía. "Serán las tetas, el culo...?, Tal vez un poco de ambas cosas..."

"No creo estar tan mal", pensaba, mirando su imagen en el espejo, casi como evaluándose. Decidió quitarse la ropa, lo que no le llevó mucho tiempo para lograrlo. Desnuda frente al espejo, se preguntaba si ella resultaría atractiva para los chicos. Tenía el pelo negro y liso, el cual le caía casi verticalmente. Lo llevaba hasta los hombros pero recortado sobre su frente. "Estilo Cleopatra", pensaba. Sus senos aún no se desarrollaban, pero sus pezones ya contaban con la capacidad de erectarse cuando se excitaba. Sus piernas eran algo largas y sus caderas ya comenzaban a ensancharse, notándose más al usar jeans ajustados.

Tomó el espejo del muro y lo puso en el piso de cierto modo que le permitiera ver su vientre. Se puso de espaldas y por sobre su hombro derecho, miraba sus nalgas. Eran redondas y ya comenzaban a empinarse. Con las manos apoyadas en las rodillas y el torso inclinado hacia adelante, podía ver claramente reflejados sus genitales entre sus piernas. Llevó sus manos hacia atrás y con la punta de sus dedos, abría levemente sus rosados labios, dejando expuesto parcialmente su clítoris y su canal vaginal. Contraía y relajaba su ano alternadamente mientras se lo observaba. "Respirando como pescadito", sonreía, recordando cuando había hecho la analogía por primera vez. Creyó oir algo, pero lo ignoró y continuó.

La imagen de sus labios vaginales y su ano reflejados en el espejo contrastaban en sensualidad con su rostro entre sus rodillas y su cabello como pincel. "No tengo pelos aún, pero es linda", pensaba, al evaluar lo que veía en el espejo.

Tanto era lo que le preocupaba que los demás se enteraran de sus actividades, que en varias ocasiones anteriores había llegado a creer haber escuchado ruidos.

Se sentó en el excusado, dejando que el frío aliviara en algo el calor que hacía. "Tal vez podría tocarme... un poco. Si golpearan la puerta, diría que estoy con algo de indigestión o algo parecido".

Las ganas que estaba sintiendo eran bastantes, asi que mojó sus manos con agua fría y decidió ponerse en la tina. Sentada con las piernas estiradas y levemente abiertas, comenzó a sobarse los muslos. En movimientos circulares de sus dedos, se tocaba, acercándose cada vez más a su entrepierna. El agua en sus dedos debía de bastar para reemplazar su escasa lubricación. El contraste de sus manos frías en su pecho era agradable, pero lo era aún más en sus genitales. Juntando lo que quedaba de agua en sus manos, mojó sus dedos y los llevó a su clítoris. Deslizaba sólo la punta por sus delicados labios hacia arriba y abajo muy suavemente. Se sentía muy rico, pero otro de los "ruidos" rompió su concentración.

Se puso rápidamente de pie y se vistió. Dejó el espejo donde estaba y guardó silencio unos momentos. La casa permanecía en silencio y no se escuchaba nada, pero de todos modos decidió volver a su habitación. El piso del corredor que llevaba a su dormitorio era de madera. El detalle no habría sido importante de no ser por el hecho de que la madera cruje. Ya sea por cambios de temperatura o por tensión, la madera cruje, y de noche, cuando todo hace el doble de ruido, el detalle era para tenerse en cuenta. Ella ya se había acostumbrado a "gatear en puntas de pié" para no hacer ruido, pues sabía que "pisando aquí, suena hasta en la cocina", pero hacerlo rápido no era igual de efectivo.

Tan rápido como pudo, regresó a su habitación y dejó la puerta levemente abierta. Su naturaleza meticulosa le exigía cerciorarse de que el ruido que había oído no significaba nada. Lo último que deseaba era que su hermana la viera u oyera levantarse. Varios segundos pasaron sin que nada se oyera, así que en el instante en que comenzaba a cerrar la puerta, vio a su padre avanzar por el pasillo. Estaba desnudo, pero eso no era nada nuevo, pues ella sabía que su padre dormía desnudo en verano.

Verlo desnudo era una cosa, verlo entrar al dormitorio de su hermana Julia era otra. Creyó verlo mirar en dirección a donde ella se encontraba, pero luego pensó haber visto mal, además, su dormitorio estaba a oscuras, así que él no podría haberla visto de pie junto a la puerta entreabierta.

Aunque no era nada, algo le decía que esto no era tan fortuito como parecía. La embargaba una enorme curiosidad. La ansiedad de saber qué era lo que pasaba en el dormitorio de su hermana la carcomía.

"¿Cómo puedo saberlo?. Si voy y miro por la cerradura, quien salga primero me va a ver inclinada mirando. Si salgo al pasillo, mis pisadas me van a delatar. Los minutos pasaban y no conseguía reaccionar, pensando qué hacer. De pronto recordó que la pieza de su hermana estaba exactamente frente a la suya. Las puertas estaban una frente a la otra y siguiendo con la estupidez de la simetria de gemelos, ambas habitaciones eran exactamente iguales, excepto por el hecho de estar en direcciones invertidas. "Si salgo por la ventana de mi habitación, podré mirar por la de ella".

No muy convencida de la idea, salió cuidadosamente por la ventana y rodeó la casa por el patio trasero, hasta llegar a la ventana de su hermana. Las persianas estaban cerradas, pero acercándose lo suficiente se podía ver.

La habitación estaba a oscuras, pero la luz proveniente del televisor encendido la iluminaba. En la pantalla podía verse la imagen congelada del título de una película porno: Sexy Stories vol. IV. Su hermana había pedido un reproductor de DVD la navidad anterior, mientras que ella, no muy aficionada a las películas, había pedido un equipo de sonido.

Ambos estaban de pie junto a la cama. Su padre tenía sus manos en la cintura de ella. Estaban besándose.

Las manos de su hermana estaban tocándole el pene. Él estaba algo inclinado, pues el mentón de ella estaba a la altura del pecho de él. Su hermana vestía un pijama de dos piezas, y el pantalón estaba a la altura de sus rodillas.

Mientras se besaban, él le acariciaba las caderas subiendo y bajando las manos, y ella lo masturbaba lentamente. Las manos de él comenzaron a bajarle el calzón hasta dejarlo lo bastante abajo para que sus nalgas quedaran expuestas. En movimientos lentos, se las masajeaba, mientras la hija, con ambas manos, tomaba la piel del pene y la movía hacia adelante y hacia atrás, adelante y atrás, muy lentamente. Fuera de la habitación de su hermana, Ximena miraba con atención.

Podían verse las lenguas de ambos cuando iban al encuentro de la otra. Varios fueron los minutos en que estuvieron besándose. En un momento dado separaron sus bocas. El padre volteó el cuerpo de su hija, quedando de espaldas a él y ambos frente al televisor. Con un control remoto, reanudó la reproducción de la película que se encontraba en pausa. En la imagen, una pareja se encontraba en un sillón. El hombre estaba sentado en él y la mujer, de rodillas en el suelo, le practicaba sexo oral.

El padre se acercó a la cama, sentándose en el borde. Su hermana permanecía de pié junto a él, de espaldas a la ventana. Ximena, de manera inconsciente se agachó levemente, tratando de no quedar demasiado expuesta a la vista de su padre. Las manos de él acariciaban las nalgas de ella, pero luego de unos minutos pasaron de las caderas a los hombros de ella y lentamente, le fueron indicando la postura que debía adoptar. La hija quedó de rodillas frente a él. La película nuevamente estaba en pausa.

Ximena no podía distinguir con claridad lo que su padre hacía, pues la cabeza de Julia le impedía ver, pero se alcanzaba a notar que su padre se estaba tocando el pene, mientras su hermana estaba de rodillas frente a él. No pasó mucho tiempo antes que la cabeza de su hermana lentamente comenzara a subir y bajar.

La succión se prolongó por unos minutos en esa postura. Luego de eso, el padre subió ambas piernas a la cama, recostándose sobre ella. La hija lo siguió, poniéndose entre las piernas de él.

El padre se incorporó un poco, sentándose, mientras le indicaba a la hija que se pusiera entre sus piernas. Recostada sobre su vientre, la hija estaba con las piernas dobladas y apoyada en los codos. El padre apoyó su espalda en el respaldo de la cama, mientras se tocaba suavemente el pene. Tomó su miembro de la base y moviéndolo, lo acercó a la boca de su hija.

Lentamente, su hermana Julia abrió la boca, poniendo sus labios sobre la punta del pene de su padre, para luego engullir toda la cabeza. Ximena lograba ver cómo las mejillas de su hermana se contraían mientras realizaba la succión. La cabeza de ella subía y bajaba, mientras él permanecía con los ojos cerrados y ambas manos sobre la cabeza de ella. El padre movía levemente la pelvis en dirección opuesta a la boca de la hija, simulando una penetración.

Por momentos, el padre retiraba la cabeza del miembro de la boca de ella y lo sujetaba contra su vientre, con lo que sus testículos quedaban frente a ella. Ximena podía ver que su padre movía los labios, pero obviamente no alcanzaba a oír lo que decía. La hija pasaba su lengua por los testículos del padre. Se llevaba a la boca uno y otro alternadamente.

Las manos de ella estaban una junto a la otra, pero con las indicaciones de su padre, las depositó en las caderas de él. Con el miembro dentro de su boca nuevamente, la hija continuó chupándolo. Las manos de él le indicaban cómo moverse, mientras ella mantenía el glande dentro de su boca. El miembro estaba algo flácido, por lo que ella podía tragarlo entero.

Después de estar un tiempo chupándolo, el pene de su padre comenzaba a reaccionar a la succión. Curvado hacia arriba, el miembro ya mostraba una total erección. Él la puso de pié junto a la cama. Una delgada línea de saliva colgaba de la punta de su miembro. Con ambas manos, comenzó a quitarle la parte superior del pijama. Ella levantó los brazos, mientras le era retirada la prenda lentamente.

Levantando ambos pies, ella se despojó del pantalón, mientras el padre se arrodillaba frente a ella, bajando su calzón hasta dejarlo en sus tobillos. Ximena no pudo evitar notar que su hermana llevaba puesto sostén, lo cual no tenía sentido, pues ambas eran físicamente idénticas y ella no necesitaba para nada usarlo. Nuevamente de pié, el padre hizo girar a su hermana poniéndola de espaldas a él. Ella permanecía inmóvil, mientras él, aún arrodillado, besaba las nalgas de su hija. Luego se enderezó y con las piernas algo dobladas, frotaba la punta de su pene por la hendidura entre las nalgas de ella.

Lejos de que Ximena se percatara, la película había continuado su reproducción. En ella, una pareja mantenía relaciones en una piscina. La mujer estaba a cuatro patas sobre una toalla en tanto que el hombre, arrodillado, la penetraba por detrás. Mientras la película se desarrollaba en pantalla, el padre estaba detrás de su hija, ambos de pié, manipulándole la vagina. Ximena no veía con exactitud lo que su padre hacía pues estaban de espaldas a ella. Nuevamente la película fue detenida. El padre se apartó, alejándose. Ximena podía ver cómo el pene de su padre realizaba movimientos de péndulo con cada paso.

Acercó una silla hasta donde estaba su hija Julia y la hizo ponerse sobre ella. Con esto, las nalgas de ella quedaban a la altura perfecta. La hermana estaba con ambas manos apoyadas en el respaldo de la silla y arrodillada sobre el asiento. El padre se puso detrás, con las manos apoyadas en los hombros de ella. Moviendo la pelvis, frotaba su pene entre las nalgas de ella. Inclinándose hacia adelante, le dió instrucciones. Su hermana abrió levemente las piernas, con lo cual su padre tomó su miembro y lo colocó entre las piernas.

Apegándose a ella y tomándola de las caderas, comenzó a realizar movimientos de penetración. Ximena podía ver cómo, cuando su padre llevaba su pelvis hacia adelante lo suficiente, la punta de su pene se asomaba por entre las piernas de ella, bajo su vagina.

Fue recién entonces, que Ximena pudo ver cómo su hermana comenzaba a dar señales de estar sintiendo placer. Casi imperceptiblemente, su hermana comenzó a arquear la espalda, con lo que el culo se le veía mucho más parado de lo que estaba. El padre seguía moviéndose entre sus piernas, con lo que el clítoris de ella era estimulado por el roce del miembro. Ella tenía los ojos cerrados, la cabeza hacia atrás y la boca abierta, mientras el padre seguía frotándose en ella.

Él aumentaba la velocidad de sus movimientos, mientras la hija demostraba que aquello le era aún más placentero. Ximena observaba con atención y asombro. No lograba asimilar lo que estaba presenciando. Su padre y su hermana Julia estaban interactuando sexualmente frente a sus ojos. Si bien la escena la llenaba de preguntas, por otro lado se "maravillaba" al verse a sí misma en tercera persona, pues su padre había mantenido la costumbre de la simetría que la madre aplicaba en ambas. Con el mismo corte de pelo, seguían siendo iguales, con lo que Ximena experimentaba lo que no muchos pueden: Verse a sí mismo, "extra corporalmente" en situaciones tan increíbles como ésta. La pregunta de si ella podría resultar atractiva le estaba siendo contestada de la forma más inverosímil.

Con estupor, Ximena comenzó a sentir que el cosquilleo que antes sentía se hacía presente. A ratos, el padre se inclinaba para besar a su hija, deteniendo su movimiento. Éstos episodios eran alternados, pero lo bastante frecuentes para que Ximena se diera cuenta que cada vez que su padre dejaba de frotarse con los genitales de su hermana Julia, su vagina dejaba de sentir el cosquilleo y que cuando comenzaba nuevamente con el estímulo, su vagina reaccionaba.

En condiciones y situaciones extremas, gemelos experimentan a distancia lo que el otro siente. Una mujer puede llegar a sufrir sensaciones similares si, por ejemplo, su hermana gemela está dando a luz, o entre hermanos, uno puede percibir si el otro gemelo está en situaciones límite o de riesgo, pero claro, esto le era ajeno y desconocido a Ximena.

Acababa de darse cuenta que lograba sentir algo de lo que experimentaba su hermana. Al estar curvado hacia arriba, el pene del padre se adaptaba perfectamente a la forma externa convexa de los labios mayores de la vagina de su hija, con lo que su glande se frotaba casi directamente sobre el clítoris de ella, proporcionándole, sin siquiera llegar a imaginárselo, un placer extremo a ambas.

Ximena no había podido permanecer de pie. Estaba agachada, con la espalda apoyada en el muro y las manos en las rodillas. Sus ojos estaban cerrados, asimilando todo el placer que recibía. Aún no se había dado cuenta que estaba respirando por la boca. El placer era mucho. Saboreando las múltiples sensaciones que estaba experimentando, recordaba las veces que lo había sentido antes, pero con mucho menos intensidad.

Habían sido de día. Habían sido de noche. A veces la habían sorprendido en la sala de clases, y otras, en el trayecto a casa. Pero ahora las sentía mucho más claras, y eran exquisitas. Poniéndose de pie, siguió observando cómo su padre y su hermana continuaban. Ella aún estaba arrodillada en el asiento con las manos apoyadas en el respaldo de la silla, pero ahora su cabeza estaba inclinada hacia adelante y su frente tocaba sus manos. El padre había cruzado el brazo izquierdo por delante, abrazando a Julia por el abdomen, mientras que su brazo derecho pasaba por sobre el pecho de ella, tomándola del hombro izquierdo.

Las embestidas eran constantes. Cortas y rápidas. Ximena veía cómo se movían los pies y el pelo de su hermana y cómo su cuerpo era ligeramente empujado hacia adelante con cada embestida de su padre. De manera cada vez más frecuente, la punta del pene de él asomaba por entre las piernas de ella. Si ponía atención, Ximena lograba escuchar sutilmente cómo sonaban los cuerpos de ambos al chocar el vientre de él con las nalgas de ella.

Ximena sentía su ardor subir a su cabeza, bajar a su abdomen, subir a sus pechos y bajar a sus piernas. El cosquilleo se irradiaba desde los labios de su vagina y nuevamente el placer pudo más que ella, obligándola a agacharse y juntar apretadamente sus piernas, como si no quisiera dejar escapar el placer de sus genitales. Y fue ahí, agachada fuera de la habitación de su hermana, con los genitales hinchados y húmedos por la excitación, sus pezones erectos y su boca entreabierta respirando entrecortadamente, que finalmente sucedió. Ximena experimentó lo que, a diferencia de los otros términos que había tratado de memorizar, estaba latente en su mente. Orgasmo.

Varios minutos tardó en desaparecer la sensación de saciedad que la embargó. Pequeños escalofríos recorrieron todo su cuerpo casi interminablemente... hasta que comenzaron a disminuir gradualmente. La sensación de ingravidez que la envolvía era total. Se sentía totalmente relajada y casi había olvidado dónde estaba y por qué. Se incorporó y volvió a mirar cómo ambos continuaban en la habitación. Por varios minutos más su padre continuó con los embates, cada vez más rápidos, hasta que Ximena pudo ver cómo, de entre las piernas de su hermana brotaban hacia adelante largos chorros de semen que iban a parar a la cama. El padre continuó con los embates hasta que los chorros cesaron. Él permaneció inmóvil unos segundos, moviendo las caderas lentamente. Luego se inclinó para besar a su hija, mientras su pene permanecía entre las piernas de ella.

Ximena vio cómo su padre se retiraba de entre las piernas de su hermana. Su miembro aún estaba erecto. Tomó una toalla que estaba junto a él y procedió a limpiar el interior de los muslos de ella. Su hermana estaba de pie con las piernas abiertas mientras su padre estaba agachado tras ella, limpiándola. Algo decía él mientras la limpiaba.

Luego su hermana se recostó, atravesada, con los piernas hacia afuera de la cama. El padre se arrodilló entre las piernas de ella y su cabeza comenzó a moverse. Ximena veía a su hermana retorcerse, mientras su padre estaba con los brazos apoyados en el borde y su cara cerca de la vagina de ella. Luego de unos minutos, su padre se detuvo, posó su cuerpo sobre el de su hija y comenzaron a besarse. Después de eso, se pusieron de pie.

Rápidamente, Ximena volvió a su habitación, tratando de ser lo más silenciosa posible. Cerró su ventana y ordenó la cama de manera de poder acostarse rápido si fuese necesario. Se puso de pié junto a su puerta levemente abierta y esperó. Luego de unos minutos, su padre salió de la habitación de su hermana y se alejó caminando. Ya segura de no tener nada más que observar, volvió a la cama. Su mente estaba confundida y asombrada, mientras sus genitales aún estaban húmedos y sus pezones erectos.

La excitación que había sentido de forma tan extrema se ajustaba a lo que ella había leído como "orgasmo": El resultado último y final de la relación sexual. No sabía que se podía conseguir sin estimulación directa y esta noche lo había experimentado.

Las dudas no se hicieron esperar. Se preguntaba el por qué de todo aquello. ¿Desde cuándo sucedía?. ¿Por qué había sido su hermana la elegida?, y al hacerlo, no podía evitar sentir algo de envidia. ¿Por qué ella y yo no?, Somos iguales. ¿Por qué papá la escogió a ella?.

La pregunta la frustraba. La hacía sentirse menos que su hermana. Inferior. ¿Acaso soy menos bonita que ella, menos lista... menos mujer?. Muy en su interior no podía evitar sentirse menos mujer que su hermana. Ella era virgen en el amplio sentido de la palabra, pero de cierta manera se alegraba de que ahora podía contar con algo que la separaba levemente de su condición de niña: Ya había tenido un orgasmo.

Era una ganancia enorme para ella. Pero por otro lado, el que le hubiera sido otorgado indirectamente la enfurecía, pues prácticamente había sido su hermana la que, "cortésmente", le había "permitido" sentirlo. De no ser por su hermana, ella no lo habría experimentado, al menos no aún. Su padre no había manifestado favoritismo anteriormente, lo que más la hacía preguntarse por qué. Súbitamente recordó que lo de su cosquilleo lo venía experimentando desde hace un par de años. ¿Acaso desde entonces que lo vienen haciendo?. No podía saberlo con certeza. ¿Cuánto de lo que sentía había sido provocado por el actuar de su padre en su hermana y cuánto se debía a su propia excitación?, ¿Qué era lo que ella sentía provocado por sí misma y qué era provocado por su hermana?.

Debido en cierto grado a su infantil inmadurez, al hecho de contar con un padre viudo, que en todos estos años no había llevado a nadie a casa para reemplazar a su madre, no le daba pistas acerca de lo que había presenciado. El que para un hombre de edad madura, tener dos pequeñas hijas le significara cierta dificultad para entablar relaciones durante todos estos años, tampoco le significaba nada. El increíble parecido de ellas con su madre, quien había fallecido siendo ellas aún pequeñas, tampoco. Deseo, excitación, lujuria... incesto, no eran factores que ella siquiera consideraría al tratar de entenderlo todo.

Los meses cálidos de verano siguieron, y los viajes nocturnos a la ventana también. Su padre de pie mientras su hermana arrodillada frente a él, chupa su pene por varios minutos hasta tragarse todo su semen. Su hermana Julia recostada en la cama, mientras el padre le lame suavemente la vagina y el clítoris, hasta llevarla al clímax... a ambas. Su hermana recostada sobre su vientre, mientras el padre inserta su miembro entre las nalgas y labios de ella, estimulándose ambos con el roce mutuo, hasta descargar él su semen en la espalda de ella. Su padre sentado al borde de la cama, su hermana arrodillada frente a él, masturbándolo hasta hacerlo acabar en su rostro y pecho, mientras luego limpia minuciosamente todo el semen restante del pene de su padre. Su hermana con la punta del pene de su padre en la boca, mientras éste, se masturba con dos dedos hasta descargarse dentro de su boca. Cada vez que Ximena veía a su hermana tragar aquello, se preguntaba qué sabor tendría el semen de su padre.

Noche tras noche padre e hija entregados a la excitación llegaban al éxtasis y noche tras noche Ximena, resignada y rendida ante el estímulo, se entregaba a su propio placer, maldiciendo en muchas ocasiones el hecho de que haya sido su hermana la escogida y no ella.

Las veces en que antes, estando en casa sólo con la empleada, había recurrido a la estimulación de la almohada, habían sido numerosas. Pero se mortificaba al recordar que únicamente lo había hecho debido a que su naturaleza reservada "sólo se lo permitía mientras su padre y su hermana no estuvieran en casa". Cuántas veces había pensado "por suerte que mi hermana y mi papá no están, para poder hacerlo tranquila". Sin siquiera pensar que mientras ella era presa de la excitación que la obligaba a saciarse con la almohada, la escena vista en la habitación de su hermana estaba tal vez llevándose a cabo simultáneamente.

En parte para contrarrestar aquello, había pasado a la estimulación manual de su vagina desde hacía varias semanas. Con su puerta debidamente cerrada, se entregaba a su masturbación imaginándolos a ambos. Pensando en cómo recibiría ella el semen de su padre dentro de su boca, jugando con su lengua. Imaginando el curvo pene de su padre apegado a sus genitales. "Yo movería mis caderas sin que tuvieran que decirme que lo hiciera" . La madurez le llegaba apresuradamente, casi como queriendo alcanzar y sobrepasar a su hermana.

Con el pasar de los meses, el verlos en sus encuentros secretos la comenzó a obsesionar. Las veces en que su padre entraba a la habitación de su hermana por cosas triviales la enfurecía, pues sentía que había corrido para nada. Se había vuelto adicta a verlos. Muchas veces, haciendo caso a sus sensaciones vaginales, corría hasta la ventana de su hermana para encontrar la habitación vacía. Los encuentros a veces se trasladaban a la habitación de su padre. Hasta el momento, no había podido verlos en la habitación de él. Con las cortinas cerradas, le era imposible llegar a distinguir lo que sucedía dentro.

Sin que ella se diera cuenta todavía, más que enfurecerse por no verlos juntos, lo que le enfadaba era no poder ver a su padre en sus actos. Su envidia para con su hermana estaba derivando en un interés por su padre.

En lo cotidiano, su padre era la persona que hasta ahora ella consideraba sólo como eso, un padre. Cariñoso y preocupado por ambas, siempre trataba de que no les faltara nada. El criarlas él solo le significaba un esfuerzo, pero hasta ahora, no lo había demostrado, sin embargo, sus necesidades de hombre hace ya bastante tiempo le habían pasado la cuenta.

El ver a su padre como alguien con necesidades la comenzaba a intrigar. Cuando los espiaba fijaba cada vez más su atención en él. Su sexualidad ya era algo concreto. La masturbación le era algo propio. La niña inocente que se dedicaba a observar a los niños mirar a las niñas le parecía ridícula comparada con la que persona que ahora era. Se masturbaba, ya sin necesidad de la almohada. Desde hace un tiempo lo venía haciendo, de pie fuera de la habitación de Julia. Con el rostro apegado a la ventana y oculta en la oscuridad, abría las piernas y tocaba sus genitales viendo a su padre esparcir con la punta de su miembro, su semen sobre el rostro de su hermana, o viendo cómo la frotaba por detrás. Las ganas la torturaban. Las siguientes sesiones la dejaron aún más caliente. Pensaba en sexo todo el día. Ya ni la estimulación en la ducha le bastaba, anhelando con desesperación el poder verlos nuevamente.

La siguiente escena sería más extrema que las anteriores y se llevaría a cabo en el dormitorio del padre. La hija estaba de pie junto a la cama. Estaba completamente desnuda. Viéndola en la oscuridad, él comienza a bajarse su pijama, hasta quitárselo por completo. Una vez despojado de la prenda, él estira las piernas y con su mano derecha, toma su pene de la base, moviéndolo lentamente, con lo que le daba a entender a la hija que la estaba invitando a que hiciera lo que tantas veces ella había hecho antes. La hija se arrodilló junto a la cama y llevó su boca al flácido miembro de él comenzando a besarlo suavemente, para luego engullirlo entero y comenzar a subir y bajar sus labios por el blando tronco.

El padre movía lentamente las caderas, dejando escapar ahogados suspiros mientras ella lo succionaba. Las cortinas estaban abiertas, por lo que no era difícil ver claramente lo que sucedía dentro de la habitación.

La hija besa, lame y succiona el miembro dentro de su boca, chupando a ratos fuertemente la cabeza, haciendo que la sangre se agolpe bruscamente en el pene, provocando su hinchazón y engrosamiento. Luego de varios minutos, el pene del padre no tarda en conseguir su erección. Está muy duro y apegado a su vientre debido a su curvatura. Ella comienza a lamerle los testículos, para luego subir su lengua hasta la punta, metiéndose el glande en la boca al llegar hasta ese lugar. Él se encuentra inmóvil disfrutando de la boca de su hija. Con su mano derecha, aleja su miembro de su abdomen, poniéndolo verticalmente. Ella aprovecha para poner su rostro sobre el pene y subiendo y bajando su cabeza comienza a masturbarlo con sus labios lentamente. El sabor del líquido seminal del pene le da un toque salino a la boca de ella mientras lo traga.

El brazo izquierdo de él se alarga y lleva su mano hasta el pecho de ella, moviendo sus dedos circularmente desde su vientre hasta sus incipientes senos. Los pezones ya están erectos. Comienza a descender, hasta la vagina. Los labios están hinchados y el clítoris está fuera de la cubierta que le representan los labios mayores. Ella está con las piernas abiertas. El padre se da cuenta de ello. Temeroso de provocarle dolor con el roce directo, lleva sus dedos a su boca y los unta de saliva, para luego, muy sutilmente frotar el pequeño órgano erecto. La hija abre la boca, y sin sacarse el miembro de entre sus labios, deja escapar un notorio jadeo que veloz, sale por la ventana abierta. Ella continúa chupando gustosamente. Los vellos de él le rozan el mentón y nariz al bajar hasta donde su garganta se lo permite.

Los dedos de él juegan con los genitales de su hija, moviéndose rápidamente. La vagina de ella, acostumbrada a la estimulación de los dedos, comienza a reaccionar. Los estímulos llegan al cerebro de su hija, irradiándole placer a todo el cuerpo. Sus genitales se contraen y relajan, siguiendo el ritmo acompasado de los dedos de él. El padre no tenía ni la menor idea de que al estimular los genitales de su hija, estaba haciendo sentir placer a ambas.

Aún recostado sobre la cama, él se da cuenta que su hija, habiendo dejado de chupar su miembro, se posa sobre su cuerpo con las piernas abiertas al lado de las de él y su pecho junto al de su padre. Él pudo oler el aroma de su pene en el aliento de ella cuando, en voz baja, le pidió que la penetrara.

Hija, hasta ahora no lo hemos hecho.

Pero... yo... – ella dudó un momento. No es suficiente lo que me haces, papá. Quiero que entres en mí.

Pero hija...

Lo quiero, papá. Quiero sentirte entrando en mí.

Mientras hablaban, ella había llevado su mano por entre los cuerpos de ambos y tenía tomado el miembro, restregándolo suavemente por la hendidura de su vagina. El hacer esto le resultaba un argumento muy potente que estaba menguando la voluntad de su padre de no penetrarla. La pelvis de ella se movía, haciendo que sus genitales se frotaran en la punta del pene de su padre.

No... no creo que debamos hacerlo... -tartamudeaba él-. Es tu virginidad. Eso es algo muy tuyo. Hasta ahora, lo que hemos estado haciendo es mucho menos que eso.

Quiero que seas tú. Quiero sentir tu miembro dentro de mí. Quiero que seamos más que padre e hija. Quiero tragarme tu semen con mi vagina.

Pero mi amor... Ahhhh... es que... y si... mmm... Respondía él, entre jadeos, sin poder ignorar los movimientos de ella.

Tengo trece años, papá. Aun no tengo mi menstruación y tú lo sabes. Puedes echar tu semen dentro de mí.

El pene estaba muy hinchado y la piel de su glande estaba rugosa debido a la irrigación sanguínea que potenciaba aún más su erección, marcando sus venas. Lentamente, las manos de él pasaron por debajo del cuerpo de su hija, indicándole que levantara un poco su torso.

Tienes que decirme si te duele.

Sí, papá. De todos modos hazlo despacio para que no me duela.

¿Estás segura que quieres hacerlo?

Sí, papá. Quiero sentirte en mí.

Ambos se besaron. El padre tomó su pene y lo puso inclinado apuntando diagonalmente hacia arriba, poniendo la punta en la entrada de la vagina de ella, que se encontraba un poco más arriba del ombligo de él. Ninguno de los dos había reparado en el hecho de que podían ser vistos y oídos a través de la ventana.

Baja lentamente las caderas, amor. Voy a poner la punta en la entrada de tu vagina y serás tú la que se mueva hacia abajo para que se vaya metiendo de a poco, ¿bueno?

Bueno, papá.

Tienes que hacerlo despacio, ¿entiendes?

Sí, papá. Voy a a hacerlo muy despacio.

Ella comenzó a bajar lentamente las caderas, llevando sus genitales al encuentro del miembro. La cabeza se posó en la entrada del canal vaginal. La piel de los labios se doblaba en pliegues, rodeando apretadamente el glande. La hija sintió algo de dolor al sentir cómo entraba lentamente la cabeza. Decidió esperar unos segundos para continuar metiéndolo. Fue poco el trayecto que tuvo que recorrer el tronco del pene para toparse con el himen. La delgada barrera representó poco obstáculo, pues no debió ser mucha la presión para romperla. Un pequeño quejido de ella le indicó al padre que ya estaba hecho.

Despacio, mi amor. Tienes que hacerlo despacito.

Sí... mmm... Sí, papi.

¿Te dolió mucho amor?

Mmmhh.. un poquito.

¿Te sigue doliendo?

Un poco.

Ella siguió moviendo las caderas, hasta que la mitad del pene estaba dentro. El hinchado glande estaba estrechamente apretado por las paredes del canal vaginal, por lo que el roce era doblemente estimulante. Los labios estaban muy estirados, permitiendo que el clítoris quedara totalmente expuesto al roce del miembro. Las manos de él estaban sobre las nalgas de ella. Pronto ambos comenzaron a moverse al unísono, unidos por sus sexos. Él apretaba las nalgas de ella, mientras la presionaba contra su cuerpo. Ella jadeaba, dejando sentir su aliento salino a pene.

El padre sentía la presión virginal en el tronco y glande y le resultaba muy placentero. Ya hacía años que no sentía una vagina, y a pesar de ser ésta una vagina de niña, el placer que le daba era la de una mujer. Con los ojos cerrados, acariciaba las nalgas de su hija, moviendo la pelvis hacia arriba como si no pudiera esperar a que el cuerpo de ella bajara para penetrarla.

Padre e hija unidos en el sexo movían sus cuerpos dándole placer al otro. Se besaban tiernamente mientras ella apoyaba su pecho sobre el de él. El padre deslizaba sus manos por las caderas de ella y luego acariciaba su espalda, preguntándole de vez en cuando si estaba sintiendo dolor. Ella le respondía que lo que sentía era exquisito, mientras le recordaba lo mucho que lo quería. Por espacio de 10 minutos estuvieron así, hasta que las dimensiones del miembro de él se ajustaron perfectamente en ella. Él le indicó que se pusiera sobre su abdomen y una vez que ella estuvo recostada, él puso su cuerpo sobre el de su hija.

No fue problema que su curvo pene encontrara el camino a la penetración. Con los labios más húmedos y dilatados, el miembro entró suavemente dentro de ella. El movimiento de caderas de él le estaba dando mucho placer al potenciar el roce del clítoris en su hija. Ahora era él quien estaba con ambos codos apoyados al costado del cuerpo de ella. Cada cierto tiempo, él estiraba los brazos, alejando su torso de la espalda de ella, con lo que podía distinguir levemente entre las sombras, cómo su erecto miembro entraba y se perdía entre las pequeñas y redondas nalgas de ella. Ella estaba con las piernas juntas, aumentando la presión al aprisionar entre ellas el pene de su padre.

El orgasmo de ella fue intenso y extremo placentero. Su cuerpo se estremecía a medida que la carga neuronal se distribuía por todo su cuerpo. Quiso llorar, gritar, lo que fuera, para exteriorizar lo que sentía. Ella elevaba sus nalgas doblando la espalda, con las piernas estiradas y abiertas junto a las de él, moviéndose tan rápido como podía, logrando con esto que las puntadas del miembro le provocaran dolor. Pero no le importaba. Unidos en un coito muy excitante para ambos, ignoraban que sus jadeos y los movimientos y ruidos que provocaba la cama golpeando contra el muro estaban siendo escuchados.

El padre logró darse cuenta que ella estaba acabando, por la forma en que la vagina le aprisionaba el miembro alternadamente. Aceleró los movimientos. El roce del estrecho canal le era casi doloroso en la piel del glande, pero logró eyacular pocos segundos después que ella acabara. "Ah... mi amor... ahhhh...", fue todo lo que dijo, mientras apretaba sus entrañas al expulsar su fluido. "Ahh... ahhh... decía él, con cada disparo de su pene. Ella sentía los chorros de semen impactar en las paredes de su vagina.

Lentamente sacó su miembro desde dentro de ella, sintiendo cómo a medida que lo retiraba, el canal muscular de la vagina de ella iba cerrándose casi simultáneamente. Comenzaron a disminuir el ritmo de su respiración, mientras él la besaba. Él se recostó junto a ella, pasando sus manos por las nalgas empinadas de su hija. El miembro ya empezaba a perder grosor y tamaño. Cuando la luz se encendió, los sorprendió a ambos. De pié junto a la puerta estaba Julia. Su padre le dirigió una mirada de asombro reconociendo su pijama, mientras Ximena reposaba su rostro en el lecho de su padre, sintiendo el semen escurrir por entre los labios de su vagina. Esbozaba una leve sonrisa mientras pensaba, "¿Quién lleva la delantera ahora?"

Por Rionele

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